Gracias por la poesía, Ordóñez, francamente preciosa.
Y gracias también por dedicar este gran verso a ese gran prohombre patrio, vascongado y gipuzkoano, como fue el Almirante Blas de Lezo.
A BLAS DE LEZO
Hijo del Reino Vascongado de Guipúzcoa,
Precoz en la valiente marina,
Blanco y azul donostiarra,
Cruz de Borgoña bien erguida,
Comandante General de Cartagena de Indias,
Enorme lobo de mar,
Nunca rindióse a pesar de las muchas adversidades,
Aureola de invencible que aún se ha de escuchar,
Soportó no pocos chascarrillos,
Por las heroicas cicatrices de las batallas,
De Génova a Orán paseó triunfante,
Por las olas la leyenda aún brama,
En Génova consiguió lo que se debía,
Y la justicia del homenaje a la bandera,
En Orán rememoró los días de la Hispania Tingitana,
Paseando triunfalmente por aquella linda tierra,
Martirio de la piratería,
Desconocimiento del temor,
Hombre de confianza del Perú,
Enemigo de la Pérfida Albión,
Flota temible presentó la Gran Bretaña,
Y en su vanguardia macheteros africanos,
Lezo contó con sus posibilidades, con pocos regulares
Y arqueros indios resistió el pueblo hispanoamericano,
Año de Mil Setecientos Cuarenta y Uno,
Año de una grandísima guerra,
Aun sin contar mil piezas de artillería,
La estrategia entrenada presentó proeza,
¡ Cartagena de Indias no se rinde !
Así se escucharon los cañoneos,
Ordenóse que ni un solo paso atrás se diera,
Resistencia hasta la muerte quiso Blas de Lezo,
Sesenta y siete días de cañoneo británico,
A todas horas las bombas, soportadas por los defensores,
Más y más proyectiles, mas las hostigadas defensas,
Con intacta moral mantuvieron sus honores,
Bermont, desesperado, obligó el desembarco,
Se intentó tomar Cartagena por asalto,
Milicias norteamericanas y macheteros de Jamaica,
Un hermanastro de Washington dio el salto…
Trincheras aguerridas ante la cruel ofensiva,
Bajas inglesas invitaban al retroceso,
Terror del británico presumido,
¡ Liderazgo consumado del vascongado Lezo !
La fortaleza no pudo ser tomada,
Los disparos españoles hicieron estragos,
Muchos navíos fueron hundidos y abandonados,
La desesperación de los ingleses humillados,
Falsa propaganda llegó al tirano Jorge Segundo,
En ello los anglosajones siempre fueron maestros,
El pueblo de Nueva Granada mostró su lealtad,
La sangre generosa de soldados altaneros,
Los ingleses no son amigos de la Historia,
Y se negaron a escribir sobre Cartagena de Indias,
Pero la verdad nadie la puede negar, enemigos,
Porque la verdad es del mundo su dicha,
Gran victoria que aseguró el comercio con las Indias,
Que aseguró el comercio sesenta años más,
Tras la vergüenza que consumóse en Utrecht,
Un halo de esperanza alumbró el pesar,
Si el cuerpo de Blas de Lezo ya estaba mutilado,
De aquella guerra quedó muy malherido,
A los cinco meses Dios lo llamó a los Cielos,
A aquel Almirante glorioso jamás vencido,
Marquesado de Ubieco a título póstumo,
Fragatas a su nombre quedan aún,
Mas no se sabe donde esta enterrado,
Aquel glorioso hombre que a España dio tanta luz,
Mientras los eunucos van a Inglaterra,
A conmemorar Trafalgar,
Nadie se acuerda que Nelson fue manco en Canarias,
Ni que Lezo fuerte y flojo les fue a dar,
Se siguen los dictados de la historiografía
Que presenta el nacionalismo británico,
Y las Españas siguen en tanta orfandad histórica,
Ante los estúpidos sistemas tiránicos,
¡ Oh, costas de tres continentes !
Ustedes sí que supisteis la verdad,
Por allá sí que marchó el héroe,
El vasco que nunca se ha de olvidar,
Como otros tantísimos vascones,
Su hoja sobresaliente de servicios prestó,
A la España Imperial y orgullosa,
Cuyos hijos le donaron sincero amor,
El legendario árbol de Guernica,
Guarda en su memoria la leyenda de sus hijos,
La historia de un pueblo fiel y libre,
La de tantos antiguos aguerridos,
De los mejores astilleros de la Europa,
De los pastores férreos y cuidadosos,
De los primeros pobladores de Castilla,
Contra la invasión siempre belicosos,
De los intrépidos hombres de milicia,
De los marinos que se apropiaban del horizonte,
De los fueros de sus benditas provincias,
Del amor por sus purísimos montes,
Que es el vasco emblema de la antigüedad hispana,
Y Blas de Lezo bandera de honor y fidelidad,
Que fue la América testigo de su genio,
Como su paisanaje allá lo quiso plasmar,
El fuerte arrojo del Mar Cantábrico,
Desde la más tierna infancia le influyó,
Así crióse Don Blas de Lezo,
Así la sangre de conquistadores continuó,
San Sebastián la inspiración de la nomenclatura,
Que en euskera se ve en Donostia,
Porque en el Puerto de Ostia mataron a aquel señor,
Santo de la Cristiandad por la gloria,
Las arenas de la Playa de la Concha,
Quieren beber de aquellas aguas cristalinas
Es posible que ellas se acuerden de un hijo suyo,
Un guerrero que en las sombras brilla,
Tocóle vivir una época donde la decadencia de la Patria,
Parecía ya un hecho más que consumado,
Y ni así desfalleció en su noble empeño,
Y prestigio siempre tuvo entre sus soldados,
¿ Serán los tiempos venideros igual de desmemoriados ?
Esperemos que no, por el bien de España;
Porque si España quiere acercarse a su verdadero ser,
No puede seguir olvidando con tan mala saña,
¡ Oh, Blas de Lezo, que se levante orgullosa tu memoria,
Que se canten por siempre tus alabanzas,
Vive Dios, que por la guipuzcoana tierra,
Vive Dios, que por siempre las Españas !
Gracias por la poesía, Ordóñez, francamente preciosa.
Y gracias también por dedicar este gran verso a ese gran prohombre patrio, vascongado y gipuzkoano, como fue el Almirante Blas de Lezo.
De nada hombre. Qué menos. ProPatria!
Por cierto, creo que se escribe Vernon...sorry
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