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Tema: La Ballena Vasca

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    Re: La Ballena Vasca

    La salvaje matanza de los españoles en Islandia durante el invierno de 1615

    César Cervera




    Este año se conmemora con numerosos actos de reconciliación el 400 aniversario de la matanza de un grupo de balleneros vascos en el siglo XVII. Sin que hubiera una razón clara para ello, el sheriff Ari Magnússon encabezó una brutal persecución que costó la vida a 32 hombres


    ABC
    Ilustración que muestra a un barco ballenero a la caza de cetáceos



    La matanza de los españoles en Islandia de 1615 es uno de los episodios más oscuros y trágicos de nuestra historia. Un grupo de balleneros vascos, que habían viajado a Islandia a la pesca de cetáceos, se vio obligado a pasar allí el invierno cuando un vendaval destrozó sus buques. La hostilidad hacia los extranjeros causó numerosos conflictos con la población local de la región de Vestfiroir, que terminaron con el asesino colectivo de todos los españoles que no se cuidaron de huir a tiempo. Un crimen instigado por las autoridades locales que provocó la brutal muerte de 32 hombres.

    El siglo XVI vivió el auge de la industria ballenera en el Cantábrico. Los pescadores vascos, gallegos, asturianos y cántabros aprovechaban la estancia de las ballenas en el Mar Cantábrico, que correspondía a su periodo de partos, para desarrollar un lucrativo comercio. La principal fuente de ganancia estaba en la grasa del animal, posteriormente convertida en aceite a la que se denominaba saín. Este producto se empleaba en el alumbrado y ardía sin desprender humo ni dar olor. Y las barbas de ballena constituía uno de los escasos materiales flexibles de la época. Asimismo, los huesos servían como material de construcción para la elaboración de muebles. La carne apenas se consumía en España, pero se salaba y se vendía a los franceses.

    El negocio de la caza y comercio de ballenas se convirtió en el motor económico de muchos pueblos costeros de la región vasca, siendo cada vez más pronunciada la rivalidad entre los diferentes puertos pesqueros por hacerse con las piezas más grandes. En las décadas de 1550 a 1570, el negocio registró su etapa de mayor apogeo. La flota estuvo formada por una treintena de barcos, tripulados por más de dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año. No en vano, los balleneros cantábricos no se conformaron con la caza en las aguas patrias, sino que extendieron su área de acción a, sobre todo, Terranova y Labrador. De hecho, una leyenda con dudosa base histórica ubica la presencia de balleneros vascos y cántabros en Terranova en torno al año 1375, más de un siglo antes de que lo hiciera Cristóbal Colón.

    Fue a principios del siglo XVII cuando la captura de ballenas por parte de marineros vascos se extendió hasta Islandia. Las relaciones entre los islandeses y los balleneros vascos fueron en general bastante pacíficas como acredita la existencia de un idioma común (más bien un pidgin), el vasco-islandés, empleado por ambas comunidades para comunicarse a un nivel básico. Precisamente por ello resulta especialmente extraño y cruel lo que ocurrió en el invierno de 1615.

    Obligados a pasar el invierno en Islandia

    A mediados del verano cerca de 12 buques balleneros arribaron en Islandia para iniciar la temporada de caza. Tres de ellos permanecieron en el lugar, y los demás siguieron navegando hacia el norte de Noruega. Cazaron alrededor de 11 ballenas y vendieron la carne a los habitantes locales. Cuando los barcos estuvieron listos para zarpar de vuelta a casa a finales de septiembre, un terrible vendaval destrozó los barcos contra las rocas, causando la muerte de tres hombres. La tripulación de los barcos españoles, cerca de 80 personas, se vieron obligados a pasar el invierno en Islandia mientras realizaban las convenientes reparaciones. Los capitanes Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaría decidieron pasar el invierno en Vatneyri (Patreksfjorour). A su vez, la tripulación de Martín de Villafranca viajó en dos grupos hacia Dyrafjorour, despertando a su paso la ira local.


    ABC
    Grabado del proceso que sufría el cadáver de la ballena tras su captura

    El primer conflicto con la población aconteció cuando uno de los grupos de Martín entró a la fuerza en la casa vacía de un comerciante de Pingeyri y se abastecieron de pescado seco. Un pequeño incidente, junto a una amenaza previa a un pastor, que no justifica de ninguna manera el recibimiento que los balleneros sufrieron en Fjallaskagi, en la cara norte de Dyrafjorour. Al día siguiente de establecerse en esta región, posiblemente con la intención de pasar allí el invierno, los campesinos locales reunieron una tropa y asaltaron de noche la cabaña donde dormían los «vizcaínos». Tras matar a los guardianes nocturnos, el grupo armado asesinó a los españoles que se encontraban dentro, unas 15 personas. El único superviviente fue un joven de nombre García que logró esconderse bajo la cabaña y más tarde se unió al grupo de Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaría. No satisfechos con el nivel de brutalidad desatado, los islandeses mutilaron los cadáveres, «deshonrados y hundidos en el mar, como si fueran paganos de la peor especie y no pobres e inocentes cristianos», como explica Jón Gudmunsson en su relato de la masacre favorable a los católicos.

    Tres días después de la matanza, el sheriff Ari Magnússon convocó un juicio en Súoavík. En la sesión, 12 jueces declararon proscritos a todos los náufragos, alegando como justificación los incidentes que estaban causando a la población. Pero más bien se trataba de una sentencia preventiva para evitar pillajes futuros, puesto que los conflictos hasta entonces habían sido mínimos. Con la sentencia ya en vigor, Martín y 12 de sus hombres, que estaban cazando una ballena cerca de Sandeyri, fueron masacrados brutalmente por Ari y sus tropas. Según Jón Gudmunsson, los hombres cogieron los cuerpos desnudos, acuchillaron sus ojos, cortaron sus orejas, sus narices y sus genitales.

    No en vano, la muerte más cruel quedó reservada para el jefe de los balleneros. El capitán Martín de Villafranca fue golpeado con un hacha, hiriéndolo en el hombro y el pecho, cuando accedió a salir de la cabaña a pedir de rodillas perdón por las supuestas afrentas hacia la población local. Así y todo, el capitán consiguió levantarse herido y corrió hacia la orilla, con varios hombres siguiéndolo. Se introdujo en el mar y nadó a gran velocidad, para admiración de los islandeses que registraron en sus crónicas que parecía portar una fuerza sobrenatural, hasta que alguien le alcanzó en la cabeza con una piedra. Semiinconsciente, los hombres de Ari le realizaron con un cuchillo un corte desde el pecho hasta más allá del ombligo. Al ver como trataba de incorporarse pese a sus muchas heridas, los hombres comenzaron a reír sin dejar de torturarle hasta el último suspiro.

    Mientras la persecución de Ari a los balleneros se extendía por la geografía islandesa, los hombres de Pedro de Aguirre y de Esteban de Telleria llegaron a Vatneyri, en Patreksfjorour, donde pasaron todo el invierno sin registrar problemas con la población. Curiosamente, una de sus benefactoras en esta localidad fue una viuda rica, la madre de Ari. Hoy en día sigue siendo un misterio el porqué la madre de Ari ayudó a los vascos: ¿Fue por miedo a represalias? ¿Quería entretenerlos hasta que su hijo llegara con refuerzos? Lo cierto es que las tropas de Ari no pudieron alcanzar la localidad a causa de las tormentas hasta que los balleneros ya se habían marchado.

    ¿Por qué de la hostilidad local contra los vascos?

    A principios del siglo XVII, Islandia tenía una población de alrededor de 50.000 habitantes, en su mayoría campesinos. El país estaba gobernado por los magistrados de condado que obedecían directamente al Reino de Dinamarca, un país luterano como la mayor parte de la población islandesa. Sin descartar completamente el componente religioso en la hostilidad hacia los españoles, la mayoría de investigadores del episodio señalan las malas condiciones económicas que sufría la zona en la última década como detonante de la violencia. Tras cinco duros inviernos, los exhaustos almacenes islandeses no daban para alimentar a casi un centenar de extranjeros dispuesto a pasar allí el periodo más frío.

    En la primavera de 1615, el Rey de Dinamarca envió una carta al Parlamento en el que proclamó que los islandeses y los mercaderes daneses tenían derecho a defenderse de los «vizcaínos» y demás extranjeros, de matarlos y de tomar sus barcos y saquearlos, si se sentían amenazados. Ari llevó la prevención a la categoría de persecución en otoño de ese mismo año. Otra de los argumentos legales que pudieron justificar la masacre fue que, según la ley islandesa, estaba prohibido a los comerciantes extranjeros pasar el invierno en Islandia para evitar los crímenes derivados de la ociosidad. Sea de una forma u otra, la brutalidad aplicada por el sheriff Ari Magnússon no tiene razón de ser, a menos que, como han planteados algunos historiadores, estuviera endeudado con los vascos y con su muerte sacara alguna ventaja personal.

    Los actos del 400 aniversario de la matanza

    En 2015 se cumplen 400 años de la matanza y la Diputación de Guipúzcoa y el Gobierno de Islandia conmemoran desde principios de año un calendario de actos. La triste efeméride se completará con un concierto y un evento simbólico de reconciliación en el lugar donde se produjo la matanza. El próximo 22 de abril, Xabier Irujo, descendiente de uno de los balleneros muertos y Magnús Raffnson, descendiente de uno de los autores de la matanza, escenificaran la reconciliación. Las autoridades presentes, además, descubrirán una placa colocada en una piedra frente al Museo de la Brujería de Holmavik, como homenaje a los 32 pescadores guipuzcoanos asesinados en 1615.


    La salvaje matanza de los españoles en Islandia durante el invierno de 1615 - ABC de Sevilla

  2. #2
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    Re: La Ballena Vasca

    Islandia deroga la ley que permitía matar vascos


    Un comisario creó hace 400 años una ley que ordenaba matar a 32 balleneros vascos a los que se acusaba de ser invasores. La norma siguió vigente hasta ahora.


    Ólafur Engilbertsson, ICELAND REVIEW
    Memorial dedicado a los 32 balleneros vascos asesinados


    En 1615, 32 balleneros vascos fueron asesinados en la zona de los Fiordos del Oeste, en lo que se conoce en la isla como el mayor asesinato en masa de esa región.


    La orden que dio pie a esa ejecución había seguido vigente hasta el 22 de abril, cuando el comisario Jónas Guðmundsson derogó la ley que permitía matar vascos.


    «Por supuesto que es más por diversión; hay leyes en Islandia que prohíben matar vascos», comentó Guðmundsson. Cuando le preguntaron si había notado un aumento de turistas vascos desde que la ley fue deregoda respondió: «Al menos es seguro para ellos venir ahora».


    El presidente de Guipúzcoa, Martín Garitano, estuvo presente en la ceremonia del derogamiento de la ley junto con el Ministro de Educación y Cultura de Islandia, Illugi Gunnarsson.


    Entre los presentes también estuvo Xabier Irujo, descendiente de uno de los balleneros asesinados, y Magnús Rafnsson, descendiente de uno de los islandeses que mataron a los vascos, como símbolo de la reconciliación de ambas partes.


    La masacre de los balleneros es conocida en Islandia como «El Asesinato de los Españoles» y se remonta a 1615, cuando estos instalaron una estación ballenera en el distrito de los Fiordos del Oeste.


    Islandeses y vascos tenían un acuerdo por el que ambos se beneficiaban de la empresa instalada en la zona, pero cuando los vascos estaban preparados para marcharse una tormenta les hizo chocar con las rocas. La mayoría sobrevivieron y pudieron marcharse a España.


    Al mes siguiente, después de un conflicto con los habitantes de la zona, los balleneros vascos que se habían quedado allí fueron asesinados siguiendo la orden dada por las autoridades. Solo una persona logró escapar.


    Tras el asesinato de los balleneros, la ley siguió vigente, generación tras generación, hasta que finalmente el 22 de abril se derogó.




    Islandia deroga la ley que permitía matar vascos - ABC de Sevilla

  3. #3
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    Re: La Ballena Vasca

    El mito de que los balleneros vascos estuvieron en América antes que Cristóbal Colón

    César Cervera

    Sin que existan pruebas de la presencia de pescadores vascos en Norteamérica antes de 1492, sí es demostrable la gran actividad de éstos en Terranova (Canadá) al menos desde 1517. Todavía hoy, muchos de los nombres de ciudades y otros lugares en la Isla de Terranova son de origen vasco


    ABC
    Pintura de la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492



    La teoría de que balleneros vascos y otros pescadores procedentes de poblaciones del litoral cantábrico habían viajado a Terranova (Canadá), en torno al año 1375, mucho antes de que lo hiciera Cristóbal Colón cuenta con pocas evidencias históricas y una única certeza: los pescadores españoles dejaron una profunda huella en la zona noroeste de Canadá. Así, cuando el navegante francés Jacques Cartier dio nombre a Canadá y reclamó estos nuevos territorios –la Terra Nova– para la Corona francesa, anotó un sorprendente hallazgo en sus cartas: «En aquellas aguas remotas encontré a mil vascos pescando bacalao».


    Llamadme Iñaki (o Patxi, si acaso)... podría haber sido perfectamente la frase de apertura de la novela más famosa sobre la caza de cetáceos, «Moby-Dick», si el autor se hubiera acordado de la fama internacional que los vascos desarrollaron en este tipo de pesca. En las décadas de 1530 a 1570, el negocio ballenero registró su etapa de mayor apogeo. La flota vasca llegó a estar formada por una treintena de barcos, tripulados por más de dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año. No obstante, la tradición ballenera en el Cantábrico se remonta a la Edad Media y fue un importante motor de las poblaciones costeras. La principal fuente de ganancia estaba en la grasa del animal, posteriormente convertida en aceite a la que se denominaba saín. Este producto se empleaba en el alumbrado y ardía sin desprender humo ni dar olor. Asimismo, los huesos servían como material de construcción para la elaboración de muebles. La carne apenas se consumía en España, pero se salaba y se vendía a los franceses.


    Vikingos, portugueses y vascos en Terranova

    En una fecha sin determinar, los pescadores cantábricos extendieron su área de acción hacia el Atlántico, especialmente a Islandia, donde fueron protagonistas de una salvaje matanza ya en el siglo XVII, y a lo que hoy es la provincia canadiense de Terranova y Labrador. En busca originalmente de bacalao, la Isla de Terranova se convirtió en un objetivo preferente de los pescadores del cantábrico. Pero no se trataba del primer contacto de los pobladores de esta región con europeos. Alrededor del año 1001, «las Sagas islandesas vikingas» ubican las expediciones del explorador Leif Ericson en Helluland, Markland y en lo que él llamó Vinland («Tierra de pasturas»). Y las investigaciones arqueológicas, en efecto, han confirmado la existencia de un asentamiento nórdico, «L'Anse aux Meadows», en Newfoundland, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.



    Poblado vikingo de L'Anse aux Meadows (Terranova, Canadá)

    En cualquier caso esta presencia vikinga en América, que incluso los estudios genéticos han avalado, fue de carácter efímero, y en ningún caso se produjeron asentamientos en territorio continental americano. Así y todo, las incursiones vikingas pudieron ser sucedidas por las de otros europeos, los marinos portugueses. Como si fuera una especie de búsqueda del Santo Grial, los navegantes portugueses acometieron varias décadas antes de Colón la travesía hacia la Isla Bacalao (también llamada «Bachalaos»), representada de forma difusa en los mapas del siglo XVI en las proximidades de Terranova. Así, el portugués Joao Vaz Corte Real habría alcanzado las proximidades de Terranova en 1472, e incluso se especula que bordeó las orillas del río Hudson y del San Lorenzo .

    Según la versión más estricta del mito, los vascos arribaron en Terranova hacia 1375 y decidieron guardar el secreto para evitar compartir con otras flotas los prodigiosos caladeros de la zona. Entre el mito y la realidad, se relata que cuando los exploradores franceses entraron en contacto con los indígenas de Terranova, éstos les saludaron con la fórmula «Apezak hobeto!» («¡Los curas mejor!», en vasco), que los marineros vascos usaban a modo de respuesta si alguien les preguntaba por su salud. No cabe la menor duda, en cambio, de la enorme huella que la lengua vasca causó en los idiomas de los pobladores de la Isla de Terranova desde el siglo XVI. Durante los dos siglos de esplendor del Imperio español, en Terranova se habló un pidgin, es decir, un lenguaje rudimentario que mezclaba el euskera y las lenguas locales. Muchos de los nombres actuales de ciudades y otros lugares de Terranova son de origen vasco. Como ejemplo, la ciudad Port-aux-Basques está presente en mapas de 1612; Port-au-Choix es una desfiguración de Portuchoa, «puertecito»; y Ingonachoix (Aingura Charra) se traduce como «mal anclaje».

    «Los vascos empezaron la industria»

    Más allá del componente mítico –alentado sobre todo por los nacionalistas vascos–, está la certeza de que desde 1517 los intercambios comerciales de pesca, culturales y posiblemente genéticos fueron muy frecuentes entre los pescadores vascos (vizcaínos y guipuzcoanos) y los amerindios de Terranova. Las factorías vascas repartidas por las costas de Terranova, Labrador y el golfo de San Lorenzo llegaron a reunir hasta 9.000 personas en algunas temporadas y constituyeron la primera industria en la historia de América del Norte. «Los vascos lo empezaron», afirmó el presidente estadounidense Thomas Jefferson en 1788 referido a que fueron estos pescadores los que descubrieron al mundo conocido de entonces la técnica de la caza industrial de las ballenas. La colaboración con los nativos mikmaq y beothuk, que trabajaban para los vascos a cambio de pan y sidra, permitió un intercambio cultural que ha sobrevivido parcialmente hasta nuestros días.



    ABC
    Mapa del itinerario de los balleneros en el siglo XVI

    El itinerario anual de los balleneros comenzaba con su partida de la Península Ibérica en la segunda semana de junio. La travesía del Atlántico duraba cerca de 60 días, llegando a Terranova en la segunda mitad del mes de agosto, a tiempo para interceptar las ballenas en su migración otoñal del Océano Ártico hacia los mares del Sur. La caza duraba hasta el fin de año, cuando la llegada del invierno recubría de hielo las aguas de la bahía y hacía muy complicada la navegación. Es por ello que solo se quedaban en América del Norte durante la temporada invernal los barcos que no habían conseguido capturar una buena pieza. El viaje de retorno era habitualmente más corto, entre 30 y 40 días, gracias a las corrientes y los vientos favorables.

    Conforme avanzaba el siglo XVII, se aceleró el declive de los balleneros vascos. La entrada en el escenario americano de marineros franceses, ingleses, daneses y holandeses, entre otros, comprometió gravemente la actividad vasca en Terranova. El tratado de Utrecht, que escenificó el paso de Terranova de manos francesas a inglesas, fue el golpe final para una industria que ya no obtenía la rentabilidad de otros tiempos.

    El mito de que los balleneros vascos estuvieron en América antes que Cristóbal Colón - ABC de Sevilla

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    Re: La Ballena Vasca

    La sidra que salvó a los vascos



    (Caza de ballenas)
    El magnífico programa de radio Documentos RNE trataba hace unos días sobre los balleneros vascos, y se contaron en él cosas realmente interesantes. Ya en la Edad Media los vascos capturaban ballenas en el Golfo de Vizcaya, usando pequeñas chalupas y mucha valentía. Colocaban atalayas en la costa y cuando un cetáceo en plena emigración pasaba por la zona y era divisado, se daba la voz de alarma y se hacían al mar para capturarlo. El mercado del aceite de ballena era un negocio importante, y no sólo el resto de España se iluminaba con él, sino también parte de Europa.

    Con el tiempo se comenzaron a organizar expediciones de captura hasta el otro lado del Atlántico, siendo Terranova el principal área de caza durante varios siglos. En ese caso los viajes duraban meses, requerían una preparación mucho mayor y, por supuesto, una cantidad de dinero considerable. Una cuestión que los vascos balleneros no sabían pero que seguro que les evitó muchas penurias fue su afición a la sidra. La dieta de los marineros era cualquier cosa menos variada y fresca, por lo que las enfermedades habituales de la marinería, como el escorbuto, también debían haberse cebado con ellos. Pero como los vascos solían llevar sidra para alegrarse un poco la vida en sus viajes hasta Terranova, esa sidra aportaba la suficiente vitamina C como para que fueran capaces de esquivar al escorbuto, aún sin saber por qué y con cierta alegría, todo sea dicho.

    Uno de los problemas que causó el fin del negocio fueron las luchas internacionales de España, que acabaron por requisar barcos y por enfrentar los balleneros a naves inglesas, por ejemplo. Ya en 1531 hubo una expedición en la que los financiadores les encargaron a los marineros que de vuelta de Terranova, pararan en Irlanda, lugar que conocían bien. Allí debían preguntar contra quién peleaba Carlos V en aquel momento, si con los ingleses o con los franceses. Si era con los ingleses, debían ir a Francia a vender, y si la pelea del Imperio Español era con los franceses, debían ir a Bristol o Londres a colocar la mercancía.

    Como decía, un programa muy interesante que les recomiendo, y no sólo esta semana marinera, sino todas, ya que todos los Documentos RNE son una maravilla.


    La sidra que salvó a los vascos #Curistoria

  5. #5
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    Re: La Ballena Vasca

    Gonzalo Giner: «Los vascos dan por descontado que llegaron a América antes que Colón»

    «Las ventanas del cielo» (Planeta), traslada al lector a la Castilla que veía en la lana su particular oro blanco, a la Terranova que utilizaban los vascos y los cántabros para cazar ballenas antes de que Cristóbal Colón hiciera acto de presencia en América, al África más indómito y al corazón de Europa que había hallado una nueva técnica para crear vidrieras


    Sepulcro de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores


    César Cervera




    En el sobrepoblado sector de la novela histórica se necesita algo que destaque sobre el resto, algo que los demás no sepan, un arma secreta. Gonzalo Giner, autor del bestseller «El sanador de caballos», sabe que el primer paso es acertar con el periodo y el contexto. Sabe, en definitiva, que la mejor arma en la novela histórica es una concienzuda documentación y una prosa ágil. De ahí que haya escogido uno de los periodos de nuestra historia que concentran más hechos cruciales para España, como es el reinado de los Reyes Católicos. Su nueva novela, «Las ventanas del cielo» (Planeta), traslada al lector a la Castilla que veía en la lana su particular oro blanco, a la Terranova que utilizaban los vascos y los cántabros para cazar ballenas antes de que Cristóbal Colón hiciera acto de presencia en América, al África más indómito y al corazón de Europa que había hallado nuevas formas artísticas. Las llamadas ventanas al cielo, esto es, el arte de crear vidrios de colores perfectos para adornar las catedrales.

    –¿Qué contexto va a encontrar el lector que se acerque a la novela?


    –Un contexto relacionado con los años finales del siglo XV. La novela recorre 18 años hasta poco antes del descubrimiento de América. Elegí esta fecha porque en 1488 llegó a la Cartuja de Miraflores de Burgos unas vidrieras muy especiales, encargadas por la Reina Isabel. Las vidrieras son importantes en la novela, pero éstas concretamente, las de la Cartuja, vertebran la trama y el recorrido de los personajes.


    ¿Por qué adquirió el arte de las vidrieras tanta importancia en este siglo?

    –El tema de las vidrieras está escogido porque creo que el tratamiento que ha tenido este arte en las catedrales góticas ha sido muy escaso. Hay dos grandes momentos en la historia de las vidrieras: el origen, en el XII y el XIII, donde las formas eran muy simbólicas, con pocos colores y con los cristales pequeños y muy emplomados. El otro gran momento se vive en el siglo XV, cuando se desarrolla un arte más avanzado en el que se pretendió trasladar la pintura de calidad alta a la vidrieras a través de nuevas técnicas de soplado del vidrio y con cristales más grandes. A partir de entonces se pudo hacer pintura de verdad, siendo la escuela flamenca la impulsora de ello. Eran auténticos cuadros colgados en las paredes de las catedrales.




    –Esta escuela se traslada a España precisamente en esas mismas fechas.


    –Va a aparecer una escuela vidriera histórica, sobre las décadas de 1460-70, en torno a la catedral de Amberes, que tendrá su réplica española en la Cartuja de Miraflores, tumba mausoleo de los padres de Isabel La Católica. Se trataba de un templo modesto pero las vidrieras procedían de la escuela flamenca y prendieron en Castilla esta corriente. A partir de 1470 se desarrolló esta influencia flamenca en Castilla a través de Arnao de Flandes, al que le siguieron artesanos castellanos. Estos vidrios se caracterizaban no solo por la luz y el color que aportaban, sino por la calidad plástica.


    –El otro protagonista de la obra, junto a las vidrieras, es el llamado oro blanco castellano: la lana.


    –La época en la que se desarrolla la historia es también la del auge de las ferias medievales como Medina del Campo, Valladolid, y en general del mercado y la producción de lana de oveja merina trashumante. Lo que yo llamo en la novela el oro blanco suponía cada año una producción de entre 40.000 a 50.000 toneladas de lana, con un valor aproximado de 1.700 millones de pesetas. Castilla era el país número uno de exportación.


    La historia comienza en el ambiente de los comerciantes de lana burgaleses, donde vive y trabaja uno de los personajes principales de la novela, Hugo de Covarrubias, hijo de uno de estos mercaderes con tratos con Flandes. La narración se mueve a través del proceso de producción de esta lana, desde los lavadores, el transporte en carreta, los puertos cántabros que movían la lana a Flandes... Son los escenarios iniciales.


    –¿Cuándo empieza a decaer en Castilla esta actividad de la lana?


    –Bastante más tarde. Hasta el siglo XVII y XVIII, la lana castellana tuvo una importancia enorme, con una población de entre 8 y 9 millones de ovejas que se mantuvo a lo largo de los siglos. Castilla estaba muy especializada en lana de gran calidad y estaba prohibido sacar estos animales del país. En cualquier caso, nos pasó como con el aceite de oliva o el vino, puesto que los grandes empresarios de Flandes utilizaban la lana castellana para crear paños de gran calidad y luego nos los vendían a un precio muy superior. No éramos capaces de sacar valor añadido. Pero el mercado era muy goloso igualmente, con márgenes muy amplios. Estos mercaderes castellanos tenían un poderío económico considerable, como demuestra el hecho de que estuvieras detrás de la financiación de empresas y construcciones cruciales.


    –El protagonista, Hugo de Covarrubias, se verá obligado a cambiar este mundo de la lana por la pesca de ballenas y bacalaos.


    –Castilla utilizaba los puertos cántabros y vascos para su actividad marítima. Aquí confluían dos tipos de flotas: una dedicada al transporte de mercancías y otra que se dedicaba a la pesca de ballenas y sobre todo de bacalao. No hay que olvidar que los vascos están considerados los introductores del bacalao en Europa, un tipo de pescado que permitió superar las limitaciones que presentaban las sardinas y otros pescados autóctonos. En ese ambiente nos encontramos al protagonista de la novela en una nao con dirección desconocida que, se descubrirá posteriormente, se dirige a la recóndita Terranova, entre otros destinos. El lector descubrirá cómo se organizaban estos grandes proyectos pesqueros con meses de duración. La infraestructura que había detrás y los numerosos oficios en los que derivaba este tipo de pesca.
    No hay que olvidar que los vascos están considerados los introductores del bacalao en Europa
    –Usted da por buena la posibilidad de que los vascos llegaran a Terranova antes que Colón al continente.
    –Los vascos dan por descontado que llegaron a América antes que Colón. Evidentemente no está demostrado y no han aparecido todavía pruebas de ello, pero sí es muy razonable pensar que llegaron a Terranova. Cabe plantearse si fue un poco antes o un poco después que Colón lo hiciera al continente. Lo que sí hay es documentos de 1501 que demuestran contratos concretos hacia «Tierras Nuevas», esto es, a Terranova, donde se sabía que había unos caladeros formidables. Es razonable porque la flota vasca fue subiendo su zona de acción conforme fue escaseando en el Atlántico la población de ballenas y terminaron alcanzando Groenlandia. Desde allí hay una corriente marina que les pudo llevar a Terranova sin dificultad, si bien puede que no supieran dónde estaban o si era una isla o algo más. No en vano, si encontraron un caldero tan espectacular de ballenas y bacallaos es muy probable que lo mantuvieron en secreto. Es una historia verosímil.


    –Documentando la novela, ¿qué es lo que más le ha impresionado sobre estos ambientes?


    –Siendo finales de la Edad Media, la organización y las estructuras productivas de la lana y el comercio son asombrosas. Me tiene impresionado la organización de estas ferias medievales, tanto por la infraestructuras como por la regulación pactada entre comerciantes.



    Gonzalo Giner: «Los vascos dan por descontado que llegaron a América antes que Colón»

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