De nuevo aparece la muerte en escena y otra vez más tiñe de rojo la tierra para vergüenza y horror de toda la raza humana. Otra vez más la sinrazón asesina se nutre de sangre inocente. Otra vez más el odio mascado año tras año recoge el fruto que germina de él, el siniestro fruto de la insidiosa muerte. Elevan de nuevo las guadañas los gudaris del horror. Y a bocajarro, de nuevo, sesgan dos vidas jóvenes. Dos inocentes vidas jóvenes cuyo único delito era estar vivos. Otra vez más.
De nuevo se nos llenan los ojos con lágrimas ajenas. ¿Cuántas llevamos ya en esta nuestra tierra tan regada en sangre? Demasiadas. Demasiada locura. Demasiada zafiedad asesina es la que llena la historia moderna de esta patria nuestra que se desangra por el odio fraticida de unos desalmados. Creyeron su propia falacia y se alimentaron de ella. Educados en el odio y en nulo aprecio por la vida ajena han vuelto a realizar la única ocupación que dominan, la única acción para la que han sido educados, la razón y motor de sus pérfidas vidas: el asesinato vil y canalla. El tiro en la nuca o la bomba son la continuación de sus propios instintos. Son sus manos sofisticados detonadores y sus dedos cañones recortados de macabra precisión. No circula sangre por las venas que alimentan esas manos y sus apéndices, sino hiel y bilis. O como mucho, transita un deseo, el perverso deseo de la sangre inocente que esperan derramar. Vampiros de pistola y explosivo.
Dos jóvenes… casi dos niños. Dos proyectos rotos. Dos vidas truncadas. Dos vidas más que se suman a tantas otras. Dos nuevas sinrazones por las que llorar. Dos sinrazones más para pararse y gritar: BASTA YA. Recientemente hemos tenido una vez más la posibilidad de gritar todos juntos ese BASTA YA. Pero otra vez, anonadados, los ciudadanos asistimos impávidos ante una tozuda realidad que nos daña.
¿Qué es preciso para que todas las fuerzas sociales busquen el necesario consenso contra el horror? ¿Por qué no es posible dejar a un lado mezquinos intereses y volver a un Pacto de las fuerzas políticas, que busque unidad contra ETA y dignidad hacia las víctimas? No es negociando concesiones como se acaba con un chantaje. A cada cesión, se hará más fuerte. Es acordando un consenso entre todas las fuerzas políticas democráticas que aborrecen del asesinato, lo condenan y no lo justifican bajo ningún concepto. Aislando a los asesinos es como se puede acabar con el horror. La sociedad, en su conjunto, con las víctimas, y aislando a los victimarios. Es la única vía.
Pero ¿Qué parte de culpa tenemos en esta situación? Mucha. Aquí, cada cual ha de portar su vela y cargar con su mochila.
Y la AVT, cuya labor asistencial es claramente precisa, a mi entender está tomando una deriva un tanto peligrosa para los fines que persigue, o los que se supone debe seguir. El Sr. Alcaraz, que durante meses ha sido el referente de una sociedad que se movilizaba contra ETA, comienza a pagar el precio de unas amistades peligrosas. Demasiado empeñado en fotografiarse junto a un oportunista Luís del Pino -que aunque lo parezca, no es víctima ni asociado a la AVT- y haciendo gala de un nada estratégico coqueteo político provoca que se cuestione aquello impensable hace sólo unos meses. ¿Está haciéndolo bien la AVT? Bueno, ni siquiera es esa la pregunta. Algunos –muchos- la personalizamos: ¿Lo está haciendo bien Alcaraz? Su indiscutible liderazgo hasta hace nada al frente de la protesta contra ETA está siendo cuestionado dentro y fuera. Y es que la radicalización no es la mejor consejera para el que asume representatividad. Y si bien muchos entendemos que el PP no puede quedarse fuera del juego de la protesta contra ETA, muchos más entendemos también que la AVT no debe significarse políticamente. Eso, desgraciadamente, nos quita credibilidad. Como dice el dicho popular “la mujer del césar no sólo tiene que ser honesta, además, debe de parecerlo”.
La concentración del martes pasado, con tantos dimes y diretes, con tantas ausencias anunciadas, con tanto tiras y aflojas y tanta demagogia en pro de esta división que sólo hace alimentar a la fiera, nos ha hecho ruborizar a muchos ciudadanos que asistimos incrédulos al macabro circo que se representa ante nuestros ojos. Tal como las actitudes fanatizadas e irrespetuosas que se dieron durante los actos del funeral con la familia de las víctimas presentes o en algunas concentraciones de las muchas que se organizaron en las distintas ciudades. El rechazo que a muchos nos provoca la actitud del gobierno en la lucha antiterrorista provoca una respuesta clara en la calle, donde los ciudadanos manifiestan sus discrepancias con dichas políticas. Pero el respeto a los caídos debe mantenerse al margen de esas manifestaciones. Los funerales o minutos de silencio en recuerdo de las víctimas no son los momentos para la protesta. Ese respeto es obligado. Las protestas, en su caso, llegarán cuando hayan de llegar. Y los insultos, sería de desear, nunca.
¿Caminamos hacia la locura?
Rotundamente, desde la humildad, abogo por el definitivo despertar de ese Espíritu de Ermua que nos unió a todos los ciudadanos contra ETA. Exijo esa unidad. Esa claridad. Exijo vivir en paz y libertad. Y todo ello se lo exijo a ustedes señores políticos…
Interesante artículo de Guillermo Rocafort
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