"Estatus de persona".
Nunca he creído en la unidad monolítica del "yo", la que tal vez uno imagina cuando emplea las palabras "sujeto" o "persona". El "yo" como "yo que se autoobserva" se ve distinto a como es representado por el resto de individuos, y en cierto sentido se desdobla en el proceso. Los antiguos llegaron a hablar de démones personales para explicar semejante bifurcación de las voluntades y las inteligencias. El posmoderno, lisa y llanamente, niega la subjetividad.
Por tanto, no veo ninguna base filosófica para aceptar que una ficción jurídica sea algo más que eso. Pero acaso una ficción inventada para optimizar la colaboración social, no para volverse en su contra alentando instintos autodestructivos. Un Derecho natural, pues, que es lo que al fin y al cabo discutimos aquí, dado que la futura ley no está clara todavía y es objeto de negociaciones.
Tampoco es cierto -como suele sostenerse- que los embriones no puedan ser sujetos de derechos. Es posible testar a favor de un "nasciturus", o de un hipotético descendiente todavía no concebido. La ficción útil, como ves, da mucho de sí. Se trata de una excepción, si bien es el cuervo blanco que cancela la generalidad del aserto que escatima a los "nascituri" el carácter jurídico de personas. La pura nada no tiene derechos, pero las expectativas bien fundadas de la sociedad son el espíritu que informa el ordenamiento y el consenso mínimo que exige la civilización.
Me concederás que matar por capricho a un humano es siempre malo. Y es que matar a un muerto, aunque sea humano, o a una sociedad comanditaria, aunque sea persona, se me antoja difícil. Es estéril el empeño de hipostasiar la personalidad, como si fuese una realidad distinta y cualitativamente superior a la del hombre sin más. El hombre no es sólo lo que es, sino ante todo -y mientras no se demuestre lo contrario- es lo que debe ser, a efectos de no ser agredido. Sólo determinadas ramas del Derecho (la penal, la fiscal, etc.) contemplan, y no siempre, enunciados fácticos puros. El resto parte por sistema de un trasfondo de idealidad teleológica, sea la conveniencia de cumplir las promesas, la intención presupuesta en un negocio, la esperada rehabilitación de un preso o el arbitrio y la buena fe al ejercitar una acción legal.
En el texto anterior argumentaba que si abortar es una libertad y está regulada restrictivamente, entonces es seguro que se opone a un derecho, que no puede ser otro que el de la vida. De ahí he inferido que la confrontación es tan asimétrica que debe desestimarse, sin lugar a matices ni graduaciones, pues en virtud del derecho natural es la vida la que siempre sirve de fundamento a la libertad, y no a la inversa.
¿Dónde está escrito que matar sólo sea malo si es doloroso? Los animales sienten dolor y no por ello son humanos. Por ende, la capacidad de sentir el dolor no es rasgo definitorio de la humanidad. Desechamos, sí, a los fallecidos al dictaminarles muerte cerebral, pero no porque carezcan de consciencia, sino porque contamos con la más que razonable certeza de que no la tendrán jamás. Es decir, también aquí valoramos potencialidades.
El desarrollo del "nasciturus" en el proceso de gestación prueba que el encefalograma plano no es el fin de la vida en sentido cronológico u ontológico. La vida termina -al menos a efectos civiles- cuando el organismo en su conjunto se muestra incapacitado para seguir perseverando, lo cual arroja infinidad de síntomas además del que comúnmente se toma como indicativo de la muerte.
Por si cupieran más dudas, invoco a Perogrullo: las plantas no tienen actividad cerebral y están vivas, pero no son humanas. Puesto que nadie duda que el "nasciturus" es un ser humano en acto, ¿con qué criterio se juzga que no está vivo? Y si lo está, ¿con qué derecho se lo mata? Los materialistas siempre han relativizado la consciencia, relegándola al papel de epifenómeno. No ha lugar a que ahora la conviertan en esencia de la humanidad, cuando sólo es uno de sus rasgos más característicos (otros serían andar erguidos o ser omnívoros).
Respecto al momento en que alguien se constituye en prójimo, sin duda tiene un componente cultural en su apreciación. Profanar tumbas se considera delictivo, por estimar que los muertos todavía son prójimos nuestros, y ello pese a estar ciertos de que no van a padecer ese acto. ¿Por qué profanar úteros es menos obsceno, si con este modo de obrar nos privamos, además, de miembros útiles para la sociedad?
Plantéate esto: ¿Es un prójimo un enemigo en una guerra? Lo dudo mucho. No hay proximidad en la relación entablada, sino necesidad de repelernos mutuamente. Pero ¿se sigue que no es humano y que su vida nada vale? No para aquellos que creen en la civilización. Entonces, ¿hemos de dar a la que es "de facto" nuestra descendencia, si bien aún nonata, un trato peor que el que reservamos a los hombres más hostiles? ¿En base a qué libertad insensata, a qué precepto cruel?
A quien inquiera dónde está el límite para estimar que alguien es hombre y no mera semilla o posibilidad de serlo se le responde: el límite está en la acción externa. Desde el instante en que el cuerpo no necesita de ella para constituirse, bastándole con el mero paso del tiempo en un entorno adecuado, hablamos de organismo autónomo en germen. Porque si no distinguiéramos entre constitución primera y desarrollo ulterior, sería absurdo hablar de progenitores.
En fin, pese a las alocadas analogías de los abortistas ningún cochinillo se ha convertido todavía en hombre. Apuesto, además, que un embrión humano te resultaría indigesto. O quizá no. Subyugar los intereses del individuo -y el embrión lo es idealmente, como todos- a los de la sociedad es aplicar una ética caníbal en sentido estricto.
El aborto es quizá la prueba más sangrante de la insuficiencia moral del ateísmo y el materialismo. Lo demuestran a diario escritos como el tuyo.
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