Crónica de un anuncio mortuorio

http://montejurra.blogspot.com


José Miguel Gambra
Miembro de ECAM



No hace mucho, cayó entre mis manos la Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, novela con méritos literarios ideológicamente inflados, como es costumbre hoy en día. No sé muy bien qué pretendía el autor con esta obra, pero a mi se me antoja ver en ella una alegoría que en modo alguno entraba en su propósito.



De todos es conocida la trama: se narra cómo unos hermanos se disponen a asesinar a un tipo por una cuestión de honor. Cómo éstos cuentan a unos y otros su designio, mientras esperan medio borrachos a la víctima. Cómo, sabiéndolo todo el vecindario, nadie se decide a avisarle, nadie toma medidas eficaces para evitar el desenlace que no es otro sino la efectiva realización del crimen. Todos los paisanos del pueblecito decadente donde se desarrolla la tragedia están demasiado atentos a lo suyo e interesadamente se desentienden de la amenaza que se cierne sobre uno de sus vecinos. Todos esperan que otro ya le haya alertado y las autoridades, el guardia y el sacerdote, toman débiles medidas que no impiden el drama final. Y luego gravitará la sensación de culpabilidad sobre sus vidas, que ya no volverán a ser las mismas tras haber consentido el asesinato, descrito no sin cierto sadismo por el novelista.
Siempre me han parecido misteriosas, tanto la visión que algunos hombres tuvieron para transformar la historia, como la incapacidad de otros para detenerla. Porque algunos hombres parecen haber visto con tanta claridad lo que estaba aconteciendo que causa pasmo con cuanta convicción y energía evitaron peligros que, a posteriori, se nos antojan evidentes. Pero también resulta asombrosa la incapacidad de otras generaciones para percatarse de lo que se les avecinaba y para mantenerse de brazos cruzados, cuando más activas tenían que ser. ¡Qué evidente debía ser la situación y qué claras tenían que ser las ideas de quienes prepararon el alzamiento! ¡Qué oscura situación o qué difusas las conciencias que permitieron la caída del Imperio Romano o la conquista de España por unos pocos mahometanos!

El cuento de García Márquez viene a destacar que los hechos, aunque salten a la vista, no mueven por sí mismos unas voluntades ofuscadas por intereses particulares. Y ahí es donde veo una alegoría de lo que ocurre en nuestra patria. Esa patria con la que debiéramos practicar la virtud de la piedad, como con nuestros padres, porque de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado. Como dice Santo Tomás, "después de Dios el hombre es ante todo deudor de sus padres y de la patria; por lo cual, de la misma manera que a la religión le pertenece manifestar el culto a Dios, así, en grado secundario, a la piedad pertenece manifestar el culto a los padres y a la patria" (Suma Teológica, 2-2, 101, 1c). No somos ciudadanos del mundo, ni hijos de la humanidad, sino de españoles nacidos y educados por nuestros padres.

Los hechos son hoy claros como el agua: nuestra patria, sometida ya a mil vejaciones, corre el riesgo de desaparecer y de quedar sumida en el olvido. El anuncio de su muerte lo hizo Menéndez Pelayo, hace más de un siglo, cuando, con frases conocidísimas, dijo que la unidad "se la dio a España el cristianismo (…) El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los Arévacos y de los Vectones, o de los reyes de Taifas. A este término vamos caminando, más o menos apresuradamente, y ciego será el que no lo vea". La causa de hechos tan patentes la había denunciado, veinte años antes, la Princesa de Beira que veía en el liberalismo y el interés de los partidos un fermento del egoísmo, del apego a los intereses materiales y a los placeres, incompatibles con el patriotismo, ya que el egoísta "está siempre dispuesto a decir: salve yo mis intereses, mis placeres, mi posición y mi vida, y húndase la patria". Y si éstos, y otros muchos, augurios, de innumerables ecos, no bastaran, ¿acaso no es claro que nos gobiernan unos políticos que dan al partido un culto que sólo la patria merece; unos políticos que se desvelan por acabar con el fundamento cristiano de nuestra patria, al paso que reparten sus tajadas para beneficio del grupo? No caben anuncios más explícitos del venidero asesinato.

¿Dejaremos que sobre nuestras cabezas caiga el baldón de haber contemplado pasivamente la anunciada destrucción de España? ¿Soportaremos que, de generación en generación, se nos recuerde por nuestra falta de piedad y decadencia? ¿Nos dejarán vergüenza y recuerdos conciliar otra vez el sueño?
Por fortuna todavía no hay crónica de la muerte, sino de su anuncio; todavía podemos dejarnos de pacíficas manifestaciones para buscar medios más eficaces; todavía puede vencer el talento español al talante socialista. Todavía.

José Miguel Gambra es el actual presidente del Círculo Cultural Antonio Molle Lazo.