Se me parte el alma tras leer el sermón de Fellay
He de reconocer que pocas veces me ha quedado un sabor tan agridulce en la boca después de leer un sermón. Me refiero al que predicó monseñor Fellay el pasado día 19 en la ordenación de sacerdotes de la FSSPX en Ecône. Si se lee el texto sólo a partir del tercer párrafo, se encuentra una predicación impecable, extraordinaria, católica de la A a la Z, con garra, excelsa en no pocas ocasiones, perfecta para que los ordenantes, si la graban en su alma y la llevan a cabo, sean sacerdotes íntegros.
Monseñor Fellay no deja nada en el tintero a la hora de explicar cómo debe ser un buen sacerdote. Aborda el dogma de la transubstanciación y del resto de la doctrina sobre la misa con una claridad expositiva que no es fácil de encontrar en muchos obispos. Habla de la Iglesia Católica en unos términos a los que sólo cabe responder con un amén rotundo y tajante. Incluso cuando toca el tema del papado, vemos una exposición inmaculada de la fe católica sobre el ministerio petrino.
Especialmente impactado me he quedado al leer este párrafo:
Queridos ordenandos, si aguardan tener una vida sacerdotal tranquila, en un sillón, sin pena ni lágrimas, entonces, les suplico, no se acerquen. No es el programa que presenta la Iglesia a sus sacerdotes. No es el programa de Nuestro Señor Jesucristo. “Si alguno quiere ser mi discípulo, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz todos los días y sígame”. ¿A dónde fue Nuestro Señor? A la cruz, a ser clavado sobre la cruz. Es hermoso hablar de la resurrección, pero no habría resurrección sin antes Cruz y pasión. La resurrección será para el cielo. Aquí abajo el sacerdote es a la vez sacerdote y víctima. Es lo único seguro en esta vida. Si están unidos al sacerdocio de Nuestro Señor, también están unidos a la hostia, a su sacrificio. Hoy en día el mundo se muere, la Iglesia está en esta crisis por no querer escuchar hablar de eso. Es como si se hubiera eliminado la cruz. Para la Iglesia, el único medio de salir adelante es abrazar de nuevo la cruz, exigir a sus ministros que abracen la cruz, que vivan del espíritu de Jesús. Este es el programa. Querer buscar otro camino es equivocarse.
¿Quién puede decir no a esas palabras? ¿quién?
Es por eso que afirmo que se me parte el alma al leer ese sermón. Porque por más que me parecen “entendibles” las razones que da Fellay para defender su decisión de llevar a cabo las ordenaciones a pesar de que desde Roma se ha insistido en que son ilegítimas, y por más que me parece “inteligente” su forma de explicar su situación ante el resto de la Iglesia, no acabo de captar cómo es posible que diga lo que dice del Papa y al mismo tiempo no le obedezca en TODO.
Si tan siquiera fueran pacientes, confiados en el Señor y en la buena intención del Papa y se humillaran hasta la obediencia plena, ¿qué bien no traerían a la Iglesia? ¿qué bien no aportaría a todos la reconciliación plena de la FSSPX, o al menos de lo mejor de ella? Quiera Dios que así ocurra. Que les conceda la gracia que les permita derribar los resabios de orgullo y prepotencia que les quedan. Porque una cosa es clara. En la Iglesia hacen falta muchos sermones como el que Fellay dio a los que estaba ordenando como sacerdotes.
Luis Fernando Pérez
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