UNA ESPAÑA SIN HORCA NI VERGÜENZA
NO QUEREMOS UNA ESPAÑA
SIN HORCA PARA PIRATAS
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Olvidado teníamos al varón viajador, nuestro aventurero jaenés, el caballero de la piadosa figura D. Pedro Ordóñez de Ceballos. Pero no por mucho tiempo íbamos a dejar de referirlo en nuestro LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS. Y muy a propósito viene esto que nos cuenta en su ameno libro "Viaje del mundo":
"Un día tuvieron nuevas en Cartagena que se habían visto en la mar muchas velas de enemigos, y, como se sabía que el capitán Francisco Draque había tomado la ciudad de Canaria y había despachado Su Majestad que si no pudiesen defenderla la dejasen y se retirasen a la montaña, llegó el enemigo con catorce galeones y con tanta artillería que la iglesia y demás casas la acribó y maltrató muy mal. El alférez Nicolás de las Alas fué sólo el que murió en esta entrada, porque los demás se retiraron, y este valeroso soldado, aun después de muerto, estaba arrimado al baluarte, abrazado con su bandera; y mandó el general enemigo le dejasen dos días, y luego con toda su gente y él propio le hizo un solemne entierro, con cajas roncas y la bandera arrastrando, porque decía que lo merecía por su valor y que si hubiera ciento como aquél y como su tía el capitán Martín de las Alas no entrara él en Cartagena."
Así defendían los buenos españoles, incluso mediando una orden de retirada, las plazas encomendadas a su cargo. Y así ganaban el respeto incluso de los más encarnizados enemigos como el pirata Sir Francis Drake.
Ordóñez de Ceballos tiene buena opinión de este hostil corsario -pues lo cortés no quita lo valiente. Y así dice a continuación de esa estampa de arriba:
"Veíase en este general Franciso Draque un valor admirable y una crianza tan de pecho noble y honrado que siempre que oía nombrar o nombraba él al rey Don Felipe II de España se levantaba y hacía su reverencia y sumisión, y decía que en el mundo no había habido, ni aunque entrase el gran Alejandro Magno, Julio César ni los nueve de la fama, que mereciesen tanto como el rey Don Felipe".
Hasta uno de los enemigos más ensañados de España reverenciaba el nombre de Felipe II. Y Francis Drake no ignoraba que, de haber caído en nuestras manos, hubiera colgado del palo mayor, para luego ser descuartizado y sus cuartos exhibidos en cualquier puerto. Como merece todo facineroso.
Por nuestros desgobernantes somos los españoles hoy la ludibrio de las naciones. Y lo que es peor: qué pronto se nos olvidará. Mientras tanto, como si tal cosa, Willy el pirata busca novia en España -así se lo ha confiado a su abogado. Nos gustaría pensar que no hay tiesto para esa mierda, pero seguro que lo habrá. En resumidas cuentas: hemos pagado un rescate a unos maleantes a los que no se les ha causado ni un rasguño y el mandingo que apresamos, en el colmo de la desfachatez, manifiesta su voluntad de quedarse aquí, a cuerpo de rey, y sin el riesgo de haberse ahogado en una patera. Si lo consigue, cosa nada improbable, lo veremos traerse a su tribu, y en España, por si ya fuesen pocos, le parirá la abuela. ¿Quién le alquila el piso?
Francis Drake reverenciaba el nombre de Felipe II. Los piratas somalíes se descojonan de la risa cuando oyen pronunciar "José Luis Rodríguez Zapatero"... Yo también lo haría. Pero no puedo, porque se me hace un nudo en la garganta, cuando pienso que ese socialista esperpéntico "representa" a España, o eso se cree la gente, y en consecuencia: de quién ahora mismo se ríe todo el mundo es de España, mi Patria, mi tierra, mi suelo, mi casa, mis antepasados, mi familia... Vuesta Patria, vuestra tierra, vuestro suelo, vuestra casa, vuestros antepasados, vuestras familias, hermanos. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar estos ultrajes?
Pero... Hay una España Sagrada -y secreta- formada por una minoría de españoles conscientes que no transigimos, que no toleramos y que, en la sombra casi clandestina, apretamos los dientes y, cerrando los puños, se apodera de nosotros una santa cólera y un perfecto odio. Hermanos, no habrá otro 18 de julio, nunca más lo habrá... Hoy toca la hora de esconder esa España nuestra, la que se sabe y se tiene en el corazón. Esconderla, para que crezca en lo invisible y, celosamente, sin ceder ni una brizna de integridad católica e hispánica, algún día -Dios lo quiere- desde una Covadonga cualquiera... Esa España reconquistará el suelo y la honra que le han enajenado.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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