Debemos apartarnos de esa idea tan extendida de que el limbo es un lugar aburrido, "ni fu ni fa, ni frío ni caliente". Los grandes doctores de la Iglesia, empezando pro Santo Tomás, siempre dijeron que era un lugar de felicidad natural. Cosa que no se puede decir de la vida terrenal. Y el Limbo no es una teoría de algún teólogo medieval, como afirman tantos ahora, sino una doctrina de la han hablando por extenso, y que hasta hace dos días, como quien dice, estaba en el catecismo. Por mucho que ahora quieran quieran presentarnos muchos documentos nuevos como la supuesta enseñanza oficial de la Iglesia, esas declaraciones y documentos (que no tienen valor dogmático, porque la Iglesia hace tiempo que dejó de ejercer su autoridad dogmática), lo cierto es que EXISTEN declaraciones papales ex cathedra que condenan como herética la doctrina de que no existe el Limbo. Repásate este hilo y lo verás. A lo mejor es que como algunos de los mensajes están en portugués no has entendido algo. Pero si lo lees despacio y te fijas bien, encontrarás verdaderas joyas teológicas. En el Limbo se goza de mucha más felicidad de lo que podríamos gozar aquí en la Tierra, no es un purgatorio ni mucho menos un infierno, ni tampoco un nirvana de no hacer nada. Repito, son ideas muy difundidas entre el vulgo pero que no se ajustan a lo que siempre han dicho los teólogos.
Comprendo que haya aspectos que no se entiendan. Es normal. Sucede con muchas cosas en el ámbito de la teología. El hombre sólo puede entender hasta cierto punto iluminado por el Espíritu Santo. Hay mucho que no lo entenderemos hasta que en la contemplación beatífica, al contemplar todas las cosas en Dios en el Cielo, todo encaje y por fin se entienda. Pero debemos comprender que nosotros, que tenemos la nariz pegada al suelo como quien dice aquí abajo en la Tierra, no tenemos la perspectiva de que goza Dios que desde la altura lo ve todo. (No es que Él esté ni arriba ni abajo; está en todas partes. Es simplemente una metáfora). Se podría hacer la comparación con un perro y su amo. Es como si nosotros fuéramos el perro y Dios es nuestro amo. El amo le pide a su perro que haga o no haga tal cosa, que no entre en tal habitación, y muchas cosas más. Y en bastantes casos el perro no entiende porque, aunque tiene mucha inteligencia, es una inteligencia creada para sus necesidades y las necesidades del hombre al cual sirve. Podrá deducir algunas cosas sencillas, pero es incapaz de razonar y entender como su amo. El amo, en cambio, tiene más conocimientos y una perspectiva muchísimo más amplia de todo, y sabe que no le puede permitir que haga tal o cual cosa. El perro se limita a obedecer porque quiere a su amo y respeta su voluntad, sabiendo incluso que su amo tiene razón aunque él no entienda. Y nosotros deberíamos tener una actitud parecida con Dios: entender que Él sabe más, que tiene un motivo muy bueno para hacer las cosas aunque no entendamos (¿acaso no solemos decir que Él escribe derecho con renglones torcidos, que muchas cosas que nos parecen malas o contratiempo a la larga son para bien, que no hay mal que por bien no venga?). No es que no se puedan indagar o estudiar las cuestiones teológicas, al contrario. Lo que nunca debemos hacer es juzgar a Dios según nuestros parámetros humanos, porque seguro que nos vamos a equivocar.
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