A los "progresistas" no les preocupa la decadencia occidental y su posible desaparición como civilización, más bien la desean. Su odio enfermizo a Occidente, a la Religión, al Orden, que les lleva a recrearse en el nihilismo de la contramoral y la contracultura, les obliga a converger con el islam, que también odia a Occidente. Simpatizan con él (aunque esto resulte paradójico, pues bajo el islam no iban a tener ni la centésima parte de la libertad que disfrutan en la civilización que aborrecen y que desean debilitar y disolver). Los progresistas son una gigantesca quinta columna que nos entregará, que nos está ya entregando, a las fuerzas adversarias.

En todos los países donde se ha establecido un régimen marxista, la corrupción, la miseria y subdesarrollo ha sido el precio que pagaron. El partido gobernante se corrompió y dejó de ser revolucionario, acabando con los sueños y los ideales de todo un pueblo. Se trata del estrepitoso fracaso del marxismo. Pero no sólo eso, también, la eliminación física a niveles sin precedentes. Solo en la Unión Soviética se calculan 40 millones de víctimas. Y en China, 60 millones.

No hace muchos años declaraba un comentarista político que en Rusia no existía propiamente gobierno, sino un reparto de poder entre mafias, siendo el Kremlin una de las más importantes. El alcoholismo está extendido a prácticamente toda la población. La esperanza media de vida es quince o veinte años inferior a la de los países occidentales. Las perspectivas son tan malas que, de tres embarazos, dos terminan en aborto voluntario. En esto no llegan al nivel de Rumania, que fue país satélite comunista, pues el número de abortos en esta nación llega al 75% de los embarazos.

No explica este fracaso del comunismo el hecho de que los rusos tengan una especial idiosincrasia. Esta circunstancia existe y puede haber coadyuvado en algún grado. Pero que ésta no es la explicación nos lo demuestra el hecho del subdesarrollo de la antigua Alemania Oriental que, aún a estas alturas, sigue resultando una rémora muy importante para el desarrollo del conjunto de Alemania.

Esta realidad del asombroso fracaso del comunismo apenas es comentada en la mayor parte de los medios de comunicación, que exhiben un significativo pudor al tratar del desastre económico y criminosidad intrínseca de los regímenes marxistas. Y es que la mayor parte de estos medios está en manos progresistas.

EL PROGRESISMO es la expresión del marxismo cultural en guerra con la moral "burguesa". Hubo ideólogos marxistas (Lukács, Gramsci, Marcusse etc.) que pensaron que el mejor camino para destruir el capitalismo era comenzar por la cultura, la moral, las costumbres burguesas (la superestructura). El pensamiento de estos ideólogos está detrás de la revolución de los 60. Y no se puede decir que no hayan tenido éxito, pues si bien la estructura capitalista permanece intacta, la moral y las costumbres tradicionales (que los marxistas llaman "burguesas") se han desplomado.

El progresismo es, pues, un complejo ideológico que proviene del marxismo. Por ello, hablar de progresismo de derechas parece un contrasentido. Lo que ocurre es que, viviendo como vivimos en pleno auge de esta ideología, las derechas se han contaminado, máxime cuando los dos colectivos que constituyen las columnas sociales del progresismo, los homosexuales y las feministas, suponen unos viveros de votos muy importantes.

Las derechas han abjurado en gran parte de sus ideas morales para no ser tachadas de retrógradas por los medios en manos de sus enemigos y para congraciarse con esos colectivos. De ahí su pasividad, su falta de beligerencia, en temas tales como el aborto y los matrimonios de homosexuales, las metas que se marcaron desde hace décadas homosexuales y feministas. Creen las derechas que obran hábilmente adoptando esta postura de inhibición o aceptación, pero habrán de reconocer que esto no supone más que la rendición ante un enemigo muy poderoso, el marxismo cultural, que triunfa en toda regla.

La situación empeora cuando la frustración que la izquierda siente en lo íntimo por su impotencia para derrotar al capitalismo y por el enorme fracaso de la Unión Soviética y satélites, se ceba con furia revanchista en lo cultural, espoleada ante la actitud medrosa de la derecha.

Es natural, pues, que los fracasos y crímenes de los regímenes marxistas sean prácticamente ocultados por estos medios de comunicación, que siempre hablan del fascismo, pero apenas del marxismo, creando una enorme deformación del criterio popular.