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Tema: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

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    Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo (1968)

    Tras la muerte en tiroteo del etarra Echevarrieta, asesino del sr. Pardines, guardia civil de tráfico, primer asesinado oficial de ETA (primavera de 1968) comenzaron a decirse “misas” a diestro y siniestro por la geografía vasca (es decir mítines separatistas y pro-terroristas bajo cobertura “religiosa”) en honor del etarra fallecido; a la vez que aparecían inverosímiles complicidades clericales (depósitos de armas en sacristías, ocultación de terroristas en conventos…) comenzando el goteo de curas y religiosos de la región vasca que comenzaban a ser procesados y enviados a la cárcel “concordataria” de Zamora.

    Además del Régimen, aquellos frailes y curas vascos revoltosos hasta entonces contaban con el disgusto y la condena del “conservador” mons. Pablo Gúrpide, obispo de Bilbao (por entonces ya gravísimamente enfermo y que moriría durante la revuelta). Aquel venerable prelado pasó a ser objeto de la ira y las protestas de aquellos curas gamberros, varios de los cuales “okuparon” el seminario de Derio para pedir su dimisión y otras reformas político-religiosas disparatadas (amparados en las tesis del entonces reciente Vaticano II), con toda publicidad, descaro y escándalo.

    Una vez fallecido mons. Gúrpide, los revoltosos se saldrían con la suya; cesaron en la okupación del seminario de Derio y poco antes del fin de aquel 1968, el papa Pablo VI, por su cuenta, les “premió” con un “administrador apostólico” a su medida: el tristemente famoso y proetarra Cirarda (obispo entonces de Santander). Así evitaba Pablo VI el engorro de nombrar un obispo titular que, por haber debido ser acordado con el Régimen de Franco (como establecía el Concordato de 1953), hubiera dado un enfoque conservador al asunto.

    Una vez nombrado Cirarda, cómplice de los curas gamberros, ya podía decirse que, oficialmente, la Iglesia vasca era separatista y pro-etarra; dado que al obispo Argaya de San Sebastián también le iba la marcha.

    Pocos años después, los obispos Añoveros, en Bilbao, Setién en San Sebastián y el granadino Asensio, en Pamplona, completarían el trío calavera de la iglesia proetarra-antifranquista, teledirigidos por el nuncio Dadaglio en Madrid y “Su Santidad” Pablo VI en Roma.



    Pueden interesar estos hilos ya enviados:


    Listado (no exhaustivo) de actos subversivos del Clero contra Franco (1963-1975)

    y

    Vandalismo sacrílego de curas pro-etarras en la cárcel de Zamora (año 1973)


    .
    Última edición por ALACRAN; 02/12/2023 a las 21:31
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    Comentarios ante la okupación del seminario de Derio (Bilbao) por una cuarentena de curas contra su obispo, mons. Gúrpide :


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 97, 16-Nov-1968

    Soviet de curas en Bilbao

    Los soviets de obreros y de campesinos fueron el procedimiento de encuadramiento y acción que permitió a la minoría bolchevique hacerse con el Poder en Rusia, tras lo que se implantó la llamada “dictadura del proletariado”, que cuando ha coronado ya los cincuenta años de vida (1968) no presenta síntoma alguno de querer dar paso a la “libertad” en cuyo nombre se convocó a las masas.

    Más adelante hemos visto actuar a los soviets de estudiantes, especie de relevo en los países desarrollados, cuando los obreros y campesinos han comenzado a perder el interés por las barricadas y por las dictaduras de un “proletariado” en el que no se sienten incluidos.

    Lo que faltaba por verse era un soviet de curas, aunque eran notorios los síntomas de que cualquier día podía aparecer. Y así ha ocurrido en Bilbao, donde cuarenta clérigos, reunidos en un soviet (lo llamen ellos como lo llamen, si es que lo llaman de alguna manera) han ocupado un seminario, igual que los soviets de obreros ocupaban las fábricas en Rusia; los de campesinos, las fincas, y los de soldados, los Regimientos. Las ideas, los motivos alegados e incluso circunstancias concretas puede que sean diferentes, pero, en el fondo, el procedimiento es el mismo: sustitución de la autoridad legítima por la “revolucionaria”, desafío a las normas de derecho y voluntad de imponer “por la brava” el programa del partido. Todo muy evangélico, muy profético, muy carismático, muy posconciliar.

    Puede que no falte quien considere excesivo calificar de soviet lo que para muchos no pasa de ser una gamberrada clerical. Pero los hechos son así, y no vale disimularlos. La prudencia que tantas veces ha aconsejado tapar las debilidades de un sacerdote en beneficio de su ministerio, en este caso no puede ser reclamada, ya que el escándalo está en la calle, libre y voluntariamente provocado por los culpables. La prudencia en este caso exige la condena de tales actos con la misma publicidad con que han sido cometidos. Otra cosa sería hacerse cómplice por silencio.

    Si la ilegal ocupación de un seminario, en contra de la voluntad de su obispo, por un grupo de clérigos es por sí sola condenable, cualesquiera que fueran los motivos alegados, mucho más lo es cuando, como ocurre en este caso, las razones que se alegan no son honorables. Se trata, según manifiestan los mismos protagonistas, de imponer una línea socio-pastoral al obispo y de forzar su dimisión. Y todo porque no se ha prestado a servir de amparo para las actividades políticas de un grupo de clérigos, que, escudándose tras sus hábitos y los privilegios concordados, atacan algo tan sagrado como son la unidad de la Patria, el orden, la paz y la propia vida de sus ciudadanos. Curiosa pastoral la que quieren imponer estos clérigos, que prefieren la metralleta al crucifijo, elogian a los asesinos y menosprecian a sus víctimas.

    Ha sido la “Revista Internacional”, de Praga (Checoslovaquia comunista), la que en su número de agosto del presente año, al exponer las experiencias de los comunistas españoles, escribía: “Los curas progresistas desempeñan cada día un papel más importante en la lucha contra la dictadura. Existe ya un auténtico movimiento de sacerdotes que sostienen la justa lucha de la clase obrera”.

    Si tenemos en cuenta lo que denominan los comunistas “justa lucha de la clase obrera” (y lo ocurrido en Praga al poco de escribirse lo transcrito bien lo demuestra), queda bien clara cuál es la colaboración que confiesan estar recibiendo de los “curas progresistas”. La fruición con que difunden y elogian la ocupación del seminario de Derio las radios rojas demuestra cuál es el papel que desempeña dentro de la estrategia general del partido para llegar, mediante acciones parciales, a la gran huelga general política que les abra el camino del Poder.

    Puedo objetarse que la idea predominante entre los “ocupantes” del seminario no es la comunista, sino la separatista. Pero las colusiones y colaboraciones entre rojos y separatistas las conocemos bien desde nuestra guerra de Liberación. No sólo en el Gobierno del llamado “Euzkadi” hubo un ministro comunista, más otros procedentes del socialismo marxista, sino que los diputados nacionalistas siguieron perteneciendo a las Cortes “republicanas” y no sabemos que entre tantos miles de asesinatos de obispos, sacerdotes, religiosos y católicos laicos se elevara ni una voz de los señores diputados separatistas para interpelar al Gobierno o protestar. En cambio, el prohombre separatista Irujo no tuvo empacho en ser ¡ministro de Justicia! del Gobierno rojo, mientras se realizaba la más cruel persecución de la Iglesia que se haya conocido en España.

    A esto los separatistas pueden replicar que se trataba de un asunto que no afectaba a los “vascos”. Y con esto entramos en otro de los aspectos más significativos de la “ocupación”: el carácter racista de los ocupantes. En las declaraciones que han hecho a través de “Arriba” para explicar su actitud, reproducidas con arreglo a sus deseos, sin cambiar una coma, hablan de su “afán de servir a la Iglesia en nuestro pueblo vasco trabajador”. Más adelante afirman que, con su actitud, “servimos a la Iglesia de nuestro pueblo”, insisten en los problemas de “nuestro pueblo trabajador” y repiten lo de “nuestro pueblo” poco más o menos en cada respuesta.

    Se observa así que el término “pueblo de Dios”, tan grato a la dialéctica progresista, ha sido sustituido por el de “pueblo vasco” o “nuestro pueblo”, que marcan un carácter racista inconcebible en quienes a todas horas se amparan con el Concilio y con los “signos de los tiempos”, mucho más si pensamos en los cientos de miles de españoles de otras regiones que viven en las diócesis vascas, y que no parecen merecer ninguna inquietud “socio-pastoral” de tales clérigos. No es aventura suponer que si fueran de Georgia o Alabama pertenecerían al más extremado Ku-Klux-Klan, con la diferencia, en favor de los racistas de Norteamérica, de que allí existe una verdadera diferencia de razas, mientras en nuestro país los españoles de las diversas regiones estamos unidos por siglos de Historia, identidad de cultura y mezcla de sangre.

    En cuanto a las peticiones hechas al obispo, y en cuya exigencia se amparan para justificar la “ocupación”, son totalmente inaceptables no sólo por el tono conminatorio con que están hechas, sino porque piden cosas tan peregrinas como “organizar la elección directa del próximo obispo con la intervención directa del pueblo”, con lo cual no solo atacan la autoridad de su prelado, sino la del mismo Papa, que no sabemos haya renunciado el derecho a nombrar obispos en los curas amotinados en el seminario de Derio. Como ha comentado “La Gaceta del Norte”: “Conviene tomar nota del fondo político y del tufo cismático que encierra esta petición, que responde, ciertamente, al ambiente que está creando la minoría sacerdotal a la que tristemente hemos tenido que referirnos y que hasta el momento persiste en su actitud”.

    Para concluir, nosotros confiamos en que la jerarquía eclesiástica resuelva este atentado a la autoridad y este escándalo para el pueblo cristiano en la forma que el bien de la Iglesia y de las conciencias exija. No es asunto nuestro y respetamos la decisión de la jerarquía. Pero con la misma sinceridad, queremos proclamar que las actividades de estos clérigos y de otros similares que salgan del marco religioso para entrar claramente dentro del político, deben ser enjuiciadas por el poder civil con la energía que la unidad de la Patria y el bien de los ciudadanos exigen. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.


    Última edición por ALACRAN; 02/12/2023 a las 22:10
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  3. #3
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    "LA ENCERRONA DE BILBAO"



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 98, 23-Nov-1968

    LA ENCERRONA DE BILBAO

    Sacerdotes en rebeldía

    La contumacia asumida voluntaria, deliberadamente, por ese grupo de sacerdotes de la diócesis de Bilbao acantonados en el seminario de Derio reclama, de modo inexcusable, un severo comentario.

    Si se tratase de una divergencia diocesana, vivida en la discreta intimidad de los ámbitos institucionales, no diríamos palabra por respeto a la condición eclesiástica de cuantos pudieran ser parte en el problema. Pero el conflicto no es exclusivamente religioso; el conflicto entraña carga política y, por su parte, los sacerdotes en rebeldía le han procurado la máxima publicidad, aun a costa de un máximo escándalo; no es posible, pues, acogerse a las discreciones del silencio. En definitiva, no han sido los periódicos quienes con la difusión de escritos y cartas han hecho materia pública de pretensiones y actitudes. Y ellos mismos son, no la prensa, quienes pudieran lesionar su propia fama y quienes se colocan al margen de la consideración respetable que merece su ministerio.

    Desde ningún punto de vista, ni siquiera desde aquellos que contemplan estos gestos de rebeldía como reacciones comprensibles en un clima de renovación eclesial, puede justificarse la insubordinación adoptada por estos sacerdotes frente a su obispo. En las Constituciones y Decretos del Concilio Vaticano II, con todas las renovaciones y reformas que se contienen, no está alterado, sino reafirmado con reiteración prudente, el principio de obediencia y sumisión de los sacerdotes a sus prelados, por cuyas manos son ordenados y por quienes pueden ser suspendidos. “Quien a ellos escucha, a Cristo escucha, y quien los desprecia, a Cristo desprecia y al que le envió”.

    A la reprobación del nuncio de Su Santidad se ha unido la nota desaprobatoria de la actitud de estos sacerdotes hecha pública por la Comisión Permanente del Episcopado español. A estas reprobaciones jerárquicas, y en cuanto tiene el caso de claras derivaciones políticas, puede añadirse una censura pública, una condenación ciudadana.

    El conflicto suscitado por estos presbíteros participa de una innegada tendencia separatista. Pretenden una conferencia episcopal vasca, un obispo elegido con participación del pueblo, una Iglesia indígena… ¿No es todo esto especie de flagrante separatismo eclesiástico, que actuaría consecuentemente como acicate del separatismo político?

    Estas situaciones, aunque se presenten enmascaradas tras muy modernas y celosas inquietudes pastorales, inciden en la vida política nacional y sus consecuencias sobre la misma significarían un grave ataque a la unidad española. Y aun atendidas las exigencias todas de la corrección fraterna, un recto entendimiento de la ciudadanía, un elemental y sereno sentido del patriotismo nos llevan al rechazo de posiciones tan inadmisibles, tan intolerables.

    En nombre de nada, y menos en el nombre de una doctrina de unidad y armonía pacífica entre los hombres y los pueblos, es lícito preconizar separatismos, en cuyo fondo late, para mayor daño, una vanidosa creencia de singularidad racial, tan opuesta a la religión católica como cualquier otra intransigencia racista.

    Nunca hemos creído que, dentro de la predicación de la doctrina de la Iglesia incluida su doctrina social, estén comprendidas y amparadas, actitudes sacerdotales públicas de injerencia perturbadora tan evidente y tan inmediata en la política del país.

    Los sacerdotes en rebeldía deberían meditar que así no se hace religión en ningún pueblo: así lo probable es que se agriete y se deshaga la conciencia religiosa de los más.

    Salvado el reconocimiento que justamente merecen ciertas realidades regionales -por la lengua, por la cultura, por el régimen económico-, no existe daño mayor ni más nocivo en la política española que el separatismo (…)

    Es, de verdad, lamentable tener que escribirlo, pero de la conducta de estos curas no florecerá bien para nadie. Y menos para ellos, que han preferido contraviniendo su deber de ejemplaridad, el camino del escándalo; y a quienes no ha importado enturbiar su misión religiosa con un activismo político contrario al espíritu de solidaridad, fraternidad y unión de la familia humana resplandece a todo lo largo de las enseñanzas católicas.

    («ABC»)

    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  4. #4
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    “Los curas separatistas”


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 100, 7-Dic-1968

    Los curas separatistas

    Cuando escribo estas líneas está ya en el coro de la catedral el obispo de Bilbao (mons. Pablo Gúrpide) como grano de trigo enterrado para ser germen de perpetua juventud.

    Cuando escribo estas líneas parece que ha terminado la rebeldía y desobediencia de unos cuantos sacerdotes que, aparte las penas canónicas, han sido autores del delito de allanamiento de morada, con nocturnidad y en cuadrilla.

    Me importa hoy ignorar toda la conducta delictuosa en el aspecto canónico e incluso eclesial para detenerme a pensar en las motivaciones sociológicas, políticas, incluso étnicas, de esta sorprendente actitud. Habría que remontarse en la historia por lo menos a 1832, cuando Fernando VII agonizaba. “Las Vascongadas -dice mi amigo Joaquín de Zugazagoitia- fueron absolutamente cristianizadas hacia el siglo XII y comenzaron a comer decentemente (maíz, alubias…) después del descubrimiento de América”. Por ello, añade,“hemos llegado a la misa y a la mesa con el fervor del catecúmeno”.

    Cuando en los siglos XVIII y XIX el proceso secularizador se acentúa simultáneamente con el proceso centralizador de los Borbones, se superponen, perfectamente indiferenciadas para los vascongados, dos cuestiones: el laicismo y el Poder central. Entonces Madrid, el Poder central, los Ejércitos liberales se hacen símbolo de las dos cuestiones: Madrid anula la legislación foral y Madrid dicta las leyes impías del divorcio, de la libertad de cultos, etc. Nos encontramos en una región marginada todavía de la era industrial y ello dentro de la marginada Península Ibérica. Las guerras carlistas son todavía unas guerras románticas que pertenecen al antiguo régimen y en las que el lema Dios, Fueros, Patria, Rey, tiene una vigencia capital. Si consideramos además que el clima cultural de los Vascongadas no alcanza la altura de ninguna de las ciudades universitarias de entonces, empezaremos a entender un poco del contexto social en el que el clero puede adquirir un determinado predicamento político.

    Hay datos históricos. Cuando el pobre Sabino Arana inventó el separatismo vasco, enviaba su propaganda a los señores curas ecónomos. Eran los más eficaces elementos para constituir una barrera al laicismo invasor en un país que daba el más alto índice de religiosidad en España.

    De otra parte, en Vizcaya, como en toda España rural, el predicamento del sacerdote ha venido siendo definitivo. Este predicamento tenía una justa razón: el sacerdote vascongado ha sido siempre un magnífico sacerdote y simultáneamente ejercía su sagrado ministerio sobre una población rural, aldeana, fervorosamente católica, que se encontraba enfrentada, después de las guerras carlistas con un Estado liberal y centralista.

    El planteamiento, entonces, en esquema, era éste: Cuando vivíamos sometidos a nuestras costumbres y a nuestros fueros, vivíamos en paz con Dios y con los hombres. Cuando nuestros fueros han sido anulados, nos invaden la religión y la tiranía. En consecuencia, hay que volver al “status” anterior.

    Y así el clero, intentando defender la cristiandad vascongada, se enreda en una lucha o en una polémica puramente políticas.

    Del fuerismo al separatismo no hay sino un paso, que se da como iniciación en “Vizcaya por su independencia”, folleto de Sabino Arana, históricamente deleznable y sin valor, pero que, a través de cuatro dudosas escaramuzas feudales, viene a decir que Vizcaya constituye una unidad política con rango de nación. Absolutamente indefendible la tesis en ningún nivel, adquiere especial relieve “el hecho diferencial”, el idioma, la fisionomía, la raza, la “etnia”. Ni el Führer en sus más febriles noches llegó a las aberraciones racistas a las que llegó el separatismo vasco. Y una postura que nació -con los errores que se quiera y que son muchos y graves- para defender el catolicismo y las viejas libertades del pueblo vasco, en la hora angular del 18 de Julio de 1936 se encontró aliada del comunismo ateo y del socialismo centralista.

    Después, sobre la España de la paz han llovido las bienandanzas económicas y las bendiciones espirituales. Y el pueblo vasco va (1968) a la cabeza del nivel español. Pero esa cabecera tiene un precio: se han disuelto las razones románticas y bastante cursis que podrían abonar una postura nacionalista a lo Manzoni.

    La etnia vasca, guste o no, se desvanece en aquello que don Sabino llamó el “mestizaje”. Pero simultáneamente también, la población se ha escolarizado, la televisión, la radio, la prensa, las comunicaciones sobre todo con un Bilbao de 400.000 habitantes de los que ninguno habla vascuence, ha colocado el vivir social de Vizcaya en un lugar en el que el predicamento clerical, caso de mantenerse, ha de establecerse sobre otras plataformas que la simple inercia de las buenas costumbres o la romántica nostalgia de los tiempos idos.

    Pero sucede que el clero en Vizcaya constituía, por aquella tradición, una auténtica clase social rodeada de respeto y veneración, escuchada con devoción y humildad, respetada por su propia autoridad humana y divina. Y sucede que aquel respeto, aquella devoción, aquella veneración por los niveles del “tiempo social” se han disuelto. Y, sociológicamente, no hay nada más resistente a la disolución de una clase social. Entonces el clero, en cuanto clase, se ha estado defendiendo en Derio.

    Ni entro ni salgo en las cuestiones eclesiales y canónicas. Afirmo que en el doloroso y amargo juego, en el que se ha querido introducir incluso a la santidad de Pablo VI, están jugando, puede que inconscientemente, unas determinadas situaciones de clase, junto a otras que pueden venir disfrazadas de teología, de humanidad y de falsa historia. El clero que ha estado desobedeciendo en Derio no lo ha hecho por ninguna razón, lo ha hecho por pasión, aunque esa pasión se disfrace de una sola cosa.

    Xavier Domínguez Marroquín


    Última edición por ALACRAN; 26/12/2023 a las 14:05
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    "Hechos de una rebeldía clerical"


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 100, 7-Dic-1968

    Cartas al director

    Hechos de una rebeldía clerical

    (…) Comencemos por decir que los curas separatistas son los autores de diferentes proclamas de marcada tendencia política, no siendo difícil de observar que bajo la capa de una fingida preocupación social mezclan ésta con la puramente política, separatista naturalmente, encubriendo esta última con maliciosa actitud. Los que los pergeñan y cuantos con su firma se adhieren a los mismos saben perfectamente que tales documentos nada tienen que ver con la religión ni con ninguna preocupación social, y sólo tiene un objetivo especialmente de cara al exterior: denotar una presencia separatista que, cuanto más escandalosa, resulta más efectiva para sus planes.

    Tales escritos no son conspiraciones aisladas o esporádicas, sino que van acompañados por hechos provocativos, tales como

    el negarse a que entre la bandera española en sus iglesias;

    ser los principales promotores de las manifestaciones políticas (léase funerales) por el asesino del guardia civil señor Pardiñas;

    asalto a la iglesia de Gauteguiz de Arteaga, arrancando la bandera española que un párroco vasco tenía allí colocada, siendo sorprendidos en la acción, detenidos e identificados los dos sacerdotes que de paisano cometieron tal tropelía;

    asistencia a los intentos de manifestación promovida por los comunistas el 1º de mayo en Bilbao;

    ser los autores de cartas insultantes, firmadas, dirigidas al señor gobernador de la provincia;

    ser, a su vez, los autores de cartas ofensivas, y con el objeto de provocarles, a las autoridades municipales de diversos pueblos de Vizcaya.

    Sus domicilios, como bien sabe la policía, son los refugios de los terroristas de la ETA;

    son poseedores de multicopistas, que ocultan en sus domicilios o en locales de organizaciones católicas, comprometiendo a éstas;

    multicopistas que emplean para lanzar propaganda subversiva de tipo separatista;

    ETA los emplea como “buzones” para repartir consignas y la propaganda que introducen desde el exterior;

    sus homilías son auténticas arengas induciendo a la rebelión;

    sus contactos con ETA han quedado bien a las claras en las recientes detenciones de elementos de esta organización.

    En una residencia eclesiástica de Bilbao la policía encontró matrículas falsas de coche, planos, propaganda y planes de acciones terroristas que iban a ser ejecutadas, entre las que destacaba el asesinato por ETA de una persona que en cierta ocasión les había denunciado;

    llevaron a cabo aquella cómica manifestación de curas por la Gran Vía de Bilbao, que les valió el nombre de “baldomeros”;

    han sido protagonistas de tres o cuatro juicios memorables;

    han propugnado en escritos y públicamente de palabra que se permita la celebración de la fiesta separatista (sin la menor tradición vasca, ya que la primera se celebró en 1933) llamada Aberri-Eguna (día de la patria vasca);

    defienden públicamente ideas racistas, despreciando u olvidando a los miles de católicos que siendo de otras provincias habitan en nuestra región, invitando a los de origen vasco a que no se mezclen matrimonialmente con éstos para mantener así pura la raza vasca;

    exigen obispos vascos, pero cuando comprueban que éstos no son separatistas piden incesantemente su dimisión, les desobedecen y calumnian, creándoles continuamente problemas;

    se encierran en el Obispado y luego en el Seminario, al tiempo que envían documentos racistas a las jerarquías católicas, conminándoles a que acepten sus exigencias político-racistas, ya que en caso contrario se mantendrán ante ellos en constante rebeldía, etcétera.

    ¿Dónde hay una persona que pueda negar un solo hecho de los que se relatan más arriba? Pues de todos ellos, unas veces unos y otras veces otros, son protagonistas alguno de los “cuarenta”, los mismos que se encierran en el Obispado o en el Seminario, haciendo creer, o intentándolo, que es todo el clero vizcaíno (más de 800 sacerdotes seculares) el que está en rebeldía ¡Que más quisieran ellos!

    Nada valen ante estos hechos esas campañas intentando equivocar a la gente y a los clérigos de otras regiones y naciones a base de mezclar palabras ecuménicas con hechos políticos de claro y descarada matiz separatista. ¿No ha habido homilías tan absurdamente políticas que algún párroco se vio obligado a subir al púlpito y bajar a empujones a un tristemente célebre sacerdote?

    No; no han sido móviles de gloria a Dios, de amor a la Iglesia ni de preocupación social los que han impulsado a tales y tan desgraciadas actitudes, sino un auténtico constante y meditado intento de agitación política de clara tendencia separatista aprovechándose de la Iglesia. Por eso, a la gente, al pueblo, no le han equivocado. Porque, como nuestro escrito, el pueblo se basa en los hechos que conoce y ve claramente qué quieren sus protagonistas. Y por eso mismo el pueblo estuvo siempre junto a su obispo (mons. Gúrpide), y cuando éste murió fue el protagonista de la mayor manifestación de duelo, llenando la catedral, plaza y calles adyacentes, que se ha conocido en Bilbao. Y es que al pueblo es difícil engañarse con palabras cuando conoce los hechos.

    José Miguel de Larrañaga

    Bilbao

    Última edición por ALACRAN; 03/01/2024 a las 14:07
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    … “los curas separatistas colaboran con la ETA, hasta tal punto, que no es aventurado calificar a esa organización como la filial terrorista de parte del clero bizkaitarra”…



    Revista FUERZA NUEVA, nº 123, 17-May-1969

    Los “maketos”

    España entera está viendo ahora (1969) asombrada el descaro y el grado de complicidad con que los curas separatistas colaboran con la ETA, hasta tal punto, que no es aventurado calificar a esa organización como la filial terrorista de parte del clero bizkaitarra. Lo que “FUERZA NUEVA” ha venido denunciando desde su fundación, ha cristalizado ya en una actuación abiertamente antiespañola del clero racista, impregnada de una falta de respeto grande a su condición de sacerdotes de una religión universal. Pero estos curas racistas no tienen otra misión que, por lo que se ve, salvar las almas de los separatistas vascos, y para ello están dispuestos hasta a enfrentarse violentamente con otros sectores católicos de la región, como somos los vascos españoles y los compatriotas de otras regiones residentes aquí, a los que ellos llaman despectivamente “maketos”.

    ¿Cómo se pueden salvar las almas de los separatistas? Para los curas bizkaitarras no hay otra salvación posible que el racismo, ya que eso les ordenaba Sabino Arana con estas palabras: “Es preciso aislarnos de los maketos en todos los órdenes de la vida. De otro modo, aquí en esta tierra que pisamos, no es posible trabajar por la gloria de Dios”.

    Con cuánta razón condena Pío XI estas doctrinas racistas que rompen la fraternidad católica, que es infinitamente más sagrada y más preciosa que la fraternidad racial. Por ello, es verdaderamente increíble que los curas racistas aconsejen a sus feligreses separatistas, como principio fundamental, el no mezclar su sangre con sangre “maketa”. El racismo de estos sacerdotes es obsesionante y va siempre unido al odio patológico contra España, pero sobre todo contra los españoles de otras provincias residentes en Vasconia. Se trata de justificar una injusticia social de la que son objeto los que ellos llaman “maketos”, generalmente colocados en los empleos más duros y peor remunerados, presentándoles como agentes sin derecho a aproximarse. (…)

    Cabe preguntarse: ¿están espiritualmente estos sacerdotes racistas dentro de la Iglesia Católica? Esta es la punzante duda que se dibuja en la mente de miles de católicos de nuestra región ante los hechos y posturas de tales clérigos. Nuestra confianza en ellos como sacerdotes está perdida. Nuestra duda, tarde o temprano, tendrá que aclararse y ha de resolverse en contra de quienes sustentan temporales ideologías racistas. No cabe esperar otra cosa, no sólo como consecuencia de la doctrina de la Iglesia, sino como algo que afecta al sentido común de las personas.

    Juan Luis Zubizarreta



    Última edición por ALACRAN; 30/07/2024 a las 13:52
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    Escrito con bastante ironía, cuando en esos días (1969) eran alegadas leyes y privilegios a favor del clero vizcaíno... con menosprecio de la historia de Vizcaya; donde sus fueros antiguos prohibían a los obispos pisar su suelo por molestos entrometidos dañosos para la paz de la tranquilidad pública..., como nos decía el prof. Elías de Tejada:



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 126, 7-Jun-1969

    (…) Obispo a fuero de Vizcaya

    En estos días (1969) son alegadas leyes y concordatos con menosprecio de la historia de Vizcaya; de esta Vizcaya donde el uso antiguo prohibía a los obispos pisar el suelo vizcaíno a causa de la enojosa presencia de ellos, tal vez por indiscretos perturbadores o por molestos entrometidos dañosos para la paz de la tranquilidad pública.

    Porque los nacionalistas son enemigos o ignoran los viejos sagrados fueros de Vizcaya, nadie menciona el capítulo 215, que a la letra dice: “Otrosí dijeron que por cuanto antiguamente habían de fuero e uso e costumbre que en el dicho condado no entrase obispo nin sus vicarios nin otro, ni se publicaren sus cartas desaforadas, los dichos escuderios del dicho condado de Vizcaya por razón que con las muchas discordias o escándalos que habían acaecido de tiempo acá en el dicho condado, algunos parientes mayores e linajes para facer sus fechos e haber venganzas de sus enemigos trajeron al dicho condado vicarios del obispo e procuradores fiscales e publicaron sus cartas, e como por esperiencia habían visto y ha pasado en sus juicios e conocimientos de pleitos e procesos que han fecho han sido en usurpación de la jurisdicción de nuestro señor Rey e de las sus justicias e otrosí en quebrantamiento de los fueros de usos e costumbres de Vizcaya…”

    Y no sigo porque sería incurrir quizás en el Código Penal vigente, copiar las sanciones con que los vizcaínos, según Fuero, tenían derecho a defenderse de los obispos perturbadores de la paz católica de Vizcaya.

    Baste recordar que en ocasión de la ida al Señorío del rey Fernando el Católico, en julio de 1476, como le siguiera en el séquito real el obispo de Pamplona, don Alonso de Carrillo, no solamente le expulsaron sin que le valiese la protección de la regia compañía, sino que “porque había pisado tierra de él en contravención a sus fueros y costumbres, dieron al Rey en aquella primera vista el raro y enfático espectáculo de recogerla, quemarla y arrojar al mar sus cenizas”, a fin de que no quedase mínima huella de que un obispo había quebrantado el Fuero, perturbado él o sus vizcaínos la paz política del Señorío de Vizcaya (Rafael de Floranes, en las notas a los “Anales breves del reinado de los Reyes Católicos” redactados por el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, en la Biblioteca de Autores Españoles de Ribadeneyra, tomo LXX, pág. 541, columna b). (…)

    Francisco ELÍAS DE TEJADA
    Última edición por ALACRAN; 26/09/2024 a las 13:51
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    Escándalo de que el cura Ubieta, vicario de pastoral de Bilbao, implicado en el asesinato por ETA de un taxista, fuera protegido y exonerado de proceso por su superior Cirarda, acogiéndose a una cláusula del tan denostado Concordato “franquista”, cláusula estúpidamente contraria al Estado.

    Usaban los clérigos del Concordato a su gusto. P. ej el Concordato entre otras muchas cosas también ordenaba preces por el Jefe del Estado, Franco, cosa que jamás se realizaba y ningún clérigo fue jamás culpado ni perseguido por ello...



    Revista FUERZA NUEVA, nº 127, 14-Jun-1969

    Cartas al director

    ESCRIBEN DE BILBAO

    Muy señor mío:

    Es posible que no exista en la historia de la actividad de los obispos españoles ningún escrito que pueda compararse a la “Nota de prensa del Obispado de Bilbao”, publicada en los periódicos de nuestra ciudad y fechada el 24 de abril de 1969.

    En primer lugar, el tratamiento de “Ilustrísimo Señor” que en ella se da a don José Ángel Ubieta López no consta que esté concedido por ninguna disposición legal, y si no lo está, es improcedente. Monseñor Cirarda, tan aficionado a publicar notas y hacer declaraciones, podía citar el fundamento de darle ese tratamiento al que desempeña el cargo, cuya denominación es –reciente- de Vicario general de Pastoral.

    En la misma nota se dice que es “Don José Ángel universalmente querido”…
    El término “universal” se aplica a lo que comprende todo, sin excepción, o, en otra acepción, a lo que por su naturaleza es apto para ser predicada de muchos; la diócesis de Bilbao no es el universo, y aun dentro de ella es bien notorio que el nombrado Vicario general de Pastoral no es querido de todos, ya que muchos de la diócesis comienzan por no saber qué es un Vicario general de Pastoral y otros no saben quién es el señor Ubieta López. Por lo tanto, eso de “universal” nos parece, la verdad, un tanto ridículo.

    El venerado obispo de Bilbao, Pablo Gúrpide (m. 1968), de quien cada día nos acordamos más en esta provincia y cuya santidad puede ser destacada como buen ejemplo para todos, sin excluir a los obispos, se vio en la necesidad de desautorizar al reverendo Ubieta López por el modo que desempeñó la delegación “ad tempus” que, en un momento de debilidad y hallándose ya enfermo de muerte el Prelado, le concedió; aprovechándose el “temporal delegado” para que se designara una comisión clerical, que causó asombro en Vizcaya por la conocida tendencia de la mayoría de los “comisionistas”, y en la que se echaba de menos la representación del mejor clero diocesano. La actividad del mismo rvdo. Ubieta fue lamentable; se le llegó a poner en evidencia nada más en esto: de que no sabía lo que decía al hablar de que la prensa bilbaína había cometido graves inexactitudes en la información referente a las actuaciones de algunos clérigos diocesanos. Invitado repetidas veces a que desmintiese a los periódicos no supo decir cuáles eran las inexactitudes graves.

    Volviendo a la “Nota”, hasta ahora ha sido consuetudinario dejar obrar independientemente la Administración de Justicia, sin visos de coacción, pero en la “Nota” se asevera terminantemente que deben ser puestos en libertad los inocentes, como si el Juez necesitara ese consejo, “como el dicho señor Vicario general de Pastoral”, y esto dicho por quien parece ser que lo dice, es muy parecido a una coacción, es una intromisión, y puede ser una ligereza, ya que el sumario es secreto, y puede ser también, afinando el análisis, un desacato a la Autoridad Judicial.

    Lo que alguna gente tiene que hacer es preocuparse de sus asuntos en vez de entremeterse en los de los demás, por lo que me permito recordar que a los Obispos toca mantener la disciplina y hacer que se cumplan las leyes de la Iglesia; a los Ordinarios corresponde orientar la predicación, incluso prohibiéndola, o examinándola previamente, y la conducta de los clérigos, y es bien cierto que en la Diócesis algunos clérigos han emitido opiniones políticas partidistas, incluso en su cura de almas, contrarias además a la estructuración del Estado y con molestia para la mayor parte de los diocesanos, ya que los separatistas forman una minoría evidente, a los que intentan embaucar algunos clérigos. En esta diócesis de Vizcaya un cura llegó a cometer, como tal cura, agravios a la bandera de España, oponiéndose a su entrada en el templo, lo que es irracional desde cualquier punto de vista; el ominoso acto del cerril clérigo fue público, y aunque lo fue, el Administrador Apostólico (Cirarda) no se dio públicamente por enterado.

    Es curioso que se recomiende la paz en Jesucristo, por todos los católicos dignos, naturalmente deseada, y es incomprensible que para que exista esa paz, digna y necesaria, no se condene por el Ordinario (Cirarda) la perpetración de los delitos públicos, como la predicación subversiva, la acción pastoral antipatriótica, la tenencia indebida de armas, los asesinatos, la difusión de doctrinas racistas contradictorias del Derecho Natural, las desobediencias a la Jerarquía eclesiástica y a la autoridad civil, olvidando la doctrina evangélica de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, los encubrimientos de repugnantes delitos terroristas y las manifestaciones prohibidas por la Ley.

    ¿Es que cree el Administrador Apostólico (Cirarda) que aún el pueblo no se ha dado cuenta de la colaboración principalísima que algunos clérigos prestan a cierta organización terrorista? Lo que hemos visto y estamos viendo con nuestros propios ojos no hay monseñor que lo pueda ocultar.

    Es de notar que el Estado no ha infringido en ningún caso el Concordato, el cual somos muchos los católicos que, para que no se repitan casos como el de reverendo Ubieta, deseamos firmemente que se extinga.

    A este respecto, leí en el diario “Arriba” una carta al director firmada por don Carlos Méndez Domínguez, que no tiene desperdicio, y que me permito transcribir en parte por su interés. Decía la carta:
    Así sería muy conveniente aclarar si dentro del articulado del Concordato existen preceptos que puedan violarse o, por el contrario, todos son de la misma obligatoriedad. La pregunta puede parecer perogrullesca, pero si nos agarramos cuando nos conviene a los preceptos del Concordato, y en otros casos hacemos caso omiso de él, da pie a suponer que incluso para algunas jerarquías eclesiásticas, dentro de aquél, existen artículos de rango inferior, a los cuales ni siquiera debe dárseles importancia. En todo esto se nota un cierto “tufillo” político que evidencia la ambigüedad de algunas posturas cuando no una decidida toma de partido, enmascarada, naturalmente, entre palabras altisonantes y aparentemente caritativas. ¿Está vigente el Concordato? Pues todos a cumplirlo. No señalemos solamente las posibles violaciones del mismo por las autoridades temporales, cuando una evidente, diaria, politizada y contumaz violación del mismo se produce a la vista de millares de fieles todos los domingos en algunas parroquias e iglesias españolas”.

    No es extraño que con estos casos como de reverendo Ubieta y otros por el estilo, el prestigio del sacerdote vaya descendiendo entre el pueblo fiel a pasos agigantados, pues ha habido escándalos de todos los tamaños y para todos los gustos.

    El católico tiene, como el sacerdote o el Administrador Apostólico, su personalidad, sus propios sentimientos, ideales, y también su peculiar autoestima. Por lo tanto, sólo de los sacerdotes depende el que la autoridad moral que todo sacerdote irradia sobre los católicos se mantenga sobre la base primera del respeto que toda persona debe a las demás. Pretender abusar de su condición de sacerdote para influir políticamente sobre el pueblo, es algo que no lo consentiremos de ninguna manera. Esto es precisamente lo que quieren algunos clérigos politizados, los que después de ser los causantes de grandes escándalos y de incumplir el Concordato, quieren que éste les defienda. La cuestión es tan clara que no necesita mayor argumentación. Pero sí una pregunta: ¿en qué ha quedado el asunto del reverendo Ubieta?

    De usted su atto. ss.

    J. Miguel de Larrañaga



    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 14:40
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    Re: Los inicios revoltosos del clero separatista y pro-etarra en el franquismo

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    “...sobre las “terribles” persecuciones que sufren ciertos clérigos dedicados a la “piadosa” actividad de ayudar a terroristas asesinos...”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 133, 26-Jul-1969

    Diario de un ingenuo

    Tenemos a la vista el último (1969) panfleto lanzado por esos clérigos al servicio del terrorismo separatista, a los que ya comienza a denominarse en el País Vasco el “agit-prop de sacristía”. El nuevo documento se refiere a las “terribles” persecuciones que sufren ciertos clérigos dedicados a la piadosa actividad de ayudar a terroristas asesinos. Y patalean de que la Jerarquía no haya conseguido del Estado una credencial de “00” para los curas que han decidido sustituir a Cristo por la metralleta. El “00”, como saben muy bien los admiradores de James Bond significa “licencia para matar”. Una licencia que, hasta la fecha, no estaba incluida entre las que se confieren con el sacramento del Orden Sacerdotal

    Dirá alguien que no se sabe que ningún cura haya sido el que disparara contra las víctimas del terrorismo en el País Vasco. Es cierto. Pero también es cierto que tan culpable como el que mata es el que crea el ambiente que hace posible el crimen; el que colabora en el mismo; el que lo inspira; el que lo ampara; el que lo justifica; el que lo exalta.

    ***
    Se dice, con razón, que no hay libro malo que no contenga algo bueno. Igual puede decirse de los panfletos, incluso de los de peor intención. En el que comentamos puede leerse, a propósito de que los curas separatistas encarcelados en Zamora están separados de los presos comunes (como, por otra parte, previene el Concordato): “No se teme tanto que el preso contagie al sacerdote; espanta que el sacerdote contagie a los presos”. Naturalmente que espanta. Espanta la simple insinuación de que haya sacerdotes que pueden contagiar moralmente a ladrones, homicidas… Y son ellos quienes lo dicen…

    ***
    Pero lo más curioso son las condiciones discriminatorias que, según el panfleto, se utilizan en la cárcel donde se encuentran encerrados los curas separatistas. Entre otras de escaso interés, señala las siguientes:

    -“Aislamiento total”; sólo sacerdotes. ¿Y cuando sean pocos?...

    -Se recibe la Prensa censurada, llegando a recortar figuras de mujer en los anuncios...

    -No han dejado pasar el Catecismo Holandés…

    Poco comentario merecen tan “duras” cadenas. A nosotros, de ser ciertas, nos parecen un exceso ingenuo y bien intencionado de atención hacia la condición sacerdotal de los presos: Mantener a los sacerdotes reunidos y separados de otros presos parece atención que debía ser agradecida. El que se recorten algunas figuras provocativas de mujeres en los periódicos que se pasan a tales sacerdotes, es de una ingenuidad enternecedora. No dejar pasar el Catecismo Holandés es hacerse eco de la protesta de los obispos contra su publicación en España. Esperamos que si un día los presos sacerdotes son vacunados contra el tifus no protesten ante la ONU por ofensa a sus derechos humanos.

    En la última parte del panfleto, los autores se dedican a reprobar la conducta de monseñor Cirarda, quien, si ha tenido ocasión de leer el documento, y no faltará alma caritativa que se lo envíe, podrá meditar sobre las ingratitudes humanas o lo poco fecundas que resultan ciertas actitudes pastorales. Los autores se hacen eco de otra hoja informativa (procedente probablemente el mismo equipo de “agit-prop”), en la que, respecto a monseñor Cirarda, se dice que “tras agradecerle lo que de bueno -poquito- encontraron en su comportamiento, denunciaban estos puntos negativos en sus declaraciones”.

    El primero es curioso: “Pública discriminación entre don José Ángel Ubieta y nosotros; a él le defendió públicamente, proclamándole inocente de forma exclusiva, dejando, en cambio, en entredicho, la actuación de nosotros en el mismo asunto”.

    ***
    Pero estos son dimes y diretes en los que nosotros no vamos a intervenir, porque ellos se lo dicen todo. Sólo se nos ocurre repetir lo que preguntaba un viejo cristiano vasco tras escuchar a un sacerdote hablar de estas cosas: “Bueno, ¿y de la misa qué?” (…)

    Juan Nuevo
    Última edición por ALACRAN; Hace 3 semanas a las 14:19
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