Me parece, Alacran, que alacrán (DRAE:
Del ár. hisp. al‘aqráb, y este del ár. clás. ‘aqrab / 1. m. escorpión (‖ arácnido). 2. m. Persona malintencionada, especialmente al hablar de los demás) le va de perlas. Jesús Evaristo Casariego, que santa gloria haya, nunca ocultó su juvenil proclividad al Eje, la cual le llevó a apartarse durante unos pocos años de la disciplina de la Comunión Tradicionalista. De lo cual se arrepentía. Antes de terminada la II Guerra Mundial ya había roto con todo eso; del franquismo nunca recibió nada, y del posfranquismo tampoco. Fue un carlista cabal y un asturiano ejemplar; un caballero y un sabio; y un hombre de valor probado y constante.
Así que un despreciable alacrán aficionado a los ripios, que no sabe poner tildes y que escribe con mayúscula el pronombre personal cuando se refiere a Francisco Franco, como si éste fuera Dios, haría bien en ir a sacudir su caspa a otro sitio.
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