¡¡Magnífico, Ordóñez!!
El Volatinero de la Giralda
Extraído de “ La Razón “ del Domingo 21 de Mayo del 2006-05-21
“ La mañana de Sevilla es luminosa, como una sonrisa de muchacha. Repican las campanas en toque de Gloria, que es el toque de ángeles, y en el Corral de los Olmos y Placentines, Abades y Comendador, se arracima la gente para aclamar a la Reina Isabel, quien, en estado de buena esperanza, aquí está, en Sevilla, enderezando entuertos y dejando la ciudad como una balsa de aceite.ARENAL DE SEVILLA – Por MANUEL BARRIOSEn dos meses, se fallaron tantos pleitos, que los delincuentes huyeron a millares, temerosos de la Justicia. La frugalidad de la Corte se define en las palabras con que invita a Colón tras su primer viaje( Portada de los Annales Eclesiasticos y Seculares de la Muy Noble y muy leal Ciudad de Sevilla del cronista Ortiz de Zúñiga )Hernando del Pulgar escribió: En tal fesha parieron los Reyes, nuestros señores….¿ Quién era aquel niño loco que estuvo a punto de que la reina se desmayara ?
“ En dos meses-escribe el cronista-se fallaron tantos pleitos, se devolvieron tantos bienes usurpados y se impuso castigo a tantos criminales que, asustados y llenos de terror, los que temían verse complicados en anteriores desórdenes emigraron a millares “.
La frugalidad de la Corte se define en las palabras con que invita a Colón, tras su primer viaje: “ Quedáos a almorzar con nosotros, que hoy tenemos pollo “. Por cierto que la Reina Católica no podía soportar los ajos y cuando en una ocasión, sin darse cuenta, se llevó a la boca un diente envuelto en perejil, exclamó con gracioso enfado: “ ¡ Venía el muy villano, disfrazado de verde ! “.
Y siempre, siempre, el rey, su esposo, en pie de igualdad – “ tanto monta…”-, hasta exigir a su cronista Hernando del Pulgar “ que en todo dicho o hecho los mentase juntos; y como quiera que alguna vez don Hernando no lo hizo así, recibió severa reprimenda. Acaeció, pues, que habiendo la reina parido, y escribiendo Pulgar en qué día y hora, dijo: En tantos de tal mes y año parieron los reyes nuestros señores...”.
Pero esta mañana, luminosa y alegre, de Sevilla, la reina va a recibir el mayor susto de su vida, cuando, al salir de la Catedral, contempla llena de espanto, como todos, a un muchacho que, desde el extremo de una viga colocada en el campanario de la Giralda, hace títeres y malabarismos con unas naranjas a voleo.
La reina, las damas, los soldados, el pueblo, todos, tienen el corazón en un puño, suspendido de angustia. Hasta que el muchacho da por terminadas sus volatinerías, vuelve sobre sus pasos por la viga, alcanza “ tierra firme “ y, con ello, les entra a los presentes el alma en el cuerpo. Pero ¿ quién es este niño loco que ha estado a punto de hacer que la reina se desmaye del horror ? A Isabel le es familiar la cara del mozo. Y tan familiar, como que es un paje de su séquito, y cuando le pregunta por qué ha hecho tal barrabasada, el zagal responde, animoso, como si nunca hubiera roto un plato: “ Quería llamar la atención de Su Alteza para que, en siendo testigo de mi valor, me conceda la gracia de sentar plaza de soldado. Mi nombre es Alonso De Ojeda y tengo trece años, que son bastantes para luchar y morir si preciso fuere “. Alonso De Ojeda, paje de la Reina Católica y el más joven alférez de sus ejércitos, escribirá con sangre páginas gloriosas al otro lado del mar, donde fundará Venezuela-“ Pequeña Venecia “-, ayudado en la empresa por Juan De la Cosa y Américo Vespucio.
Doce años después del Descubrimiento, el 12 de Octubre de 1504, la reina dictará sus cláusulas testamentarias, ampliándolas con un codicilo que debería figurar con letras de oro en todas las ciudades de Hispanoamérica: “ Que no consientan ( los príncipes ) ni den lugar que los yndios, vecinos y moradores de dichas Yndias y tierra firme, ganadas o por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean “.
Alonso De Ojeda recibiría la más triste noticia mientras curaba su cuerpo, cosido de heridas, en la selva de Jubarco. Tal vez en aquel momento recordara la mañana blanca y azul de Sevilla, cuando desde el campanario de la Giralda, a poco mata del susto a la reina más prudente y valerosa que vieran los siglos “.
¡¡Magnífico, Ordóñez!!
Dale las gracias a Manuel Barrios
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