Presentación: Ramiro de Maeztu. Del regeneracionismo a la contrarrevolución” (I)
L’Associació Somatemps ha presentat amb notable èxit el llibre de Josep Alsina, vicepresident de l’organització, “Ramiro de Maeztu. Del regenarionismo a la contrarrevolución”. L’autor i el llibre han estat introduïts per Javier Barraycoa.
En diversos posts anirem publicant per parts les intervencions, a causa de la importància del seu pensament i la seva vigent actualitat en els nostres temps.
Iniciem la sèrie amb la primera part de la intervenció de Javier Barraycoa
1.- Apuntes biográficos y temperamentales
Ramiro de Maeztu Whitney (Vitoria, 1874 – Aravaca, Madrid, 1936), fue uno de los periodistas e ideólogos más destacado del pensamiento monárquico, tradicionalista y católico del siglo XX. Aunque esta etapa de madurez de su pensamiento, alcanzada en la medida que la Revolución se cernía sobre España bajo la forma de la II República, tuvo un arranque unos orígenes muy diferentes. Uno de los muchos méritos de Ramiro de Maeztu fue la honestidad intelectual y saber reconocer sus errores intelectuales primerizos en la menuda que se afanaba por buscar la verdad que permitiera entender la realidad social. Es un ejemplo para tantos intelectuales, o ciudadanos de a pie, que se empeñan en aferrase a unos “dogmas” por miedo a pensar bajo otras categorías que pongan en peligro su cómoda “construcción” de la realidad.
De hecho la propia genealogía de nuestro autor es una mezcla explosiva que podría haber dado lugar a cualquier resultado imprevisible. Maeztu podía haber acabado siendo un comerciante, un anarquista, un burgués, o un anodino ciudadano más de su tiempo. Pero fue su vocación, primero literaria, luego periodística y por fin intelectual, la que le llevó no sólo a ser uno de los intelectuales más potentes de su época, sino también al martirio.
Había nacido en Vitoria, de padre cubano de origen navarro y ascendencia alavesa y madre anglofrancesa, Juana Whitney, nacida en Niza -ciudad perteneciente por aquellos tiempos al Piamonte- e hija del cónsul británico. El cóctel era demasiado explosivo. Los padres de Ramiro habían recalado en Vitoria, en el curso de un viaje a España para conocer la tierra de los antepasados de Manuel, y les sorprendió la última Guerra carlista de modo que tuvieron que permanecer en el País Vasco de forma imprevista.
La muerte de su padre, relegó a su familia bien asentada, a la precariedad: desaparecieron los profesores particulares, las clases de esgrima e idiomas y, de varios criados, pasaron a tener una única y fiel sirvienta. A raíz del brusco cambio acaecido en el seno de la familia, la formación del intelectual vasco se abocó al autodidactismo. Él mismo siempre reconoció este defecto, a la par que virtud, añorando haber tenido una formación más sólida desde su juventud.
Ramiro viajó mucho tanto por motivos profesionales como familiares y, sobre todo, por su afán de descubrir nuevas realidades. Residió en París; pasó unos años en Cuba, cuando aún era española, desempeñando los más variados oficios, incluso fue soldados; estuvo en Marburgo el año de 1910 estudiando a Kant con los profesores neokantianos Hermann Cohen, Paul Natorp y Nicolai Hartmann, y durante su estancia coincidió, algún tiempo, con Ortega y Gasset.
Londres fue la gran metrópoli que lo acogió durante quince años, desde el 1905 al 1919, en calidad de corresponsal de diversas publicaciones como La Correspondencia de España, Nuevo Mundo y Heraldo de Madrid. Fue en Londres donde empezó a asentar unas bases conceptuales que le aproximarían al socialismo utópico. Allí frecuentó a grupos fabianos y del llamado socialismo gremial (guild socialism), y mostró especial afinidad por los últimos. Paradójicamente, este pensamiento socialista, le permitiría conocer –aunque fuera a modo de añoranza- lo que había sido el mundo premoderno.
Allí contrajo matrimonio con una inglesa llamada Mabel Hill de la que tuvo a su hijo único, Juan Manuel. Durante la Primera Guerra Mundial, trabajó de corresponsal en Italia y, una vez confesó que lo que vio a lo largo de esta contienda indujo en él el giro hacia el tradicionalismo, al paso que abandonaba el pensamiento anarquizante y nietzscheano de su juventud y las simpatías por el socialismo reformista de cuño fabiano. Ello no le restó entusiasmo por seguir buscando la verdad. De todo ello dio cuenta en varios escritos de retractación. “Razones de una conversión”, aparecido en Acción Española el 1 de octubre de 1934, sea quizá uno de los más significativos.
Igualmente significativa fue una afirmación suya a modo de ideal pragmático-intelectual, pues soñaba con la “posibilidad de reconciliar el ideal mundano de mis abuelos liberales con el ideal ultramundano de mis abuelos carlistas” (Véase su artículo ”El sentido Reverencial del dinero”, en ABC, Madrid, 1933.)
Al regreso de Inglaterra, reside unos meses en Barcelona afianzando allí sus lazos con Eugeni D’Ors, coincidiendo con una crisis de índole religiosa, de éste último, y una búsqueda existencial de la autoridad. En Argentina conoce y trata al sacerdote vasco Zacarías de Vizcarra, padre del término Hispanidad, que para Maeztu será una de las columnas de su pensamiento. Fue embajador de España en Buenos Aires, durante el gobierno de Miguel Primo de Rivera y hasta que presentó la dimisión, el día 28 de marzo del 1930, a raíz de la muerte del general.
Una vez en España, siguió su labor periodística y fue, por añadidura, diputado por Guipúzcoa en las filas de Unión Regionalista Guipuzcoana. Maeztu fue miembro de las Reales Academias de Ciencias Morales y de La Lengua Española, en cuya recepción leyó un discurso que versaba sobre “La brevedad de la vida en nuestra poesía lírica”.
Ramiro de Maeztu, fue de los que con clarividencia anunció que el triunfo de la república devendría necesariamente en una Guerra Civil. En conversación con Eugeni Vegas Latapié, le confesaba esta genialidad: “Usted y yo podemos tener una satisfacción interna. Las cosas no nos han tomado de sorpresa. Lo único sorprendente ha sido la ceguera de los que tenían ojos y no veían”.
El 28 de octubre de 1936, de madrugada, fue asesinado, con otros treinta detenidos, junto a la tapia del cementerio de Aravaca, tras una extracción masiva de presos – llamadas en el argot “sacas”-, de la cárcel de Ventas, donde estaba recluido desde finales de julio, cuando unos milicianos republicanos lo detuvieron hallándose de visita en casa de su amigo Vázquez Dodero. Estaba escribiendo una obra titulada “En defensa del espíritu” de la que ya se habían publicado algunas entregas en la revista Acción Española, publicación que dirigió desde el número 28, de marzo de 1934, hasta junio de 1936.
En vano intercedieron por su liberación las embajadas inglesa y argentina.
Las últimas palabras de Ramiro ante quienes se disponían a matarlo fueron, si la leyenda es cierta: “Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por qué muero: para que vuestros hijos sean mejores que vosotros”.
çJB
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