El denostado "nacional-catolicismo franquista" no pasa de ser una manifestación de odio a la doctrina de la Iglesia en materia política, en la que no tiene pequeña culpa la Jerarquía y el Vaticano postconciliar, "reciclados" al gusto del satanismo imperante, habiéndose "quitado el muerto" del Magisterio Tradicional, y permitiendo sin inmutarse que todos los espumarajos y bilis del embolado de falsedades y vilipendios contra aquellas verdades que debían defender, se carguen solo sobre el "dictador", como simple chifladura o capricho de éste, ignorando vilmente las exigencias de textos magisteriales, algunos dogmáticos, fruto de insignes papas y teólogos. Y tolerando esos exabruptos no a un cualquiera sino al único el hombre que los salvó del exterminio en el 36; pero así suele pagar la santa casa los favores.
A continuación, una defensa del insigne Cardenal Alfredo Ottaviani de los deberes para con la religión de los Estados Católicos, hoy satanizado por la fétida cloaca cretina-mediática-episcopal como "nacional catolicismo".
DEBERES DEL ESTADO CATOLICO PARA CON LA RELIGION
Discurso pronunciado por el Cardenal Alfredo Ottaviani en el aula magna del Pontificio Ateneo Lateranense, el 3 de marzo de 1953 (Día del Papa)
INTRODUCCION
No hubiera pensado en dar a la imprenta la conferencia que pronuncié el 2 de marzo de 1953 (Dia del Papa) en el aula magna del Pontificio Ateneo Lateranense, si no me hubiesen empujado a ello el gran número de peticiones que me han llegado de parte de publicistas y de miembros de los claustros docentes de diversos institutos de estudios superiores, quienes han insistido sobre la oportunidad de divulgar cuanto yo dije en aquella solemne ceremonia.
"Hate mucho tiempo—me ha escrito un distinguido religioso—que el Derecho público de la Iglesia no es estudiado más que en las reservadas aulas de los Institutos religiosos, cuando es urgente y necesario divulgarlo en todos los estamentos sociales, sobre todo en los más elevados.
La Prensa lo silencia por principio, porque está dirigida por hombres que profesan el culto de la libertad, al cual postergan el de la verdad... La desorientación general a que asistimos, la perplejidad de los hombres de Estado y los enormes errores que se cometen en las hibridas uniones entre estados y partidos, exige que el problema capital: de las relaciones entre iglesia y Estado se plantee públicamente y que sobreélse piense mucho y con la mayor claridad y, sobre todo, sin miedo. El valor cristiano es virtud cardinal y se llama fortaleza."
Todas estas vivas insistencias me han convencido de que hoy, más que en ningún otro tiempo, es necesario que todos los sacerdotes y también todos los seglares que colaboran al apostolado del clero imiten en la medida posible el ejemplo del Divino Maestro cuando, hablando de si mismo, dijo: "Vine al mundo para dar testimonio de la verdad" (1).
Quizás alguno advierta que no menciono nombres de autores, aunque copie algunas veces textualmente sus afirmaciones. Me he abstenido por dos motivos: en primer lugar, porque importa poco saber que algunas ideas las sostiene este o aquel escritor, cuando se han difundido tanto que no puede considerárselas como propias de determinadas personas; en segundo término, porque he querido seguir la norma de San Agustin, quien nos enseña a combatir no a los que yerran, sino al error. Y así me he atenido al programa y al ejemplo del augusto Pontífice gloriosamente reinante, queadoptó por lema de su pontificado: "Veritatem facientes in cantate."
(1) San Juan, 18, 37.
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