EN HONOR A LA VERDAD
De igual modo que en el cuento, por encima del temor o la estupidez de todos, tiene que ser la inocencia de una niña la que proclame la desnudez del rey, así también parece haber correspondido al que suscribe, más allá de sus obvias incapacidades, desmadejar las trampas de un sector de la ciencia económica que se ha dado últimamente en propugnar un sedicente "capitalismo católico"(?).
Vale la pena recordar que ya hace poco más de un año me vi obligado a denunciar públicamente ("¿Un capitalismo católico?", en ABC de Toledo, 2 y 3 de mayo de 2000) ciertos intentos de enajenar y desvirtuar el claro mensaje antiliberal de la Encíclica Centesimus Annus. Si ahora hago lo propio, no es por anhelo ninguno de notoriedad, sino por puro apego a la verdad y a la justicia, eso tan malbaratado y escaso -a lo que se ve- en los tiempos que vivimos.
Me refiero, por ejemplo, al artículo que el domingo día 26 de noviembre del 2000 publica en ABC (pág. 57) el economista y flamante Premio Príncipe de Asturias don Juan Velarde Fuertes ( "Iglesia y eficacia económica" ), o el que aparece con la misma firma en la página 5 de Alfa y Omega nº 272, suplemento religioso del mismo diario ABC, de fecha 13 de septiembre del 2001 ( "La Iglesia y el dinero" ), y en los que se pretende dejar como inconcusa la idea -absurda, como veremos- de que en el origen de todo el pensamiento capitalista está nuestra bendita Escuela de Salamanca, núcleo como es sabido de la ciencia escolástica del siglo XVI y alferecía inevitable de la Reforma católica. Reproduzco un párrafo textual del último de los artículos citados: "El capitalismo naciente, que ha puesto así a su favor a la escolástica tardía, logrará pronto el apoyo de la Escuela de Salamanca. Con Domingo de Soto o Tomás de Mercado, y, por supuesto, con toda esa pléyade de discípulos de Francisco de Vitoria que encabeza Martín de Azpilcueta, al justificar el pago de intereses, se abre una comprensión nueva del fenómeno económico desde el punto de vista de la Iglesia Católica".
Vaya por delante mi respeto intelectual al señor Velarde Fuertes, de quien no cabe esperar que yerre por ignorancia. El hecho de que la Escuela de Salamanca fijase las bases para una ciencia económica mediante la enunciación de una teoría del dinero y de los cambios no la convierte per se en teorizadora del capitalismo. "Ciencia económica" y "capitalismo" no tienen por qué ser términos sinónimos, por más que pese a algunos conspicuos liberales. Ya sabemos cuán atractivo resulta apropiarse de todo cuanto el pasado ha dado de digno a la Historia. Siempre habrá quien encuentre un nexo; siquiera el del tiempo transcurriendo por encima de nuestras cabezas.
En todo caso, llenar tres cuartas partes de una página de ABC en letra menuda para demostrar, dato a dato, que los intelectuales y teólogos españoles del siglo XVI estudiaron con detenimiento y acierto la vida económica de su tiempo, no basta para concederles por lo mismo la cualificación de precursores de un más que presunto "capitalismo católico". Ni de Martín de Azpilcueta, llamado "doctor navarro" (1482-1586), ni de Domingo de Soto (1894-1560), ni de Tomás de Mercado (1530-1576), es posible afirmar tal cosa. Soslaya Velarde, por ejemplo, que Soto pasó por ser en su tiempo uno de los máximos defensores del orden económico bajomedieval, o que Azpilcueta y Mercado se caracterizaron públicamente por sus ataques inmisericordes a la usura y a la aplicación ilimitada de la libre concurrencia según la "ley de la oferta y la demanda".
Muestra más que inequívoca de todo esto es el Comentario resolutorio de cambios (1556) de Azpilcueta, donde se propone con rotundidad "acabar de desterrar de sus reinos [los reinos españoles] los remolinos de las usuras" (apud Abellán, José Luis: Historia crítica del pensamiento español, vol. 2, La Edad de Oro, siglo XVI. Barcelona, Círculo de Lectores, 1979; pág. 632). Otro tanto ocurre, por otra parte, respecto de la justificación moral de la "ley de la oferta y la demanda", de la que asegura el mismo Tomás de Mercado en su Suma de tratos y contratos (1569): "Hay algunos que, viendo menesteroso al prójimo, suben el cambio, sabiendo que no puede dejar de tomar. También, si alcanzan que el otro ha de interesar mucho en Flandes o en Venecia o en Florencia, quieren, como participando de la ganancia, cargarle en los intereses, como dicen, un quintal. Y cuán torpe e ilícito sea parece claro en las ventas y compras, do no es lícito, como dijimos, llevar vendiendo más de lo que vale, aunque tenga extrema necesidad de ello el que compra o por mucho que espere ganar en ello revendiéndolo" (apud Díaz Plaja, Fernando: Historia de España en sus documentos, Siglo XVI. Madrid, Cátedra, 1988; pág. 427).
A Domingo de Soto (en su libro Deliberación en la causa de los pobres, 1545) debemos, por su parte, una de las más firmes defensas de la actuación pública a favor de los desfavorecidos; en la misma línea, por cierto, que la trazada anteriormente por Luis Vives en De subventione pauperum (1526), donde se proclama que “lo que da Dios a cada uno no se lo da para él solo”, planteamiento notablemente similar al de la actual Doctrina Social de la Iglesia y definido por Abellán, que es de quien recojo la cita, como “claramente colectivista” (Abellán, José Luis: Historia crítica del pensamiento español. La Edad de Oro. Siglo XVI. Barcelona, Círculo de Lectores, 1992; pág. 147).
Compruébase, por tanto, hasta qué punto es equívoco -no me atrevo a decir que mendaz por no entrar en valoraciones morales- el planteamiento de Velarde. Lo penoso, en todo caso, no son las ficciones histórico-económicas de éste, que tiene derecho a malbaratar su reputada credibilidad intelectual de la manera que le parezca; peor es que tengamos que venir los "indocumentados", los "pequeños", los "profanos", a rebatir tales maniobras y no surja respuesta más contundente ni más autorizada desde las propias aulas universitarias. Es verdad que el rey va desnudo, pero al parecer nadie en la Corte se atreve a proclamarlo. No tardaremos, sin embargo, en verle las vergüenzas. Al tiempo.
http://es.geocities.com/miguelargaya...o_catolico.htm
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