Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 20 de 31

Tema: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

Vista híbrida

  1. #1
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    2 de septiembre de 2018

    LA TIRANÍA DE LA ESTUPIDEZ (COMENTARIOS SOBRE UN LIBRO FUNDAMENTAL)





    En los últimos meses han estado pasando varios fenómenos y acontecimientos que, sin duda, demuestran que la Civilización Occidental se encuentra entrando en una fase terminal: la toma del poder en España de un radical como Pedro Sánchez, actual líder del PSOE y su política carente de propuestas e ideas para sacar adelante al país de la crisis política en que lo dejó sumido Mariano Rajoy, pero favorable a los separatismos, la división ideológica y la suicida apertura a la migración islámica y africana dictada desde Berlín por Merkel; la aprobación popular al aborto en Irlanda, el feminismo radical, violento y agresivo en Argentina (que le viene de perlas al inepto Presidente Macri para distraer de la nueva debacle económica y monetaria que enfrenta el país sudamericano), el triunfo electoral en México de la Izquierda Radical, todo con un tufo a Marxismo en sus más diversas vertientes y por supuesto, la terrible crisis presente en la Iglesia Católica por los abusos sexuales de clérigos, que en mucho ha contribuido a la pérdida de credibilidad de la mayor y más antigua institución occidental y que en mucho, le dio forma y base a nuestra civilización; pero además, la pérdida de brújula moral y espiritual a un mundo que se precipita en un abismo de materialismo, y como lo dice el libro del que hablo en el presente post, de estupidez lisa y llana.

    No cabe duda que en México tenemos buenos analistas y académicos, tanto este libro La Tiranía de la Estupidez, como el Geopolítica de la Expansión de la OTAN los he citado aquí en diversos posts, y son verdaderos trabajos casi premonitorios, ambos, son de autoria de académicos universitarios mexicanos, como son Antonio Sánchez Pereyra, de la UNAM, y José Luis Trueba Lara, de la UNITEC, sin embargo, ambos no tienen presencia mediática ni son muy conocidos, pese a lo extraordinario de sus libros, mismos que dan bastante luz para entender lo que está pasando en el mundo actual.

    Escrito en el 2008, La Tiranía de la Estupidez es un ensayo sociológico e histórico que explicaba las causas de los fenómenos que ya, hace diez años, --precisamente también cuando inicié con la publicación de este Blog-- se estaban presentando en la Civilización Occidental, y no cae en las simplistas explicaciones que atribuyen los problemas actuales a conspiraciones de sectas secretas: los Iluminati, o los Masones a los que parecería entonces que todos sus planes son perfectos e infalibles, o los Judíos, lo cual no quita que uno, siendo creyente, no piense que hay mucho de preternatural detrás de lo que se vive actualmente, además por supuesto, de que existen muchos intereses de tipo económico y político detrás, aunque esto no obedece la más de las veces a un plan premeditado de destrucción, sino a planes que pueden tener grupos diversos, más allá de sus creencias u origen étnico, relativos a intereses particulares en momentos determinados y se obra para alcanzar esos intereses.

    Y es que para Trueba la situación actual es la última etapa de una tendencia autodestructiva que inicia con la Ilustración, o, yendo más atrás como lo hace el historiador francés Jacques Barzun, a la Reforma Protestante, pero que sobre todo comienza a hacerse patente con la Revolución Fracesa y que radica en la entronización de la Democracia no ya como una simple manera de elegir o legitimar a los gobernantes para convertirse en una especie de religión o de dogma. Las Democracias, históricamente, y en lo que coincido totalmente con él, han fracasado siempre, pues terminan por llevar a sus sociedades al caos: la Democracia en la Grecia clásica provocó la Guerra del Peloponeso, alentada por los demagogos: hoy en día, la Historia coloca en un pedestal a Pericles, cuando para los historiadores y politólogos medievales y renacentistas había sido la epítome de los especialistas en engañar al pueblo, señalado además, de corrupto, aunque le superara Alcibíades y su escasa lealtad hacia Atenas para proteger sus intereses personales.

    La República Romana, aristocrática en principio y democrática con la apertura del sistema a la participación de los Plebeyos, terminó por hundirse por las luchas entre los caudillos por el poder, entre aquellos que buscaron el apoyo entre las clases desfavorecidas al concederles más derechos y participación política, y aquellos que buscaron mantener los privilegios de las clases dirigentes. Al final, el caos se evitó con la implantación de un régimen autoritario: el Imperio. Pero hoy en día, la Democracia se yergue triunfante y es la que nos está conduciendo, como los lemminges, hacia el precipicio.

    ¿Porqué pasa esto? Es muy simple, y en ello coincide Juan Manuel de Prada: tras la Revolución Francesa, el poder político fue tomado por el económico; hasta antes de los procesos iniciados con la toma de la Bastilla, una de las más importantes funciones del gobierno era proteger al pueblo de los abusos e intereses de los poderosos económicamente: el Imperio Romano fue implantado con la finalidad de proteger colocar finalmente a los Plebeyos en plano de igualdad con los Patricios bajo una autoridad que protegiese a todos, y el absolutismo se implantó cuando los reyes europeos pusieron punto final al poderío de los nobles, propietarioas de la tierra, y por ende, de la riqueza.

    Pero las democracias son diferentes: las campañas electorales son cada vez más caras, y los políticos dependen de donantes que les sufraguen los gastos, así que, muchas veces, se establecen compromisos previos a las campañas mediante los que los potentados exigen prebendas a cambio del apoyo; como resultado, los políticos se convierten en siervos de los intereses de los dueños de la plata, a quienes luego otorgan concesiones, contratos para obras públicas, ser proveedores del Estado o aceptación de sus monopolios, exenciones fiscales e impunidad. Por ello, detrás de cada decisión, de cada política pública implementada, existe el interés lucrativo de alguien: podemos adivinar que, por ejemplo, detrás de las políticas en torno a la ideología de género y el aborto se encuentran numerosos beneficiarios: consorcios médicos, farmacéuticas, laboratorios, la industria de los cosméticos y demás que se benefician de la producción de hormonas sintéticas, del establecimiento de clínicas, etc. en torno a la migración, se encuentran los intereses de empresas que desean mano de obra barata y dócil, por lo que, las oleadas de refugiados en realidad se trata de trabajadores importados en una nueva forma de esclavitud. --Con el regalo oculto de los proveedores de dicha mano de obra, las élites islámicas, que envían islamistas radicales entre los viajeros.


    Lo mismo ocurre con las políticas ambientalistas: detrás de la histeria contra los popotes de plástico, existe seguramente el deseo de industrias que elaboran el mismo producto pero con materiales "biodegradables", que quizá no tengan la calidad ni la durabilidad de los tradicionales; e incluso, quizá contaminen más que éstos, como ocurre con los autos eléctricos, cuyo proceso de producción hace que sean más contaminantes que los de motor a gasolina, ¿pero qué tal contar con el apoyo de los gobiernos para, vía decreto, prohibir ciertos productos, eliminar la competencia y obtener el dominio del mercado gracias al intervencionismo estatal? Además de generar en la masa dúctil y receptiva la necesidad de cambiar de producto mediante las sentimentales imágenes de la tortuga con la nariz tapada por una pajilla.


    El sentimentalismo impera en todo, pues es estimulado tanto por gobiernos como empresas por medio de la publicidad: se estimula la humanización de los animales, el veganismo y así, ya no se da la eliminación de los animales callejeros pese a representar un riesgo a la salud pública: se estimula la "adopción" de los mismos, o que el Estado hasta les de de comer a los perros que vagan por las calles, lo que al final, también beneficia al negocio de la industria veterinaria, que produce hasta ropa y carriolas para los animales consentidos por sus dueños; esto contrasta sin embargo, con el enorme odio de los humanos contra sus semejantes: detrás del aborto y la fructífera industria creada a su alrededor de ONG's y multinacionales de la muerte se encuentra el deseo en realidad de desplegar el odio del hombre hacia el hombre, el revanchismo de la mujer contra el hombre, etc. Las ideologías estimulan el odio, la división y la confrontación. Y además, crean una justificación para desbocar ese odio y el deseo larvado de hacer daño a otros. En mucho, estoy seguro que detrás de los abortistas está la plena conciencia de que asesinan, pero la acallan con discursos sobre los derechos de las mujeres y la salud. Finalmente, todo mundo más de alguna vez hemos sentido la tentación de la violencia, y el deseo de desbocar las bajas pasiones, lo que hacen los políticos, gobiernos y empresas es simplemente darnos la oportunidad de desatarlas y justificarlas, a lo que muchos, reaccionan gustosos. Se le da a las masas lo que quieren oír y hacer, y a la vez, se les tiene bajo control.

    Porque esto nos lleva a un nuevo totalitarismo: muerta la moral y desprovistos de la idea de Dios y de un orden existente en la Naturaleza, la gente espera que sea el Estado quien de su aval a toda conducta y todo hecho con la "legalización"; destruida la familia, destruida la Iglesia, y toda comunidad intermedia, sólo queda el individuo sometido al Estado y sus brazos, Estado que además, se convierte en mero instrumento de una oligarquía que lo usa para beneficiar sus intereses. El caos además, desatado en una sociedad que no encuentra sentido ya al mundo y a la vida, encuentra su solución en el Estado o en la figura de los caudillos populistas, por lo que el autor maneja la idea de la llegada de un Diocleciano que restaure el orden y de paz, lamentablemente, como en el caso del emperador romano, el caos se desatará tras él con mayor fuerza... cabe preguntarse si el papel en México de López Obrador no es el de ser ese Diocleciano que fue electo por la población como alguien de quien se espera, tranquilice las cosas tras la vorágine de cambios traídos por las últimas décadas.

    En resumen, es un excelente libro que toda persona interesada en saber el porqué están sucediendo las cosas que vemos todos los días y porqué se ha abandonado a la razón y todo se supedita al sentimiento, en pocas palabras, la estupidez impera, pues se tiene a las masas estúpidas por parte de élites estúpidas igualmente, cuyo afán de lucro desmedido está por destruir la fuente de sus ganancias o abriéndole la puerta a quienes son igualmente sus enemigos. Nuestra Civilización Occidental tiene los días contados; la misma se extinguirá cuando la generación de los Millenials --perezosos, caprichosos, consumistas, hedonistas y crédulos-- llegue finalmente a hacerse cargo de todo y asuma puestos de poder o responsabilidad, en su incapacidad, arrasarán con todo. Estoy hablando, por tanto, que eso ocurrirá en cuando mucho 20 o 30 años.

    Dentro de un siglo, cuando el Islam, y el poderío ruso, chino e hindú se extiendan sobre las humeantes ruinas de lo que alguna vez fue Occidente, se pregunten qué fue lo que nos pasó, dirán que fue por la estupidez y el lucro, lo que les allanó el camino.



    _______________________________________

    Fuente:

    EL MUNDO SEGUN YORCH: LA TIRANÍA DE LA ESTUPIDEZ (COMENTARIOS SOBRE UN LIBRO FUNDAMENTAL)

  2. #2
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    Democracia y laicismo – Nicolás Gomez Dávila





    El dialogo entre democracias burguesas y democracias populares carece de interés, aun cuando no carezca de vehemencia, ni de armas.

    Tanto capitalismo y comunismo, como sus formas híbridas, vergonzantes, o larvadas, tienden, por caminos distintos, hacia una meta semejante. Sus partidarios proponen técnicas disímiles, pero acatan los mismos valores.

    Las soluciones los dividen; las ambiciones los hermanan. Métodos rivales para la consecución de un fin idéntico. Maquinarias diversas al servicio de igual empeño.

    Los ideólogos del capitalismo no rechazan el ideal comunista; el comunismo no censura el ideal burgués. Al investigar la realidad social del concurrente, para denunciar sus vicios, o disputar la identificación exacta de sus hechos, ambos juzgan con criterio análogo. Si el comunismo señala las contradicciones económicas, la alienación del hombre, la libertad abstracta, la igualdad legal, de las sociedades burguesas; el capitalismo subraya, paralelamente, la impericia de la economía, la absorción totalitaria del individuo, la esclavitud política, el restablecimiento de la desigualdad real, en las sociedades comunistas. Ambos aplican un mismo sistema de normas, y su litigio se limita a debatir la función de determinadas estructuras jurídicas. Para el uno, la propiedad privada es estorbo, para el otro, estímulo; pero ambos coinciden en la definición del bien que la propiedad estorba, o estimula.

    Aunque insistan ambos sobre la abundancia de bienes materiales que resultara de su triunfo, y aun cuando sean ambos augurios de hartazgo, tanto la miseria que denuncian, como la riqueza que encomian, solo son las más obvias especies de lo que rechazan o ambicionan. Sus tesis económicas son vehículo de aspiraciones fabulosas.

    Ideologías burguesas e ideologías del proletariado son, en distintos momentos, y para distintas clases sociales, portaestandartes rivales de una misma esperanza. Todas se proclaman voz impersonal de la misma promesa. El capitalismo no se estima ideología burguesa, sino construcci6n de la razón humana; el comunismo no se declara ideología de clase, sino porque afirma que el proletariado es delegado único de la humanidad. Si el comunismo denuncia la estafa burguesa, y el capitalismo el engaño comunista, ambos son mutantes históricos del principio democrático, ambos ansían una sociedad donde el hombre se halle, en fin, señor de su destino.

    Rescatar al hombre de la avaricia de la tierra, de las lacras de su sangre, de las servidumbres sociales, es su común propósito. La democracia espera la redención del hombre, y reivindica para el hombre la función redentora.

    Vencer nuestro atroz infortunio es el más natural anhelo del hombre, pero sería irrisorio que el animal menesteroso, a quien todo oprime y amenaza, confiara en su sola inteligencia para sojuzgar la majestad del universo, si no se atribuyese una dignidad mayor, y un origen más alto. La democracia no es procedimiento electoral, como lo imaginan católicos cándidos; ni régimen político, como lo pensó la burguesía hegemónica del siglo pasado; ni estructura social, como lo enseña la doctrina norteamericana; ni organización económica, como lo exige la tesis comunista.

    Quienes presenciaron la violencia irreligiosa de las convulsiones democráticas, creyeron observar una sublevación profana contra la alienación sagrada. Aun cuando la animosidad popular solo estalle esporádicamente en tumultos feroces o burlescos, una crítica sañuda del fenómeno religioso, y un laicismo militante, acompañan, sorda y subrepticiamente, la historia democrática. Sus propósitos explícitos parecen subordinarse a una voluntad más honda, a veces oculta, a veces publica, callada a veces, a veces estridente, de secularizar la sociedad y el mundo. Su fervor irreligioso, y su recato laico, proyectan limpiar las almas de todo excremento místico...



    Nicolás Gomez Dávila – “Textos I”. Bogotá 1959





    _______________________________________

    Fuente:

    Nacionalismo Católico San Juan Bautista: Democracia y laicismo – Nicolás Gomez Dávila

  3. #3
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    ¡Qué viva la vida, pero no la de los políticos!

    《Los hombres a quienes la gente debería elegir para representarlos están demasiado ocupados como para tomar los empleos. Pero el político lo está esperando. Es la pestilencia de los tiempos modernos. Lo que deberíamos intentar hacer es que la política sea lo más local posible. Los políticos lo suficientemente cerca como para patearlos. Los lugareños que se encuentran bajo los árboles de los pueblos también podrían colgar a sus políticos de ellos. Es terrible contemplar cuán pocos políticos son ahorcados.》


    ~G.K., Chesterton, entrevista en el Cleveland Press, 1 de marzo de 1921






    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/photo.php?f...type=3&theater
    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas

  4. #4
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    Los pueblos sabios no existen.





    https://www.youtube.com/watch?v=VZt1DDMqY0c

  5. #5
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    jueves, 23 de junio de 2011

    Escolios antidemocráticos.

    Una interesante radiografía del sistema que hoy es el dogma del mundo moderno y anticristiano, a modo de selección de sentencias de Nicolás Sánchez Dávila.

    Cambiar un gobierno democrático por otro gobierno democrático se reduce a cambiar los beneficiarios del saqueo.

    Errar es humano, mentir: democrático.

    El político en una democracia se convierte en bufón del pueblo soberano.

    La democracia celebra el culto de la humanidad sobre una pirámide de cadáveres.

    Habiendo promulgado el dogma de la inocencia original, la democracia concluye que el culpable del crimen no es el asesino envidioso, sino la víctima que despertó la envidia.

    El político demócrata no adopta las ideas en que cree, sino las que cree que ganan.

    Tanto capitalismo y comunismo, como sus formas híbridas, vergonzantes o larvadas, tienden, por caminos distintos, hacia una meta semejante. Sus partidarios proponen técnicas disímiles, pero acatan los mismos valores. Las soluciones los dividen, las ambiciones los hermanan. Métodos rivales para la consecución de un fin idéntico. Maquinarias diversas al servicio de igual empeño.

    El tonto no confía en verdad que la opinión pública no avale.

    La compasión con la muchedumbre es cristiana; pero la adulación de la muchedumbre es meramente democrática.

    La popularidad de un gobernante en una democracia es proporcional a su vulgaridad.

    Las democracias tiranizan preferentemente por medio del poder judicial.

    El capitalismo es deformación monstruosa de la propiedad privada por la democracia liberal.

    El historiador democrático enseña que el demócrata no mata sino porque sus víctimas lo obligan a matarlas.

    La democracia es una religión antropoteísta. Su principio es una opción de carácter religioso, un acto por el cual el hombre asume al hombre como Dios.

    La realización práctica del principio democrático re*clama, en fin, una utilización frenética de la técnica y una implacable explotación industrial del planeta.

    La técnica no es producto democrático, pero el culto de la técnica, la veneración de sus obras, la fe en su triunfo escatológico, son consecuencias necesarias de la religión democrática. La técnica es la herramienta de su ambición profunda, el acto posesorio del hombre sobre el universo sometido. El demócrata espera que la técnica lo redima del pecado, del infortunio, del aburrimiento y de la muerte. La técnica es el verbo del hombre-dios.

    La humanidad democrática acumula inventos téc*nicos con manos febriles. Poco le importa que el desarrollo técnico la envilezca o amenace su vida. Un dios que forja sus armas desdeña las mutilaciones del hombre.

    La veneración de la riqueza es fenómeno democrático. El dinero es el único valor universal que el demócrata puro acata.

    La tesis de la soberanía popular entrega la dirección del estado al poder económico.

    La doctrina democrática es una superestructura ideológica, pacientemente adaptada a sus postula*dos religiosos. Su antropología tendenciosa se pro*longa en apologética militante. Si la una define al hombre de manera compatible con su divinidad postulada, la otra, para corroborar el mito, define al universo de manera compatible con esa artificiosa definición del hombre. La doctrina no tiene finali*dad especulativa. Toda tesis democrática es argu*mento de litigante, y no veredicto de juez.

    La democracia no es atea porque haya compro*bado la irrealidad de Dios sino porque necesita ri*gurosamente que Dios no exista. La convicción de nuestra divinidad implica la negación de su existen*cia. Si Dios existiese el hombre sería su criatura. Si Dios existiese el hombre no podría palpar su divi*nidad presunta. El Dios trascendente anula nuestra inútil rebeldía. El ateísmo democrático es teología de un dios inmanente.

    La democracia individualista suprime toda institu*ción que suponga un compromiso irrevocable, una continuidad rebelde a la deleznable trama de los días. El demócrata rechaza el peso del pasado y no acepta el riesgo del futuro. Su voluntad pretende borrar la historia pretérita y labrar sin trabas la his*toria venidera. Incapaz de lealtad a una empresa remitida por los años su presente no se apoya so*bre el espesor del tiempo; sus días aspiran a la dis*continuidad de un reloj siniestro.

    Los mandatarios burgueses del sufragio prohíjan el estado laico para que ninguna intromisión axiológica perturbe sus combinaciones. Quien tolera que un reparo religioso inquiete la prosperidad de un negocio, que un argumento ético suprima un ade*lanto técnico, que un motivo estético modifique un proyecto político, hiere la sensibilidad burguesa y traiciona la empresa democrática.


    Nicolás Sanchez Dávila. Tomado de “Almena Blog”.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://statveritasblog.blogspot.com...ocraticos.html

  6. #6
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    «En ninguna forma de gobierno es tan importante la instrucción como en la democrática; porque, si el pueblo es corrompido, su soberanía es la omnipotencia del mal, y si es ignorante, su libertad es una quimera peligrosa, es la libertad de un ciego que camina a la ventura al borde del abismo.»


    —Gabriel García Moreno





    __________________________________

    Fuente:


    https://www.facebook.com/francisco.nunezdelarco.9/posts/2624738577776252?
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  7. #7
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    viernes, 16 de octubre de 2020

    En defensa del Voto - Juan Manuel Palacio





    Si el sufragio –sobre todo el sufragio universal- puede terminar con una sociedad, sólo el voto puede redimirla. Que la palabra voto se haya transformado en un sinónimo de sufragio no es una curiosidad, más o menos pintoresca, para esparcimiento académico. Es, más bien, un “voto a Satanás”, el fruto de una tendencia perversa que lleva –lenta y seguramente- a la disolución del lenguaje. Y la disolución del lenguaje que es ¡ay! una de las pocas cosas que nos distinguen de los animales, constituye un preámbulo de la disolución de lo humano. La diferencia específica entre el hombre y los animales es más bien la palabra que la razón: los tontos y los locos son hombres porque pueden hablar, aunque no razonen. Cuando los cristianos profesamos nuestra fe en la salvación, decimos que el Verbo –y no la Razón- se hizo carne.


    La conspiración maligna

    En todo atentado contra la palabra –que es algo sagrado- hay una conspiración maligna, una intención deshumanizante. Sobre todo, cuando no se trata de un mero cambio en la grafía o en la pronunciación –que normalmente quedan intactas- sino en el contenido. No tiene importancia que “blanco” se escriba con “ve corta”, pero que blanco comience a significar negro ya resulta alarmante. El desuso es la muerte natural de las palabras; el equívoco, en cambio, es la muerte violenta, el asesinato por mentira. La palabra entonces se envilece, se degrada, pierde el “sentido común”, se prostituye y se utiliza para mentir. En nuestros días, el lenguaje sufre un proceso universal de degeneración, coincidente con la decadencia de la poesía como arte, de la filología como ciencia y de la “palabra empeñada” –EL VOTO- como norma de vida. Paralelamente se da un auge de las disciplinas bíblicas que es plausible, en principio, pero que en muchos casos se encamina –por influencia del racionalismo naturalista- a relativizar el valor o la vigencia de la palabra de Dios. Toda teología puede ser cuestionada por un hebraísta sutil abandonado al libre examen de las palabras. La cizaña del equívoco ofrece, en este siglo, su cosecha más abundante desde los tiempos en que Adán recibió el mandato de NOMBRAR al mundo.


    Un ataque diabólico

    El asfixiante olor a azufre que despide este proceso de disolución del lenguaje es imperceptible para los narices incrédulas, para los pobres pulmones acostumbrados al “smog” sulfuroso de los tiempos, resignadamente sometidos a la dialéctica y, por lo tanto, a la contradicción –nuevo eufemismo de la mentira- como algo saludable, como condición de progreso. El ataque al lenguaje es diabólico porque sin lenguaje inteligible no puede haber razonamiento inteligible: el acceso racional a la verdad queda bloqueado por la falta de sentido –por la “insignificancia”- de las palabras. Sin lenguaje inteligible no hay entendimiento, ni paz, ni diálogo, ni promesa valederos. La corrupción del lenguaje es el método más directo de corromper a los hombres.

    El respeto por la palabra fue una orden de Jesucristo a sus discípulos. “Que vuestro lenguaje sea ‘sí, sí, no, no’, en contraste con los circunloquios, las ambigüedades y las falacias de los paganos. De allí proviene el voto, que significa CONSAGRACIÓN. El voto es algo así como la consagración de la palabra para un cristiano. Y la DEVOCIÓN es la fidelidad a esa palabra empeñada ante Dios, la Virgen o los Santos. Sobre el voto y no sobre el “contrato” jurídico se basa el matrimonio indisoluble. Sobre el voto y no sobre el “contrato social” se basa la lealtad del ciudadano cristiano a su patria…


    Una entereza inquebrantable

    El voto, la palabra consagrada, supone una idea muy seria de la vida. Supone que la vida es una vocación a la que se debe fidelidad y que es RESPONSABLE DE ESA FIDELIDAD. Supone también, desde luego, una elección, pero una elección definitiva: el voto por excelencia es el VOTO PERPETUO de los religiosos. Ese compromiso vitalicio –que tanto horroriza al espíritu moderno- es tanto más obligatorio cuanto más libremente se formula como, por ejemplo, en el caso del matrimonio o del sacerdocio. Un hombre capaz de cumplir hasta el heroísmo un voto perpetuo es un hombre verdaderamente libre.

    Esa entereza inquebrantable fue el ideal de la Cristiandad en sus buenas épocas. Los votos caballerescos, que obligaban de por vida, consolidaron el prestigio legendario de los antiguos caballeros cristianos. La palabra “caballeros” apenas significa hoy día otra cosa que un conjunto de modales agradables (o no), la pertenencia a determinados clubes sociales y la adhesión a unas pocas opiniones conservadoras y erróneas. Durante mil años significó, en cambio, la integridad más absoluta al servicio del ideal moral.


    El significado del voto

    Opuesto al capricho y a las veleidades del sufragio democrático, el voto significaría, en Política, la devoción por el bien común entendida como un compromiso vitalicio entre el ciudadano y su patria. El político DE-VOTO o “de voto” cumple así con su deber, aunque no tenga éxito, porque la obtención del poder o el mantenimiento en el poder no son –aunque se procure y desee- el objeto último de su lealtad. Si lo son, en cambio, para el maquiavélico.

    Mientras vemos, por todas partes, que la carne se hace verbo y le comunica sus inexorables proclividades a la corrupción y a la muerte, intentemos restaurar el voto, que es la palabra humana hecha carne. El voto es la asunción espiritual de lo efímero, de lo carnal o temporal, para ser ofrecido, consagrado y pronunciado en ofrenda razonable y aceptable como homenaje VOTIVO al orden eterno.


    JUAN MANUEL PALACIO


    Fuente: Revista Verdad




    __________________________________

    Fuente:


    Nacionalismo Católico San Juan Bautista: En defensa del Voto - Juan Manuel Palacio
    ALACRAN y ReynoDeGranada dieron el Víctor.

  8. #8
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    La sacralización de la DEMOCRACIA: del rito al mito. FORJA 090





    https://www.youtube.com/watch?v=-iFIXpKRHeU&t=6s

  9. #9
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    De la democracia, ¿puede salir algo bueno?

    por Flavio Infante

    19/11/2019



    La democracia, sepulturera del «demos»

    Es frecuente que cuando algo es exaltado sobremanera, cuando a algo o alguien se le arroga un puesto en la escala de los seres muy por encima de su real talante, lo que sigue sea la aniquilación implacable del objeto así encumbrado. Porque el absurdo es corrosivo, y el abstraer a nadie de su real puesto en el cosmos atrae la intervención de esa justicia vindicativa implícita en las obras de la Providencia divina, que no se está ociosa ante los desafueros de los mortales. Poner a algo o alguien por las nubes suele seguirse de su conversión en gas, en humo.

    Algo así ocurrió con esa unidad orgánica y jerárquica llamada «pueblo» después de que agitadores e ideólogos de la Revolución levantaran el increíble estandarte de la «soberanía popular», dotando de atributos regios (que, por definición, corresponden a uno solo) a la muchedumbre. Muy pronto desde entonces la unidad del pueblo (que le venía dada por su identidad histórico-cultural) pasó a fundarse en esta prerrogativa que se le birlara al Príncipe, lo que supuso quizás la más crasa cristalización del error voluntarista -y de mayor alcance- que se conozca en la vida de las sociedades históricas.

    Fue un golpe de mano al nivel de las concepciones primordiales, de los conceptos que traducen la aprehensión misma de las cosas, una herida en la inteligencia que determinó la vasta hecatombe de extravíos que se han venido sucediendo hasta la actualidad en progresión siempre creciente. Como consecuencia, el pueblo dejó de existir a instancias de la masa -esa entidad voluble, de pura materialidad sin forma, pasible de ser domeñada, como la masilla, por las manos de aquel que se la apropie. Y susceptible también de ser arreada detrás de una “causa” tan volátil como la honra de sus propugnadores. En nuestros días lo comprueba sin atenuantes el auge incontrastable de la estupidez, cuyo cultivo se revela prioritaria política de Estado, al igual que la coexistencia (la paradoja no es más que aparente) del individualismo y la despersonalización más extremos, en una hipnótica síntesis de liberalismo y colectivismo marxista consumada por esa «fraternidad» postrera llamada a superar la tensión (latente ya desde los días de Desmoulins y de Babeuf) entre la libertad y la igualdad revolucionarias. La democracia –dogma inatacable de nuestro tiempo, y por ello tabla a la que se aferra el hombre limitado a su solo instinto de conservación, como lo comprueba tanto comedido obispo- supo así erigir al buenismo como árbitro de las disociadoras fuerzas del orgullo y de la envidia que bullían en su seno. Por este recurso extremo logra la sociedad pervivir en su símil, tal como el pueblo lo venía haciendo en su simio.


    El convencionalismo axiológico, fruto del trastorno democrático de los principios

    La remota e indeficiente lección de un Pitágoras, que supo a lo múltiple derivado de lo Uno, apenas dice nada a nuestros contemporáneos arrastrados tan habitualmente al caos como periódicamente a las urnas. Ni se sentirán sus ideólogos llamados, como aquellos ilustres filósofos que la historia registra con el mote de «presocráticos», a remontar afanosamente la pluralidad de los seres en busca del Principio unitario. En política, concretamente, aquel talante fructificó en el viejo Platón de la Carta VII y en el mayor de sus discípulos, cuya máxima luego glosada por santo Tomás («sapientis est ordinare») cifraba una cualidad tan netamente personal que mal podía atribuirse a la multitud. Sabio se dice de uno, que no de muchos. Corresponde, en todo caso, a los muchos (y esto es efecto de la sana regulación de la política) beneficiarse del rebalse del gobernante sabio.

    En la vieja noción de la soberanía real como dimanada de Dios, las leyes del buen gobierno temporal no pueden sino reproducir por analogía el gobierno providencial del Creador sobre todas las cosas, al paso que es la propia Providencia la que designa al mandante, la que lo trae al pináculo de la existencia pública para que encarne aquellos principios. Alguno podrá replicar que esto podría igualmente decirse del gobernante consagrado por los votos de miríadas de electores encantados por la propaganda multimedia, toda vez que la Providencia no tuvo a bien impedir su ascenso fulminándolo con un rayo. Será menester entonces notar la profunda disparidad de los principios que animan a una y otra concepción para entender que difícilmente disponga Dios ungir al príncipe que ha sido fruto de la rebelión contra Su ley, haciendo al pueblo la fuente del poder. A lo más, todo lo que caiga de este lado servirá a explicar ese singular aspecto de la Providencia conocido como «permisión del mal».

    La democracia ateniense había sido el régimen político proporcionado a la tesis de Protágoras (el puro metro humano) y a la logomaquia de los sofistas. La democracia moderna, para salvar el abismo de tantos siglos, aprovechó el jalón del absolutismo real -si es que no estaba implícita en él: el rey, poniéndose al margen de todo lo que limitaba el ejercicio de su autoridad (empezando por la tradición política común, de la que se tenía voluntariamente por ab-suelto, como así también de todo ligamen trascendente a la mera razón de Estado), y aunque siguiera invocando el origen divino de su mandato, actuaba persuadido de la autodeterminación del mismo. Bastó sólo con cambiar el sujeto de esta autodeterminación (que ya constituía una doctrina extraña aunque la encarnara un hombre de cetro y corona) para desencadenar la catástrofe democrática en agobiante vigor. No es casual que la Revolución política triunfara primeramente en aquellas naciones (Inglaterra, Francia) que antes habían sucumbido a la deriva absolutista.

    Hay, pues, una doble indebida apropiación, un auténtico pillaje en la raíz misma de este régimen que ha sido universalmente impuesto a sangre y fuego en el arco que va de las guerras napoleónicas hasta las dos Guerras Mundiales. Lo que descarta, para el caso, el profesarle alguna indulgencia por recurso a la manida «indiferencia» respecto del modo de gobierno en tanto éste conspire al bien común. [Urge, por lo demás, descartar la engañosa identificación de «bien común» con desarrollo técnico-económico: si hay un espejismo que no debiera hacer mella entre católicos es éste, estrechamente asimilable al carácter de las tentaciones sufridas por Nuestro Señor en el desierto, reductibles al cabo a la conversio ad creaturam. Ésta es precisamente la adulterada noción de «bien común» que prevalece, cuando aún se la invoca, en la híspida conglutinación democrática]

    Una vez creado y ensanchado el vacío, lo que matemáticamente sigue (si acaso, a modo de paliativo instado por el horror vacui) es la agotadora recurrencia a la constitución escrita, esa especie de compromiso entre el derecho positivo y la ley no escrita en la que anidan aquellos principios «de rango constitucional» que garantizarían alguna solidez en la licuefacción del moderno devenir político. Pero aun estos principios fundantes no pueden sustraerse a su carácter enteramente convencional, indiferentes como lo son a la naturaleza de las cosas invocadas en sus formulísticos notariales parágrafos. La democracia es cínicamente positivista, consagra la pura facticidad contra el «deber ser», y sus leyes suelen ser más la expresión de la procacidad autosuficiente de una Babel orbital que no el reflejo de una armonía incoada en la convivencia de los hombres. Una pura nadería dimanada de consensos artificiales que no alcanza a llenar de alguna sustancia a esos sus «valores» ululados hasta la extenuación.

    A la postre, no hay nada de innoble, de vergonzoso o de protervo que la democracia no se avenga a reivindicar, allí donde la «diversidad» es el supremo paradigma.


    La democracia es una religión

    En un texto escrito hace ya cien años e incluido en su El espectador, Ortega aludía al hecho de que «como la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de procurarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias». Entre estas extravagancias el autor deploraba particularmente el plebeyismo que, lejos de suponer la elevación de la plebe a partir de la adquisición de un cierto inventario de derechos que otrora le habrían sido denegados, se reducía al «proceso de conquista de las clases superiores por los modales chulescos». Certera en este último punto la observación, lo que Ortega no advierte es que la democracia, desde su funesta irrupción, se pretende a sí misma precisamente «principio integral de la existencia», y que en el ya remoto origen histórico de este convulso movimiento hacia el establecimiento de la Civitas hominis late un postulado lo suficientemente radical como para reclamar algo más que «puras formas jurídicas» que lo coronen. Esa primacía o imperio (kratoV) concedidos, en insuperable impostura tética, a un «pueblo» que no es sino la hipóstasis larvada del mero arbitrio humano, ese hachazo aplicado a las raíces mismas de unos hábitos sociales fundados en la convicción inmemorial de que hay leyes inherentes a las cosas y al hombre y que éstas son previas a su arbitrio, ese auténtico salto histórico al vacío (y acá volvemos a considerar la correspondencia con una de las tentaciones rechazadas por el Señor en el desierto) no puede no querer constituir sino un «principio integral de la existencia» -o más bien un principio desintegrador de la misma. La democracia pretende ser mucho más, en suma, que una mera ordenación jurídica.

    Lo vio con la acuidad que es suya propia Nicolás Gómez Dávila, quien antes de abordar el tema de la democracia en su desarrollo histórico se sirvió recordar que «todo acto se inscribe en una multitud simultánea de contextos; pero un contexto unívoco, inmoto y último los circunscribe a todos. Una noción de Dios, explícita o tácita, es el contexto final que los ordena». De ahí que «ninguna situación concreta es analizable sin residuos o dilucidable coherentemente mientras no se determine el tipo de fallo teológico que la estructura». Se aplica aquí lo del Evangelio: «antorcha de tu cuerpo son tus ojos: si tu ojo fuere puro, o estuviere limpio, todo tu cuerpo estará iluminado. Mas si tienes malicioso o malo tu ojo, todo tu cuerpo estará oscurecido« (Mt 6,22). La democracia supone una identificación fundamental del hombre con la divinidad: es antropolátrica. «Su doctrina es una teología del hombre-dios; su práctica es la realización del principio en comportamientos, en instituciones y en obras»: esto es, la proyección corpórea de lo que el ojo ha previamente concebido.

    Por esto es que el abordaje de la democracia conviene sea hecho no tanto desde la teoría política cuanto desde la teología de la historia. Surgida para acabar con el régimen de cristiandad y para opugnar y suplantar al cristianismo (cosa inmediatamente advertida por los mártires de La Vendée y por los más esclarecidos testigos de la infestación revolucionaria, entre ellos un acatólico como Edmund Burke), este maldito propósito y la latitud de su éxito obligan a configurarla con las profecías atinentes a las postrimerías, al reinado del Anticristo –o, al menos, a retenerla su más esclarecido precursor. Su carácter sustitutivo y simiesco resulta, por lo demás, explícito al advertir el encomio que la democracia ha hecho a menudo de sus «padres», no que de sus «apóstoles» y «mártires». Como un organismo parásito, tomó la nomenclatura cristiana para re-semantizarla de conformidad con sus fétidos fantasmas.

    En estos tiempos de delirante ecumenismo dados a exagerar la porción de verdad contenida de hecho en las distintas religiones(los semina Verbi que san Justino vio esparcidos desde antiguo en los más diversos cultos), no estará de más precaverse contra la más irredimible de las religiones, aquella que ostenta el cero perfecto en punto a siembra de verdades parciales, la religión que enaltece a la humanidad, que es -otra vez en palabras de Gómez Dávila- «el único dios totalmente falso».


    Efectos deletéreos de la democracia

    Así como en el microscopio se escrutan los agentes patógenos, los efectos devastadores de los rituales democráticos en una nación pueden reconocerse al vivo en los pueblitos de campaña. Quien suscribe estas líneas vive en una localidad de la pampa húmeda que supera en poco los quinientos habitantes, y puede dar cuenta de lo que cualquier vecino podría confirmar: la proximidad de las elecciones pone a los candidatos (que suelen ser dos) en una frenética campaña de “compra de voluntades”, con erogación de dinero contante y sonante a cambio del voto. Tanto es así, que no extraña que el derrotado pueda alegar como razón de su derrota su menor disponibilidad financiera para el ejercicio de la venalidad.

    El carácter religioso invertido, como de superchería inapelable, se destaca al comparar la escasísima asistencia a Misa (o lo que eso parece, picado el nuevo rito dizque católico de toda suerte de guiños democratizantes y antropolátricos), en contraste con la masiva afluencia al cuarto oscuro. Endomingados para la fiesta cívica a la que acuden con la prestancia de las reses al matadero, los vecinos revelan sin saberlo el carácter sustitutivo de la verdadera religión que asume esta otra completamente ajena al esplendor y la belleza de la Verdad. Para no hablar del efecto inmediato de la comparsa comicial: la enemistad facciosa, de grupetes, fundada ni siquiera en la inconciliabilidad de cosmovisiones en pugna, sino –mucho más acá- en una rivalidad inducida, de gallos de riña, con susceptibilidades heridas a golpe de monosílabo y resquemores tan pueriles como durables. Como su nombre lo explicita, la política “de partido” vuelve a exhibir, aun en los escenarios más simples, todo el tenor de su aversión a la unidad.

    Es conocido aquel pasaje del Martín Fierro en que el protagonista es «arreado en montón» para ir a servir en la frontera con el indio, a instancias de un juez de paz que no le perdona su poca afición a los comicios:


    A mí el juez me tomó entre ojos
    En la última votación.
    Me le había hecho el remolón
    Y no me arrimé ese día,
    Y él dijo que yo servía
    A los de la esposición.
    Y ansí sufrí ese castigo,
    Tal vez por culpas ajenas.
    Que sean malas o sean güenas
    Las listas, siempre me escondo:
    Yo soy un gaucho redondo
    Y esas cosas no me enllenan.


    Se observa cómo el delirio polarizador inspira a los facciosos de uno y otro bando el atribuirle al abstencionista su presunta pertenencia al rival, «a los de la oposición». En nuestra campaña de la segunda mitad del siglo XIX, el hombre que llevaba en la latitud de su soledad el eco de una tradición atacada por el cosmopolitismo de los necios, sabía despreciar rotundamente las tretas de los mercaderes de ilusiones y las lisonjas prometeicas. Sabía, sin demasiadas letras, que «esas cosas» no son la plenitud de nadie.

    La plenitud que reivindicaba Fierro, con todo, luce imposible en tiempos de tal vacío existencial que hace que nuestros contemporáneos suenen a hueco si se los golpea un poco. La célebre pregunta de Natanael, aplicada ya no a Nazaret sino a la democracia o a la modernidad (que ambos son términos intercambiables por metonimia, como «feudalismo» y «alta Edad Media») puede responderse con un «ven y verás» que exhiba el mustio cuadro de la pura problematicidad de la existencia, la crisis político-económica crónica, la demolición de la familia, el aborto, la perversión sexual, la corrupción de las conciencias de los niños, el apogeo de la usura, la depresión y el hastío de la vida, la desmembración de las naciones y su repoblación a expensas de inmigraciones sustitutivas, la falsificación sistemática de todo lo visible y lo invisible, etc, …para comprender que el católico que esté dispuesto a cumplir un módico servicio a la verdad aceptando las reglas de la moderna política de partidos tendrá que hacer abstracción de sus principios –los suyos propios y los de la democracia-, y rehuir toda atención a las consecuencias y fines atinentes a unas premisas lo bastante explícitas como para augurar algo mejor que lo que vemos con espanto. Tendrá que admitir la homologación del Evangelio con las doctrinas más aberrantes, del mismo modo que el procedimiento eleccionario empareja al héroe y al desertor, al santo y al rufián, ya que todo voto vale uno.

    Una eficiente acción política católica para nuestros tiempos estribaría –así lo suponemos y así lo ponemos por obra- en un estado de repulsa categórica y de espera vertical, opiniendo a aquellos novissimus diebus [quibus] instabunt tempora periculosa (II Tim 3,1) el testimonio de una prestancia ojival y una solidez inconmutable, como de piedra viviente integrada en el templo espiritual de los redimidos. Dios nos lo conceda. Porque de los laberintos se sale por arriba, y a esta bestia pluricéfala y de aliento venenoso como la hidra sólo puede vencerla aquel Heracles divino que vendrá como el rayo, y no a la cabeza de ninguna lista eleccionaria.





    Flavio Infante

    Católico, argentino y padre de cuatro hijos. Abocado a una existencia rural, ha publicado artículos en diversos medios digitales, en la revista Cabildo y en su propio blog, In Exspectatione




    _______________________________________

    Fuente:

    https://adelantelafe.com/de-la-democ...ir-algo-bueno/

  10. #10
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna





    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas

  11. #11
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna





    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas

  12. #12
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    Los pueblos también se equivocan

    31.10.2019





    Es políticamente correcto afirmar que los pueblos nunca se equivocan. Vox Populi, Vox Dei. Aunque en Argentina como en otras naciones, existen pruebas concretas de que esto no es cierto, nadie se anima a decirlo so pena de ser tildado de facho, antidemocrático o golpista. No tendría porqué ser así.

    Mostrar la verdad evidente, no debería ser motivo de condena. Lo que la circunstancial mayoría elija, no implica que sea lo mejor. Del mismo modo, tampoco es necesariamente lo contrario.

    El lugar intocable que se la otorgado a la voluntad popular, es otra expresión del pensamiento impuesto por el establishment que nos ha convencido de la existencia de un falso dios: un pueblo idealizado que es depositario de la verdad.

    El pueblo abstracto solo existe en lo conceptual. La realidad es la de millones de hombres y mujeres con distintas aptitudes y motivaciones, fortalezas y deficiencias.

    Dictadores, gobernantes inescrupulosos y delincuentes fueron elegidos o apoyados por grandes mayorías a lo largo de la historia. Amores y odios se conjugaron con esperanzas desmedidas y miedos.


    Las pruebas

    La historia política argentina, ha sufrido desde la organización nacional varias etapas de inestabilidad que fueron horadando la credibilidad de las instituciones.

    Las tres primeras décadas del siglo XX, seguramente han sido las mejores. Luego se alternaron durante cincuenta y tres años, gobiernos de facto y constitucionales -con uno que dejó de serlo- hasta que finalmente en 1983 se inició una serie ininterrumpida de gobiernos elegidos por el pueblo que se continúa hasta el día de hoy.

    El advenimiento de la nueva democracia generó en el ideario colectivo la creencia de que habíamos logrado una panacea que nos marcaría el camino para sortear cualquier escollo y nos protegería de toda perturbación social.

    Alfonsín pontificaba: "Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura". Este fue el credo de los primeros años. Pero en menos de cinco, comenzó la hiperinflación y nos empezamos a dar cuenta que la democracia no solucionaba todos los problemas. El gobierno radical sucumbió y la crisis económica provocó la entrega del poder cinco meses antes de la finalización del mandato.

    Si bien, sabemos que los avatares económicos, no son simples cuestiones de esa área, es una realidad que nuestra idiosincrasia hizo que toda crisis moral se asocie siempre con la inestabilidad económica. La economía es nuestro órgano de choque. Allí se manifiesta todo lo que nos pasa, corrupción, presiones, miedos y falta de convicciones firmes.

    Sigamos con la historia. Asume Menem y continúa la hiperinflación hasta que en 1991/92 comienza el plan de convertibilidad y se crea el peso convertible. Se logra frenar la inflación y vinieron diez años de estabilidad cambiaria con baja inflación. En 1994, Menem logra reformar la Constitución, lo que le permitió presentarse en 1995 para un nuevo período presidencial de cuatro años. Se sostuvo que fue reelecto gracias al voto cuota. La gente no quería perder el uno a uno con el dólar.

    En 1999 con De la Rúa y el gobierno de la Alianza, el uno a uno tuvo una sobrevida de apenas dos años y estalló por el aire. Continuó una seguidilla impresentable de recambios presidenciales. Una especie de breve, pero contundente papelón internacional.

    Llegaron las elecciones de 2003. Néstor Kirchner fue electo debido a que Menem, que había salido primero, renunció a ir a una segunda vuelta. Se iniciaron cuatro años y medio de gobierno que terminaron con la entrega del poder a su esposa Cristina Fernández quien gobernó durante dos períodos. En estos doce años se generó una notable división en la ciudadanía, comparable en gran medida con el primer gobierno del régimen peronista.

    Llegaron las elecciones presidenciales de 2015 y con ella una nueva oportunidad. Esta vez no podíamos fallar. Parecía que habíamos encontrado la fórmula para retomar el camino de grandeza perdido hace siete décadas y superar las antinomias. Lamentablemente esto no ocurrió.


    Solo la verdad nos hará libres

    El domingo pasado, las mayorías volvieron a elegir a quienes ya estuvieron en el poder. Las antinomias heredadas persisten, al igual que la inflación, la inseguridad y los elevados índices de pobreza y de desempleo.

    Unos y otros se echan la culpa. Los años pasan y los problemas se profundizan. Hay gente contenta y hay otros con miedo, bronca y desesperanza. Los que eran enemigos ahora festejan como grandes amigos. Los que caminaron juntos se distancian y se enfrentan. Quizás muy pocos resistan un archivo.

    Con el resultado del domingo, quedó de manifiesto un país partido en dos. Han pasado treinta y seis años desde el regreso a la democracia y estamos cada vez peor.

    Dos frases pueden conjugarse para la esperanza que nunca debemos perder. Decía Alfonsín: "Si la política fuera solo el arte de lo posible, sería el arte de la resignación". Decía San Agustín: "Empieza haciendo lo necesario, después lo posible y de repente te encontrarás haciendo lo imposible".

    Quizás aún tengamos salida. Pero alguien lo tiene que decir: el pueblo también se puede equivocar.




    _______________________________________

    Fuente:

    Los pueblos también se equivocan - Opinión | Diario La Prensa

  13. #13
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,601
    Post Thanks / Like

    Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna

    Fracaso de la democracia en Magufolandia #UNCRISTIANONOTIENEMIEDO





    https://www.youtube.com/watch?v=V9WD5omKJLI

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España
    Por Ordóñez en el foro Hispanoamérica
    Respuestas: 205
    Último mensaje: 30/09/2023, 23:58
  2. El alma de las Américas y el Hispanismo
    Por Ordóñez en el foro Hispanoamérica
    Respuestas: 3
    Último mensaje: 11/05/2016, 06:11
  3. Sancho III "el Mayor", un Rey pamplonés e hispano
    Por Lo ferrer en el foro Navarra
    Respuestas: 11
    Último mensaje: 17/08/2014, 22:26
  4. Apuntes Socieconómicos Hispanoamérica XVIII
    Por Ordóñez en el foro Hispanoamérica
    Respuestas: 4
    Último mensaje: 27/05/2011, 20:25
  5. Respuestas: 0
    Último mensaje: 20/11/2006, 12:15

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •