Pasado mañana se cumplirán los 450 años de la terminación de la gran reforma católica promovida y estimulada principal y decisivamente por los príncipes y clero hispánico, trasladando así a nivel universal las saludables reformas previamente realizadas en los pueblos hispánicos para superar la crisis doctrinal (en lo teológico-dogmático) y de relajación de costumbres y disciplina (en lo moral) que existía al final del periodo de la Baja Edad Media, y que se ha mantenido de manera ininterrumpida hasta la década de los ´60 del pasado siglo.

Para conmemorar el evento el Cardenal Walter Brandmüller celebró ayer una Misa en la catedral de Trento.


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«Celebramos este jubileo con la mirada hacia la Iglesia y el mundo»

Tras 450 años, la doctrina del Concilio de Trento sigue presente en la Iglesia

En la catedral de la ciudad italiana de Trento, sede del concilio iniciado en 1545 y concluido en 1563, se realizó este domingo 1 de diciembre por la tarde, una misa recordando los 450 años del mismo, presidida por el cardenal alemán Walter Brandmuller, enviado especial de Su Santidad Francisco. El Concilio definió la doctrina de la Iglesia delante de las propuestas protestantes y determinó el Credo Niceno-constantinopolitano como en todo aquello en lo que deben creer los bautizados.


(Iglesia Actualidad/InfoCatólica) En su homilía el cardenal alemán recordó que un estudioso del concilio lo ha definido «el milagro de Trento» y que «solamente en retrospectiva podemos reconocer con cuanta potencia el espíritu de Dios, justamente por medio de tal concilio intervino en el destino de la Iglesia» a tal punto que los siglos posteriores son definidos post-tridentinos. «Y hoy después de 450 años –prosiguió el purpurado– en que nosotros cristianos del tercer milenio entonamos el mismo Te Deum de entonces, no debemos hacerlo con la mirada nostálgica hacia el pasado, sino que más bien celebramos este jubileo con la mirada hacia la Iglesia y el mundo, aquí y ahora».

Y el cardenal se interrogó cuál mensaje nos llega del concilio hoy en día a través de los siglos. «¿O quizás tenían razón quienes consideraron al Concilio Vaticano II como una despedida del de Trento?». Bastaría solamente recordar que «la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, que expone la enseñanza sobre la Iglesia en 16 pasos, hace referencia explícita al documentos doctrinarios del Concilio de Trento. O sea después de 450 años éste está presente en la doctrina de la Iglesia» dijo.

Al concluir, el cardenal alemán nacido en una familia protestante y convertido de joven a la Iglesia católica, indicó la necesidad del descubrir en la figura terrena y humana de la Iglesia «la figura de lo divino, para superar aquella deplorable mundanización de la Iglesia que es un obstáculo para la salvación eterna de los hombres».

Y mirando para el pasado recordó que en la apertura del concilio de Trento, ninguno de los pocos cardenales allí presente provenía de Alemania y se temía un futuro obscuro para la Iglesia. «No teman, pequeña grey le dijo el Señor a sus apóstoles, y por lo tanto también a sus sucesores que se habían reunido en Trento. Así se dedicaron en seguida al trabajo para entender y discernir la verdad de la fe del error que era el de reforma».

Recordó también los frutos del Concilio de Trento, y ente ellos la evangelización de los nuevos continentes descubiertos. «Hoy tememos que estar colmos no solamente de gratitud por esto, pero también de esperanza de que el concilio Vaticano II –que los más ancianos entre nosotros hemos vivido personalmente– en su tiempo pueda dar los mismos frutos de ese concilio que recordamos hoy».

Fuente: INFOCATÓLICA




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Como se vé, resulta inevitable la comparación entre el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano II. Para ello qué mejor que recuperar unos textos de uno de los mayores (si no el mayor) filósofos del siglo XX.


"A raíz del último concilio, el Papa Pablo VI reconoció que “el humo de Satanás había entrado por alguna rendija en la Iglesia”. Apreciación muy verdadera, salvo en lo que a la rendija se refiere. Dado que su predecesor había dicho, en la preparación del Concilio, que “había que abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para que entrase un aire fresco”. Así, Satanás, el Príncipe de este Mundo, no tuvo necesidad de una rendija, puesto que tenía abiertas las puertas del “aggiornamento”y el aperturismo. Así, si bien lo observáis, siempre que en su tiempo se invocaba al Concilio de Trento era para una exigencia de mayor observancia, al paso que hoy siempre que se invoca al Vaticano II es para amparar una relajación de la disciplina o una difuminación del dogma. "

Tomado de aquí


"Se va extendiendo entre los católicos bienpensantes y bieninstalados la idea de que todos los concilios del pasado produjeron inicialmente una ola de malestar, desquiciamiento y protestas que terminó en cada caso cuando sus novedades fueron comprendidas, encajadas, asimiladas. Se trata con ello de justificar como normal el inmenso desorden que en la fe y en las costumbres ha producido el último Concilio Vaticano II, concilio que, por lo demás cuenta ya con bastante andadura.

Nada más inexacto que esa idea exculpatoria. El Concilio de Trento, por ejemplo, no produjo malestar ni protesta mas que entre los clérigos relajados o fuera de orden, entre los que abusaban de su poder o eludían sus obligaciones. Para el pueblo y el clero fieles fue una fuente de orden y de armonía, celebrada inmediatamente como una verdadera reforma y autodisciplina de la Iglesia. Siempre que en su tiempo se invocó el Concilio de Trento fue para precisar un dogma, para combatir una herejía o para acabar con un relajamiento disciplinar.

No sucede desgraciadamente lo mismo con el Vaticano II, que siempre que se involucra es para amparar un relajamiento de conductas o para difuminar un dogma. Y esto hasta haberse hecho estereotipada la respuesta que recibe en la Iglesia de hoy cualquier intento de reducir a disciplina o de cortar fantasías heretizantes de teólogos “al día”. La contestación que recibe un superior de un convento o un obispo que pretende llamar al orden a un subordinado es siempre ésta: “Usted, padre, no sabe que ha habido un Concilio. Continúa usted con una mentalidad preconciliar”. Esto lo sabe perfectamente cualquiera que ejerza hoy una autoridad dentro de la Iglesia.

Por lo general los que así responden a la admonición no serían capaces de documentar en el Concilio su defensa, porque no se saben su letra. Pero les suena su música: aggiornamento, mundo moderno, colegialidad, humanismo, libertad de conciencia, Iglesia en marcha o en búsqueda, etc. El Concilio o el “espíritu del Concilio” se ha convertido así en la coartada universal para todo desorden disciplinar y toda desviación doctrinal."

Tomado de aquí