¿Qué quiere el "Tea Party"?Estos días se han escuchado cosas acerca del movimiento norteamericano. Por desgracia, parece que casi todo eran lugares comunes bien vacíos de sentido.
Para algunos el PP es el "Tea Party" de socialismo español. Para otros, el "Tea Party" español ha comenzado ya con las primarias del PSOE, con la crisis de gobierno y su remodelación, etc. El caso es que en lo único en que aciertan todas estas comparaciones es en el afán de cambio que mueve a los supuestos tea partiers. Para los que se hayan molestado en entender los entresijos de la legislatura de George W. Bush, es fácil percatarse de que Barack Obama jamás hubiera alcanzado la Presidencia sin la inestimable ayuda del presidente texano.
Antes que votar a favor del primer presidente negro de los EEUU, los norteamericanos votaron la esperanza de salir de una pesadilla creciente. Así las cosas, es lógico que tras la decepción ante un Obama esencialmente inepto a la hora de solucionar los problemas que castigan a los estadounidenses de a pié, todo el mundo tome conciencia de que los partidos tradicionales han fracasado y de que hace falta una profunda renovación. Esto es lo que busca el "Tea Party" y, fuera de ello, poco más puede decirse por la sencilla razón de que se trata de algo demasiado heterogéneo como para constituir una razón de cambio real de los acontecimientos que se avecinan.
Así, el primer mito que conviene desmontar es que el "Tea Party" –un mero conglomerado de grupos de carácter local y regional – esté dominado por valores de tipo conservador. Recientemente, David Kirby y Emily Ekins han publicado un riguroso estudio titulado The Tea Party´s other half (La otra mitad del Tea Party) en la página web del "Cato Institute" (28.10.2010), donde se explica cómo, mientras que la práctica totalidad del movimiento participa de una visión económica común –acertada o no-, existe una escisión en dos mitades perfectas entre los "conservadores sociales" y aquellos que creen que el gobierno no debe entrar en asuntos como "promover los valores tradicionales".
Kirby y Ekins señalan que esta división de opiniones es lo que ha conseguido centrar la agenda de los dirigentes sobre el tema económico y no sobre asuntos sociales acerca de los que hay importantes discrepancias. De hecho, todos creen que "cuanto menos gobierno mejor" pero no todos piensan que el gobierno deba tomar partido en cuestiones como el aborto, el matrimonio homosexual, la inmigración o la deslocalización de puestos de trabajo, que sí que preocupan a los "social conservadores".
Por otro lado, existe un tercer frente añadido de fricción entre los miembros del "Tea Party": la política exterior estadounidense. Las dos posturas enfrentadas quedan representadas por Sarah Palin y Rand Paul. La primera no hace más que repetir los habituales mantras neoconservadores que han llevado a los EEUU a ser una potencia en decadencia. Para los palinitas, es necesario integrar la percepción militarista e intervencionista en lo exterior dentro del gran movimiento anti-Obama, una opción que considera al presidente como un-patriotic, derrotista, débil en su trato con Irán, Rusia y otros, especialmente con el "Islamofascismo", y enemigo acérrimo del Estado judío.
Rand Paul, por su parte, en la estela de su padre, Ron Paul, considera que es muy difícil intentar reducir el déficit federal y embarcarse en la conquista del mundo. Según ha escrito Ron Paul ayer 5 de noviembre en el website ForeignPolicy.com, "no podemos estar contra el gobierno grande en casa y a favor en el exterior. No podemos hablar de responsabilidad fiscal mientras que gastamos trillones ocupando y amenazando al resto del mundo". Así las cosas, son este tipo de opiniones las que hacen de esta facción del "Tea Party" una verdadera pesadilla para el lobby likudnik de Washington, que lleva ya tiempo haciendo sonar los tambores de guerra para una guerra con Irán.
Recapitulando, tenemos, en suma, un gran movimiento que ansia el cambio y que gana a la gente porque, sencillamente, como ocurre tantas veces en política, nadie ofrece nada mejor. Por lo demás se hallan divididos en cómo deben ser los Estados Unidos dentro y fuera, si bien comparten la fijación de que el gobierno es esencialmente perverso y más aún cuando actúa en economía. Ron Paul, hombre por otra parte honesto, ha llegado a proponer la ridícula idea de volver al patrón oro. Incluso un conservador tradicional como Pat Buchanan se preguntaba: "Si los liberal demócratas tienen razón y los déficits son el remedio keynesiano correcto de la recesión ¿por qué los déficit de Obama de 1.4 y 1.3 trillones han fracasado tan palmariamente? Paul Krugman dice que no son suficientes. Puede, pero el pueblo está a punto de acabar con el experimento". Buchanan está convencido de una doble falsedad: primero, cree que el célebre FED es en realidad una institución privada, que tiene que ir por libre respecto de la política. Segundo, que el dinero nuevo es siempre inflacionista y no se le ocurre que todo dinero ha sido nuevo alguna vez.
Claro que Krugman, si bien puede acertar en que los estímulos no son cuantitativamente suficientes, no dice la segunda parte de la receta: que no es suficiente con que el estimulo monetario se quede en los bancos. De hecho, en buena parte de Europa el dinero de los estímulos ha sido utilizado por los bancos para equilibrar sus balances. Lo esencial es que el dinero llegue a la economía real, constituida tanto por los consumidores como por las empresas que producen la riqueza palpable de la nación. La "era de austeridad" que Pat Buchanan admira en el nefasto David Cameron o los "recortes" que desean Rand Paul y los piqueteros del "Tea Party", por basarse en una idea falsa, están llamados a ser un desastre para el pueblo americano, del mismo modo que sucede con la incapacidad de Obama para comprender que el "estímulo" a quien tiene que llegar es a la economía real y no a los bancos.
¿Qué es lo que puede variar realmente el "Tea Party" en el escenario mundial? Si triunfa, no van a salir de la recesión económica. No al menos en el sentido de que el pueblo estadounidense alcance una prosperidad y una soberanía económicas reales, como ya tuvo en el pasado. Si vence la versión palinita, posiblemente el mundo contemplará como se enciende una hoguera de imprevisibles consecuencias en el Medio Oriente. Si, por el contrario, triunfan Paul y sus libertarios, el lobby likudnik e Israel tendrán que esperar al menos cuatro años más para rediseñar el Medio Oriente a su medida.
Por supuesto, Obama, pese a su aureola de "campeón de la paz", puede ser también el primero en incendiar Oriente Medio. En The Washington Post (How Obama might recover, 31.10.2010), un enloquecido David Broder, fichado por el diario La Razón en calidad de oráculo internacional quizás debido su fanatismo, ha sugerido recientemente que, igual que FDR salió de la depresión del 29 con una Guerra Mundial, Obama podría salir de la crisis haciendo la guerra a Irán. Vivir para ver.
El caso es que, pese al ruido del "Tea Party", por ningún lado se ven los resortes intelectuales e ideológicos para detener la inexorable decadencia de los Estados Unidos de América. Aquél país camina cada vez más a oscuras. Occidente en bloque pagará las consecuencias.
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