Una vez enviado el texto de Mons Guerra Campos debo hacer alguna crítica, creo que de sentido común, ante afirmaciones no correctas. Es sabido que Mons Guerra Campos no vio mayor obstáculo en el Concilio Vaticano II en sí mismo para seguir manteniendo que nada esencial había cambiado en la Iglesia tras ese evento. Tiene razón solo en el sentido de que la Iglesia raramente fulmina sus principios de modo radical y taxativo; por lo que siempre se puede hacer ficción de que principios antiguos no formalmente derogados siguen vigentes. A eso se aferraba mons Guerra Campos:
Evidentemente no es seria ni cierta la afirmación de Guerra Campos de que "en esos últimos quince años (1960-1975) no había habido cambio alguno... en el juicio de la Iglesia" (¡¡¡) cuando, entre medias, estuvo el Vaticano II que volvió toda la doctrina de la Iglesia patas arriba: no solo en sus textos sino en el espíritu de interpretación de normas antiguas y en la nueva actitud de papas, cardenales, obispos y conferencias episcopales.
XVII
Dentro de los últimos quince años, sin haber cambio alguno en la actitud de Franco y en el juicio de la Iglesia, se produjo en algunos cenáculos relacionados con ésta un fenómeno peculiar. No me refiero a las discrepancias políticas, hecho normal. Me refiero a la pretensión de declarar la posición de Franco esencialmente incompatible con el Evangelio y con la doctrina de la Iglesia.
En determinado momento las pretensiones saltaron los límites. Por mis ministerios de ámbito nacional he podido estar cerca del centenar de asociaciones apostólicas registradas en este ámbito; por eso soy testigo de la limpia y generosa entrega de tantas personas, en callado artificio, al bien de la Iglesia y del país. Pero también pude observar cómo ciertos grupúsculos (unos formados por directivas sin socios, y otros actuando al margen de éstos), espoleados a veces por algunos miembros del clero, en resonancia con grupos internacionales de presión ideológica, se atrevieron a pensar que, movilizando la doctrina de la Iglesia (según su fantástica interpretación del Concilio) y con el respaldo más o menos aparente de la Jerarquía, podrían conseguir fulminantemente la descalificación y, como consecuencia soñada, el derribo del régimen de Franco.
Franco no cambió, eso es cierto; pero la Iglesia, de facto, cambió mucho y su postura sí llegaba a ser ya incompatible con Franco.
Otra cosa es que desde la óptica de mons Guerra Campos sí pudieran en teoría ser compatibles entre sí... pero sólo con buena voluntad, reservas mentales y nostalgia de los buenos tiempos.
Pasa lo mismo con su afirmación de que "ciertos grupúsculos...espoleados a veces por algunos miembros del clero, ... se atrevieron a pensar que, movilizando la doctrina de la Iglesia (según su fantástica interpretación del Concilio) y con el respaldo más o menos aparente de la Jerarquía..." (¡¡¡)
¿¿Cómo que "ciertos grupúsculos" y "...respaldo aparente de la Jerarquía??
¡¡Por favor!! Pero si eran el mismísimo Pablo VI, el nuncio Dadaglio y la Conferencia episcopal española los que exigían reformas políticas a Franco para cumplir la vaticanosegundista Gaudium et Spes y la Pacem in Terris de Juan XXIII que exigían (...al modo masónico, además) "derechos humanos" (de asociación y expresión, de huelga) y gobierno democrático-constitucional-liberal, que Franco impedía!!
Efectivamente, "ciertos grupúsculos (curas proetarras, contestatarios, liberacionistas..), atacaban al Régimen de Franco situados más allá de la letra del Vaticano II, y eran los mismos que también atacaban a la Jerarquía. Pero esos no eran el problema eclesial de fondo del régimen de Franco como parece querer enrevesar Guerra Campos, sino las mismísimas instancias oficiales vaticanas.
Con todos los respetos y mi simpatía por mons. Guerra Campos, me temo que la única "fantástica interpretación del concilio" era la suya propia.
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