ETA contra la Comunión; asesinando Carlistas.
by Ante Dios no serás héroe anónimo
" Ante Dios no serás héroe anónimo " - Foro Carlista
Un poco largo pero merece la pena:MI EXPERIENCIA RESPECTO A ETA.
En 1961 un joven Ingeniero Industrial de San Sebastián, intentó hacer descarrillar un tren que conducía excombatientes que regresaban a sus hogares, después de haber celebrado el XXV Aniversario del Alzamiento Nacional. De sobra conocido es que el Ingeniero era el padre del famoso Mikel “Antza”. Inmediatamente fue detenido y encarcelado.
Eso ocurrió en el mes de julio. En las navidades siguientes celebraron sus compañeros de promoción su reunión anual con una comida en Bilbao. Al final de la misma uno de los asistentes, miembro de una conocida familia nacionalista (PNV) de Bilbao, dirigió la palabra a los reunidos, exponiéndoles la situación en que se encontraba la esposa. Con un discurso muy estudiado, recurriendo al compañerismo, sugirió que cada uno se comprometiera con una cantidad mensual para remediar la falta del sueldo del marido. El dinero lo ingresarían en una cuenta corriente, A NOMBRE DE DETERMINADO SACERDOTE, como si fuera para una obra caritativa. La negativa de los asistentes fue rotunda. (El testimonio se lo debo a José Leguina Villa, asistente a la comida)
Para las primeras elecciones a cortes Alianza Popular presentó una lucida candidatura. Me propusieron formar parte de la misma. Rehusé por motivos doctrinales. AP me parecía una de las muchas chapuzas políticas que se han venido haciendo en España a base de partidos que sustentan buenas doctrinas pero defienden “el mal menor”. Eso me salvó.
Todos los miembros de la candidatura fueron obligados a abandonar Vizcaya, amenazados de muerte por ETA. Mendizábal, cabeza de lista, se trasladó a Madrid y falleció al poco tiempo. Llasera siguió en Vizcaya y también murió poco después. Antonio Peña se trasladó a Burgos, donde su negocio tenía una segunda oficina. Carlos Ruiz Cortadi pidió a su banco traslado, con tan mala fortuna que les afectó lo del aceite de colza y su esposa aún sufre secuelas. De todo ello solamente fue noticia lo de Mendizábal. De los otros dos casos nos enteramos los amigos.
Esteban Belderrain Madariaga era un solterón que vivía solo en la casa que había sido de sus padres a unos cien metros de la carretera de Castillo Elejabeitia a Villaro. Sus ideas tradicionalistas eran conocidas. Un sábado, a altas horas de la noche, se presentaron en la puerta de su casa un grupo de jóvenes provocándole con cantos nacionalistas. Belderrain les pidió que le dejasen en paz. No le hicieron caso. Tomó la escopeta, hizo un disparo al aire y les espantó.
“El Correo Español – El Pueblo Vasco” de Bilbao, se hizo eco del suceso con el siguiente titular. “Dispara con una escopeta contra un grupo de jóvenes que iban por la carretera cantando canciones vascas” (poco más o menos, pues escribo de memoria). Mentira: abandonaron la carretera y entraron en la finca de Belderraín, hasta su casa.
Belderraín prestaba sus servicios como cobrador en una de las cabinas de la recién abierta autopista Bilbao-Behovia. Por allí pasaban los jóvenes nacionalistas insultándole. Belderráin les pidió que le dejasen en paz mientras estaba en su trabajo. Llegó a proponerles que si querían enfrentarse con él les desafiaba para aquella misma noche en la plaza de Castillo y Elejabeitia.
Acudió por la noche armado de su escopeta. En la plaza no había nadie. En un punto de la misma habían colocado una “ikurriña”. Belderráin gritó:
-¡Cobardes, salir ahora a dar la cara si tenéis valor!
Belderraín estaba seguro de que estaban escondidos. No obtuvo ninguna respuesta. Prosiguió:
¡Salid a defender vuestra bandera!- siguió el silencio.
Entonces hizo varios disparos contra la misma.
“El Correo” volvió a dar noticia del suceso. “Un vecino de Castillo y Elejabeitia dispara contra una ikurriña que había en la plaza”. Nada de los antecedentes.
Nos dijeron entonces que hablásemos con él si queríamos organizar la Comunión en Arratia. Le visitamos un domingo. Nos contó los hechos que he reseñado y que conocíamos solamente por las noticias del “El Correo”. Prometimos volver al domingo siguiente.
Al siguiente miércoles un tradicionalista de Castillo que trabajaba en el Ayuntamiento de Bilbao, me tropezó por la calle y me dijo:
-Esta noche han asesinado a Esteban Belderráin.
El sábado siguiente fue el entierro. Acudimos desde Bilbao. De todo Arratia no asistió nadie a los actos. El terror ya había sido sembrado.
Eloy Ruiz Cortadi, hermano de Carlos, arriba citado, iba a dejar en su casa a su novia con la que había pasado la tarde. Viajaban en un Minimorris. Llegando a la casa de la joven, tuvo la suerte de ver unas sombras que le infundieron sospechas. Detuvo el vehículo sin parar el motor y le dijo:
-Sal a prisa y cierra la puerta.
Tan pronto abandonó el vehículo salió a la máxima velocidad que pudo. Recibió varios tiros, ninguno mortal. Fue trasladado al hospital de Cruces donde le extrajeron los proyectiles.
Convaleciente de la operación, fue trasladado al hospital de Basurto a petición de la familia. En Cruces había recibido de alguna enfermera u trato agresivo en presencia de su madre. Eloy curó. Se casó y se ausentó del País Vasco. Consigo se llevó la Bandera del Tercio de Requetés de Nª. Sª. de Begoña, del que su padre, llamado también Eloy, había sido Capitán.
En nuestro recorrido por la Provincia nos dirigimos en Lemona a un antiguo requeté del Tercio de Ortiz de Zárate. Le abordamos cuando salía de la Misa dominical.
-¿Eres Petralanda, del Ortiz de Zárate? – le preguntamos.
Tardó en contestar afirmativamente. Continuamos:
-Somos de la Comunión Tradicionalista.
-Alejaos antes de que me vean habar con vosotros. Y perdonad.
Posteriormente nos encontramos con él en Bilbao, en la reunión anual de los supervivientes del Tercio.
-Aquí no me importa aparecer como requeté. Pero en el pueblo sí. No quiero poner en peligro mi vida y la de mi familia.
Un hermano suyo tenía un puesto en el mercado del vecino pueblo de Amorebieta. Nos recibió con toda amabilidad. No pudimos volver a verlo porque a los pocos días desapareció. Se fue a vivir al Sur.
En Lemona vivía Javier Jáuregui Bernaola. Regentaba un pequeño bar y estaba colocado en la Seguridad Social. Nos recibió con interés y nos facilitó nombres de personas con las que podíamos contar. Un día nos dijo que le había amenazado ETA. Pero que no lo daba importancia. Estaba seguir que era una broma. ETA no podía tener nada contra él. Incluso unas semanas antes le había atendido en el bar a un sujeto de mala catadura, con pinta de pertenecer a la organización terrorista, a quien le perdonó la consumición (un vaso de vino y un bocadillo) al ver que no tenía dinero. Jáuregui no daba importancia al que en determinadas fechas izase en la puerta de su casa una pequeña bandera rojo y gualda.
A los pocos días me despertó de la siesta la llamada de una tradicionalista de Castillo y Elejabeitia.
-Acaban de matarle a Javier Jáuregui en Lemona.
En Miravalles nos dirigimos a Prudencio Landaluce Ipiña. Pertenecía a una destacada familia carlista, muy apreciada en el pueblo por sus cualidades morales.
Nos recibió amablemente. Pero rehusó la mínima colaboración con nosotros. “Bastante hemos sufrido ya”.
“Hemos”. La familia entera. En 1936 había sido detenido su padre con el hermano mayor y encerrado en el barco prisión. Cuando las matanzas de septiembre, llamaron a su padre. Salió el hermano:
-Dejen a mi padre y mátenme a mí. Mi madre se queda viuda con muchos hijos pequeños.
-Ya que te empeñas mataremos a los dos.
Cuando se liberó Vizcaya, la familia Landaluce perdonó públicamente al culpable de la detención de su padre y hermano.
Pasaron los años. Mientras tanto la familia Landaluce prosperó con el trabajo de un taller. Por su conducta, tanto con los trabajadores como con los vecinos, se ganaron el cariño de todos sus convecinos, sin distinción de ideas políticas.
Del vecino pueblo de Ceberio, venía a Miravalles una aldeana con su “vendeja”. Su primera visita era para la familia Landaluce, cuya madre adquiría los productos del campo sin necesidad de salir al mercado. Además, diariamente les suministraba la leche.
Tendía la aldeana un hijo en edad de aprender un oficio. Por consejo de los Landaluce se hizo electricista. Terminado el aprendizaje, siempre orientado por los Landaluce, sacó el carné de instalador. Los Landaluce le encomendaban todos los trabajos que necesitaban: tanto en el taller como en sus domicilios.
Prudencio y otro hermano decidieron construir sendos chales en las afueras del pueblo. La instalación eléctrica corrió a cargo del electricista de Ceberio. Terminado el de Prudencio iniciaron el traslado de muebles y enseres. Ya estaba todo completo. En cualquier momento pasarían a habitarlo. Pero no llegaron a disfrutar de su nueva vivienda. Una explosión la redujo a escombros. Las cargas las había colocado el mismo electricista que, entre tanto, había ingresado en ETA.
-Ahí podéis ver- concluía su relato Prudencio – la bombilla que me colocó en sustitución de la lámpara que trasladó al chalet.
Miravalles reaccionó ante el atentado. Como desagravio le hicieron un homenaje al que asistió lo más destacado de la localidad, sin distinción de ideologías. Todos… excepto la familia XXX. Éstos estaban enfrentados políticamente con los Landaluce desde la guerra de 1872-1876. El abuelo había sido uno de los pocos liberales del pueblo. Luego se hicieron nacionalistas. Lo que no fue obstáculo para que existiera una amistad entre los niños.
A poco de proclamarse la República eran amigos el Landaluce que luego moriría asesinado junto a su padre y otro de la familia mencionada. Éste contrajo una extraña enfermedad que le llevó a la tumba al cabo de un tiempo. Dados los prejuicios de la época, todos los amigos dejaron de visitar al enfermo por temor al contagio. Todos excepto Landaluce.
Asesinaron a los Landaluce, como ya se ha dicho, y en el pueblo se celebraron los funerales. Al acto no asistieron los miembros de la familia XXX. A pesar de ello cuando se liberó Vizcaya, la familia mencionada acudió a la viuda de Landaluce, invocando la amistad entre los jóvenes fallecidos, pidiendo avales que les fueron concedidos. Por lo visto, cuando volaron el chalet, los otros habían olvidado todo.
Para cuando celebramos con Prudencio Landaluce la entrevista que relato, el electricista que voló el chalé había sido abatido a tiros por las FOP. Los Landaluce tuvieron que aguantarse al ver cómo por delante de su casa pasaba la comitiva del entierro homenajeándole como un héroe.
Lo que más me afectó fue el asesinato de José Mari Arrizabalaga Arcocha. Eran los tiempos qua precedieron a la unión de la Comunión Tradicionalista, en la que militaba José Mari, y Unión Carlista, a la que yo pertenecía. Como anuncio de la unión que llegaría más tarde manteníamos estrecho contacto. José Mari le había dicho a mi hijo mayor que estaba preparando su exilio, pues había sido amenazado por ETA. Si le matasen antes de su marcha, había dejado dispuesto que le enterrasen vestido de requeté, con la boina roja.
A los pocos días, lo mataron en circunstancias ya conocidas. No es tan conocido el que las autoridades ordenaron que se nos impidiese la asistencia al funeral. A nosotros nos paró la Guardia Civil a la entrada de Ondárroa:
-¿A dónde van Vds.?
- Al funeral de nuestro amigo.
-¿No saben que tenemos órdenes de no dejarles pasar?
- Ahora me entero. Y no veo la razón para ello.
-Pase, pase.
En otras entradas la orden fue cumplida a rajatabla.
En “La Gaceta del Norte” apareció la fotografía del cadáver de José Mari amortajado con uniforme de requeté. Algún hijoputa la recortó, pegó al pié de la misma mi nombre, que lo había sacado de la firma de mis artículos en el mismo diario, y lo envió a mi casa de Orduña.
Informé del caso en el cuartel de la Guardia Civil de Baracaldo. Yo trabajaba a la sazón en Altos Hornos de Vizcaya. Me recomendaron que saliera fuera. Me trasladé a Madrid, dónde pasé dos meses.
Durante mi estancia en Madrid pasé por las cercanías del Palacio de Congresos, cuando los jóvenes de la efímera UCD celebraban uno de ellos (posiblemente el único). Abordé a un tría de chicos que acudían al evento y les dije: “a ver si arregláis el problema vasco. Aquí me tenéis huido por amenazas”.
Me miraron con cara de imbéciles y se sonrieron.
Al final no siendo posible mantener más tiempo la ausencia del trabajo y de mis clases en la Escuela de Ingenieros, volví a Bilbao. La Policía había dicho a mi familia que ese modo de amenazar no era propio de ETA. Pudo ser una broma de un hijoputa. Pero la angustia de sentirme amenazado no me la quitó nadie. Durante algún tiempo adopté precauciones. En mi casa se recibieron llamadas telefónicas amenazadoras.
Lo descorazonador del caso era ver cómo los amigos, incluso los familiares, del PNV lamentaban las amenazas, incluso las condenaban. Pero las consideraban lógicas.
El asesinato de Arrizabalaga impulsó a abandonar Ondárroa a su anciano padre, su hermana y su hermano.
Poco después les siguieron las hermanas Badiola Aldanondo, cuando la policía detuvo a un comando que iba a atentar contra el hijo de una de ellas, llamado Simón Pedro.
Anulada así la posible reorganización de la Comunión Tradicionalista, ETA buscó otros objetivos. Los asesinatos de miembros de UCD vinieron después.
Por eso, a partir de la muerte de Arrizabalaga poco puedo decir de ETA que no sea sabido por todos.
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