APÉNDICE 4
Fuente: Franco, ¿no era normal? Uno de sus hechos injustificable: la persecución a los carlistas, Tomás Echeverría, páginas 100 – 102.
CARTA DEL PRÍNCIPE DON JAVIER A LOS DIRECTIVOS CARLISTAS DEFENDIENDO LA ACTUACIÓN DE FAL CONDE
A LA JUNTA NACIONAL CARLISTA DE GUERRA
Mis queridos amigos:
Ante la orden superior comunicada verbalmente a mi Jefe Delegado, por el General Dávila, el veinte de diciembre, para que abandonara cuanto antes el territorio español, orden que fue cumplida sin pérdida de tiempo por aquél, dando una nueva y magnífica muestra de su alto patriotismo, Yo, como Príncipe Regente y Caudillo de la Comunión Tradicionalista, después de haber comunicado con vosotros en la forma y medida posible, dentro de las dificultades y tardanza que implica mi vida en el extranjero, y después de haber dejado pasar los días necesarios para poder reunir los suficientes elementos de juicio, me creo en la obligación de conciencia de escribiros la presente carta, tanto por las responsabilidades que sobre Mí pesan en estas horas históricas para la Patria y para la civilización cristiana, como porque vosotros en estos momentos personificáis la representación más calificada de la auténtica Tradición española.
El silencio que, tanto Mi Jefe Delegado en el destierro, como todos vosotros en España, habéis guardado, sin contribuir a la labor de quienes han divulgado y siguen divulgando hasta en otros países la noticia deformada y monstruosa, implica una actitud de obediencia y sumisión al bien de la Patria, que no puede menos de ser considerada como una prueba más de la lealtad de nuestra Comunión.
No voy a entrar en detalles del hecho doloroso, porque habiéndolo vivido vosotros, los conocéis mejor que Yo; más bien he de enfocar la cuestión desde un punto de vista, que de momento es el más interesante para todos.
Fal Conde ha actuado no de un modo personal, sino representando perfectamente el espíritu de nuestra Organización, y adoptando sus usos y costumbres. Porque aquel espíritu es el de rendir la mayor eficacia en la guerra en servicio exclusivo de la Patria, quiso completar los encuadramientos y mandos subalternos del Requeté, siempre bajo la dirección y mando militares, mediante una mayor capacitación de la oficialidad del Requeté, que siempre fue nombrada dentro de la Comunión, y que desde los primeros momentos fue aceptada y utilizada por el Mando, en función propia o auxiliar, según lo estimó conveniente; y adoptó al hacerlo los usos y costumbres de la Comunión al dirigirse a ésta en forma de Decreto, y al buscar el mayor estímulo en el cumplimiento del deber de los Oficiales, mediante la firma de los nombramientos por la más alta jerarquía de la Comunión, ostentada al presente por Mí; que nada ha obligado a nuestros leales tanto para el sacrificio y el heroísmo, como el nombramiento, la condecoración o la carta del Caudillo de la Comunión que, por otra parte, no hay que olvidar que, en la persona de Mi Augusto Tío, fue quien dio la orden de entrar de lleno en el Movimiento, en servicio exclusivo de la Religión y de la Patria, dejando a un lado, ahora, la cuestión del Rey, actitud tanto más patriótica cuanto que era Él quien encarnaba la Institución Monárquica.
Muerto el Rey, ni Yo, ni Mi Jefe Delegado Fal Conde, nos hemos apartado ni un ápice de esta patriótica línea de conducta que Aquél nos dejó trazada.
Siendo todo esto así, es claro que la sanción recaída sobre Fal Conde cae de lleno y directamente sobre la Comunión y nos llega a todos. Si una cuestión meramente de forma podía parecer inoportuna e inducir a error sobre el significado del acto a los menos conocedores del régimen interior de la Comunión, y de la organización interna del Requeté, todo ello podía haberse remediado plenamente mediante aclaración que el patriotismo de Mi Jefe Delegado hubiera facilitado en el acto, y en la que se hubiera determinado, sin lugar a dudas, que se trataba de una disposición de régimen interior de la Comunión y del Requeté, ajustada a antiguo uso y costumbre, y dentro de la más perfecta subordinación al Ejército, que precisamente nadie como Fal Conde ha exaltado como necesaria desde que comenzó el Movimiento.
Si a pesar de cuanto va señalado, todavía se cree que debe tenerse en cuenta la persona de Fal Conde, Yo quiero señalar aquí los extraordinarios y señalados servicios prestados a la Patria, y los méritos por él contraídos que lo hacen acreedor tanto a la estima de todo buen Español como al derecho de que no se interprete ningún acto suyo sino en el sentido recto y patriótico que su vida y su conducta le mandan.
Fal Conde fue el hombre que sufrió persecuciones, cárceles, confiscación de bienes durante la República, y que no contento con esto, comprendió siempre que sólo una preparación y organización militarizada de la Comunión, junto con una actuación de la parte sana del Ejército, podían salvar a España.
Fue él quien, frente a las dificultades enormes que entonces se encontraban, y siendo sólo Jefe Regional de Andalucía, organizó ese brillante Requeté Sevillano, que tanto ayudó en los primeros momentos al General Queipo de Llano en Sevilla, y que fue la base de la Columna del hoy Teniente Coronel Redondo, que cuenta las victorias por las acciones de guerra, lo mismo en la cuenca del Río Tinto, que en los avances sobre Ronda y Málaga, o en las recientes operaciones sobre Córdoba y Jaén.
Fue Fal Conde quien, elevado a la Jefatura de la Comunión en 1934, acomete y realiza la creación y organización en toda España de esos admirables Requetés, buscándoles el encuadramiento en mandos, dándoles un Reglamento y una Ordenanza que condensa todo su espíritu y elevada moral, y hasta procurando a grupos más selectos, con gran sacrificio, una especialización en el extranjero para su mayor eficacia.
Fal Conde, contra el general ambiente, y adelantándose a lo que es hoy postulado del Movimiento, rehúsa una y otra vez el acudir a las lides parlamentarias, sin admitir un acta de Diputado; y mientras tanto, incluso militares, fiaban la solución a actuaciones posibilistas y de menor riesgo, él lo arriesgaba todo, y en el acuerdo con el heroico y llorado General Sanjurjo (con el General Rodríguez del Barrio, cuando representaba la dirección del Movimiento en Madrid; con el General Varela, cuando pasó a manos de éste; y, por último, con el General Mola), fiaba únicamente la salvación de la Patria; y el hecho incontrovertible es que, cuando estallado el Movimiento, tantas y tan interesantes aportaciones fallaron, hubo una, una sola, que excedió en mucho a lo ofrecido y esperado, y fue la aportación de los Requetés, sobre todo en Navarra, sin la cual no hubiera sido posible sostener la situación, ante el fallo de la escuadra y de importantes guarniciones.
Pues esa aportación que tan decisiva trascendencia ha tenido, que superó a todo lo esperado, y que en Irún, San Marcial, en todo el frente guipuzcoano y alavés, como en todos los demás, tanta eficacia combativa ha demostrado; esa aportación no fue otra cosa que el fruto de toda la preparación, organización y espíritu en que Fal Conde trabajó con tenacidad y constancia, inspiradas por el más alto patriotismo.
De quien así ha procedido, y tiene en su glorioso haber tales y tan extraordinarios méritos contraídos en servicio de la Patria, no cabe pensar que un acto suyo, que tiene una lógica y recta interpretación, pueda por una cuestión de forma, menos oportuna para los extraños a la Comunión, tomarse como un acto contra la Patria, contra el Ejército y contra el Generalísimo. Tan monstruoso y absurdo es el supuesto en quien tiene tal hoja de servicios, que no puede menos de ser rechazado.
Ante lo ocurrido, Yo quiero daros un consejo, que en este momento solemne, que algún día recogerá la Historia, tiene todo el valor de una orden terminante.
Somos víctimas de una injusticia, no por mala fe, sino por desconocimiento de lo que somos, y de mucho de lo antes consignado; a ello ha contribuido cierta atmósfera creada, y no con buena fe, en torno a los que dirigen, y por la cual se trata de desvirtuar la gloriosa actuación del Requeté con una interpretación absurda de diversos hechos y actuaciones de esa Junta, que no persigue más fin que el de la mayor eficacia en el servicio de España y en su colaboración con el Ejército. Pues bien, a pesar de todo esto, como nosotros no servimos para la intriga ni para la insidia; como nosotros somos incapaces de causar el menor mal a España, a la que amamos exaltadamente; como nuestra misión es ayudar a salvarla; y como, para ello, no hemos regateado sacrificios y estamos dispuestos a otros nuevos sin llegar nunca al límite, Yo espero de vosotros, hoy más que nunca, la mayor disciplina en relación al Ejército, a cuyo lado y en cuyo servicio nos hemos comprometido a salvar la Patria.
Hagamos el sacrificio de nuestro silencio y de nuestro amor propio. Día vendrá en que este sacrificio de ahora, que tanto tiene que costarnos, se convierta en una gran satisfacción y en título de gloria.
Porque quienes no nos conozcan verán entonces que la Comunión Tradicionalista sabe llegar en la abnegación a las mismas cumbres que en el heroísmo.
Os saluda muy cariñosamente vuestro affmo.
En el día de Reyes de 1937.
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