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Tema: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    http://blogs.periodistadigital.com/c...maria_desde_el

    La perpetua virginidad de María desde el punto de vista judeocristiano.

    Tomado de la Asociación de Católicos hebreos:

    Desde los antiguos días bíblicos el adulterio acarreó con él un sentido de profanación, es así que una mujer que hubiera tenido contacto con otro hombre1 aún siendo a la fuerza, ya no podía estar con su esposo (Gn .49, 4; 2 S.20, 3; 16, 21-22, Libro del Jubileo 33, 6-9; Epstein, Ley del Matrimonio en el Talmud, p. 51). El código deuteronómico enseña que una mujer que esté divorciada de su esposo y que contraiga matrimonio con otro hombre, no puede regresar a su anterior esposo (Dt 24, 4). Como dijo el Señor a través del profeta Jeremías: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Otra traducción: "Sí un hombre aparta a su esposa y ella se va de él y se convierte en la esposa de otro hombre, ¿debe él regresar a ella?, ¿no debe su tierra (el propio cuerpo de su esposa) estar grandemente contaminada?" (Jer 3, l; ver Targum a Dt.24, 1-4). En la ley rabínica una mujer que ha cometido adulterio está "corrompida" y no puede continuar siendo la mujer de su esposo, sino que debe divorciarse. Además, cualquier contacto íntimo de la esposa con un hombre judío o gentil, potente o impotente, natural o no natural, obliga al divorcio.
    PROMETIDO: En la Ley Judaica un hombre prometido a una mujer era considerado legalmente casado con ella. La palabra para prometido en hebreo es Kiddush, una palabra derivada de la palabra hebrea Kadash, que significa "sagrado", "consagrado", "apartado". Porque por el compromiso (como en Mt. l, 18; Lc. l, 27), o matrimonio, una mujer pasa a ser propiedad de su esposo, prohibida para otros.
    La Ley Oral de Kiddushin (Matrimonio y Compromisos) establece: "El esposo, por casarse con la joven, la separa de todos como si fuera consagrada al templo (Corban) y fuera del alcance de todos los otros" (Kiddushin 2b, Talmud Babilonio).
    Sabemos por el Evangelio de Mateo 1, 14 que José, el esposo de María, era un hombre justo, un judío devoto, fiel a la ley. Habiendo notado que María estaba encinta y que él, su prometido, no había tenido nada que ver con su embarazo, José pudo ya sea públicamente condenarla y entregarla para darle muerte por adulterio (Dt 22, 22-29), o rechazarla en privado.
    Tomó su decisión cuando un ángel se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer. porque lo que en ella es engendrado del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt l, 20-21). El ángel no usa la frase para la unión marital: "llegar a ella" (como en Gn.30, 3, 4 y 16) o "juntarse o unirse" (Mt l, 18), sino meramente una palabra significando conducirla a su casa como su esposa (paralambano gunaika) pero no cohabitando con ella.
    Cuando el ángel le reveló que María ciertamente era la esposa del Espíritu Santo, José pudo llevar a María, su prometida, a su casa como su esposa, pero nunca podría tener trato sexual con ella, porque de acuerdo a la Ley, ella le estaría prohibida por siempre.
    ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO: También debemos tomar en consideración que cuando María supo por el arcángel Gabriel: concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (Lc l, 31), también agregó que esto se realizaría porque El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Lc l, 35).
    Para decirlo en estos términos, el arcángel declaró a María que Dios entraría en una relación marital con ella, provocando que ella concibiera a Su Hijo en su seno. Para "cubrir con su poder (reshuth) a una mujer" (Targum a Dt. 21, 4) fue un eufemismo para "tener una relación marital con ella".
    Asimismo, "sombrear" (Lc l, 35) al desplegar su "ala" o "manto" sobre una mujer, fue otro eufemismo para relaciones maritales. Entonces, los rabíes comentaron (Midrash Génesis Rabbah 39.7; Midrash Ruth Rabbah 3.9) que Rut estaba correctamente en su palabra cuando le preguntó a Boaz que tuviera relaciones maritales con ella al decirle a él "Yo soy Rut, esclava tuya; extiende tu manto sobre tu sierva (literalmente, "ala": kanaph) por cuanto eres el pariente más cercano" (Rut 3, 9).
    Tallith, otra palabra aramea-hebrea para manto, es derivada de tellal = sombra. Entonces, "extender el manto de alguien (tallith) sobre una mujer" significa cohabitar con ella (Kiddushin 18b, ver también Mekhilta en Éxodo 21, 8). ¿No le dijo Dios a Su esposa Israel: Porque yo soy vuestro esposo (Jer 3, l4) y será tu dueño y tu esposo (Is 54,5); yo un marido para ellos, dice Jehová (Jer 31, 32)? ¿Y qué es más íntimo que lo que Dios dijo a Su esposa?: Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta. Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía (Ez 16, 7-8).
    MARÍA PROHIBIDA A JOSÉ: Habiendo en sueños sido informado por un ángel sobre el embarazo de ella, y tal vez después por María acerca de las palabras que le pronunciara a ella el arcángel Gabriel en la Anunciación, José supo que Dios lo había escogido como esposo para María. Ella ahora le estaba prohibida de por vida, y por el bien del Nino y de María, él solamente podía vivir con ella en una relación absolutamente casta.
    Vivir en celibato dentro del matrimonio no era desconocido en la tradición judaica. Se dice que Moíses, que era casado, permaneció casto el resto de su vida después de la orden dada de abstenerse de tener relaciones sexuales (Ex.9, 15). En preparación los setenta ancianos se abstuvieron más tarde de sus esposas después de su llamado, y así lo hicieron Eldad y Medad, cuando el espíritu de profecía cayó sobre ellos; ciertamente se dijo que los profetas se volvieron célibes después de que la palabra de Dios se comunicó con ellos.
    EL CELIBATO DE ACUERDO A LA TRADICION: Elías y Eliseo fueron célibes toda su vida. Cuando por la Torá (í.e., el profundo estudio de ésta), un rabino se abstuviera de tener relaciones con su esposa, esto era permisible, porque entonces estaba cohabitando con el Shekínah (la "Divina Presencia" en la Torá).
    Es bien sabido que los rabinos hablaron concerniente a la obligación de los hombres de contraer matrimonio y de procrear: "Aquel que se abstenga de procrear es considerado como si hubiese derramado sangre". De acuerdo a Yebamoth 62b, B.T., un hombre sólo es medio hombre sin una mujer, citando a Gn.5, 2 donde dice: Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán (lit. "Hombre", el día que fueron creados.
    Sin embargo, si una persona es fiel al estudio de la Torá (i.e., dedica todo su tiempo a ésta), como Simeón ben Azzai, puede ser condonado su rechazo a casarse" (Skulkhan Arukh EH 1. El sabio rabino Simeón ben Azzai (antes del segundo siglo d.C.) estaba extraordinariamente en su aprendizaje. "con el paso de Ben Azzai pasaron sabios diligentes por la tierra" (Sotah 9:15). Nunca se casó y fue célibe toda su vida para no distraerse de sus estudios y porque consideró a la Torá su esposa, para la cual puso toda su alma (Yebamoth 63b). Fue un sabio sobresaliente (Kiddushín 20a, B.T.) también conocido por su santidad (Berakoth 57b, B.T.).
    La tradición judaica también menciona al célibe Zenu' im (lit. "castos" a quien fue confiado el secreto del Nombre de Dios, y así poder preservar el Santo Nombre en "perfecta pureza".
    Aquellos con la esperanza de una revelación divina consecuentemente se abstuvieron de tener relaciones sexuales y fueron estrictos en materia de pureza (Enoc 83, 2; Ap14, 2-5). Philo (Apol pro Judaeís IX, 14-17), Josefo (Antiq XVIII. 21) e Hipploytus (Philosophumiena IX, IV, 28A) escribieron sobre el celibato de los Esenios Judíos cientos de años antes del descubrimiento de su establecimiento en Qumrán, cerca del Mar Muerto.
    Philo Judaeus (c.20 a.C.-50 d.C.), un filósofo judío, describió a mujeres judías que eran vírgenes que se habían conservado castas no a la fuerza, como algunas sacerdotisas griegas, sino por su propia voluntad por su ardiente deseo de Sabiduría. "Deseosas de tener Sabiduría para sus hermanos, despreciaron los placeres de la carne y no desearon descendencia, sino aquellos niños que solamente el alma que es querida por Dios pueda hacer nacer" (Philo, Cont.68; también ver Philo, Abr. l00).
    Porque "los castos son recompensados recibiendo iluminación de la oculta luz celestial" (Zohar 11. 229b-230a). Porque "si el entendimiento está seguro e intacto, libre de la opresión de las iniquidades o pasiones... podrá claramente mirar todo lo que sea digno de contemplación" (Philo, Sob.l.5). Y a la inversa, "el entendimiento del hombre amoroso es ciego y no puede ver esas cosas que valen la pena ver... cosas dignas de ver las cuales son maravillosas de percibir y deseables" (Philo, Q. Gén.IV.245).
    JOSÉ COMO CUSTODIO CÉLIBE: Como receptor de la gran revelación de que lo concebido en el seno de María, era del Espíritu Santo, y que el Niño por nacer sería destinado a salvar a Su pueblo de sus pecados, seguramente José por ello supo que fue llamado para cuidar a María y a su Hijo, el Mesías, por el resto de su vida, siendo esto por lo que el ángel le dijo que tomara a María como su esposa.
    Podemos razonablemente asumir que ahora María compartía con él todo lo que le dijo el arcángel Gabriel. Nada menos que una Persona, el Hijo de Dios (Lc l, 35), iba a ser confiada a su cuidado bajo el refugio de su humilde hogar, ahora el Sanctasanctórum. La tradición judía menciona que, aunque las personas debían abstenerse de tener relaciones sexuales con sus esposas solamente por tres días anteriores a la revelación del Monte Sinaí (Ex 19, 15), Moisés escogió permanecer casto por el resto de su vida con la total aprobación de Dios. Los rabinos explicaron que esto se debió a que Moisés supo que él estaba designado a comunicarse personalmente con Dios, no únicamente en el Monte Sinaí, sino en general a través de cuarenta años de permanencia en el desierto. Por esta razón, Moisés se quedó "separado de mujer", permaneciendo en la santidad de separación para estar al servicio de Dios en todo momento; citaron la orden de Dios a Moisés en Deuteronomio 5, 28 (Midrash Exodus Rabbah 19:3 y 46.3).
    Otra vez, podemos estar seguros que José permaneció célibe toda su vida porque a través de sus años de casado, estuvo diariamente en comunicación y al servicio de Jesús, la Palabra de Dios encarnada..
    Los otros argumentos de los hermanos
    Primogénito no quiere decir solamente, el primer nacido entre otros hijos, sino ocupar un lugar especial: elegido, consagrado. Una mujer que muere dando a luz a su primer hijo, se dice de él que es el primogénito aunque no tenga hermanos. El salmo 89 dice que David (el último de ocho hijos) es llamado primogénito por Dios: Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra (Sal 89, 27-28). En Génesis Jacob recibió las bendiciones de la primogenitura (Gn 25, 31-34), aunque nació después de Esaú (Gn 25, 25-26). Efraín es llamado "primogénito" en Jeremías 31 ,9 siendo el segundo hijo de José (Gn 41, 52). Jesús es el primogénito de los muertos (Ap 1, 5), pero no el primero en morir. Él ocupa en lugar especial por ser el testigo fiel hasta la muerte. Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito (Ex 4, 22). Llamado "Primogénito", Jesús es el "Alfa y Omega", el Primero y el Último. No hay otro. Esto es lo que quiere decir Col 1, 15-16 cuando lo llama así.
    Israel no es el primer pueblo que Dios creó, pero sí es el pueblo consagrado por Él. En Zacarías 12, 10 vemos que la misma persona es llamada "primogénito" y "unigénito".
    En las Antigüedades Bíblicas de pseudo Filón (primer siglo d.C.), la hija de Jefté es llamada tanto primogénita como unigénita (39, 11). Y un epitafio, (con fecha 28 de enero de 5 a.C.), descubierto en 1922 en la necrópolis judía de Tell el Yehudieh, hace decir a la muchacha difunta (Arsinoe): "Pero la suerte, en los dolores del parto de mi hijo primogénito, me condujo al término de la vida". Aunque esta joven madre murió en el primer parto, a su hijo se le llama igualmente primogénito.
    No debemos olvidar que el título primogénito para designar a Jesús tiene otro sentido simbólico. El es llamado primogénito de toda la creación (Col 1, 5) y de todos los muertos (Col 1, 18).
    No la conoció hasta que dió a luz no quiere decir que José haya tenido relaciones con María después. Hasta que no equivale a decir "pero después sí..." porque en 2 Samuel leemos: Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte (6, 23). ¡No quiere decir que después de su muerte tuvo hijos! Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies (Sal 110, 1). Este Salmo que profetiza a Jesús (Hch 2, 34-35) no significa que Jesús no siga sentado a la diestra del Padre (Hch 7, 55) después de que pusiera a sus enemigos por estrado de su pies.
    En Génesis 28, 15 leemos: He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Ciertamente Dios no dejó a Jacob después. He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). ¿Pero después Jesús no va estar con nosotros? Para ver otros ejemplos mira Dt 34, 6.
    Cuando el evangelista dice que José no la conoció hasta que dio a luz un hijo, él afirma que José no tuvo relaciones con María mientras no naciera el Señor. Pero no está afirmando que después de que María dio a luz, José tuvo relaciones con ella. Lo que Lucas dice es que Jesús nació sin intervención de José.
    Nos quedamos con "recibió a su mujer" . Pero con todas las pruebas que vimos arriba y con leer el contexto, sabemos que se trata de José aceptando a María como su esposa porque él entendía que María estaba encinta del Espíritu Santo después de que el ángel se lo explicó.
    Si María tuvo a Santiago como hijo, ¿cómo es que los Padres de la Iglesia creyeron que María permaneció virgen si su hijo Santiago era obispo de Jerusalén? Nadie reclamó ser descendiente de la familia de José y María. Nadie en los siguientes años después de su asunción andaba diciendo que era hermano carnal o sobrino de Jesús.
    Por todo lo dicho concluimos que María no tuvo otros hijos. De hecho, en la Iglesia Primitiva, la primera persona que formuló la idea de que los hermanos de Jesús eran hermanos carnales fue Elvidio (380 d.C). Por cuatro siglos los cristianos no pensaron así. Cuando Elvidio escribió eso, lo criticaron fuertemente. Quizás no sea normal que un matrimonio viva sin relaciones, pero ¡tampoco es normal que su hijo sea Dios Encarnado!

  2. #2
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    Cuando el ángel le reveló que María ciertamente era la esposa del Espíritu Santo, José pudo llevar a María, su prometida, a su casa como su esposa, pero nunca podría tener trato sexual con ella, porque de acuerdo a la Ley, ella le estaría prohibida por siempre.
    ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO
    Esto es una absoluta monstruosidad que no merece ni el nombre de herejía, más bien suponemos que es un disparate inadvertido del articulista.

    el arcángel declaró a María que Dios entraría en una relación marital con ella,
    Más de lo mismo.
    Dios no necesita (ni podría) ser esposo ni marido de nadie (pues ello exige una relación de equilibrio entre conyuges...) ni para crear algo ni para engendrar un Hijo.

  3. #3
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    A colación de lo que exponéis, vistando la catedral católica de Melbourne el año pasado, me encontré con una exposición de arte en la que el artista me pidió que interpretara una de las obras que estaba exponiendo.

    Tras un interesante intercambio de ideas, el individuo en cuestión afirmaba que su obra representaba "el momento de inmenso silencio mundial que se produjo a la espera de la respuesta de María cuando el arcángel solicitó a ésta, permiso para ser madre del hijo de Dios "... a lo que le respondí que siempre había entendido ese pasaje como una ANUNCIACION y no como una PETICION.

    Gothico, ¿puedes aclarame quién tenía razón?

  4. #4
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    No sé si estaré equivocado, pero yo siempre había entendido que a la Virgen se la tenía (y más de una vez la he visto llamada así) por Hija, Madre y Esposa de la Trinidad. Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Esto no quiere decir necesariamente que siguiera habiendo una relación conyugal después de que María concibió. Y en cuanto a Dios como esposo, ¿acaso no lo es de la Iglesia, ya que esta es la esposa de Cristo? También en la poesía mística se entiende se entiende el alma como esposa de Cristo. Todo me parece de lo más normal. Está claro que es un en un plano espiritual, no físico.

    En cuanto a lo de que el arcángel Gabriel solicitara permiso a la Virgen para hacerla Madre de Dios sí que me parece absurdo. Aunque ella era muy libre de no haber dado el Fiat si no hubiera querido, está claro que Dios no le estaba proponiendo nada. La estaba llamando a cumplir su voluntad, su designio. Ya estaba decidido. No se trataba de permiso, sino de aceptación. Dios no tiene que pedir permiso para nada por intermedio de nadie. No lo necesita. Él dispone lo que haya que hacer sin tener que recurrir a mayor autoridad, porque no la hay. Era, en efecto, una ANUNCIACIÓN, no una petición. Lo demás son elucubraciones de ese artista o lo que sea.

  5. #5
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    Gracias Hyeronimus.

  6. #6
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    No sé si estaré equivocado, pero yo siempre había entendido que a la Virgen se la tenía (y más de una vez la he visto llamada así) por Hija, Madre y Esposa de la Trinidad. Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Esto no quiere decir necesariamente que siguiera habiendo una relación conyugal después de que María concibió. Y en cuanto a Dios como esposo, ¿acaso no lo es de la Iglesia, ya que esta es la esposa de Cristo? También en la poesía mística se entiende se entiende el alma como esposa de Cristo. Todo me parece de lo más normal. Está claro que es un en un plano espiritual, no físico.
    Debería deslindarse lo estrictamente teológico de lo poético-figurado.

    Si la Virgen fue esposa del Espiritu Santo, en tal caso el Espíritu Santo habría estado legítimamente casado con la Virgen María
    Ahora bien ¿en qué documento doctrinal consta que el Espíritu Santo haya estado casado con la Virgen María?
    Pero, en cambio, sí sabemos que San José fue legítimo Esposo de la Virgen María.
    ¿o acaso no fue así? ¿o es que fue bígama la Virgen María?

    El fallo está en que el articulista atribuye al Espíritu Santo algo que no dice el Angel:
    Tomó su decisión cuando un ángel se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer. porque lo que en ella es engendrado del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt l, 20-21). El ángel no usa la frase para la unión marital: "llegar a ella" (como en Gn.30, 3, 4 y 16) o "juntarse o unirse" (Mt l, 18), sino meramente una palabra significando conducirla a su casa como su esposa (paralambano gunaika) pero no cohabitando con ella.
    Cuando el ángel le reveló que María ciertamente era la esposa del Espíritu Santo
    ¿Dónde le dice el ángel a san José que la Virgen sea “esposa del Espíritu Santo”?
    Eso más bien se lo inventa el articulista.

    Realmente el tema de fondo es otro:
    El Angel dice a san José que la Virgen ha concebido del Espíritu Santo, sin más.
    No dice nada ni de esposos ni de maridos ni de relaciones maritales.
    Y es que el papel de San José dentro del plan divino de la Encarnación era dotar de un padre (adoptivo) a Jesús y de un esposo a la Virgen María, (no de casar al Espíritu Santo, ya que Éste tiene otros fines).
    El papel de san José, era sólo el de proteger a la Virgen de rumores y calumnias que recaerían sobre la incomprensión de su excepcional favor divino y para encubrir el previsible escándalo de que algo sublime, a falta de esposo, no habría podido ser entendido por aquel vulgo y hubiera sido atribuido a alguna relación ilegítima.
    Y fue en ese sentido que contrajo legítimo matrimonio con San José, si bien éste, al enterarse del plan divino jamás usó de ese matrimonio.
    En todo caso ¿cuál es el título de San José si no el de Esposo de la Virgen María?

    - Por otra parte, cada uno de los actos u operaciones de la Santísima Trinidad no es atribuible en exclusiva a cada una de sus Personas. Todas ellas cooperan en cada operación divina, si bien a cada una de ellas se le adjudica alguna con preferencia a las otras Personas, pero no con exclusividad.
    De ahí que en cierto sentido todas ellas han cooperado en la encarnación del Verbo ( “…el Verbo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros…”), aunque el hecho se atribuya especialmente al Espíritu Santo.

    - Otra cosa son las resonancias místico-poético-figuradas del tema en cuestión.

    En cuanto a lo de que el arcángel Gabriel solicitara permiso a la Virgen para hacerla Madre de Dios sí que me parece absurdo. Aunque ella era muy libre de no haber dado el Fiat si no hubiera querido, está claro que Dios no le estaba proponiendo nada. La estaba llamando a cumplir su voluntad, su designio. Ya estaba decidido. No se trataba de permiso, sino de aceptación. Dios no tiene que pedir permiso para nada por intermedio de nadie. No lo necesita. Él dispone lo que haya que hacer sin tener que recurrir a mayor autoridad, porque no la hay. Era, en efecto, una ANUNCIACIÓN, no una petición. Lo demás son elucubraciones de ese artista o lo que sea.
    Discrepo de tu rotundidad.
    Es cierto lo que escribes, pero también lo es que debió mediar algún tipo de consentimiento (todo lo mínimo que quieras…) por parte de la Virgen María.
    La Virgen María no era un simple ser autómata, ni un ser inanimado.
    De dar por cierta esa absoluta rigidez, sin existencia de libre albedrío, no hubiera habido ningún mérito por parte de la Virgen. Pero sí sabemos que lo hubo.

    Por otro lado, esa tesis parecería ignorar la libertad de los actos humanos y del libre albedrío que Dios otorga al hombre, sobre todo en el asunto trascendental de la salvación, ya que es dogma de fe que el hombre debe cooperar a la gracia que Dios le da, para poder salvarse.
    Esa rotundidad encierra unas resonancias peligrosas, de regusto algo protestante. De ahí a las tesis heréticas sobre la predestinación no media nada…

    su obra representaba "el momento de inmenso silencio mundial que se produjo a la espera de la respuesta de María cuando el arcángel solicitó a ésta, permiso para ser madre del hijo de Dios "... a lo que le respondí que siempre había entendido ese pasaje como una ANUNCIACION y no como una PETICION.

    Gothico, ¿puedes aclarame quién tenía razón?

    Con lo anterior respondo a esto.

  7. #7
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    Gothico, quizá no me expresé con suficiente claridad, pero en ningún momento puse en duda el libre albedrío de la Virgen María ni el mérito de su aceptación de la voluntad de Dios.

    En cuanto al tema de María como Esposa del Espíritu Santo, no es dogma de fe pero es una larga tradición desde siempre por la que no hay que rasgarse las vestiduras. No he tenido tiempo de buscar mucho en encíclicas y en escritos de los Padres y autores de espiritualidad, pero he encontrado algunas cosas. Fíjate también en que es frecuente al final del Rosario muchos añaden eso de “Dios te salve, María, Hija de Dios Padre. Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo. Dios te salve, María, Esposa del Espíritu Santo, etc.” Te añado a continuación los textos que encontré:



    Santa Virgen María,
    no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti,
    hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial,
    madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo.
    Fragmento de una antífona de S. Francisco de Asís


    Unos fragmentos del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen de S. Luis María Grignon de Monfort:

    Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

    (...)

    María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella.

    (...)

    Dios Espíritu Santo comunicó a su fiel Esposa, María, sus dones inefables y la escogió por dispensadora de cuanto posee.


    De la encíclina Munificentissimus Deus de Pío XII:

    A este mismo fin describen a la Reina que entra triunfalmente en el palacio celeste y se sienta a la diestra del divino Redentor (Sal 44, 10, 14-16), lo mismo que la Esposa de los Cantares, «que sube por el desierto como una columna de humo de los aromas de mirra y de incienso» para ser coronada (Cant 3, 6; cfr. 4, 8; 6, 9). La una y la otra son propuestas como figuras de aquella Reina y Esposa celeste, que, junto a su divino Esposo, fue elevada al reino de los cielos.

    De un mensaje radiofónico de Pío XII con motivo de la coronación de la Virgen de Fátima:

    Y el empíreo vio que era verdaderamente digna de recibir el honor, la gloria, el imperio, por estar infinitamente más llena de gracias, por ser más santa, más bella, más sublime, incomparablemente más que los mayores santos y que los más excelsos ángeles, solos o todos juntos, por estar misteriosamente emparentada, en virtud de la Maternidad Divina, con la Santísima Trinidad, con Aquel que es por esencia Majestad infinita, Rey de Reyes y Señor de Señores, como Hija primogénita del Padre, Madre ternísima del Verbo, Esposa predilecta del Espíritu Santo, por ser Madre del Rey Divino, de Aquel a quien el Señor Dios, desde el seno materno, dio el trono de David y la realeza eterna de la casa de Jacob, de Aquel que ofreció tener todo el poder en el cielo y en la tierra. El, el Hijo de Dios, refleja sobre su Madre celeste la gloria, la majestad, el imperio de su realeza, porque, como Madre y servidora del Rey de los mártires en la obra inefable de la Redención, le está asociada para siempre con un poder casi inmenso en la distribución de las gracias que de la Redención derivan..."

    Por último, adjunto un texto que estudia detalladamente el tema a lo largo de la historia:


    MARÍA, ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO

    Como ya hemos indicado, el título «Esposa del Espíritu Santo», dado por S. Francisco a la Virgen en la Antífona de su Oficio de la Pasión, merece una consideración especial, por cuanto señala una cima alcanzada en la historia de la Iglesia, a la vez que constituye un punto de partida.
    Conviene, pues, hacer un bosquejo histórico en tres partes: la historia de este título hasta san Francisco, su importancia en el culto mariano del Poverello, y sus ulteriores vicisitudes hasta nuestros días.
    Es cierto que a algunos teólogos dogmáticos no les gusta el mencionado título por varios motivos que no vamos a analizar aquí; desde su punto de vista, no les falta razón. En efecto, el denominativo «Esposa del Espíritu Santo» ha sido y sigue siendo aplicado, incluso por un mismo escritor, no sólo a María, sino también a la Iglesia, al alma cristiana, a un grupo de fieles, etc. Y así resulta que al Espíritu Santo se le dan muchas esposas. Por otra parte, a María se la llama también Esposa del Padre celestial, del Verbo Encarnado considerado como Dios y como hombre, y hasta de la Santísima Trinidad, sin hablar de san José, de quien fue la esposa virginal; y ante el hecho de que ese «vínculo conyugal» espiritual se aplica de tantas y tan diversas formas, los teólogos dogmáticos prefieren términos más claros y que tengan un sentido único. Pero en la teología espiritual, o sea, ascético-mística, el título «María, Esposa del Espíritu Santo» es explicado en un sentido perfectamente ortodoxo y que en la actualidad se hace cada día más frecuente. Es evidente que ese título no hay que entenderlo en sentido propio (escriturístico literal); se trata de un puro sentido metafórico, pero fundado en analogías que tienen un sustrato bíblico real, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, del mismo modo que también Jesús es llamado «Cordero de Dios» y «León de la tribu de Judá», etc. Por eso, su uso es legítimo en espiritualidad y en teología mística, en relación con experiencias místicas. Comencemos, pues, a esbozar la historia en tres etapas.

    1. Antes de Francisco
    Por cuanto sabemos, el primero en saludar a María como Esposa del Espíritu Santo, aunque no literalmente, fue el poeta latino Prudencio, nacido en España y muerto después del año 405. En su Liber apotheosis tiene este versículo (v. 572): Innuba Virgo nubit Spiritui, «La Virgen no desposada se desposa con el Espíritu». Pero este primer testimonio permaneció en la sombra, tal vez a causa del carácter poético de la expresión nubere Spiritui y también porque la Iglesia de entonces tenía que combatir con mayor urgencia los errores cristológicos del arrianismo. Habrá que esperar cuatro siglos para ver despuntar en Occidente otro protagonista del misterioso título mariano. Entre tanto, en Oriente, aparecen dos: un Pseudo-Olimpio, del siglo V, y Cosmas Vestitor, del siglo VIII; éste podría ser el primero en llamar indirectamente a María «Esposa del Espíritu Santo». El Ps. Metodio Olimpio (PG 18,345c), en un sermón de Simeón y Ana, explica que María, al presentar a Jesús en el templo, no estaba obligada al rito de la purificación, porque ya antes el Espíritu Santo se había desposado con ella y la había santificado. Cosmas Vestitor, en un sermón de san Joaquín y santa Ana, presenta a Joaquín deseoso de tener descendencia, deseo que Dios escuchó y así Joaquín engendró a la esposa del Espíritu Santo: «(Ioachim) Spiritus sancti sponsam genuit» (PG 106,1006b).
    En Occidente, el título mariano reaparece hacia la mitad del s. VIII; lo encontramos en un sermón para la fiesta de la Asunción, de un Pseudo-Ildefonso, hoy identificado bien sea con S. Ambrosio Autperto, OSB ( 784), bien sea con S. Pascasio Radberto, OSB ( 860). En dicho sermón, el Espíritu Santo invita a María con estas palabras del Cantar de los Cantares: «Ven del Líbano, esposa mía» (4,8): «Ideo Spiritus sanctus (Mariam) invitabat, dicens: ...Veni de Libano, sponsa mea» (PL 96,266b).
    Aunque en los dos siglos siguientes los testimonios referentes al título nupcial de la Virgen faltan casi por completo, sin embargo, en el estado actual de la investigación, parece cierto que dicho título se fue propagando imperceptiblemente por los diversos países. En efecto, a principios del siglo XII (o incluso antes) sucedió un hecho extraño en los Países Bajos. Un cierto Tanchelmo o Tanchelino ( 1115) se desposó públicamente con María santísima, poniendo su mano en la mano de una estatua de la Virgen; y para justificar su gesto decía que todo cristiano puede identificarse con el Espíritu Santo recibido en el bautismo y, consiguientemente, tomar también él a María por Esposa. No fue ésta la única rareza que predicó aquel hereje, contra quien combatieron S. Norberto ( 1134) y los Premonstratenses por él fundados. De cualquier modo, en dicho acontecimiento se puede ver que el título de María Esposa del Espíritu Santo estaba ya difundido por todas partes en Occidente.
    El mismo siglo XII nos ofrece otros cuatro protagonistas del título nupcial de María: un benedictino y tres cistercienses. No nos detenemos en el primero, Gofredo de Vendôme ( 1134), porque en un mismo contexto llama Esposo de María tanto al Verbo encarnado en ella (sponsus et filius) como al Espíritu Santo, al que dice «marido de María», «maritus Spiritus sanctus» (PL 157,267b). Los tres cistercienses son más claros y explícitos.
    El beato Amadeo de Lausana ( 1159), al describir cómo María fue adornada con los siete dones, afirma que la Virgen se unió al Espíritu Santo en alianza nupcial, «Spiritui sancto foedere maritali copulata est» (PL 188,1309a). Y queriendo ilustrar este nexo nupcial entre María y el Espíritu Santo, comenta las palabras de Gabriel a la Virgen en la Anunciación: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, para cubrirte con su sombra; tú gozarás de una suavidad inmensa, tú serás gratificada con el ósculo celestial, «tú te desposarás con un tal Esposo, y por un tal Marido serás fecundada», «Tali Sponso (= Spiritui Sancto) coniungeris, a tali marito fecundaberis» (PL 188,1318a).
    El otro cisterciense, Nicolás de Clairvaux ( 1176), bajo el seudónimo de Bernardo, en un sermón sobre la Asunción de la Virgen, describe con dos expresiones la relación entre María por una parte y el Hijo de Dios y el Espíritu Santo por la otra: María jamás conoció lecho de pecado (Sab 3, 13); «como Virgen fue singularmente consagrada al Hijo de Dios, y de especial modo desposada con el Espíritu Santo», «Virgo Dei Filio singulariter consecrata, specialiter sancto coniugata Spiritui» (PL 144,719b).
    El tercer autor de este grupo que vamos a examinar es el famoso cisterciense calabrés Joaquín de Fiore ( 1202), que presagió el tercer estadio de la historia, el reino del Espíritu Santo, que tendría que suceder al reino del Padre (Antiguo Testamento) y al reino del Hijo (Nuevo Testamento). Ahora bien, María, unida íntimamente al Espíritu Santo, es la indicada por Joaquín como Madre-Genitrix espiritual de la Iglesia santa y renovada de la edad tercera. Joaquín no usa explícitamente la expresión Esposa del Espíritu Santo, pero su explicación simbólica de la edad tercera la contiene implícitamente del modo más formal. Así, en el centro de la tabla XII en torno a la Paloma (= Espíritu Santo), leemos estas palabras: «Oratorio de santa María Madre de Dios y de la santa Jerusalén -sede de Dios-, esta casa será madre de todos», afirmación clara de que el Paráclito se servirá de María-Esposa como Madre de la nueva Iglesia espiritual, en oposición a la Iglesia carnal.

    2. Con san Francisco
    Así llegamos a san Francisco, que desde joven, cuando según su propia expresión todavía «estaba en pecados» (Test 1), creció en la atmósfera devocional del siglo XIII. La gracia del Espíritu Santo lo transformó en una nueva criatura, como se complace en subrayar san Buenaventura, que lo llama servus Mariae, esclavo de María, por cuyos méritos concibió en su santuario de Santa María de los Ángeles «el espíritu de la verdad evangélica», sobre la que fundará la «Regla y vida de los Hermanos Menores» (LM 3,1). Por devoción a la Madre del Señor Jesús, ayunaba desde la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo hasta la fiesta de la Asunción, titular de su iglesita predilecta (LM 9,3). En esta misma iglesita, la Madre de toda bondad le sirvió de mediadora para obtener de la misericordia de Jesús la indulgencia de la Porciúncula.
    Ya hemos hablado de las dos oraciones en que Francisco invoca a María en un contexto trinitario, insistiendo en la relación excepcional entre ella y las tres Personas de la Santísima Trinidad: hija-esclava del Padre, madre del Hijo, y esposa del Espíritu Santo. En cuanto a este último título, Esposa del Espíritu Santo, no parece exagerado afirmar que Francisco fue el primero en aplicárselo a María de forma explícita. Todos sus predecesores tienen locuciones equivalentes, pero no la invocación directa y precisa, con esa fórmula expresa; el que más se acercó a esa formulación fue el Pseudo-Ildefonso, quien, como hemos visto más arriba, pone en labios del Espíritu Santo esta invitación a María: «Ven del Líbano, esposa mía». Con san Francisco, pues, comienza la serie de autores que, desde el siglo XIII hasta nuestros días, glorifican a la Madre de Dios con este título realmente nuevo. Hay que tener en cuenta además que, como hemos indicado, Francisco recitaba 14 veces al día la Antífona del Oficio de la Pasión, en la que se encuentra ese título. Y esto mismo hacían sus hermanos y Clara cuando recitaban el dicho Oficio. De esta manera, tanto el Poverello como sus seguidores tuvieron que profundizar en la propia vida nupcial, en unión con la de la Virgen. Es lo que revelan los Escritos.
    Francisco se preocupó de inspirar a sus hermanos, incluidos los laicos más humildes, que tal vez no recitaban el Oficio de la Pasión, la devoción al Espíritu Santo. De hecho, las palabras de la Regla bulada: «...por encima de todo los hermanos deben anhelar tener el Espíritu del Señor y su santa operación» (2 R 10,8-9), se dirigen, en el contexto inmediato, más a los hermanos laicos que a los clérigos. Por otra parte, Francisco ordena en la Regla que los hermanos laicos reciten siete Padrenuestros por cada una de las cuatro horas menores y por completas (1 R 3,10; 2 R 3,3). Ahora bien, otras asociaciones religiosas aprobadas por la Santa Sede imponían a sus miembros «recitar por cada una de las horas del Oficio divino siete Padrenuestros, por los siete dones del Espíritu Santo»; Francisco debía conocer esta costumbre y por lo mismo nos parece que no es temerario pensar que él quiso que todos sus hermanos invocaran diariamente al «Espíritu septiforme», del que María es la mediadora.
    Sus Escritos nos demuestran que Francisco tenía un concepto muy amplio de la relación esponsal entre Dios y sus criaturas: si en las oraciones marianas venera en la Virgen la intimidad con la Santísima Trinidad, en otros lugares subraya igualmente la relación estupenda entre las tres Personas divinas y cada una de las almas que trata de vivir según el espíritu y no según la carne (Rom 8,12-13). La vida evangélica como tal lleva consigo la unión íntima personal con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y Francisco propone a los penitentes que vivían en el siglo el ideal evangélico del que participan también sus hermanos religiosos. Escribe en su Carta a los fieles: «Y sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor y hará en ellos habitación y morada. Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo» (2CtaF 48-50; 1CtaF 1,6-7).
    El mismo Francisco hace un comentario sublime de sus palabras, que cada uno debería revivir en su propia existencia: «Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y somos hermanos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo; somos madres cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas que deben ser luz para ejemplo de otros. ¡Oh, cuán glorioso, santo y grande es tener en el cielo un padre! ¡Oh, cuán santo, consolador, hermoso y admirable es tener un tal Esposo! ¡Oh, cuán santo y cuán amado, agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable es tener un tal hermano e Hijo! El cual dio su vida por sus ovejas y oró al Padre por nosotros, diciendo: Padre santo...» (2CtaF 51-56; 1CtaF 1,8-14).
    En los primeros años de la conversión de Clara, Francisco escribe para ella y para sus hermanas de San Damián, en la Forma de vida, unas palabras que reflejan la unión esponsal entre el Espíritu Santo y María con términos perfectamente paralelos a los de la Antífona del Oficio de la Pasión: «Ya que, por divina inspiración, os habéis hecho hijas y esclavas del Altísimo sumo Rey, el Padre celestial, y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir según la perfección del santo Evangelio de Jesucristo, quiero y prometo...» (FVCl 1; RCl 6,17).
    Señalemos de paso que la palabra esposo («sponsus») aparece en los Escritos de san Francisco tres veces en cada una de las redacciones de la Carta a los fieles, cuyo texto hemos citado más arriba; en las Cartas de santa Clara a santa Inés de Praga, aparece otras cuatro. La palabra esposa («sponsa») aparece una sola vez en los Escritos de Francisco, y es precisamente en la Antífona del OfP; en las Cartas de Clara se repite nueve veces. Y el verbo desposarse («desponsare») aparece una sola vez en los Escritos de Francisco, concretamente en la Forma de vida, que acabamos de citar; en los Escritos de Clara aparece tres veces, dos en las Cartas y una en su Regla.
    Sin temor a exagerar podemos decir que Francisco «vivía» con plenitud lo que enseñaba a sus hermanos, a las clarisas y a los cristianos de buena voluntad, los penitentes laicos, para demostrarles que la unión esponsal que él exaltaba entre Dios, uno y trino, y María, debe ser el gran manantial de la caridad evangélica y apostólica, o sea, de nuestra maternidad espiritual en la Santa Madre Iglesia. La unidad de amor personal, o sea, filial, esponsal, fraterno y materno con las tres Personas divinas, es un don especial y una santa operación del Espíritu de nuestro Señor Jesucristo. Esta santa Madre-Iglesia, consagrada en María por el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, como llena de gracia y de todo bien, está constituida por todos los creyentes. Francisco se convenció de ello desde el momento en que el Cristo crucificado-vivo-resucitado de San Damián le dijo: «Francisco, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo (tota destruitur)» (2 Cel 10). Esta casa de Cristo crucificado-resucitado somos todos en María, hecha Iglesia, y lo somos siguiendo sus huellas en el Evangelio, en pobreza y humildad, firmes en la fe católica y sujetos a la santa Madre Iglesia (cf. 2 R 12; Test 14-15).
    El Testamento y las Cartas de santa Clara dan fe de que también ella vivía fuertemente impelida por esa maternidad mística, mediante el buen ejemplo. Véase al respecto su Testamento, vv. 3-4, 6-7, 11-12. Las Cartas, por otra parte, insisten particularmente en el tema de los desposorios místicos; así, por ejemplo, en la primera a santa Inés de Praga, Clara alaba su opción por la pobreza: «uniéndoos con el Esposo del más noble linaje, el Señor Jesucristo»; poco más adelante le dice: «pues sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo», aludiendo claramente a Mt 12,49 y a un texto de la Carta a los Fieles de Francisco, antes citado; e insiste de nuevo: «habéis merecido ser hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre y de la Virgen gloriosa». En la tercera Carta, le dice Clara a Inés: «Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró un tal Hijo... La gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente en su seno: tú, siguiendo sus huellas, principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes llevarlo espiritualmente siempre en tu cuerpo casto y virginal...». Por otra parte, cuatro de los testigos del Proceso de canonización de Clara insisten en la presencia y acción del Espíritu Santo en la Dama pobre de San Damián (3,20; 10,8; 11,3; 20,5).
    Recordemos también que el Crucifijo de San Damián, contemplado y vivido por Francisco y luego por Clara, es un icono de inspiración oriental siríaca, pintado en Umbría, que representa a Cristo en su misterio pascual total: el Cristo, Hijo del Padre, encarnado-crucificado-resucitado, unido a la Iglesia del cielo y de la tierra; el Cristo joánico, lleno de luz y de gloria, vencedor de la muerte y del pecado; el Cristo, Cordero inmolado y exaltado, digno de toda alabanza, gloria, honor y bendición por parte del cielo y de la tierra. Y así lo celebró Francisco en su vida, en profundo sufrimiento y gloria a la vez, es decir, en perfecta alegría. Su Oficio de la Pasión, que contiene la Antífona de la Virgen, es la prueba más convincente de ello.
    Aún podríamos decir muchas cosas de la enseñanza de Francisco sobre «el Espíritu del Señor y su santa operación» que, según la voluntad del Santo, «debemos anhelar por encima de todo» (2 R 10,8-9). En efecto, sus Admoniciones son una mina de consideraciones que, tomadas en su conjunto, constituyen un compendio valiosísimo de vida espiritual.

    3. Después de san Francisco
    El nuevo título mariano Esposa del Espíritu Santo, cuya formulación expresa y concreta es de san Francisco, ha permanecido vivo en la tradición de la Iglesia. No se hicieron esperar los autores que lo comentaron, y en los siglos siguientes se multiplicaron de tal manera, que no es posible ofrecer el elenco completo de los mismos. Por eso nos limitaremos a los escritores de la familia franciscana, pero sin pretender ser exhaustivos.
    En la segunda mitad del siglo XIII aparece el Speculum beatae Mariae Virginis (Quaracchi 1904, 130-140) de fray Conrado de Sajonia ( 1279), quien por tres veces hace el elogio de la Esposa del Espíritu Santo, con una insistencia y un fervor nunca vistos: «María es la bellísima esposa del Espíritu Santo, ...la esposa de la Suma Bondad»; «He aquí la esposa del Espíritu Santo, María...: he aquí la esposa del Sumo Consolador...»; «¡Oh María, el Señor está contigo: el Señor, de quien eres la hija, más noble que cualquier otra; el Señor, de quien eres la madre, más admirable que todas las demás; el Señor, de quien eres la esposa, más amable que todas las demás...».
    Casi al mismo tiempo que el Espejo de fray Conrado se difundió un Libellus de corona Virginis Mariae (PL 96, 285-318), bajo el pseudónimo de S. Ildefonso, pero que según los últimos estudios es de un hermano menor (Ricardo de San Lorenzo). Varias veces describe el nexo esponsal entre el Espíritu Santo y María, explicando el título «Esposa del Espíritu Santo» con elocuentes elogios: «¡Oh santísima madre de Cristo, tú eres... el bellísimo y virginal tálamo del Verbo encarnado del Padre, ...la hija carísima del sumo Padre, la esposa amantísima del Espíritu Santo, señora y reina de los ángeles y de los hombres!». Este mismo autor llama también a María esposa del Padre y esposa de Cristo.
    Fray Juan de Caulibus (s. XIII-XIV) estuvo animado por el mismo espíritu que los dos autores anteriores. En sus Meditationes vitae Christi, que pronto se atribuyó a san Buenaventura, no duda en proclamar a la Virgen «elegida por Dios Padre como hija, por el Hijo como madre y por el Espíritu Santo como esposa».
    Mención especial merece el «sello del generalato» más antiguo que se conoce de la Orden franciscana. Es el del beato Juan de Parma (Ministro general 1247-1257). En un documento de 1254 se ve en dicho sello la venida del Espíritu Santo sobre María Santísima y los apóstoles, debajo de los cuales se ve la figura de un hermano menor en oración, sin aureola, que presumiblemente representa al Ministro general, más que a san Francisco. Juan de Parma quiso representar al vivo al Espíritu Santo como Ministro general de la Orden y a María la Abogada de la misma Orden y medianera de los siete dones del Espíritu Santo.
    En los siglos XIV y XV no encontramos autores franciscanos que celebren a María como Esposa del Espíritu Santo.
    Bernardino de Bustis ( 1513/15), en su Mariale, después de exaltar las extraordinarias prerrogativas de María, concluye sus alabanzas con una triple invocación, que recuerda la de Francisco: «¡Oh hija del eterno Padre! ¡Oh madre de la divina Majestad! ¡Oh esposa del Paráclito!»
    Casi contemporánea de Bernardino de Bustis fue la beata Bautista de Varano, clarisa ( 1524). Sus obras espirituales contienen dos elogios de María como Esposa del Espíritu Santo; el primero, en forma de oración: «¡Oh Virgen de las vírgenes, María.... hija de Dios, madre de Jesucristo, esposa del Espíritu Santo...!»; el otro aparece en una novena a la Virgen, en la que la tercera Persona de la Stma. Trinidad, el Espíritu Santo, expone a las otras dos Personas el deseo de la Virgen de morir para volver a ver a su Hijo: «Mi esposa se derrite como cera al fuego por amor: enviemos por Ella».
    A principios del siglo XVII, dos capuchinos festejan a María con el referido título. San Lorenzo de Brindis ( 1619), en un sermón para la Visitación de la Virgen, dice de María: «Ella es reina del cielo, señora de los Ángeles, emperadora del paraíso, hija del sumo Padre, madre del Hijo unigénito de Dios, esposa del Espíritu Santo»; y en otro sermón sobre la visión apocalíptica de la Mujer vestida de sol, explica el título mariano con palabras audaces que hay que entender en su sentido espiritual-místico (maritus-uxor). De un modo más sencillo, Tomás de Olera ( 1631), en su opúsculo sobre la Vida, muerte y asunción de María, la saluda como Esposa del Cantar de los Cantares y Esposa del Espíritu Santo.
    En la misma línea se encuentra san Carlos de Sezze ( 1670): «...el Padre la eligió como amadísima hija suya, el Hijo como carísima madre suya y el Espíritu Santo como dilectísima esposa suya...» (Opere complete III, Roma 1967, 534).
    Otros franciscanos y franciscanas habrán escapado a nuestra investigación. Viniendo a nuestro tiempo, nos parece que quien mejor ha penetrado y actualizado para la mentalidad de nuestros contemporáneos el significado del título «Esposa del Espíritu Santo» es san Maximiliano M. Kolbe ( 1941). Creemos que sólo un don carismático muy elevado le hizo descubrir el nexo teológico entre los varios misterios que él describe en sus tratados.

    4. Consideración conclusiva
    Respecto al valor actual del título «María, Esposa del Espíritu Santo», hemos de decir que nos encontramos ante un hecho que nadie puede negar: la reseña histórica que hemos esbozado, que no es completa ni exhaustiva, demuestra que ese título ha sido usado con piedad consciente, basada en textos bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, por muchos escritores sagrados desde la Edad Media hasta nuestros días, así como también por santos canonizados y por doctores de la Iglesia; baste recordar algunos nombres: Roberto Belarmino, Lorenzo de Brindis, Alfonso M. de Ligorio, Luis M. Griñón de Monfort, Carlos de Sezze, Maximiliano M. Kolbe, etc. Desde luego, si se tienen en cuenta las definiciones dogmáticas y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, el peligro de abusar de ese título queda en su mayor parte conjurado. Una confirmación autorizada de ello la tenemos en el uso que han hecho y hacen los Papas: León XIII, Pío XII, Pablo VI, y Juan Pablo II. Por otra parte, la costumbre de llamar a María hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo se ha hecho tan universal, que forma parte integrante del sensus fidelium; desde hace mucho tiempo, en el rezo del santo Rosario se acostumbra en numerosas naciones añadir a las tres Avemarías introductorias o después del Gloria de cada decena, el saludo a las tres Personas divinas, que es un eco permanente de la Antífona del Oficio de la Pasión de san Francisco: «Dios te salve, María, hija de Dios Padre, Dios te salve, María, madre de Dios Hijo, Dios te salve, María, Esposa del Espíritu Santo...». Por todo ello, no nos parece exagerado decir que el título «Esposa del Espíritu Santo», aplicado a María, ha venido a formar parte del magisterio ordinario de la Iglesia; sin embargo, no se encuentra en los documentos del Concilio Vaticano II, en los que el Espíritu Santo nunca es llamado «esposo», ni María «esposa», mientras que la relación «esposo-esposa» se aplica veintiuna veces a Cristo y a su Iglesia. Para mayor gloria del Espíritu Santo y de su Esposa inmaculada María, lo que procede no es pretender retirar del uso el mencionado título, sino más bien ilustrarlo y explicar su sentido correcto, en la pastoral mariana.
    [Pyfferoen, Ilario - Van Asseldonk, Optato, O.F.M.Cap., María Santísima y el Espíritu Santo en San Francisco de Asís, en Selecciones de Franciscanismo, vol. XVI, n. 47 (1987) 187-215

    Como digo, no es dogma de fe, así que no hay obligación de creerlo, pero tampoco es ningún disparate, y aunque algunos teólogos hayan llegado a cuestionarlo, tampoco se han escandalizado.

  8. #8
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

    Enhorabuena Hyeronimus.

    Lo decisivo es esto:
    Es cierto que a algunos teólogos dogmáticos no les gusta el mencionado título por varios motivos que no vamos a analizar aquí; desde su punto de vista, no les falta razón. En efecto, el denominativo «Esposa del Espíritu Santo» ha sido y sigue siendo aplicado, incluso por un mismo escritor, no sólo a María, sino también a la Iglesia, al alma cristiana, a un grupo de fieles, etc. Y así resulta que al Espíritu Santo se le dan muchas esposas. Por otra parte, a María se la llama también Esposa del Padre celestial, del Verbo Encarnado considerado como Dios y como hombre, y hasta de la Santísima Trinidad, sin hablar de san José, de quien fue la esposa virginal; y ante el hecho de que ese «vínculo conyugal» espiritual se aplica de tantas y tan diversas formas, los teólogos dogmáticos prefieren términos más claros y que tengan un sentido único. Pero en la teología espiritual, o sea, ascético-mística, el título «María, Esposa del Espíritu Santo» es explicado en un sentido perfectamente ortodoxo y que en la actualidad se hace cada día más frecuente. Es evidente que ese título no hay que entenderlo en sentido propio (escriturístico literal); se trata de un puro sentido metafórico, pero fundado en analogías que tienen un sustrato bíblico real, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, del mismo modo que también Jesús es llamado «Cordero de Dios» y «León de la tribu de Judá», etc. Por eso, su uso es legítimo en espiritualidad y en teología mística, en relación con experiencias místicas.
    Y es que la expresión "esposa del Espíritu Santo", sin más, puede prestarse a confusión a qué tipo de teología pertenece: si a la dogmática o si a la mística. Y es necesaria esa aclaración. Pues, de no aclararse, mucha gente podría ser inducida a pensar que sí habría sido la Virgen realmente, históricamente y en sentido estricto esposa del Espíritu Santo...

    Porque otros títulos como "Cordero de Dios" o "León de Judá", efectivamente, no engañan a nadie y está claro que sí son alegóricos.
    Última edición por Gothico; 20/04/2007 a las 20:10

  9. #9
    Avatar de Cirujeda
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    Re: Otra perspectiva de la perpetua virginidad de María

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    Parece que queda claro que la expresión "Esposa del Espíritu Santo" tiene un sentido alegórico. También llamamos a María "Torre de marfil" o "Arca de la Alianza" y es evidente que no pueden entenderse dichas expresiones de forma literal.

    Es más, alegóricamente también nosotros somos "esposas del Espíritu Santo". Los místicos hablaban de nosotros como amadas respecto al Amado, que es Cristo. Seríamos, siempre entendiendo de forma alegórica las expresiones, amadas de Jesucristo.

    En otro hilo, expuse la relación que encuentro entre este tema (la perpetua virginidad de María) y el Arca de la Alianza. Hay un detalle enigmático acerca de este arca en las Escrituras, que es que no figura su destrucción en ningún pasaje. María es Arca de la Alianza en cuanto que lleva en su interior al autor de la Nueva Alianza, pero también en cuanto a que no experimenta la corrupción. Igual que el Arca no es destruida, el cuerpo de María se mantiene por siempre.

    Saludos.
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