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Por Plinio Corrêa de Oliveira
“El orden temporal es una creatura de Dios, debiendo dar más gloria al Creador de lo que la luna y las estrellas.
Por cierto, pertenecen a la Iglesia los medios propios para promover la salvación de las almas, pero la sociedad y el Estado poseen medios instrumentales para alcanzar el mismo fin".
Juzgamos útil analizar algunos aspectos de una de las tesis fundamentales de la doctrina católica en cuanto al problema de las relaciones entre el orden espiritual y temporal, que es la "ministerialidad" (*) de ésta última en relación a aquella.
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(*) Nota de la Redacción: Minister, em latim, significa servo, servidor; ministerialidad significa pues aquel que sirve; o sea, el orden temporal debe servir a los designios de Dios y da verdadera Iglesia, a Iglesia Católica, Apostólica, Romana, pues, esos designios son más altos que el orden temporal, que ya se insertan en el orden sobrenatural. Em otros términos, la sociedad y el Estado deben ser, a su modo, instrumentos de santificación de las personas, ayudándolas a alcanzar su fin último que es llegar al Cielo.
El ambiente de nuestros días
Nos parece que el ambiente de nuestros días, de tal manera inculca una concepción materialista y puramente económica de la vida temporal, que ejerce una influencia sensible en la disposición del espíritu, en los hábitos mentales y en las tendencias ideológicas de las personas que, por lo menos en tesis, se presumen fieles a los grandes lineamientos del pensamiento católico y hasta tomista. Tales personas tendrían menos dificultad en aceptar la posición de la Iglesia sobre la ministerialidad de lo temporal si se recordasen muy bien de todo el contenido humano [o sea, material y espiritual] de la esfera temporal.
Para que ese contenido no aparezca tan claramente a todos los ojos, involuntariamente es claro, y por motivos explicables excelentes escritos.
Verdad omitida: la sociedad humana debe satisfacer no sólo las necesidades del cuerpo sino también las del alma.
[Otros] autores sustentan la doctrina de que la sociedad humana no existe como consecuencia de un pacto arbitrario establecido por cierto número de hombres en épocas que se pierden en la noche de los tiempos, mas es una consecuencia espontánea, legítima e ineludible del proprio orden natural. [Ellos] exponen detenidamente, y con todo esmero, los argumentos proporcionados a su tesis por la observación de la vida cotidiana: necesidad de la especialización y de la colaboración para asegurar la subsistencia material y el progreso; necesidad de una autoridad para dirigir esa colaboración, etc. Y pues, necesidad natural de una sociedad con todas sus características esenciales.
Establecida en esta base (la de la observación de la vida cotidiana), la demostración versa sobre hechos claros, simples, palpables que se sitúan en el ámbito de la observación directa y personal de cualquier lector. (Hay, aún, otros argumentos a considerar).
Se comprende que un autor, apremiado por la obsesión de resumir, que el corre-corre moderno le impone, pase por alto otros argumentos, o hacen silencio sobre ellos. Es lo que acontece no raras veces con el argumento basado en el hecho de que el hombre es social por la naturaleza de su propia alma, abstracción hecha de cualquier necesidad del cuerpo. En no pocos libros de toda especie, forma y tamaño, que pone al alcance del público las líneas maestras del Derecho Natural, ese argumento no es explorado en toda su riqueza.
Se desprende de ahí, en la formación de la mentalidad del lector, una consecuencia importante. Gran número de estudiosos se habitúan a ver en la sociedad humana algo que existe única, o por lo menos principalmente, para atender las necesidades físicas del hombre.
No es que esta convicción surja de una afirmación expresa de este o aquel tratadista; mas ella se forma en el subconsciente a manera de impresión general que, si no es lógica, es por lo menos explicable. Pues si los argumentos más insistentemente mencionados, mas largamente desenvueltos, son los que se fundan en las necesidades materiales, económicas, prácticas, no es de sorprender que se forme la idea de que la sociedad existe sobre todo para atender tales necesidades, y que los pocos los fines de la sociedad relativos al alma humana, pasan a segundo plano para un olvido completo.
Como dijimos, la atmosfera contemporánea es propensa a favorecer poderosamente ese fenómeno. Vivimos en un ambiente saturado de materialismo, en que a todo momento oímos opiniones que sólo serian verdaderas..., presenciamos acciones que sólo serían legítimas..., somos puestos en presencia de instituciones y costumbres que sólo serían razonables... si el alma humana no existiese. El materialismo está inminente y subentendido en casi todo cuanto se pasa en torno de nosotros.
No es, por lo tanto, de espantar que, tantas y tantas veces, se vea este o aquel católico — que estudió honestamente las líneas generales de la filosofía moral y que leyó en Santo Tomás (De Regimine Principum, Cap. I) que la sociedad temporal tiene por fin remediar la insuficiencia no sólo física sino también intelectual del hombre mediante los problemas políticos, sociales y económicos con que se enfrenta, una actitud práctica que poco difiere de la posición del materialista o el agnóstico.
Excelente, como todo lo que produjo el Doctor Plinio. Y felicitaciones por www.elcruzado.org
Última edición por tautalo; 03/11/2008 a las 22:27
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