VIVIR EN LA VERDAD POR ENCIMA DE LA NEUROCIENCIA
Imagen: La Jerusalén Celeste
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Los problemas que sufre la civilización occidental ("nihilismo" le llamó Nietzsche, "relativismo" le suele llamar Benedicto XVI) arraigan en gravísimos errores de la filosofía moderna. Lo hemos advertido muchas veces en este blog. La neurociencia es uno de los campos científicos más atractivos de cuantos se están explorando. Nos confesamos unos admirados seguidores de cuantos descubrimientos está realizando esta compleja rama del saber. No obstante, mantemos una cautelosa prudencia sobre las conclusiones que muchos neurocientíficos sacan como corolario de sus experimentos y de lo que, con sus medios, han alcanzado a saber de ese príncipe de los órganos que es el cerebro humano.
Hemos echado un vistazo al panorama científico, por mucho que nuestra curiosidad no nos exima de ser unos profanos en la materia. Pero hemos descubierto en muchas de las concepciones científicas anejas a estas disciplinas conclusiones que, operando desde prejuicios propios del subjetivismo, vienen a desembocar en una reelaboración del fenomenismo kantiano, ahora expresado en términos científicos. Cualquiera pensaría que muchos científicos experimentan una suerte de fruición cuando, de resultas de sus ensayos, parece apuntalado el subjetivismo a ultranza.
"Sólo somos receptivos a conjuntos de estímulos muy concretos, lo cual significa que nuestros juicios sobre el mundo, fundados en nuestra captación sensorial, son automáticamente pre-juicios. Todo cuando podemos experimentar del mundo no pasa de ser aquello que nosotros ponemos en él en función de nuestras categorías adaptadas a la naturaleza".
Así se expresa el autor de "Los límites de la conciencia. Realidad y percepción humana". El autor de este interesante libro es Ernst Pöppel, nacido en Schwessin en 1940. Para Pöppel: "La actividad neuronal en la ventana de los tres segundos del "ahora" es la conciencia misma". Como es obvio, el autor se reconoce monista, y no engaña a nadie: "...el autor adopta una posición -declara el propio Pöppel- monística, en el sentido filosófico del término, ante el problema cuerpo-alma y no establece diferencia de principio entre la función fisiológica y la psicológica". Esto es, la base de nuestro conocimiento del mundo -incluso toda nuestra vida psíquica- no sólo tiene para Pöppel un soporte neurofisiológico, sino que en la actividad neurofisiológica se disuelve todo lo psíquico. La conclusión de esto es bien sencilla. Si esto es así: muerto el perro, se acabó la rabia.
La realidad termina siendo, si es considerada en estos parámetros: "...una construcción fundada en los mecanismos cerebrales previamente dados. [A los hombres] No les es posible salir de sí mismos y contemplar las cosas objetivamente desde fuera" (op. cit.). Conocemos el fenómeno -nos diría Kant-, pero jamás conoceremos el "noúmeno" (la cosa-en-sí). Y, en virtud de esa especialización propia de los tiempos actuales, las Ideas de la Razón Pura -ilusiones trascendentales al cabo- ni siquiera se elevan a postulados de la Razón Práctica, como pasaba con Kant.
Así las cosas, todo paradigma epistemológico queda invalidado. También el de Pöppel. Es la perenne paradoja que entraña todo escepticismo. -"No existe la verdad" -nos dice el escéptico. Y quien dice esto no puede esperar que le digamos: "Qué verdad más grande". Aceptando sus premisas, es de suponer que también él, el mismo Pöppel, haya descubierto en sus exposición magistral contenida en el libro referido más arriba, aquello para lo que él -Pöppel- estaba previamente "pre-juzgado" a descubrir. Cabalmente lo que nos expone. Él tampoco podría salir de sí mismo y contemplar las cosas tal como son.
Ante este panorama se entiende que nuestra posición -la posición de los creyentes- ante el mundo (en lo político, en lo social, en lo cultural, en lo económico...) no puede arraigar en las derivaciones de la vida práctica a la que conducen esos sucedáneos de filosofía neurosubjetivista. El confinamiento de la "conciencia" -como quiere Pöppel- a la ventana de los tres segudos del "ahora" con base estrictamente neuronal da cancha a vivir el instante efervescente con la avidez de los hedonistas y, claro está, con la decepción inmediata que produce todo lo que se agota en lo inmediato. Como expresó el Romano Pontífice en el Discurso al Sexto Simposio Europeo de Profesores Universitarios (con fecha 7/6/2008):
"La comprensión del cristianismo como transformación real de la existencia del hombre, por una parte, impulsa la reflexión filosófica a un nuevo enfoque de la religión; y, por otra, la estimula a no perder la confianza de poder conocer la realidad. Por tanto, la propuesta de "ensanchar los horizontes de la racionalidad" no debe incluirse simplemente entre las nuevas líneas de pensamiento teológico y filosófico, sino que debe entenderse como la petición de una nueva apertura a la realidad a la que está llamada la persona humana en su uni-totalidad, superando antiguos prejuicios y reduccionismos, para abrirse también así el camino a una verdadera comprensión de la modernidad".
Como todo lo que escribe Su Santidad Benedicto XVI, Dulce Cristo en la Tierra, estas palabras nos impelen a trabajar sin descanso en la recuperación de la realidad. La realidad, justo eso mismo que hemos ido perdiendo desde que a Descartes se le ocurrió aplicar su duda metódica, ha de ser recobrada, reconquistada filosóficamente. De ello pende que el hombre se convierta a Dios, para convertir toda la Creación a Cristo Jesús, de ello pende que el hombre vuelva a encauzar sus pasos sobre la tierra, ensanchando los "límites de la conciencia", tan reducidos, tan estrechos y angostos para aquellos que, como Pöppel, han confinado la conciencia a "la ventana de los tres segundos del ahora".
En este sentido cobran fuerza las palabras que escribiera J. Ratzinger en "Introducción al cristianismo", a las que también alude el Santo Padre en el discurso referido: "La fe cristiana ha hecho su opción neta: contra los dioses de la religión a favor del Dios de los filósofos, es decir, contra el mito de la sola costumbre a favor de la verdad del ser". Esta es la refutación más grande que se ha podido levantar contra la inveterada acusación que, desde siempre, nos vienen lanzando los paganos de todos los tiempos. Contra ese tópico que todavía se esgrime contra el cristianismo hemos de defendernos, alegando que los cristianos no somos los que vivimos en el "mito", dándole las espaldas a la "razón". No, no somos nosotros los que vivimos en esta "sin-razón" vigente contra el orden natural. Son nuestros contemporáneos -paganizados- los que viven contra toda razón -creando sus "relatos míticos" (científicos, filosóficos, ideológicos... siempre de quita y pon, siempre sin correlato con lo real). Ellos han podido renunciar a la recobranza de lo real. Nosotros no, tenemos un Papa que nos anima constantemente a redescubrir en un acto de amor la realidad.
El mal del mundo actual es no querer reconocer la realidad; empeñarse en construirse una torre de marfil ajena al mundo. Hegel se delató en aquella anécdota que de él se cuenta, cuando un alumno -tras escucharle una lección magistral sobre su sistema idealista- le advirtió: "Pero, profesor, todo eso no tiene nada que ver con la realidad"; Hegel le espetó: "Pues, entonces... ¡Peor para la realidad!".
Mientras tanto, todavía quedarán neurocientíficos empeñados en reducir la vida del hombre a la vida orgánica. Sin necesidad de recurrir a ningún dualismo antropológico, a esos monistas -como Ernst Pöppel- que ponen en cuestión la vida después de la muerte neuronal, ya le contestó de antemano San Pablo en la I a los Corintios:
"Caritas numquam excidit; sive prophetiae, evacuabuntur, sive linguae, cessabunt, sive scientia, destruetur. Ex parte enim cognoscimus et ex parte prophetamus. Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est. Cum essen parvulus, loquebar ut parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus, quando autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli. Videmus nunc per speculum in aenigmate, tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco ex parte, tunc autem cognoscam, sicut et cognitus sum. Nunc autem manent fides, spes, caritas, tria haec; maior autem horum est caritas".
"La caridad jamás decae; las profecías desaparecen, las lenguas cesarán, la ciencia se desvanecerá. Conocemos sólo en parte y profetizamos también parcialmente; pero, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías. Ahora vemos por un espejo y en enigma, pero entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo parcialmente, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad".
San Agustín también nos lo previno: "Por medio del cuerpo que otrora llevamos, en cualquier cuerpo por entero, doquiera volvamos los ojos de nuestro cuerpo contemplaremos al mismo Dios con diáfana claridad" (De Civitate Dei, 22, 29.)
Se desvanecerá la ciencia con sus ínfulas. Caerán los velos corporales y entonces, hasta Pöppel... Podrá conocerse como es conocido. Mientras tanto: afinquémonos con amor -caridad- en la realidad.
Publicado por Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
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