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Entrevista realizada por el periodista Xavi Ayén para LA VANGUARDIA y publicada el 16/II/2019.
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Entrevista realizada por el periodista Xavi Ayén para LA VANGUARDIA y publicada el 16/II/2019.
«Nación de naciones» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 18/II/2019.
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Ha provocado gran polvareda una entrevista que me hicieron en el diario La Vanguardia, en la que confronto el concepto tradicional de nación con el concepto liberal, a la vez que denuncio la incapacidad de la Constitución de 1978 para enfrentar la crisis catalana. O sea, lo mismo que he defendido en decenas de artículos.
Llegué a pensar que el entrevistador, el excelente Xavi Ayén, habría tergiversado mis palabras. Pero lo cierto es que, con la elección de un llamativo titular que sacado de contexto pudiera malinterpretarse, Ayén recoge con encomiable esfuerzo sintético mis declaraciones. Incluso tiene la gentileza de advertir que los conceptos que utilizo deben entenderse a la luz del pensamiento tradicional, que considera «naciones» a los pueblos ligados por una religión propia, por leyes e instituciones propias, por tradiciones propias, por una lengua y una literatura propias, etcétera. Los catalanes siempre fueron, desde la baja Edad Media, considerados una «nación» como una catedral: así son designados en multitud de crónicas hasta el siglo XIX; y así también por todos nuestros autores clásicos, desde Miguel de Cervantes a Baltasar Gracián, pasando por Tirso de Molina. Para el pensamiento tradicional, España se constituye como una «nación de naciones» que -como señala Vázquez de Mella- «han confundido parte de su vida en una unidad superior (más espiritual) que se llama España». En una fecha tan próxima como 1992, el gran jurista Juan Vallet de Goytisolo exponía esta tesis en un iluminador artículo publicado en ABC, donde explica la génesis de España como una «nación de naciones», fácilmente distinguible de la «nación de Estados» (como los Estados Unidos de América) o el «Estado de naciones» (como la extinta Yugoslavia).
Esta constitución histórica de España como «nación de naciones» será destruida cuando se imponga la visión liberal de nación, que incorpora conceptos tan disolventes como el de la soberanía bodiniana y hobbesiana y el de la autodeterminación hegeliana. Así se propicia la lamentable confusión moderna entre el Estado y la nación que alimenta los anhelos de los separatistas, quienes ven en España un «Estado de naciones» en el que Cataluña está integrada, como podría integrase en otro o bien autodeterminarse y constituir un Estado catalán. Frente a este virus corrosivo, el Estado español sólo puede defenderse con instrumentos tan ineficaces como el artículo 155, que además de ser una puerta abierta a la discrecionalidad (y, por lo tanto, lo contrario a lo que algunos, llenándose la boca, llaman «Estado de Derecho») en ningún caso sirve para establecer una auténtica comunidad política, que -como nos enseña Aristóteles- sólo puede subsistir cuando se funda en la deliberación, lo que exige: amistad entre sus miembros (homophilia), concordancia de pareceres (homonoia) y justicia política (to diakaion politiké). Nada de esto garantiza un concepto de nación que asume la ontología antagónica del hegelianismo, caracterizada por el desprecio del orden del ser, en vistas a suplantarlo por entelequias inventadas racionalmente. Así, el ser histórico de España, una «nación de naciones» fundidas en amor y dolor por vínculos espirituales comunes, es sustituida por una nación fundada en una corrosiva religión secular que sólo provoca enemistad entre sus miembros, discordancia de pareceres e injusticia política.
Seguiremos defendiendo con denuedo la visión tradicional de España y profesando nuestro amor a Cataluña, nación cuyo ser histórico funde su vida en una unidad más espiritual que se llama España. Y no callaremos, por más que los fanáticos, ya tocando la boca o ya la frente, silencio nos avisen o amenacen miedo.
https://www.abc.es/opinion/abci-naci...5_noticia.html
Parece ser que el voxista Hermann Tertsch (el "contra-ego" de Juan Manuel De Prada) se puso un poco "nervioso" con esa entrevista de La Vanguardia.Cita:
Y no callaremos, por más que los fanáticos, ya tocando la boca o ya la frente, silencio nos avisen o amenacen miedo
Cita:
https://pbs.twimg.com/profile_images...sQO_bigger.jpg
Juan Manuel de Prada: “Cataluña es una nación como una catedral”.
El eterno moralinas tiene que vender libros en La Vanguardia, todo para mayor gloria propia y de Planeta, ese digno colaborador de todo golpista que se precie con su La6, Antena3, la Griso y LaRazón.
Así es estimado Martin Ant. Este sujeto dijo en un tuit lo siguiente: «el eterno moralinas tiene que vender libros en La Vanguardia, todo para mayor gloria propia y de Planeta, ese digno colaborador de todo golpista que se precie con su La6, Antena3, la Griso y LaRazón». También criticó a Juan Manuel de Prada el pasado 4 de febrero cuando a causa del artículo de este publicado el mismo día en el periódico ABC titulado Pobre Venezuela (artículo reproducido en este hilo: http://hispanismo.org/politica-y-soc...-de-prada.html) en el que afirmó lo siguiente en otro tuit en el que acusaba a Juan Manuel de Prada de ni más ni menos que de defender al «notorio asesino, torturador, narcotraficante y ladrón, Nicolás Maduro».
Pious, estoy intentando insertar el tuit en cuestión y me estoy volviendo un poco loco. ¿Cómo se hace para copiar y pegar el tuit en el Foro?
Verá estimado Martin Ant, me temo que no se puede insertar un tuit como tal en el foro como los vídeos de YouTube, lo que sí se puede hacer es copiar y pegar los enlaces del tuit:
https://twitter.com/hermanntertsch/s...17161974956032
https://twitter.com/hermanntertsch/s...08766807281664
Entendido.
En todo caso, también dejé en el mensaje anterior el texto completo de la "pataleta" de Tertsch. Siempre es bueno que quede constancia de los contrastes en las ideas, para que resulten mejor delimitadas las posiciones socio-políticas de unos y otros, evitando así el mayor peligro que puede existir: la confusión.
En este sentido, las contraposiciones entre Juan Manuel de Prada y Hermann Tertsch son verdaderamente clarificadoras.
Aprovecho también para subir el artículo de ABC del gran maestro de juristas Juan Vallet de Goytisolo, al cual hace referencia De Prada en su escrito de hoy: Archivo adjunto 9523.
En Barcelona para la Vanguardia ha sido muy valiente, veremos si repte el artículo en el ABC. Se supone que sí lo hará con esa falta de prejuicios que le caracteriza.
A raíz de las polémicas, el autor escribió reafirmándose en lo dicho en la entrevista de La Vanguardia en el ABC. Dicho artículo es el segundo comentario de este hilo y que puedes leer en el ABC: https://www.abc.es/opinion/abci-naci...5_noticia.html.
O sea, si mal no entiendo a este señor, Cataluña es una "nación como una catedral" pero los que no tenemos la dicha de ser catalanes venimos a ser solo una especie de "nación de naciones con vínculos espirituales". Así pues según pontifica De Prada España no es una nación como Dios manda. No tenemos nación, al modo usual; nos hemos quedado a medias, a lo que parece. Y encima deberemos estar orgullosos de ello... ¿Pensaban tal disparate Menéndez Pelayo, Donoso Cortés o Balmes, los mayores pensadores españoles del XIX?Cita:
«Nación de naciones» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 18/II/2019.
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Ha provocado gran polvareda una entrevista que me hicieron en el diario La Vanguardia, en la que confronto el concepto tradicional de nación con el concepto liberal, a la vez que denuncio la incapacidad de la Constitución de 1978 para enfrentar la crisis catalana. O sea, lo mismo que he defendido en decenas de artículos.
Llegué a pensar que el entrevistador, el excelente Xavi Ayén, habría tergiversado mis palabras. Pero lo cierto es que, con la elección de un llamativo titular que sacado de contexto pudiera malinterpretarse, Ayén recoge con encomiable esfuerzo sintético mis declaraciones. Incluso tiene la gentileza de advertir que los conceptos que utilizo deben entenderse a la luz del pensamiento tradicional, que considera «naciones» a los pueblos ligados por una religión propia, por leyes e instituciones propias, por tradiciones propias, por una lengua y una literatura propias, etcétera. Los catalanes siempre fueron, desde la baja Edad Media, considerados una «nación» como una catedral: así son designados en multitud de crónicas hasta el siglo XIX; y así también por todos nuestros autores clásicos, desde Miguel de Cervantes a Baltasar Gracián, pasando por Tirso de Molina. Para el pensamiento tradicional, España se constituye como una «nación de naciones» que -como señala Vázquez de Mella- «han confundido parte de su vida en una unidad superior (más espiritual) que se llama España». En una fecha tan próxima como 1992, el gran jurista Juan Vallet de Goytisolo exponía esta tesis en un iluminador artículo publicado en ABC, donde explica la génesis de España como una «nación de naciones», fácilmente distinguible de la «nación de Estados» (como los Estados Unidos de América) o el «Estado de naciones» (como la extinta Yugoslavia).
Esta constitución histórica de España como «nación de naciones» será destruida cuando se imponga la visión liberal de nación, que incorpora conceptos tan disolventes como el de la soberanía bodiniana y hobbesiana y el de la autodeterminación hegeliana. Así se propicia la lamentable confusión moderna entre el Estado y la nación que alimenta los anhelos de los separatistas, quienes ven en España un «Estado de naciones» en el que Cataluña está integrada, como podría integrase en otro o bien autodeterminarse y constituir un Estado catalán. Frente a este virus corrosivo, el Estado español sólo puede defenderse con instrumentos tan ineficaces como el artículo 155, que además de ser una puerta abierta a la discrecionalidad (y, por lo tanto, lo contrario a lo que algunos, llenándose la boca, llaman «Estado de Derecho») en ningún caso sirve para establecer una auténtica comunidad política, que -como nos enseña Aristóteles- sólo puede subsistir cuando se funda en la deliberación, lo que exige: amistad entre sus miembros (homophilia), concordancia de pareceres (homonoia) y justicia política (to diakaion politiké). Nada de esto garantiza un concepto de nación que asume la ontología antagónica del hegelianismo, caracterizada por el desprecio del orden del ser, en vistas a suplantarlo por entelequias inventadas racionalmente. Así, el ser histórico de España, una «nación de naciones» fundidas en amor y dolor por vínculos espirituales comunes, es sustituida por una nación fundada en una corrosiva religión secular que sólo provoca enemistad entre sus miembros, discordancia de pareceres e injusticia política.
Seguiremos defendiendo con denuedo la visión tradicional de España y profesando nuestro amor a Cataluña, nación cuyo ser histórico funde su vida en una unidad más espiritual que se llama España. Y no callaremos, por más que los fanáticos, ya tocando la boca o ya la frente, silencio nos avisen o amenacen miedo.
Toda Europa son naciones menos España, vaya. La nación más antigua de Europa... resulta que no es una nación normal para este literato.
Digo yo que si Cataluña fuera una nación, su correlativa debiera serlo al menos Castilla y alguna otra ¿no? ¿pero, España...?
En fin, de qué bobadas hay que enterarse...
Yo diría que a Prada le han traicionado: A) El titular, y B) El pensar que todos los lectores están a la altura de su intelecto e iban a distinguir entre el concepto de nación y el hipotético derecho a la independencia de "esa nación" o entre España y el Estado Español. Por cierto, ¿Cuando le entrevistaron dijo Catalunya o Cataluña? Bromas aparte, en mi humilde opinión, cuantas menos entrevistas, mejor. A los autores se los conoce mejor por sus artículos. Prada critica la laxitud de la Constitución del 78 respecto a las "nacionalidades" y no le falta razón. Si los partidos separatistas estuvieran directamente proscritos en la Constitución, toda esta miseria (y la de los últimos cuarenta años) nunca habría existido.
Cuando dice que Cataluña es una "nación como una catedral", todos sabemos que se está refiriendo al concepto tradicional de nación (al que hemos hecho referencia hace pocos días) y no a la "nación constitucional". Pero aún así, me parece que mete la pata hasta el corvejón porque ¿cuántos españoles conocen esas sutiles distinciones?; en fin, también tiene que comer, y los sitios donde le pagan NO SON para nada recomendables.
La cita de Mella, es otra barrabasada por doble motivo:
-Primero porque Mella o Cervantes también se refieren al concepto medieval (tan sumamente laxo) de nación y no al actual; tan específico y legalmente enunciado en Teoría Política.
-Segundo: porque el trampantojo "nación de naciones" no es más que una construcción utilizada por algún nacionalista y por el socialista Maragall, para justificar la separación de Cataluña de España, en todo menos en el dinero de los presupuestos generales. Y me da igual que el profesor Vallet de Goytisolo opinara otra cosa del término, porque eso es para minorías selectísimas.
Otra interpretación, bastante artera, y que corrobora en cierto sector del carlismo actual, es la falacia de que:
"lo que hicieron Felipe V y luego el Estado liberal fue castigar a Catalunya, ASFIXIARLA, ignorando cruelmente su especificidad.". Así como: "Catalunya es una nación como una catedral, con una cultura, una historia descomunales. ¿Cómo puede negar alguien eso? (....) Catalunya tiene derechos históricos"....
En realidad, lo que hizo Felipe V es acabar con las prebendas políticas de la nobleza local en los fueros catalanes; así como abrir el comercio indiano a Cataluña (lo que la enriqueció notablemente) cosa que, por otra parte no fue nada traumática, ya que muchos de los nobles austracistas fueron perdonados (incluido Casanova). Esa es una interpretación de la historia precisamente liberal y nacionalista, muy de finales del XIX en la línea de la "Renaixensa"; debería saberlo.
Algunos carlistas de hoy curiosamente la comparten, por su encandilamiento con los fueros que la mayor parte de las veces desconocen por completo. Pero hay que recordar, que los carlistas de antaño NO SE REBELARON contra Felipe V (al cual reividican mucho, y pretenden observar con ortodoxia sus Leyes Dinásticas) sino contra su descendiente Isabel II, que es muy posterior en el tiempo.
Así que en realidad, poco importaron a los católicos y tradicionales catalanes de los siglos XVIII-XIX esos supuestos maltratos legales durante 120 años; que es más o menos el tiempo que va desde que Felipe V anuló los fueros catalanes con los Decretos de Nueva Planta y la Primera Guerra carlista.
Que no se entienda que ahora considero a Juan Manuel como alguien tornadizo, pues sigo respetándole muchísimo como pensador y como español. Pero modestamente creo que tiene un buen berenjenal en algunos aspectos. La situación actual de Cataluña no tiene NADA QUE VER con los Fueros ni con Felipe V [1] y SÍ con un resucitado nacionalismo decimonónico y liberal (al que nada importan esas cosas, más que como excusa) patrocinado por las propias autoridades locales; que pretenden ser cada vez más "autónomas" (y así poder robar más).
Lo que ha pretendido, es dar una explicación de este problemazo elegante y "tradicionalista"; pero en realidad lo que ha hecho es "rizar el rizo", y lo que ha hecho es enredar.
PD: Insisto, en que este escritor también puede verse influenciado por los nefastos ambientes periodísticos que (supongo por necesidad) frecuenta.
[1] Monarca, insisto, muy reivindicado por el carlismo; a pesar de su carácter antifuerista.
Yo creo él juega intencionadamente con esos equívocos. El sabe de sobra que está siendo entrevistado no para la real academia de la Historia sino por la Vanguardia, medio afín al separatismo y amolda el discurso a los lectores catalanes; quiere caerles bien, vaya. La entrevista se debe a la publicación de su libro y obviamente, como dices, "tiene que comer aunque los sitios donde le pagan NO SON para nada recomendables".
La verdad que no se entiende muy bien de qué va un escritor que se confiesa antiliberal mientras escribe cotidianamente en el ABC periódico liberal donde los haya, y que, en fin, parece últimamente empeñado en figurar como compañero de viaje del separatismo catalán, de Podemos, de Putin, en fin de todo totalitario que va apareciendo.
Intervengo, como amigo de Prada, para defenderlo de las atribuciones que acaba de hacerle DOBLE ÁGUILA. Las ideas que Prada vierte en sus escritos son expresión sincera de su pensamiento, y no debidas de manera alguna a que "tenga que comer". De hecho, en los medios en los que colabora le resultaría mucho más provechoso sumarse a las tesis ciudadaniles, peperas o voxeras, que son las que gustan a sus parroquias paulovianas. Juan Manuel de Prada es un gran conocedor de la cultura catalana y considera que, en efecto, existe una nación catalana, entendida como desde el pensamiento tradicional se ha entendido siempre el concepto de nación, sin soberanía ni derecho de autodeterminación ni demás bazofias liberales. Otra cosa, DOBLE ÁGUILA, es que no te guste el concepto de nación del pensamiento tradicional, o que discrepes de Juan Manuel de Prada, pero atribuirle motivaciones espurias es muy injusto. Prada no tiene ningún "berenjenal" en su cabeza. Tal vez quienes os aferráis a ideas liberales para combatir a los nacionalistas sois los que tenéis ese berenjenal.
En cuanto a sus opiniones sobre la Constitución, son también las del pensamiento tradicional. Las ha repetido mil veces en artículos y conferencias. Os recomiendo una que dio hace poco en la Universidad Católica de Ávila.
¿De veras no te das cuenta, DOBLE ÁGUILA, de que para Prada sería infinitamente más provechoso sumarse a las tesis de la "derecha trifálica", que diría la ministra tabernaria? ¿De veras piensas que defender ideas del pensamiento tradicional que la gente corrompida por el liberalismo no entiende o entiende mal es provechoso para él? No seamos injustos...
Hombre, supongo que debería haber dicho Cataluña si hacemos caso a este genial artículo antiguo (2013) en que criticaba escribir "Girona y Barakaldo"
http://hispanismo.org/gibraltar/17509-gibraltar.htmlCita:
hogaño el español ya no tiene redaños para reivindicar la españolidad de Gibraltar, porque antes tendría que revindicar la de Gerona o Baracaldo, que ahora le obligan a escribir «Girona» y «Barakaldo». Cuando un tío de Cuenca o Albacete escribe mansurronamente «Girona» o «Barakaldo» es porque se ha vuelto eunuco de remate
Un tío de Zamora, como él, no osará decir "Catalunya" se supone.
Qué tiempos aquellos de reivindicar "españolidades".
Querido Alacrán: Por supuesto que él dice y escribe Cataluña. En "La Vanguardia" aparece Catalunya porque así lo indica su libro de estilo desde hace algunos años. Pero eso son delirios del periódico.
En todos sus artículos y en su obra literaria escribe Cataluña. Por ejemplo, en sus libros siempre pone que nació en "Baracaldo (Vizcaya)", no en "Barakaldo (Bizcaia)" :-D
Aunque se ha criado mayormente en Zamora, Prada nació en Baracaldo, hijo de una familia de emigrantes zamoranos que con el tiempo pudieron volver a su tierra.
En general, creo que no debéis ver fantasmas donde no los hay.
Dicha entrevista en La Vanguardia tenía supuestamente como fin ser una entrevista en la que se iba a hablar de literatura y en particular del nuevo libro de Juan Manuel de Prada; Lucía en la noche (editorial Espasa), libro que recomiendo adquirir y del cuál he hablado en el subforo de literatura. En una entrevista realizada por la periodista Laura Revuelta en el ABC Cultural y publicada el 17/II/2019 (un día después de esta entrevista de La Vanguardia) que podéis leer aquí Juan Manuel de Prada dijo (...) desgraciadamente, cada vez es más difícil hablar de literatura, porque ya no hay interlocutores. Al final, en una entrevista, a un escritor se le pregunta de todo menos de literatura. Y, por supuesto, se titula siempre con cosas que nada tienen que ver con la literatura, para obtener más «clics»; lo cuál es cierto. Juan Manuel de Prada se refería al concepto tradicional de nación, un concepto del cuál han hablado ilustres personajes de nuestra Historia como Miguel de Cervantes que decía aquello de nación vizcaína.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9527&stc=1
Tras la entrevista de La Vanguardia a Juan Manuel de Prada se le ha calumniado a través de las redes sociales, aún sabiendo los críticos que este carece de redes sociales, se le ha llamado golpista, comunista, traidor, antiespañol y un largo viceversa de calumnias a sabiendas de que lo que decían era falso. Se le llama golpista a Juan Manuel de Prada cuando este ha estado criticando con coherencia la deriva que se ha vivido en Cataluña a lo largo de estos años, véase artículos como Voladuras y Constituciones (4/IX/2017), Perder Cataluña (11/IX/2017), Cataluña española (23/X/2017) o artículos en los que intentaba acercar a aquellos catalanes confundidos al ideario tradicional con artículos como Cervantes y los catalanes (27/XI/2017) o La lengua catalana (3/V/2018), también es irrisorio que se acuse a Juan Manuel de Prada de estar a favor del derecho a la autodeterminación de Cataluña cuando este atacó al creador del término filosófico autodeterminación (Hegel) en artículos como Hegel para «dummies» (11/V/2015), Autodeterminación (19/IX/2017) o Autodetermínate (11/II/2019). La acusación de comunista no merece respuesta alguna, al igual que no merece respuesta alguna las acusaciones que se hacen a Juan Manuel de Prada acusándole ser izquierdista o derechista cuando es sencillamente antimoderno y ante todo un católico cabal.
Mayoritariamente a Juan Manuel de Prada se le acusa de comunista debido a la entrevista que le realizó Pablo Iglesias en el programa La Tuerka (9/VI/2018), una entrevista que tuvo su origen en como aseguró recientemente el escritor en que Pablo Iglesias había leído algunos libros del escritor y le suscitó interés entrevistarle, entonces al igual que ahora ciertos sujetos de la derecha mediática lo llamaron comunista a lo cuál Juan Manuel de Prada tuvo que responder en un artículo titulado Una entrevista (24/VI/2018) y en cuanto la mujer de Pablo Iglesias tuvo a sus dos hijos de manera prematura; Juan Manuel de Prada le escribió una carta a Pablo Iglesias diciéndole que había estado rezando por ellos, algo que le honra.
Habrá quiénes no compartan la visión tradicionalista que tiene Juan Manuel de Prada sobre España y quiénes no compartan algunas de sus opiniones pero particularmente considero que Juan Manuel de Prada es uno de los escritores y pensadores más lucidos que ha tenido y tiene España y me temo que pasará por ello a la historia de la literatura española del siglo XXI. Finalizo recomendando nuevamente la adquisición de la nueva novela de Juan Manuel de Prada y aconsejando que no os dejéis guiar por ciertos comentarios espurios e histriónicos de ciertos sujetos de la derecha mediática.
Los catalanes en edades pasadas empleaban la expresión "nación catalana". Esto es fácilmente comprobable haciendo una sencilla búsqueda en "Google Books" y ya lo demostró sobradamente el profesor tradicionalista Francisco Elías de Tejada, nada sospechoso de antiespañol ni de amigo de los separatistas. Pero puesto que los catalanes de entonces no conocían ni reivindicaban eso de la "soberanía nacional", es absurdo equiparar ambas cosas. Cataluña es una nación cultural, sí, lo demuestra la historia, pero no por ello tiene derecho a separarse de España, porque rebelarse contra el poder constituido (y España, como comunidad política, está constituida desde hace siglos) es contrario a la ley de Dios, salvo caso de extrema necesidad para salvaguardar la religión o la patria.
Prada tiene toda la razón. Quizá se entendería mejor el tema si cambiamos el vocablo "nación" por "pueblo". Los catalanes son un pueblo, pero no por ello los españoles dejan de ser un pueblo del que también forman parte los catalanes.
La expresión "nación española", por cierto, es igual de histórica, válida y correcta que la de "nación catalana", y aparece en documentos tan antiguos, dispares y poco liberales como la segunda parte del Quijote o la nueva recopilación de los fueros de Guipúzcoa (ambos textos del siglo XVII, anteriores a todo liberalismo).
Estimado Lewis, no sé si me has leído mucho en este foro (tampoco es que sea obligatorio ni te pierdes gran cosa) pero hombre, decir que yo "me aferro" a las ideas liberales, es estar en la luna; y el concepto tradicional de nación (que no es la primera vez que hablo de él aquí) a mí me gusta más que a nadie, pero LO LAMENTO, es papel mojado a día de hoy; no opera, nadie lo utiliza ni existe en la legislación desde 1812. El 99.9% de las personas ni va a entender la diferencia ni le interesa; pero utilizarlo como ha hecho Juan Manuel (al que por cierto, suelo premiar con vítores aquí) no sirve para nada más que para dar aire a los nacionalistas de hoy, ASESINOS DE CARLISTAS antaño. Para más inri, ahora les da de vez en cuando por atribuirse discursos del carlismo; desfigurándolo, a sabiendas de que el 99.9% de la población se va a tragar en gazapo.Cita:
Intervengo, como amigo de Prada, para defenderlo de las atribuciones que acaba de hacerle DOBLE ÁGUILA. Las ideas que Prada vierte en sus escritos son expresión sincera de su pensamiento, y no debidas de manera alguna a que "tenga que comer". De hecho, en los medios en los que colabora le resultaría mucho más provechoso sumarse a las tesis ciudadaniles, peperas o voxeras, que son las que gustan a sus parroquias paulovianas. Juan Manuel de Prada es un gran conocedor de la cultura catalana y considera que, en efecto, existe una nación catalana, entendida como desde el pensamiento tradicional se ha entendido siempre el concepto de nación, sin soberanía ni derecho de autodeterminación ni demás bazofias liberales. Otra cosa, DOBLE ÁGUILA, es que no te guste el concepto de nación del pensamiento tradicional, o que discrepes de Juan Manuel de Prada, pero atribuirle motivaciones espurias es muy injusto. Prada no tiene ningún "berenjenal" en su cabeza. Tal vez quienes os aferráis a ideas liberales para combatir a los nacionalistas sois los que tenéis ese berenjenal.
Cuánto le gustaban estas cosas a Don Carlos Hugo (q.e.p.d) y a sus seguidores. Estos equívocos, estas sutiles discrepancias conceptuales, tan del agrado de la anti-España que siempre las aprovecha. La felicitación del pútrido periódico "La Vanguardia" es bastante ilustrativa. MENUDA TORPEZA.
No, no seas injusto tú; no hace falta sumarse a las tesis de la "derecha tricefálica" para ser críticos con el nacionalismo. Yo abomino de esa odiosa "Carta Magna", tan despreciada siempre por los BUENOS ESPAÑOLES y católicos. Pero no voy por ahí diciendo que: "Cataluña es una nación como la copa de un pino"[1], porque eso es comprar el discurso DEL ENEMIGO, por más distinciones académicas y eruditas que queramos añadir.Cita:
¿De veras no te das cuenta, DOBLE ÁGUILA, de que para Prada sería infinitamente más provechoso sumarse a las tesis de la "derecha trifálica", que diría la ministra tabernaria? ¿De veras piensas que defender ideas del pensamiento tradicional que la gente corrompida por el liberalismo no entiende o entiende mal es provechoso para él? No seamos injustos...
[1] El mejor escribano echa un borrón. Y por cierto, los ambientes periodísticos en los que interviene (cobrando) Juan Manuel, no creo que gusten A NINGÚN tradicionalista.
Si Cataluña no es una nación, digo yo que habrá que justificarlo, empezando por definir qué es una nación.
Según la RAE, actualmente se entiende por nación:
1. f. Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno.
2. f. Territorio de una nación.
3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
4. f. coloq. p. us. nacimiento (‖ acto de nacer). Ciego de nación.
La primera acepción de "nación" es ambigua (compárese con la primera y segunda acepción de "país") y la segunda redundante, ¿pero acaso la tercera no es perfectamente aplicable a Cataluña? Pues Prada tiene razón y punto.
Los separatistas no hacen más que seguir la lógica liberal, pues el liberalismo es revolucionario por naturaleza y no se entiende sin la revolución. El enemigo no es el que reconoce las cosas por su nombre, sino el que dice que los catalanes no se pueden separar de España porque lo dice un papel que han hecho "unos tíos" dándole la espalda a Dios. Y no es solo que la Constitución de 1978 sea ilegítima, por atea, sino que todo el constitucionalismo español se basa en el "trágala", en la rebelión contra el rey legítimo, ya fuese Fernando VII o sus legítimos sucesores, Carlos V, Carlos VI y Carlos VII, o incluso la ilegítima Isabel (II), contra la que tampoco tuvieron reparo en rebelarse, después de haberla encumbrado ellos mismos.
¿Quienes celebran que en 1820 un masonazo se alzara en Las Cabezas de San Juan contra el rey permitiendo que se separase de la Corona nada menos que un continente van a darnos lecciones sobre la unidad de España y la sujeción a la ley? ¡Venga, hombre! El liberalismo es lo contrario al acatamiento de la ley, empezando por la ley natural y la ley de Dios. ¿Quienes se enorgullecen de que se haya roto la unidad católica, base de nuestra nacionalidad, van a hablarnos de españolismo? ¡Por el amor de Dios! Los peores enemigos de España son los liberales españoles. Los separatistas catalanes y vascos sólo son sus aprendices. Y luego pretenderán vincularlos de algún modo al carlismo. Cree el ladrón que todos son de su condición...
Veo ahí una contradicción. A menos que se use la palabra "pueblo" en dos sentidos diferentes: el catalán en sentido figurado y el español, el auténtico.
No olvidemos que el sentido de la palabra nación aparece unido en la Europa renacentista y barroca a grandes realidades geográficas, político-culturales: francesa, alemana, italiana, inglesa, española... (Así en el Concilio de Constanza aparece reconocida la nación española frente a la alemana, francesa e inglesa).
En ese contexto, apelar a Cataluña, Borgoña, Gales, como naciones etc. no tuvo sentido. ¿Qué "nación catalana"o vasca enviaba embajadores al Imperio alemán, a Inglaterra? ¿Qué conciencia hubo en la Inglaterra o Alemania del XVII de haber una nación catalana o similares en la Península? ¿Qué naciones eran esas, sin rey propio al frente, a quien dirigirse?
Así que alguna trascendental diferencia histórica hubo entre la nación española y la "catalana".
Basándonos en el punto tercero... ¿De qué nación serían esa buena parte de catalanes que son castellanoparlantes? ¿Y los que llegaron a Cataluña emigrados con tradiciones españolas y no catalanas? ¿Y qué "tradición común" guardan los catalanes de esteladas y lacitos con sus opuestos españolistas?Cita:
3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
(Yo creo que esa definición se adaptaría mejor a judíos o gitanos, a pueblos dispersos...)
Pero sería más propio dejar de lado el actual diccionario de la RAE, ideologizado y adulterado y remontarnos a los tiempos de los Austrias, caracterizados por todo tipo de exuberancias y grandilocuencias.
Y hete aquí que el más famoso de ellos, el "Tesoro de la Lengua española" de Covarrubias (1611) contempla a Cataluña como simple provincia española:
Tesoro de la lengua castellana o española - Fondos Digitalizados de la Universidad de SevillaCita:
" Cataluña: Provincia de la España Tarraconense". (pág. 459)
A Andalucía la define dicha obra también como:Sin distinguirla de Cataluña o a Castilla en rango de ningún tipo.Cita:
"provincia en España más fértil, etc". (pág. 176)
Ese mismo diccionario (1611) define por nación:Conclusión: para bastantes gentes de entonces ya España era nación en 1611, mientras Cataluña era simple "provincia" equiparable a Andalucía o a Castilla.Cita:
"Reino o provincia extendida, como la nación española". (pág 1158)
Y de paso se comprueba que en la antigüedad hubo definiciones territoriales de Cataluña no rendidas a ningún tipo de ínfulas. Y eso, pese a que se escribía en aquella España de Felipe III, ávida de proclamar y realzar todo tipo de clases, alcurnias, fueros, prebendas, noblezas... etc.
El término nación forma parte de ese conjunto de palabras de difícil definición y acuerdo: amor, cultura, enfermedad, y una considerable lista conforman una serie de categorías en las que nunca se logra unidad de criterios. Y no sólo hay dificultades a la hora de las definiciones, sino que éstas se incrementan cuando hay otros factores asociados, a la nación se asocia en el acto el nacionalismo, siendo éste un fenómeno surgido a raíz de las revoluciones políticas e industrial. En resumen, el nacionalismo es liberalismo.
"(...) La dinámica que los intelectuales inician con los sectores populares es absolutamente necesaria para lograr su apoyo, su seguimiento, su entusiasta adfirmación nacionalista.
A cambio tienen que sensibilizar el espíritu popular exaltando -e idealizando-, la cultura popular. Para ello tienen que HABLAR su lengua, incluso si en épocas anteriores ésta fue calificada de dialecto de paletos. Tienen que compartir sus tradiciones, sus costumbres, olvidadas en la homogenización de la cultura...
La extensión del capitalismo como un ordenamiento de la sociedad racional y universal conduce así a una fragmentación extrema, a la exageración de las diferencias étnico-culturales...
La recuperación de la propia historia es aquí la herramienta fundamental. La búsqueda de la memoria colectiva, retaceada y diluida en las tradiciones ancestrales... Lo que se busca no es el parecido o la contigüidad entre los miembros del grupo, sino la comunidad de intereses y pensamientos que quedó plasmada, con el paso del tiempo, en los hábitos, en los lugares, en las fechas conmemorativas de acontecimientos significativos, en las palabras, los lenguajes. Vale decir, en la plenitud de la vida material y moral de una sociedad arraigada en un espacio material...
El nacionalismo está así dotado de un alto grado de VOLUNTARISMO político e ideológico, gracias a la alianza entre grupos dirigentes de la sociedad, económicos, intelectuales y artistas. Es necesariamente populista, empuja a la movilización constante de los sectores populares exacerbando sus ánimos, avivando implacablemente su vitalidad interna, animando a una unidad comunitaria interclasista."
Ángela LÖPEZ. Prof., titular de Sociología en la Universidad de Zaragoza.
Y redundando en el tema:
"El nacionalismo t6al vez sea el concepto más resbaladizo con que topa un análisis sereno de la realidad social de hoy. Ya es asaz revelador que al hablar de nación se tenga que hablar también, casi sin solución de continuidad, de nacionalismo. Y es que la nación NO EXISTE más que en función del nacionalismo: las etnias podrán tal vez ser <<naciones>> en si, pero lo son plenamente SOLO cuando sus miembros cobran conciencia de ellas y se ponen en movimiento para darles sustancia política. Por ello puede decirse que LA NACIÓN MODERNA ES INVENCIÓN DEL NACIONALISMO."
Salvador GINER, Catedrático de Sociología. Director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC)
Ambos autores en: LOS NACIONALISMOS Seminario de Investigación para la Paz. Centro PIGNATELLI, Colección ACTAS, nª 24; 496 pág., Zaragoza 1994.
Si bien, ciertamente, en siglos medievales y aún antiguos, se habla de nación, el término estaba más bien referido al lugar de nacimiento, o a un espacio geográfico más o menos delimitado en el que reposaban los antepasados. El término usado más común era el de pueblo, incluso es el empleado por la Historiografía, hasta donde yo sé no conozco a nadie que hable de la nación egipcia, o la nación babilónica, por supuesto los romanos hablaban de si mismos como pueblo de Roma Senātus Populusque Rōmānus ('El Senado y el Pueblo Romano'), no había una nación visigoda, sino Reino visigótico, o Reino Tolosano. Alguien mencionaba más arriba que Cervantes hablaba de la nación vizcaína, pero en el sentido que le dan los dos Fueros, el "Viejo" y el "Nuevo" de "repúblicas".
Y no cabe hablar de diferencias en este caso que ha dado lugar a esta polémica entre un significativo tradicional, o tradicionalista, y el moderno liberal de nación.
135. Patria
Para el Carlismo las regiones no son naciones, sino los pueblos varios aunados en la única "nación" española, la patria que invoca el lema sagrado de la causa. Por eso regionalismo forista significa que las Españas son al mismo tiempo unidad y variedad. Las Españas son una unidad, porque sólo hay una nación que es España. Mas son también variedad regional, porque su personalidad, acuñada por la historia, solamente vale en función de la integración de cada región en la patria común. De donde no se puede confundir el regionalismo foralista con los nacionalismos regionales.
Los nacionalismos catalanistas, galleguistas o bizcaitarras, por ejemplo, otorgan a las regiones del Principado de Cataluña, del Reino de Galicia o del Señorío de Vizcaya consideración de naciones. Tal tesis no la puede compartir el Carlismo. Para el Carlismo, tales regiones son entidades históricas, sociológicamente diferenciadas en sus peculiaridades culturales o lingüísticas, centros de autarquía política o de autonomía administrativa, pero siempre integradas en las Españas unas, patria común de todos los españoles."
¿QUÉ ES EL CARLISMO? VVAA, Edición de Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra Ciudad y Francisco Puy Muñóz. Centro de Estudios Históricos y Políticos "GENERAL ZUMALACÁRREGUI". Madrid 1971. Parágrafo 135 página 148.
El señor De PRADA, por mucho que se empeñen algunos, se ha equivocado. Primero porque no se puede ser experto en todo, segundo porque el sitio, momento y oportunidad no eran los adecuados y es que hacer tal afirmación tajante y sin dejar espacio a la discusión, de que Cataluña es ujna nación como una catedral, es un disparate en términos, además también yerra al suponerse que los lectores son expertos politólogos, historiadores, juristas o sociólogos, capaces de diferenciar una pretendida disparidad de conceptos entre nación en sentido tradicional, y nación en sentido liberal. Y es que hasta en este mismo sentido, el concepto liberal puede ser tomado como tradicional (lo que se transmite de generación en generación), dado que tal se da desde hace ya más de dos siglos. Y admitir esa expresión de que España es una nación de naciones, eso si que es liberalismo.
En una entrevista para el periódico digital eldiario.es Juan Manuel de Prada dice "cualquier persona culta y de sentido común sabe que Cataluña es una nación". Reproduzco a continuación la entrevista.
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Si algún adjetivo cuadrara como anillo al dedo a Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) sería el de inclasificable. Desde que en 1995 publicara La máscara del héroe, la crítica y los lectores saludaron al entonces joven escritor como un enfant terrible y una de las grandes promesas de la literatura española. A día de hoy, con diez novelas y otros tantos ensayos a sus espaldas, con una presencia constante como columnista en la prensa, De Prada no defrauda las expectativas y se presenta como un intelectual de otra época, de un tiempo pasado que, sin embargo, él reivindica.
Cerca ya de cumplir 50 años se declara tradicional, pero no conservador; fustiga tanto a las derechas como a las izquierdas; y se permite nadar contra la corriente al defender que Catalunya es una nación o al criticar a sus colegas por traicionar al pueblo y plegarse a los intereses del poder, ya sea político, económico o cultural.
Juan Manuel de Prada, licenciado en Derecho de formación, ha ganado multitud de premios literarios y se ha dedicado en cuerpo y alma a su oficio de escritor, tal como hicieran Camilo José Cela o Francisco Umbral, dos de sus referentes. En la charla con eldiario.es este escritor y periodista, con criterio propio y que no se casa con nadie (no le gusta la expresión políticamente incorrecto), despliega una vasta cultura que abarca desde el cine hasta la literatura anglosajona pasando por los clásicos. Ahora acaba de publicar Lucía en la noche (Espasa), una novela de amor e intriga con algo de proyección personal en la que resuenan los ecos de Vértigo, uno de los títulos clásicos de Alfred Hitchcock que llevaba este revelador subtítulo, De entre los muertos.
Su novela es, sobre todo, una apasionada historia de amor y misterio en busca de una mujer que vuelve de entre los muertos. ¿Existen esas historias tan fuertes? ¿Es un homenaje a Vértigo?
Sobre el amor a todos nos pesa una visión idealizada. De hecho, todos fantaseamos con una gran historia de amor mientras descuidamos las historias normales. Es cierto que el anhelo de encontrar el amor verdadero forma parte de nuestra razón de ser como personas. En cualquier caso, mientras buscamos las quimeras románticas descuidamos los amores de serie. En la idea inicial de Lucía en la noche confluyen la huella que me dejó Vértigo con el relato de una persona cercana que se vio involucrada en un lío descomunal y, por ello, se vio obligada a desaparecer como le ocurre a la protagonista de mi novela.
El protagonista masculino de su novela podría ser su alter ego, es decir, un escritor que triunfa siendo muy joven y más tarde sufre una crisis creativa.
Pero usted no ha dejado de publicar y de tener éxito con sus libros desde hace más de dos décadas.
Bueno, yo también sufrí una crisis personal profunda y estuve cinco años sin publicar ninguna obra de ficción. Este periodo coincidió con un divorcio que me dejó destruido y que resultó una experiencia devastadora porque las musas dejaron de visitarme. O sea, que he pasado por la situación del protagonista de mi novela, aunque Lucía en la noche tiene apenas una proyección personal. Pero no es, en modo alguno, autobiográfica.
De todos modos es usted un escritor muy vocacional que no ha dejado de escribir literatura o de ejercer el periodismo desde muy joven.
Es cierto que he tenido una visión desaforada de mi vocación fruto de mi admiración por escritores que se volcaron en el oficio literario como Camilo José Cela o Francisco Umbral. Ellos hicieron bandera de la dedicación absoluta a la literatura. Ahora bien, la literatura ha de ser también un medio de vida y hoy la sociedad está orillando la literatura, el oficio literario-periodístico. Antes un escritor ocupaba un lugar central en la vida social, pero hoy ya no representa un referente y la gente que se supone culta está más interesada por la última serie de Netflix o HBO que por una obra literaria.
Pero usted puede vivir de la literatura y el periodismo, ¿no es así?
Es así, pero en la actualidad el escritor que pretende vivir del oficio literario se ve obligado al final a chapotear en el barro, es decir, participar en tertulias de televisión y cosas por el estilo. Hace 20 años no eran actividades necesarias para vivir de la literatura.
¿Quiere decir que la cultura ha perdido todo su prestigio social?
Por supuesto. Desde que comencé a publicar en 1995 hasta hoy la pérdida de la gente de letras como referente social resulta apabullante. Pero en parte la culpa es nuestra. Los escritores españoles han traicionado al pueblo porque se han plegado al poder, han acatado los dictados culturales, económicos y políticos del poder. En definitiva, los intelectuales están hoy al servicio del sistema y, por tanto, mucha gente pierde su confianza en los escritores. Por otra parte, al poder le interesan seres desarraigados, átomos sin el acervo de la tradición. Así se empuja a los jóvenes a que estudien informática e inglés para ser explotados igual en Shangai que en Albacete. En definitiva, al sistema no le gusta que se estudie literatura o filosofía para que los alumnos aprendan a pensar con criterio propio.
Hoy no encontramos ya la figura de un escritor ególatra, pero gallardo como Miguel de Unamuno. Nadie demuestra tener las agallas de Unamuno que fue desterrado por la dictadura de Primo de Rivera y que se atrevió, en plena Guerra Civil, a denunciar la barbarie del franquismo. Unamuno representa para mí el ejemplo de un escritor libre y original, es el gran autor español del siglo XX.
Se define como tradicionalista, pero no conservador. ¿Puede explicar la diferencia?
Estoy a favor de una tradición vivificadora en el sentido de que una persona conservadora solamente quiere conservar la cáscara de las cosas, pero el meollo le importa un pito. En cambio, un tradicionalista defiende que el meollo transmita su savia a la cáscara.
Yo no estoy en contra del progreso. Pero como decía mi admirado Chesterton se trata de que las almas impongan sus normas al progreso y no de que el progreso cambie las almas. Además, el pensamiento tradicional no participa de las divisiones ideológicas y deviene en un disolvente del capitalismo.
Podríamos decir que es usted políticamente incorrecto.
No me gusta nada esa expresión porque denota una burricie empoderada, un mensaje rompedor por rompedor al que no le veo sentido. Porque al discurso dominante hay que combatirlo con una buena formación filosófica y política y con argumentos racionales y coherentes. Mantengo un discurso antimoderno frente a las ideologías modernas establecidas. De todos modos, en ocasiones este discurso se convierte en ininteligible para alguna gente.
Al hilo de sus reflexiones y en su doble condición de escritor y periodista, ¿el periodismo ha desaparecido como género literario? ¿Podrían surgir hoy un Julio Camba, un Chaves Nogales o un Josep Pla?
En la era del clic resulta realmente difícil mantener el periodismo como un género literario. La relación entre el periodista y el lector en el sentido de que el primero intentaba hacer pensar y reflexionar al segundo se ha hecho añicos. En la actualidad se busca a un lector compulsivo que responda a las burradas que se publican. En la práctica, las redes sociales sirven para lanzar consignas y para fomentar un pensamiento esquemático y superficial.
Para sorpresa de muchos que lo sitúan como un conservador, ha declarado usted públicamente que "Cataluña es una nación como una catedral". ¿Qué vías de solución ve al conflicto? ¿Han de jugar los intelectuales un papel de puente de diálogo?
Cualquier persona culta y de sentido común sabe que Cataluña es una nación, aunque no cuente con un Estado. Se trata de algo obvio, ni de derechas ni de izquierdas. De otro lado, creo que los catalanes deberían volver a su histórico pactisme que practican desde la Edad Media y abandonar la quimera de la autodeterminación. El sector independentista debería centrar su diálogo en cosas concretas.
Por otro lado están locos aquellos que desde la derecha plantean una aplicación del artículo 155 de forma indefinida. Aparte de que ese artículo es absolutamente discrecional, su aplicación significaría el odio para varias generaciones porque no conviene olvidar que dos millones de catalanes sienten rechazo hacia España. Como diría Unamuno, se trataría de convencer y no de vencer ofreciendo otro rostro de España.
Por supuesto que los intelectuales podrían jugar un papel de puente. Sin embargo, ¿cómo no va a haber desinterés hacia la cultura catalana en el resto del país si no leemos a Cervantes o a Quevedo? Yo amo y estudio la literatura catalana. Cabe recordar que hace más de un siglo alguien tan conservador como Menéndez Pelayo leyó en catalán, en unos juegos florales, un discurso de homenaje a Jacint Verdaguer. Buena anécdota, ¿eh?
https://www.eldiario.es/cultura/libr...870013950.html
Tratándose de una obra colectiva, desconozco quién se encargaría de redactar este punto nº 135.Cita:
Y no cabe hablar de diferencias en este caso que ha dado lugar a esta polémica entre un significativo tradicional, o tradicionalista, y el moderno liberal de nación.
135. Patria
Para el Carlismo las regiones no son naciones, sino los pueblos varios aunados en la única "nación" española, la patria que invoca el lema sagrado de la causa. Por eso regionalismo forista significa que las Españas son al mismo tiempo unidad y variedad. Las Españas son una unidad, porque sólo hay una nación que es España. Mas son también variedad regional, porque su personalidad, acuñada por la historia, solamente vale en función de la integración de cada región en la patria común. De donde no se puede confundir el regionalismo foralista con los nacionalismos regionales.
Los nacionalismos catalanistas, galleguistas o bizcaitarras, por ejemplo, otorgan a las regiones del Principado de Cataluña, del Reino de Galicia o del Señorío de Vizcaya consideración de naciones. Tal tesis no la puede compartir el Carlismo. Para el Carlismo, tales regiones son entidades históricas, sociológicamente diferenciadas en sus peculiaridades culturales o lingüísticas, centros de autarquía política o de autonomía administrativa, pero siempre integradas en las Españas unas, patria común de todos los españoles."
¿QUÉ ES EL CARLISMO?VVAA, Edición de Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra Ciudad y Francisco Puy Muñóz. Centro de Estudios Históricos y Políticos "GENERAL ZUMALACÁRREGUI". Madrid 1971. Parágrafo 135 página 148.
Yo no apostaría por Rafael Gambra, uno de los mayores críticos del distorsionado concepto absolutivizado o hipostasiado de nación (con independencia de cuál sea el área territorial, cultural o socio-política a la que se quiera aplicar dicho concepto en su sentido ideológicamente contaminado).
Pero lo que no me cabe ninguna duda, es que a Francisco Elías de Tejada no le habrían entrado remilgos o escrúpulos de ningún tipo para aplicar el concepto histórico de nación al área territorial, cultural y socio-política del Principado de Cataluña: Archivo adjunto 9528.
Pues lo que a mi me parece es que estamos ante interpretaciones personales basadas en opiniones, que no en ciencia política o sociológica. Es más, dudo muchísimo, todo, que estos autores firmasen como "editores", un trabajo compilatorio elaborado por 23 teóricos del Carlismo si no estuviesen de acuerdo con los contenidos. A ver si usamos el sentido común, pero desde que ha resurgido una especie de neo-nocedalismo, el Carlismo empieza a ser algo desconocido, particularmente por elementos jóvenes que carentes de una tradición familiar han sido reclutados en ambientes universitarios con resultados aún por comprobar. Por lo demás, habrá quienes sigan haciendo el caldo gordo al separatismo catalán con afirmaciones tan sumamente peligrosas y espurias como la del propio Sr. De Prada, del que he de recordar dos cuestiones: lo que afirma es puramente subjetivo según su propio entender, o sea, desde su ideología personal, y no un dogma. Y, segundo, ya en una ocasión dije, y lo vuelvo a reiterar, ese señor no es mi padre.
De la misma obra citada más arriba, ¿QUÉ ES EL CARLISMO?, recojo el parágrafo siguiente nº 136 a la vista de que hay quien duda de las intenciones de sus autores.
El regionalismo carlista
La causa de esa diferente consideración de la región que representa el regionalismo foralista y el nacionalismo regionalista estriba en la CONCEPCIÓN CARLISTA de las Españas, unidas por dos lazos de la acción misionera y de la fidelidad al mismo rey. Concepción de las gestas que han edificado la irreversible unidad española. El regionalismo carlista, fiel a la historia y españolísimo hasta la médula, es exactamente lo contrario de los nacionalismos regionales. que nacieron de la desazón decimonónica y de la pérdida de la ilusión en el quehacer universal hispano. Lo explicó con absoluta claridad Juan VÁZQUEZ DE MELLA.
"Hay dos conceptos opuestos de regionalismo, en cuanto refieren la nación a las regiones, o las regiones a la nación... Los que refieren la nación a las regiones, las consideran como todos independientes, con vida y personalidad de tal manera propias y exclusivas, que las mantienen y reservan íntegras, no compartiendo y enlazando una parte de ellas en una vida superior y común a todas las regiones. Los que refieren las regiones a la nación, las consideran como todos relativamente independientes, con vida propia y peculiar por una parte, pero enlazada y compartida, por otra, en la unidad de un espíritu nacional común. Para los primeros, las regiones son sustancias completas que no necesitan el concurso de otras para existir y obrar. Y, para los segundos, son las regiones como las almas humanas, sustancias incompletas que no pueden ejercer su actividad total sin el concurso de otras sustancias incompletas también, como los cuerpos, pero que, aun separadas de ellas, pueden existir y ejercer por sí facultades específicas. Los que consideran a las regiones como todos independientes, como sustancias completas, las convierten en naciones."
Cita extraída por los autores de LA PERSECUCION RELIGIOSA Y LA IGLESIA INDEPENDIENTE DEL ESTADO ATEO, Juan VÄZQUEZ DE MELLA, págs., 302-303
"Se levantará nación contra nación y reino contra reino..." (MATEO 24-7)
"El que tenga oídos, que oiga... (MATEO 13 9-17)
Desde que España abandonó su misión universal y su fidelidad al rey.
¿Dónde dice aquí Rafael GAMBRA CIUDAD que Cataluña sea una nación?
Fuente: Iglesia-Mundo, Nº 180, 2ª quincena Mayo 1979. Página 18.
Hijas rebotadas del Gobierno constitucional
NACIÓN QUIERE DECIR UNIDAD
RAFAEL GAMBRA
Los malos planteamientos, sea por ignorancia, por error, por malicia o por debilidad, dan lugar a menudo a problemas y consecuencias sin solución, absurdas.
Tal es el caso cuando se acepta, como punto de partida en política, el concepto de nación, tal como lo acuñó la Revolución Francesa; es decir, el racionalismo político. De él deriva el nacionalismo, que se emplea en sentidos diferentes y confusos, pero relacionados todos con aquel concepto de nación. Cuando en lenguaje moderno se habla de la nación se hace referencia a una como «primera realidad», una e indivisible, origen del poder, con una sola autoridad y estructura (el Estado), con unas solas leyes, incluso con una sola lengua. Para el nacionalismo moderno, toda diferencia de legislación o costumbres o de lengua es, a lo sumo, «tolerada» o aceptada como un «artículo transitorio» dentro de un reglamento uniforme. Esta mentalidad ha alcanzado hoy incluso a aquellos que poseen el concepto de «patria» (tierra «de los padres»), y que con esta mezcolanza se organizan unos enredos mentales inextricables.
Hoy vivimos dos de las consecuencias absurdas de ese planteamiento racionalista y totalitario en su base.
Una se pone de manifiesto cuando se quiere «ceder» de algún modo a eso que se llama, sin precisar demasiado, «regionalismo». Para la mentalidad nacionalista las regiones o «provincias» no son más que partes de un todo, con poderes puramente delegados, uniformes y, deseablemente, de configuración cuadrada y nominación numérica. Cuando se reivindican con fuerza las peculiaridades históricas y jurídicas de las llamadas regiones, el gobernante actual cede a regañadientes ciertas competencias a la administración regional, y se arma un barullo sin solución sobre lo que sean esas «regiones», confundiendo en un mismo saco a países históricos, con regiones naturales y con países de reconquista.
La cuestión se enerva cuando un «honorable» Tarradellas exige que Cataluña sea «una nación». (Es preciso no disgustarle, puesto que suficiente honor nos ha hecho con volver del exilio a codearse con nosotros). Entonces resulta que en la Constitución única de una única Nación –que es España– aparecen otras «naciones» que contradicen el principio de identidad, el de contradicción y el de tercio excluido.
¿QUÉ ES…?
Ningún nacionalista, sea liberal o totalitario, ha sabido nunca responder a esta sencilla pregunta: ¿Qué es Cataluña? Si es una región (como región o zona del cuerpo humano) será meramente una parte de un todo, y sus poderes y estructura habrán de ser delegados y orgánicos. Si es una nación, deberá entonces ser independiente, soberana y autónoma, por definición, y reconocérsele tales atributos.
Cualquier español pre-revolucionario o cualquier tradicionalista responde a esas o a análogas preguntas con toda naturalidad: Cataluña es un principado, como Navarra es un reino, y un reino es Castilla. Por encima de ellos existe, como lazo de unión, alcanzado en un largo proceso, Su Majestad Católica, que es Rey de Castilla y de León, de Aragón y de Navarra, y príncipe de Cataluña, etcétera. Y, por supuesto, un ancestral sentimiento de comunidad en saberse españoles todos (en la unidad y diversidad «de las Españas»), con la misma naturalidad con que se es ampurdanés y catalán al mismo tiempo.
¿Y qué es «Euskadi»? La respuesta «nacionalista vasca» sería la misma de cualquier nacionalismo: una unidad primigenia, soberana, independiente e indivisible. La verdadera respuesta es que «Euskadi es una noche de insomnio de Sabino Arana, y un delirio de sus seguidores.» Estrictamente eso. Vizcaya –esto sí– es un señorío, cuyo señor es el mismo Rey de Castilla y de las demás Españas, al igual que Guipúzcoa y Álava son provincias forales del mismo reino de Castilla. Y Navarra es de por sí un reino, cuyo rey es el Rey de las Españas.
¿Y Andalucía? Andalucía no tuvo jamás unidad política, si no es bajo los moros con califato y reinos diversos y fluctuantes. Andalucía es una parte de Castilla, por más que posea características culturales muy acusadas.
ESPAÑOL Y CASTELLANO
Otro problema sin solución bajo una óptica nacionalista es el que se ha levantado con el nombre del idioma que hablamos. ¿Español o castellano? Si decimos que castellano parece como si lo empequeñeciéramos, sobre todo, considerando su proyección ultramarina. Si decimos que español, resultará que no son españoles quienes posean otra lengua como idioma materno (catalanes, gallegos, vascos, etcétera).
Este problema tampoco existió jamás para los españoles anteriores a la revolución, por más que las diferencias políticas e idiomáticas fueran hace un siglo más acusadas que hoy. La solución es muy sencilla: si hablamos con un extranjero (no-español) decimos naturalmente el idioma español (o español por antonomasia). Así, al contraponerlo al francés, inglés, alemán, etcétera. Y un diccionario bilingüe será en estos casos francés-español, o inglés-español. Si hablamos, en cambio, con un español de otra lengua (catalán, gallego, incluso portugués, por razón de la historia) diremos siempre castellano. Y un diccionario de la Lengua debe decirse «de la Lengua castellana». ¿Qué efecto haría a alguien que visitase a una persona conocida en Cataluña el que ésta iniciase la conversación preguntándole si era él de lengua catalana o «española»? Se estaría en presencia de un separatista. Los catalanes han tenido siempre la práctica espontánea de establecer la disyuntiva entre catalán y castellano, como es correcto.
Todos estos embrollos surgen –obsérvese bien– de partir de un planteamiento nacionalista, es decir, de la nación como «protorrealidad» una y absoluta.
http://hispanismo.org/politica-y-soc...paratista.html
Y por si lo expuesto hasta ahora no fuese suficiente, es preciso destacar de la misma obra citada (obra elaborada ex-profeso para enseñar los principios doctrinales del Carlismo, tal como lo indica hasta el título), lo siguiente:
Capítulo 5
LA TRADICIÓN
A) Concepto de Tradición.
61. Los pueblos no son "naciones"
"El lenguaje actual emplea el vocablo nación para distinguir los pueblos, definiendo a la nación por rasgos físicos o como expresiones de voluntad: la geografía, la raza, el idioma, el plebiscito cotidianamente renovado...
Frente a estas explicaciones, la tradición define a los pueblos como historia acumulada, considerando dichos factores físicos en la medida en que hayan repercutido en la trayectoria histórica por lo que son: mas nunca como elementos válidos por si, directa y exclusivamente.
Tal discrepancia en el vocabulario no es baladí. Tiene sus raíces en algo muy importante: que el pensamiento tradicional arranca de la concepción cristiana del hombre, mientras que el decir vulgar está impregnado de ideología positivista. La tradición se funda en la doctrina de las Españas clásicas. El positivismoen los desquciados planteamientos ideológicos del siglo XIX. Por eso manejan solamente el concepto de nación, el derecho y la ciencia política en boga, ignorando lo que la tradición significa como asunción de la historia viva en las problemáticas políticas."
Antes que afirmar que Cataluña es una nación como una catedral, el Sr. De Prada debería leer este pequeño tratado del Carlismo en lugar de coquetear con él en debates y conferencias. Y tal vez, en algunos círculos y medios carlistas o afines, se deberían mencionar menos ciertas publicaciones de este señor.
Bueno, eso de "histórico", tan historia es el catalanismo decimonónico, como el "medieval" que es al que se refiere Elías de Tajada (léase el contenido del pdf, bien breve por otro lado y escasamente explicativo salvo como referencia de datos) y anterior, en cualquier caso, a la unidad de los reinos españoles encarnada en los Reyes Católicos. Además, no importa esa valoración suya acerca de que esa Cataluña medieval fuese algo así como una nación moderna superando la base etnicista del concepto. Yo también puedo hacer esa valoración sobre el reinado del emperador romano Tiberio Claudio César Augusto Germánico, más conocido por Claudio a secas, a causa de sus reformas modernas más propias de un Estado actual, que de un Estado antiguo, ¿y qué? ¿Qué significa eso sino que yo sostenga que las estructuras que dio a Roma se ajustan a los requisitos que los administrativistas actuales atribuyen a los modernos estados? ¿Pero qué más significa, acaso que Roma pasó ya a ser un Estado moderno? ¿Y entonces por qué esos mismos administrativistas no lo reconocen así y elevan hasta el siglo XIII el surgimiento del mismo con la Constitución dada para Melfi? Del mismo modo, todo este tema está más que investigado y discutido desde todos los ángulos, tanto desde posiciones académicas, como políticas, y siempre surge el mismo problema: la ciencia en historia como la ciencia en politología, son discutibles por interpretables, aun a pesar de que los acontecimientos históricos no se pueden cambiar jamás, pero pesando la ideología (subjetivismo en estado puro) más que otras consideraciones objetivas.
No creo que sea importante lo que diga ese señor sobre lo que es Cataluña. ¿Quién lo lee?¿Quién lo entiende?¿En quién influye? Sus opiniones no alimentan al separatismo, los separatistas se autoalimentan. Los separatistas son guerracivilistas y les da igual. Solo buscan su destrucción y la de los demás.
No lo dice.Cita:
¿Dónde dice aquí Rafael GAMBRA CIUDAD que Cataluña sea una nación?
Pero viene a afirmar otra cosa mucho más importante, y que está en el meollo de toda la cuestión: que quienes tienen realmente la culpa del embrollo o confusión que se ha formado en la época contemporánea en torno al concepto de nación son aquéllos que defienden la deformadora concepción revolucionaria de dicho término, concepción ideológica causante del origen de los diversos nacionalismos contemporáneos, con independencia de que se aplique a los Reinos de la Monarquía española tomados por separado (nacionalismo catalanista, nacionalismo galleguista, nacionalismo vizcainista, etc...), o de que se aplique a todos esos Reinos tomados en su conjunto (nacionalismo españolista).
En cambio, la concepción histórica de nación (cuando digo "histórica" me refiero a tal y como se entendía el término a lo largo de todos los siglos del régimen de Cristiandad, antes de que viniera el racionalismo revolucionario a desvirtuarlo y desorbitarlo) se aplicaba, sin ningún problema, indistintamente, ya sea a los Reinos de la Monarquía española tomados por separado (nación catalana, nación portuguesa, nación vizcaína, nación castellana, etc., etc.), ya sea a todos ellos tomados en su conjunto o para denominarlos de forma abreviada (nación española).
«Las palabras de la tribu» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 23/II/2019.
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Muchos lectores y amigos queridos me preguntan por qué razón me inmolo, defendiendo el concepto genuino de «nación», que mucha gente obcecada ya no puede comprender, intoxicada por las distorsiones modernas. A ellos dedico este artículo.
La misión de un escritor es, como nos enseña Mallarmé en su célebre poema ante la tumba de Poe, «dar sentido más puro a las palabras de la tribu». Cuando dejamos que ese sentido puro sea oscurecido hemos brindado la victoria al enemigo. Cuando era niño, me sorprendía mucho que los curas cursis llamasen a las hostias «pan eucarístico», «formas consagradas» y otras expresiones relamidas, dejando que los enemigos de la fe impusieran entretanto la acepción malsonante. Así, con el paso del tiempo, se ha llegado a enfangar por completo el sentido originario de esta hermosa palabra, hasta el extremo de que hoy ya casi ningún católico la usa sin rubor, aunque en ella se cifre la naturaleza sacrificial y milagrosa de la misa y, por lo tanto, el corazón mismo de la fe católica. Algo semejante ocurre con el término «nación», que durante siglos aludió a los pueblos ligados por tradiciones propias, por una lengua y literatura propias, por leyes e instituciones propias, que en un largo y providencial proceso histórico se fundieron, gracias a la amalgama de una fe común. Esta España entendida como «nación de naciones» varias y hermanas (a la que nuestros clásicos, empezando por Cervantes, tantas veces llaman «las Españas») que se acogen a una común paternidad divina, es la España (hoy reducida a escombros) en la que me reconozco; pero también -como nos han recordado pensadores como Menéndez Pelayo o Unamuno- la única España posible. Pues, como nos enseña Chesterton, cuando se pierde la idea de aquel cristianismo que dio lugar a las naciones, se acaba perdiendo la conciencia nacional.
A perder esa idea y esa conciencia contribuyó enormemente, desde luego, el concepto liberal de nación, que adulteró el sentido originario de la palabra, inyectándole el veneno de la soberanía y la autodeterminación. Este veneno disolvió la amalgama que hasta entonces había garantizado la unidad de aquella vieja nación de naciones, mandando a Dios al cuarto trastero; y los hombres endiosados (autodeterminados) necesitaron desde entonces, para ser nación, constituirse como Estado. Este veneno es el que alimenta los postulados del independentismo, que no concibe la existencia de naciones sin Estado, porque considera que toda nación que se precie debe proclamarse soberana y autodeterminarse. Este veneno, en fin, ha desbaratado España, cuyas naciones desde entonces ya sólo pueden permanecer malamente pegadas mediante lo que Unamuno llama la liga aparente de los intereses (o sea, mediante conveniencias coyunturales y pasajeras), porque la amalgama que las mantenía auténticamente unidas ha sido corroída y suplantada.
Me siento muy orgulloso de haber puesto sobre el tapete el sentido genuino de la palabra nación, asumiendo la encomienda de Mallarmé. Y me ha resultado instructivo y paradójico que sean los paladines del concepto venenoso de nación que ha arruinado la unidad histórica de España quienes han reaccionado como posesos. Como nos enseña Cernuda, hay insultos que son «formas amargas del elogio»; y no hay insulto más honroso que el de quienes están imbuidos de odio teológico. Pues en el intento de oscurecer el sentido más puro de ciertas palabras hay (aunque los furiosos o posesos no lo sepan) odio teológico. Y no hay mayor bienaventuranza que ser insultado, perseguido y calumniado por causa de quien quiso que España se constituyese como una nación de naciones. Por esa razón me inmolo.
https://www.abc.es/opinion/abci-pala...8_noticia.html.
En líneas generales coincido. No sé cuánta gente lo lee y aún menos cuánta gente lo entiende, pero que ha metido la pata hasta el corvejón es una evidencia objetiva y más abajo voy a exponer mis razones.
Imaginemos una escena, más propia de los Hermanos Marx que otra cosa, en la que tres navíos españoles con bandera de Castilla arriban al puerto de Nueva York y allí ante el pasmo de sus habitantes en la playa plantan el pabellón real y toman posesión de las nuevas tierras en nombre de la Corona castellana y su Reina Isabel. Como argumento disparatado para una comedia estaría muy bien, en especial si el papel del nuevo Colón lo interpretase ese histriónico pirado de Sr. Recio de la más irreverente y disparatada serie de televisión, "La que se avecina". Pues eso, que a nadie con dos dedos de frente se le puede ocurrir querer descubrir y trasplantar la cosmovisión medieval que de si mismos tenían los diferentes pueblos, a un escenario del Siglo XXI sin correr el riesgo de que como mínimo lo pelen.
El problema arranca de ahí, de la permanente creencia que tienen algunos que se llaman a si mismos "tradicionalistas" de que con sus opiniones, que suelen resultar de lo más extravagante, se pueda cambiar la cosmovisión actual. En aquellos siglos la gente también se trataba de "vuesa merced", y se reconocía la casi absoluta impermeabilidad de los estamentos, si había ofensas se soltaba un guantazo al agresor y se le retaba a un duelo a espada... Seamos serios, cada época tiene unos rasgos ineludibles que si no son aceptables y aceptados pueden ponerse en solfa, pero a la gente hay que explicarle las cosas.
El Sr De Prada es un erudito, pero su verdadero campo es el cine y, desde luego, como pedagogo es un desastre. Hace años a un grupo de alumnos yo les dictaba que los pueblos íberos construían unos poblados llamados "oppidum", que "estaban amurallados, con cañones en las murallas y que en los fosos de alrededor gustaban de plantar flores en primavera". Así hasta que pasadas unas cuantas líneas de disparates, terminé por decirles que parasen, porque casi todo era falso. No tenían ni el más mínimo sentido de la crítica, no sabían nada de nada, es decir, que no sabían ni cuando se había inventado la pólvora.
En otro grupo diferente, un individuo me pregunto si "¿esos romanos no eran unos tíos muy raros que siempre estaban borrachos?" . En otra ocasión, una señorita muy ufana me dijo que el político más importante de los Reyes Católicos (de su reinado) había sido Franco. Por supuesto antes de que el habitante del franquista Palacio de la Moncloa fuese "okupado" por su actual parásito. Y estos grupos de alumnos no eran niños, sino mozalbetes y mozas bien desarrollados ya. Hasta hubo quien me dijo en una ocasión que él leía periódicos.
Pues bien, a ese tipo de gente explícales que no es igual la idea de nación que se tenía en los siglos anteriores al que se tiene hoy, que éste procede de los procesos revolucionarios desde el XVIII y que es totalmente distinto. Que así es como se aclaran las ideas y también el lenguaje, y yo me pregunto ¡ya! ¿y qué más?
Y ahora, ante el aluvión de críticas recibidas por el costurón realizado, el Sr. De Prada nos viene con justificaciones y con el manido "donde dije digo, dije Diego". Vaya por delante que este señor es muy libre de pensar y decir lo que le parece, pero este señor incurre en una falacia "ad verecundiam" cuando afirma que "cualquier persona culta y de sentido común sabe que Cataluña es una nación". Porque resulta que hay muchas personas que siendo cultas y usando su sentido común afirman lo opuesto, y creo haber demostrado ya que las fundamentos doctrinales del Carlismo así lo proclaman (ver mis anteriores post), estando resumidas y elaboradas por un grupo de profesores de prestigio en su día y momento. Y esto por hacer una mención y sin entrar en más detalles en los que solemos perdernos con facilidad.
Y ya que habla de sentido común, empecemos por él. Si el Sr. De Prada hubiese planteado este tema en su ya finalizado programa Lágrimas en la lluvia", hubiésemos tenido un interesante debate con profesores como Ayuso, Negro Pavón, y otros similares (por cierto, no conozco la opinión de los mencionados al respecto del asunto). Pero resulta que no, que es de sentido común -según lo entiende el sr. De Prada-, plantar el tema en un diario como La Vanguardia, en un momento en el que dentro de un proceso de enorme complejidad y alto riesgo para España, su unidad está en cuestión, en el que simultáneamente se está juzgando a los protagonistas de un golpe de Estado, y ante uno lectores que sostienen que la culpa de todo la tiene Franco (a cuyo régimen llama disparate, pero no explica por qué dejando de lado a la II República tan bondadosa ella, tan idílica como genocida, ilegal y criminal. O sea, que al parecer no hay causalidad alguna). Y yo ante semejante dislate me pregunto si el Sr. De Prada sabe sabe realmente qué es el sentido común.
En este mismo sitio se ha mencionado muchas veces, con la consiguiente crítica, eso de los separadores por oposición, aunque en perfecta "armonía" con los separatistas, unos se quieren ir y otros empujan para que se vayan. Y resulta que el Sr. De Prada, de quien no sé cuántos lo leen y entienden, va y les da la razón afirmando que Cataluña es una nación como una catedral, por así es como ha sonado. Un tipo de la extrema derecha española, por que eso es lo que piensan de él, aunque se crea otra cosa, dándoles la razón. ¡Vamos la bicoca, las campanas al vuelo! Y en un medio separatista catalán, y derribando toda la labor que realizan algunos grupos tradicionalistas en la propia Cataluña. Bueno, pues encima él tiene razón y quienes lo criticamos somos liberales...¡manda huevos! Por supuesto, yo le creo, y habrá habido muchos "nacionalistas" españoles (que no tienen derecho a existir, y por tanto a pensar y decir, mientras los separatistas si, esos lo tienen todo) que lo habrán crucificado, estoy convencido de ello. Pero resulta que otros que no somos nacionalistas, al menos en ese sentido, tampoco estamos por la labor. Este señor se ha equivocado, ha metido la pata hasta el fondo y punto pelota.
Como ya he dicho en mi anterior post, vivimos en el Siglo XXI, no en el XV, el IV o el XLII, y la cosmovisión actual de la sociedad es la que es. No gusta, eso es muy legítimo y toca el lado amargo y la resistencia del quintacolumnismo, o sea, de mantener en alto el pabellón sin rendirlo. Pero eso es una cuestión y otra muy diferente pretender cambiar las cosas contracorriente y en franca y minúscula minoría. A nadie con dos dedos de frente se le ocurriría cruzar un río caudaloso y en plena crecida, así en líneas recta de una orilla a otra, porque no hacen falta muchas luces para saber que la corriente arrastrará, hundirá y ahogará al loco que se le ocurra semejante disparate. Se cruza siguéndola, aprovechando su fuerza, y diagonalmente.
El lenguaje y las ideas de hoy, gracias a los medios de comunicación generalizados, son esa corriente y no hay modo por ahora de transformarlos. Por tanto, no se puede caer en errores de bulto tan clamorosos. Afirma que se ha inmolado, bien allá él, pero no creo que vaya a recuperar su prestigio tan fácilmente, así se agarre a las citas de unos y otros, como que cuente con el apoyo de algunos, porque ha caído en el desprestigio ante muchos. Y que se deje de que no me han entendido,o que si opinan lo contrario a mi es porque son liberales. La suya, ya lo he dicho muchas veces, no es dogma, sino opinión, y no hace falta ser liberal para llevarle la contraria, hasta ahí podíamos llegar.
En lo que mi respecta y en lo sucesivo, el Sr. De Prada "requiest cant in pace". Amén.
Lágrimas en la lluvia - 021 - La nación
-Invitados: Andrés Gambra, Fernando García de Cortázar, Miguel Ayuso y Emilio de Diego
https://www.youtube.com/watch?v=LExZ-uVuu3k
Lágrimas en la lluvia - 042 - El nacionalismo catalán
-Invitados: Miguel Ayuso, Xavier Pericay, Jordi Canal, Jorge Trías Sagnier
https://www.youtube.com/watch?v=FNEgHY2s_fw
(por si la versión en video no funciona):
https://www.youtube.com/playlist?lis...n0AH5Top3tY0-r
Vaya, debería haber dicho que si hubiese rememorado el asunto tal como se trató en su programa "Lágrimas en la lluvia", en lugar de lo que dije. Agradeciendo previamente los enlaces, y después de escuchar al Prof. Ayuso que le lleva la contraria a García de Cortázar, jesuíta liberal y abiertamente anti-carlista, también hay un instante en el que corrige al propio señor De Prada. Ahora bien, en dicho programa se trató el tema de la nación como concepto, aunque se produce la lógica referencia a Cataluña. La cuestión es que De Prada ha predicado que es una nación, y lo ha hecho en sentido moderno, nos pongamos como nos queramos poner, y eso es así por la sencilla razón de que lo ha hecho en un medio nacionalista, en un momento absolutamente inoportuno, y ante un público lector que no diferencia sutilezas, ni está dispuesto a escucharlas. Una cosa es la discusión académica, tal como se hacía en aquél programa de televisión gracias a la presencia de expertos que debatían los temas programados, y a los que yo no tenía la suerte de poder asistir, y otra muy distinta hacer aseveraciones periodísticas -tampoco se trata de ensayos-, que van a traer consecuencias y no siempre las mejores. De todos modos, me sigue faltando el juicio ponderado del Sr. Dalmacio Negro Pavón, profesor titular, en su día y por muchos años, de "Historia de las Ideas y las Formas Políticas" en la Facultad de CC Políticas y Sociología de la Complutense.
Creo estimado Valmadian desde mi humilde opinión que se equivoca. En la entrevista de La Vanguardia que podemos leer en la apertura de este hilo el escritor dice que se refiere al concepto tradicional de nación y acto seguido dice que "Cataluña no tiene derecho a la autodeterminación porque no ha sido invadida ni ha lugar a una restitución de una independencia anterior" y que "la independencia de Cataluña no responde a su ser histórico, que es encajarse como una nación plena dentro de España". Esto es lo realmente trascendental y lo demás son puras disquisiciones de las que se alimenta la demogresca.
Estoy de acuerdo con Vd. en que hubiese sido preferible utilizar otro término y que no era el momento adecuado para decir tales palabras pues actualmente existe un juicio a quiénes dieron un golpe de Estado y es una palabra que provoca confusión y malinterpretación (como así ha sido y hemos podido comprobar), pero de ahí a decir que Juan Manuel de Prada se refiere a Cataluña como nación en un sentido liberal hay un trecho.
<<¿Habrá quien aduzca como realidades nuevas, sin palabra correspondiente, la nación y el estado? Pero la palabra nación y la palabra estado han existido siempre desde la vieja polis, la vieja urbe, la vieja ciudad... usándose en ellas. Nadie podrá creer que las formas de expresión han podido preceder a las realidaqdes que expresan...; de donde viene a producirse esta gran preocupación: que el uso moderno de las palabras nación y estado sean una deformación más, de conceptos y precisos y seguros.
III. "De nación vizcaíno" -decía Cervantes sin asomo de separatismo, ni escándalo de nadie. Júzguese, por el efecto que hoy causa la misma frase, el abuso que se hace de la palabra. Porque no son las realidades naturales, las que han cambiado en algunos de sus caracteres esenciales: hoy, como ayer, se nace, y ayer como hoy, Vizcaya existe.
La confusión continúa cuando se pretende alegar la novedad de las nacionalidades. Unos dicen con referencia a la época moderna: formación de las nacionalidades; o bien, desenvolvimiento de las nacionalidades. Si se atiende a la realidad histórica a que aluden, no hay formación,aparición, ni desenvolvimiento nacional alguno, propiamente dicho. Todo queda definido con exactitud en mudanzas o intentos de mudanzas de la extensión territorial de algunas soberanías. Pi y Margall, en su obra Las nacionalidades, no encuentra con facilidad un atisbo definidor del concepto de nación y no distingue claramente los términos de nación, patria, estado y soberanía.
IV. Un regalo más de la Revolución, que, en su condición hostil y contraria a la tradición, de cualquier motivo toma pretexto para erigirlo en principio de perturbación social. La nación ha sido uno de tantos pretextos. A su cuenta, revoluciones, guerras, crímenes, traiciones y discordias han llenado el Siglo XIX y el nuestro...
No aparecen, se forman, ni se desenvuelven las naciones; se inquieta y perturba su desenvolvimiento tradicional por estímulos y prejuicios impolíticos...
...Como que nacer -y nación significa tanto como nacimiento-. Nacen los humanos y las fieras. Hasta ahí no se diferencian.
V. Así ocurre que para motivar ese concepto de la nación, hay muy diversas opiniones.
Para unos es la raza. En este matiz el fundamento de la nación es la raza. Pero ¿qué es la raza?¿Se han puesto siquiera alguna vez de acuerdo los antropólogos sobre la clasificación de las grandes razas? En lo único que concuerdan es en que raza y nación no son materias de analogía; con lo que quieren decir que la raza no es concepto político y la nación si...
VI. Para otros el idioma. Y este fundamento es más político. Pero no excluye que una nación tenga dos idiomas naturales, seculares, simultáneos y voluntarios ... aunque merecerá, como todas las realidades de la sociedad, una debida atención política, y refleja vicisitudes políticas, no es fundamento político excluyente y por si sólo obligadamente constitutivo de unidad y soberanía distintas.
VII. Otros se fijan en el territorio y las fronteras naturales. Pero el territorio, por si sólo, es tan común a los hombres como a los irracionales, y la posesión, con todos sus requisitos, es ya otra historia mucho más compleja... En cuanto a las fronteras naturales no requieren serlo de una nación como condición obligada para que ésta exista...
VIII. Las vicisitudes de la historia no son siempre legítimas, ni legitimables para constituir la nacionalidad.
IX. (...) no falta quien estima la nación como un grado de sociedad, capaz de realizar todos los fines humanos, en territorio determinado y con independencia política. Pero tampoco. Ya los antiguos conocieron las "naciones bárbaras" y a los judíos, fundándose en definiciones deliberadamente forjadas podrá negárseles que son nación; pero lo cier4to es que, disfrazados con todas las nacionalidades, hablando todos los idiomas, diseminados por todos los tiempos y países, sin formar sociedad regular aparente, sin territorio determinado, olvidados ellos mismos a menudo de su raza, mezclándose con todas, sin independencia política colectiva, conservan su naturaleza y carácter y resisten salvo rara excepción, a fundirse y desaparecer identificados con los demás pueblos. ¡Han nacido así! De nación, ¿son judíos! Algo aparte de todo.
Ocurre, y nada se opone en principio al hecho, que una soberanía recoja una nación íntegra y exclusivamente; pero no sólo esas son, ni solamente así, existen las naciones.
X. La acepción moderna de la palabra Estado era desconocida antes. Los traductores de las obras clásicas las emplean regalándosela graciosamente a los viejos autores, y, cuando efectivamente, los textos la utilizan, es en una acepción diferente, que sólo la deformación intelectual puede llegar a confundir y hasta no saber discriminar. Se cree traducir el pensamiento antiguo y se traiciona sustituyéndolo con el del día.
El Estado -estado significa la situación, orden o modo de estar-, en la política moderna es el instrumento de la inquietud constante y de la inestabilidad perfecta. Síntesis de las diversas definiciones de Estado a la moderna y como más general y genuina expresión del concepto, puede ser la enunciación siguiente: es la sociedad nacional organizada para realizar el derecho.
Pero el derecho de ese Estado es cada minuto diferente puesto que en cada instante tiene un matiz diverso la opinión pública, voz del soberano multitudinario que es el "demos", el pueblo. En el instante en que se vota y se promulga una ley, ya no se sabe si responde a la opinión pública de donde ha nacido, porque ha podido mudar ésta y existir una mayoría actual diferente. Aparte de que las minorías la impugnarán desde el primer momento para atraer la opinión, alcanzar la mayoría y promulgar una ley distinta: ¿puede haber nada menos "estable" que el derecho que nace así?
XI. Pero ¿es que no existen las naciones? ¿Es que no existen los estados? De siempre se ha entendido por nación el acto de nacer, y en sentido lato o extenso, la colección de hombres de alguna provincia, país o reino. Se ha usado de antiguo la palabra colección.
Se trata, pues, de realidades notorias, pero no hechas a molde; ligadas de algún modo por circunstancias fisiológicas modificativas, con el nacimiento, y que diferencian unas de otras colecciones humanas.>>
Cristiandad, Tradición, Realeza Luis HERNANDO DE LARRAMENDI. Edic. CÁLAMO. Madrid 1952. Págs 64-69
La realidad es que cualquier precisión previa que hiciese al inicio de la entrevista queda, como no puede ser menos, eclipsada por la frase fatídica de que Cataluña es una nación como una catedral. Ya a partir de ahí, no ya por parte de quienes estamos en desacuerdo, sino por parte de la Prensa, cierta Prensa, lo que importa es esa frase y no lo demás. También es verdad que podría haber añadido que si Cataluña es una nación, el sentido tradicional del término es aplicable a cualquier sociedad organizada, independientemente de su estatus concreto: ciudad, región, etc., con lo que el tema se hubiese diluido mucho. El error está en el medio empleado, el momento y las circunstancias. A modo de contraste, y para entender mejor el efecto causado, imaginemos que hubiese dicho lo mismo estando en Cáceres o Badajoz: "Extremadura es una nación como una catedral" ante cualquier medio local, "HOY", El Periódico Extremadura, etc., el efecto no hubiese pasado de la mera anécdota y la curiosidad.
El hacer esa afirmación ante un medio independentista moderno, ante un público lector con la idea moderna de nación metida en la cabeza, en un momento histórico actual, bajo un discurso mediatizado y deliberadamente tergiversado en favor de la ruptura, aunque no se pretenda o no se quiera, de todas, todas, la idea adquiere connotaciones modernas.
Pienso que el siguiente artículo es de interés, particularmente por la condición de su autor.
"Cataluña nunca ha existido históricamente como nación"
10/09/2013 - José María Alsina Roca, Barcelona
José María Alsina Roca es Catedrático emérito de Filosofía, director del Centro Superior de Formación del Profesorado del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala y rector honorario de la Universidad CEU Abat Oliba de Barcelona.
El profesor Alsina, gran conocedor de la Historia de Cataluña, ha querido explicar para Te Interesa qué se conmemora en la Diada.
No solo Cataluña nunca ha existido como nación, sino que ni siquiera ha sido nunca un reino. En España podemos hablar de los reinos de Jaén, Murcia o Valencia -todos ellos sí que existieron, aunque estos títulos significaban cosas muy distintas-, pero Cataluña era el Condado de Barcelona y cuando obtuvo entidad de reino fue integrándose en el Reino de Aragón.
Podemos observar que cuando se invoca este supuesto derecho de autodeterminación se hace sobre la base de un principio: La realidad histórica. Y resulta que Cataluña nunca ha existido históricamente como nación. Las naciones, en sentido estricto, nacen en el siglo XIX y son fruto de una ideología romántica que primero brota en Alemania y luego vertebra Hegel. Por lo tanto, en el siglo XIX -y ya no digamos antes- Cataluña difícilmente podría haber sido una nación.
Por otra parte, cuando en los siglos XIII, XV o XVII se hablaba de 'naciones', esto se hacía en un sentido muy distinto del actual. Las naciones podían ser una región, un reino o una ciudad. Cuando en los antiguos textos de las universidades mencionan a las naciones, vemos que, por ejemplo, se refieren a las gentes del Piamonte, Nápoles o Roma. Nada de esto tiene que ver con la existencia de la conciencia colectiva de una nación moderna, conciencia colectiva que exige un Estado para que la custodie.
Pero sucede que en Cataluña todo el mundo, hasta los que no están a favor de la independencia, dan por supuesto que Cataluña es una nación. La misma Constitución española habla de nacionalidades. Naturalmente, como decía antes, toda nación moderna necesita de un Estado propio que garantice su pervivencia.
A esto hemos de añadir que cuando los catalanes se levantaron en 1714 lo hicieron para defender a un único Rey para toda España, aunque es verdad que también lo hacían para defender la supervivencia de unas leyes tradicionales, leyes que eran mucho menos uniformes que las actuales. En todo caso, no pensaban en la independencia de España.
Así pues, una cosa es defender la independencia de Cataluña y otra, muy distinta, asumir que España está constituida por una diversidad de pueblos con distintas tradiciones culturales y lingüísticas. Quien ignore este hecho, ignora la realidad de España.
Y comparar a Cataluña con Escocia no tiene sentido. Escocia, hasta el siglo XVII, fue un reino independiente que tenía sus propios reyes. Gran Bretaña es la unión de una serie de reinos que han existido de manera independiente hasta hace relativamente poco tiempo.
A parte de lo dicho, añadiría que el nacionalismo no es el amor a una historia o una lengua concreta, sino que es una ideología abstracta que, como decía, nació en el siglo XIX.
"Cataluña nunca ha existido históricamente como nación"
Yo no tengo un gran interés en definir a Cataluña como nación, pero sí en reconocer su personalidad, que no debe ser patrimonio de los separatistas, que la han adulterado. Me parece incoherente, por ejemplo, que un españolista desprecie la lengua y costumbres catalanas. Los españolistas debemos ser los primeros en defenderlas y ponerlas de relieve.
Lo que no comparto en absoluto es que de algún modo Cataluña hubiese sido menos por haber sido condado (o condados) en lugar de reino, ya que Jaén, Granada o Valencia fueron reinos por haber sido antes taifas, y Cataluña, por contra, tiene la honra de haberse librado bien pronto del yugo sarraceno. Si Barcelona fue condado, es por haber dependido primero del Reino de Francia (o de los francos) y después del Reino de Aragón, pero no porque políticamente hubiese tenido menos relevancia o menos instituciones. Todo lo contrario: Cataluña, la Marca Hispánica, es, junto con Asturias, una de las cunas de España. España debe mucho a Cataluña. Por tanto, amar España es amar Cataluña y la catalanidad.
Coincido completamente con lo que expresas. Hace años tuve el placer de pasar varios veranos en la Cerdaña (Cerdanya), entre Puigcerdá y visitando Andorra. Gentes, pueblos, gastronomía, paisajes, lengua, todo me resultaba agradable y lo añoraba después cuando me volvía a los ruidos, atascos, contaminaciones varias, de "los madriles". Recuerdo la vuelta de un viaje a Italia, cuando traspasamos La Junquera, que me salió de dentro, "ya estamos en casa". Pero también, y con amargura, cuando un amigo catalán, más catalán imposible acorde con su nombre y apellidos, me invitó a participar con él en una excavación de unos dólmenes, y la administración correspondiente le denegó mi inclusión en la lista de participantes, "porque yo no era catalán".
Ahí está una de las claves para entender el sentido analógico que posee la noción prerrevolucionaria de nación. Hay que tener en cuenta que el nacionalismo catalanista es tan totalizador o absorbente como lo pueda ser el nacionalismo españolista, o cualquier otro nacionalismo.Cita:
También es verdad que podría haber añadido que si Cataluña es una nación, el sentido tradicional del término es aplicable a cualquier sociedad organizada, independientemente de su estatus concreto: ciudad, región, etc., con lo que el tema se hubiese diluido mucho
Por eso la afirmación del Sr. De Prada, no sólo fue sociopolíticamente ortodoxa, sino que también considero que fue muy oportuna. Porque al nacionalismo catalanista no se le puede combatir con el nacionalismo españolista (un error no se puede combatir con otro error), sino que sólo se le puede combatir con la defensa y promoción de la Cataluña tradicional: con todas sus peculiaridades y características propias, que definen su nacionalidad, la cual, en su genuino sentido antes señalado, es compatible, sin ningún problema, con otras realidades nacionales superiores (en el caso de la nación catalana, ésta está integrada en la superior nacionalidad de la Corona de Aragón, la cual, a su vez, está integrada en la superior nacionalidad española).
Los catalanes son españoles... PERO SÓLO A FUER DE SER AUTÉNTICOS Y VERDADEROS CATALANES.
Esto no significa que yo comparta lo que he dicho, sólo he manifestado un hipotético condicional.
Cita:
El hacer esa afirmación ante un medio independentista moderno, ante un público lector con la idea moderna de nación metida en la cabeza, en un momento histórico actual, bajo un discurso mediatizado y deliberadamente tergiversado en favor de la ruptura, aunque no se pretenda o no se quiera, de todas, todas, la idea adquiere connotaciones modernas.
Mucho más importante es esta otra parte de mi mensaje.
Vamos a ver, dicho "sin acritú" como decía el jefe de aquél que vino a transformar España de tal manera que no la iba a conocer ni su madre, ¿usted en qué siglo vive? Y la razón de mi pregunta está sobradamente justificada. El sentido prerrevolucionario, o prerromántico del término nación está absolutamente obsoleto, ya nadie lo entiende así, independientemente de que con el significado impreciso que tenía, hasta podría decir que era una nación el hospital en el que nací, integrado, a su vez, en el barrio en el que está ubicado, o sea, otra nación que, por otro lado es parte de una ciudad que también es nación, como lo es la comarca en la que está asentada y que corresponde a otra realidad nacional de la región... En fin, no sé si capta usted el tremendo absurdo que es esto y pese a ello voy a proporner en la próxima junta de vecinos que proclamemos nuestra independencia, porque somos una nación vecinal, y si no me hacen caso proclamaré la independencia de mi casa, nación familiar.
"Cada uno en su casa y Dios en la de todos", pues cada casa tiene sus peculiaridades y características propias, faltaría más y, en efecto, no hay incompatibilidad alguna con que el Creador esté presente en todas y cada una de ellas. Supongo que ahora vendrá a corregirme con la definición aristotélica de Polis. Pero no hace falta, créame, en su día tuve que examinarme de ella, entre otras varias. Las cosas son más sencillas, hoy en día la acepción y significado del vocablo "nación" es el revolucionario, romántico, liberal, socialista y nacionalista sea rupturista o sea integrador. Y todo lo demás es vano esfuerzo. Le preguntaba a cerca del siglo en el que vive, como parece pasarle al Sr. De Prada, y es que no estamos en el siglo XVI, sino en el XXI y hoy no podemos seguir combatiendo al turco en Lepanto, porque aquello ya pasó. Hoy tenemos que librar las batallas propias de nuestro tiempo, y aunque tiene razón en afirmar que el nacionalismo catalán no se puede combatir con el nacionalismo español -por cierto, "missing" desde hace no se sabe cuanto tiempo y sólo existente en los discursos de la demagogia institucionalizada y en los papeles de la Prensa-, la verdad es que el nacionalismo español no puede combatirse con el nacionalismo catalán.
Hoy en día, nación y nacionalismo están totalmente imbricados en la idea de Estado, si bien cuando conviene ya se procura separar a conveniencia. Por ejemplo, ¿ha escuchado usted decir a un separatista catalán el nombre de España? ¡Jamás lo dicen! siempre es "el Estado español", dando la impresión de que quienes nos sentimos españoles no tenemos nación ni patria que nos bendiga,sólo tenemos Estado, es decir, que debemos ser todos funcionarios y además de prisiones porque ellos, los nacionalistas catalanes que si tienen nación o patria, pero no Estado, se sienten prisioneros de los españoles.
Y ante este tufo viene este señor y les cuenta que si, que no se preocupen, que claro que son una nación, pero que antes de serlo como ellos lo ven (a su manera) y entienden (también bajo su propia óptica) ya eran una nación desde un sentido tradicional que quedó tapado por la actual situación. Y aunque no importa que fueran parte del Reino (nación) aragonés, gracias a la fusión dinástica, la cosa se transformó por arte de magia en Corona CATALANO-Aragonesa, así que puestos, al final será Aragón el que deberá integrarse en los Paisos Catalans.
Mire, usted puede ser partidario de las ideas que expresa el Sr. De Prada en sus artículos, ser un gran admirador y le doy la razón cuando afirma que "considera que fue muy oportuna...", puesto que es su opinión, no la mía que considero justo lo contrario, pero mientras usted se pierde en querer dar razones sobre que es menester combatir el nacionalismo revolucionario con la imagen de una Cataluña tradicional idílica, precisamente dando así más argumentos a los otros, lo que nos faltaba, yo afirmo que se equivocó en el forma, en el medio y el momento.
Y es que no resulta nada complicado deducir que el Sr. De Padra es un erudito, pero como también dije, un pésimo pedagogo y añadiré que la antropología tampoco es lo suyo. Noto un profundo desconocimiento de la mentalidad nacionalista catalana, la cual no da puntada sin hilo jamás y se le ha regalado un bonito floripondio hablando de la nación catalana ancestral, que es como una catedral, y sin haberlo procurado, me ha salido un pareado y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Le recuerdo que en el Carlismo la nación se llama España, o Las Españas, por que dicho de otro modo, todas son España.
No. Yo lo que digo es que precisamente el nacionalismo catalanista se basa en una Cataluña abstracta que nunca existió, inventada por los nacionalistas catalanistas. Y eso hay que combatirlo con la Cataluña tradicional, la verdadera, la que sí existió, y que sigue existiendo mientras siga habiendo verdaderas familias catalanas tradicionales que la sigan defendiendo.Cita:
usted se pierde en querer dar razones sobre que es menester combatir el nacionalismo revolucionario con la imagen de una Cataluña tradicional idílica
La mentira del nacionalismo catalanista se combate con la verdad de la Cataluña tradicional, la cual siempre fue considerada, y así la siguen considerando los catalanes tradicionales que la siguen defendiendo, nación integrante de las Españas, porque siempre han considerado española a Cataluña, y ellos, en tanto que catalanes, siempre se han considerado españoles.
El Sr. De Prada no es catalán, pero defiende a la verdadera Cataluña contra los nacionalistas catalanistas anticatalanes, aunque ello le acarree la incomprensión de los no menos desnortados nacionalistas españolistas.
Archivo adjunto 9529
Las Españas: nación de naciones, monarquía de reinos.
De la mano de Elías de Tejada teníamos ocasión de ver que los pueblos son tradiciones y no naciones. Álvaro d'Ors, en este sentido, en una posición radical, ha cuestionado, no ya el nacionalismo —al que inmediatamente haremos referencia—, sino incluso la propia utilización del término nación, que encuentra contrapuesto con el de patria. La confusión entre el concepto natural y moral de patria. La confusión entre el concepto natural y moral de patria con el político y polémico de nación es, a su juicio, uno de los más graves lastres de la filosofía social de nuestros días y ha servido para oscurecer la teoría política, para envenenar ciertos sentimientos naturales de los hombres levantando mitos de gran virulencia polémica y para reforzar finalmente el poder del Estado con un sentimiento tan arraigado en las almas nobles como es el amor a esa gran familia que constituye la patria, con todo lo que lleva anejo —la tierra, la historia, la tradición—, procurando ahogar para ello ese sentimiento cuando no coincidía exactamente con el ámbito político de las naciones, como si ese amor, que es natural y espontáneo, hubiera de acomodarse a la férula despótica de la razón de Estado (1).
Esta confusión, que quizá fuera mejor denominarla mistificación, pertenece al patrimonio intelectual y político de la revolución liberal y se presenta indisolublemente unida a la consolidación del Estado como estructura nacional a través de la teoría y la práctica de la llamada soberanía nacional. En virtud de ese principio, el poder del Estado es un poder absoluto, aun cuando el régimen político sea democrático y de entera legalidad: absoluto frente al orden divino, ya sea natural, ya sea positivo, pues la misma idea de divinidad resulta descartada o puesta al servicio del poder estatal; absoluto frente a la tradición de los mayores, que resulta alterable en todo momento por ese plebiscito de cada día que es la nación, pues la voluntad del momento —denominada voluntad general— hace la ley en función de esa soberanía, mudándola acompasadamente a su propio cambio; y absoluto finalmente frente a otros Estados, potencialmente enemigos, con los cuales no puede haber más vínculos que los diplomáticos.
Conclusiones de las que puede extraerse sin dificultad la conclusión a que ha llegado recientemente el mismo Álvaro d'Ors en un ensayo sólo calificable de magistral y según la cual, cuando se identifica la «patria» con la «nación», resulta difícil superar su identificación también con el «Estado», sea con un «Estado nacional» existente, sea con uno que se desea constituir por separación de otro en el que se halla actualmente identificada esa nacionalidad identificada como patria. Esto aparece especialmente patente en el conflicto que enfrenta un Estado nacional y el deseado Estado de una región que pretende independizarse de él para constituir un Estado distinto: en estos casos de separatismo se da un antagonismo polémico entre dos sentimientos de patria fundados en una contradictoria conciencia de nacionalidad (2).
Desde un prisma menos preocupado que el anterior por el prurito de sistema y la simetría terminológica, pero en el fondo coincidente con el destilado que se cuela por entre los intersticios de sus coordenadas, se ha denunciado la componente dialéctica —la eterna tentación de las antítesis maniqueas— que emponzoña buena parte de las aproximaciones al problema nacional. Por lo mismo, ha escrito el profesor Canals, «quienes no profesamos el principio de las nacionalidades, apoyado en el concepto idealista y romántico de la "nación", ni admitimos el unitarismo rígido implícito en el concepto jacobino de Estado, tenemos que tratar de hacer comprender a nuestros contemporáneos, en medio de la aludida confusión de términos, un lenguaje más tradicional y más respetuoso con la tradición histórica de España» (3).
Porque buena parte de los confusionismos denunciados se esfuman cuando acertamos a devolver a los términos su significado flexible y analógico, sorteando las trampas de las rigideces jacobinas y recuperando el legítimo uso del plural de términos como «pueblo», «nación» o «reino» (4). Y cuando alcanzamos el discernimiento cabal de los dos sentimientos albergados bajo la etiqueta de «amor a la patria» y que son muy distintos en su origen y en el objeto de su aplicación, así como antagónicos en su historia y su desarrollo, de manera que su identificación —propiciada por la común oposición al internacionalismo que hace tabla rasa de todo sentimiento o pensamiento que admita una localización espacio-temporal— resulta en extremo perjudicial: el patriotismo y el nacionalismo.
Miguel Ayuso, «¿Después del Leviathan? Sobre el Estado y su signo», cap. 2: El Estado, entre el nacionalismo y la supranacionalidad, págs. 78 y ss.
Notas:
(1) Cfr. Id., «Los pequeños países en el nuevo orden mundial», en el vol. Una introducción al estudio del derecho, 2ª ed., Madrid, 1963, págs. 161 y ss.
(2) Cfr. Id., «El nacionalismo, entre la patria y el Estado», Verbo (Madrid) nº 341-342 págs. 25 y ss.
(3) Francisco Canals «Países, naciones y Estados en nuestro proceso histórico» en el vol. Política española: pasado y futuro, Barcelona 1977, págs. 70 y ss.
(4) Es conocido cómo, por ejemplo, en 1088 podía mencionarse al Rey de León «por la gracia de Dios constituido emperador sobre todas las naciones de España»; o cómo, en uno de los diplomas del cartulario de Sant Cugat del Vallés, datado de 1108, con referencia a Cataluña, se lee «nostre patrie». Por seguir con la referencia a Cataluña, la expresión nación aparece en el escrito de los diputados del General en el Parlamento celebrado en Tortosa en 1411, o en boca del cardenal Margerit —primer gran apologista de la hispanidad— en 1454, e incluso en la constitución general pactada por Felipe V con las Cortes de Barcelona de 1702 —o sea, antes de que estallara la guerra de Sucesión—, hasta en el siglo XIX, antes de surgir separatismo alguno. Cfr. José Antonio Maravall, El concepto de España en la Edad Media, 2ª ed., Madrid, 1964, pág. 261; Francisco Elías de Tejada, Las Españas, cit., pág. 201; Juan Vallet de Goytisolo, Reflexiones sobre Cataluña. Religación, interacción y dialéctica en su historia y en su derecho, Barcelona, 1989, págs. 79 y ss.
Después de ver a Juan Manuel en "La sexta noche" (cómo no) reafirmarse en sus palabras sobre Cataluña como nación en el sentido tradicional, me da la impresión de que, EN REALIDAD, no habla en tal sentido (tan impreciso, como se ha demostrado en este foro) sino en el SENTIDO MODERNO, aunque lo hace disimuladamente. Él define (erróneamente) como nación: a "todo pueblo con unas tradiciones y una lengua común"[1] y eso no es lo que se entendía como nación antes de la Revolución; véase la definición del "Tesoro de la Lengua Española" (Covarrubias) que hemos enlazado más de una vez aquí.
Adorna esa polémica afirmación sobre Cataluña, con expresiones obligadas como "derechos históricos" que son precisamente propias del nacionalismo moderno; más si no se explican CUÁLES son esos derechos. Nos sale con la teoría de que la "gran contribución a la humanidad" de Cataluña es el llamado "pactisme", por el cual esta "gran nación" se unió primero con Aragón y luego con España; lo que demuestra que no domina tampoco la historia medieval de Cataluña, conformada por condados no especialmente muy bien avenidos entre sí y que terminó uniéndose a Aragon por políticas matrimoniales del conde dominante de turno, no por pacto popular alguno.
Por otra parte, vuelve a definir España con el neologismo "nación de naciones", cuando ésta JAMÁS SE HA DEFINIDO ASÍ en la antigüedad; sino como "Reino de España" (o "de las Españas") "Monarquia Hispánica" o "Monarquía Católica". Esa expresión que utiliza carece de sentido; principalmente porque en realidad "nación" no era más que un sinónimo de "lugar de nacimiento" dentro de un reino (considerado en general) o de una provincia/parte del mismo (en sentido particular).
Luego ha terminado echando algún piropo a sus (supongo) buenos amigos: Gallardón (el ultraliberal) y Pablo Iglesias, elevándolos sobre la "mediocridad política" junto a su "queridísima", según sus propias palabras, Susanna Griso.
En fin, que ciertamente me parece todo muy confuso, la verdad.
[1] Definición muy en la línea del liberalismo antiguo italiano (por ej).
Qué pesadito.
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Dejo la transcripción de la parte de la entrevista de anoche a Juan Manuel de Prada, en La Sexta, relativa a la cuestión de Cataluña y su consideración como nación (si alguien quiere ver el video, dejo también al final un enlace).
Yo creo que está bastante clara la delimitación y diferenciación del Sr. De Prada entre el concepto verdadero de nación surgido en la Cristiandad histórica, frente al concepto falseado del mismo inventado e introducido por el "Derecho" Nuevo.
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Entrevistador: ¿Y por qué esto [hablar de Cataluña como nación] ha levantado tanto revuelo?
Juan Manuel de Prada: Bueno, porque yo creo que el concepto de nación liberal ha opacado o sustituido totalmente el concepto tradicional de nación. Entonces, claro, hoy en día la gente se piensa que “nación” es simplemente… o sea, para que haya nación tiene que haber soberanía y tiene que haber autodeterminación, que son… claro, que es el veneno que mete el concepto liberal en un término que existía desde mucho tiempo atrás, que era el de “nación”, ¿no?
Pero claro, yo, en las entrevistas que me hicieron dejé muy clara esta distinción, y dejé muy claro, naturalmente, que “soberanía” y “autodeterminación” –que son conceptos, efectivamente, que están como adheridos al concepto de nación liberal– son conceptos que no tienen nada que ver con la realidad catalana, ¿no?
Entrevistador: ¿Qué solución le podemos dar a una encrucijada como la catalana? En alguna ocasión también te he escuchado decir que quizá la solución fuera la eliminación, laminar las Autonomías.
Juan Manuel de Prada: Bueno, vamos a ver, yo creo que las Autonomías sí que es cierto que han generado, digamos, diecisiete mini-Estados dentro del Estado. Es decir, las Autonomías han contribuido a crear en los españoles… bueno, a que ese amor natural que uno siente hacia su patria chica, o hacia su país, o hacia su región, hacia su tierra, eso lo han convertido, de alguna manera, en una especie, sí, como de adhesión a un falso Estado, ¿no?
Entonces, sí, yo creo que las Autonomías, el paso del tiempo nos demuestra que ha sido… que ha sido negativo, no ya por la inflación Presupuestaria que han introducido en la vida española –que yo creo que a veces ha sido enloquecida–, sino porque sobre todo, en aquellas tierras en donde, efectivamente, había una mayor tensión centrífuga, digámoslo así, pues yo creo que han contribuido a introducir el veneno del independentismo.
Pero yo no soy nada centralista, es decir, yo creo que el centralismo es la mayor enfermedad que se le puede inocular, ¿no?, a una nación de naciones como España. Yo creo que hay que volver a lo que fue la constitución histórica de España, es decir, en que estas distintas naciones pues tienen una relación… tienen una relación con el… con el poder central –que tradicionalmente fue la Monarquía–, distinta, distinta, en la que cada una de estas entidades históricas pues pactaba su relación con la Monarquía.
Entrevistador: Tenían unos fueros distintos, ¿no?, digámoslo así.
Juan Manuel de Prada: Unos fueros y unos procedimientos. Por ejemplo, Cataluña, Cataluña… si… si Cataluña ha hecho alguna aportación política fundamental en la historia de la civilización humana es el llamado pactisme, que… que en la Edad Media pues hacía que, efectivamente, los catalanes tuvieran unas relaciones especialísimas, primero con la Corona de Aragón, y luego, posteriormente, cuando Aragón se une con Castilla, pues también con España, digámoslo así, ¿no?
Y yo creo que eso habría que recuperarlo. Naturalmente no soy un iluso que diga: “No, hay que recuperarlo de la noche a la mañana”; pero es evidente… es evidente que lo que surge en la Constitución del ´78 es un modelo que se está agotando ante nuestros ojos, y creo que, honestamente, con el paso del tiempo, ese agotamiento se va a convertir en agonía, y esa agonía se va a ir convirtiendo, poco a poco, en podredumbre. Y yo creo que la manera de mantener a los pueblos unidos es mediante una inyección de vida. Y, honestamente, creo que el régimen político español está entrando en una… en una clara… en un claro proceso de decaimiento, ¿no?, y agonía.
Fuente: LASEXTA.COM
Lo que él define (o inventa) como "nación tradicional", aparece al principio de la entrevista, en un corte que ponen de otro programa de la misma cadena. min (0:44).
- "El significado de nación es un pueblo, con unas tradiciones propias, con una lengua propia (...) SI EN ESPAÑA HAY una nación como una catedral, efectivamente es Cataluña".
Pregunta tendenciosa del presentador: "¿Y por qué esto ha levantado tanto revuelo?".
PD: Nótese en el min (2:50) unas imágenes cercanas de una manifestación con banderas separatistas y no menos de cuatro "Union Jack" británicas en la esquina izquierda.
Este señor no se entera de nada, maneja ciertos conceptos, no, ciertas ideas y sentimientos y en un momento nada oportuno, y a eso se le llama meter la pata, pero no lo reconocerá. ¿De dónde procede esta sustitución real de la idea de nación y por qué está asociada ineludiblemente a la de soberanía?
1.- El monarca es el soberano, que reina Por la Gracia de Dios.
2.- La revolución ataca los fundamentos mismos de la soberanía del monarca, hablo, naturalmente, de la monarquía absoluta o total: "El Estado soy Yo"
3.- Menoscabada la soberanía del monarca, alguien ha de recibirla, ¿quién?, el pueblo. Siendo éste libre de acatamiento es el nuevo titular de la soberanía: soberanía del pueblo o soberanía popular, ideas absolutamente implantadas hoy en día que en España se plasman en el texto constitucional vigente "La soberanía NACIONAL reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado" (Art., 1º.2)
4:- Pero se plantea el problema de que las diferencias de toda clase entre los miembros del pueblo hacen inviable semejante entelequia, pues eso y nada más es lo que es la soberanía popular. Hay que agrupar soberanías individualizadas, pero sin volver al gobierno de uno solo, y nacen los partidos políticos o representantes de esa soberanía fragmentada. Así, el pueblo "soberano" ya, representado por los partidos, se apodera de las estructuras del Estado y se convierte en nación.
"La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la NACIÓN española, patria común e indivisible de TODOS los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las NACIONALIDADES y REGIONES que la INTEGRAN y la solidaridad entre todas ellas." (Art. 2º)Cita:
Pero yo no soy nada centralista, es decir, yo creo que el centralismo es la mayor enfermedad que se le puede inocular, ¿no?, a una nación de naciones como España.
No sé qué parte es la que no entiende. Independientemente de lo que podamos pensar sobre esta Constitución, hasta de su validez legal por cuanto fue elaborada por Cortes no constituyentes elegidas a través de un mandato imperativo entonces no derogado, o sea, en pleno vigor legal, lo cierto es que en el articulado de este Título Preliminar, no habla de esa cursilada de "nación de naciones" y otras extravagancias de politicarras y periodistillas de tres al cuarto.
Además, la dicotomía o Estado centralista o Estado autonómico, es falsa por cuanto ya en los anteriores regímenes desde 1836 han existido (y siguen existiendo) las diputaciones provinciales que en el caso de las comunidades autónomas uniprovinciales presentan una duplicidad en sus funciones, es decir, o unas u otras, pero de todas chupan los políticos, ocupan cargos y manejan a la sociedad como les da la gana.
Por supuesto, en cuanto se introduce la cuestión lingüística de por medio, se abre la puerta al etnicismo, cuyas consecuencias absurdas y desaforadas hemos venido contemplando en los bramidos de ciertos elementazos catalanes especialmente en los últimos años. Y, sin embargo, volviendo al mismo texto constitucional vemos que:
"El castellano es la LENGUA ESPAÑOLA OFICIAL DEL ESTADO. TODOS los españoles tienen el DEBER de conocerla y el DERECHO a usarla" (Art., 3º.1)
En cuanto este Estado ha dejado de ejercer sus funciones ha consentido y permitido la inmersión lingüística, vulnerando la ley y privando a millones de españoles de sus derechos esenciales. ¿Y todo por qué? ¿Es necesario decirlo o hasta el presidente de los tontos de Coria lo saben sobradamente?
"Las demás LENGUAS ESPAÑOLAS serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estautos." (Art. 3º.2)
Es decir, SUBORDINADAS al castellano, pues las CCAA NO están por encima del Estado, FUNDAMENTADO EN LA NACIÓN ESPAÑOLA.
Es manifiesto que en España abundan los que necesitan urgentemente cursos intensivos y en profundidad de comprensión lectora, pero lo que uno espera es que personas inteligentes, educadas y eruditas, cuyos pensamientos generan opinión pública no nos salgan con chorradas.
Éstos no se han leído ni el artículo de la WIKI: https://es.wikipedia.org/wiki/FueroCita:
Entrevistador: Tenían unos fueros distintos, ¿no?, digámoslo así.
Juan Manuel de Prada: Unos fueros y unos procedimientos. Por ejemplo, Cataluña, Cataluña… si… si Cataluña ha hecho alguna aportación política fundamental en la historia de la civilización humana es el llamado pactisme, que… que en la Edad Media pues hacía que, efectivamente, los catalanes tuvieran unas relaciones especialísimas, primero con la Corona de Aragón, y luego, posteriormente, cuando Aragón se une con Castilla, pues también con España, digámoslo así, ¿no?
Y se puede afirmar otro tanto sobre el pactismo: https://es.wikipedia.org/wiki/Pactismo
Lo que si sería conveniente es que el Sr. De Prada estudie algo la historia de Cataluña.
Estas afirmaciones no son más que obviedades, porque la Constitución vigente además de nacer ilegal nació muerta al introducir la organización autonómica, es decir la disolución de España. Y eso lo vieron algunos en su día porque aquí no se iba a reconstituir nada, se trataba de regalar a los traidores y renegados una historia falsa sobre la que construir unas naciones que jamás han existido sino como pueblos asentados sobre unos territorios las más de las veces imprecisos y cambiantes.Cita:
Y yo creo que eso habría que recuperarlo. Naturalmente no soy un iluso que diga: “No, hay que recuperarlo de la noche a la mañana”; pero es evidente… es evidente que lo que surge en la Constitución del ´78 es un modelo que se está agotando ante nuestros ojos, y creo que, honestamente, con el paso del tiempo, ese agotamiento se va a convertir en agonía, y esa agonía se va a ir convirtiendo, poco a poco, en podredumbre. Y yo creo que la manera de mantener a los pueblos unidos es mediante una inyección de vida. Y, honestamente, creo que el régimen político español está entrando en una… en una clara… en un claro proceso de decaimiento, ¿no?, y agonía.
Fuente: LASEXTA.COM[/QUOTE]
Retomo este tema para rectificar mi postura anterior. En un discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados en 1916, que reproduzco a continuación, Vázquez de Mella dejó bien claro por qué Cataluña, a pesar de su acentuada personalidad, no es nación, porque solo España en su conjunto puede considerarse tal. Aunque admito que el significado de vocablos como este pudiera ser flexible, las palabras no expresan otra cosa sino conceptos y dada la confusión que impera actualmente sobre lo que es España (desgraciadamente a veces incluso en el campo de la tradición), prefiero evitar la ambigüedad y guiarme en este punto por lo expresado por el gran tribuno asturiano, que además coincide con lo que expresó el programa doctrinal de la Junta Suprema Tradicionalista en 1932 (reproducido en el apartado «Ideario del Tradicionalismo» del libro El tradicionalismo español; su ideario; su historia; sus hombres), lo que puso Manuel Fal Conde en la Ordenanza del Requeté, lo que decía el Ideario de la Comunión Tradicionalista Carlista redactado por Jaime del Burgo en 1937 y lo que (con ciertos matices) escribió también en 1971 Elías de Tejada en su obra ¿Qué es el carlismo?.
El cocepto de nación
Una nación no es una raza; las grandes razas abarcan continentes enteros, y las subrazas no están puras en ninguna parte, porque se ha mezclado la sangre de todas. No coinciden la lengua y la raza, según todos los filólogos modernos, y por los labios de una raza pueden pasar varias lenguas. No la constituyen los límites naturales, porque los ríos y las cordilleras pueden ser el marco, pero no son el cuadro. ¿Qué es lo que constituye una nación? Yo podría sobre esto disertar largamente, porque, aunque no terminado, tengo sobre ello escrito un libro; mas no quiero abrumaros con todas las doctrinas que hay sobre este punto; como aparte de las representaciones abstractas están siempre los hechos concretos, yo, acerca de esos hechos, he de reclamar vuestra atención y he de formular brevemente el concepto de la nación tal como yo lo entiendo, porque es base de este debate y de él nacen las diferencias que separan de los regionalistas de la Liga a los que afirmamos el principio de la unidad nacional. Este es el punto culminante.
¿Qué es la nación? ¿Cuáles son las relaciones de la región, del Estado y de la nación? ¿Cuáles son las tres nociones fundamentales? Hay dos maneras de tratar el concepto de nación: una abstracta, prescindiendo de los hechos, aunque descienda después a ellos; y otra la que se basa en los hechos concretos y visibles que son objeto de observación; y a ésa sí he de referirme, pues a esos hechos habrá que darles un nombre, y yo no discuto sobre los nombres, pero es fácil ponerse de acuerdo sobre ellos cuando los entendimientos, por la observación y la comparación, están de acuerdo acerca de los hechos. Yo entiendo, señores, que la nación, que no es ni la raza ni la lengua, ni la combinación de estos factores, aunque puede ser resultado de ellos, implica dos cosas: un principio que pudiéramos llamar psicológico, interno, y una nota externa, visible a todos, y que aparece de tal manera ante los ojos del observador no cegado por la pasión, que pronto puede ver por esa nota externa cuál es una nación y cuál no lo es. Hay un principio psicológico interno. La nación tiene, como los individuos, aunque en sentido diferente, un alma, un espíritu nacional. Donde no hay ese espíritu, no hay nación. ¿Cómo se forma? Es largo de explicar. Hay un fondo de ideas, de sentimientos, de aspiraciones fundamentales y de tradiciones que constituyen una nación y que se manifiestan en la nota de un carácter común que no excluye, antes bien los supone, variedad de caracteres subordinados. Cuando eso no existe, podrá haber la apariencia o el nombre de tal, pero no existe en realidad la nación. Aun aquellos que neguéis el principio religioso, aun aquellos que aborrezcáis la síntesis cristiana que ha cambiado la faz del mundo y dividido la Historia en dos hemisferios, no podréis negar esto: que allá, al otro lado del Calvario y de la Cruz, ha habido Estados, y congregaciones y federaciones de Estados; pero fuera del pueblo hebreo no ha habido ninguna nación, como no estuviese reducida a los límites, bien constreñidos, de la ciudad antigua.
Es necesario que en los comienzos, en el origen, por lo menos, haya una creencia común que funda los espíritus en un cierto decálogo y en un cierto símbolo, que impere sobre los entendimientos y sobre las voluntades y establezca una comunión espiritual que los congregue para que marchen unidos por la Historia. Pudiera suceder que esa unidad de creencias primitivas se hubiese mermado o se hubiese extinguido; pero no importa, que ella seguiría obrando por sus efectos trocados en causas, a semejanza de las estrellas de que hablan los astrónomos, que están moribundas o han muerto, y la luz que emitieron todavía llega a nuestras pupilas. Esa unidad de creencias aparece en los comienzos, en los orígenes, fundiendo las almas. Después, las combinaciones de las razas y las lenguas, el territorio y el tiempo llegan a constituir la nación cuando hay un carácter común general, que, por ser común y general, supone una variedad de caracteres, por encima de los cuales está el sello espiritual que a todos los distingue. Cuando además se revela por una historia general, por una historia común y a la vez independiente de otras historias, que es su nota externa, entonces la nación existe; cuando no hay esos caracteres, no existe la nación.
Definición del Estado
El Estado es una cosa diferente. Una colección de emigrantes de diferentes creencias, de razas distintas, puede llegar un día en un buque náufrago a estrellarse en la costa de una isla desierta e inhospitalaria y erigir un Poder público e independiente, constituir un Estado; dondequiera que haya una soberanía política independiente existe un Estado, pero no constituirá una nación. Un Estado se puede constituir en una batalla, sobre una espada vencedora, cuando una provincia se destaca, o una colonia se emancipa; pero una nación, no; una nación no se improvisa.
Es necesario en el cauce de la Historia que gentes, que pueden proceder de fuentes diversas, marchen juntas, y sólo después de haber filtrado su vida común al través de los siglos pueden adquirir las notas de un todo sucesivo e independiente. Fijaos bien en una nación cualquiera de las que así se llaman en la Europa moderna, y observaréis que su historia tiene trazos de conjunto general que constituyen una unidad, y que esa unidad puede subsistir, aun cuando se rompan los lazos que las unen, con influencias recibidas de otras naciones.
España, por ejemplo, ha tenido influencias evidentes de Francia sobre nuestro territorio; de Inglaterra, de Italia, de todos los que han estado más próximos a ella. Francia influyó sobre nosotros en la Edad Media, hasta con la importancia que tuviera aquí el elemento cluniacense que alteró nuestra disciplina; con la ayuda, aunque momentánea, fugaz, que prestó a nuestra Reconquista, y por la que tuvo, ya en la plenitud de su poderío, en el siglo XVII; pero nosotros también hemos influído sobre Francia en las horas de nuestra grandeza, no sólo cuando Francisco I venía a Madrid y Farnesio iba a París, sino cuando nuestros oradores sagrados y nuestros místicos influían en los suyos, como lo revelan las famosas discusiones de Fenelón y Bossuet. Nosotros hemos influído sobre Inglaterra, tanto acaso, en los siglos de nuestra grandeza, como ella influyó sobre nuestros destinos; nosotros hemos recibido la influencia de Italia, que llegó a ejercer la soberanía sobre nuestro arte, que recibe a través de ella la influencia clásica, que después se asimila nuestro espíritu hasta señalarla con caracteres de originalidad nativa española; pero nosotros hemos ejercido durante más de tres siglos el dominio sobre el mediodía de Italia, y un siglo entero sobre el Milanesado; y nuestra influencia fué tal que durante algún tiempo parecía feudo nuestro; y si ella nos comunicó algo del espíritu del Renacimiento, nosotros le hemos comunicado el nuestro que moderaba la reacción pagana con la fuerza que desplegamos en el siglo XVI.
Y suprimid la influencia que ejerció Alemania, como hoy está demostrado contra lo que se creía recientemente, en los orígenes de nuestras gestas y de nuestra épica, y veréis que nosotros, con nuestro teatro, que influyó en el suyo, y con la acción de nuestra política y de nuestros Tercios, hemos compensado la influencia que ella ejerció. De modo que Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, han ejercido influencia sobre nosotros; pero, cercenada esa influencia y puesta en la balanza la que nosotros ejercimos sobre ellas, no se puede por menos de afirmar la existencia de ese todo que se llama España.
Pero ¿sucede eso con las regiones de España, aun aquellas que tienen más acentuada su personalidad? No. Pocas tienen tanta como Cataluña; pero Cataluña, aunque os asombre y esto contradiga vuestros principios, no es nación. No es nación, porque no tiene todos aquellos caracteres de historia común, general e independiente y externa que se necesitan para serlo.
La unidad de la Patria
Yo no concibo la historia de Cataluña, sin la historia de Aragón; no concibo la historia de Aragón, sin la historia de Navarra; no concibo las dos, sin la historia de Castilla. Todas las naciones están separadas y aisladas, pero en el conjunto compensan la influencia recíproca de todas las demás naciones. No sucede esto con ninguna región de España; todas ellas juntas forman una personalidad histórica con caracteres admirables, profundamente vigorosa.
Fuente: Obras completas de Juan Vázquez de Mella, tomo X, pp. 296-303.