Lo que los progres no sabían de Vázquez de Mella
Hace unas pocas semanas, como todos sabréis, tuvo lugar el infame cambio de nombre de la Plaza Vázquez de Mella. A un héroe hispánico como él, literato, político, filósofo, erudito y leal a la Santa Causa, le fue arrebatada la que fue su plaza para dársela a un individuo de "orgasmos democráticos", así le definía Juan Manuel de Prada. Un cambio que se hizo a espaldas del pueblo y con su oposición (hubo un sabotaje por parte de la organización Change.org contra la petición de que se mantuviese el nombre) y como era de esperar, todos los partidos (excepto el PP, que se abstuvo por razones económicas, lo cual era de esperar, pues solo les importa tener los bolsillos bien llenos como buenos liberal-capitalistas que son) votaron a favor de la usurpación. Los más optimistas quisieron ver en dicho cambio una oportunidad para que el insigne Verbo de la Tradición abandonase Chueca, plagado de sodomitas. Y yo no me cansaré de decir que un barrio entero no puede ser exclusiva propiedad de unos cuantos degenerados, sino que pertenece como patrimonio a todos los ciudadanos, en este caso de Madrid, y Vázquez de Mella estuvo allí mucho antes de que Chueca se convirtiese en cortijo particular de los traseros rotos.
Y bien, ¿donde está lo gracioso del asunto? Probablemente, cuando los partiduchos de turno quisieron arrebatarle a Vázquez de Mella la plaza que con tantos méritos él ganó, no contaron (sobre todo los progres, esos que alardean de feministas siendo su primer objetivo del de denigrar a la mujer) con que Vázquez de Mella fue el mismo que pidió el voto femenino en 1910 (¿dónde estaban los sociatas entonces?) Vázquez de Mella decía de la mujer:
«La mujer es la personificación de la ternura y de la delicadeza. [...] Bien se puede afirmar que la mujer tiene el instinto de la distinción.»
«El trato con la mujer cuando conserva el sello cristiano y no ha sido manchado por el hombre, pule el sentimiento, aguza el ingenio, hace el gesto señoril, perfuma con la cortesía la vida y alimenta esas dos lámparas que ardían antes a la puerta del hogar y que se van apagando, el respeto y el honor.»
Naturalmente, Vázquez de Mella siempre denunció el feminismo de postín:
«Ahora estamos en presencia de un doble movimiento feminista; un movimiento feminista de naturalismo pagano y un movimiento feminista cristiano surcan el mundo».
«El movimiento naturalista coincidió con la revolución y con la restauración del naturalismo pagano, [...] que pide la emancipación de la mujer. Pero, ¿la emancipación de qué? En el movimiento feminista revolucionario, aunque algunas veces los más hábiles lo disimulen, lo que se pide es la emancipación de la mujer de la religión y del vínculo conyugal que hace indisoluble el matrimonio, podría demostrar que esa emancipación sería la vuelta a la depravación pagana de la mujer», de la que la sacó «el Cristianismo, quien la transformó, la regeneró, la sublimó y quien la levantó de esclava a reina, quien la sacó de la ergástula para ponerla en el trono.»
«El límite infranqueable de todo verdadero feminismo estará [...] en la unidad e indisolubilidad de la familia y también es claro y no hay necesidad de recordarlo, pero tales son los tiempos que corremos que no sobrará el hacerlo, en la frontera misma que marca el sexo, porque no habría nada tan absurdo y repulsivo como un hombre afeminado, si no existiese otra cosa tan repugnante como es la mujer hombruna y masculinizada. Son el anverso y el reverso de la misma aberración.»
«¿Qué pide el movimiento feminista cristiano en todas partes y especialmente en España? Pide la igualdad jurídica y pide también una igualdad social y política. Yo soy partidario de todas esas igualdades bien entendidas, aunque no soy igualitario, ni creo en la palabra 'igualdad'…»
Vázquez de Mella también aclaró que no pedía la participación de la mujer para acabar siendo una mera cifra estadística más en el sistema parlamentario individualista, sino que la deseaba para la democracia real y orgánica, la genuinamente hispánica.
«El gobierno representativo, en un periodo que no creo será muy largo, ha de sustituir indudablemente al régimen parlamentario; porque el régimen representativo está fundado en la naturaleza de las cosas y no en artificios.»
«Así que yo dentro de estas clases [habla del régimen representativo] soy partidario de la concesión del voto a la mujer como lo tenía en la sociedad antigua. En la Edad Media la mujer tenía el voto en el gremio y muchas veces era, -como viuda del maestro- su cabeza; y el gremio fué en parte, base de la representación municipal y con esta, e independientemente de ella, la incluyó en la de las Cortes.»
«Si vais a representar a la propiedad, ¿no van a estarlo las propietarias?. Si vais a representar a las corporaciones científicas, ¿no han de tener voto las que forman parte de ellas? Si las grandes empresas industriales, ¿no van a representar las que a veces están a la cabeza de algunas extraordinarias?»
«Y no se objete la inconstancia e incapacidad de la mujer para negarle un puesto político en el Parlamento, pues por mal que lo hagan, seguramente no lo harán peor que los hombres.»
«Los hijos de los que no quieren dar el voto a las madres, votan contra sus madres. ¡Qué no tienen capacidad! ¡Y han formado sus corazones! ¡Que votarían mal! ¡Y los han formado a ellos! ¿Y los hijos buenos formados por ellas van a decir que las madres harían mal uso del voto?»
«¡Que la mujer no tiene bastante capacidad para votar! ¡Oh, Dios mío! ¡Y trece millones de analfabetos en España la tienen!»
A los que dice que el voto femenino llevará a la discordia a las familias replica:
«La discordia estallará, aunque no hubiese el voto; si el voto del marido atenta contra las creencias y contra la conciencia de las esposas, las madres derramarán llantos al ver a su marido votar contra aquello que ellas estiman que es una creencia muy firme…»
«Yo soy demócrata, soy un entusiasta de la democracia; pero según la democracia se entienda.» «Yo combato la democracia y el sufragio universal individualista y pido el sufragio total por clases», que son «categorías de personas individuales o colectivas unificadas por un interés social común.»
«El hombre abstracto no se encuentra en la realidad y el verdadero individuo es irrepresentable… lo que se da es el hombre de grupo, que pertenece siempre a una clase social determinada.»
«Las clases son naturales, los partidos artificiales. Si se suprime una, la nación queda destrozada y mutilada, si se suprimen todas, queda aniquilada…» «Suprimid un partido, suprimid dos; la sociedad no se hunde por eso, al contrario, queda más ligera del peso que la oprime. Suponed que una mañana han desaparecido los partidos parlamentarios y sus grupos. ¿Creéis que la sociedad española iba a vestir por ello de luto?»
«Unas cortes verdaderas tienen que ser un espejo de la sociedad y reproducir exactamente sus elementos y sus intereses colectivos…» No los partidos, que nunca pueden ser permanentes, sino circunstanciales.
Quizá a los feministas de postín les desagrada pensar que el tradicionalismo siempre defendió a la mujer, y les da rabia reconocerlo. Por eso le quitan su plaza para dársela a un cualquiera. Quizá nos quieran hacer olvidar los herederos de la Ilustración masónica que hasta su infame llegada a nuestra Patria en 1812 la mujer podía entrar en la Universidad (y de hecho, España dio grandes sabias como Lucía de Medrano, catedrática de Humanidades en la Universidad de Salamanca en el siglo XVI, Beatriz Galindo "la Latina", así llamada por su erudición de las lenguas clásicas, o María Isidra Guzmán de la Cerda, catedrática de filosofía en Alcalá de Henares).
Quizá nos quieren hacer olvidar que la misoginia la trajo el liberalismo (Voltaire decía que la mujer solo existía para darle placer al hombre y Rousseau fue el artífice de la expulsión de la mujer de la Universidad). Quizá nos quieren hacer olvidar a nuestras grandes heroínas, como Isabel la Católica, Agustina de Aragón, María Pita, Inés de Suárez o Isabel Barreto. Quizá quieren hacernos olvidar que en los concejos de la Castilla medieval el voto femenino y el masculino valían lo mismo (pues quien votaba era el propietario de la casa, fuese hombre o mujer, y se daban casos de ser la mujer la propietaria y votar en nombre de toda la familia); o que mientras en el siglo XIX una Europa contaminada de liberalismo silenciaba a las mujeres, estas contaban con voto en las Legaciones Pontificias. ¿O quizás prefieren que olvidemos la oposición de las izquierdas durante la Republiqueta al voto de la mujer por considerarlas conservadoras? ¿Quizá que el primer sufragio femenino no llegó con su Republiqueta sino con la dictadura del general Primo de Rivera?
Quién sabe...
Reino de Granada
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