
Iniciado por
tautalo
Este asunto que se ha suscitado sobre la "educación sexual" orientada a la infancia y a la adolescencia está ocupando últimamente mi pensamiento. Reparo ahora en el caso de Juan José Cortés, ese padre que tanto ha sufrido desde que su hija pequeña -Mari Luz- desapareciera, para después ser descubierta muerta, brutalmente asesinada por un monstruo depravado que andaba suelto y haciendo de las suyas con total impunidad.
Pero lo que quisiera someter a consideración del respetable foro es la viscosidad con la que el sistema ha tratado este asunto -no lo olvidemos: todo el dolor de una familia y de un pueblo: el español- ante la aberración que constituye el secuestro y el infanticidio de esta niña gitana. Me explico.
Tras conocer lo que ocurrió y con más serenidad de la que hubiéramos reaccionado cualquiera de nosotros, la lucha de Juan José Cortés era, en primer lugar, contra los monstruos depravados: los pederastas. La familia y la vecindad se movilizaron para lograr una cuestación de firmas con el propósito de endurecer las penas para estos bichos infrahumanos que manosean niños y niñas.
Pero el poder mediático suscitó muy pronto, nada más descubrirse, la ineptitud judicial: el juez que tenía que haber puesto en su cómodo sitio -cómodo en tanto que merece algo peor que una celda- al asesino de la pequeña Mari Luz no tomó las medidas pertinentes, eso es lo que se desprende de la "investigación" de los medios de comunicación.
Lo que me pregunto y quisiera que todo el mundo se preguntara es:
¿Acaso se le han abierto varios frentes a Juan José Cortés y a su familia?
¿Con qué intencionalidad se han abierto estos frentes?
¿Tal vez para dispersarlo, y dispersar toda movilización ciudadana?
No lo sé. Pero como los buenos periodistas -que esa es mi formación- yo me limito a preguntarlo. Lo que sí me tiene escamado es que la lucha ciudadana que en principio tomó a su cargo la familia Cortés ha sido un factor incómodo para el sistema tan transigente con los degenerados. La lucha a favor del endurecimiento de las penas (pudiera haber podido ser a favor de la pena de muerte para delitos contra la infancia, muchos la hubiéramos aplaudido), ha sembrado el pavor en las filas del progresismo nauseabundo. Toda esa canalla progre-democretina se ha levantado contra la voz del pueblo al que no representan ni en sus "éxtasis" cocainómanos.
Y uno se pregunta:
¿Acaso a este sistema le importa más la defensa de los degenerados pederastas que la misma defensa de sus jueces?
¿Acaso este sistema permisivo en el fondo no es una auténtica cobertura para consentir la libertad de acción de individuos depravados que deliran en sus ansias insanas de devorar niños?
Estoy pensando en muchos casos cuyos protagonistas están bien situados: ese "mítico" contestatario del mayo del 68, Dani Cohn-Bendit, acusado por varios medios como pederasta y eurodiputado por los verdes, o ¿por qué no? Ese actor -mucho algo peor que neurótico- llamado Woody Allen, sobre el que también pesan graves acusaciones de pederastia. Y ese enfermo que reniega de su raza negra, el monstruoso Michael Jackson.
Tengo la sensación de que a Juan José Cortés lo han metido en una de esas galerías de espejos, en la que cuesta trabajo saber a qué espejo darle un puñetazo. Hasta este punto hemos llegado. Pero, si es así, la cuestión se hace tremenda y terrible:
¿Es posible que todo el sistema está montado sobre la inmunda defensa de los supuestos derechos de estos criminales contra la infancia?
Si es así, ha llegado la hora de pasar factura.
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