Se admiten apuestas, pero la mayoría de los observadores firmaría dos contra uno a que no van a conseguirlo. Las mujeres saudíes vuelven a la carga para reclamar su derecho a conducir. Al menos, una parte de ellas. Porque todavía hay en el Reino de Arabia Saudí, el único país del mundo que prohíbe ponerse al volante a sus ciudadanas, muchas que apoyan tan peculiar restricción. Quienes desean dejarla atrás planean entregar una petición al rey Abdalá el próximo domingo, coincidiendo con la fiesta nacional.
Por primera vez, las interesadas se han organizado en un Comité de Demandantes del Derecho de las Mujeres a Conducir Coches. El grupo busca el apoyo no sólo de los saudíes, sino de gente de todo el mundo, ya que la prohibición de conducir se extiende a todas las extranjeras que viven en Arabia Saudí o visitan el país. "Pedimos que se devuelva a las mujeres el derecho a conducir", exige la carta colgada en varios sitios de Internet saudíes. "Es un derecho que disfrutaron nuestras madres y nuestras abuelas, que tuvieron total libertad para utilizar los medios de transporte de su tiempo".
Los expertos consultados coinciden en señalar que la prohibición no está en el islam ni en las leyes. Son edictos religiosos de destacados ulemas los que afirman que las mujeres al volante pueden crear "situaciones de tentación pecaminosa", en referencia a la eventualidad de que las conductoras tengan que interactuar con policías o mecánicos, en un país donde se practica la segregación sexual en la esfera pública. Nadie parece reparar en la contradicción que supone compartir el pequeño espacio de un coche con un hombre ajeno a tu familia al tener que recurrir a los servicios de un chófer. "La prohibición emana de una interpretación estricta de la necesidad de que las mujeres estén siempre acompañadas en público por un mehram [custodio legal]", afirma el periodista Ebtihal Mubarak. Tal requerimiento, como muchos otros que constriñen las libertades individuales en Arabia Saudí, muestra el peso de los sectores más conservadores de la sociedad.
Un primer intento de conducir llevó una noche a la cárcel en 1990 a las 47 mujeres que osaron manifestarse al volante por el centro de Riad. Las autoridades les requisaron los pasaportes y quienes tenían empleos gubernamentales los perdieron. Hace dos años, cuendo un miembro de la Asamblea Consultiva, Mohamed al-Zalfa, planteó el asunto en ese foro de designación real, hubo quien propuso que se le despojara de la nacionalidad saudí. Y eso que al-Zalfa no entraba en consideraciones morales. Simplemente calculó que el coste anual del cerca de millón de conductores extranjeros que trasladan a las saudíes al trabajo, al dentista o a la peluquería suponía el equivalente a 2.600 millones de euros al año. Eso para las familias que pueden costear los 300 euros mensuales que de media cuesta el servicio. En muchos casos, los hombres de recursos más modestos terminan pluriempleados como chóferes de las mujeres de su familia.
Esas dificultades han sido materia prima para uno de los típicos culebrones de Ramadán de este año. En Amsha bint Ammash, la protagonista se queda huérfana de padre y, ante la imposibilidad de encontrar empleo, se disfraza de hombre para emplearse como taxista. El tabú se ha roto y desde hace meses existe un debate público en la calle. "Las mujeres necesitan conducir, es una necesidad básica", ha declarado a la prensa local Fauziya al-Oyuni, una de las organizadoras de la recogida de firmas y conocida activista de los derechos humanos. Al Oyuni recordó que el rey Abdalá ha reconocido con anterioridad que no se trata de una cuestión política, sino social. Sin embargo, el monarca difícilmente tomará una decisión tan simbólica sin un consenso previo de la sociedad saudí.
"Praedica verbum, insta opportune, importune, argue, increpa, obsecra in omni longanimitate et doctrina. Erit enim tempus, cum sanam doctrinam non sustinebunt, sed ad sua desideria coacervabunt sibi magistros prurientes auribus, et a veritate quidem auditum avertent, ad fabulas autem convertentur. Tu vero vigila in omnibus, labora, opus fac evangelistae, ministerium tuum imple". (Tim. 4, 1-5)
"La civilización atea se apoya en la autonomía de la razón y conduce a la servidumbre.La civilización cristiana se apoya en la obediencia y termina en la libertad". (Vázquez de Mella)
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