Por qué la extrema derecha europea menosprecia a la española
17.04.2018 – El Confidencial.- Hay una constatación que incomoda profundamente a los líderes y estrategas
de la extrema derecha europea: España, el cuarto país más importante
de la UE, uno
de los más afectados por la crisis económica y puerta
de entrada además
de una parte
de la inmigración africana a Europa, no cuenta con un partido fuerte
de ultraderecha en el que referenciarse. Cuando Marine Le Pen, Geert Wilders y Heinz-Christian Strache miran a España, tienden inmediatamente a compararla con Italia, y entonces no entienden nada. La perplejidad es tal que aprovechan los escasos encuentros con periodistas españoles para preguntarles, en primer lugar, qué pasa con Cataluña, y, a continuación, por qué no hay nada parecido a un partido anti-establishment, populista y contrario a la inmigración del otro lado
de los Pirineos. En el entorno
de Marine Le Pen, por ejemplo, hay muchas más preguntas que respuestas; pero, y este es el punto novedoso, hay una esperanza renovada en que aquí pueda pasar algo.
¿A qué se debe esta esperanza?
La extrema derecha europea no esconde un cierto escepticismo respecto
de Vox. Juzgan mejorable a su presidente, Santiago Abascal, y no les convence una línea política que estiman “excesivamente conservadora” y demasiado cercana al Partido Popular. Al mismo tiempo, consideran que es imprescindible que en España exista un “partido amigo” con representación parlamentaria. Alguien que pueda visualizar que en España este espacio político también existe.
De ahí que estén dispuestos, ahora más que nunca, a aumentar sus contactos e influencia en Vox compartiendo con este partido conocimiento y estrategia.
De hecho, uno
de los aciertos
de la actual extrema derecha europea es haber constituido algo así como una Internacional Nacionalista donde ponen en común agenda, experiencia, estrategia y líneas discursivas. Matteo Salvini aprende
de Marine Le Pen, Le Pen
de Heinz-Christian Strache, Strache
de Alexander Gauland, y Gauland
de Geert Wilders. Y viceversa. La conexión y las transferencias son múltiples y continuadas porque la estrategia, recalcan, debe ser compartida. “Nos irá bien globalmente cuando nos vaya mejor a todos”, sostiene un miembro del equipo
de Marine Le Pen.
No es casualidad que esta semana hayamos conocido que Stephen Bannon, el estratega
de la campaña
de Donald Trump y fundador
de la alternative right, colaborará con Vox en la próxima campaña electoral. El pacto se selló durante la visita del pasado mes
de marzo
de Bannon a Europa, donde se reunió entre otros con Matteo Salvini y Marine Le Pen y
de donde salió un acuerdo
de colaboración. La idea es ayudar ahora a la extrema derecha española para que deje
de ser la excepción europea y abandone la etiqueta
de “páramo político”. Con este objetivo, los ultraderechistas europeos se proponen para asesorar a Vox y le recomiendan, por un lado, una política
de alianzas alejada del sectarismo que ha presidido hasta ahora ese mundo político y, por otro, una estrategia
de comunicación más ambiciosa. No se extrañen si Vox se llena
de asesores
de comunicación norteamericanos.
En un momento
de herida nacional la clave es el patriotismo. Esta es la convicción que alimenta las esperanzas
de Vox y
de sus socios europeos. Se trata
de hacer mirar a los españoles con los ojos
de quien ha sufrido una afrenta intolerable. Y desde ese ángulo alimentar la ilusión
de una nación recuperada,
de un patriotismo nuevo y
de un orgullo desacomplejado. Aquí el discurso que ha ensayado la extrema derecha europea tiene una enseñanza que aportar: el punto crucial es apoyarse en el sentimiento
de haber sido maltratados hasta ahora (“a los españoles se nos ha olvidado por culpa del capricho
de los nacionalistas”) y la voluntad
de rebelarse ante ello (“no vamos a consentir ningún chantaje más”). Es la versión española
de la síntesis catalizadora
de emociones del Make America Great Again, del nuevo día
de la independencia británico o del orden recuperado
de la Francia
de Marine Le Pen.
No en vano, basta con escuchar unos minutos a las principales figuras
de Vox para darse cuenta del grado
de esperanza que suscitó en ellos el fenómeno
de los balcones en gran parte
de las ciudades del país. La exhibición
de la bandera rojigualda en domicilios privados fue interpretada por Vox como un signo
de que no todo estaba perdido,
de que seguía existiendo un “patriotismo natural” latente en los españoles que podía ser utilizado por su partido. Y que, en consecuencia, había que modular políticamente y dar una orientación bélica a toda esa pléyade
de ideas, creencias y sentimientos que está detrás
de la percepción
de que “Cataluña no nos quiere”, “Cataluña nos desprecia”, “Cataluña nos humilla”. Por eso Vox reserva a Stephen Bannon el papel
de intervenir políticamente en el discurso sobre la realidad del resto
de España en la crisis catalana con el fin
de consolidar el espejismo
de la encuesta del CIS que en noviembre
de 2017 otorgaba por primera vez un escaño a este partido.
Seguridad-identidad-inmigración
Desde luego, Stephen Bannon es un gran fichaje a los ojos
de la extrema derecha europea. Vox puede apuntarse un tanto. Pero ¿qué puede aportar al mundo
de la extrema derecha española el exasesor
de Donald Trump? Además
de experiencia y un cierto savoir faire, Bannon puede dar ideas para intervenir en un momento en que España se replantea muchas cosas como país.
Actualmente, tras sus tensiones con una parte
de la ‘alt-right’ tras su salida
de la Casa Blanca, Stephen Bannon sigue haciendo hincapié en las ideas-fuerza que articularon la campaña
de Trump: necesidad
de la existencia
de fronteras, regulación
de la inmigración o identidad del país. “Hemos tenido ya bastante
de los globalistas”, declaraba Bannon en el congreso del Frente Nacional en Marzo. La prioridad durante la campaña
de Trump fue “parar la inmigración masiva”, atraer
de vuelta a la industria estadounidense desplazada a China y conseguir defender los intereses propios
de los estadounidenses, haciendo oídos sordos a las acusaciones
de “racistas” o “xenófobos” que utilizaban, en sus palabras, “los medios del establishment”. Este programa es el que Bannon confía en importar ahora a Europa mediante la colaboración con Vox.
La ‘alt-right’, según explica José Javier Esparza, trata
de realizar y llevar a la práctica mediante políticas concretas la propuesta “metapolítica” más amplia
de renovación cultural e ideológica -en definitiva, una nueva “visión del mundo”- que la 'nouvelle droite' se dedicó a elaborar en Francia desde los años setenta. El advenimiento
de la actual crisis, las dificultades
de la globalización y el fin del Estado del bienestar habrían precipitado la necesidad
de respuestas políticas nuevas ante un malestar ya insoslayable. La ‘alt-right’ querría demostrar que la alternativa al “pensamiento único” del capitalismo moderno global reside en la recuperación del énfasis sobre la identidad, “lo natural”, la comunidad y la soberanía. Esparza, que en su juventud se formó en Francia en el entorno del Grupo
de Investigación y Estudio
de la Civilización Europea (GRECE)
de Alain
de Benoist y posteriormente colaboró en medios como ABC, COPE, Intereconomía o La Gaceta, es uno
de los contribuidores en España al desarrollo
de este trasfondo ideológico.
¿Hacia una alt-right española?
Este fin
de semana su ponencia ha cerrado las jornadas
de metapolítica “Mayo del 68 y la Nueva Derecha”, que conmemoran el 50 aniversario
de la fundación
de GRECE (no por casualidad, en 1968). Allí se debatió sobre las dos renovaciones,
de la izquierda y la derecha, que tuvieron lugar en esta señalada fecha, así como sobre la problemática actual
de Cataluña. En un arco
de posturas que abarcaba desde el falangismo clásico a las corrientes nacional-revolucionarias, pasando por un intento
de réplica al independentismo desde la reivindicación
de un catalanismo hispano, los ponentes concordaron en la insuficiencia
de las medidas meramente represivas y en la necesidad
de superar el enfoque centralista, castellanista y anti-catalán
de una parte
de la extrema derecha española, apuntando a una idea
de España como unidad histórica y objetiva que alberga una diversidad
de pueblos y lenguas. Esta derecha renovada no descarta, así, entrar al trapo del debate sobre la plurinacionalidad como parte
de la tarea
de “construir una patria” en un mundo que es “el imperio
de lo efímero”.
En este espíritu, Esparza valora como necesario este paso para Vox si quiere sumarse a esta renovación y constituir una ‘alt-right’ española: “Vox es un partido con una fuerte carga liberal-conservadora (es decir, tradicional), pero ha hecho el análisis adecuado sobre la caducidad del viejo modelo derecha/izquierda y la convergencia general en torno al consenso socialdemócrata. Creo que es muy interesante ese acercamiento, aunque va a ser difícil explicárselo a la mayoría
de la gente que apoya a Vox, que sigue viendo a Aznar como el referente pleno
de su sensibilidad”. En todo caso, continúa Esparza, “si Vox realmente quiere convertirse en algo distinto a una especie
de ‘PP Auténtico’, tiene que abrir campo y la experiencia
de Bannon es fundamental en ese sentido.”
En estos próximos meses se verá cuál
de estas vías abiertas decidirá transitar la extrema derecha española. No lo tiene fácil: a sus interminables disputas se suma la fuerte competencia que existe en estos momentos en el lado más derechista del tablero político español. Con el carril nacional parcialmente lleno, quizás Vox esté pensando en dirigir la vista en el clivaje campo-ciudad, con objeto
de extender su propuesta más allá
de la tríada aborto-nación-eutanasia y endurecer la batalla cultural (como le recomiendan sus socios europeos). Así podría entenderse su participación el pasado fin
de semana en las concentraciones contra la “criminalización” del colectivo
de cazadores organizadas por la Real Federación Española
de Caza en más cuarenta ciudades del país. ¿Prepara Vox el terreno para las elecciones municipales en la España rural? Sea como fuere, el camino es más que incierto.
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