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El Juves Santo en la ciudad de Palermo
Entre el Monumento
El Jueves Santo que revivo cada año es el mismo que aprendí el primer Jueves Santo que recuerdo, siendo un chiquillo de siete u ocho años. Después se ha ido completando, se ha hecho más profundo, más sentido, pero los elementos son idénticos: Altar, Sacerdocio, Sacramento, Monumento.
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Debería decir también Caridad, pero eso, más que verse, está en todo lo demás: El Amor de Dios que pide nuestro amor.
El Evangelio "los amó hasta el extremo" es el summum charitatis, un cúlmen de amor de Dios por amor a los hombres, todo como gran preámbulo emocionado de lo que iba a acontecer: Su Sacrificio.
De todo esto un niño entiende grosso modo, pero intuye todo con esos golpes de consciencia que sabe más que lo que parece comprender.
Y mi alma se quedó delante del Monumento primero que aprendí, alhelíes blancos y flores de jarro, claveles y lirios. Cirios con llama olorosa y un incensario dejando un suave velo de aroma santo.
- "Ahí está el Señor!", me decían. Y yo entendía y sin ver creía y sentía una invencible atracción, ternura y poder a la vez del Dios que encubre su presencia en el Sacramento, reclamando fe y amor de los hombres a los que amó hasta el extremo.
Sin saberlo todavía yo sentía lo que reza la oración de Laudes de este Jueves sagrado: "Nuestra Salvación, Señor, es quererte y amarte..."
Para esto y por esto lo hizo todo: Sacerdocio, Rito, Sacrificio, Comunión, Altar, Sacramento.
Creerle, desearle y amarle es corresponderle en su Misterio, que es de amor y por amor.
Laus Tibi, Christe, Sacerdos noster et Amor!
+T.
EX ORBE
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El Juves Santo en la ciudad de Palermo
STAT CRUX DUM VOLVITUR ORBIS
Monumento
Mi oración ideal, la mejor imaginada, la más deseada, es una tarde, noche y una mañana ante el Monumento. Sonando en el aire templado del atardecer los gritos de los vencejos, y por la noche con los ecos de las cornetas y los tambores, y el canto de un gallo en mitad de la madrugada, y por la mañana los primeros trinos de las golondrinas.
Una oración con rezos de letanías y secuencias de Evangelios de la Pasión, con nombres conocidos de lugares santos evocados: Jerusalén, Cenáculo, Getsemaní, Torrente Cedrón, Sanedrín, Pretorio, Calvario, Gólgota, Sepulcro. Y mi alma yendo de un sitio a otro, medio dormida, medio dolorida, impresionada, prendida, despabilada, temerosa, recogida, balbuciente, orante.
La urna de plata que contiene su Presencia Real, el Sacramento, su Sacrificio, su Comunión, es un punto atrayente, centrante, iluminado con la cera de las velas que chorrean lágrimas derretidas y van dando una luz matizada cada hora, distinta en cada tramo de la noche de la Pasión.
Si abren la ventana, desde la Alcaidía llega el olor del azahar de los naranjos, que se mezcla con el del incienso y la cera, endulzando el aire ya perfumado con los alhelíes, los claveles y las calas. También hay rosas.
Las campanadas del reloj suenan especialmente solemnes, todas las horas con sus cuartos y la repetición. ¡Las cinco! ¿Dónde estabas a las cinco, qué sufrías, qué te hacían, qué rezabas, qué pedías?...
Y con un temblor de espíritu, la curiosidad del alma: -¿Pensaste en mí, en mis pecados?...Y la oración se vuelve tremor, y amaga alguna lágrima, y se siente latir el corazón porque Él te dice que sí, porque tú sabes que sí, que Él pensó en tí, que te tuvo en su mente, en su intención, en su voluntad, en su Pasión.
Y te convence el Sacramento del ansia pascual, del amor hasta el extremo, de su dolor y su gloria.
Señor de mis horas dormidas,
Dios de mis oraciones,
Cristo de mis pasiones,
Jesús de todos mis días.
La noche del Monumento
te rezo sin darte un beso
porque temo darte un beso de traición.
Temo entregarte, perderte,
tiemblo hasta imaginando
que un día vender pudiera
por treinta dineros viles
tu amor, tu amistad, tu entrega;
temo ser el que te exponga
a la pasión y el dolor.
Si quieres, óyeme
y nunca me dejes,
besarte en falso, Señor.
Déjame mejor llorar
lágrimas de arrepentido.
Déja que el gallo me cante
y del corazón me arranque
la amargura de quien llora
por el dolor de no amarte
tanto como tú mereces
tanto como tú me amaste
y me amas, mi Señor.
Y así venga clareando
el alba del Viernes Santo
y el sol me encuentre rezando
junto a tu altar de Pasión.
¡Quién pudiera tantas horas
como estrellas tiene el Cielo
rezar y ganar consuelo!
+T.
EX ORBE
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