La Tradición: Condición Esencial del Progreso



Por: Ricardo L. Suárez.

La tendencia moderna es, amar sin restricciones el presente, adorar el futuro y relegar incondicionalmente el pasado al desprecio, esta es una característica presente en los hijos de la Revolución, quienes en nombre del “progreso” odian el pasado, en nombre del futuro destruyen y vetan lo Tradicional, como algo anticuado y antiprogresista, triste trampa que es repetida hasta por los hombres de “buenas” intenciones.

Atentos contra los profetas del progreso, pues ellos nos quemarían en la hoguera si pudieran!, solo que su falsa tolerancia se los impide, al menos públicamente.

La Contra-Revolución, es un esfuerzo que se desarrolla en función de una Revolución que impone el caos, para poder lograrlo esta se vuelve constantemente contra todo un legado de instituciones, de doctrinas, de costumbres, de modos de ver, sentir y pensar que recibimos de nuestros mayores, de nuestra herencia, de nuestra historia que aún no están completamente abolidos. La Contra-Revolución es, pues, la defensora de las tradiciones.

Tradición: Que la persona singular no viva simplemente en el espacio. Que sea, por el contrario, parte de una comunidad por la cual debe vivir y, dada la ocasión, sacrificarse; esta es una convicción que cada hombre con sentimiento de responsabilidad posee, y que propugna a su manera particular con sus medios particulares. La persona singular no se halla, sin embargo, ligada a una superior comunidad únicamente en el espacio, sino, de una forma más significativa aunque invisible, también en el tiempo. La sangre de los padres late fundida con la suya, custodiar y defender: esta es la obra que él recoge de las manos de aquéllos en las propias, y que debe transmitir con dignidad. El hombre del presente representa el ardiente punto de apoyo interpuesto entre el hombre pasado y el hombre futuro. La vida relampaguea como el destello encendido que corre a lo largo de la mecha que ata, unidas, a las generaciones. Las quema, ciertamente, pero las mantiene atadas entre sí, del principio al fin. Pronto, también el hombre presente será igualmente un hombre pasado, pero para conferirle calma y seguridad permanecerá el pensamiento de que sus acciones y gestos no desaparecerán con él, sino que constituirán el terreno sobre el cual los venideros, los herederos, se refugiarán con sus armas y con sus instrumentos.


La Revolución ataca a la civilización, creciendo dentro de ella, la envuelve completamente y la mata, pero aún no se completa, vivimos en una situación híbrida en que aquello a lo que casi llamaríamos restos mortales de la civilización, sumado al perfume y a la acción remota de muchas tradiciones sólo recientemente abolidas, pero que todavía tienen algo de vivo en la memoria de los hombres- coexiste con muchas instituciones y costumbres revolucionarias.

“Frente a esa lucha entre una espléndida tradición cristiana en la cual aún palpita la vida, y una acción revoluciónaria inspirada por la manía de novedades a la que se refería León XIII en las palabras iniciales de la Encíclica “Rerum Novarum”, es natural que el verdadero contra-revoluciónario sea el defensor nato del tesoro de las buenas tradiciones, porque ellas son los valores del pasado cristiano todavía existentes y que se trata exactamente de salvar. En ese sentido, el contra-revoluciónario actúa como Nuestro Señor, que no vino a apagar la mecha que aún humea, ni a romper el arbusto partido (cfr. Mt. 12, 20). Debe, por tanto, procurar salvar amorosamente todas esas tradiciones cristianas. Una acción contra-revoluciónaria es, esencialmente, una acción tradicionalista.”( Plinio Corrêa de Oliveira)

La tradición es mortal enemiga de la Revolución, por el simple hecho de que la tradición en si misma significa mantener una serie de ideas, que son inmortales, no se terminan con el tiempo y mas bien son parte necesaria del progreso del hombre, pues es ese nexo que une al tiempo, el tiempo en si es un concepto abstracto en donde es difícil saber cual es el presente, el pasado y el futuro, pues a cada momento cambia. La tradición se mantiene y es un símbolo de la existencia, de la trascendencia, la diferencia entre un simple ser viviente, y un Humano con historia.

La Revolución niega la historia y reduce todo a una simple barbarie en donde unos explotan a otros, en los países donde por ejemplo triunfa el comunismo, la educación esta destinada a que las generaciones futuras se rían y detesten el pasado, viéndolo como una serie de errores a “no repetir”, y se trata de ocultar, la grandeza que une a esos hombres de ayer, con los hombres del mañana, se oculta o cambian las proezas y se les da una nueva cara, se enseña solo lo “malo” y se oculta lo clásico pues podría inspirar toda una reacción contra la revolución.

La Revolución es la barbarie y el anti-progreso por excelencia, nos quieren volver a la época de las cavernas, al buen salvaje, las tribus indígenas o la antropofagia, de verdad es triste pensar que algunos crean que progreso y revolución puede ser compatible

Pero la contrarrevolución debe destruir ese mito, junto a otros miles se trata de destruir la situación híbrida en que nos encontramos, de detener el proceso Revolucionario, cortarlo, y arrancar su raíz echarla al fuego y que sus cenizas solo sean polvo en el camino.

El progreso no se podrá conseguir mientras se viva al margen del camino de la Historia y del Tiempo, abrazados a lo que hay de bueno y de malo en nuestro siglo, buscando así una coexistencia perpetua y armónica del bien y del mal, la Contra-Revolución no es ni puede ser conservadora, no en el sentido de conservar los logros de la revolución, al contrario debemos dinamitar las bases del sistema y hacer que se derrumbe encima de sus artífices. Así, la Contra-Revolución es condición esencial para que sea preservado el desarrollo normal del verdadero progreso y derrotada la utopía revolucionaria, que de progreso sólo tiene apariencias falaces.
El hombre privado de vínculos muere, y su obra muere con él, porque la proporción de esa obra era medida sólo respecto a él mismo. El héroe conoce su ocaso, pero su ocaso semeja a aquel rojo sangre del sol que promete una mañana más nueva y más bella. Esa es la tradición! Poseer una tradición comporta el deber de vivir la tradición!

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