John henry newman
CUANDO LA COHERENCIA INTELECTUAL NOS VUELVE A DIOS
JOHN HENRY NEWMAN
Nadie en toda Europa aventajó a nuestro Jaime Balmes (1810-1848) a la hora de anticiparse con lucidez -y diríamos, sin temor a equivocarnos, que con “don profético”- a la conversión de John Henry Newman, más conocido como Cardenal Newman.
Desde que partiera de París el 29 de junio y hasta el 19 de julio de 1842, el teólogo catalán vivió una estancia en Inglaterra. El 15 de abril de 1843 en el cuaderno 4º de “La Sociedad” publicaba Balmes su artículo, titulado: “El doctor Newman, el puseísmo y una retractación extraordinaria”. En este trabajo, después de hacerse eco de lo muy arrepentido que Newman manifestaba públicamente estar por haber identificado el “anticristo” con el Papado, escribirá Balmes:
“Ya que la infinita misericordia sufre tan benignamente las dilaciones, y la indecisión de esas ovejas extraviadas, sufrámoslo también nosotros; aguardemos con paciencia el día de bendición en que brillará con toda claridad a sus ojos la luz divina, y entretanto oremos por ellos, como están orando los católicos de aquel país y de otras partes para que el Señor se digne consolar su Iglesia con la conversión de tantos desgraciados, tanto más dignos de compasión cuanto han nacido en un reino envuelto en las tinieblas del error, y donde las preocupaciones contra la fe católica habían echado más profundas raíces…”
No tardó la misericordia divina en cumplir los piadosos deseos de nuestro Balmes. Meses después de publicarse ese artículo -era septiembre de 1843- Newman renunció la parroquia anglicana de Santa María de Oriel. El 9 de octubre de 1845 era recibido en la Iglesia Católica yno tardó en fundar una casa del Oratorio de San Felipe Neri en Edgbaston. En 1879 Newman era nombrado cardenal por Su Santidad León XIII.
Nacido el 21 de febrero de 1801 en Londres, la conversión de John Henry Newman fue una conversión larga, sinuosa y ardua:
“I must tell you then frankly, (but I combat arguments which to me, alas, are shadows,) that it is not from disappointment, irritation, or impatience, that I have, whether rightly or wrongly, resigned St. Mary’s; but because I think the Church of Rome the Catholic Church, and ours not part of the Catholic Church, because not in communion with Rome; and because I feel that I could not honestly be a teacher in it any longer.”
(Palabras que escribe Newman en el libro “Apologia por vita sua, being a history of this Religious Opinions”, Longmans, Green, and Co., London, año 1892, página 221).
Son la coherencia intelectual y la moral, ambas a una, la coherencia en definitiva, la que conduce a Newman a abandonar el anglicanismo, abrazando el catolicismo (durante tanto tiempo para él denostado como deplorable “papismo”): “Pienso que la Iglesia de Roma es la Iglesia Católica… no somos parte de la Iglesia Católica por no estar en comunión con Roma…”
Había sido un largo camino. Newman había formado parte del llamado Movimiento de Oxford (también denominado Tractarian Movement), liderado en buena medida por Edgard Bouverie Pusey (1800-1882), aristócrata inglés y Regius Profesor de Hebreo de Oxford. El Movimiento de Oxford trataba por todos los medios de argumentar que la Iglesia Anglicana era heredera legítima de los Apóstoles, pero la búsqueda de argumentos que estos intelectuales anglicanos emprendieron condujo a muchos de ellos -Newman el más sobresaliente- a una profunda y auténtica "metanoia", una conversión al catolicismo.
En este sentido, el paso al frente que diera Newman animó a muchos anglicanos, vinculados al Movimiento de Oxford, a ganar bríos para convertirse a la Iglesia Católica con todas las consecuencias.
Hoy esto se dice con facilidad, pero la conversión de algunos de estos grandes intelectuales británicos entrañó la “muerte civil” y también la marginación. Tal es el caso del gran biólogo y contradictor de Darwin, George Jackson Mivart (1827-1900), cuya conversión al catolicismo le costó la exclusión de la Universidad de Oxford.
Personalidades como John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), creador de ese maravilloso mundo que nos pinta en “El Señor de los Anillos”, fue educado por Xavier Morgan, sacerdote católico del círculo de Newman. Newman también tuvo mucho que ver en la conversión de uno de los católicos más geniales de Inglaterra, Gilbert Keith Chesterton (1874-1936).
Newman pasó a mejor vida el 11 de agosto de 1890, en Birmingham. El epitafio de su tumba, en la que sus restos mortales esperan el Juicio Final, reza: “Ex umbris et imaginibus in veritatem” [De las sombras y las imágenes pasó a la Verdad]. El 22 de enero de 1991, Su Santidad Juan Pablo II lo declaró Venerable.
La oración para pedir su canonización y los favores espirituales y materiales que se le encomienden, para devoción privada, a este egregio Cardenal de Albión reza así:
“Dios, Padre Nuestro, tu siervo John Henry Newman defendió la fe con su enseñanza y ejemplo. Que su lealtad a Cristo y a la Iglesia, su amor a la Inmaculada Madre de Dios y su compasión por los perplejos, sirvan de guía al pueblo cristiano hogaño. Te suplicamos que concedas los favores que te pedimos por su intercesión para que su santidad sea reconocida por todos y la Iglesia lo proclame Santo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.”
Inglaterra, perdida para la Iglesia Católica por culpa de los caprichos de un tirano mujeriego y cínico –aquel nefasto rey Enrique VIII, de infame memoria- volverá a Roma. Desde el cielo el Cardenal Newman y muchos católicos ingleses intercederán. Aquí en la tierra también podemos hacerlo nosotros.
Por Manuel Fernández Espinosa
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
“La verdadera fe es incolora, por decirlo así, como el aire y el agua; medio transparente a través del cual el alma ve a Cristo. Nuestros ojos no ven el aire y de la misma manera nuestra alma no se detiene a contemplar su propia fe. Cuando, por consiguiente, los hombres toman esta fe como si dijéramos en las manos, la inspeccionan curiosamente, la analizan, se absorben en ella, se ven forzados a materializarla, a darle color para que pueda ser tocada y vista. En otros términos, sustituyen a ella, colocan sobre ella, cierto sentimiento, cierta impresión, cierta idea, cierta convicción, algo en fin en que la atención pueda prenderse. Cristo les interesa menos que lo que llaman ellos sus experiencias. Los vemos trabajando para seguir en sí mismos los signos de la conversión, la variación de sus sentimientos aspiraciones y deseos: los vemos ponerse a conversar con los demás sobre todo esto. ”. John Henry Newman
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