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Tema: Santiago Matamagrebíes

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  1. #1
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    Respuesta: Santiago Matamagrebíes

    LAS CABEZAS CORTADAS: DESDE LOS CELTAS AL SIGLO XX.

    Una de las costumbres más crueles, presentes en muchos de los pueblos antiguos, es la decapitación de los enemigos. Entre los pueblos celtas, la costumbre de las “cabezas cortadas” forma parte de su idiosincrasia.

    En la Galia, como reliquias de los celtas, encontramos representaciones de “têtes couppées” (cabezas cortadas) en bulto redondo, también en cerámica, fíbulas, en armas y joyas. En la Meseta y noroeste de la Península Ibérica también.

    Diodoro Sículo dice que “Cortan [los celtas hispánicos] las cabezas de los enemigos muertos en el combate y las cuelgan de los cuellos de sus caballos… Embalsaman en aceite de cedro las cabezas de sus enemigos más distinguidos y las guardan celosamente en una caja, enseñándolas con orgullo a los visitantes, diciendo que por esta cabeza uno de sus antepasados, o su padre, o el propio individuo rehusó el ofrecimiento de una gran suma de dinero. Dicen algunos de ellos se vanaglorian de haber rehusado el peso de la cabeza en oro”. Por su parte, Posidonio confirma haberlas visto, sin poder haber evitado la profunda repulsión que le causó al principio, aunque más tarde tendría que acostumbrarse.

    Cuando los mercenarios ibéricos asaltaron Selinunte en el año 409 a. C. los enemigos fueron decapitados, y sus cabezas clavadas en las picas fueron exhibidas como trofeos de guerra, sin que faltara la amputación de las manos de los vencidos, manos que los iberos solían colgarse a la cintura.

    Parece ser que los romanos adoptaron la poco edificante costumbre ibérica. Así fue como, en la represión sobre las ciudades turdetanas -refugio de Viriato- de Eiskadia, Obulcola y Gemela (ubicadas en la actual provincia de Jaén) G. Fabio Máximo Saviliano mandó cortar más de 500 cabezas, y también se sabe que el mismo Fabio Máximo mandó cercenar las manos a toda la clientela del caudillo Connoba. Escipión cortó las manos a 400 jóvenes de Latia que apoyaban a Retógenes, caudillo de Numancia.

    En el año 97 a. de C. los celtas hispanos todavía hacían sacrificios humanos –nos lo cuenta Plutarco. El cónsul P. Craso tiene que prohibírselo a los bletonenses que habitaban cerca de Helmántica (actual Salamanca).

    Los eruditos Tarecena y Maluquer piensan que el rito céltico de cortar como trofeo las cabezas está relacionado con el sacrificio humano. Desde la arqueología se ha venido a relacionar este ritual sanguinario con el culto funerario. El hallazgo de vestigios arqueológicos en los cuales se muestran representaciones de “cabezas cortadas” -en las tierras habitadas ancestralmente por galaicos, vacceos, vettones y arévacos- indica, en palabras del profesor Blázquez, un indudable “carácter de sacrificio”.

    Pero, para inquietud nuestra, la costumbre de las “cabezas cortadas” no queda ahí, relegada a los remotos tiempos del paganismo celta o plasmadas en el arte escultórico. En una conversación que mantuvimos con el prestigioso antropólogo D. Julio Caro Baroja, expresamos a éste que habíamos podido constatar la repetición de este antiquísimo ritual celta en otras épocas más recientes de la historia de España, como si de un “atavismo” se tratara, que retorna en distintos momentos de la Historia. El eminente maestro nos dijo: “Soy partidario de Juan Bautista Vico por sostener éste lo cíclico en la historia. Creo que nada se repite de igual forma, pero a veces, el historiador serio descubre que los pueblos tienen una propensión muy grande a repetir esquemas que, más o menos conscientemente, están arraigados en lo más hondo de la comunidad”.

    En plena Edad Media, era extendida costumbre entre los fronterizos, tanto moros como cristianos, decapitar a los enemigos apresados con bastante frecuencia, a menos que se buscara un provecho económico, vendiéndolos como esclavos.

    Entre los mahometanos, la decapitación –que todavía se practica como si no hubiera pasado el tiempo- está relacionada con la interpretación tanto del Alcorán como de la Sunna. Esta interpretación la ofrecen eruditos como Al-Mawardi, jurista de Bagdad (fallecido el año 1058 d. C.). Según Abu’l-Hasan al-Mawardi, los presos infieles capturados en las campañas del Yihad, una vez en manos de los islamitas, quedaban a la entera merced del emir que podría decidir sobre su vida, siendo una de las alternativas la siguiente: "En cuanto a los cautivos, el emir tiene la elección de tomar la acción más beneficiosa de cuatro posibilidades: la primera, condenarlos a muerte cortándoles los cuellos; la segunda, esclavizarlos y aplicar las leyes de la esclavitud con respecto a la venta y la liberación…”: el exterminio y la esclavitud justificadas por la intepretación alcoránica. Esto se fundaba en la sura 47, verso 4 del Alcorán, en que se dice que: “Cuando te encuentres con aquellos (infieles) que niegan el Islam, entonces córtales el cuello" (Corán sura 47, verso 4).

    La cita puede cotejarse completa en el libro “Las leyes el gobierno islámico”, obra de Abu'l-Hasan al-Mawardi, traducida por el doctor Asadullah Yate, y publicada en Londres, Ta-Ha Editores Ltd., 1996, p. 192).Los cristianos toledanos más distinguidos, tras la rebelión del año 713 contra las fuerzas de ocupación musulmanas, sufrieron el degüello a manos de los musulmanes. Además, considérese, también es digno de señalar, que entre las creencias mahometanas la persona decapitada no puede ir al paraíso. La práctica de cortar las cabezas entre los musulmanes sigue vigente en nuestros días. Incluso en la red puede encontrarse algún que otro vídeo espeluznante en que algún infiel es decapitado en vivo y en directo por algún fanático musulmán.

    En el lado cristiano, la tradición de cortar cabezas podría interpretarse como una imitación del enemigo secular; pero repárese que el destino de las cabezas que cortan los musulmanes es, las más de las veces, el ser dadas a los perros, mientras que en el lado cristiano se conserva la cabeza cortada del enemigo como trofeo que lucir, repitiéndose incluso la antigua costumbre ibérica de pincharlas en las picas para de esa manera exhibirlas mejor. Así sucedió en la ciudad de Martos, según cuenta Diego de Villalta en su libro “Historia de las antigüedad y fundación de la Peña de Martos”, del año 1579, cuando relata uno de los lances habidos entre las fuerzas cristianas y los moros granadinos que ponían sitio a Martos. Cuando los cristianos pusieron en fuga a los invasores, los caballeros marteños… "Entraron victoriosos cada uno con una cabeza de moro en su lanza o en la punta de la espada, y con mucho regocijo fueron recibidos de sus padres y mujeres, y así todos juntos fueron a hacer oración a la iglesia de Nuestra Señora, que está en lo fuerte y cercado de la villa, a quien dieron muchas gracias y ofrecieron de la presa cada uno lo que mejor pudo y le pareció...". Era lo que, vulgarmente se llamaba en la Reconquista el “moro de aguinaldo”: uno de los más codiciados obsequios que un caballero pudiera hacer a su dama. Así en el romance de “Los trescientos hijosdalgos de Jaén”:

    “Ya se salen de Jaén
    los trescientos hijosdalgos;
    mozos codiciosos de honra,
    pero más enamorados.
    Por amor de sus amigas
    todos van juramentados
    de llegar hasta Granada
    correrles todo el campo,
    y no dar vuelta sin traer
    algún moro de aguinaldo.”

    La práctica entre los españoles de cortar las cabezas de sus enemigos –con primitivos antecedentes en la fiereza céltica- no quedará reducida a la Edad Media.

    La guerra del Rif a comienzos del siglo XX revivirá este atavismo. La guerra del Rif fue una guerra sin cuartel. El brutal trato que daban los rifeños a los soldaditos españoles que caían en manos de sus encarnizados enemigos africanos, no era precisamente el que dispensan las ONGs de hoy a los inmigrantes que llegan en sus cayucos a nuestras costas. El soldado español capturado era con terrible frecuencia destripado vivo, con sus tripas se le ataban las manos y sus verdugos procedían a amputarle las partes genitales, para introducírselas en la boca. Esa fue la suerte que corrieron muchas guarniciones españolas, tras ser tomadas al asalto por las jarcas rifeñas o ser vendidas por sus propios mandos corruptos (recuérdese el caso de Araújo).

    La decapitación también era práctica extendida en la guerra del Rif por parte del moro. Como respuesta, y a sabiendas de la superstición que aterrorizaba a los musulmanes (la de ser decapitados perdiendo la posibilidad del eterno descanso en el paraíso) muchos españoles también se dieron a la corta de cabezas rifeñas. Son espeluznantes las fotografías que de esta costumbre todavía se conservan y que comentadas por ignorantes y pamplineros vienen a acusar a los españoles de hacer algo tan horrible con los moros; sin que se dé cumplida relación de lo que los moros hacían con los españoles.

    En todo caso, si esta costumbre que practicaban los soldados españoles en el Rif con sus enemigos era por revancha… Tampoco podemos descartar el “atavismo céltico” -que todavía en la guerra del Rif retornaba. Esta repugnante y bárbara costumbre de la decapitación ritual de los enemigos que, como creemos haber demostrado, tiene una raigambre propiamente céltica es algo que, por desgracia, se ha repetido a lo largo de la Historia.


    Del Blog libro de horas y hora de libros

    Las fotos: Soldados españoles de la Guerra del Rif exhiben las cabezas rifeñas como trofeos de combate, algunas de estas clavadas en la bayoneta.
    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas
    Última edición por muñoz; 09/04/2009 a las 16:22

  2. #2
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    Respuesta: Santiago Matamagrebíes

    Claro!!!,y ya puestos,quitemos la Cruz de la Victoria de la bandera de Asturias,ya que bajo esa cruz,se mataron muchos "magrebíes" en Covadonga por el sanguinario Pelayo y sus crueles tropas, y destruyamos el cuadro de las Navas de Tolosa ya que incita a la violencia y el racismo.

    La cantidad de gilipolleces que se puede llegar a escuchar o leer por esta banda de progres mal nacidos.

    ¡Por España Siempre!

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