«Rebelión, sedición, performance» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 5/XI/2018.
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Han causado gran escarnio unas declaraciones de Carmen Calvo en las que negaba los bandazos del doctor Sánchez en la calificación jurídica de los hechos acaecidos en Cataluña. «El presidente nunca ha dicho que haya un delito de rebelión», afirmó Calvo; y, taimadamente llevaba razón, pues cuando decía que lo había aún no era presidente. La triquiñuela de Calvo nos ha recordado la argucia de aquel viejo del báculo que quiso engañar a Sancho Panza, cuando era gobernador de Barataria, jurando que había devuelto los diez escudos de oro que le había prestado otro hombre; y, mientras juraba, el muy bellaco entregaba por un momento el báculo (una caña hueca donde escondía las monedas) a su prestamista, para que se lo sostuviera.
Pero, dejando aparte esta deliciosa picardía cervantina, la justificación de la vicepresidenta Calvo es irreprochable, conforme a los principios filosóficos modernos, que dan más valor al devenir que al ser. La sistematización teórica más completa del movilismo la hallamos en Hegel, para quien todo lo que existe se halla en constante fase de mutación y es infinitamente voluble en el tiempo. Luego llegaría Federico Engels y lo formularía de manera inequívoca: «El mundo no debe ser considerado como un conjunto de cosas consumadas, sino como un complejo de procesos en el que las cosas en apariencia estables sufren un cambio constante. (…) Esta filosofía dialéctica no admite ninguna noción de verdad absoluta y definitiva. Sólo existe para ella el proceso ininterrumpido del devenir y de lo transitorio». Este movilismo filosófico consagra que la ley del pensamiento no es la verdad, sino la opinión fluctuante. Y así, fiel discípulo de esta escuela, el doctor Sánchez pensaba ayer que en Cataluña hubo una rebelión, hoy piensa que hubo una sedición y mañana podrá pensar tan pichi que hubo una romería (o más bien una performance, que el doctor Sánchez es muy laico).
Actuando así, el doctor Sánchez no se desempeña como un zascandil, sino como un estadista fetén. Pues la (falsa) premisa sobre la que se asienta la política moderna es la imposibilidad de conocer la realidad de las cosas; y de esta premisa, a modo de corolario venenoso, nace en el político moderno el afán de construir un mundo artificial a su capricho y conveniencia (que luego las masas cretinizadas le compran). Desde el momento en que no existe una verdad objetiva y universalmente válida sobre las cosas, el doctor Sánchez es muy libre de «crear» a cada instante la verdad que le conviene. Nadie se atrevería a reírse de un señor cualquiera llamado Pedro que decidiera cambiarse de sexo y afirmar que se llama Petra y es mujer, haciendo uso de esa «autodeterminación de la voluntad» hegeliana que le permite imponer el devenir sobre el ser. Y si este disparate lo aceptamos sin lanzar una sola risa, ¿por qué habría de causar escarnio que un señor llamado Pedro dijera, cuando sólo era doctor, que en Cataluña hubo una rebelión y ahora, que además de doctor es presidente, diga que no la hubo? El hombre concebido como voluntad autodeterminada es un dogma de todas las ideologías modernas; y el doctor Sánchez no hace sino acogerse a su legado, para zambullirse en «el proceso ininterrumpido del devenir y de lo transitorio».
Quienes no cambiamos de opinión, sino que consideramos que existe una verdad objetiva y universalmente válida sobre las cosas, siempre hemos sido tachados de peligrosos inmovilistas y enemigos del progreso. No entendemos, pues, que el movilismo del doctor Sánchez cause escándalo; y mucho menos que nuestra cervantina vicepresidenta, que lo ha explicado con tanta picardía y donaire, sea escarnecida.
https://www.abc.es/opinion/abci-rebe...1_noticia.html
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