Los muertos de la Guerra Civil: consideraciones desde un 18 de Julio - ReL
La memoria histórica y su método de agit-prop
El camino para alcanzar este objetivo pasa por reavivar artificialmente el debate sobre el número de víctimas pretendiendo demostrar mediante la abultada disparidad de las cifras debida a la represión en los dos bandos que el Gobierno republicano se habría visto desbordado por la actividad de grupos incontrolados mientras que en zona nacional eran las propias autoridades quienes dirigían una acción represiva que adquirió caracteres de exterminio.
Así, en la línea del periodista Peter Weyden, José Fontana hace de lo que él llama las sangrientas matanzas de Badajoz un anticipo de Auschwitz o el oráculo de la historiografía de izquierdas Gabriel Jackson hablaba de 200.000 muertos sólo para los fusilados en la posguerra y los neosocialistas no bajan hoy de 150.000 para toda la guerra y posguerra. Cifras todas ellas, carentes de cualquier fundamento.
Por el contrario, una revisión documental y bibliográfica centrada en la cuestión de las cifras de pérdidas humanas, permite comprobar que los resultados a que se había llegado hace unos años en el estudio de las repercusiones demográficas de la Guerra Civil pueden considerarse definitivos —sin olvidar la relatividad que la historiografía da siempre a este término— y que carece de fundamento el revisionismo propuesto por aquellos autores que actualmente van acompañados del visto bueno y del aval económico de la clase política.
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En 1985, Juan Díez Nicolás basándose en las tasas de mortalidad de las defunciones inscritas, estimaba que entre 1936-1941 habían muerto violentamente unos 300.000 varones, cifra muy similar a las obtenidas por los hermanos Salas Larrazábal y a la que se deduce de las oficiales por causa de muerte. A una conclusión semejante llegaban Tomas Vidal y Joaquín Recaño, quienes atribuyen al conflicto medio millón de bajas, incluida la emigración.
Por último, podemos verificar que el orden de magnitud señalado (unas 300.000 muertes violentas) encaja en el balance demográfico general atribuible a la Guerra Civil. Para ello acudimos a las cifras de población absoluta y del movimiento natural observado en los años 1930-1950 y efectuamos una proyección de población estimando cuál hubiera sido el crecimiento de la población absoluta en caso de no haberse hecho notar las consecuencias del conflicto. En la hipótesis propuesta, la pérdida de población (puesto que la tasa aplicada ya acusa la caída de la natalidad y la emigración queda compensada por el retorno de los años anteriores) sería de 594.269 personas. Como la sobremortalidad por enfermedad se sitúa algo por encima de las 300.000, cabría atribuir a las muertes violentas una cantidad semejante, volviéndonos a situar en las cifras de referencia (300.00 bajas, incluyendo acción de guerra y represión).
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