La Bandera de España es, seguramente, el principal símbolo de representación de nuestra Patria y de los españoles, el más utilizado, el más reconocido. Su presencia en edificios nos sirve para mostrar su titularidad pública, sus colores nos identifican por el mundo.
Las unidades militares custodian sus Banderas en lugares de honor. De ellas penden las corbatas que reflejan los hechos heroicos de esa unidad a través de su historia. La Bandera del Grupo de Regulares de Ceuta nº 54, la unidad más condecorada del Ejército, es especial, no sólo por las numerosas corbatas que penden de su moharra y que la hacen destacar en cualquier acto en que participa, su Historia misma es especial.
Esta es la historia de una Bandera que no existía. Era la esencia del símbolo: estaba en la mente y los corazones de los hombres que formaban los Grupos de Regulares Indígenas en 1921. Estas unidades, creadas para imponer el Protectorado, tenían en el combate la razón de su existencia. Los hechos de armas se suceden en sus diarios de operaciones sin apenas intervalos. Muchos de sus componentes han recibido, a título individual, las más altas recompensas militares en reconocimiento a los méritos en combate. Pero los Regulares no tienen Bandera.
Julio de 1921, la Comandancia General de Melilla se desfonda en el desastre de Annual, ante la gravedad de los hechos, el Gobierno ordena la incorporación inmediata al sector las mejores unidades disponibles: el Grupo de Regulares de Ceuta y el Tercio de Extranjeros. Su pronto auxilio y la resolución de su intervención salvan a la plaza española y aseguran el frente el tiempo suficiente para que puedan llegar los necesarios refuerzos de la península. Su actividad en el sector será continua, siempre ocupando las posiciones de mayor riesgo y dificultad. Cuando el 15 de noviembre de 1921 los regulares fueron relevados, la lista de bajas era impresionante: 30 jefes y oficiales, entre ellos su jefe, el Teniente Coronel González Tablas, y 170 clases y tropa. Su Majestad el Rey Alfonso XIII se referirá a ellos como “Mis fieles Regulares”, lema que mantiene el Grupo de Regulares de Ceuta en la actualidad. Por los hechos de armas desarrollados en la campaña de Melilla del verano/otoño de 1921 la Unidad será recompensada con la Medalla Militar Colectiva, cuya corbata representativa deberá ser colgada en acto solemne de su ¿Bandera?
Las unidades indígenas no tienen Bandera, pero los Regulares de Ceuta se han ganado el derecho a tenerla en el campo de batalla. Una Real Orden de 2 de Noviembre de 1921 les concede el derecho a portar Bandera, para que se le pueda colgar una de las más altas condecoraciones colectivas al valor en combate, refrendada con el sacrificio de sus hombres y rubricada con la sangre derramada en el cumplimiento del deber. Aquí empieza la singular historia de nuestra Bandera, primero fue la condecoración, después la Enseña.
Con tales comienzos su historia tenía que ser especial. Se entregará la Bandera en Madrid, en el Parque del Retiro, el 27 de Mayo de 1923, siendo la madrina Su Majestad la Reina Victoria Eugenia. Y en el mismo acto su Majestad el Rey le impondrá la Medalla Militar, primera de las muchas recompensas con que se reconocerá la entrega de sus hombres a través del tiempo. El primer abanderado tenía que ser también alguien tocado por la mano de la gloria: es el Teniente Luis Baquera Álvarez, joven oficial que obtendrá el reconocimiento de héroe en Coba Darsa, el 5 de Julio 1924, siendo recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando.
Esta Bandera ha ido evolucionando en el tiempo adaptándose a los diferentes avatares por los que pasaba nuestra Patria, siendo su esencia la misma y reflejando en sus paños los nobles ideales de España, además de asumir las diferentes denominaciones que ha ido teniendo la unidad.
El 30 de junio de 2002, día en que se conmemoraba el XCI Aniversario de la creación de las Fuerzas Regulares, en una parada militar desarrollada en el patio de armas de las murallas reales, la Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta entregó la Enseña actual, siendo madrina doña María Dolores Puya Rivas. Ese día la Bandera lució como nunca, con sus 10 corbatas de la Cruz Laureada de San Fernando y 33 de la Medalla Militar, muestra de la Gloria que rodea su historial de combate, y reflejo de las bajas en combate sufridas por los miembros de la unidad.
La Bandera se había preparado esa mañana para tan señalada fecha, montándose sobre el asta de bambú y dejándose en un soporte vertical en el despacho del Coronel del Grupo. Cuando fueron a retirarla para el acto, el asta se había roto bajo el peso de tanta Gloria, obligando a realizar una reparación de emergencia para que estuviese lista para la formación. Y así fue su estreno, desfilando con sus entrañas heridas, rota por dentro, deslumbrante por fuera. Cuando se informó al fabricante sobre lo ocurrido con el asta, sólo pudo comentar: “nunca había oído nada igual, tampoco había fabricado otra Bandera igual”. Se procedió a fabricar una nueva asta, con un tratamiento especial de la caña para obtener mayor resistencia y se sustituyó la original. La nueva caña tampoco resistió mucho, en su primera salida en formación se le produjo una fisura a lo largo del asta. En la actualidad tiene un refuerzo exterior de latón, ricamente labrado, que ha conseguido resistir el enorme peso de la Bandera. Su ubicación en el mueble en que se custodia, una joya de marquetería de los años veinte, también obligó a efectuar reformas en éste.
Los oficiales abanderados del Grupo de Regulares conocen la dificultad que encierra portar nuestra Bandera, pero son conscientes del significado que entraña tenerla en sus manos, y soportar “el peso de la gloria”.
Esas son las corbatas que penden de la moharra de la bandera del Tabor de Regulares Nº 54.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
No hay mas gloria que la que defiende un puñado de soldados, no hay desventura en la defensa de tus ideales, no hay muerte dolorosa que quite el dolor de perder lo que uno estima mas que la vida.
Para un soldado no hay un día que no recuerde a sus padres, hermanos, abuelos, tios, primos, amigos, vecinos, paisanos, ese pequeña ermita tan chica y a la vez tan grandiosa, esas vivencias, las fatiguitas.
Por eso cada uno dentro de nuestros ser llebamos una estampa de nuestro cristo o virgen a la que nos encomenamos para que nos ayude a no desfallecer, a no tirar la toalla, por mal que vallan las cosas.
En eso es en lo que piensa un soldado. Cuantas y cuantas veces he salido a tomar algo con mi familia, y he visto a cientos de chicos y chicas divirtiendose en bares o botellones, y me he dicho, Dios quien va a defender a estas criaturas, quien desde cualquier lugar con un fusil en la mano estar pensando en ellos, Pues os aseguro que en el corazon de algun soldado estan presente todos esos chicos/as.
Un soldado no piensa quien lo manda, de quien parten la ordenes, se pasa por el arco del triunfo a los politicos y gobernantes, es mas no se para ni a pensar en temas que a los civiles nos inquietan.
Esa es la Gloria de un soldado, de una compañia, de una bandera, el sacrificio
como bien se dijo la milicia es la religión de los hombre honrados. Podría decir mas pero cuanto mas me acuerdo de lo grande que es un simple soldado mas ganas tengo de volver.
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