El común de la gente vive su vida de manera anodina, aturdidos en la embriaguez, la inmoralidad y toda clase de vicios; su filosofía de vida es: "comamos y bebamos que mañana moriremos" {1} y el hecho objetivo de la muerte, no parece ser objeto de reflexión alguna, sino, solo de una angustiosa y amarga aceptación.
Agustín Squella, —Un filósofo del derecho— plasmó este desesperante pensamiento al escribir: "Somos seres arrojados al mundo y destinados a la muerte, una doble condición, que no puede sino producir una profunda angustia en nuestros corazones" {2}
Un crítico francés escribió: "El universo es indiferente, ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos en este fango insignificante que gira en el espacio infinito? —Y luego dice— No tengo ni la menor idea, y estoy seguro que nadie la tiene."
Ernesto Hemingway —un brillante escritor— dijo que: "Parecíamos una colonia de hormigas viviendo en el extremo de un tronco en llamas". Más tarde, tomó una escopeta y se quitó la vida.
¿Abrumador no lo cree? Pues, como se puede advertir, los autores antes señalados, escribieron desde una concepción ateísta del cosmos; un universo sin razón, sin propósito, en donde todo lo que hay, es angustia, desesperación y muerte, luego, no queda nada más que hacer de nuestra marcha fúnebre, lo más "feliz y placentera" posible. He aquí la razón de por qué el mundo está cómo está; exaltando la vileza, y promoviendo lo inmoral; despreciando la pureza y disipando lo moral, y es que, como dice Fiodor Dostoievski: "Si Dios no existe, todo está permitido".
La indiferencia, suele ser la vía de escape más rápida sobre cuestiones existenciales:
"Amigo, la vida es muy corta para perder el tiempo con la idea de Dios", "pásela bien, mañana va a morir", "ólvidese de la moral y disfrute su sexualidad". Y todo esto, sin ninguna consideración espiritual por parte del indolente.
Esta actitud de indiferencia, le parecía completamente absurda a Blaise Pascal —Un filósofo racionalista del siglo XVII— quién criticaba el hecho de que el indiferente estuviera preocupado exclusivamente por las cuestiones cotidianas de la vida y que no tuviera en cuenta el hecho objetivo e innegable de que tarde o temprano tenía que morir.
Decía Pascal: «El último acto es sangriento por bella que sea la comedia en todos los demás. {3}
De este modo, le resultaba injustificable que alguien pudiera considerarse exento de tener que reflexionar en torno a si el alma existe o no y si es inmortal o no: «Es indudable que el alma es mortal o inmortal. Esto debe establecer una diferencia completa en la moral; y, sin embargo, los filósofos han conducido la moral independientemente de esto. (¡Qué extraña ceguera!)» {4}
Precisamente el primero de los artículos recogidos en su obra Pensamientos se titula: «Contra la indiferencia de los ateos» y en él Pascal denuncia como postura absurda e irracional el sostener que por no ser capaces de responder a las cuestiones más fundamentales que afectan al ser humano de un modo más esencial nos olvidemos de ellas y nos pasemos el resto de la vida preocupados solamente de lo mundano:
"Yo no sé quién me ha traído al mundo, ni lo que es el mundo, ni lo que soy yo mismo. Permanezco en una ignorancia terrible de todas las cosas. No sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni esta parte de mí mismo que piensa lo que estoy diciendo y que reflexiona sobre todo, y sobre sí misma, y que, por otra parte, no se conoce tampoco. Veo estos espantosos espacios del Universo, y me encuentro ligado a un rincón de esta vasta extensión, sin que sepa por qué estoy colocado en este lugar y no en otro, ni por qué este poco tiempo me ha sido asignado a este punto, y no a otro, de toda la eternidad que me precede y de toda la que me sigue (…) Todo lo que sé es que pronto debo morir; pero lo que más ignoro es esta muerte que no la puedo evitar. Así como ignoro de dónde vengo, no sé a dónde voy; y tan sólo sé que, en saliendo de este mundo, he de caer para siempre, o en la nada, o en las manos de Dios. He aquí mi estado lleno de oscuridad".
Prosigue Pascal: "El hecho de que se encuentren hombres tan indiferentes a la pérdida de su estado y al peligro de una eternidad de miserias, no es cosa natural. Bien diferentes son respecto a las demás cosas; temen las más ligeras, las prevén, las sienten; y este mismo hombre que pasa los días y las noches en la desesperación por la pérdida de su empleo, o por alguna ofensa imaginaria a su honor, es el mismo que sin inquietud y sin emoción sabe que va a perderlo todo a su muerte. Es una cosa monstruosa ver a un mismo corazón, y a un mismo tiempo, esta susceptibilidad ante las menores cosas y esta extraña indiferencia ante las más grandes" {5}
-Apolos-
Referencias:
{1} Pablo lo señala en el contexto de que no exista resurrección en 1 de Corintios 15:32
{2} Agustín Squella, "Filosofía del derecho", [2001] P. 114
{3} Pascal, B: Op. cit.; artículo XVI, parágrafo LVI.
{4} Ibídem.
{5} Pascal, B.: Op. cit.; artículo I; pp. 10-11.
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Fuente:
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