‘NUEVA CRISTIANDAD’ Y CARIDAD POLÍTICA
Publicado el julio 8, 2019porcirculohispalense
Cuando nos acercamos a la sociedad actual en busca de un apostolado político, encontramos un salto conceptual característico. Dado que es nuestro deber la búsqueda del Reinado social de Cristo y erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio (1), paradójicamente es el mundo católico uno de los firmes defensores del sistema actual. ¿Cómo un sistema cargado de condenas pontificias puede tener la capacidad de acaparar las simpatías del mundo católico? ¿Es posible que siendo el liberalismo una ideología esencialmente anticristiana pueda cobijar bajo sus alas al nuevo catolicismo?
Política clásica
Caeríamos en el error de forma terrible si pensáramos que la actividad política es asimilable con lo que hoy entendemos como tal. Para el mundo liberal, la política queda monopolizada por el sistema de partidos, los cuales encarnarían la representación de la sociedad y estos vertebrarían la vida política.
Indudablemente, esto no es más que una concepción ideológica y sesgada del concepto político. La política es una virtud moral prudencial que se desarrolla en la comunidad en la que es ejercida, teniendo por fin el bien común de la misma. Siendo el bien común otro elemento hoy difuso, añadiré unas reflexiones sobre el mismo para que nuestro estudio sea comprensible. Entendemos que el bien común queda articulado en torno a dos formas de desarrollo, el bien común inmanente a la propia sociedad y el bien común trascendente (referido a Dios mismo como fin último) (2). Así, el bien común inmanente referido a las potencias humanas quedaría pues subordinado al trascendente (3). Ello implica dos afirmaciones:
- Que siendo Dios el fin del bien común trascendente su ausencia de la vida pública constituye un desorden.
- Que la definición moderna de la política es falsa e insuficiente, pues es nuestro deber ejercitar el bien común de forma continuada y propia, al contrario que los postulados liberales que destierran el bien común al juicio de los miembros de partidos políticos, y además ejercido para con la sociedad cada cuatro años.
Sobre estas afirmaciones proseguimos con nuestro estudio. La política, por tanto, no puede estar desgajada del bien común pues esa es su finalidad: También el rey, que procura el bien común de todo el reino, con su mandato mueve a cada uno de los magistrados a quienes les tiene encomendado el gobierno de las distintas ciudades. El objeto de la voluntad es el bien y el fin en común. En cambio, cada una de las potencias se relaciona con aquel bien particular que le es propio y conveniente, como la vista se orienta a la percepción de los colores, y el entendimiento se orienta al conocimiento de lo verdadero (4).
Todo lo anterior entronca con el establecimiento del Reinado social de Cristo. Es decir, un régimen natural donde se reconozca públicamente a Cristo como Señor y la Fe articule la vida social. No se nieguen, pues, los gobernantes de las naciones a dar por sí mismos y por el pueblo públicas muestras de veneración y de obediencia al imperio de Cristo si quieren conservar incólume su autoridad y hacer la felicidad y la fortuna de su patria. Lo que al comenzar nuestro pontificado escribíamos sobre el gran menoscabo que padecen la autoridad y el poder legítimos, no es menos oportuno y necesario en los presentes tiempos, a saber: «Desterrados Dios y Jesucristo —lamentábamos— de las leyes y de la gobernación de los pueblos, y derivada la autoridad, no de Dios, sino de los hombres, ha sucedido que… hasta los mismos fundamentos de autoridad han quedado arrancados, una vez suprimida la causa principal de que unos tengan el derecho de mandar y otros la obligación de obedecer. De lo cual no ha podido menos de seguirse una violenta conmoción de toda la humana sociedad privada de todo apoyo y fundamento sólido» (5).
Laicidad y ‘nueva cristiandad’
Una vez aclarada la doctrina católica en lo que a política se refiere nos planteamos la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que un régimen como el actual, en clara oposición al Magisterio, goce de las simpatías del mundo católico? Es evidente que incluso la propia jerarquía no sólo tolera, sino que insta a la participación en el mismo o incluso se coloca en las filas de su defensa (6).
El origen de ello hay que buscarlo en la pseudofilosofía de Maritain. Maritain ha sido el teólogo de cabecera de la política ‘católica’ posconciliar. Al sostener la separación de individuo y persona acaba llegando a la conclusión de que como la persona es lo espiritual y el individuo lo material del hombre, el bien común de la sociedad es inferior al bien de la persona, que no es común, sino eso, propio o material. De lo cual concluyó Maritain que la finalidad del bien común de la ciudad consiste en permitir la vida espiritual y aislada de la persona, cualquiera que sea, pues la sociedad no tiene posibilidad ni de entender ni de intervenir en el sagrado terreno de las relaciones entre la persona y Dios (7).
Así, Maritain bautiza con su ideología al propio sistema liberal (8), llegando a ser instrumento de lo que se denominará nueva cristiandad. La oposición flagrante con el Magisterio anterior debería ser suficiente para que esta ideología maritainiana sea rechazada por el mundo católico. No obstante, si algún bienpensante cree que dicho sistema podría contribuir a la salvación de los pueblos, le animo a considerar el caso de España, donde las teorías de Maritain fueron aplicadas a finales de siglo. La destrucción de la sociedad católica será suficiente para que el rechazo se realice.
La imposibilidad de éxito de Maritain viene de la mano del liberalismo que él implícitamente promueve. Siendo esta ideología condenada por los papas, resultaría imposible que fuera el instrumento de salvación de los pueblos.
Conclusión
Por tanto, podemos concluir que la restauración católica no puede en absoluto venir de la mano del liberalismo. Sólo la Tradición alberga la solución para la restauración de los derechos de Dios en la sociedad.
Es por ello que la opción católica necesariamente pasa por la reacción. Reacción que si bien es cierto que desde una óptica humana se presenta como un imposible, cuenta a su vez con la seguridad del amparo divino. Así, el papel del católico hoy en la vida pública debe canalizarse desde la oposición al propio sistema anticristiano y su militancia en la reacción que constituye la única esperanza para la restauración del Reinado social de Cristo. Lo contrario diluirá la respuesta católica en posibilismos varios que vendrán a asentar el sistema y a menguar el alcance de la resistencia.Francisco Sandoval
BIBLIOGRAFÍA
- PÍO XI: Quas Primas, 1925, núm. 15.
- GAMBRA, J. M.: La sociedad tradicional y sus enemigos, Guillermo Escolar, 2019, cap. II.
- Ídem
- TOMÁS DE AQUINO: Suma de Teología, Iª, q. 82, a. 4.
- PÍO XI: Quas Primas, 1925, núm. 16.
- Véase ARGÜELLO, L. J.: Ante las próximas elecciones. También ANTE LAS ELECCIONES AL PARLAMENTO ANDALUZ. Nota de los Obispos de las Diócesis de Andalucía. También es significativa la defensa de la misma Constitución:Caballero, Barreda y Cañizares reivindican en Ciudad Real los valores de la Constitución en su 40 aniversario, 20MINUTOS, 28/11/2018.
- GAMBRA, J. M.: La sociedad tradicional y sus enemigos, Guillermo Escolar, 2019, pág. 50.
- Ídem
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