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Tema: El Santo Grial de Valencia es el cáliz de la Última Cena

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  1. #1
    Avatar de Rodericus
    Rodericus está desconectado Miembro graduado
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    Respuesta: El Santo Grial de Valencia es el cáliz de la Última Cena

    Hay un magnífico video documental que os recomiendo vivamente. En su día lo pusieron en TVE La 2.

    Lo podeis pedir en:

    www.goyaproducciones.com


    Además de desarrollar la autenticidad del santo caliz de Valencia (y el espaldarazo que la han dado los dos últimos Papas al celebrar misa con tan venerada reliquia) profundiza el las leyendas medievales artúricas del Grial, y su situación en San Juan de la Peña (tanto por parte de von Esembach como de Cretienne de Troyes).

    Muy recomendable el video para lo que compartan una filosofía caballeresca. Y muy recomendable también para el Jueves santo.

  2. #2
    Avatar de Godofredo de Bouillo
    Godofredo de Bouillo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: El Santo Grial de Valencia es el cáliz de la Última Cena

    Para los que gustan de las ensaladas, aquí tenéis brujas, cartas astrales, videntes, ovnis, energías, yyyyyyyyyyyyy !!!!!El Santo Grial!!. Enun solo combo y todo por dos euros!!
    exclusivo: Adelanto del libro de hernán brienza
    Los buscadores del Santo Grial en la Argentina

    ¿Es posible que la copa que usó Jesús en la última cena esté escondida en Córdoba o la Patagonia? Los protagonistas de este libro aseguran que sí, por eso la persiguen sin descanso. Una trama que incluye brujos, neonazis, místicos y templarios. En síntesis: una historia bien argentina.












    31.05.2009





    La bruja abrió los ojos y fijó sus pupilas negras en mí. Se hizo un espeso silencio y luego dijo:

    –Tal vez estés menos equivocado de lo que pensás.

    Yo sonreí, como quien se hace cómplice de una broma. Ella se llamaba Hilda Evelia, era retacona, morruda y morocha. De pelo corto, encrespado, había alcanzado su pico de fama a principios de los noventa cuando la revista Somos hizo una tapa con su rostro y tituló la nota como “La Bruja de Menem”. Ahora, estaba frente a mí. Yo tenía 26 años –corría septiembre de 1997– y trabajaba para una revista cuyos reportajes centrales eran entrevistas a tarotistas, hechiceras, videntes, brujos y otras especies dignas de aquelarres.

    Con Hilda la conversación había durado más de una hora. Y en ese lapso ella había lanzado todo tipo de anuncios y pronosticado el Apocalipsis político de la Argentina, vaticinado una buena perfomance de la selección para el Mundial de Francia y, sobre todo, explicado los vericuetos de su arte: el tarotismo y la astrología.

    Amable, enigmática, de conversación abundante, Hilda estaba sentada a una mesa pequeña de paño verde iluminada por una lámpara que caía del cielo y dejaba los rostros entre sombras. Era la típica escena de videntes de las películas. Ella manejaba las cartas y yo le hice un par de preguntas personales. Lo hacía siempre. Me divertía ver cómo, semana a semana, muchos de los brujos y de las sibilas se equivocaban con los pronósticos que hacían sobre mi vida, mi pasado, mi futuro. Esta vez, ella se negó a realizar prodigios. Dijo que lo suyo era conocimiento esotérico, ciencia y no magia. Y que lo máximo que podía hacer conmigo era realizarme una carta astral. Y anunció que no me la iba a cobrar. Acepté, claro. Y le di mis datos personales.

    Cuando terminó la entrevista, Hilda invitó a pasar a los sillones para hablar con mayor comodidad. El departamento quedaba en planta baja de un edificio de Barrio Norte, si la memoria no me falla. Estaba oscuro y la luz natural bajaba por un patio interno. En ese momento llegó su marido. Era un hombre canoso, de barba gris y cabello blanco, que saludó amable y se dirigió a una de las habitaciones. Seguimos hablando de algunos misterios, y en ese momento reparé en una cruz dorada que llevaba colgada: “Es de los rosacruces”, dijo enigmática.

    Me preguntó, entonces, sobre mí, sobre qué estaba haciendo, cuáles eran mis proyectos, sobre qué escribía. Por alguna razón extraña, Hilda me había generado cierta confianza. Llevábamos un rato largo conversando sobre espiritualidad y se me hacía dificil mantener la guardia en alto. Le comenté, como al pasar, mis deseos de escribir una novela cuyo tema central fuera la búsqueda del Santo Grial, y que quería escribir esa historia con la hipótesis de que la copa con al sangre de Cristo estaba efectivamente en algún lugar oculto de la Argentina. Ella, entonces, pronunció la frase: “Tal vez estés menos equivocado de lo que pensás”. Yo, entonces, sonreí socarrón, pero ella no devolvió mi invitación. Su marido, entonces, apareció desde las sombras del pasillo y me semblanteó. Hilda lo marcó con los ojos rápidamente. Entrecruzaron nuevamente sus miradas y el hombre, de quien nunca supe cómo se llamaba, afirmó categórico:

    –El Santo Grial está en la Argentina.

    II

    Cruzamos un par de frases más y él se despidió. Me desearon suerte con la novela y me dijeron que volviera a buscar la carta astral. Salí del departamento divertido y entusiasmado. Tenía a algunos de mis personajes de la novela. Tomé el colectivo que me llevaba a Barracas –donde quedaba la revista– y en el camino fui repasando los pocos datos que me había dado del Grial. Que la copa existía realmente, que estaba escondida en algún lugar de la Argentina, que había un grupo de custodios, que tuviera cuidado con lo que escribiera.

    El colectivo apuraba las calles que se iban depreciando a medida que se dirigía al sur. Pensé en mi novela. El proyecto original consistía en una mala copia de las historias marechalianas como las de Adán Buenosayres o Megafón o la guerra. Un grupo, una entidad colectiva, que buscaba el Grial como objeto político, algo así como un vellocino de oro que permitiera traer el reino a la tierra. El libro debía tener un claro tono zumbón y debía trabajar bien los personajes para no caer en lo grotesco. No sería otra cosa que una novela de acción, filosofía barata y un poco de suspenso, algo así como una aventura “criolli-malevi-fúnebri-putani-arrabalera”, en palabras de Leopoldo Marechal.

    Divagaba a bordo del colectivo, que ahora bordeaba el Parque Lezama, fantaseaba con el libro, me divertía la idea de un grupo de estultos que intentaban reivindicar la literatura argentina apropiándose de los mitos del enemigo, robándoles a los británicos su mito fundacional de los caballeros del rey Arturo y de la búsqueda del Santo Grial. Se trataba, en mi imaginación, de una novela de caballería moderna, de una pequeña broma esotérica. Aún no tenía conocimiento de la fuerte tradición del medievalismo griálico en la literatura argentina ni de cómo se relacionaban René Guénon, Leopoldo Lugones y Marechal en torno a estos misterios.

    III

    A la semana siguiente volví a la casa de Hilda a buscar mi carta astral. No estaban ellos. Me atendió una mucama que me entregó la carpeta y no me dio más detalles. Ésa fue la última noticia que tuve de Hilda Evelia y su marido, los primeros que me anunciaron la noticia de que el San Grial estaba en la Argentina.

    V

    Córdoba es la provincia de los mitos vivos. Es cierto que Capilla del Monte es la capital de los ovnis, algo así como un Martelandia criollo. Pero el avistaje de ovnis es sólo una de las tantas facetas de ese pueblo serrano. Allí fui en mayo de 2003 a realizar una de las típicas notas de cazamarcianos para la revista TXT que dirigía Adolfo Castelo. Allí, también, tuve la segunda noticia de que el Santo Grial estaba en la Argentina.

    Capilla del Monte es, obviamente, un lugar misterioso. El pueblo que, según aseguran los nativos, en el próximo censo, seguro alcanzará el estatus de ciudad de Córdoba. Ocho de cada diez habitantes aseguran haber visto luces misteriosas surcando el cielo y la mitad de ellos aseguran que se trata, sin lugar a dudas, de naves alienígenas. Los que creen que en la base del cerro se encuentra la puerta secreta de entrada a ERKS, una ciudad mitológica intraterrena construida por seres de otro planeta, se cuentan de a cientos y hay por lo menos una decena de guías que ofrecen sus servicios para distintos tipos de contactos con los “grises”, los “blancos” o “los seres pequeños”, como llaman a los extraterrestres. Y si uno indaga puede no sólo encontrar gente que haya visto la ciudad en las entrañas de la tierra sino también algún aducido, es decir un secuestrado por los ETC.

    Pero hay más. Tarotistas, astrólogos, místicos, brujos y parapsicólogos –la mayoría, importados desde Buenos Aires– eligieron esta villa para construir su paraíso paranormal. Y, como no puede ser de otra manera, tampoco faltan los seguidores del Santo Grial, los neotemplarios que sueñan con dominar el mundo con el bastón de mando de los indios comechingones, los que creen que la energía del lugar favorece el crecimiento espiritual y los que por dos pesos con cincuenta le limpian el aura al solicitante con sólo rociar con un spray armonizador milagroso.

    Capilla tiene la única calle techada de la Argentina. Y, aunque no se sabe muy bien cuál es el mérito, para los habitantes del lugar es un orgullo. Allí se pueden conseguir los libros más extraños de espiritualidad y ciencias ocultas en la librería Nagual, de Eli Kundler, comprar discos compactos de música reiki, Feng Shui o celta en la disquería Uritorco o adquirir distribuidores de energía, duendes de la suerte, imágenes católicas, velas para magia negra y hasta biromes con forma de marcianitos.

    Todo indicaría que Capilla es un lugar bucólico donde la naturaleza, los paisajes imponentes como los terrones, los paredones o las cuevas de Ongamira y el alto grado de desarrollo espiritual de sus habitantes se conjugan para construir una sociedad de otro planeta. Algo así como una “Martelandia de armonía” como la denominó con cierta ironía el periodista Fernando Diz. Pero no. Debajo de las aguas quietas hay una sórdida batalla entre dos grupos bien diferenciados: el CIO y el GIU. Las siglas pertenecen al Centro de Investigaciones Uritorco, manejado por el astrólogo peruano Félix Novella. El combate de fondo, irónicamente, es similar al de los grupos de izquierda que se pelean para tutelar a los grandes de la filosofía marxista: ¿Quién interpreta mejor el fenómeno de los ovnis? ¿Quién tiene la prueba más contundente de que los ET existen? Y se corren unos a otros con chicanas en debates y conferencias públicas.

    Jorge Suárez tiene su centro al pie del cerro Uritorco. Llegó a Capilla en los setenta escapando dela violencia política de su Adrogué natal. En 1986 estaba a cargo de la estratégica Secretaría de Gobierno y Turismo de la Municipalidad. Ese año, exactamente el 9 de enero, apareció en la loma del cerro de Los Pajarillos una misteriosa huella redonda de 120 metros de ancho. El pasto estaba quemado y las explicaciones esotéricas no se hicieron esperar. “Yo vi la huella y me impresionó. No tuve dudas de que se trataba de un fenómeno extraterrestre”, recordó Suárez en el centro que pretenciosamente llama Museo de los Ovnis, la tarde en que lo entrevisté.

    Apenas diecisiete días después del hecho, el por entonces intendente radical de Capilla Diego Sez decretó que se trataba de la huella de un ovni. La publicidad del hecho no se hizo esperar y a aquexos años pertenecen los recuerdos del célebre “Seguime, Chango, seguime”, con que José de Zer animaba a su camarógrafo y al mismo tiempo se adelantaba casi 15 años a la estética del Proyecto Blair Witch.

    Anochecía en Capilla y Suárez me aconsejó no andar muy de noche a campo abierto “por las dudas”. Y, antes de saludarme, intentó una última explicación científica de las cosas: “En la base del cerro está probado que hay material radioactivo, que hay enormes cantidades de cuarzo, granate y otros minerales que despiden grandes cantidades de energía. Eso es como un imán. Pero hay algo más interesante. ¿Conocen la historia del bastón de Mando de los Comechingones?”.

    Un periodista multifacético

    Hernán Brienza nació el 11 de febrero de 1971. Es politólogo y periodista. Es autor de los libros Maldito tú eres. El caso Christian Von Wernich y de El loco Dorrego. Además, escribió las biografías de Alfredo Palacios, Mario Santucho, John W. Cooke, Silvio Frondizi, Nahuel Moreno, Ernesto Guevara, Farabundo Martí, Camilo Torres y Emiliano Zapata. Trabaja en periodismo desde 1992 y es el actual subeditor de Cultura de Crítica de la Argentina.

  3. #3
    Toronjo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: El Santo Grial de Valencia es el cáliz de la Última Cena

    LA VERDAD Y EL SIMBOLO DEL SANTO GRIAL
    Revelaciones en torno al Santo Cáliz de Valencia

    MADRID, 5 ago 1999 (ZENIT).- «El Misterio del Santo Grial. Tradición y leyenda
    del Santo Cáliz», es el título del último libro publicado sobre la reliquia
    a la que se le atribuye su utilización por Jesucristo en la Ultima Cena y
    que se conserva en la Catedral de Valencia. El autor de la obra, es
    Salvador Antuñano Alea, de 33 años, profesor de Ética y Sagrada Escritura
    en el Centro Universitario Francisco de Vitoria en Madrid.
    «Si Indiana Jones hubiera visitado Valencia, no hubiera hecho caso de
    vetustas leyendas medievales, y se hubiera ahorrado todos los peligros de
    "la Ultima Cruzada"», asegura Antuñano con humor en las primeras palabras
    del libro. A través de 220 páginas realiza un recorrido por la tradición
    que envuelve el Santo Cáliz, con las averiguaciones arqueológicas sobre su
    utilización en la Ultima Cena, el uso que de él hicieron los primeros Papas
    de la cristiandad, su traslado a España, las leyendas medievales, su
    estancia en el monasterio oscense de San Juan de la Peña y su primera
    entrada en la historia documentada a finales del siglo XIV.
    Recoge finalmente los «empeños, quebrantos y persecuciones» de que fue
    objeto desde entonces, y su utilización por Juan Pablo II durante la misa
    que presidió en Valencia en noviembre de 1992.
    Según la tradición, el Grial fue el cáliz del que bebieron Jesús y sus
    discípulos en la Ultima Cena. Se trata de una copa propiamente dicha, a la
    que se le ha añadido una estructura de oro con dos asas que los une. El
    conjunto mide 17 centímetros de altura. La copa es de forma semiesférica,
    con un diámetro de 9 centímetros y constituida por ágata, de color rojo
    obscuro, cuyo estudio arqueológico muestra que fue labrada en su taller de
    Palestina o Egipto entre el siglo IV a.c. y el primero de nuestra era.
    En los albores del cristianismo
    Este vaso de suma trascendencia no pudo ser olvidado tras la muerte del
    Redentor, tanto más cuanto los discípulos se reunieron varias veces en el
    Cenáculo. Así se explica el que el Santo Cáliz apareciese en Roma, llevado
    según la tradición desde Jerusalén por san Pedro. Transcurrieron, pues, dos
    siglos y medio en los que existen claros indicios de que el cáliz fue
    utilizado por los pontífices para celebrar la Eucaristía. Según ha indicado
    Antuñano, «lo que más impresiona al investigador es que el canon litúrgico
    romano de los primeros Papas, en el momento de la consagración, decía
    textualmente: "tomando este glorioso cáliz", refiriéndose a "este" solamente».
    La historia del Cáliz cuenta que, en la persecución del emperador Valeriano
    antes de morir, el Papa Sixto II entregó las reliquias, las alhajas y el
    dinero a su diácono Lorenzo, natural de Huesca (España), quien también fue
    martirizado, no sin que antes enviara a la ciudad natal el Cáliz de la
    Eucaristía acompañado de una carta suya. Ocurría todo ello el año 258 o,
    según algunos autores, el 261.
    La copa permaneció en Huesca hasta la invasión musulmana. El obispo de la
    ciudad, Audeberto abandonó con el Santo Caliz su tierra en el 713 para
    refugiarse en la cueva del monte Pano donde vivía el ermitaño Juan de
    Atarés; lugar en el que posteriormente se fundó y se desarrolló el
    monasterio de San Juan de la Peña; del que surgió un núcleo de hombres
    esforzados que acometieron la reconquista contra los mahometanos. Tuvo esta
    lucha caracteres épicos, que no dejaron de ser aprovechados por la creación
    literaria, ya que, según historiadores de la literatura, constituyen el
    origen o la fuente de poemas tan célebres como los de Cristián de Troyes o
    Wolfram de Eschenbach, con su héroe Parceval o Parzival, que es
    posteriormente al Parsifal de Ricardo Wagner. En todos estos poemas hay un
    Vaso maravilloso, al que se denomina «Graal» o «Grial» y cuya relación con
    el Santo Cáliz es fácil comprender.
    La presencia del Santo Caliz en San Juan de la Peña está testificada por un
    documento del 14 de diciembre de 1134. El 26 de septiembre de 1399 el Cáliz
    pasó a ser custodiado en Zaragoza, a petición del rey de Aragón, don Martín
    el Humano. En el texto de entrega, que se conserva en Barcelona, se hace
    constar que el Santo Cáliz fue remitido desde Roma con una carta de San
    Lorenzo. Durante el reinado de don Alfonso el Magnánimo la reliquia fue
    trasladada a Valencia. Desde el 18 de marzo de 1437 se conserva en la
    catedral de esa ciudad, según un documento en el que se refiere al «Cáliz
    en que Jesucristo consagró la sangre el jueves de la Cena».
    La historia más dramática y sublime de la humanidad
    «El Santo Cáliz no se conoce suficientemente ni dentro ni fuera de España»,
    asegura Antuñano, mexicano residente en España, que considera que «su
    valor no está en un rigor científico plenamente demostrado, por más que la
    arqueología misma no tenga nada que objetar contra su autenticidad, sino
    por el simbolismo que tiene con la Cena del Señor: vale porque es signo y
    figura de la institución de la Eucaristía y esto es mucho más grande que
    cualquier vestigio histórico». Según Antuñano, «cuando se desvela el
    misterio del Grial, uno se da cuenta de que no tiene nada de enigma
    esotérico, aunque lo que encierra es la historia más dramática, romántica y
    sublime que la humanidad ha vivido: la historia del Verbo hecho Hombre y
    Eucaristía». La obra, editada por EDICEP, ha sido prologada por el arzobispo de
    Valencia, monseñor Agustín García Gasco, quien considera su lectura
    «sumamente recomendable porque resalta que el valor y el sentido del Santo
    Grial adquiere en la Eucaristía toda su relevancia».

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