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Tema: ¿Un capitalismo católico?

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Donoso ¿Un capitalismo católico? 06/04/2008, 01:59
Donoso Re: ¿Un capitalismo católico? 06/04/2008, 02:00
Valmadian Re: ¿Un capitalismo católico? 06/04/2008, 18:24
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 23/04/2008, 17:00
Donoso Re: ¿Un capitalismo católico? 24/04/2008, 23:35
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 25/04/2008, 10:03
In diebus illis Re: ¿Un capitalismo católico? 25/04/2008, 21:06
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 26/04/2008, 20:52
In diebus illis Re: ¿Un capitalismo católico? 26/04/2008, 21:52
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 27/04/2008, 02:37
Donoso Re: ¿Un capitalismo católico? 28/04/2008, 22:03
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 29/04/2008, 17:13
DON COSME Re: ¿Un capitalismo católico? 22/06/2008, 20:07
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 23/06/2008, 14:12
DON COSME Re: ¿Un capitalismo católico? 23/06/2008, 19:29
Cirujeda Re: ¿Un capitalismo católico? 24/06/2008, 10:55
theBosz Re: ¿Un capitalismo católico? 05/07/2008, 17:58
cruz_y_fierro Re: ¿Un capitalismo católico? 15/07/2008, 19:25
ReynoDeGranada Re: ¿Un capitalismo católico? 18/08/2017, 18:36
Trifón Re: ¿Un capitalismo católico? 07/11/2017, 13:45
Vainilla Re: ¿Un capitalismo católico? 07/11/2017, 17:37
Leolfredo Re: ¿Un capitalismo católico? 07/11/2017, 19:25
  1. #1
    theBosz está desconectado Miembro novel
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    No suelo intervenir en este foro, pero he leído esta típica discusión sobre la compatibilidad del capitalismo/liberalismo y la fe católica. Hay un interesante artículo en http://www.hispanitas.org/index.php?option=com_content&task=view&id=21&Itemid=1 donde se muestra -o se intenta mostrar- su incompatibilidad a la luz del Magisterio.

    Respecto al libre mercado, yo creo que lo mejor es un mercado 'intervenido', pero no desde el Estado, sino desde los cuerpos intermedios a través de los gremios, como en la Edad Media.

  2. #2
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    Estimados: Ya San Pío X dijo que no es posible separar el liberalismo económico del liberalismo filosófico. No lo hagamos nosotros. No hay más que revisar los fundamentos filosóficos de casi todos los teóricos de la economía moderna desde Adam Smith hasta Gary Becker, pasando por los marxistas, keynesianos, austríacos y monetaristas, para comprender la perniciosa filosofía que subyace. Y no es sólo un problema religioso sino de violación del orden natural, como pudo comprender E.F. Schumacher y terminó convertido al catolicismo (y un catolicismo ortodoxo y tradicional).

    Los intentos de ciertos "liberales-católicos", como los del Instituto Acton (1) o la Fundación Atlas (2) --Novak, los PP. Sirico y Neuhaus, Alejandro Chafuén, Gabriel Zanotti y una lista lamentablemente muy larga--, deben recurrir a muchos mutilaciones de textos, complicadas hermenéuticas o bizantinas disquisiciones semánticas para integrar a su "tradición liberal" (sic) a Santo Tomás de Aquino, la Escuela de Salamanca y los Papas.

    [1] Curiosamente usan el nombre del célebre apóstata liberal Lord Acton, el de "el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente" que fue dicho en ocasión de la proclamación del dogma de la Infalibilidad Papal.
    [2] Por el nombre del personaje de la célebre novela de la atea liberal Ayn Rand.


    En el mismo orden de cosas, creo que no debemos confundir capitalismo con economía de mercado. Capitalismo hace referencia al capital, a un dinero invertido para obtener una renta. Si en el capitalismo naciente ese capital se identificaba con el empresario (y, por lo tanto, dentro de los cánones morales cristianos su ganancia podía ser legítima), en la actualidad el capital no se identifica con los gestores o gerentes de la empresa convirtiendo a la renta empresaria en algo muy similar al beneficio del usurero. De hecho, la moderna teoría financiera considera al capital como una fuente de financiación entre otras; y los mecanismos de los modernos mercados de capitales exigen una cierta rentabilidad anual o trimestral (en la forma de dividendos o aumento del valor de las acciones) que se asimilan casi perfectamente al interés de un préstamo usurario.

    Esto por no hablar de los males derivados del anonimato del capital, del concentracionismo de la propiedad, los procedimientos publicitarios y de Marketing muchas veces violatorios de la libertad psicológica, el poderío de los mercados mundiales de capitales (recordemos la condena de Pío XI al "poder internacional del dinero" en tiempos donde maniobras como las de G. Soros contra la libra esterlina eran imposibles y hoy son pan cotidiano), y una larga lista de males derivados del moderno capitalismo.


    Muy distinto es el libre mercado (libre en sentido cristiano; i.e. como fruto de perfección, lo que en otras palabras quiere decir sujeto a la ley natural y al orden cristiano). De hecho, aún durante la Edad Media llegaron a darse formas bastante complejas de mercados libres y justos, cuyo funcionamiento virtuoso no sólo no fue condenado por la Iglesia sino que fue estudiado por los estudiosos poniendo las bases de una verdadera ciencia económica lamentablemente corrompida desde el siglo XVII (como todas las ciencias) por la peste mecanicista.

    Para la distinción entre libre mercado y capitalismo recomiendo "Capitalismo, Catolicismo y expansión económica" de Michel de Penfentenyo. Para la distinción entre el empresario/gerente y capital hay numerosísima bibliografía. Finalmente, es muy recomendable la obra de E.F. Schumacher, empezando por el texto introductorio "Lo pequeño es hermoso", pero sobre todo sus "A guide for the perplexed" y "Good work". Patricio Randle tradujo un corto pero riquísimo texto de Schumacher, "La edad de la abundancia", incorporado a la obra colectiva "La técnica puesta a prueba".

  3. #3
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    El pecado oculto del capitalismo

    EN 28 MARZO, 2016 POR LAINTEGRIDADBLOG
    El hombre moderno ha perdido la conciencia del pecado y por lo tanto la capacidad de pensar, de analizar la realidad bajo una recta cosmovisión cristiana. La actual crisis económica se debe en gran parte a una profunda crisis de virtudes, mejor dicho a la pérdida de los grandes ideales cristianos y al auge de las ideologías. Las democracias liberales propician un capitalismo salvaje que deshumaniza y degrada al hombre, esclavo del trabajo y del materialismo consumista. El sistema capitalista está corrupto desde su raíz, pues dentro de sus reglas del juego hay principios viciados como la usura, grave pecado condenado por la Iglesia y al que hoy en día no se le da la importancia que se debiera.El Profesor Daniel Marín Arribas es economista profesional y Master en Doctrina Social de la Iglesia. Está doctorando con una tesis sobre la usura y el sistema capitalista. En esta entrevista analiza en profundidad la malicia de la usura y sus consecuencias.¿Qué se entiende concretamente por usura?La usura es todo interés cobrado en virtud de un préstamo dinerario y está condenada por la Ley Natural y la Ley Divina.¿Cómo está presente la condena de la usura en la Sagrada Escritura?En la Sagrada Escritura aparecen condenas diversas. La Ley Antigua era tajante afirmando su condena. Aparece en Códigos legislativos como el Deuteronomio o el Levítico y la secundan profetas y reyes como Ezequiel o David. El Pueblo de Dios, antes el pueblo de Israel, siempre la persiguió, y el Pueblo de Dios, ahora el pueblo cristiano congregado en la Iglesia de Dios, que es Una, Santa, Católica y Apostólica, también; desde el mismo Cristo, hasta los primeros Padres, los Pontífices y los Santos y Doctores.¿Dónde radica la gravedad del pecado de la usura?Es un pecado que atenta directamente contra la virtud de la Justicia, es una injusticia radical, de raíz, pues parte de la negación de la ley natural, que dicta la gratuidad del préstamo dinerario. En ella, además, van implicados otros vicios como la avaricia, la falta de templanza en la sed de riquezas materiales, o la inmisericordia. Asimismo, deja un reguero de desequilibrios en el reparto de la riqueza que provoca que unos pocos capitalistas acumulen grandes sumas de dinero a costa de una gran masa de endeudados que viven cada vez más pauperrimamente. Los datos no engañan: en las regiones donde se instala la usura como norma económica se da con mayor profusión el famoso esquema paretiano 20-80, es decir, un 20% de la población posee el 80% de la riqueza, y un 80% debe subsistir con el otro 20%. Esto no es sano y suele abrir la puerta en democracias liberales a partidos de corte socialista, que lejos de arreglar los problemas, los intensifican más con un Estado ineficiente que se sitúa como otro actor más de la iniquidad. El resultado final se ejemplifica con lo que hoy padecen nuestras sociedades occidentales: Estados hiper-endeudados que imponen a sus ciudadanos una fiscalidad extractiva de más de la mitad de sus rentas, y entidades financieras que crean una estructura de precios inflados sobre bienes tan básicos como la vivienda que no se consiguen pagar sino hasta después de esclavizarse durante décadas. Además, en estos casos las víctimas saldan al usurero al principio más intereses que capital a través de un sistema de amortización conocido como “el francés”, que no hace otra cosa que garantizar al acreedor el cobro de su usura a la vez que alarga la vida de la deuda…Sus consecuencias por tanto son tremendas…Así es y dicho esto, quiero mencionar también que la usura, en otros de sus efectos, acaba siendo una grave amenaza sobre la propiedad privada. Y ésta, precisamente era la crítica que autores como Chesterton hicieron al capitalismo y al socialismo como agresores de la misma: sistemas donde unos pocos recaban para sí todo el nervio económico de una sociedad. Igualmente otros autores sin hablar en términos modernos de “capitalismo” y “socialismo” denunciaron este hecho de cómo con la usura unos pocos iban quedándose con la mayoría de la propiedad privada. A tal caso se me vienen a la memoria Padres de la Iglesia como San Juan Crisóstomo o grandes doctores tomistas de cuño hispano como el dominico Francisco de Vitoria, quien en los albores del capitalismo en el siglo XVI denunció lapidariamente desde su cátedra de Salamanca: “¡Para que veamos cuán malo es el pecado y el oro; para que veamos cuánto mal se seguiría si por todas partes fueran permitidos los usureros! ¡Ciertamente dominarían el orbe!”¿Qué naciones o religiones la han practicado sin ningún escrúpulo a lo largo de la Historia?Sin tener grandes conocimientos de historia antigua, en la Roma pagana se debían practicar con asiduidad, pues sí es conocido que en ciertas épocas se dio un indulto general de deudas. También ocurría esto en el pueblo judío, como recordó el Papa Francisco en una de sus audiencias generales. No obstante, en la Modernidad la nación que ha llevado la bandera de la usura ha sido principalmente Inglaterra con su hijo Norteamericano, y otras, que se suman a esta cabecera son Holanda, de tradición mercantil, y Francia tras irrumpir fuertemente el liberalismo con la Revolución de la guillotina.¿Por qué en los últimos años se da también entre los católicos?Creo que principalmente se debe al desconocimiento. La grey católica al final escucha y aprende de sus párrocos, y éstos a su vez en los seminarios de sus profesores; ni unos ni otros se ponen de manera genérica a desempolvar viejos tratados que duermen en las estanterías de bibliotecas antiguas ni tampoco a estudiar documentos de hace siglos. Al final la fuente de lectura primaria es el Concilio Vaticano II y el Catecismo ordenado elaborar por el Papa Juan Pablo II. En ninguno de ellos se hace mención explícita del pecado de la usura desarrollando su significado tradicional. No obstante, sería un error buscar en estos dos elencos de textos el origen del problema. Desde los siglos XVIII y XIX se viene omitiendo por parte de las autoridades de Iglesia una predicación tan radical sobre este tema como la que hacían los Padres de la Iglesia, los mismos profetas veterotestamentarios, o los propios teólogos católicos de la Escuela de Salamanca.¿En qué casos concretos y profesiones se da la usura en nuestros días?Es sencillo de responder: En todas aquellas que tienen que ver con el sistema financiero.¿Cómo la fomenta el capitalismo liberal?La fomenta desde su esquema filosófico-moral donde coloca a la libertad por encima de la ley natural, y por supuesto de Dios legislador. Según el liberalismo económico los contratos no deben tener un sustrato de justicia natural, sino que la voluntad de la partes es suficiente constitutivo para la validez y justicia de los mismos. De ahí el sistema capitalista, de ahí la condena de la Iglesia al mismo, y de ahí que se instale la usura, entre otros diversos males, como estructura de pecado en su funcionamiento.¿Cómo debemos actuar para no ofender a Dios por ello?Uno de los primeros principios de la ley natural, y por tanto de la voluntad de Dios, es obrar el bien evitando el mal, y otro practicar obras de misericordia entre las que se encuentra la de corregir al errado. Así debemos actuar: evitando practicar las usuras, evitando que nuestros prójimos las practiquen, y enseñando que éstas son un grave pecado, un pecado mortal que conduce en la otra vida al “llanto y rechinar de dientes” tras el juicio y castigo divino (Lc 13, 28).

    Javier NavascuésFuente: El pecado oculto del capitalismo

    https://laintegridadblog.wordpress.c...l-capitalismo/
    Trifón y Pious dieron el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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  4. #4
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    Los furiosos ultraliberales de "miseshispano" entre los cuales ahora hay algunos que les da por reivindicar el Carlismo porque creen que tiene que ver con sus pajas mentales siguen intentando meter mierda por todas las partes (para justificar el capitalismo usurero, claro).

    El articulito (lo señalado en rojo es lo que me llama la atención y lo que he puesto más grande ya es el despiporre):

    Dios, Patria, Rey, Fueros… ¡y mercados! Los orígenes de la auténtica derecha de España

    Fernando Vázquez • noviembre 6, 2017

    – I –

    La idiosincrasia española viene dando desde antaño sistemas e instituciones económicas, sociales y políticas propias y características. Así por ejemplo, en el ámbito institucional, España goza de una organización territorial del Estado única denominada “Estado Autonómico” o del las autonomías, creada ad hoc en un momento histórico determinado como algo intermedio entre un Estado unitario y un Estado descentralizado. Otra de estas creaciones propias, pero en el ámbito político, es el concepto y la idea del “conservadurismo liberal”, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX con las Cortes de Cádiz y posteriormente con la figura de Cánovas del Castillo, y que actualmente dominan la ideología propia de la derecha española.

    Sería pues el mencionado Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) y posteriormente otros políticos como Antonio Maura y Montaner (1853-1925) y José Calvo Sotelo (1893-1936), los que desarrollarían y aplicarían una teoría política basada también en algo intermedio entre el liberalismo político y el conservadurismo social y económico. Y es que estos políticos optaron por lo peor de ambas doctrinas políticas. Ello ha llevado a que la derecha actual en España se caracterice por la defensa de un liberalismo político “afrancesado”: fuertemente nacionalista, centralista, estandarizador e igualitarista; y por un conservadurismo económico fuertemente intervencionista (asimismo estatista), partidario y defensor de la justicia social, siguiendo esa tendencia “pobrista” originaria de la Iglesia Católica, tendencia cuyo máximo exponente representó en el siglo XX la teología de la liberación.

    En comparación, observamos que el conservadurismo liberal en el resto del mundo viene marcado, desde los años setenta, por dos políticos clave como fueron Ronald Reagan (1911-2004) en EEUU y Margaret Thatcher (1925-2013) en Reino Unido, basado en una mezcla entre el liberalismo económico de Milton Friedman y el conservadurismo social de Friedrich Hayek, (a este respecto cabe recordar la anécdota que cuenta que Thatcher, al poco de ser elegida lí*der del Partido Conservador, en un mitin se dirigió a un correligionario y sacando de su bolso Los fundamentos de la Libertad de Hayek, lo interrumpió y, golpeando el libro sobre el estrado, exclamó: ¡en esto es en lo que creemos!).

    Por lo tanto para diferenciar este conservadurismo liberal en el ámbito español (basado en un liberalismo político y en un conservadurismo económico, el primero de corte centralista y ambos fuertemente estatistas), cabe usar otra terminología, concretamente la utilizada por el historiador y jurista Ángel López-Amo (1917-1956), como es el concepto de “tradicionalismo liberal” para referirnos a esa mezcla acertada entre el liberalismo económico (en concreto aquel cuyos orígenes se remontan a los escolásticos españoles del siglo XVI) y el conservadurismo político y cultural (cuyo origen se encuentra, en palabras del profesor Bastos citando a Erik von Kuehnelt-Leddihn, en el tradicionalismo carlista, auténtico representante de la derecha española y no, como popularmente se cree, por los falangistas y franquistas). Otros autores como el también jurista Álvaro d’Ors (1915-2004), seguiría en sus ensayos políticos esa tendencia tradicionalista (en lo cultural y político) y liberal (en lo económico).

    – II –

    Deviene necesario pues hacer un análisis de los orígenes de este tradicionalismo carlista y de ese liberalismo económico del siglo XVI propio de estos autores a los que podemos denominar “tradicionalistas liberales”.

    En primer lugar, el carlismo tiene su origen a principios del siglo XIX como reacción tradicionalista de los partidarios del infante Carlos Maria Isidro ante las ideas reformistas y progresistas derivadas de la Revolución francesa y defendidas en España por los partidarios de Isabel II. El carlismo se caracteriza por la defensa del trilema: Dios-Patria-Rey y de los Fueros; frente a la aconfesionalidad, el nacionalismo y la centralización de los partidarios de Isabel II (o isabelinos) y posteriormente defendido por los liberales y actualmente por la derecha española.

    Así pues, mientras los isabelinos defendían la aconfesionalidad del estado (cuando no, en algunos casos, un ateísmo radical) siguiendo esa tendencia anticatólica y anticlerical típica de la Revolución francesa que sustituyó por un lado el culto a Dios por una adoración cuasi-religiosa, fanática y mística a una nueva “diosa” que sería la razón, y por otro lado la lealtad a la religión por la lealtad al Estado; los carlistas seguían defendiendo su creencia en Dios y su catolicismo. Y es que la religión siempre fue enemiga de la uniformidad y del igualitarismo tan defendido por los liberales españoles “afrancesados” y por la actual izquierda política. Esto es debido a que la religión ha sido siempre un límite al poder temporal; que la legitimidad del poder fuese divino implicaba que este poder era limitado, ya que estaba sujeto y sometido a la ley natural o divina, una ley que ningún gobernante ni rey puede cambiar y saltarse a su antojo. Además, en el ámbito católico, la existencia del papado implicaba otro límite político y moral externo al poder temporal, junto con la propia organización eclesiástica y las comunidades religiosas dentro del Estado, que suponen otro límite interno al poder. Es por ello que el Estado moderno llevó a cabo la persecución religiosa, la separación Iglesia-Estado (relegando la primera al ámbito estrictamente personal) o la estatalización de la religión (como por ejemplo los anglicanos en Inglaterra), para tenerla totalmente anulada y controlada.

    Por otro lado, mientras los liberales españoles eran fuertemente nacionalistas, los carlistas eran defensores de un convencido patriotismo. Cabe distinguir estos dos conceptos, usados erróneamente muchas veces como sinónimos, y es que el nacionalismo es una ideología colectivista que exalta al individuo como miembro inseparable de un todo que es la nación como comunidad política o grupo de personas concretos, caracterizadados por unas características sociales, culturales e históricas propias e identitarias, en muchas ocasiones recurriendo para su justificación al misticismo y derivando normalmente en un auténtico etnicismo, racismo o xenofobia, con la única intención de constituir o mantener un Estado. Sin embargo, el patriotismo es un sentimiento individual de pertenencia o apego a la tierra natal o a un territorio físico determinado. El patriotismo da importancia al país como territorio, y por lo tanto a un patriota no le importa, e incluso es partidario, de la existencia de numerosas nacionalidades en su territorio, ya que entiende que la variedad puede enriquecer económicamente y culturalmente a su país y que sus orígenes históricos deben de ser respetados. Así pues, se observa ese patriotismo en el carlismo del siglo XIX en España, que respetaba y reconocía las diferencias culturales y costumbristas del territorio español a través de los Fueros; en el patriotismo típico de los EEUU, que reconoce la existencia de diferentes estados dentro de su país; o de las familias monárquicas y de los ultraconservadores europeos, como fue el caso de von Matternich, príncipe del imperio austriaco contrario al nacionalismo y a todo aquello que tuviese que ver con la Revolución francesa, además de enemigo declarado de Napoleón I. Y es que ese antinacionalismo suele ser propio y coherente entre monárquicos y tradicionalistas, ya que la monarquía es básicamente una institución supranacional, debido a que las familias reales y los reyes suelen ser extranjeros que reinan y/o gobiernan en países o territorios que no son los suyos propios de nacimiento u origen; véase por ejemplo la Casa de Borbón, de origen francés y que reina en España; la Casa Grimaldi, de origen italiano y que reina en Mónaco o la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, de origen alemán y que reina en Bélgica.

    Otra de las características del carlismo es la defensa de la monarquía tradicional frente a la monarquía parlamentaria o al republicanismo de los afrancesados decimonónicos; considerando a la monarquía (consustancial a la patria y al espíritu católico) como la mejor forma de gobierno. Sin embargo, los carlistas no defendían el origen divino del rey, sino el origen divino del derecho, expresado en los principios básicos de derecho natural; así el rey pasa a estar limitado por normas o instituciones de origen divino, por lo que no puede saltarse la ley discrecionalmente; de echo en la época medieval, en caso de que el propio rey vulnerase la ley, estaba justificado su deposición o hasta el tiranicidio, lo que demuestra la preeminencia de la ley sobre el rey y por lo tanto como esta constituye un límite al poder temporal. Además otros autores como Hans-Hermann Hoppe añaden que la monarquía es una forma de gobierno mucho más deseable, justa y preferible (en términos pragmáticos y económicos) que la democracia, ya que la monarquía, al ser una institución privada, esta mejor gestionada y es menos intervencionista y restrictiva de la libertad individual que el sistema democrático, por razones principalmente de preferencia temporal.

    Añadir que una consecuencia de la existencia de una monarquía es la existencia de una aristocracia o nobleza, que siempre representó límites personales al poder del monarca o del Estado, por ello gran parte de las revoluciones llevaron algún tipo de aristocidio, además del regicidio. En este sentido cabe destacar la aportación de López-Amo sobre el papel positivo de la nobleza en la sociedad como un factor de estabilidad, progreso social y referente en lo relativo al comportamiento y el establecimiento de determinadas costumbres y buenos usos; esto fue destacado también por otros autores como Hoppe y Hayek.

    Por último, mientras los liberales españoles defendían y defienden la centralización, el estatismo y la uniformidad tanto institucional como cultural; los carlistas defendían la descentralización y la diversidad de costumbres y usos a través de los Fueros (tanto regionales como locales). Si de algo se caracteriza el actual liberalismo conservador en España, que representa a la nueva derecha española, es principalmente su centralismo y estatismo, que antaño supuso una tendencia típicamente jacobina para conseguir el igualitarismo, intentando para ello acabar con los poderes regionales y locales, imponiendo una división territorial en departamentos o provincias y una lengua y educación única y estatal. Frente a esto, el carlismo defendió los Fueros, normas jurídicas que contenían las costumbres y usos, junto a otros privilegios o exenciones otorgados por el rey para un determinado territorio o lugar. Estos otorgaban autonomía legislativa y de gobierno y unos derechos a esos territorios y a sus habitantes junto al reconocimiento de sus propias instituciones histórico-culturales, siendo así el origen de los estados descentralizados y por lo tanto otro límite al poder central. Posteriormente, conservadores como el norteamericano John C. Calhoun retomarían esta idea defendiendo los derechos de los estados frente al poder centralizador del gobierno federal. Es por ello que Murray N. Rothbard reconocería los Fueros como una de las mayores aportaciones de la teoría política española a la humanidad.

    Finalmente, añadir de manera somera otros aspectos que defendía el carlismo y que suponían límites al poder temporal y a la tendencia uniformadora del estado, como son instituciones típicamente tradicionalistas como la comunidad o la familia. Y es que ambas son instituciones deseables y necesarias para la transmisión de valores, principios y costumbres, de la moral, la educación, los gustos y el conocimiento, entre otras cosas; por ello, tanto la familia como las comunidades religiosas o locales, fueron fuertemente reprimidas por la Revolución francesa y por todo movimiento de tendencia centralista, ya que suponen un límite al poder hegemonizador innato a todo Estado.

    Sin embargo, el carlismo y el tradicionalismo eran tremendamente partidarios de la doctrina social de la Iglesia y posteriormente del Estado y de la justicia social, defendiendo una visión paternalista y tremendamente intervencionista en materia económica; y ahí es donde yerran. Pero serían autores como los mencionados Ángel López-Amo o Álvaro d’Ors los que comenzaron a introducir la vertiente liberal (y no intervencionista) en lo económico a estos principios políticos y culturales de corte tradicionalista. Esto implica la defensa de la institución de la propiedad privada, como límite asimismo al poder, y de una teoría económica acertada que cree las condiciones necesarias para el desarrollo y el crecimiento económico y humano, siguiendo las teorías religiosas al respecto emanadas tras la reforma luterana y la contrarreforma católica, representada esta última a través de la Escuela de Salamanca del siglo XVI, antecedente histórico y cultural de la Escuela austriaca de economía, como hemos mencionado.

    Los escolásticos españoles fueron pues los primeros en percatarse y articular una serie de principios que serían la base de la economía de libre mercado; principios y conceptos redescubiertos y desarrollados posteriormente por los economistas austriacos, como el principio de preferencia temporal, por parte del dominico Martín de Azpilcueta, que anticipa la teoría cuantitativa del dinero; la justificación del cobro de intereses de un préstamo por riesgo de impago, enunciado por el franciscano Juan de Medina; la teoría subjetiva del valor por Diego de Covarrubias; la relación entre precios y costes, junto al análisis crítico de la banca con reserva fraccionaria, llevada a cabo por Luis Saravia de la Calle; el concepto dinámico de la competencia entendido como rivalidad entre vendedores, y el descubrimiento de que los depósitos monetarios forman parte de la oferta monetaria, por el jesuita y teórico monetario Luis de Molina; la naturaleza dinámica del mercado y la imposibilidad de alcanzar un modelo de equilibrio, o el carácter distorsionador de la inflación sobre la economía real, por parte del también jesuita Juan de Lugo; la defensa del derecho natural y la no intervención abusiva del gobierno sobre el mercado, defendida por Juan de Mariana y la teoría del precio justo, junto al establecimiento de los principios consuetudinarios del Derecho internacional, todos ellos desarrollados por el fundador y miembro de la Escuela de Salamanca, Francisco de Victoria (1).

    Estos escolásticos españoles del Siglo de Oro tendrían cierta influencia en el ámbito anglosajón en autores como John Locke, Richard Cantillon y hasta en cierta medida en Adam Smith; en al ámbito continental en algunos autores como J. B. Say, F. Bastiat, E. B. de Condillac y A. R. J.Turgot, y sobre todo y especialmente en la Escuela Austriaca de economía.

    Y es que como dijo H. M. Robertson, fueron los escolásticos españoles, y concretamente la Orden de los jesuitas, los que favorecieron el espíritu empresarial, la libertad de especular y la expresión del comercio como beneficio social. No es difícil juzgar que la religión que favoreció el espíritu del libre mercado fue la católica, tras la contrarreforma por parte de estos teóricos españoles, y no los calvinistas como erróneamente estableció Max Weber. Este origen católico y español de los principios teóricos de la economía de mercado y de los elementos básicos del liberalismo económico fue reconocido también por el propio Hayek, gracias a la influencia de Bruno Leoni, en alguno de sus trabajos y hasta mencionado en su discurso de recepción del premio Nobel de economía en el año 1974 (2).

    Por lo tanto es perfectamente compatible y coherente la defensa de un tradicionalismo político, social y cultural con la defensa de un liberalismo económico ya que, como se ha descrito y han demostrado numerosos autores, tienen hasta un mismo origen católico y español.

    – III –

    Por ello, para la actual derecha política, deviene necesario una vuelta a los orígenes y principios fundamentales de la auténtica derecha española (representada por el carlismo) en el ámbito social, político y cultural, pero adaptada a los conocimientos y desarrollos científicos de la economía, que parten desde los acertados análisis de los escolásticos de la Escuela de Salamanca y cuya heredera intelectual es la Escuela austriaca de economía. La derecha ha de volver pues a esa defensa originaria y a ultranza de la libertad y a ser la base del límite al poder temporal, además de portar los principios para el desarrollo económico y social; volver a ese antiestatismo y desconfianza al poder centralista y burocrático del Estado tan característico del tradicionalismo y que asimismo comparte el liberalismo económico, y que encuentran su contemporánea expresión en las obras de los mencionados Ángel López-Amo, Álvaro d’Ors y otros autores como Erik von Kuehnelt-Leddihn, Hans-Hermann Hoppe o el propio Murray N. Rothbard. La derecha ha de apartarse pues de la deriva izquierdista influenciada por las ideas jacobinas de centralismo, nacionalismo, estatismo y fuerte intervencionismo económico adoptadas por Cánovas del Castillo y otros políticos liberal-conservadores españoles. Y es que la auténtica derecha ha de ser realista, ha de buscar y encontrar lo enteramente válido y correcto e intentar restaurarlo, redescubriendo antiguas verdades y descubriendo y adaptándose a las nuevas, pero siempre con fidelidad a sus valores y principios. Ha de defender todo atisbo de libertad e individualidad frente al colectivismo y uniformidad tan típico de los jacobinos y del conservadurismo liberal español. La derecha ha de volver a esa tradición empírica y espontánea que da lugar al desarrollo social, económico e institucional que avanza de forma pausada pero segura, una tradición evolucionista basada en el método de prueba y error y no en el racionalismo cartesiano francés defensor de un desarrollo centralizado y dirigista que acaba siempre derivando en el más indeseable totalitarismo. Y es que aún que parezca paradójico, una próspera sociedad libre es una sociedad de ligaduras tradicionales, ya que la libertad no ha funcionado nunca sin la existencia de hondas creencias morales, normalmente aportadas por la religión. Como destaca el mencionado Kuehnelt-Leddihn:

    La derecha pide libertad, una forma de pensar libre y sin prejuicios; dispuesta a conservar los valores tradicionales (en tanto sean auténticos valores); con una visión equilibrada de la naturaleza humana, asumiendo que ni es un demonio ni un ángel, insistiendo en la particularidad de que todos los seres humanos que no puede moldearse ni ser tratada como un simple número o cifra (3)

    ————–


    1. Jesús Huerta de Soto, La escuela austriaca, mercado y creatividad empresarial (EDITORIAL SÍNTESIS, Madrid, 2012), pp. 55, 62.
    2. Huerta de Soto, La escuela austriaca, mercado y creatividad empresarial, 54, 55.
    3. Erik von Kuehnelt-Leddihn, Lefttism, From de Sade and Marx to Hitler and Marcuse (ARLINGTON HOUSE PUBLISHERS, New Rochelle – Nueva York, 1974), pp. 36, 46.


    Bibliografía:


    Hans-Hermann Hoppe, Monarquía, democracia y orden natural, UNIÓN EDITORIAL, Madrid, 2012.

    Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, UNIÓN EDITORIAL, Madrid, 2017.
    Ángel López-Amo, El principio aristocrático, SEPREMU, Murcia, 2009.
    Álvaro d’Ors, Ensayos de teoría política, EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA S.A., Pamplona, 1979.

    ...........................................................................................

    Lo he sacado del foro de "disidencia" ( https://foro.disidencia.info/forum/m...rey-y-mercados ) cuyo cabecilla se declara orgullosamente judío y sionista y lleva años intentando meter mierda de ésta.


    En fin, no quiero ni imaginar cuantos carlistas actuales (o simplemente católicos) se están dejando influenciar por estas "marranadas".
    Kontrapoder, Vainilla y Pious dieron el Víctor.

  5. #5
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    Lo de escribir el insulto difamatorio a la Iglesia Católica se lo hemos pillado. Lo mismo se creen que la Carlistada es parva y no comprende. Tendencia pobrista en todo caso la tienen ustedes los disfrazaos liberales que todo les vale para.... Retorcer manipulando.
    Con las jugarretas, robos, quemas, crímenes, abusos.. que han hecho por siglos dudo mucho que todo el partido de Dios les crea. Muchos ya habrán caído, otros caerán; pero no lograran su fin.

    Naturalmente que les desagrada y atacan al Falangismo, porque son obreristas, defensores de la sociedad ordenada y justa y además Católicos en sus filas.
    Y a ver si dejamos al fallecido Francisco Franco en paz de una vez. Que menudo les espera el día del juicio cuando tengan que explicarle ante Dios de sus lenguas venenosas. Temerarios y sinverguenzas.

    ¡Tanta palabrería! De los mercaderes de siempre.

    ¡Qué no!, que aquí la idiosincracia se llama pueblo español Católico. Y a partir de ahí hablamos. Y nuestro Libro Sagrado y entero, sin cortes a la cabecera para jurar los cargos y a consultar día sí y día también.

    Claro que de todo ese texto se podría ponerle en su sitio en cada párrafo, pero ¿merece la pena entrar en su juego liberostoide de pérdida de tiempo y tecla? Ni apetece ya. Aburren tanto como la comunistada. Mejor estarían dejando en paz de una buena vez a los Carlistas y los Falangistas, que tengan vergüenza, y en vez de usarlos y mentir literalmente tanto, tengan un buen par de esos, y se quiten las caretas: al pan, pan; y al vino, vino.

    Muy bien Trifon. Denunciándoles a esta sarta enfurruñada.

    Por cierto, ayer yo, por el largo post de <Prada habla claro > escribí de vox: partido judaico. Aprovecho para pedir perdón. Porque vuelvo a mis orígenes, de judaicos nada. Yo me resisto hasta el fin a meter a todos los judíos en el saco de la marrasma. Y las palabras nos pierden, toda esta podredumbre no es monoteísta de ninguna religión. Es una basura de satanás que gobierna la Tierra, y así en alguna religión la mayoría estuviese más cerca del demonio que de Dios, no caigamos en la trampa del mal, que esa es otra de sus muchas trampas. Luego entonces los llamaré sionistas, como hacía antes. Y los sionistas este bien o no el catalogarlos así yo lo haré. Satanistas=sionistas. Y cada componente de sus religión o creencia se plantee lo que Dios Padre espera de nosotros, que aquí no acaba la vida.
    Kontrapoder y Trifón dieron el Víctor.


    Tándem Aquila Vincit
    ———————————



    Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
    Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

    Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.

    TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.

  6. #6
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    Re: ¿Un capitalismo católico?

    Interesantísimo tema. Como trasfondo está la certeza, casi indiscutible, de el escasísimo éxito que las ideologías extranjerizantes -y digo extranjerizantes, que no extranjeras- han tenido desde que llevan tratando de implantarse en España, cual elefante en cacharrería, desde hace ya siglos.
    Esto lo sentencia muy agúdamente el sabio Montañés en estas palabras:

    "Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora. Un pueblo nuevo puede improvisarlo todo menos la cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia, muy próxima a la imbecilidad senil." (Menéndez Pelayo
    Y, desde luego, nadie puede discutir que entre los liberales hay gente leída, culta e inteligente. Y parece que, sí, los hay que entienden esta clave y pretenden homologar -insisto en esta palabra- su desviación extranjerizante, adepta en lo esencial al liberalismo recurriendo al mismo acerco hispánico del que tiraron los "austricistas económicos". Es decir, sabedores de que la llamada "escuela austríaca" bebe, previo filtro tendencioso, de la elaboración escolástica... pues qué hacen. Adoptan el postureo de la inspiración española de esa escuela para tratar de revestirla de genuínamente española, pero no retomándola aguas arriba, antes del filro liberal que le aplican, olvidándo el sentido religioso filosófico global del que se deriva.

    Encima pretenden enlazar a modo de refuerzo argumental con el Carlismo, como si éste fuera a ser algo así como una especie de embrión anarcocapitalista genuínamente español.

    Así que, a riesgo de caer en la tendencia recurrente a Vázquez de Mella, me voy a una explicación que considero sublime en ese rotundo pensador español para fundamentar mi envido a grande:

    "España -dice- fué una federación de repúblicas democráticas en los municipios y aristocráticas, con aristocracia social, en las regiones, levantadas sobre la monarquía natural de la familia y dirigidas por la monarquía política del Estado".


    Pues bien, no hay un solo escalón de la fórmula política carlista del que puedan tirar los liberales en su intento de usurpación liberaloide, ni uno, por más que pretendan ceñirse a la coletilla "en lo económico".

    Si nos vamos a la base de las repúblicas democráticas en el estrato, por decirlo así, popular, municipal, etc., un pequeño vistazo a los cientos y cientos de ordenanzas concejiles nos muestra la incompatibilidad de las mismas con esos principios liberales en lo económico que propugnan. La subordinación de lo individual a lo comunal es clarísima y expresamente definido, desde la comunalidad de medios de producción como los molinos, tabernas, fraguas, etc,pasando por el comercio de excedentes productivos, los límites al avecinamiento hasta incluso a cuestiones que llegan a extremos como la imposión sobre productos que cada vecino está obligado a cultivar.

    Y si noso vamos al extremo de la pirámide, vemos cosas como el comercio cerrado en el ámbito de los territorios de la Monarquía y la centralización del mismo en Sevilla o posteriormente en Cádiz.

    Está habiendo un intento cada vez mayor pero carecen de argumentos sólidos y de base. No, el liberalismo económico, a lo que hoy se llama liberalismo claro está, no es de origen español ni mucho menos.

    Saludos, espero que a pesar de mis limitaciones expresivas llegue el fondo de mi argumentación.
    Kontrapoder, Vainilla y Trifón dieron el Víctor.

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