Obrigado, Imperius. Muito interessante.
Obrigado pelos links Sr.Hyeronimus, vou já começar a lêr. Se quiser saber sobre a luta dos portugueses contra Napoleão aconselho-lhe a ver http://reffoios.com/invasoesfrancesas/ . Esta tudo explicado de forma clara e simples, mas acima de tudo recomendo esse link por se basear nas obras de grandes historiadores portugueses como José Hermano Saraiva e Joel Serrão. Espero que o link seja esclarecedor para si, e já agora diga o que acha porque as invasões francesas dão sempre espaço a jacobinismos por parte dos ecritores.
Saludos e muchas gracias.
Obrigado, Imperius. Muito interessante.
Las Cortes de Cádiz de 1812, el ideario de la Revolución Francesa y la herencia política de España
por José Fermín Garralda Arizcun
Un análisis de las tres tendencias políticas en España hacia 1812, las tres tesis sobre el afrancesamiento de la constitución de 1812 y los argumentos que demuestran el afrancesamiento de la Constitución de 1812
1. Introducción
Este artículo se centra en la Constitución de 1812, próxima en el tiempo y contradictoria en sus contenidos al levantamiento religioso, patriótico y monárquico español de 1808 (estamos en su bicentenario) contra los Bonaparte, que representan la Revolución francesa moderada o conservadora. Digamos que en este levantamiento participaron ilustres navarros como el famoso guerrillero Francisco Espoz y Mina, del que José María Iribarren cuenta cómo por entonces rechazaba dicho texto constitucional, aunque después, por despecho, abrazase la causa liberal. Siguen los testimonios de la época, las investigaciones de historiadores clásicos y recientes y de diversos constitucionalistas actuales, y algunos datos significativos sobre el Reino de Navarra -incorporado a Castilla en 1513-1515- y su “Cabeza” la ciudad de Pamplona.
La presente aportación tiene un carácter histórico y demostrativo. Se funda en fuentes bibliográficas por abarcar todo el ámbito español peninsular, aunque también conozcamos las fuentes archivísticas del Ayuntamiento de Pamplona y del Archivo General de Navarra del s. XVIII hasta 1833, y, para 1820-1823, también del Archivo Provincial de Santander. Así, la historia general se conecta con la historia local y Regional.
Hace ocho años, con el título “La influencia del ‘europeísmo’ en España desde la Revolución Francesa” (abril, 1999) mantuve en una conferencia las dos tesis siguientes : 1ª) Las ideas revolucionarias y anticristianas en España no son endógenas, es decir propias, sino exógenas, pues primero se formularon y cuajaron fuera de España -Inglaterra, Francia...-, y después llegaron a España conducidas por minorías activas; 2ª) Las reformas propiamente españolas –novadores hacia 1680, ilustrados tradicionales en la segunda mitad del s. XVIII y renovadores desde comienzos del s. XIX-, fueron desvirtuadas por los revolucionarios liberales. Es más, la mayoría del pueblo español estuvo apegado a una concepción católica y tradicional de la vida y de la política, separándose de los políticos liberales en 1814, 1820-1823 y tras 1833, originándose un fuerte distanciamiento entre la España real (con minorías liberales) y la oficial. </SPAN>
Adelanto algunas de nuestras conclusiones de este trabajo al impaciente lector. Considero que la Constitución liberal de 1812 supuso una importantísima revolución política, culminó la revolución naciente en las ideas de algunas minorías en España, rompió con la tradición social y política de la monarquía española o bien con la Constitución histórica de España, estuvo muy influida de la Constitución francesa de 1791, y siguió las ideas revolucionarias de Francia y, en mucho menor grado, de Inglaterra. Las Constituciones posteriores del s. XIX, conservadoras o progresistas, siguieron, con oportunos matices, el modelo liberal inaugurado en 1812. La Constitución de 1837 también estuvo influenciada por la Constitución belga, y la de 1845 por el modelo francés. Si para algunos este tema puede ser poco significativo, quizás sea por un improcedente apriorismo de no aceptar la influencia extranjera en la revolución liberal, por no profundizar en la historia de las ideas, o bien por considerar estas últimas irrelevantes a beneficio de una orientación únicamente economicista.
Para que este trabajo no sea innecesariamente prolijo, es obligado sintetizar. Tomemos como punto de partida la opinión del folleto anónimo y demostrativo titulado “¿Por qué cae la Constitución en España?” (1), publicado en la época de la primera Constitución. Después de destacar algunas afirmaciones nucleares, examinaremos qué hay de verdad en lo que dice al respecto. Entre otras muchas, este folleto desarrolla las ideas siguientes: </SPAN>
a) Los constituyentes de Cádiz afirmaron que deseaban asegurar las Leyes Fundamentales, aunque las trocaron por otras destruyendo dichas Leyes. Presentaron sus innovaciones diciendo retomar la tradición política española, pero para modificarla esencialmente. Así, pretendieron fundar España y hacer una Revolución en las leyes y, desde ellas, remodelar la sociedad española, católica y tradicional.
Dice el folleto: “Es cierto que las Cortes, según se lée en el encabezamiento ó prólogo mismo de la Constitucion política de la monarquía, no se propusieron cambiar las leyes fundamentales, y que por el contrario, su único objeto fué asegurar su observancia por medio de providencias oportunas: pero ello es evidente, apesar de todas las protestaciones, que en realidad se trastornó todo el órden antigüo, que se destruyó todo el fondo de la monarquía sin dejar de este genero de gobierno poco mas que el nombre, que se excluyó al Monarca del exercicio directo del poder legislativo, que se le limitó de una manera extraordinaria el uso del executivo, que se depositó la verdadera soberanía en una junta popular por mil titulos, y en una palabra, que se estableció en lugar de nuestra antigüa monarquía moderada, una democracia casi absoluta” (p. 6). (La grafía es del original). </SPAN>
b) El nuevo edificio político de 1812 que destruía al antiguo, se disfrazó con un ropaje tradicional, para hacer mucho más fácil la introducción en la sociedad de las ideas revolucionarias.
Primero los ilustrados innovadores y los afrancesados, y después los constituyentes liberales, encubrieron, más o menos conscientemente, la influencia extranjera y la ruptura ideológica que suponía la Constitución de 1812, y lo hicieron con una retórica de apariencia tradicional y unos “ropajes nacionales”. Se quiso evitar que la Constitución fuese acusada de extranjera, como fueron acusados Napoleón, su hermano José Bonaparte y la Constitución de Bayona del 6-VII-1808.Según Palacio Atard, al apelar a las antiguas leyes españolas, “al envolverlas en esa aureola ‘restauradora’, (las formulaciones modernas) se hacían más fácilmente admisibles en el medio ambiente español de aquella hora, medio ambiente de exaltación patriótica, nacionalista y antifrancesa” (p. 59).
Afirma el folleto: “Desde que se dió por sentado que las cortes debian dedicarse á asegurar la observancia de las leyes fundamentales, no se les podia contestar el derecho de examinar y fixar quales eran dichas leyes: y no se necesitaba mas que disfrazar con el trage de leyes antiguas, otras, cuyo fondo fuese diverso, para obrar una variación substancial en la antigua constitucion. He áqui justamente lo que se hizo por medio del nuevo codigo, en que bajo el nombre de Cortes, se introdujo una representación nacional, no solo diversa de la antigua, sino opuesta diametralmente; en que, bajo las expresiones y apariencias mayores de respeto á la dignidad real, se despojó al monarca de su verdadera autoridad, haciendola pasar insensiblemente al seno del nuevo cuerpo legislativo; en que, bajo el aparato mas solemne de celo por la religión catolica, se abrió una puerta escusada á la tolerancia; y en que, á titulo de asegurar las Americas unidas á la peninsula, se les concedió carta de libertad y de independencia” (p. 19-20).
También el historiador Juretschke afirma que dichos modelos innovadores procedían de los modelos franceses, y que los liberales “(...) tenían un cuidado extremo, aun al aceptar principios y modelos franceses, de revestirlos con trajes españoles y de presentarlos como propios” (2).
c) Las innovaciones liberales de la Constitución de Cádiz tuvieron una intensa influencia francesa:
“La Constitución que haya de gobernar á España, es menester que sea indigena del país, de casta española; y nuestras antiguas leyes reunen estas cualidades sobre el resto de sus prendas que han formado la Nación tal qual es” (p. 30).Continúa el folleto: “Y lo peor es, que como las providencias dictadas por las Cortes en estos puntos son las mismas que las dictadas por las asambleas constituyente, y legislativa de Francia, para aniquilar el católicismo en aquel reyno; el pueblo se ha persuadido intimamente de que el fin de nuestra constitucion, y de nuestros legisladores es el mismo que el de la constitucion, y asambleas de Francia; es decir, la destrucción de toda religión, y con especialidad de la católica” (p. 12). (Bastaba recordar la labor de las Cortes de Cádiz y de los Gobiernos del Trienio Liberal). “Adoptada en España la Constitución francesa de 1791, era necesario experimentar efectos semejantes á los que experimentó esta nación en aquella epoca” (p. 21-21). “¿Qué tiene pues, que esperar hoy la Constitución de parte de sus verdaderos autores?. Lo mismo que la Constitución francesa de 91 de la convención nacional” (p. 22).En resumen, concluye el autor del folleto que comentamos:
Hasta aquí algunas de las ideas de dicho folleto relativas al tema que nos ocupa. Ahora bien, ¿qué hay de todo esto?. ¿Fue acertado dicho publicista según la ciencia histórica?. ¿Qué han dicho historiadores y constitucionalistas?. En su día hubo una polémica sobre el carácter extranjerizante de la Constitución de 1812, que personalmente considero zanjada con argumentos a favor de que la influencia francesa fue decisiva. Esta polémica sobre las influencias de las ideas de 1812 y los estímulos constituyentes, tiene siempre un renovado interés, y podemos volver a ella aunque estemos en condiciones de afirmar, con sólidos argumentos, la decisiva influencia francesa o extranjera sobre la Constitución de 1812. Negarla, pudiera encubrir una parcialidad interesada, resistiéndose a atribuir al extranjero el mérito y originalidad de las reformas de Cádiz para adjudicárselo a los diputados liberales gaditanos, que así aportarían algo original a la Europa revolucionaria. Esto no impide reconocer que hay cinco elementos propiamente españoles en dicha Constitución, aunque en cuestiones secundarias y precisamente en lo menos liberal como es el tema religioso, ya que la Constitución admite la confesionalidad y unidad católica, con el disgusto y tolerancia de los liberales gaditanos.
2. Tres tendencias políticas en España hacia 1812 </SPAN>
Desde el punto de vista religioso, en la España del siglo XVI, la influencia de la ruptura protestante de más allá de los Pirineos, y el falso iluminismo y misticismo propios de Castilla, precedieron al enciclopedismo y a la Revolución francesa en el tiempo, sin que exista relación alguna entre aquellas y estas tendencias.
Si, en Francia, el protestantismo y luego el jansenismo del s. XVIII tuvieron concomitancias con las ideas enciclopedistas, en España el jansenismo fue socialmente reducido, conociéndose más un regalismo por otra parte coincidente en no pocos puntos con el posterior liberalismo.
Por otra parte, si en España, desde el punto de vista político, el absolutismo monárquico del s. XVIII fue de origen francés, se encarnó en Felipe V de Borbón, y fue contrario a la monarquía tradicional de los Austrias, también las posteriores tendencias revolucionarias liberal, socialistas y anarquista, fueron de origen extranjero en los sucesivos siglos XIX y XX.
La europeización del siglo XVIII español supuso el absolutismo y el centralismo borbónicos, éste último a partir del Decreto de pérdida de los Fueros de la Corona de Aragón en 1707-1714. Por lo que afectaba al Reino de Navarra –cuya originalidad jurídico-política en el s. XVIII era evidente en la Europa del absolutismo-, la política antiforal de los ministros será patente desde 1775. Se sucedieron, como moda de la época, el afrancesamiento de las élites de fino bastón y pelucón blanco y el racionalismo contrario al tomismo filosófico, a las costumbres populares, y a múltiples aspectos de la vida de los españoles en general. Apareció el sensualismo que quiso elaborar las ideas a partir de la sola sensación y el eclecticismo o escepticismo de salón y después de tertulia y café. Tuvo lugar el deísmo práctico -no ya doctrinal pues en España hubo pocos enciclopedistas de este tino- frente a la Revelación y la Providencia divina, y el jansenismo de minorías de clérigos activos que incluso estuvieron presentes en las Cortes de Cádiz, tales como Villanueva, Espiga, Oliveros, y Ruiz Padrón. El siglo XVIII albergó el anticlericalismo de un Mariano de Urquijo, de ciertos condes como el de Aranda, y de funcionarios como Olavide y de otros de segunda categoría como León de Arroyal. Ahí está también el despotismo ilustrado ministerial que culminó con Manuel Godoy, etcétera.
Digamos también que, en los siglos XVIII y XIX, entró, desde más allá de los Pirineos, el masonismo de origen inglés (recordemos al duque de Wharton en el Madrid de 1727) dependiente de la Gran Logia de Inglaterra, o bien de origen francés como el Gran Oriente fundado en España por las espadas, columnas y galas napoleónicas. En relación con esta sociedad secreta -o secta-, es conocido que los momentos más radicalizados de la política española han coincidido con su auge y presencia en las altas esferas del poder político: el trienio constitucional (1820-1823), el sexenio revolucionario (1868-1874), y la IIª República (1931-1939).
¿Qué decir de la reacción popular?. Durante la tranquila y apacible etapa de los primeros Borbones posterior a 1714, en unos u otros lugares y de una u otra manera, hubo una reacción a las innovaciones que quebraban el sentir tradicional y católico, importadas del otro lado de los Pirineos. El siglo XVIII se inauguraba con la guerra de Sucesión (1700-1714), de complejos perfiles, que Francisco Canals Vidal ha estudiado sobre la tradicional Cataluña de una forma original y profunda (3). Más adelante, después de medio siglo, en una parte de la España peninsular estallaba el motín de Esquilache (1767) con un carácter espontáneo y vehemente, tradicional y popular, antiabsolutista y contrario al despotismo ilustrado. El recorte de capa y sombreros decretado por el marqués de Esquilache, y la subida de precios de primera necesidad, ocultaban problemas de mayor calado de carácter político. Añosdespués, tuvo lugar la guerra contra la Convención francesa por deicida y regicida (1793-1795) –esta “Guerra Gran” fue muy popular en Cataluña- y, en la Corte, estallará el motín de Aranjuez (1808) dirigido por élites fernandinas. Durante todo el mes de mayo de 1808, estallaron sucesivamente numerosos motines en abundantes ciudades de España, por ciertoque muy alejadas entre sí, impulsados por una minoría fernandina, rectora e inteligente, organizada en suma, según ha mostrado Corona Baratech (4).
¿Los precedentes de 1812?. Para algunos historiadores, la Revolución de Cádiz sólo fue fruto de la improvisación por las circunstancias de la guerra, como en su día dijeron Alcalá Galiano o Rico y Amat. Otros, como Comellas, creen que en Cádiz cristalizó un proceso evolutivo previo de consolidación ideológica. En realidad, ambas afirmaciones se concilian. Por su parte, Feijoo sembraba la posterior lucha de algunos contra los privilegios estamentales. Otros autores criticaron la amortización de la propiedad, y defendieron la libertad económica así como la del trabajo frente a los gremios. Es evidente la elaboración doctrinal de Pérez Villamil, Capmany, Jovellanos etc. antes de celebrarse las Cortes. También Rodrigo Fernández Carvajal indicó la influencia de Condillac en España durante el ocaso del s. XVIII. En fin, es una realidad la recepción de ideas foráneas en relación con el Derecho Político y el Derecho Natural tras 1789.
En tiempos de crisis a finales del siglo XVIII, el tradicionalismo del pueblo español podía adaptarse a las nuevas circunstancias y ofrecer una solución a los problemas de España. Señalemos a los ilustrados (humanistas o científicos) de corte tradicional. Hablemos en política del Realismo renovador, compatible con una ilustración entendida como mejora de los diferentes aspectos de la vida, mejora que sin embargo deseaban monopolizar quienes tenían ideas racionalistas y afrancesadas. Así, en la España de comienzos del s. XIX, no había dos tendencias políticas, liberales o patriotas y absolutistas o serviles. Lógicamente, los calificativos de patriotas y serviles los idearon, estableciendo una hábil y engañosa dicotomía, los mismos liberales para identificarse a sí mismos y acusar a sus contrarios. Muchas veces se ha repetido esta dicotomía simplista y falsa, generadora y orientadora de filias y fobias, siendo lugar común en los libros de historia para animación y solaz de los estudiantes de los diferentes niveles académicos.
Digamos más bien que en España había al menos tres tendencias políticas. Ya es clásica la diferenciación de Suárez Verdeguer entre conservadores o absolutistas, tradicionales o renovadores, y liberales o innovadores (5). También Carlos Corona Baratech diferencia unos grupos similares a estos en relación con los ilustrados del s. XVIII, como antes analiza a los novadores de Castilla a finales del s. XVII bajo el reinado de Carlos II el Hechizado (6). Coinciden con Suárez otros historiadores como Comellas, Andrés-Gallego, Fernández de la Cigoña (7)etc. Realista renovadora en política, es decir, no absolutista, era la monarquía de los Austrias a pesar de algunas tendencias cesaristas como el conde-duque de Olivares.... Lo era la defensa de los Fueros por la Corona de Aragón en 1705-1714 –entre otros móviles de la guerra de Sucesión española-, el motín de Esquilache de 1767, la defensa que el Reino de Navarra hizo de sus Fueros frente al absolutismo desde 1775 hasta 1829 y en adelante, el Manifiesto de los Persas de 1814, las tesis del P. Francisco Alvarado en sus Cartas inéditas que comenzó a escribir en 1810 etc. (8). Y luego los realistas de 1821-1823 y los carlistas de 1833.
Según esto, no sólo los afrancesados querían reformas. Las tendencias reformistas incluían la posición popular del motín de Esquilache de 1767, la postura aristocrática del motín de Aranjuez de 1808, la posición jovellanista durante la preparación de las Cortes de 1812, los partidarios de que el Reino de Navarra y sus vecinas Vascongadas mantuviesen sus instituciones forales, todo ello sobrepasando los límites reducidos del Liberalismo. Los liberales, más que una reforma hicieron una verdadera Revolución, que fue pacífica en las Cortes, aunque se hizo sin los españoles y en contra de sus creencias, mentalidad, valoraciones y formas arraigadas de vida. Luego llegaron los conflictos de todos conocidos.
3. Tres tesis sobre el afrancesamiento de la Constitución de 1812</SPAN>
¿Qué es una Constitución ? . En un sentido amplio, una Constitución es el instrumento técnico que tiene el Derecho para articular, mediante normas jurídicas, la estructura básica de la comunidad civil en el ámbito político, así como la posición de las personas y las comunidades intermedias en él y ante él. Ahora bien, hay Constituciones históricas o tradicionales, llamadas Leyes Fundamentales en España, o Constituciones liberales como la de Cádiz cuyas influencias extranjeras vamos a analizar en este trabajo. Una Constitución se define como “el Derecho fundamental que define un régimen político” (Sánchez Agesta). El liberalismo pudo polarizarse en la delimitación de los derechos individuales y en otros aspectos con el objeto igualmente de limitar al poder político. Por su parte, el pensamiento no liberal se centraba en la protección y el desarrollo armónico (orgánico) de la comunidad civil en el tiempo, y en aquello que la suprema potestas (los poderes de la familia real) podía y debía servir en aras a dicha protección y desarrollo social (8b).
La Revolución francesa no sólo se circunscribió a Francia, sino que fue un hecho de proporciones universales. La Constitución de 1812 se elaboró mientras el pueblo español se enfrentaba a muerte a Napoleón, envuelto aquel en la bandera de la Religión católica, de la Patria española y del Rey Fernando VII. Esta emblemática guerra fue por la Independencia frente a los usurpadores Bonaparte y, sobre todo, frente al anticristianismo y el despotismo que significaban el afrancesamiento, las ideas enciclopedistas, y la Revolución francesa, uno de cuyos epígonos conservadores fue el gran corso Napoleón. El texto constitucional fue expresión de las ideas liberales de una minoría de españoles que se llamaron patriotas, aunque contradictoriamente siguieron el ejemplo de la Revolución francesa en plena guerra. El pequeño y resuelto grupo de diputados de Cádiz -sobre todo los llamados suplentes-, formado en el filosofismo del siglo XVIII, introdujo, mediante procedimientos anómalos y buscando la ocasión propicia, el espíritu y las instituciones de la Francia revolucionaria. Este grupo de personas sustituyeron la suprema potestas (”soberanía” relativa o limitada) del monarca por la llamada soberanía esencial de la Nación (Art. 3), y cambiaron las Leyes Fundamentales por una Constitución escrita con mayúsculas. </SPAN>
Fernández de la Cigoña, al analizar la labor de las Cortes de Cádiz, recuerda un importante tema resuelto por otros autores cuando afirma: “No insistiremos en la tan debatida cuestión de si la Constitución española fue o no copia de la francesa de 1791, como Vélez no sólo indicó sino intentó demostrar. La tesis contraria fue defendida últimamente por Diego Sevilla Andrés, siendo apoyado después por Artola. Suárez da la razón a Vélez y, tras el estudio de Diem, la cuestión de la influencia de los textos galos de 1789, 1791, 1793 y 1795 y de la constitución de Bayona en la de Cádiz resulta inapelable” (9).
La influencia de las ideas extranjeras en los liberales de Cádiz ha sido estudiada por historiadores y constitucionalistas, que han configurado tres posturas básicas que pasamos a analizar.
3.1. Tesis 1ª: La influencia francesa en la Constitución de 1812 fue una más entre otras.
Quienes esto defienden, ofrecen una visión idealizada de las instituciones medievales, y mantienen que las Cortes de 1812 actualizaron las instituciones tradicionales. Además, señalan la influencia de otros países como Inglaterra. Así, la Constitución de 1812 tendría importantes rasgos de originalidad española.
Para Diego Sevilla Andrés, la Constitución de 1812 estuvo fuertemente influida -además la innegable pero menor influencia francesa de Montesquieu-, por la experiencia inglesa, es decir por Locke y el filósofo Bentham. Es más, dicha Constitución sería un compromiso entre los principios tradicionales y los revolucionarios, de suerte que la influencia de la Constitución francesa de 1791 sería una influencia más. A Sevilla Andrés le sigue el profesor Miguel Artola en cuanto aquel pretende deshacer los argumentos del P. Vélez y señala que el rey mantenía sus competencias. Le acompaña el historiador Jover que destaca el tema religioso como elemento que diferencia la Constitución gaditana y la francesa de 1791 y otras posteriores. También le apoya Manuel Martínez Sospedra, que afirma la diferencia entre ambas constituciones por lo que respecta a la naturaleza y limitación del poder, a la soberanía y la concepción de los derechos individuales, y a los poderes y organización de estos. No obstante, éste último reconoce que la de Constitución de Cádiz tiene alguna influencia de la de francesa de 1791. Pues bien; todos ellos piensan que la Constitución de 1812 es original, y que la afirmación del capuchino Fr. Rafael Vélez realizada en 1813, según el cual la Constitución de 1812 era copia de la francesa de 1791, es exagerada. Sin embargo, la idea de dicha originalidad española no es nueva, pues la lanzó el liberal Francisco Martínez Marina en 1813 (10), seguramente con la idea de mostrar la fidelidad de la labor de las Cortes respecto al texto de su convocatoria, que hablaba de reforma y no de ruptura, y también para evitar la oposición del pueblo español el nuevo texto constitucional.
Por su parte, Vicente Palacio Atard afirma la dualidad de raíces españolas y extranjeras, aunque con poco convencimiento, de manera que soslaya el tema de las influencias y dirige la atención a otros aspectos, desplazando el plano ideológico por el sociológico. Así es cuando afirma que los constituyentes de Cádiz eran continuadores de las ideas y obras del gobierno del siglo XVIII, pero imprimiéndoles un nuevo sello y acelerando su ritmo. Serían “los hijos díscolos de la Ilustración” afrancesada, en cuanto opuestos al despotismo por muy ilustrado que fuera (11). Ahora bien, preguntamos, ¿es que las ideas y obras del despotismo ilustrado eran propias de la tradición española, y respetaban las leyes y costumbres de su monarquía social y católica?. ¿No eran similares a las nuevas ideas imperantes en Europa desde Lisboa hasta Moscú?. ¿No marcaba Francia la moda en las costumbres y hasta en la lengua a lo largo y ancho de toda Europa?. ¿No se hablaba habitualmente francés en la Corte ilustrada de la zarina Catalina la Grande?. ¿Y qué decir de las ideas, de la Enciclopedia y de los folletos y panfletos prerrevolucionarios, expandidos en Francia y hasta en Versalles, incluso si nos retrotraemos hasta los tiempos de Luis XIV y del gran Bossuet?. Muchas preguntas estas que pasaremos a clarificar. </SPAN>
3.2. Tesis 2ª: La Constitución de 1812 fue una copia servil a la francesa de 1791, de manera que la influencia española fue nula. La Constitución de 1812 sería extranjerizante y buscaría crear un Estado Nuevo.
Esta tesis la defiende y argumenta–aunque no en todas sus partes con éxito-, el fraile Rafael Vélez, que fue Obispo de Ceuta y Arzobispo de Santiago, en su Apología del Altar y del Trono (1818). Este autor fue el primero que comparó en columnas paralelas las Constituciones francesa de 1791 y de Cádiz de 1812, encontrando 99 artículos semejantes. Esto le llevó a concluir que “la Constitución de Cádiz está copiada en su mayor parte de la de los asambleístas de París”. Así, la Constitución de 1812 sería un plagio de la francesa de 1791 (12). Sevilla Andrés y Martínez Sospedra (1975) creen que esta postura del P. Vélez es excesiva, aunque otros autores valoran positivamente sus tesis fundamentales. </SPAN>
En su Apéndice a las Apologías (Valencia, 1820-1825), el P. Vélez escribió: “No tengo más objeto que manifestar: 1º Que las reformas hechas por algunos pocos españoles contra la religión y el Estado en tiempo de las llamadas Cortes, todas han sido las mismas que las que los filósofos de la Francia trataron de realizar para acabar con los tronos y destruir la Iglesia de Jesucristo” (13). Según el P. Vélez, “hay un paralelismo entre las medidas tomadas en España y los proyectos y medios empleados en Francia contra la religión católica”, y cree que “las Cortes de Cádiz apuntaban con sus medidas al mismo objetivo que los revolucionarios de Francia” (14).
Si bien el P. Vélez exagera algunos paralelismos, otros que señala son “más razonables y profundos, (y) permanecen intocables”. Por ejemplo, el relativo a la estructura del texto de 1812 cuyos 10 títulos presentan notables similitudes con la Constitución de 1791, el carácter similar de los principios de ambas constituciones, así como de las instituciones creadas. Sabemos que el padre Vélez fue perseguido por los liberales durante el Trienio Liberal y luego en 1835-1844 al oponerse a la desamortización y exclaustración de frailes.
3.3. Tesis 3ª: La Constitución de Cádiz estuvo muy influida por las Constituciones francesas. Esto suaviza la conclusión del P. Vélez que se mantiene en lo fundamental. No hay influencia española en la Constitución gaditana, salvo en el ropaje y poco más. Como dice el P. Vélez, la Constitución de 1812 tiene un carácter extranjerizante y no pretende mejorar y actualizar las instituciones tradicionales sino crear un Estado Nuevo.</SPAN>
Según diversos autores, a comienzos del siglo XIX las masas estaban convencidas “de que no existía tradición nacional histórica que condujese a un constitucionalismo moderno” (15). Por otra parte –y como ya hemos dicho- había un “convencimiento casi unánime de que era necesaria una reforma de las estructuras institucionales del Antiguo régimen”, expuesto desde diversas mentalidades según Palacio Atard (16).
Para esta tesis, no hay divergencia entre las Constituciones de 1812 y la francesa de 1791. No en vano, Joaquín Villanueva no pudo encontrarlas en 1820, y demostrar la raíz tradicional de la Constitución de 1812 es más que trabajoso, e incluso imposible según Sánchez Agesta. </SPAN>
Desde su origen hasta hoy, en numerosas ocasiones se ha señalado el afrancesamiento a la Constitución de 1812. Por ejemplo, en el Manifiesto de los Persas del 4-V-1814 –propio del realismo renovador o tradicional español-, cuyos 69 firmantes serán perseguidos durante el Trienio Liberal. Fernando VII, al anular la labor gaditana, dijo que ésta había copiado los principios revolucionarios y democráticos de la Constitución Francesa de 1791. Así mismo, un conocido autor como el P. Francisco Alvarado, el “filósofo Rancio”, afirma en sus Cartas críticas... (4 vols., Madrid, 1824-1825) que la Constitución era un “trasunto de la francesa”, y, en su quinta carta de sus Cartas inéditas -comenzadas a escribir en 1810- dice que España tenía su propia Constitución, y que era “la más completa y racional de cuantas se conocían en el mundo” (17). El marqués de Miraflores (Memorias, 1843, p. XXIII) señala que “esa misma Constitución escrita, dada en Francia en su primer ensayo constitucional, fue por la que se modeló la Constitución de 1812 en Cádiz”.
Además de estos autores de tendencia realista, la notable influencia de las Constituciones francesas en la de Cádiz también es afirmada por los liberales Alcalá Galiano (1846) –“exacta copia del original francés”-, Martínez de la Rosa –“mostraba sobradamente su origen extranjero”-, y Rico y Amat (1860 y 1862) –habla de “una exactísima traducción, una copia fiel de la Constitución de Francia de 1791”-. Esta misma tesis sobre la procedencia francesa la mantienen los tradicionalistas Jaime Balmes (1840) –dice que el pueblo español no estaba aclimatado a la llamada escuela filosófica francesa-, Donoso Cortés, el historiador Menéndez y Pelayo, Posada (1928), Fernández Almagro (1928) y un largo etcétera. </SPAN>
Por su parte, más recientemente, los constitucionalistas Sánchez Agesta (18) y García-Gallo piensan que las instituciones tradicionales española se vaciaron en un molde francés. Se trataría de ideas modernas, pero a veces revestidas con un ropaje antiguo. </SPAN>
En el s. XIX, Menéndez Pelayo defendió la importante influencia francesa en la obra gaditana. Con un método más moderno y elaborado, también lo defienden -aunque con algunas discrepancias secundarias por lo que respecta a su grado- historiadores actuales como Warren Martín Diem(19), Comellas García-Llera, José Andrés-Gallego, Ismael Sánchez-Bella, Federico Suárez, Carlos Flores Juberías, Fernández de la Cigoña, Alexandra Wilhelmsen y un largo etcétera. Diem consolida la tesis del P. Vélez, y añade otras fuentes francesas. Según Carlos Flores Juberías, aún sin ser un vulgar plagio o una copia servil de la Constitución francesa de 1791, la de Cádiz es “largamente deudora de ésta (francesa) en cuanto se refiere a sus principios e instituciones” (20).
Si los liberales insistieron que España carecía de constitución política, ¿a dónde fueron a buscar el modelo?. No lo buscaron en la España tradicional sino en la Francia revolucionaria. Podían haber mantenido y actualizado las Leyes vigentes olvidadas por la práctica absolutista y el despotismo ministerial. Podían haber recuperado instituciones perdidas; podían haber mirado el ejemplo del Reino de Navarra propio de la monarquía renovadora, Reino éste tan ensalzado por los liberales aunque luego lo igualaron a todas las demás provincias, consumando así la política antiforal de Godoy contra el viejo Reino, incorporado de forma “eqüe-principal” a Castilla en 1513-1515. Podían haber hecho todo esto y más, pero no fue así.
4. Argumentos que demuestran el afrancesamiento de la Constitución de 1812
Llegamos al núcleo de nuestra demostración.
4.1. Los autores
Muchos diputados de Cádiz estudiaron en la Universidad de Salamanca bajo los rectorados de los intelectuales liberales Tavira o de Muñoz Torrero. Quizás influyese en ellos, y en los muchos clérigos que asistieron a las Cortes, la doctrina de la transmisión del poder mantenida en la escuela de Salamanca, relativa al origen divino del poder y la transmisión de éste al pueblo organizado, que lo delega al gobernante. En tal caso, los doceañistas vaciaron de significado esta doctrina tradicional en el molde moderno o revolucionario de la soberanía nacional. </SPAN>El verdadero autor de la Constitución de 1812 fue el afrancesado Antonio Ranz Romanillos, que primero estuvo en Francia, llamado por Napoleón para redactar –y firmar- la Constitución de Bayona del 6-VII-1808, luego regresó a España al servicio de José Bonaparte y, después, por patriotismo, por despecho al no ser nombrado ministro, o bien porque los franceses perdieron la batalla de Bailén, se pasó a las filas de la Junta Central antionapoleónica. Fue él quien presentó un Proyecto a la Comisión, que los liberales llevaron al Pleno de las Cortes casi intacto, donde fue aprobado.
Los diputados de 1812 quisieron imitar con toda fidelidad a los hombres de las Asambleas revolucionarias francesas. Fernández Almagro señala que del total de 308 diputados (Suárez Verdeguer dice que juraron la Constitución un total de 302), había 97 eclesiásticos, 137 procedentes de las profesiones liberales (entre ellos 60 abogados) y funcionarios públicos, 56 miembros del Ejército y la nobleza titulada,15 propietarios y 5 comerciantes. Es decir, no se trata de las clases medias (industriales y comerciantes) sino de los sectores instruidos. La clase media silenciosa no participó en la acción de Cádiz, ni la respaldó, y el pueblo en general de toda España no prestó su consenso a la obra gaditana (21). </SPAN>
Para explicar cómo tan pocas personas pudieron tanto, esto es, saltarse la legalidad de la convocatoria a Cortes y sustituir las Leyes Fundamentales por una Constitución antiespañola y ajena al sentir de la nación española, hay que volver la mirada al “despotismo ilustrado” del siglo XVIII, a la crisis de la política absolutista de fin de siglo, y a la crisis económica de la Hacienda Real de Carlos IV. También hay que advertir la existencia de una ocasión bien aprovechada, provocada por la guerra contra los Bonaparte, la naturaleza de las nuevas ideas liberales que halagaban un haz de sentimientos humanos mientras su carácter racionalista las hacía fácilmente inteligibles, la capacidad organizativa de los liberales que ocuparon cargos intermedios, y la valía dialéctica de estos que, además, ocultaban la revolución en ropajes nacionales. </SPAN>
Un folleto anónimo de un afrancesado, publicado en Madrid en 1813 bajo el título Examen analítico de la Constitución política..., mostró que: “la comisión (de Cortes) ha esforzado sólo su ingenio para introducir en España la Constitución francesa del 91, aunque en la forma de las elecciones se ha separado de ella tomando la base y modelo de la que ha adoptado la Constitución, también francesa, llamada del año 8” (26). </SPAN>
4.2. Los diputados liberales dijeron que iban actualizar la monarquía tradicional. El “dicho” contra el “hecho”: testimonios liberales. </SPAN>
¿Es verdad que la Constitución de 1812 se inspiraba y actualizaba la monarquía tradicional -no absolutista- como decían los prohombes liberales?. La respuesta es negativa. La convocatoria a Cortes disponía una cosa y los diputados liberales hicieron otra aprovechando la ocasión. Citemos unos ejemplos. </SPAN>
El deseo de actualizar la monarquía tradicional lo expresaba la Regencia cuando convocó Cortes el 10-VI-1810 para “establecer y mejorar la Constitución fundamental de la Monarquía”, y no para hacer otra Constitución nueva. El presidente de las Cortes, Ramón Giraldo, diputado por La Mancha, dijo el 25-VIII-1811: “Hoy se empieza a discutir el proyecto formado para el arreglo y mejora de la Constitución política de la Nación Española” (22). Oliveros, vocal de la Comisión, afirmó que lo que se estaba haciendo era “explicar su Constitución, perfeccionarla y poner tan claras sus leyes fundamentales”, para que jamás se olvidasen y siempre se cumpliesen (23). También lo dijo el liberal Argüelles, cuando en su Discurso Preliminar de la Comisión, y con el objeto de oponer la monarquía limitada a la absoluta del siglo XVIII, confundía la monarquía limitada o tradicional con la constitucional liberal, en vez de identificar aquella con la monarquía efectiva de los Austrias. Asimismo, Argüelles afirmó -en el debate sobre la soberanía nacional- que no se buscaba una Constitución nueva, sino restablecer la antigua “mejorándola en todo lo que conviniese”, afirmación ésta que no se correspondía a lo que años después escribirá en La reforma constitucional (24). También era falsa la afirmación de Muñoz Torrero, según el cual “sólo hemos tratado de restablecer las antiguas Leyes de la Monarquía”, pues la Comisión constitucional, presidida por él, jamás consultó las Leyes fundamentales que decía desear restablecer (25). La misma confusión existió en el preámbulo de la Constitución de 1812, cuando la asimilaba a “las antiguas leyes fundamentales de esta monarquía”, o en el Manifiesto destinado a la Nación donde se anunciaba el fin último de la nueva Constitución de 1812. Para Tomás Villarroya, Suárez Verdeguer, Palacio Atard y otros muchos autores, esta confusión entre monarquía tradicional y la constitucional liberal se debía a la ignorancia, a desear dotar al nuevo texto de la autoridad de la historia, y a no querer presentarlo al pueblo español, mayoritariamente tradicional, como una novedad peligrosa y foránea. </SPAN>
4.3. Testimonios tradicionalistas para quienes España tenía su propia Constitución natural o histórica.
Si para los liberales España carecía de Constitución antes de 1812 –lo que no era cierto según sus oponentes-, era lógico que la nueva Constitución no actualizase las instituciones tradicionales sino que pusiera cualesquiera otras nacidas en su propia época, esto es, otras de carácter revolucionario. ¿Qué dijeron los tradicionalistas de entonces?. </SPAN>
En relación con la convocatoria a Cortes, el ilustre y castizo Jovellanos -tan mal conocido cuando algunos quieren convertirlo en liberal- afirmó en su dictamen -de orientación tradicional- a la Junta Central, depositado poco antes de 1812, lo siguiente:
“Y aquí notaré que oigo hablar mucho de hacer en las mismas Cortes una nueva Constitución, y aun de ejecutarla; y en esto sí que, a mi juicio, habría mucho inconveniente y peligro. ¿Por ventura no tiene España su Constitución?. Tiénela, sin duda; porque ¿qué otra cosa es una Constitución que el conjunto de Leyes Fundamentales que fijan los derechos del soberano y de los súbditos, y los medios saludables de preservar unos y otros?. ¿Y quién duda que España tiene estas Leyes y las conoce?. ¿Hay algunas que el despotismo haya atacado y destruido?. Restablézcanse. ¿Falta alguna medida saludable para asegurar la observancia de todas?. Establézcase. (...)
Tal será siempre en este punto mi dictamen, sin que asienta jamás a otros que, so pretexto de reformas, traten de alterar la esencia de la constitución española. Que en ella se hagan todas las mejoras que su esencia permita y que, en vez de alterarla o destruirla, la perfeccionen” (27). Así, no podía la nación “destruir su antigua constitución para formar una del todo nueva y diferente” aunque sí podía reformarla “conservando la forma esencial de nuestra monarquía, y asegurando la observancia de las Leyes fundamentales”, mejorándolas en lo posible, moderando el poder real y los privilegios gravosos, y conciliando uno y otro con los derechos de la nación (28).
En las mismas Cortes, un diputado tradicionalista por Sevilla, Francisco Gómez Fernández, exigió o retó, sin éxito hasta ser acallado con violencia verbal, que se estableciera con claridad y firmeza la vinculación de los artículos del proyecto constitucional con las antiguas leyes españolas, pues no veía esta vinculación por parte alguna a pesar de proclamarlo los liberales. En efecto, era imposible mostrar la raíz tradicional de la Constitución de 1812 (29), y los intentos posteriores de los liberales, Joaquín Villanueva y Agustín Argüelles, fueron vanos. </SPAN>
En este mismo sentido, Suárez recoge la siguiente afirmación del sacerdote Llaneras, diputado tradicionalista por Mallorca:
“La Nación española está constituida; tiene cabeza, que es Fernando VII, a quien V.M. en el primer día de su instalación juró solemnemente por su Rey y por su Soberano. Y si las Leyes fundamentales de la Monarquía o su Constitución necesitaban de mejorarse, esto mismo supone su actual existencia, porque no se mejora sino lo que se supone ya existente. Bajo esta consideración enviaron las provincias comitentes a sus diputados, no para dar a la Nación española una nueva Constitución fundamental, sino para mejorar la que hay de un modo que sea digno de esta Nación; veáse la convocatoria de las Cortes a que se refieren los poderes de sus diputados” (30). </SPAN>
De la misma manera, el Manifiesto de los Persas, del realismo renovador o tradicional, representaba a Fernando VII el 12-IV-1814 lo siguiente:
“ (...) Sentimos que para hacer disculpable la Constitución de Cádiz, se haya envuelto al Pueblo en la creencia de que a ella deben su libertad, siendo así que se la han conseguido las armas Aliadas, a los valerosos soldados Españoles bajo la dirección del inmortal Wellington (...) y también se le ha hecho creer que nuestros Reyes no tenían ni se gobernaban por Constitución, que eran unos déspotas, los súbditos esclavos, y que era menester arrancarles el cetro de hierro, o atarlo para mantener ilesa la libertad, la igualdad, los derechos imprescriptibles del hombre (...). Sí, Señor, Constitución había, sabia, meditada, y robustecida con la práctica y consentimiento general (...). Pero, Señor, algún tiempo hubo despotismo ministerial digno de enmienda; más éste no es falta de Constitución, ni defecto en ella, sino abuso de su letra” (párrafo 103). “(...) si bien el antiguo despotismo ministerial había cometido abusos, este no fue defecto del sistema” (párrafo 41). “Si, pues, había constitución meditada y ratificada por siglos, y su observancia causó la felicidad del Reino, era consiguiente que las leyes de España recopilasen las atribuciones de estas Cortes (...) (párrafo 115) (31).
Incluso un Informe del diputado gaditano, liberal sui generis, Antonio de Capmany, que en algunos importantes temas tenía una concepción tradicional fruto de su maduro estudio e investigación, afirmó:
“Asegurar, como dicen algunos, que jamás ha gozado España de una Constitución que contuviese en sus justos límites la autoridad soberana y las pretensiones de los vasallos, es ignorar nuestra historia, nuestras leyes (...)” (32).
4.4. Los historiadores opinan sobre el “afrancesamiento” de la Constitución de 1812
Según Suárez Verdeguer, la convocatoria y los problemas planteados por las Cortes de 1812fueron análogos al caso francés. Me refiero a la composición estamental o no de las Cortes, al número de Cámaras, a la forma de votar, etc. (33). Afirma: “Fueron los diputados de las Cortes de Cádiz, el pequeño y resuelto grupo conformado intelectualmente por los “filósofos” del siglo XVIII los que, con el Nuevo Régimen (el Régimen Liberal), introdujeron el espíritu y las instituciones de la Francia revolucionaria, sustituyendo la soberanía del Rey por la de la nación y las leyes Fundamentales por la Constitución (con mayúsculas) de la Monarquía española” (34). En otro orden de cosas, para Suárez son claros los argumentos históricos que muestran que la Constitución de 1812 se debía mucho a la francesa de 1791. Tanto él como otros autores, en coincidencia con el autor del folleto “¿Por qué cae la Constitución en España?”, ofrecen numerosos argumentos.
A continuación, enumeramos la gran similitud en los procedimientos, la convocatoria y el desarrollo, los contenidos, la redacción y la estructura, observados entre la Constitución de 1812 por una parte, y las ideas y Constituciones de la Francia revolucionaria por otra. Estas últimas fueron un claro precedente de la Constitución de 1812 tanto en el plano teórico como en el de la ejecución.</SPAN>
- 1. Como en Francia, no se consultó la Ley para reunir las Cortes, sino que “se trató (...) como una cuestión académica sacada a concurso, de modo teórico, sin la menor atención a la experiencia de los siglos y de las generaciones anteriores”. </SPAN>
- 2. Como en Francia, el 18-VI-1810 la Regencia -extralimitándose en sus funciones- convocó las Cortes con una Cámara única y sin estamentos, soslayando el proyecto de Jovellanos que la Junta Central había aceptado el 29-I-1810, proyecto que convocaba Cortes de dos Cámaras, la de diputados que representaban a los no privilegiados, y una Cámara alta con los estamentos privilegiados (lex-privata) de la nobleza y clero. </SPAN>
- 3. Como en Francia, se apeló al pueblo utópico, convertido en ente de razón, y no al pueblo real y concreto que luchaba a muerte contra los Bonaparte. </SPAN>
- 4. Como en Francia, se dio a los diputados facultades absolutas e ilimitadas, como si nada les obligara, y se dijo que representaban a toda la Nación y no tan sólo a la provincia a la que decían servir –pues en realidad no hubo elecciones-.</SPAN>
- 5. Como en Francia, no hubo una verdadera representación social en las Cortes a la hora de arrancar el edificio social, jurídico y político del Reino, ya por cambiar el objetivo de la convocatoria, ya por fallar el mandato imperativo y juicio de residencia, ya por el grave problema de los suplentes nombrados de forma irregular e interesada. </SPAN>
- 6. Como en Francia, se rompió con las Leyes Fundamentales “que hundían sus raíces en la realidad histórica, (y razonaban) con argumentos apoyados por leyes, tradiciones y costumbres”, rompimiento aquel efectuado a beneficio de teorías abstractas y razones de oportunidad. </SPAN>
- 7. Como en Francia, se hizo tabla rasa con la realidad espacio-temporal, creyendo que España carecía de Constitución política, a beneficio del acuerdo de los individuos presentes en las Cortes. </SPAN>
- 8. Como en Francia, los liberales pretendían que la Constitución fuese la liberación y la única norma de ciudadanía y patriotismo, e identificaban con la esclavitud a todo fundamento diferente a la soberanía nacional y como servil y enemigo del pueblo a quien no aceptaba el texto constitucional. </SPAN>
- 9. Como en Francia, se olvidaron de las reformas a beneficio de la revolución, y se soslayaron los problemas más urgentes, vitales e inmediatos. Estos problemas se agravaron, creándose otros mucho más dramáticos y persistentes, que –además- dividieron lamentablemente una comunidad política fuertemente unida antes frente a Napoleón. Esta división era evidente cuando se realzaba excesivamente, frente al pueblo que defendía a España ante el gran corso, a una minoría de españoles con ideas revolucionarias o afrancesadas.</SPAN>
- 10. Como en Francia, se realizó reformas eclesiásticas de forma unilateral, a espaldas de Roma, conforme al viejo regalismo absolutista anterior. </SPAN>
- 11. Como en Francia, y siguiendo al abate Sieyès, la nación era soberana como poder constituyente al igual que las Cortes que definían la Constitución, no estando la soberanía nacional en continuo ejercicio sino que encarnándose en la Constitución. </SPAN>
- 12. Como en Francia, el impulso centralista y uniformador, antiforal, está implícito en la misma idea de soberanía nacional. </SPAN>
Sí, todo ello como en Francia. </SPAN>
- 13. La imitación gaditana a la Constitución francesa de 1791 fue en la letra, pues hay coincidencias, a veces literales, de no pocos artículos constitucionales, decretos y hasta de la secuencia seguida para efectuar las reformas realizadas.
- 14. La imitación también fue en la estructura del texto constitucional, pues la estructura de la Constitución gaditana difiere totalmente del desorden con que hasta entonces estaban recopiladas las Leyes fundamentales españolas, estructura que además se asemeja a la propia de las Constituciones francesas (35).
- 15. La imitación también fue en los signos pues, por ejemplo, el diputado Mejía Lequerica, en la sesión de 8-XII-1810, propuso que los diputados jurasen no separarse hasta implantar en España una Constitución, como en el asamblea Nacional del Juego de la Pelota francesa inmortalizada por el pintor David.
- 16. La imitación fue en la aplicación de la libertad de imprenta, que al parecer sólo se extendía a los escritos impíos, inmorales y degradantes, poniendo tropiezos a la publicación de la obra del abate Barruel, titulada Memorias para la historia del jacobinismo, que fue traducida por Fr. Raymundo Strauch, aquel que luego será asesinado durante el Trienio.
- 17. La imitación también fue en los hechos procedimentales y en la represión cuando, según Fr. Raymundo Strauch Vidal y Fr. Rafael Vélez, los asalariados –mal llamados pueblo- de las galerías del hemiciclo de las Cortes, o bien en las calles, agredían verbal y físicamente a los diputados no liberales, y cuando el Obispo de Orense era apresado en Cádiz y Strauch en Palma de Mallorca, cuando eran reprimidos quienes combatían a Gallardo por su Diccionario crítico-burlesco de corte volteriano, y la prensa liberal cometía iniquidades.
- 18. Pero más importante fue todavía la imitación en los contenidos doctrinales. El diputado más famoso del hemiciclo, Agustín Argüelles “el divino”, se alimentó espiritualmente del Monitor de Francia, y los restantes diputados liberales mostraban beber de las ideas francesas. Así, los artículos de la Constitución de 1812 deben mucho a los de la Constitución francesa de 1791, por ejemplo en la soberanía nacional –que es esencial, es todo-, la separación de poderes, el mandato representativo, el unicameralismo y la representación no estamental, el sufragio universal indirecto, el énfasis puesto en las limitaciones y cortapisas a los poderes del rey, la libertad de imprenta, la unidad legislativa y de Códigos, el centralismo y uniformismo más total en contra –como ejemplo muy significativo- de los Fueros navarros y vascongados, la división territorial, la elección, composición, atribuciones y funcionamiento municipal etc.
- 19. Precisemos sobre esto la encomiable aportación ya citada de Warren Martín Diem. Dice que de los 384 artículos de la Constitución gaditana, 5 artículos están relacionados con la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789 y otros 3 con la Constitución de Bayona impuesta por Napoleón a España. Además, hay 175 artículos influidos por la Constitución francesa de 1791 (24 copiados a la letra, 60 inspirados en lo fundamental y 91 influidos), y coincide con que son los fundamentales y más significativos. Por otra parte, hay 12 artículos más influidos por la Constitución de 1793 (5 literales, 4 inspirados en lo básico y en 3 con huellas de su utilización), y a la Constitución de 1795 se deben 30 más (3 copiados y 27 influidos). Llama la atención que no haya influencia de la Constitución norteamericana de 1787, ni de los proyectos presentados en España en 1810 y 1811. Sí; la Constitución de 1812 debe mucho a las Constituciones francesas.
Ahora bien, no todo es afrancesado en la Constitución de 1812. Los artículos constitucionales que no proceden de Francia son cinco: los relativos a la confesionalidad del Estado (tolerada como mal menor por importantes liberales), la nacionalidad española, la Diputación permanente de Cortes (a semejanza del Reino de Navarra), las Cortes extraordinarias y el Consejo de Estado. No obstante, Sánchez Bella “rebaja” la supuesta originalidad española en estos cinco aspectos, asunto este que soslayamos en aras a la mayor brevedad.
Vamos terminando esta demostración. Es preciso reconocer que hay una diferencia importante entre las Constituciones francesa de 1791 y española de 1812: es el asunto religioso. En la Constitución de 1812 se invoca a la Santísima Trinidad y no al Ser Supremo, y se declara la confesionalidad católica del Estado y la unidad católica o intolerancia en el fuero externo de las religiones diferentes a la católica (Art. 12, similar al Art. 1 de la Constitución de Bayona), lo que no ocurría en Francia. No en vano, entre los 308 diputados había 97 eclesiásticos. Además, en el texto español al rey se le reconoce alguna mayor consideración, lo que tampoco ocurre en Francia.
Respecto al aspecto religioso, Flores Juberías cree que se estableció el Art. 12 de la Constitución más por allanar el camino –como dice el conde de Toreno- hacia el aniquilamiento de otras tradiciones más arraigadas que por convencimiento de los constituyentes. En suma: ¿no fue el legado tradicional, como intuye Comellas, más un freno que un ingrediente?. También para Suárez Verdeguer, la proclamación de la Unidad Católica fue más una cortina de humo que expresión del fervor religioso. En realidad, según Argüelles y el conde de Toreno, la Unidad Católica fue tomada con poco entusiasmo y fue tolerada por conveniencia, como una transacción con el clero, “pues necesario es –decían- conllevar a veces ciertas preocupaciones para destruir otras que allanen el camino y conduzcan al aniquilamiento de las más arraigadas”.
Así, la Constitución se enmascaraba con hipocresía y engaño, lo que prueba el hecho de que los gobiernos liberales del Trienio Liberal perseguirán a la Iglesia quebrando así la confesionalidad y unidad católicas recogidas en la Constitución. Pongamos dos ejemplos concretos de Pamplona (Navarra) sobre la inicial aceptación de la Constitución gracias a la confesionalidad y unidad católicas. A ellas apeló el sermón del canónigo electo de la Catedral de Pamplona D. Benito Virto (que según Pérez Goyena nació el 20-III-1780), pronunciado en la catedral de Pamplona el 15-X-1820 con ocasión de la bendición de la bandera del Batallón de la Milicia Nacional (36), como también la pastoral del obispo de la diócesis de Pamplona, D. Joaquín Javier de Uriz y Lasaga, fechada el 14-IV-1820 (37). En efecto, ambos clérigos recurrían al tema religioso –confesionalidad y unidad católicas- y a la obediencia al rey que había jurado la Constitución de 1820, para que los pamploneses se amoldasen al nuevo régimen liberal. Sin embargo, dos años después, y sin duda debido al menos a la política anticlerical de los Gobiernos liberales, el Obispo figurará en la Junta realista de Bayona (Francia) cuando se agudizaba la guerra civil en el Norte de España. </SPAN>
En realidad, el principal valor político y revolucionario fue la soberanía nacional, que no queda reducida al Art. 3. En esto, Joaquín Tomás Villarroya (38) y Francisco Fernández Segado corrigen a Sevilla Andrés para quien dicho artículo es uno más. Por ejemplo, según el liberal conde de Toreno, la soberanía nacional es “fuente en España de todas las potestades, y raíz de la Constitución”. Fruto de ello –interpreto-, la Unidad Católica no existía porque así debía de ser, sino porque la Nación quería declarar que así fuese. Si se declarase lo contrario, el texto constituyente debiea que admitirlo moralmente. Esta soberanía nacional no era un simple hecho pre-político, ni una técnica de conveniencia, ni tenía un origen filosófico soslayado con un espíritu más práctico, sino que era considerada como una realidad moral, fundamento de todo elemento constituyente o de Gobierno posterior y como tal con una dimensión moral. Se entiende así la queja del autor del folleto “¿Por qué cae la constitución en España?”, al decir que “el gobierno se constituye arbitro de la religión” (p. 14), ya antes incluso que las leyes persecutorias o anticlericales contrarias a la confesionalidad y unidad católicas constitucionales. Para contrastar la soberanía nacional con el derecho público de España, basta citar a Jovellanos cuando, antes de celebrarse las Cortes, afirma que dicha soberanía es una “herejía política”. Jovellanos dice a la Junta Central lo siguiente:</SPAN>
“Haciendo, pues, mi profesión de fe política, diré que, según el derecho público de España, la plenitud de la soberanía reside en el monarca, y que ninguna parte ni porción de ella existe, ni puede existir, en otra persona o cuerpo fuera de ella. Que, por consiguiente, es una herejía política decir que una nación, cuya constitución es completamente monárquica, es soberana, o atribuirle las funciones de la soberanía; y como ésta sea por su naturaleza indivisible, se sigue también que el soberano mismo no puede despojarse ni ser privado de ninguna parte de ella a favor de otro ni de la nación misma” (39).
La soberanía nacional fue rechazada por los diputados no liberales. Así, el cardenal Inguanzo, entre otros, trató de modificar el adverbio “esencialmente” (Art. 3: “La soberanía reside esencialmente en la nación y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”) por “radicalmente”, pues éste último “haría referencia a una raíz originaria pero no actual, de acuerdo con la doctrina escolástica del pactum societatis originario, que no se opone al ya existente pactum subjectionis, por lo que el poder actual del Rey no emanaría de la soberanía esencial de la nación” (40). Otra cosa es que otros autores como, más tarde, Enrique Gil Robles, no admitan la teoría de las transmisión del poder de Dios al gobernante a través del pueblo, sino la teoría de la delegación directa por Dios al gobernante.
Algunos, interpretando la soberanía nacional, quisieron tender un puente doctrinal entre la tradición española en relación con la teoría de la transmisión del poder y las nuevas ideas liberales. Sin embargo, para no dejar el argumento escolástico a la mitad de su recorrido como lo hizo quizás interesadamente el liberal Muñoz Torrero (41), el obispo de Calahorra dejaba las cosas en claro. Según explicó éste último en las Cortes, si bien Dios comunicaba al gobernante la facultad de mandar a través del pueblo, una vez realizada la transmisión es el gobernante quien tiene los derechos. (Así enseñarán posteriormente León XIII y Pío X en sus encíclicas). Esto ocurría siempre, sobre todo –decía- en la monarquía de España por ser hereditaria, de manera que, realizada la transmisión, el pueblo ya no era soberano:
“porque es al parecer una cosa disonante que la Nación dé a su Rey toda la soberanía para que la dirija, gobierne, conserve y defienda, y se quede con toda ella para dirigirse, conservarse, gobernarse y protegerse; que haciendo a su Rey cabeza de la Nación, la Nación sea cuerpo y cabeza de sí misma, y haya dos cabezas en un mismo cuerpo; y si en el Reino el pueblo es sobre el Rey, el gobierno del Reino es popular, no monárquico” (42).
El carácter revolucionario de la soberanía nacional de 1812 lo muestra Sánchez Agesta cuando la enfrenta a la tradición española. Los mismos hombres de su época, de cualquier signo político, entendieron que dicho principio político era radicalmente revolucionario (43).</SPAN>
4.5. El “afrancesamiento” de la Constitución de 1812 en la conciencia de los realistas y liberales navarros de 1820.
La documentación realista del Trienio Liberal (1820-1823) en Navarra insiste en que los liberales radicales eran como los jacobinos de la Revolución francesa, y recordaba la ”suerte de los revolucionarios de Nápoles y el Piamonte” que se habían inspirado en la Constitución española de 1812 (44). Así mismo, el impreso titulado “Grito de un español verdadero á toda la Nación” de 1821, identifica las ideas liberales con las del filosofismo al decir: “(...) todos serán inmolados en las aras impías de la fementida deidad del filosofismo, de la libertad, de la igualdad, si continúan las riendas del gobierno en sus manos destructoras” (45). De todas maneras, una vez repasados los manifiestos y documentos realistas en Navarra, puede concluirse que sus expresiones no insisten en el afrancesamiento de la Constitución gaditana; seguramente por ser evidente. </SPAN>
Por otra parte, aunque los documentos realistas de Navarra resaltan poco el afrancesamiento de la Constitución gaditana, los textos liberales sí recogen expresiones, términos y vocablos propios de los revolucionarios franceses. Aportemos algún detalle. El manifiesto del Ayuntamiento de Pamplona del 11-III-1820 ensalzaba la publicación de la Constitución, y hablaba del “supremo ser” y del “ser supremo” para referirse al culto divino a celebrar en las parroquias en acción de gracias por dicha publicación. Sin embargo, también es cierto que, desde el campo realista, el virrey de Navarra, duque de Castro-Terreño, mencionaba al “Ser Supremo” en su circular del 24-IX-1827 publicada contra los revolucionarios liberales (46).</SPAN>
Si lo anterior expresa que los realistas, y sobre todo los liberales navarros, expresaban tener conciencia de la influencia francesa en la revolución española, en 1820 el Ayuntamiento de Pamplona muestra al lector actual que seguía la estrategia de los liberales al revestir la labor de las Cortes de Cádiz con un ropaje español. Así, cuando el conde Ezpeleta, virrey de Navarra, cedió a la presión de la guarnición de Pamplona que, a través del coronel Antonio Bray, le obligaba a jurar y publicar la Constitución de 1812 – en dicha ciudad fue publicada el 11 de marzo-, el Ayuntamiento liberal de Pamplona publicó un Manifiesto que decía:</SPAN>
“El Pueblo de Pamplona, como igualmente toda la Navarra liberal hace doce siglos, ha tenido la envidiable energía de sostener su constitución política, rechazando con la grandeza de alma que inspira, todo gobierno representativo, los repetidos ataques del despotismo, los tiros de la envidia, y los amaños de la vil lisonja de muchos, que titulándose ahora, constitucionales a boca llenas, no dudaron en 1814, prestar sus luces, fuerzas y servicios para derribar la Constitución política de la Monarquía, o anulada de hecho, admitieron empleos y trabajaron eficazmente para acabar con el resto de libertad que en España ofrecían a la faz de todos, Navarra y las tres provincias bascongadas” (actualizado, y el subrayado es nuestro) (47).</SPAN>
El texto aplaudía el mantenimiento de la monarquía tradicional o foral en Navarra frente al absolutismo, para luego someterse a una Constitución que arrebataba a Navarra y a Pamplona (Privilegio de la Unión, 1423) sus Fueros seculares y vividos hasta entonces. Pero no sólo estaba engañado el Ayuntamiento pamplonés. En efecto, cuando la guarnición se sublevó para proclamar la Constitución, dijo al virrey conde de Ezpeleta que “respetaría los usos, costumbres fueros y leyes o lo que es lo mismo, la constitución política peculiar del Reino de Navarra”, lo que a todas luces –añado- era falso y contradictorio con la Constitución centralista y uniformista gaditana, fundada en la soberanía nacional (íd.).</SPAN>
En otras proclamas, y de forma contradictoria al supuesto respeto anterior a los Fueros de Navarra, el Ayuntamiento liberal de Pamplona afirmaba que los navarros habían hecho “considerables sacrificios”, que cita a continuación. En esto se advertía, en contra de lo anterior: </SPAN>
“(...) Pamplona y los demás pueblos de Navarra la tomaron (la Constitución) para sí, previo un positivo conocimiento de lo que es un gobierno liberal representativo y convencidos de que su noble desprendimiento era indispensable para la felicidad de la Monarquía, ninguna provincia de España tuvo que hacer renuncias de tanta monta para admitir la Constitución como Navarra: las hizo: se olvidó de sí misma por aumentar el nuevo edificio español: admitida en estas circunstancias la nueva Constitución política de la Monarquía española, Pamplona acostumbrada a no disimular la menor trasgresión de la antigua, adoptó el mismo sistema con aquella” (48).</SPAN>
En su día, Laborie Erroz mostró que, durante el Trienio Liberal, buena parte del Reino de Navarra expresó su rechazo a la Constitución de 1812. También lo hizo durante la guerra realista de 1821-1823, en defensa de la Religión, la Patria, los Fueros de Navarra y la libertad del monarca. Lo mismo diremos de la ciudad de Pamplona, “Cabeza del Reino de Navarra”, según he mostrado en trabajos de mi autoría, posteriores a los del inolvidable Jesús Luis del Campo. Por citar algunos autores.
5. Conclusiones</SPAN>
1.- No se puede confundir, en España y otros países, la Ilustración por una parte y las ideas racionalistas, naturalistas y enciclopedistas por otra. El estudio de la Ilustración española ha sido cronológicamente adelantado hasta 1680, con los llamados novadores -término utilizado en 1714 especialmente en el plano del pensamiento científico-, o bien los recentiores –término que apareció algo después-.</SPAN>
2.- Las ideas liberales -el Liberalismo- modelaron la Constitución escrita de Cádiz, publicada el 19-III-1812, día de San José, diferenciándose y contradiciendo a la Constitución política, natural e histórica de España, denominada Leyes Fundamentales.</SPAN>
3.- Las ideas liberales fueron exógenas o extranjeras en España. No en vano las ideas de la ilustración enciclopedista procedían de Francia, y se plasmaron políticamente en las diferentes etapas y subperíodos de la Revolución francesa, acontecimiento modelo de todos los revolucionarios. Las ideas liberales cuajaron en núcleos reducidos de españoles, por otra parte de tendencia jansenista, regalista y afrancesada, aunque no Bonapartista sino autocalificada de patriota. No en vano, los escritores tradicionalistas españoles o contrarrevolucionarios identificaron al liberal con el francés (lógicamente con cierta exageración porque ellos mismos excluían a los legitimistas galos) (49). </SPAN>
4.- Los políticos liberales españoles convirtieron a las Cortes de Cádiz en un poder legislativo, para realizar una Constitución rupturista en relación con la tradición española pero con apariencias de continuidad. Esta continuidad quedó en sus declaraciones, en el mencionado tema religioso y en otras cuestiones más secundarias. Sin embargo, la afirmación de los liberales españoles de que la Constitución de 1812 entroncaba con la tradición histórica española fue un subterfugio de oportunidad y es enteramente falsa. Transcurrido el tiempo, otros revolucionarios –moderados o progresistas- se harán también con el poder ejecutivo y se esconderán detrás del trono de San Fernando, gracias al pronunciamiento militar, las revoluciones, los golpes de Estado, y el triunfo -con apoyo extranjero- en la guerra civil de 1833-1840.</SPAN>
5.- La influencia francesa es intensa en la estructura, letra y contenidos de la Constitución española de 1812. Esta última no es indígena, ni originaria y original, ni propiamente española, sino que sigue a las Constituciones francesas de 1791, 1793, 1795 y 1799, sobre todo la primera de ellas. También debe matizarse el valor propiamente español de los cinco elementos considerados nacionales en la Constitución gaditana. </SPAN>
6.- Los autores tradicionalistas y liberales de la época, así como las conclusiones de historiadores y constitucionalistas, obligan a afirmar que el texto constitucional de 1812 tiene más que notables similitudes con el texto francés de 1791, aún sin ser copia de los textos franceses. No en vano, la comunicación entre los países era muy ágil en la época, lo ocurrido en Francia era sobradamente conocido, a la vez que España acogió al clero refractario francés que, por serlo, era fiel a Roma. Llama la atención que el texto gaditano carezca de influencia de la Constitución de los Estados Unidos de 1787. En realidad, configura un Estado nuevo que nada tiene que ver con la monarquía española, y sí mucho con los principios de la Revoluciones inglesa de 1648 y francesa de 1789. Según Carlos Flores Juberías, “la Constitución de Cádiz, sin ser ciertamente una “copia servil” de la francesa de 1791 es largamente deudora de ésta en cuanto se refiere a sus principios e instituciones” (50). </SPAN>
7.- Los liberales que votaron a favor del texto gaditano, que se declaraba confesional católico y mantenía la unidad católica vigente desde el año 589 (IIIer Concilio de Toledo), y luego persiguieron a la Iglesia siendo así incongruentes con dicha confesionalidad. Lo mismo puede decirse de las Constituciones posteriores, incluida la canovista de 1876, cuyo Artículo 11 admitía una tolerancia vergonzante y parcial de cultos externos no católicos, condenado por Pío IX y el Episcopado español. </SPAN>
8.- Los liberales fueron una “minoría audaz y bastante organizada, que se hace con el poder, (y) “trabaja en equipo” desde el otoño de 1810” (51). Tenían unas ideas opuestas a las del pueblo español en armas contra Napoleón, e influyeron en Cádiz mucho más de lo que correspondía a su número. Lo hicieron buscando la oportunidad, gracias a una gran capacidad de maniobra, sorteando leyes y decretos, cometiendo irregularidades, actuando de forma atrevida y con una más que notable dialéctica verbal, y gracias a los diputados suplentes, elegidos –además- de una forma arbitraria. Por eso, discrepamos de la afirmación de Palacio Atard, según la cual los constitucionalistas de Cádiz fueron “los depositarios del poder surgido en la España de la resistencia” (52).</SPAN>
9.- Para Suárez Verdaguer, la Constitución de 1812 rompe con la tradición española: “(...) es patente que las Cortes no pretendieron continuar la Monarquía del despotismo ilustrado, ni la anterior de los Austrias, si es que tenían intención de continuar alguna. Más bien establecieron un régimen nuevo, sin tradición ni precedente alguno en el pasado español, pero –según parece estar demostrado, y no sólo en el orden político- con un claro precedente francés, tanto en el plano teórico como en el de la ejecución. Esta ruptura con la tradición española para implantar el modelo constitucional francés pudo hacerse posible con facilidad merced a la anómala situación española” (53). </SPAN>
10.- a Constitución de 1812 fue impopular y gozó de muy escasa adhesión por parte de la sociedad española. Además, se opuso a la tendencia renovadora o tradicional -no absolutista- a la que tuvo la habilidad propagandística de identificarla con el absolutismo, aunque lo hiciese erróneamente y en detrimento del verdadero juicio y solución de los problemas de España. Por esto y lo dicho antes, las Cortes revolucionarias gaditanas colaboraron activamente en la ceremonia de la confusión que tanto benefició a la Revolución liberal. La propaganda liberal y los actuales libros de texto escolares y universitarios son una prueba de ello.
11.- La Constitución gaditana suprimió unilateral y ilegalmente, y al margen de cualquier representación, los Fueros de Derecho Público del Reino de Navarra, así como –por otro lado- los del Señorío de Vizcaya y las Provincias de Guipúzcoa y Álava. En el Reino milenario de Navarra supuso el más radical contrafuero, quebrando el pacto solemne establecido entre el Reino y el rey de Castilla en 1515, cuando aquel Reino se incorporó a esta última Corona conservando su propia naturaleza, pacto que fue jurado por todos los monarcas hasta Carlos IV inclusive. Los diputados liberales de Cádiz culminaron para Navarra la política centralista y antiforal de los ministros de Carlos III y Carlos IV de Castilla (54). Si después Fernando VII (III de Navarra) realizó una política antiforal en Navarra hasta 1829, y en la Ley Paccionada de 1841 los liberales quebraron los Fueros seculares del viejo Reino –salvo la raíz pactista-, el hermano del rey Fernando, Carlos María Isidro –don Carlos V y VII de Navarra-, defenderá abierta y plenamente los Fueros navarros y vascongados tras 1833, lo mismo que sus sucesores desde dentro y fuera del territorio de la monarquía.
12.- La Constitución de Cádiz causó asombro dentro y fuera de España. Fue un importante ejemplo de inspiración para Piamonte, Nápoles y Portugal. Inspiró a los nacientes grupos liberales de Alemania y Rusia. Influyó algo en la Gran Colombia (1821), Méjico (1824) y Chile (1833). En la parte contraria, también la pervivencia de la monarquía tradicional de las Españas asombró a Europa, por la originalidad de su pervivencia, por su raíz tradicional, y por ser mantenida de forma persistente por el pueblo tradicionalista español ya en el campo de batalla, ya en la lucha de las ideas, ya en la política. Abrimos así el telón del drama de España durante los últimos doscientos años. Pero esta es otra historia.
·- ·-· -······-·
José Fermín Garralda Arizcun
Bibliografía y fuentes documentales
La Bibliografía se recoge en las notas, y se refiere a los sucesos ocurridos en España. Respecto a Navarra -y aportamos algo original-, se omite la abundante bibliografía de diversos autores –incluida mi autoría- y sólo se señalan a título indicativo algunas fuentes documentales significativas y bibliográficas. </SPAN>
Fuentes documentalessobre Navarra.
Biblioteca General de Navarra, ANÓNIMO, “¿Por qué cae la Constitución en España?”, impreso s.a./s.l./s.f., 31 pp.
Archivo General de Navarra (AGN), Sec. Guerra, leg. 22, carp. 13 (impreso, 1 hoja) y carp. 19 (4 pp.); leg. 23, carp. 2 (impreso, 1821); leg. 25, carp. 30 (proclama anónima impresa, 1822); leg. 31, carp. 20 (impreso, 1 hoja).</SPAN>
Archivo Municipal de Pamplona (AMP), Sec. Milicia Nacional. Guerra, leg. 2, nº 25 (27 pp.).
Notas
(1) Biblioteca General de Navarra (s.a., s.f.), 31 pp.
(2) JURETSCHKE, Hans, Los afrancesados en la guerra de la independencia, Madrid, Rialp, 1962, 283 pp. pág. 261.
(3) CANALS VIDAL, Francisco, La Tradición catalana en el siglo XVIII ante el absolutismo y la ilustración, Madrid, Fundación Elías de Tejada, 1995, 277 pp.
(4) CORONA BARATECH, Carlos, “Precedentes ideológicos de la guerra de la independencia”, Zaragoza, CSIC, 1959, 28 pp., en “IIº Congreso Histórico Internacional de la guerra de la independencia y su época”.
(5) SUÁREZ VERDEGUER, Federico, “Conservadores, innovadores y renovadores en las postrimerías del Antiguo Régimen”, Pamplona, Publicaciones del Estudio General de Navarra, 1955.
(6) CORONA BARATECH, Carlos, “La ilustración”, en Historia General de España y América, tomo X-1: La España de las Reformas hasta el final del reinado de Carlos IV, Madrid, Rialp, 2ª ed., 1989, 597 pp., pág. 3-53. Sobre los novadores, vid. p. 17-23 y sobre el reformismo y tradición, vid. p. 36-46.
(7) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, Fco. José, ”Liberales, absolutistas y tradicionales”, Madrid, Rev. “Verbo”, nº 157 (jul.-ago. 1977) .
(8) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, Fco. José, El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución. Las Cortes de Cádiz, Madrid, Fundación Elías de Tejada, 1996, 461 pp., pág. 370-386.
(8b) Según el pensador tradicionalista Magín Ferrer, había tres constituciones: “Una es la Constitución natural, que contiene los principios generales a todas las sociedades: otra la Constitución social, que abraza los principios que constituyen cada sociedad en particular: otra es la Constitución política, que regla la manera como se ha de gobernar la sociedad una vez constituida”. Vid. Las leyes fundamentales de la Monarquía española, según fueron antiguamente (...),Barcelona, 1843, 2 vols., Tomo II, nº 66.
(9) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J., El liberalismo... o. cit., pág. 377.
(10) SEVILLA ANDRÉS, Diego, “La Constitución española de 1812 y la francesa del 91”, Rev. “Saitabi”, VII, nº 33-34 (1949), pág. 212-234; ÍD. “La Constitución de 1812, obra de transición”, Madrid, “Revista de Estudios Políticos”, nº 126 (1962), p. 113-141; ID. Historia Política de España, Madrid, Editora Nacional, 1974; JOVER ZAMORA, J. M. y Otros, Introducción a la Historia de España, Barcelona, 1970, p. 534; ARTOLA, Miguel, Los orígenes de la España contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1959, 2 vols. Tomo I, p. 415; MARTÍNEZ SOSPEDRA, Manuel, “La constitución de 1812 y el primer liberalismo español”, Cátedra Fadrique Furió Ceriol, 1978; ID. “El Rey en la Constitución de Cádiz. Una Monarquía presidencialista”, en Zaragoza, Rev. “Estudios. Departamento de Historia Moderna de la Facultad de Filosofía y Letras”, (1975), p. 225 y ss.
(11) PALACIO ATARD, Vicente, La España del siglo XIX. 1808-1898, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, 668 pp, pág. 51-80.
(12) FLORES JUBERÍAS, Carlos, “La Revolución francesa como fuente del primer constitucionalismo español”, Zaragoza, Rev. “Aportes. Revista de Historia contemporánea”, nº 12 (nov. 1989 – febrero 1990), pág. 78-85. FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J, El liberalismo..., pág. 377.
(13) SUÁREZ VERDEGUER, Federico, “La repercusión de la Revolución francesa en la España de la época”, Zaragoza, Rev. “Aportes” nº 12 (nov. 1989 – febrero 1990), pág. 33-36.
(14) SUÁREZ, F., “La repercusión...”, o. cit., p. 33-36.
(15) JURETSCHKE, o. cit., pág. 248-249. </SPAN>
(16) PALACIO ATARD, V., o. cit,. p. 66-67.
(17) Cit. por FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J, El liberalismo... o. cit., pág. 367 y 371. Sobre Alvarado, vid. DE MIGUEL LÓPEZ, Raimundo, El Filósofo Rancio. Sus ideas políticas y las de su tiempo, Burgos, Publicaciones del Seminario Metropolitano de Burgos, 1964.
(18) SÁNCHEZ AGESTA, Luis, Historia del constitucionalismo español, Madrid, I.E.P. 1959, 1964 y 1977; ID., “La revolución de las instituciones” en Historia General de España y América, Tomo XII: Del Antiguo al nuevo Régimen, hasta la muerte de Fernando VII, Madrid, Rialp. 2ª ed. 1992, 634 pp., pág. 306-333.
(19) DIEM, Warrem Martín, “Las fuentes de la Constitución de Cádiz”, en “Estudios sobre las Cortes de Cádiz”, Pamplona, Univ. de Navarra, 1967, p. 351-386; MORÁN ORTÍ, Manuel, Poder y gobierno en las Cortes de Cádiz (1810-1813), Pamplona, Eunsa, 1986.
(20) MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, BAC, 1967, 2 vol. V.II: pág. 693-738; COMELLAS, José Luis, “Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812”, Madrid, “Revista de Estudios Políticos”, nº 126 (1962); SÁNCHEZ BELLA, Ismael, “La polémica sobre las fuentes de la Constitución española de 1812”, en Academia nacional de la Historia, IV Congreso Internacional de Historia de América, V (Buenos Aires, 1966) p. 673-688; FLORES JUBERÍAS, Carlos, “La Revolución francesa...” art. cit. pág. 78-85; DIZ-LOIS, Cristina, Actas de la Comisión de la Constitución de 1812, Madrid, 1976; TOMÁS VILLARROYA, Joaquín, “Las reformas de la Constitución de 1812 en 1836”, Barcelona, “Revista del Instituto de Estudios Sociales” 4 (1964), p. 171-203; WILHELMSEN, Alexandra, La formación del pensamiento político del carlismo (1810-1875), Madrid, Actas, 2ª ed., 1998, 630 pp.; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J, El liberalismo... o. cit.
(21) PALACIO ATARD, V., o. cit. p., 62.
(22) SUÁREZ VERDEGUER, Federico, “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, en Historia General de España y América, tomo XI: Del Antiguo al nuevo Régimen. Hasta la muerte de Fernando VII, Madrid, Rialp, 2ª ed., 1992, 634 pp., pág. 274.
(23) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de... ”, o. cit., pág. 276.
(24) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de...”, o. cit., pág. 276.
(25) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de...”, o. cit., pág. 278.
(26) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de...”, o. cit., pág. 306.
(27) SUÁREZ VERDEGUER, Federico, El proceso de la convocatoria a Cortes. 1808-1810, Pamplona, EUNSA, 1982, 528 pp. pág. 112-113.
(28). SUÁREZ, F., El proceso.... pág. 147; FERNÁNEZ DE LA CIGOÑA Fco. José, Jovellanos, ideología y actitudes religiosas, políticas y económicas, Oviedo, 1983.
(29) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de...”, o. cit. pág. 275; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA F. J, El liberalismo... o. cit. p. 450.
(30) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de...”, o. cit. pág. 278.
(31) DIZ-LOIS, Mª Cristina, El manifiesto de 1814, Pamplona, Eunsa, 1967, 285 pp. ; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J., “Pensamiento contrarrevolucionario español: El manifiesto de los persas”, Madrid, Rev. “Verbo”, nº 141-142 (1976), pág. 179-258.
(32) Citado por FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, Fco. José, CANTERO NÚÑEZ, Estanislao, Antonio de Capmany (1742-1813). Pensamiento, obra histórica, política y jurídica, Madrid, Fundación Elías de Tejada, 1993, 446 pp., pág. 321; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F. J. , “Pensamiento contrarrevolucionario... art. cit., pág. 179-258.
(33) SUÁREZ, F., El proceso de la convocatoria a Cortes... o. cit.pág. 505-515.
(34) SUÁREZ, F., “La repercusión de...” art. cit., pág. 33-36, pág. 33; ID. “Sobre las raíces de las reformas de las Cortes de Cádiz”, Madrid, “Revista de Estudios Políticos” nº 126 (1962), p. 31-64; ID, Las Cortes de Cádiz, Madrid, Rialp, 1982; ID., El proceso de la convocatoria a Cortes...o. cit.; ID. en Gades, Diputación de Cádiz, 16 (1987); ID., “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, en Historia General de España y América, Tomo XII: Del Antiguo al nuevo Régimen, hasta la muerte de Fernando VII, Madrid, Rialp. 2ª ed. 1992, 634 pp., pág. 249-306.
(35) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, art. cit. pág. 281, 306.
(36) Archivo Municipal de Pamplona (AMP), Sec. Milicia Nacional. Guerra, leg. 2 nº 25, 27 pp.).
(37) Archivo General de Navarra (AGN), Sec. Guerra, leg. 22, carp. 19, 4 pp.
(38) TOMÁS VILLARROYA, Joaquín, Breve historia del Constitucionalismo español, Barcelona, 1976; ÍD. El sistema político del Estatuto Real (1834-1836), Madrid, 1968.
(39) SUÁREZ, F., El proceso de la convocatoria a Cortes... o. cit., pág. 107.
(40) PALACIO ATARD, V., o. cit., pág. 70.
(41) SÁNCHEZ AGESTA, Luis, “La Revolución de las instituciones” en “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, en Historia General de España y América, Tomo XII: Del Antiguo al nuevo Régimen, hasta la muerte de Fernando VII, Madrid, Rialp. 2ª ed. 1992, 634 pp., pág. 309 y 311.
(42) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, art. cit., pág. 277. De éste parecer eran Borrull, Juan de Lera y Cano, el teniente general González Llamas, el obispo Aguiriano, Inguanzo y Rivero etc. WILHELMSEN, Alexandra, La formación del pensamiento político del carlismo (1810-1875), Madrid, Actas, 2ª ed., 1998, 630 pp. pág. 35-66.
(43) SÁNCHEZ AGESTA, L., “La Revolución de las instituciones” o. cit., pág. 310-312.
(44) AGN Sec. Guerra, leg. 25, carp. 30 (proclama anónima impresa de 1822).
(45) AGN Sec. Guerra leg. 23 carp. 2 (impreso de 1821). </SPAN>
(46) AGN Sec. Guerra leg. 22 carp. 13 (impreso 1 hoja); leg. 31 carp. 20 (impreso 1 hoja). </SPAN>
(47) AMP Consultas, lib. 76, f. 45-51 (22-VII-1820).
(48) AMP ídem. </SPAN>
(49) FERNÁNEZ DE LA CIGOÑA, F. J., El liberalismo... o. cit.,pág. 335.
(50) FLORES JUBERÍAS, Carlos, “La Revolución francesa...” art. cit., pág. 78-85.
(51) PALACIO ATARD, V., o. cit. pág. 58; M. E. Martínez Quinteiro en 1975 y 1977.
(52) PALACIO ATARD, V., o. cit. pág. 61.
(53) SUÁREZ, F., “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz”, art. cit., pág. 277.
(54) RODRÍGUEZ GARRAZA, Rodrigo, Tensiones de Navarra con la administración central (1778-1808), Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1974, 360 pp. ; ÍDEM. Navarra de Reino a Provincia (1828-1841), Pamplona, EUNSA, 1968, 516 pp.; BURGO, Jaime Ignacio del, Origen y fundamento del Régimen Foral de Navarra, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1968, 550 pp., pág. 57-83; GARRALDA ARIZCUN, José Fermín, “¿El Fuero es un mito?. La defensa del Fuero de Navarra frente al Despotismo Ilustrado y su heredero político el liberalismo”, Madrid, Ed. Speiro, Rev. “Verbo” nº 271-272, (enero-febrero 1989), 300 pp. pág. 227-286; ÍD., “Fundamentos doctrinales del Realismo y el Carlismo (1823-1840)”, Zaragoza, Rev. Aportes”, nº 9 (1988), 93 pp. pág. 2-30. En este último artículo se afirma el carácter tradicional renovador, no absolutista, de los realistas de 1820 y los carlistas de 1833 en Navarra
http://www.arbil.org/arbil116.htm
SOBRE LOS AFRANCESADOS Y SUS DEFENSORES
Españoles descuartizados por napoleónicos, por estas proezas brindaban los "afrancesados".
VICEPRESIDENTA ESPAÑOLA DEL SIGLO XXI ABOGA POR LOS AFRANCESADOS
Aunque no tengo la costumbre de leer periódicos, accedí a leer lo que sigue, después de ofrecérmelo un amigo que pretendía, por lo visto, que le acompañara en su perplejidad. No lo consiguió, pues a mí esta gente que nos gobierna no consigue sorprenderme por más que lo intenten, la verdad sea dicha. De esta gente me lo espero todo, cualquier cosa. Y, secundando la invitación de mi amigo, leí lo que sigue -no me hagan ustedes que copie textualmente.
“María Teresa Fernández de la Vega compareció en la rueda de prensa del último Consejo de Ministros pertrechada de un centenar de ejemplares de Miguel Artola y realizó dos afirmaciones de las que dejan estupefacto a cualquiera…”. El libro en cuestión es algo así como una apología de los “afrancesados”, esa gentuza que, en su traición infame colaboró, dócil y sumisa, con las fuerzas de ocupación napoleónicas, en contra de sus propios compatriotas. Por cierto, espero que esos libros que regaló tan pródiga los haya pagado de su bolsillo. En caso de que regale libros a costa del erario, espero que me envíe uno a mi casa.
María Teresa Fernández de la Vega hizo una valoración:
“Ellos –se entiende que, para ella, los afrancesados- fueron los que por primera vez defendieron un concepto de Gobierno responsable, que debía ocuparse de que los ciudadanos accedieran al bienestar e incluso a la felicidad.”
Voy a decirle yo a la Sra. Vicepresidenta la baja estofa de la que estaban hechos esos miserables “afrancesados”. Y le recomiendo que vaya, Sra. María Teresa, a leer los documentos de la época que registran datos reales, y no teorías que, a la postre, derivan de calenturas mentales y degeneran en la alucinación progresista.
Por ejemplo, en Jaén hubo uno de esos “afrancesados” que por nombre llevaba el de Juan Gil de Giraldes, era un funcionario municipal. Su adhesión al gobierno de ocupación fue tal que “cuando las tropas francesas conseguían algunas victorias, era para él un día de jubileo, que no se desdeñaba de manifestar públicamente, al paso que también se alegraban cuando sabía la muerte de algún buen patriota, como sucedió el día en que ocurrió la desgracia de que en esta capital fue fusilado ignominiosamente el heroico partidario español Don Pedro del Alcalde, pues después de verificada su muerte estuvo el Don Juan Gil regocijándose en un festín de bebidas, de modo que para todo el común de vecinos tiene el concepto de un serio afrancesado”, así consta en los archivos municipales del Ayuntamiento de Jaén, con estas palabras textuales que se escribieron en la Sesión del 12 de diciembre de 1812, una vez que Jaén se había visto libre de los gabachos. Y más infame que los franceses, violadores y asesinos de españoles... Más infame que todos ellos es su “afrancesado”; como, por ejemplo, el tal D. Juan Gil de Giraldes. ¡Menudo hijo de perra hay que ser para, llamándose español, brindar a la salud de los que matan españoles! Eso es un afrancesado, Sra. Fernández de la Vega… Déjese de pamplinas de ciudadanía, bienestar y felicidades que no son las mías. Todo esto, Sra. María Teresa, puede leerlo usted en un artículo de D. Emilio Luis Lara López:
http://hispanianova.rediris.es/articulos/03_001.htm#17
Y para ilustrar lo que la Vicepresidenta decía sobre el bienestar que, al parecer vinieron a traernos los "afrancesados", valga esta perla: “...propiamente se ven en las calles algunos de aquéllos a quienes el Pueblo miraba con más horror por su decidida adhesión al Gobierno intruso y a las máximas del tirano, a cuya sombra han hecho grandes negociaciones”, se dice en esos mismos fondos documentales. Bienestar, en efecto, bienestar para ellos y a costa de todos los demás, pues a la sombra de los ocupantes "han hecho grandes negociaciones": forrándose, como siempre.
Los “afrancesados”, Sra. Vicepresidenta, eran todos unos limpiabotas de los franceses, unos indignos lacayos de los Bonaparte (Napoleón y Pepe Botella). Los afrancesados aspiraban a un puesto que les resolviera las lentejas, cuestión ésta de las lentejas que viene ya de los tiempos del Antiguo Testamento, cuando lo de Jacob y Esaú. Para ello no regateaban de su bolsillo, pagando festines con los que celebrar descalabros patrios y victorias enemigas. ¡Menudos bufones del francés! ¿Le pongo a Vd. un ejemplo, para que me comprenda lo que era un afrancesado? Pues, ¡venga!: piense Vd. en un francés que, en plena ocupación nazi, se nos hace íntimo de las SS, pues, eso, eso es un "afrancesado", Sra. Fernández de la Vega.
Eso son en la Historia los “afrancesados”, colaboracionistas. Pero a la luz de sus declaraciones, Vicepresidenta, constato contrariado que esos miserables han tenido una pléyade de descendientes que todavía son capaces de reivindicarlos.
¡Lástima que el Cura Merino no los matara a todos!
Publicado por Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
LA GUERRA DE 1808: SU ESPÍRITU Y SUS HECHOS.
CONFERENCIA EN LA SEDE DE LA COMUNIÓN TRADICIONALISTA CARLISTA (10 DE MAYO DE 2008), POR DIEGO MIRALLAS JIMÉNEZ.
Estimados amigos, queridos correligionarios, buenas tardes:
Vaya por delante que, quien os habla, es un humilde medievalista y Profesor de Historia que, para mitigar sus deudas y en ratos libres, también hace de abogado, ágrafo sobre los asuntos que va a tratar aquí y que, por tanto, os pide sincero perdón por atreverse a perorar sobre un tema que no es de su especialidad (la Historia Medieval) y que sólo a petición de la causa que profesa –el tradicionalismo carlista- y, sobre todo, por invitación de su buen amigo y no muy antiguo Profesor de Filosofía del Derecho en la Complutense, Don Evaristo Palomar, ha accedido a decir unas palabras sobre un tema de necesaria efemérides, palabras que pomposamente, como intuyendo al intruso que quiere impresionar al auditorio, alguien más sensato que él ha querido que versen sobre La Guerra de 1808: su espíritu y sus hechos. // Pero no debéis asustaros: la tarde es agradable; los asientos, escuetos pero pasables; el tono se promete sosegado… ¿Qué mejor excusa para que algunos echéis una cabezadita, como uno mismo ha hecho en algunas de sus más de mil horas de asistencia a simposios, conferencias o mesas redondas sobre muy variopintos temas históricos?
Y, pese a todo, el tema es en verdad oportuno, como todos sabéis, o igual no, porque estamos en un país de muy poca memoria histórica. ¿El tema? ¿Qué tema? ¿De qué va éste? ¡Sí, hombre, lo de los héroes de mayo! ¡Aquello de Esperanza Aguirre! ¿O era Aguirre, Gallardón y la Maja del Montón? ¡Ah, ya! ¡Vaya, hombre, otro que nos viene con el tostón de la Nación Española, liberal y apoteósica…!
¡Pues no! ¡Resulta que no! Tranquilos otra vez. Esto va a ir de otra cosa, sí, pero no esperéis encontrar aquí un pormenorizado análisis del mayo del año ocho, ni de mí grandes erudiciones, sino una reflexión muy personal y, por ende, muy discutible sobre el engaño (uno más, pero uno muy importante) que el liberalismo ha perpetrado en nuestras tierras de España, y tan personal es… que muy bien puede y debe discutirse, de manera que desde ahora se somete a cuantas preguntas o comentarios queráis hacer después de que os dé la tarde con otro tostón de Historia, como, siempre que me ven venir, dicen mis alumnos desde hace, con este curso que termina, veinte años.
El problema central aquí es, una vez más, la reinvención de la Historia por los enemigos del género humano. Hay un antes y un después de que irrumpiera en el mundo la pezuña de los valedores del liberalismo o el marxismo: un antes y un después de la reinvención de la Historia. Torciendo la recta vía de Aristóteles y Santo Tomás, la misma que guió la concepción de las sociedades cristianas hasta la aparición de esa caterva, unos cuantos (Hobbes, Spinoza, Rousseau, Hegel o Marx entre otros) pusieron los pilares de una tristemente consolidada concepción social del Estado, excluyendo a sabiendas la verdad de que éste no puede ser otra cosa que la suma de voluntades particulares temerosas, o eternamente deudoras, de principios naturales inalterables.
Y –diréis-, ¿a qué viene ese `speech´ filosófico? ¿Le está haciendo éste ahora, otra vez, la pelota al Profesor Palomar? No, sino que, partiendo de una muy exigua minoría de iluminados o, más bien, barnizados por el liberalismo en su condición de admiradores de esa sangría que fue la pretendida revolución francesa, cuando entre 1808 y 1814 la casi totalidad del pueblo español libraba una guerra contra la dominación napoleónica y contra su demoledora batería de infamias que querían pulverizar nuestras tradiciones, desde ese mismo momento se puso en marcha un inventado concepto de nación de ciudadanos firmemente creyentes en la soberanía popular y demás zarandajas, en todo caso foráneas o absolutamente ajenas a la Constitución Histórica de España, fundada (al menos hasta esos fatídicos años) en las más recias libertades personales y territoriales, como en la lealtad de los Reinos a su Rey, a sus Cortes y a sus usos y costumbres secularmente pactados con la Corona.
Por eso mismo quiero empezar diciendo, con o sin el permiso de mis sesudos colegas de Historia Contemporánea, que la Guerra de 1808 es, entre otras cosas pero quizá por encima de todas, una traición liberal gestada desde dentro y desde fuera de España, una urdimbre de la masonería, una maraña de siniestras pero claras tramas, si uno se quita la venda que hoy nos quiere imponer el pretendido pensamiento único.
Porque creo que el verdadero tradicionalismo no nace en 1832, ni quizá en 1808, sino en la respuesta católica a la insensata masonería del siglo XVIII, conviene recordar que la España del último tercio del siglo XVIII fue (nos duele decirlo) un país cuyas autoridades entregaron cobardemente a una Francia primero masónica y después revolucionaria, y creo que así fue desde las funestas políticas de Carlos III. Con su hijo y sucesor, Carlos IV, el mismo Gobierno se entregó a un aventurero, el Oficial de la Guardia de Corps Manuel Godoy, galán de garrida apariencia cuya carrera y ascenso político se hicieron a costa de la Reina o más bien, bajo las faldas de la Reina. Si hasta entonces había sido evidente, con este personaje la entrega de nuestras Españas a Napoleón, desde que el corso dio su golpe de 1799 como Cónsul y desde 1804 como emperador de la revolución, fue absoluta. // Si antes nuestro país tuvo que soportar (de la mano de Francia) las costosas guerras de los Siete Años, o las dinásticas de Polonia o Austria, con Godoy lo tuvo que hacer en la de las Naranjas contra Portugal, en 1801, o en el fatídico y estúpido Desastre de Trafalgar de 1805.
No necesitaba el corso más evidencias o ardides para invadir un país que él reputaba servil, gobernado por una Corona servil y por un Godoy servil. // Serviles y siniestros fueron también los oscuros personajes que aconsejaron al Príncipe de Asturias (el futuro Fernando VII) su usurpación de la Corona en aquello que fue la Conspiración de El Escorial, de octubre de 1807, y más aún en lo que se llamó el Motín de Aranjuez en marzo de 1808. Serviles, sí, vergonzosamente serviles, fueron los subsiguientes episodios de Bayona, en los que, a requerimiento del astuto Bonaparte, nuestra Familia Real en pleno acudió para rendir a los pies del corso la Corona de las Españas, el honor de sus Reinos y hasta sus hijos. // Nada de tales traiciones supo el honrado pueblo español. Nada, el humilde pueblo de esta Corte de Madrid que, con el ejército francés tutelando España desde la surrealista invasión de sus puntos fuertes en el invierno de 1807 a 1808 (con la pueril excusa de invadir Portugal) quiso impedir que se llevaran a uno de sus Infantes y fue tiroteado por el maldito Murat el 2 de mayo de 1808.
Iletrado sería el pueblo, pero no tonto, pues ni lo de Portugal ni lo de la invitación a Bayona se lo tragaba. Mal está que otros traicionen a tu patria y se holle la dignidad de tus soberanos, pero lo que pocos españoles toleran es que los tomen por tontos, ni, incluso siéndolo, los de ahora.
Los de ahora, sí, porque a mí me da que tantas vergüenzas juntas tienen algo que ver con que, en ese acto de hace ocho días en la Puerta del Sol, aunque fuera uno de tantos que manipula el liberalismo del Partido Popular, no estuvieran destacados gobernantes actuales de esta desgraciada España que nos toca vivir, empezando por uno que se apellida Borbón, escondidos luego en Móstoles. ¿Y los socialistas? Peor, siempre peor: con el libro de Los afrancesados de Artola bajo el brazo y con un descaro a favor de la traición verdaderamente inaudito en gobierno español alguno, la Vicepresidenta De la Vega reivindicaba el otro día el gobierno de José Bonaparte y a quienes colaboraron con él. No precisamente risa, sino vergüenza y asco hemos de sentir ante estos sujetos que dicen representarnos.
¿Que dónde están los hechos? Intentaré hacer un resumen apretado de lo más tostón del tostón. Los franceses (ya los vimos en el invierno de los años 7 al 8) van entrando en España y ocupando plazas estratégicas. El mismo Murat (el petulante, odioso y cruel Murat) ha llegado a Madrid a finales de marzo de 1808, un día antes de que haga su entrada en la capital Fernando VII quien, pese a su éxito en el montaje de Aranjuez, no se siente seguro. Tanto Fernando como sus instigadores buscan el apoyo de Napoleón para que valide su usurpación del trono, y el astuto corso, conocedor de la debilidad de la Familia Real Española, la atrae a Bayona junto con Godoy. Allí tienen lugar las intrigas de abril entre tanto traidor, y allí se reciben las noticias del 2 de mayo en Madrid, que finalmente desencadenan las bajezas de nuestros Reyes del 5 de mayo en Bayona: Fernando VII renuncia primero a la Corona; Carlos IV abdica después a favor de Napoleón, y éste finalmente lo hace en su hermano mayor, el triste José. ¡Cuatro veces en el mismo día pasa la Corona de España por cuatro manos! En este extremo escriben hasta bien los historiadores liberales, como el Profesor Seco Serrano, que dice: “la falta de dignidad de los Reyes darán a Napoleón la idea errónea de que tiene todos los hilos del problema español entre sus manos”. Pero el hecho tiene, a la vez, otra dimensión que ha señalado el profesor Miguel Artola: “Los Monarcas han renunciado de manera injustificable, cualquiera que sea la teoría política a cuya luz se consideren estos acontecimientos, las prerrogativas de su condición real. En la crisis más trascendental de nuestra historia moderna, los Monarcas, al despojarse de sus atributos, abandonan simultáneamente la soberanía”. // Este es, amigos míos, el doble y profundo significado de las abdicaciones de Bayona. Que Dios los perdone, si puede.
Pero, ¿qué ha pasado realmente el 2 de mayo en Madrid? Un hecho quizá anecdótico para quien no sea monárquico, pero trascendental para nosotros, es ver al Infante Francisco de Paula en ropas de viaje, preparado para ser el último en ser enviado a Bayona. La cobarde Junta de Regencia quería que esta salida se hiciera de noche, pero el bravucón Murat la organizó para las 9 de la mañana. El pueblo entero se lanzó a la calle para impedir la marcha de su Infante. Y la violencia asesina, canalla (y no nos cansamos de repetir que maldita) de Murat, perpetró la cruel matanza de aquel día, primera de otras repetidas en toda España. Mesonero Romanos nos ha dejado sus impresiones, algo infantiles, de aquél día, pero fue el Conde de Toreno quien hizo la descripción más ajustada (y ya clásica) de los acontecimientos. En definitiva, el 2 de mayo fue un estallido popular por Dios, por la Patria y el Rey. Gentes de toda condición y clases lucharon en distintos puntos de Madrid, aunque fue el Parque de Artillería de Monteleón el foco más importante. Junto a los repetidos nombres de los oficiales Daoíz, Velarde y Ruiz, hay que unir los de la valiente quinceañera Manuela Malasaña, el esquilador Antonio Romero, el zapatero José Dotor…, y tantos otros de la más diversa escala social. La tremenda represión francesa inmortalizada por Goya, quien por otra parte dejó mucho que desear como patriota en los meses y años siguientes, pinta una admirable masa de hombres entregados a las bayonetas polaco-francesas o a los alfanjes mamelucos. Sin entrar en el medianamente digno oportunismo del escritor Arturo Pérez Reverte, hace dos semanas nos hemos enterado por la prensa que alguno de estos eficaces ratones de biblioteca (cuyo nombre no logro recordar y que nunca faltan en estos obituarios históricos), ha esclarecido los nombres de varios protagonistas de ese gran lienzo goyesco de Los fusilamientos, incluyendo al buen clérigo que, por simbolizar una lucha tan religiosa como política cual fue la Guerra del Año 8, debe recordarnos nuestro primer deber: la defensa de la Fe.
Aunque en abril hubiera algunas revueltas, fue en mayo cuando se extendió aceleradamente el levantamiento por toda España, desembocando en una guerra larga y cruenta que duró exactamente cinco años y once meses, de mayo de 1808 hasta el lejano abril de 1814, fecha ésta en que, al conocerse la entrada de los ejércitos coaligados en París y la abdicación de Napoleón, los mariscales Soult y Souchet pactaron separadamente con Wellington la evacuación de las últimas plazas que los franceses aún tenían en la Península. Casi toda la historiografía establece cuatro etapas de la guerra:
PRIMERA, de la rápida ocupación al episodio de Bailén, en la primavera y parte del verano de 1808, en que el plan francés de ocupar rápidamente el país chocó con el monumental tropiezo gabacho a los pies de Sierra Morena, a saber, la derrota de Dupont ante Castaños en los campos del Santo Reino. Tan dura debió ser la tenida de Bailén para los invencibles ejércitos de la Grandeur que los franceses, temerosos de que los pobres restos del ejército regular español pudieran seguir hasta Madrid, hicieron que José Bonaparte abandonara la capital. Después diremos algo sobre ese héroe de pacotilla.
SEGUNDA, la campaña personal de Napoleón de 1808 a 1809, en que los franceses han de reconquistar Madrid, y vuelven a hacerse fuertes en las dos submesetas.
TERCERA: ocupación y guerra de desgaste, de 1809 a 1811, en que el enemigo somete los Reinos de la Corona de Aragón, con el segundo sitio de Zaragoza, y conquista Andalucía y Extremadura, no sin sufrir grandes bajas por culpa de una guerrilla que se va mostrando como el mejor y eficacísimo medio de lucha en la Historia contemporánea de Europa, hasta el punto de convertirse en un fenómeno de masas capaz de admirar a historiadores franceses de la talla de Aymés. El mismo Napoleón lo comentó en sus epílogos memorandos de Santa Elena repitiendo a cada instante eso de “aquella desgraciada Guerra española me perdió”. Obviamente se refería a la guerrilla, a la que la propia historiografía francesa atribuye la muerte de no menos de 300.000 compatriotas de la Grand Armée. // Georges Roux, por ejemplo, tras declararse ferviente defensor de la causa napoleónica, recoge el mejor recuento de víctimas francesas desde diversos testimonios, arrojando una cifra que va de trescientas mil a 470.000 bajas, ¡y sólo entre franceses! No fue, pues, cosa de poco aquella guerra. No hay tiempo aquí (¡qué pena!) de hablar de los muchos jefes guerrilleros buenos, pues también los hubo malos, señalándose entre los primeros los catalanes Franch y el Barón de Eroles, Mina y Porlier en el Norte cantábrico, los castellanos Merino (éste Clérigo), o Sánchez, o el Empecinado, o el valenciano Romeu, y un largo etcétera.
LA CUARTA Y ÚLTIMA FASE es la que bien podemos denominar ofensiva hispano-inglesa de 1812 a 1814 e incluye los señalados triunfos de Arapiles, Vitoria y San Marcial. Es cierto que los preparativos de la campaña de Rusia se llevaron de España a los mejores efectivos franceses, y que sin duda ello también fue aprovechado por los no muy valientes liberales de Cádiz. // Por otra parte, mucho se ha hablado de la participación inglesa (Blake, Moore, Wellington) en nuestra guerra. // No hay que mitificarla. // Hacer daño al enemigo que quería destruirlos les servía de excelente excusa para pretender y conseguir concesiones mineras y comerciales en España y el Nuevo Mundo. ¡Cuidado con los ingleses, siempre envidiosos de nuestras grandezas, lobos de nuestra economía y tan o más culpables que los franceses en la difusión y protección de la hedionda doctrina liberal!
¿Y qué decir de José Bonaparte, el pobre José, el falso rey rodeado de falsos cortesanos, que sólo reina en un falso reino, que se asienta en una falsa y onírica constitución de Bayona, siendo el suyo, a la postre, un falso reinado que, reinando sobre falsedades, sobre nadie reinó? // Encumbrado por la historiografía liberal, que habla de un hombre de excepcionales dotes intelectuales y las mejores intenciones reformistas, sus valedores no tienen más remedio que reconocer, sin embargo, que su principal defecto consistía en “no tener una gran firmeza”. Pobre hombre… Yo, en cambio, sin dejar de reconocer su evidente conocimiento de la infamia revolucionaria, de la que era hijo como su hermano, creo que ha sido un peón que no tiene importancia alguna para la Historia, un patético y risible dato para alumnos de la ESO, al que se le ha dado una enjundia que no tiene en absoluto. Risum teneatis.
Veamos ahora qué espíritu encuentra en nuestra guerra del año 8 la sagrada (y universalmente aceptada) interpretación que de ella hace la inmensa jauría liberal y marxista. // Como gallinas hinchadas, no dejan de cloquear “guerra nacional”, y así lo repite el incansable e inefable Pierre Vidal. // “Es la nación luchando contra los franceses” –dice, impertérrito, su correligionario comunista Manuel Tuñón de Lara-. // “La revolución que, jurídicamente al menos, viene a significar la ruptura con el Antiguo Régimen, y del contexto de la guerra brotará la revolución”, alumbra la gris eminencia de José Urbano Martínez Carreras en la Complutense, períclito historiador del que yo desconocía su añadida autoridad como jurista. // Otra perla, ahora de Miguel Artola: “significó la quiebra de las viejas instituciones, y es en tales momentos cuando se acaba el Antiguo Régimen”; - y sigue:- “hubo un sentimiento de reasunción de la soberanía por el pueblo, lo que claramente implicaba una situación revolucionaria…” –para concluir, feliz y triunfante:- “…al sustituirse la legitimidad monárquica por la popular, lo que venía a significar la ruptura con el pasado”. // En fin… // Fijáos, queridos carlistas, que “hasta la guerrilla” –dice Artola- “es la primera aparición histórica de lo que hoy se denomina guerra revolucionaria”. No sabemos si con ello Artola se refiere al Ché Guevara o a los terroristas vascos. // Y no hablamos de ese lince del análisis histórico que responde al nombre de Juan Pablo Fusi: a tales alturas se mueven sus juicios… que no debemos ofenderlo ni aun despertar su inteligentísima persona con estas pequeñas citas.
Pero, vamos a ver, decrépitas e hinchadas gallinas a cuyos huevos (es decir, vuestros libros y conferencias) jamás les faltan compradores y dineros: ¿Participó el pueblo español en una tergiversación tan mezquina de la Historia (¡de nuestra Historia, tan nuestra como vuestra!) como ésta en que seguís empeñados liberales, socialdemócratas y marxistas? No, si miramos los datos históricos de los pocos que pudieron fraguar la infamia liberal, concentrados en una exclusiva ciudad (Cádiz) asediada en tiempos de guerra. No, si atendemos a los gritos y proclamas del pueblo cuando se enfrentaba al invasor, que nada tenían de liberalismo y sí mucho de adhesión perpetua a su Monarquía y tradiciones. No, si acudimos a la propia historiografía más o menos profesional, aunque sea retorcida. // Cuando uno quiere contar la verdad, frecuentemente hay que acudir a enemigos cualificados y, así, Pabón, historiador tan poco sospechoso de tradicionalismo como ardiente devoto del liberalismo, dice literalmente: “La obra de Napoleón en España es una síntesis de errores, un triple error. Por un lado, error monárquico, al no entender la vinculación del pueblo español a sus Reyes; tarde ya, así lo reconocería el Emperador. Por otro lado, error nacional, al no comprender los sentimientos del pueblo español, arrebatado por una doble ira: cólera por la Patria invadida e indignación por la nación traicionada. Por último, error religioso, al no advertir la religiosidad del pueblo español y el peso moral, ante éste, del clero, de todo lo cual nacía una clara hostilidad contra el espíritu irreligioso de la Francia revolucionaria”. // Queridos amigos, en estas palabras y por mucho que vuelva a utilizar la palabra “nación”, el Profesor Pabón resume bastante bien, aun sin quererlo, que el pueblo español de hace doscientos años estaba aferrado a sus largas y santas tradiciones, y que de ningún modo luchaba por la “nación liberal”, como quiere hacernos creer Doña Esperanza Aguirre y sus adláteres, quienes con toda seguridad o no han investigado en las fuentes históricas o, lo que es peor, las han visto y quieren falsearlas, y seguirán falseándolas para sus torcidos fines, que de esto no os quepa la menor duda.
Dice luego la inmensa pléyade de historiadores liberales y marxistas que la llama de la numantina resistencia al invasor francés la pusieron las Juntas Territoriales que se formaron precipitadamente frente a él, y que eran “Juntas de clara inspiración liberal”. Pues bien, véase lo que dice la que luego refundió a todas, la “muy liberal” Junta Suprema de Sevilla el 6 de junio de 1808, poco antes de que el descalabro francés en Bailén aplazara la entrada del enemigo en Andalucía (dice): “La Francia, o más bien su Emperador Napoleón I (…) ha declarado últimamente que va a trastornar la Monarquía y sus leyes fundamentales, y amenaza la ruina de nuestra religión católica. (…) No dejaremos las armas de la mano hasta que (…) restituya a España a su Rey y Señor (…) y respete los derechos sagrados de la nación que ha violado, y su libertad, integridad e independencia”. // Pues bien, casi doscientos años después debemos preguntarnos: ¿Es que las palabras “nación” (un término ciertamente nuevo en la España de 1808 incluso para un pueblo que no se imaginaba lo que después encerraría) y “libertad” (concepto poliédrico donde los haya, del que se ha hecho desde el uso más vil a la mejor defensa) bastan para hacer de aquellos españoles unos fervientes liberales? // ¡No! // ¿Y por qué sostenían las armas, entonces? ¡Porque el levantamiento, la guerra y por todo cuanto luchaban aquellos españoles no era otra cosa que las tradiciones que amparaba la Constitución Histórica de los Reinos de España! ¡La misma que, dos siglos después, sigue iluminando a los carlistas que hoy están aquí!
En fin, mienten quienes dicen que el pueblo español se levantó en 1808 enarbolando la bandera de la revolución liberal. Mienten, quienes dicen que lo de Cádiz fue una constitución, pues se hizo sin contar con el pueblo y de espaldas al pueblo, por unos cuantos que (copiando el fiasco francés de 1791) apenas se representaban a sí mismos. // Mienten, y mienten todos, quienes insultan a unos españoles (la inmensa mayoría de los que vivieron entonces) que, sin saber gran cosa y pudiendo todavía pocos leer y escribir, sabían infinitamente más que los adoctrinados y aborregados de ahora, pues al menos sabían qué defendían y por qué lo defendían, a saber, una España asentada en el pilar cristiano y dispensadora de un conjunto de libertades personales y territoriales mucho más grande y seguro que el puerto del caos a donde nos llevan nuestros actuales e irresponsables gobernantes, herederos directos (y sólo en esto no se equivocan) de aquellos liberales de 1812.
¿Qué consecuencias nos toca destacar de la Guerra de 1808? Veamos: el hecho de que después del conflicto Fernando VII el Deseado (el Rey ansiado y devotamente querido por su pueblo –sin ninguna excepción-, al que empero traicionó como a la propia Corona que debiera honrar más que a depósito alguno de la Historia) el hecho, digo, de que después impusiese a los Reinos un atroz absolutismo (igualmente foráneo y ajeno a toda tradición española) no hizo sino alentar el crecimiento de ese liberalismo que, hasta entonces, fue cosa de muy pocos. Pintiparado viene aquí el universal axioma de que la represión de cualesquiera ideas genera mártires, y de éstos crecen aquéllas, por malas que sean. // ¡Qué razón tenía la pena traidora…! -dice la copla-, ¡y cuánta razón llevaba el manifiesto leído ante el Monumento de los Héroes del 2 de mayo, en la ofrenda que hicimos el pasado 26 de abril, hablando de las pocas veces que en Reino alguno de la historia hubo príncipe o soberano más unánimemente aclamado, más íntimamente esperado! ¡Qué terrible fiasco ante tanta oportunidad perdida, estimados amigos! ¡Y qué bien lo sabían nuestros padres carlistas de 1832!
Pese a todo, y aunque ningún analista honrado pueda decir que el liberalismo fuera mayoritario en la España del siglo XIX o aún del XX (¡ni mucho menos!), la misma exigua minoría de iluminados y barnizados por aquello siguió imponiéndola, más por fuerza que por grado, a las almas de un país muy pronto aniquiladas por la nefasta desamortización de bienes raíces y eclesiásticos, por la terrible política educativa que coadyuvó el cierre de numerosos centros de enseñanza, particularmente sañuda en épocas progresistas y republicanas, pero igualmente dañina con los conservadores, por la imposición de un modelo excluyente de Nación uniforme o, en fin, por la prohibición (cada poco tiempo más tenaz) de la auténtica libertad ideológica, fuera cual fuese el color o concreto barniz del gobierno de turno.
En este punto no podemos menos que recordar la absoluta exclusión de la vida pública de quienes, contra viento y marea, siguieron luchando por la Constitución Histórica y por el conjunto de libertades y tradiciones seculares de los pueblos de España, a quienes el Estado liberal negó siempre el pan y la sal.
De las desgracias que perpetró la última república, especialmente siniestra con los valores religiosos que tan profundamente arraigados estaban en el pueblo español (como poco desde mil ochocientos años atrás) no toca hablar hoy aquí. Tiempos y analistas mejores todavía tienen mucho que aclarar sobre este tema. // Todo esto, que no siendo poca cosa apenas insinúa la punta del iceberg de nuestras hodiernas desgracias, es cuanto puedo y debo deciros esta primaveral tarde que tampoco está para muchos tostones, pero que debe hacernos reflexionar sobre lo mucho que nos cumple hacer desde 1808. // ¡No debemos, no podemos defraudar a cuantos lucharon por nosotros en 1808, en 1832, en 1860, en 1872 o en 1936! Y porque creo que el tradicionalismo es hoy tan necesario como entonces, porque se enfrenta a enemigos poderosos y malvados, porque –como dije antes- posiblemente no arranque de las respuestas a las traiciones de 1832 o de 1808, sino contra las que yo llamo “luces de la sinrazón”…, por todo ello, si por Dios, por la Patria y el Rey lucharon nuestros padres, por Dios, por la Patria y el Rey lucharemos nosotros también. Muchas gracias por vuestra atención.
http://www.carlistas.es/pdfs/Guerra_de_1808.doc
Junta Carlista del Principado
DECLARACIÓN DEL VEINTICINCO DE MAYO
Hace doscientos "deliberó la Junta con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad".
Dos siglos después, no sólo imperan en Asturias las ideas del la Revolución francesa que esparcían las tropas napoleónicas, sino que los sucesores de los afrancesados (liberales, populares, socialistas, comunistas y demás componentes de la oligarquía política, mediática y financiera) siguen estrangulando la vida de nuestra región, enemigos jurados de "la Religión, de la Patria y de la común felicidad" por las que se alzaron nuestros antepasados. Esos políticos, caciques y oligarcas, continuadores de los traidores que unos años más tarde, en 1834 suprimirían definitivamente la Junta General del Principado de Asturias, acaban de perpetrar en Oviedo, en el parlamentín autonómico que usurpa el nombre de aquella, una función circense en que se han permitido presentar el alzamiento de 1808 como si hubiera tenido el signo exactamente contrario del que tuvo.
Los asturianos de hace doscientos años se levantaron, como el resto de los españoles, precisamente en defensa del Antiguo Régimen, el que garantizaba sus derechos y libertades, el que sus antepasados habían ido construyendo durante muchas generaciones.
Si hoy imperase en Asturias el mismo espíritu, el pueblo ovetense habría aprovechado la jornada de ayer para poner en fuga a quienes, además de hacer irrespirable nuestro presente e imposible nuestro futuro, se permiten querer cambiar nuestro pasado a su antojo, conveniencia e ignorancia.
En su declaración del veinticinco de mayo del año pasado, esta Diputación de la Junta Carlista del Principado de Asturias terminaba con un párrafo que ahora reproducimos. "Urge poner fin a la pasividad con que los asturianos están presenciando la transformación de su región en una especie de urbanización tercermundista. Urge sacudirse la plaga de los partidos políticos y de sus colaboradores".
ASTURIAS NUNCA VENCIDA
Oviedo y Mayo 25 del 2008
Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias
Apartado de Correos 2.044 · 33080 Oviedo
http://carlismo.es/asturias
- Vídeos mesa redonda sobre el Dos de Mayo
- Nuevos artículos
- Declaración de la Junta Carlista de Asturias
- Nápoles. La identidad traicionada. La unificación italiana contra la Tradición
- Valencia. Homenaje al Palleter
- Madrid: Charla-coloquio para jóvenes: La unidad de España
Madrid, mayo 2008, mes de la Santísima Virgen María. Los lectores de FARO (y los del diario ABC, que dio la información, con foto incluida, en su edición de 29 de abril pasado) saben del éxito de la mesa redonda "La llamada Guerra de Independencia en la historia contemporánea de las Españas. En el bicentenario del Dos de Mayo", celebrada en madrid el pasado 26 de abril, organizada por el Círculo Cultural Antonio Molle Lazo con la colaboración del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II.
Las intervenciones en la misma, en archivos comprimidos con DivX, están disponibles para su descarga en estas direcciones:
http://www.hispanismo.org/2demayo/Do...esentacion.zip
http://www.hispanismo.org/2demayo/Do...dresGambra.zip
http://www.hispanismo.org/2demayo/Do...nezSicluna.zip
http://www.hispanismo.org/2demayo/Do...delaCigona.zip
http://www.hispanismo.org/2demayo/Do...nioGallego.zip
Por su parte, Tetralema - Bitácora Lealtad (http://montejurralealtad.blogspot.com/, provisional; artículos anteriores en http://montejurra.blogspot.com) acaba de publicar un artículo sobre el mismo asunto: "Afrancesados de ayer, europeístas de hoy".
Oviedo, 25 mayo 2008. La Junta Carlista del Principado de Asturias ha hecho pública su Declaración del Veinticinco de Mayo:
Hace doscientos "deliberó la Junta con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad".
Dos siglos después, no sólo imperan en Asturias las ideas del la Revolución francesa que esparcían las tropas napoleónicas, sino que los sucesores de los afrancesados (liberales, populares, socialistas, comunistas y demás componentes de la oligarquía política, mediática y financiera) siguen estrangulando la vida de nuestra región, enemigos jurados de "la Religión, de la Patria y de la común felicidad" por las que se alzaron nuestros antepasados. Esos políticos, caciques y oligarcas, continuadores de los traidores que unos años más tarde, en 1834 suprimirían definitivamente la Junta General del Principado de Asturias, acaban de perpetrar en Oviedo, en el parlamentín autonómico que usurpa el nombre de aquella, una función circense en que se han permitido presentar el alzamiento de 1808 como si hubiera tenido el signo exactamente contrario del que tuvo.
Los asturianos de hace doscientos años se levantaron, como el resto de los españoles, precisamente en defensa del Antiguo Régimen, el que garantizaba sus derechos y libertades, el que sus antepasados habían ido construyendo durante muchas generaciones.
Si hoy imperase en Asturias el mismo espíritu, el pueblo ovetense habría aprovechado la jornada de ayer para poner en fuga a quienes, además de hacer irrespirable nuestro presente e imposible nuestro futuro, se permiten querer cambiar nuestro pasado a su antojo, conveniencia e ignorancia.
En su declaración del veinticinco de mayo del año pasado, esta Diputación de la Junta Carlista del Principado de Asturias terminaba con un párrafo que ahora reproducimos. "Urge poner fin a la pasividad con que los asturianos están presenciando la transformación de su región en una especie de urbanización tercermundista. Urge sacudirse la plaga de los partidos políticos y de sus colaboradores".
ASTURIAS NUNCA VENCIDA
Oviedo y Mayo 25 del 2008
Nápoles, 30 mayo 2008, festividad de San Fernando, Rey de León y de Castilla. La cooperativa editorial Il Giglio y el Movimiento Neoborbónico organizan hoy la mesa redonda "L'identità tradita. L'unificazione italiana contro la Tradizione". Será a las 18 horas, en el Hotel Oriente (Via Diaz, 44). Intervendrán Marina Carrese, Miguel Ayuso, Angela Pellicciari y Gennaro De Crescenzo.
Valencia, mayo 2008. Con ocasión del 200º aniversario de la Guerra de Independencia, el Círculo Cultural Aparisi y Guijarro quiere recordar a todos los patriotas valencianos que se alzaron contra la invasión napoleónica y muy especialmente a una figura tan querida en nuestro viejo reino como la de Vicent Doménech "El Palleter", quien un 23 de mayo de 1808, en la Placeta de les Panses (hoy Plaza de la Compañía) rasgó su faja de estambre en pequeños trozos para que sirviera de escarapela, puso el girón mayor en el extremo de una caña con una estampa de la Virgen de los Desamparados y un retrato del Rey, y enarbolando el estandarte gritó: "Un pobre palleter li declara guerra a Napoleó; ¡Vixca Fernando sèptim y muiguen els traïdors!". Este sería el primer grito de revuelta contra la Revolución y en defensa del Altar y el Trono que sonó en el reino de Valencia.
Por este motivo, el sábado 31 de mayo tendrá lugar, D.m, un Homenaje al Palleter y a todos los patriotas valencianos de la Guerra de la Independencia, cuyo programa de actos será el siguiente:
19:00 Misa en la Iglesia de la Compañía, sita en la plaza del mismo nombre (detrás de la Lonja de Valencia).
20:00 Ofrenda Floral ante la placa conmemorativa del Crit del Palleter.
21:30 Cena de hermandad en un restaurante cercano.
Madrid, mayo 2008. El Círculo Cultural Antonio Molle Lazo organiza una nueva charla-coloquio para jóvenes, la última del presente curso, el sábado 31, a las siete de la tarde. Tema: La unidad de España. Breve introducción a cargo de J.M. Gambra. Se servirán cervezas y refrescos, acompañados de los correspondientes aperitivos.
Tendrá lugar (D.m.) en la Fundación Francisco Elías de Tejada, C/. José Abascal (ant. General Sanjurjo), 38, bajo izquierda.
Estas convocatorias y muchas otras en la Agenda de las páginas para suscriptores de FARO y en el Tablón de anuncios de nuestra web
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Agencia FARO
Amigos:
Como se fala de historia peninsular, pretendia receber cópia digital da Peninsula Ibérica de Al-Idrisi, que me dizem haver um mapa de Konrad Miller, alemão, que editou "Mappas Arabicae", de Al-Idrise, cerca de 1989 ou 1926.
Antecipadamente grato,
Antonio Mesquita (antoniomesquita@sapo.pt)
Nota: desculpem o desproposito, mas não encontro ninguém que me valha!
POR LA RELIGIÓN, EL REY Y LA PATRIA
Por la Religión, el Rey y la Patria,
¡ Santiago y cierra España !
¡ Muera Napoleón !
¡ Muera su Revolución !
Guerrilleros libertadores,
Vuestros fueron los leales pendones,
¡ Gloria a la Santa Guerra !
¡ Gloria, Gloria a la Independencia !
Las proclamas de las juntas,
Fuertes como briosas yuntas,
La expulsión del vil invasor,
De Rusia al suelo español....
Honramos el Sagrado Trilema,
Hoy continuamos la pelea,
Como el Glorioso Dos de Mayo,
Los carlistas el triunfo esperamos,
Agustina de Aragón, el Cura Merino...
La suerte del tradicional destino,
Zumalacárregui, Gómez....
¡ La Santa Causa no se esconde !
Honor y gloria a la brava patria,
Tumba del tirano que asoló desde Francia,
¡ Lucha, lucha ! Desperta ferro !
¡ Unamos a nuestro heroico pueblo !
Que el Arcángel San Miguel nos proteja,
Como a nuestros antepasados en la refriega,
¡ Por la Monarquía Católica, siempre !
¡ Fueros, costumbres; libertades perennes !
Y por más que moleste a la farsa liberal,
Reaccionario fue nuestro pueblo sin igual,
Zaragoza, Gerona, Bailén....
¡ Batallas que han de volver !
Que la Tradición Realista resurja,
Que en esta conmemoración presuma,
¡ Vibre el recuerdo de grandeza
que fue nuestra Guerra de Independencia !
Bailén, 19 de julio de 1808
Salten al viento los gritos de victoria
porque en Bailén combatieron y ganaron
los que a Castaños su suerte confiaron
y regístrese en el libro de la Gloria
pues creció el espanto cuando cabalgaron
por Belona coducidos los bridones
y faltó el valor en bravos corazones
cuando infantes y artilleros dispararon.
Gloria a Castaños que derrotó al osado
gloria al ejército y loor a los paisanos
que nadie victoria así nunca ha logrado
ni tampoco tanta sangre ha derramado
ni deshonrado a tan fieros enemigos
como en el trance mortal allí librado.
DOS DE MAYO
" Si levantaran la cabeza los Héroes de la Guerra de la Independencia, no volverían de su asombro al ver que los afrancesados que ellos odiaban usurpan el nombre y la representación de la Patria, y que la constitución parlamentaria dada en Bayona por Pepe botella, aunque más liberalizada, es ley política.
Los liberales nada tendrían que decir, pero nosotros, los tradicionalistas, verdaderos descendientes y continuadores del pueblo de 1808, después de mostrarle otras guerras de la independencia no menos heroicas que la primera, les diríamos: " Pronto habrá, después de un primero de Mayo terrible, un dos de Mayo más glorioso que el de 1808 ".
Juan Vázquez de Mella y Fanjul
El Correo Español, 2 de Mayo de 1891.
Dos de Mayo,
Glorioso Pueblo,
Nación que se alza,
De Madrid al cielo,
De Daoiz y Velarde,
A Manuela Malasaña,
Parque de Artillería de Monteleón,
La lealtad, la casta,
Majismo y manolería,
Clérigos y militares,
Todos juntos en unión,
Gentes tradicionales,
¡ Rebelión contra el girondino,
Muerte al liberal,
Que saquea a la Santa Iglesia,
Que nos pisa sin piedad !
¡ Guerra a la Revolución,
Que trae el mal francés;
Se nos escuchará hasta en Rusia,
Por nuestro fiero proceder !
¡ Fuerza contra la guillotina,
Contra el masón y sus dictados !
Conocemos y amamos las libertades, ¡ puercos !
De la Santa Tradición han emanado,
Religión, Corona y Patria,
Laureles de libertad,
En ellos las Españas se funden,
Porque libres nos hace la Verdad,
Lo transmite el bando de Móstoles,
La Patria está en peligro,
Mas si tenemos poca metralla,
Habrá que tirar de cuchillo,
¡ Sin miedo contra el impío invasor,
Santiago, a ellos,
Como contra las hordas islámicas,
Renacerá nuestro denuedo !
Como los Almogávares,
Como los Tercios,
La Vida Hispana,
No tiene precio,
Que se organicen las juntas,
Que ondeen las banderas,
¡ Adelante, Leones de España,
Que la Victoria es nuestra !
Que suenen jotas en Aragón,
Y en Cádiz las alegrías,
¡ Leña a los mamelucos,
Resistencia contra la tiranía !
Traidor el afrancesado,
Como traidor el mal español,
Esa minoría liberal,
Que no se diferencia de Napoleón,
Grande el Dos de Mayo,
Que borda la Historia,
Aunque vengan cantamañanas,
Manipulando con su escoria,
Grande la Villa y Corte,
Grande la bravura castellana,
Que contagió desde la Isla de León,
A los Pirineos de buena gana,
Grande la Fe que
Como Cruz de Guía empuja,
¡ Escuchad Bonapartes:
Este Gran Reino será vuestra tumba !
¡ Los vuestros no traen luces,
Esa " fraternidad " asesina,
Recordad el Dos de Mayo,
Comienzo de vuestra ruina !
......"lo he pensado muchas veces- , porque en aquella guerra hubo algo más que la invasión imperialista y la resistencia patriótica, y ese algo más quizá no haya pasado ni caducado, sino que todavía viva un presente que no ha conocido desenlace"....primeros rebeldes que morían en la soledad y en la incertidumbre, confesando rabiosamente a un Dios y un Rey que parecia haberlos abandonado....
¿Que drama de raíz espiritual y nacional se oculta tras aquella desigual resistencia al invasor, para hacer que su eco no se haya extinguido en nuestro presente.?..¿Que misteriosa fuerza histórica en aquellos años el -No importa-, aquella alucinante consigna con que tantos españoles aceptaron un destino fatal, un desesperado morir matando ?
A partir de la Guerra de Independencia la continuidad monárquica se disuelve y un estado permanente de subversión dá la tónica de siglo y medio, en que la lucha civil y el alzamiento se alternan con periodos de tranquilidad debidos en general a intervenciones militares......La grandeza y el patetismo de los hechos queda ahí, así como la permanencia de su recuerdo y la sugestion que ejercen , incitando a buscar en la profundidad de sus motivos...
"Una vieja copla en Roncal recuerda ...
Ciento cincuenta franceses
a Val de Roncal subieron
y en las peñas de Yinyari
con sus armas perecieron ."
..."Las inmensas reservas de patriotismo, de lealtad monárquica y de verdadera unidad espiritual que todavía poseían los españoles que conocieron la invasión napoleónica. Es decir el sólido fundamento humano que aún poseía aquella esperanza de un nuevo reinado que restableciese, si nó la pasada grandeza, cuando menos la dignidad de la nación como comunidad de voluntades en el interior y como potencia respetada en el exterior "
El Sitio de Zaragoza
200 AÑOS DE INDEPENDENCIA
Publicado por Requeté Català en 21:44 Etiquetas: MEMORIA E HISTORIA
AGAFEU LES ARMES, MINYONS,
BENVINGUTS COM A GERMANS,
ALS POBRES VA LA VIDA,
ALS RYCHS LA VIDA Y BENS,
MINYONS, AGAFEU LES ARMES
ARA QUE HI SOU A TEMPS.
VISCA ESPANYA!!!!!
PER LA INDEPENDÈNCIA, FEM FORA AL FRANCÈS.
VIRGEN DE ATOCHA DAME UN TRABUCO
PARA MATAR GABACHOS Y MAMELUCOS.
200 AÑOS DE INDEPENDENCIA
EN TORNO A LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Se veía venir. Se mascaba la tragedia. En un Bicentenario que debía ser Honor y Honra del Heroísmo, los liberales de siempre ( Ahora todos los politicuchos analfabetos se ponen de acuerdo, qué casualidad....) intentan manipular para casa. Ya se han apropiado para sí de Jovellanos, el Tempranillo o Curro Jiménez, ¡ cómo no iban a hacerlo con la Guerra de la Independencia ! Al menos, esos que van de enfants terribles ( No se lo creen ni ellos ) como Gabriel Albiac o Arturo Pérez-Reverte acaban maldiciendo el Dos de Mayo. Todo patrocinado por el PP. Lógico por su parte. Esta gentucilla, déspotas " ilustrados ", dicen ser " demócratas "....Pero a estos " superdemócratas ", cuando el pueblo no les conviene, los tildan de " canalla " , como la minoría masónico-liberal que conspiraba apoyada ora en las logias de París ora en las logias de Londres, y que por desgracia acabó triunfando por la maldad traidora e incompetente de Fernando VII. Así demostraron su tolerancia, con el " trágala perro ", amenazando con despellejar en sus grotescas cancioncillas si no se aceptaba su constitución, matando frailes, asaltando a la beneficencia y regando de sangre toda España a lo largo del siglo XIX con sus infumables pronunciamientos ( ¡ Y después se quejan de Tejero ! ).
La vexilología es ilustrativa al respecto. El Trilema que utilizaron los luchadores por las libertad de las Españas en sus valientes pendones fue " POR LA RELIGIÓN, EL REY Y LA PATRIA ". ¿ Nos suena, verdad ? Mientras que en el Tirol, el caudillo Andreas Hofer luchaba ( Contra el mismo enemigo ) " FÜRR GOTT, DEN KAISER UND DAS VATERLAND ". Si nos apuramos, hasta en la misma Rusia se fraguaba el lema de " POR LA FE, EL ZAR Y LA PATRIA "; que luego trajeron los rusos blancos que vinieron a combatir a la Cruzada ( Muchos de ellos en el Requeté ). Estandartes religiosos, estandartes reales con la borgoñona Cruz de San Andrés y también alguna bandera roja y gualda, entonces emblema de la Marina. Morir o vencer por Dios, la Patria y el Rey. Más claro, agua. ¿ Y todavía hablan de " revolución " ? Pues sí; como vemos, los hay que tienen menos vergüenza que un cochino criado con leche, y no son pocos. Tiren de la vexilología, liberales, verán la sorpresita que se llevan....Pero ya sabemos cómo actúan cuando la Historia o el pueblo no les conviene: O asesinan o manipulan. De Robespierre a la URSS la " ilustración " ha enseñado sus bazas. Napoleón, como Estados Unidos, quiso exportar la revolución a todo el mundo. Napoleón ya sabemos cómo acabó; que vayan tomando nota en el Pentágono, que torres más altas han caído....
La Guerra de la Independencia fue concebida, en nuestra tradición interclasista, como una epopeya similar a la lucha contra el Islam en la Reconquista. Hasta pudo recordar a los pueblos celtíberos frente a Roma, aunque esto requeriría una serie de matices que no vienen demasiado al caso. Esta Guerra no fraguó una " revolución ", como dicen tantos catedráticos a sueldo o Mariano Rajoy; esta guerra precisamente fue de Contrarrevolución. No sólo " contra el francés ", sino contra la Revolución que éste traía en sus tricolores estandartes. La Revolución que entró saqueando iglesias. Esto no lo digo yo, ni sólo lo dijo nuestro llorado Rafael Gambra, sino que también lo admiten con valentía Javier Paredes o José J. Esparza. Rafael Gambra probablemente fue el que mejor analizó nuestras Guerras Realistas (1) directamente salidas de las luchas por la Independencia, donde ya aparecieron los términos aguerridos y populares de " apostólicos " y " realistas ". ¿ Por qué el pueblo español no se rebeló contra el Duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luis ? Pues porque el pueblo español no quería, sencillamente, que los liberales, aun fueran " españoles ", siguieran la política bonapartista girondina aun con bandera roja y gualda. Realistas franceses que luego vinieron a combatir a la Península, ya fuera en las Carlistadas Españolas o en el Miguelismo Portugués. Y es que el pueblo español era realista, por más que les fastidie a admiradores varios del euro-laicismo bonapartista, desde Adolf Hitler a César Vidal. Bien entendió lo que ahora se manipula Vázquez de Mella, por eso lo escribió un Dos de Mayo de 1891 en El Correo Español....Al menos, agradecemos que haya unos pocos historiadores valientes e independientes que se atrevan a repasar los hechos con objetividad, como los ya mencionados.
La libertad que traía el gran girondino era el saqueo de las iglesias, la supresión de los gremios ( Con la consiguiente indefensión brutal del trabajador ante el Estado ) y el voto a partidos políticos sólo para los mayores rentistas....Trágala perro, trágala. Todo muy tolerante, sí señor. Y el pueblo, como dice el ex-comunista reciclado en neocon Gabriel Albiac, debía haber aceptado esa libertad....Claro. Como la que le traían Riego y el conde de Toreno. La que traían los que asesinaron a Elío, unos de los héroes que ayudaron a la derrota británica en el Río de la Plata pocos años después de Trafalgar. Eso será el tan ladrado Estado de Derecho y Bienestar. Y lo demás será " la canalla ".
Ahora, un chillón mañanero dice en la radio de la Conferencia Episcopal ( ¡ Luego nos quejaremos ! ) que la Iglesia no hizo nada, que incluso decía a la gente que no se levantara contra el invasor ( Invasor que era de su misma ideología ). Este tipo no solamente ignora al Cura Merino o al Obispo de Orense, sino que olvida que el primer muerto español contra la invasión revolucionaria fue un cura en Carabanchel Alto. Este tipo ignora que el clero fue el primer perjudicado por la tiranía criminal que él defiende, aun con otra bandera. De hablarnos con Pepito Bono de " trabucaires " a decir ahora que por lo visto, eso ni existió....No se aclaran. Y no se aclaran estos hijos de la guillotina porque todo lo que cuentan es mentira y provecho para su causa, que lleva oprimiéndonos dos siglos ya. Contra eso se levantaron los generales Gómez de Jaén y Zumalacárregui de Guipúzcoa contra Napoleón y luego en las Guerras Realistas, y luego en el Carlismo. Por eso los liberales malvendieron a América, porque temían en especial a México, que incluso como me dice un tradicionalista mexicano, a la larga pudiera convertirse en un foco partidario de D. Carlos. Con su despotismo " ilustrado ", prohibieron a los españoles americanos hasta que se organizaran juntas y no sólo no ayudaron a los realistas de allá, sino que los traicionaron; y después de haber formado a no pocos en la masonería, ellos mismos sirvieron en bandeja las dolorosas Guerras Civiles Hispanoamericanas. ¿ Y qué jefes tenían muchos nobles realistas indianos ? Pues los que después, casualmente, muy casualmente, serían jefecillos isabelinos....Parece que todo estaba bien planeado y que una América donde la " ilustración " había calado todavía menos que en la Madre Patria quizá era un estorbo. Por eso, también en la Piel de Toro los liberales se empeñaron en " liberalizar " los Reinos de Andalucía, que fueron grandes focos realistas, y abortaron con sangrienta saña las primeras intentonas carlistas en la Plaza de Armas de Sevilla, en las tierras del Santo Reino de Jaén o en la Serranía de Ronda. De eso sabía mucho D. Melchor Ferrer; y no como el tristemente célebre cantamañanas, que dice admirar la unión del pueblo ante un enemigo muy superior....¡ Un pueblo unido que combatía contra lo que él predica ! Si es que tanta burda manipulación no da ya pena o asco, sino risa floja. Más honrados parecen los amigos directos de los afrancesados o los que odian con rencor e ignorancia el Dos de Mayo, como ya referimos.
Y sí, los vascos y los catalanes lucharon por la Independencia. La misma Independencia por la que lucharon castellanos, leoneses, asturianos, gallegos o valencianos: La de España. Pero no la de la España que había dejado de ser católica con Azaña ( Lo que soñaban en su día los liberales, ya conservadores ya progresistas ) y hoy reivindica el PP, sino la España de siempre, la que conocía libertades concretas y para la que la Corona Católica era su ser, su referente, su vida, de donde emanaban, pues, esas preciosas libertades que nacieron y se consolidaron a lo largo de los siglos. Por eso mismo lucharon Daoiz, Velarde, Agustina de Aragón o el tamborilero del Bruch. Por eso mismo se resistió a muerte y en inferioridad de condiciones en Zaragoza o Gerona; y Bailén comenzó siendo la tumba de Napoleón ( Su primera gran derrota ), cuyos ecos resonaron hasta llenar la moral de los soldados de Moscú y San Petersburgo. Ecos que también dieron moral a los nobles soldados irlandeses que seguían sirviendo en la Armada Española, continuando una Tradición de siglos, escapando del falso y sanguinario papado anglicano.
En fin, lo que venimos a decir es que el pueblo español se levantó por sus tradiciones contra la falsa " modernidad " ( Modernidad que en todo caso recordaba a la " religión civil romana " y al culto al emperador, nada nuevo bajo el sol....), que el pueblo español no quería ideologías ni historietas raras; mientras que unas minorías elitistas, fueran afrancesados o liberales de aquí, avergonzados de lo nuestro y apegados a lo peor que podían traer de fuera, quisieron parir " el nacimiento de una nueva nación " ( Título de una película gringa que hace apología del Ku Klux Klan, por cierto ). España no nació en el 1808. España se confirma como Patria cuando Recaredo I se convierte a la Religión Católica, pocos años después del Edicto de Leovigildo. España se reafirma como Patria desde Covadonga a Granada, intentando reconquistar nuestra Tingitana y en las Canarias; en América y las Filipinas, en las Sicilias; o poniendo picas en Flandes ante la herejía y contra el Gran Turco en Lepanto. La continuidad histórica de las Españas plasmóse del 1808 al 1814 con un pueblo acostumbrado a la libertad, celoso de la seguridad y apegado a sus costumbres; lo que hoy, en nombre del progreso, la sabiduría, la igualdad y las luces no tenemos. Eso nos han traído todas las ideologías juntas y revueltas; todas, intentando ser un sustituto de la Religión, presentándose iluminadamente en olor de redención. Y así nos va....
La Guerra de la Independencia es, en todo caso, el comienzo de la lucha contra la Revolución, que después tiene su continuidad " lógico-histórica " en las Guerras Realistas ( Algo que por desgracia se difuminó en nuestra América ) y hasta hoy en el Carlismo; el mismo que sigue el lema.
Podrán seguir rebuznando con dinero ajeno, pero la Verdad nos hace libres, y lo que es, es.
HONOR Y GLORIA A LOS HÉROES DE LA INDEPENDENCIA, QUE CON DESGARRADORA VALENTÍA Y SIN AMILANARSE ANTE LAS MUCHAS DIFICULTADES NOS TRAZARON EL CAMINO DE LA CONTRARREVOLUCIÓN ESPAÑOLA.
(1) - La Primera Guerra Civil de España(1821-1823). Historia y meditación de una lucha olvidada; de Ediciones Nueva Hispanidad, www.nuevahispanidad.com
LOS GABACHOS ENTRARON EN BOLLULLOS
Los gabachos entraron en Bollullos,
En toda su Mitación,
Mas el pueblo no quedóse quieto,
Que con justicia se rebeló,
Los guerrilleros atacaron,
Y los dragones de Pepe Botella,
Fuego maldito escupieron,
¡ Se ve que el intruso tiembla !
Arrasaron la calle de Cotán,
Pero pozos secretos se han construido,
Entre ellos se marinea,
Hasta Bailén iremos si es preciso,
¡ A la guerra, a la guerra !
¡ Sublevación, como en Algodonales !
¡ A defender la Vera Cruz y el Santísimo !
¡ Como San Fernando contra los musulmanes !
¿ Cómo habría dejarse pisotear,
El pueblo que impresionó a Felipe Quinto ?
¡ Bollulleros, a defender la Patria,
Aunque sea con palos y cuchillos !
Se va a enterar Napoleón,
Quienes somos nosotros,
Hijos de pinos y olivares,
Dispuestos para hechos gloriosos,
La cuna de Fray Juan Calero,
No tolera la invasión,
Y a la Junta de Sevilla,
Serviremos con honor,
¡ Vamos, gente del pueblo !
Vamos, de la Iglesia al campo,
Vamos, por toda la calle Real,
La Corona nos está reclamando,
Vamos por los lindes de la Juliana,
Vamos, caminos de Bollullos,
Guerra sin descanso al franchute,
Nuestro mosto ahogará su falso triunfo,
¡ Por la Santa Religión,
Vayan las sentidas oraciones !
Por nuestro libre cabildo,
No nos quitarán nuestras tradiciones,
¡ Salve, Señora de Cuatrovitas,
Ilumina nuestros trabucos,
Ayúdanos a expulsar a los impíos,
A los malditos gabachos de Bollullos !
LIBRES
Libres nuestras banderas,
Libres nuestros pueblos,
Libres nuestros cabildos,
Libre nuestro clero,
Vivo Cantar de Gesta,
Contra la tiranía del gabacho,
Épica del espíritu libre,
Ni liberal ni afrancesado,
Por el Altar y el Trono,
Contra el ciudadano sin nombre,
Por el vecino reconocido,
Cuya representatividad conoce,
Nuestra raza, inflexible e indomable,
Dará venganza al estupro,
Leyenda que el tiempo contará,
Desde la carga de los mamelucos,
Como lobos hambrientos,
Contra las águilas usurpadoras,
Napoleón no es emperador,
Su señal es la deshonra,
De la montaña del Príncipe Pío,
Al sol de la Sierra Morena,
El tamborilero del Bruc,
Al vil invasor aterra,
Vengan caballos de Doñana,
Y cañones de donde sea,
¡ Adelante guerrilleros !
¡ Adelante la infantería ligera !
Fuego al trapo tricolor,
Toma palo y navaja,
Entérate, embustero vanidoso:
Guerra te presenta España,
Ni treguas ni paces,
Estos ladrones nada merecen,
Grande Armée soberbia,
Bien sabes que miedo tienes,
Hasta los mares que nos bañan,
Para ahogarte te buscarán,
Se escribirá en páginas doradas,
Esta Cruzada Inmortal,
Se atragantará la marsellesa,
Se glorificarán Los Arapiles,
¡ El camino español está trazado,
No tiene pérdida posible !
Libres las Españas,
Libres nuestros padres y abuelos,
Libres mujeres y niños,
Libres nuestros muertos.
Dos de mayo: empiezan las efemérides vergonzosas
Prepárense para las efemérides contemporáneas. Porque teniendo en cuenta que entre 1808 y 1936 hemos sufrido en Navarra cinco guerras -pero guerras, guerras, oiga- vamos a tener mucho que celebrar en este próximo siglo. O que conmemorar, mejor dicho. Porque ya me dirán qué diablos vamos a celebrar ahora que somos todos “afrancesados”, ilustrados, liberales y gente de progreso.
¿Celebraremos que el pueblo español -incluido el navarro- se levanta irresponsablemente contra el europeísimo francés en 1808? ¿Recordaremos con cariño a los voluntarios realistas que resisten con obcecación al primer gobierno liberal español durante el trienio de 1821-1823?, ¿Nos alegraremos recordando cómo los carlistas se echan absurdamente al monte precisamente cuando se conseguía modernizar el viejo reino convirtiéndolo en provincia en 1833?, ¿Tendremos que brindar de nuevo por aquellos carcas navarros que se sublevan contra la bendita primera república y contra Alfonso “el XII” en 1872? ¿Tiraremos cohetes, en fin, rememorando aquella Navarra, julio de 1936, que se vuelca en masa, inexplicablemente, contra una segunda república que era lo más progre del momento?
Verdaderamente, esta concentración bélica (26 años de guerras populares y reaccionarias en poco más de un siglo) da que pensar en términos históricos. A lo mejor es que ese optimista e iluminador proceso histórico que nos cuentan no ha sido ni tan recto ni tan democrático como nos lo pintan los afrancesados del momento (léase la vicepresidenta “de la Vera”, o “de la Vegga” en francés). No se. Yo quisiera ser un buen ciudadano y no llevar la contraria a nuestros gobernantes que tanto nos aman, pero a veces me da por pensar que toda esta resplandeciente libertad moderna que gozamos nos ha sido impuesta por la fuerza.
Jerónimo Erro
http://www.navarraconfidencial.com/portal/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=2205
GESTA DE INDEPENDENCIA
Fíjense si fue grande gesta,
Que hasta la literatura lo nota,
Los episodios más bellos de Galdós:
Bailén, Gerona y Zaragoza,
Gesta de la Independencia,
La Libertad del Trilema Sagrado,
Un pueblo que sacudióse
Del girondinismo gabacho,
Patria que no quiso,
Revolución de ninguna clase,
Y es que aquí había gente,
Para reformas con nuestra mejor base,
Lo advirtió Jovellanos,
Ante el pucherazo de los liberales:
Hay que respetar la Tradición,
La masonería sólo trae males,
Mientras se quedaban algunos,
En sus mezquinos intereses,
Las Españas se desangraban,
Para derrotar a los franceses,
El Cura Merino fue Campeador,
Por las anchuras de Castilla,
Palafox con Zumalacárregui,
Y Gómez, y la guerrilla....
Héroes de la Independencia,
Que la invasión repelieron,
Como Elío en la Banda Oriental,
Como en Nueva Granada Blas de Lezo,
Ahí está la Oda de Bernardo López,
Ahí están las coplas derramadas,
Con ritmos cortos y constantes,
Con sentimientos y con espadas,
¡ Por el Señor y por la Virgen !
Vivos recuerdos pueblerinos,
Ecos del deber y del dolor,
Tierra de Lealtad y Martirio,
Ni Dupont ni Murat ni etcétera,
Tropas que desconocieron el desaliento,
Emanadas de la conquista, del coraje;
Tropas del buen y tozudo empeño,
España: Recuerda lo tuyo,
Pero recuérdalo bien,
Que los que falsean aquella Gesta,
Quieren verte perecer,
España: Muy grande que fuiste,
Y lo puedes volver a ser,
El ejemplo de tus reales héroes,
Es lo que te llevará a renacer.
PUEBLO SOLDADO
Cumplió su deber un pueblo,
Que un día supo ser soldado,
Así, una nueva Reconquista
Vivióse en el solar hispano,
La defensa de la Patria,
Fue hazaña interclasista,
España quería Rey Católico,
Y no Revolución bonapartista,
Hernando de Acuña habló en su día,
De Monarca, Imperio y Espada,
Áureos tiempos que pasaron,
Cuyo resplandor forjó esta lucha santa,
Algunos ladraron histéricos,
Con eso de la soberanía nacional,
Sólo votaban los más adinerados,
Ésa es su falsa libertad,
La que no reconoce al Buen Dios,
La que amenaza con despellejar,
Mas el pueblo, en soldadesca,
Clamó a la Virgen del Pilar,
Jóvenes pífanos entonaron,
La siempre dulce Marcha Real,
Pueblo que a pecho descubierto,
Ganó su ansiada libertad,
Pueblo que supo ser soldado,
Pueblo que engendró misioneros,
El proyecto de Napoleón,
Quebró con briosos hechos,
Pueblo que volvió por sus fueros,
A tan antigua nación,
A la voz de la Cruz guiado,
Con el sacerdocio en Comunión,
Dura orografía peninsular,
Que engendró guerrillera natura,
Roma tardó dos siglos,
Napoleón cavó su tumba,
Un pueblo que fue soldado,
Supo evocar la Cristiandad,
Y en el noviazgo con la muerte,
Triunfó con dignidad,
Guerra de la Independencia,
En el nombre de España,
¿ Vacío de poder ? ¡ Acudió
El pueblo a salvar la Patria !
En aquellos insignes días,
Toda España fue un pueblo soldado,
Con tantos buenos ejemplos,
¿ España, ya todo se ha acabado....?
http://www.geocities.com/Pentagon/Barracks/9049/
AL FILO DE LA NAVAJA
Al fijo de la navaja,
Himnos de Gloria,
Por el Hijo del Trueno,
De los antepasados la memoria,
Al filo de la navaja,
Doce millones de españoles,
Declararon enemistad a Pepe Botella,
¡ Vayan por ellos sentidos honores !
Entre sublimes salves marineras,
Y añorados cantos campesinos,
Te Deum ! ¡ A defender el Reino !
¡ Napoleón acá vio su fatal destino !
Como Liniers en Buenos Aires,
Como Ben Hafsun en Bobastro,
Como el Cid hacia Valencia,
Como en Asturias Don Pelayo,
Como la Breda rendida de Velázquez,
Como Andreas Hofer en el Tirol,
Como Cortés en Tenochtitlán,
Como en Rusia el gran Kutuzov,
Como Pizarro en el Incario,
Como Coronado hacia Kansas,
Como Balboa ante la Mar del Sur,
Como en Lepanto Juan de Austria,
Como Legazpi en las Filipinas,
Como el Inca Garcilaso en las Alpujarras,
Como María Pita en La Coruña,
Como Ercilla nos legó con su Araucana,
Como los canarios contra Nelson,
Como el boricua Regimiento Fijo,
Como la fortaleza literaria de Quevedo,
¡ Guerra se dio al extranjero bandido !
Fuerza y constancia en el espíritu,
Como Santo Toribio de Mogrovejo,
Motolinía, el Tata Vasco,
Y de Claver, San Pedro,
Al filo de la navaja,
Nuestra temeraria estirpe,
Como Alonso de Ojeda,
Caballeros de la Virgen,
Sangre contrarrevolucionaria,
Derramada contra una gran tiranía,
Que Europa entera ocupaba,
Y amenazó nuestras hermanas Indias,
Oscuras flores de duelo,
Que cubrieron muchas tumbas,
La Virgen del Rocío protegió a Almonte,
Y en su romería aún se escucha,
Por la Patria y por el Rey,
La Cruz y la Espada,
Por la innegociable libertad,
Aun al filo de la navaja,
Ahí estuvo el valor del Obispo de Orense,
Apresado por los viles traidores,
Ahí estuvo la Iglesia conductora,
Negada todavía por los felones,
España reafirmó su esencia,
Siguió, pues, su historia natural,
Combatió victoriosamente al coloso,
Que le imponía la farsa liberal,
Al filo de la navaja,
Contra un poderoso enemigo,
¡ Los españoles, a la Revolución
Derrotar siempre hemos sabido !
RESISTENCIA
" Los celtíberos no descansan,
De la guerra ni en el invierno..."
Los griegos, los romanos;
Qué bien lo advirtieron....
Se creía el falso coloso,
Que su tiranía impondría en paz....
Se le cayeron los palos del sombrajo,
Cuando España entera le ofertó enemistad,
El secuestro del infante,
Reavivó una gran llama,
Que en nuestros valientes corazones,
Nunca realmente se apaga,
Gentes que siempre tuvieron,
Gran vocación aventurera....
¿ Cómo no lanzarse a la aventura,
De derrotar aquí a la Revolución Francesa ?
Ante tantas confusiones,
Sólo una consigna: ¡ Resistir !
Como el gran Álvarez de Castro,
¡ Resistencia ! ¡ Vencer o morir !
Resistencia, sin pensar en derrota,
Resistencia, defendiendo los conventos,
Resistencia: Corolario de fidelidad,
Que por toda España fue en aumento,
Resistencia enconada, feroz,
Resistencia popular cristiana,
La voz del fuero marchando,
En lo más hondo del alma,
La Tradición del concejo,
Con su atenta conciencia,
Guió a estos pueblos,
Por su legendaria senda,
Sin pensar en la resignación,
Sino en el cambio del rumbo,
Nervio patrio exaltado,
Que conmovió a todo el mundo,
Resistencia, asedio, lucha....
¡ Ni un paso atrás contra la Revolución !
La Independencia Española,
Se recuperó por tan hermosa convicción,
El logro de la actitud,
Firmes aun en la dura tragedia,
Enfrentamiento directo contra la
Armada más poderosa....¡ Resistencia !
Un ejército internacional, numeroso,
Al abrigo de la pompa guillotinera;
Pero cambió su soberbia expansionista,
La España más honda y altanera,
Del cumplimiento del deber,
Se desparramó la legítima defensa,
Así, al son del natural caudillaje,
Surgieron gerifaltes de la tierra,
Tanta seguridad...¿ Eh, Soult ?
Para luego tanta desesperación,
Los gabachos, acorralados,
Ante el duro acero español,
Tanto perro masón que se fue,
Con el rabo entre las piernas,
¡ Larga vida a los justos, y para
Los tiranos, vivan las cadenas !
Con sangre, sudor y lágrimas,
España materializó su epopeya,
Mandobles de Fe y voluntad,
Coronados por la resistencia,
Hasta la extenuación en el combate,
Que la muerte no es el final,
Sobreviviendo en la resistencia,
Que la vida es para pelear,
Y así fue, y así sucedió,
Brillante y contundente resistencia,
Dura guerra de seis años, donde
España ganó su Independencia....
SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS
Sangre, sudor y lágrimas,
En una guerra de seis años,
Aquello de la España perdida,
Levantó muchos redaños,
Como duro fue Monteleón,
Grato fue en Talavera,
Sangre, sudor, lágrimas....
Guerra de Independencia,
Lágrimas de aflicción,
Sinceridad de las madres,
Sus patriotas hijos,
Bañados en sudor y sangre,
¡ Qué viva el Rey !
¡ Mueran los malos gobiernos !
¡ Por la Patria Católica !
¡ Los gabachos al infierno !
Y nuestra América, inquieta,
La que había expulsado invasores....
Sumergióse en triste incertidumbre,
¡ Ay, los americanos nobles !
¡ Abajo los liberticidas !
¡ Que se traguen sus papelotes !
Estaba en peligro la Patria,
Y seguían conspirando los felones....
Tanto desorden, tanta angustia,
Tanto y tanto sufrimiento....
Sangre, sudor, lágrimas,
Constancia, recuerdos....
Sangre, sudor y lágrimas,
En días de furia española,
A sangre y fuego,
Roja y gualda sombra,
Al viento la Cruz de San Andrés,
Gran Espada de Roma,
Se enteró el creído corso,
Que no éramos su colonia,
Gloriosas las jornadas,
Que las batallas consumaron,
Aquellas marchas de arrojo,
Justos galones ganaron,
Ases de la Devotio Iberica,
Que lucharon por la Restauración,
Una Restauración pero verdadera,
Desde el Tronío del Honor,
El sacrificio, la entrega,
Flores del Alzamiento,
Lágrimas pasionales,
Conflicto sangriento,
Sangre, sudor y lágrimas,
En ciudades y villas,
Espantados ante tanto furor,
Huyeron los bonapartistas,
Paladines de la Reacción,
Conquistaron la libertad,
Mientras ello ocurría,
Conspiraba el liberal,
Guerra y más guerra,
Guerra contra Francia,
Y guerra contra el traidor,
Que conspiraba en España,
Sanas gentes cuya altivez,
De admiración es motivo,
No quisieron querer a otra tierra,
No quisieron andar otro camino....
Y clamaban las Españas,
Por un Monarca Deseado;
Resultó que el susodicho,
Acabó bien odiado....
¿ Valió la pena ?
¡ Claro que valió !
Aunque seguimos padeciendo,
La gesta se logró,
Hoy los héroes falseados,
Tantos como cayeron....
¡ Mas nosotros, los carlistas,
Somos sus mejores herederos !
Sangre, sudor y lágrimas,
Cueste lo que cueste,
¡ Por la Causa Apostólica,
sin temor a la muerte !
Sangre, sudor y lágrimas,
Libertades frente a Revolución,
La lucha continúa,
Por la Santa Tradición.
EL PUEBLO QUIERE SER LIBRE
El pueblo quiere ser libre,
Mas no tragar como perro,
La sanguinaria Revolución,
Exactamente quiere eso,
Que se traguen la Revolución,
Los demagogos liberticidas,
Religión, Patria y Corona,
De libertad es guía,
Venden bajo bandera española,
Una imitación de Napoleón,
¡ Combatiremos al ruin gabacho,
Combatiremos aquí al traidor !
La fraternidad que dicen traer,
Es la de la guillotina,
Hablan de soberanía popular,
Y al pueblo exterminan,
La Verdad ya no existe,
Sólo la decide la alta burguesía,
Iluminados de poca monta,
Se creen que la patria es su finca,
Quieren suprimir los gremios,
Ésa es su representatividad....
Para obligar a trabajadores indefensos,
A la esclavitud y la soledad,
¿ Servilones nosotros ?
¡ Servimos a Dios y a las Españas !
Ellos sirven a sucios intereses,
La masonería es su causa,
En estas duras refriegas,
Poco importa si perecemos,
Porque por ello no se acaba,
La Creencia en Dios Eterno,
Somos Realistas, Apostólicos,
La victoria será nuestra,
Expulsaremos a los infames,
Que van con Pepe botella,
Rezamos al Dios de los Ejércitos,
A los Arcángeles queremos emular,
Nuestra vida sabe regirse,
Por un Orden Tradicional,
No nos temblará el pulso,
Por las calles y los caminos,
Nuestras hazañas serán cantadas,
Como admirados los soldados altivos,
Estamos en una dura guerra,
Y como tal hay que responder,
La Patria está en peligro,
Acudiremos a ello, pues,
Ante la España que sangra,
Respiraremos libertad,
¡ Independencia o Muerte,
Guerra al Liberal !
El pueblo es católico,
Y sabe ser libre,
Por eso ahora y siempre,
Contra el charlatán mercachifle.
LEALTAD
A los garrochistas de la Sierra Morena
¿ Cómo se explica que un pueblo,
Que huérfano se pudo sentir,
Y así, con grandes arrestos,
Resistiera hasta morir ?
Lealtad; es la explicación:
Lealtad Española,
Lealtad contra el gabacho,
Lealtad Católica,
Al tambor de Cruzada,
Lealtad contra la Revolución,
Todos juntos por la Victoria,
Lealtad contra Napoleón,
Lealtad de la Patria toda,
Que conquistó su libertad,
Sangre derramada en pro,
De la España Tradicional,
Lealtad del garrochista,
Que la Sierra Morena removió,
Bailén alzó de moral,
Con un solo corazón,
Lealtad de Patriotismo,
Lealtad de Pueblo Realista,
Desde el fuero más interno,
Hacia la pelea más altiva,
Lealtad de la Santa Fe,
Que mueve montañas,
¡ Por Dios y por el Reino,
Vivan las Españas !
Lealtad que creó leyenda,
De la que no nos avergonzamos,
¡ Vivan aquellos españoles,
Cuya memoria hoy admiramos !
MALDITA AMBICIÓN
Un tirano sin escrúpulos,
Sobre la Europa se posó,
Su apellido fue Bonaparte,
Su nombre Napoleón,
La hez revolucionaria,
Con su fuerza se expandía,
Mas se quedó harto estancado,
En la España antaño bravía,
Quien creíase invencible,
En Rusia se congeló,
Con el rabo entre las piernas,
Para París se volvió,
Pero triste fue la cosa,
De la maldita ambición,
Pues a pesar de su derrota,
Su pensamiento triunfó,
La Revolución fue comiendo terreno,
Con otros nombres y ropajes,
De aquellos polvos estos lodos,
Hideputa Napoleón Bonaparte,
Lo cortés no quita lo valiente,
Por eso gloria damos al bravo pueblo,
Cuya sangre libre reconquistó,
Su preciada patria con denuedo,
Orgulloso estuvo un irlandés,
De morir en nación tan brava,
Porque así fuiste, sí,
Así fuiste, querida España,
Tierra que tanto resistió,
A la invasión por su Corona,
¿ Por qué así hoy, por qué....?
¡ Vuelve, vuelve a la honra !
Del falso genio gabacho,
Maldita fue su ambición,
Pero bendita fue España,
En su indomable reacción,
Todo hay que recordarlo,
Lindezas y asperezas,
Y que fue la iniciativa patria,
Contra la invasión cruenta,
La decisión de toda España,
De derrotar al enemigo,
Con el Dios de los Ejércitos,
Con el porte más altivo,
España se resistió,
Pero acabó triunfando,
Esa ambición maldita....
¡ Sigamos, pues, peleando !
GUERRA
Guerra al mal francés,
Guerra a Napoleón,
Al invasor, guerra,
Guerra a la Revolución,
La patria española,
En un clamor de guerra,
Orgullosa se reúne,
Apegada a la tierra,
Yo, como andaluz que soy,
Brindo mi más sincero homenaje,
A aquellos hijos del sur,
Que derramaron furia y coraje,
Aquellos de Sevilla y Cádiz,
Aquellos de Córdoba a Bailén,
Que hicieron morder el polvo,
A la arrogante Grande Armée,
Guerra, con el tambor del Bruc,
Guerra, como en Zaragoza,
Como el madrileño dos de Mayo,
Guerra, como en Gerona,
Guerra justa y necesaria,
Guerra santa y realista,
Guerra ofreció al tirano,
Un pueblo tradicionalista,
Por sus gritos, por sus acciones,
Guerra, guerra señalada,
Levantando pendones libres:
Religión, Corona y Patria,
Destellos de la virtud,
Que reconocen el dolor,
Guerra de la Independencia,
Altivez, bravura y tesón,
España, por ti el corazón,
Por ti la sangre derramada,
Aún permanece el fuerte olor,
De la leal pólvora disparada,
Con toda la furia celtibérica,
Rugió, pues, el León Hispánico,
Y pareció aparecer con sus guerreros,
El mítico y temible Viriato,
Aquí selló su suerte Bonaparte,
Guerra le dio esta gran nación,
Que hasta por jotas y por alegrías,
Guerra sin cuartel ofreció,
Guerra, guerra, guerra,
Cruzada, libertad, heroísmo,
¡ Y se volverá a pelear,
Contra la tiranía del liberalismo !
DESDE MI CAMPANARIO
OBISPO ÁLVAREZ DE CASTRO, MÁRTIR DE LA INDEPENDENCIA
La diócesis de Coria-Cáceres está celebrando a lo largo del presente año una serie de actos conmemorativos del Segundo Centenario de la muerte del Obispo Don Juan Álvarez de Castro, prelado nacido en Mohedas de la Jara (Toledo) que hizo su entrada en la entonces llamada diócesis de Coria el 7 de julio de 1790 y que murió asesinado por las tropas francesas en la villa de Hoyos (Cáceres) el 29 de agosto de 1809 a los 85 años de edad. La época del Obispo Álvarez de Castro fue un período de profundos cambios en la que se inicia la persecución a que será sometida la Iglesia española por la ideología que habría de dominar el panorama de todo el siglo XIX y buena parte del XX: el liberalismo.
Sin negar que en el 2 de mayo y en la guerra a que da paso existiera una causa que pudiéramos llamar de independencia nacionalista (en el sentido de afirmación propia frente al dominio extranjero), la de 1808 no fue únicamente una guerra contra el francés sino que se trata de una guerra contra la etapa imperial o bonapartista de la Revolución Francesa, al igual que la de 1793-1795 lo había sido contra la etapa jacobina de dicha Revolución. El bonapartismo significa en la historia de cualquier proceso revolucionario la fase de institucionalización y las guerras napoleónicas no son una simple expansión nacionalista sino la difusión a escala europea de los principios jacobinos. Así se explica que, para la inmensa mayoría de los españoles, la Guerra de la Independencia fuera guerra de religión contra las ideas heterodoxas del siglo XVIII difundidas por las legiones napoleónicas. De ahí también la actividad de la jerarquía eclesiástica y su participación activa en el alzamiento y guerra contra los franceses. En ese contexto se sitúa la actuación del Obispo de Coria para alentar y sostener el esfuerzo bélico protagonizado por sus diocesanos.
Cuando un Ejército francés, con el Mariscal Soult al frente, se apodera de Plasencia y prolongó sus descubiertas hasta el Puerto de Perales, se sabía lo mucho que el Obispo había contribuido al esfuerzo de guerra. A Hoyos, donde vivía retirado, se trasladó un escuadrón el 29 de agosto de 1809: sacaron de la cama al venerable prelado —que, además de su edad, se encontraba muy debilitado y en peligro de muerte— y caído en el suelo le dispararon dos tiros de fusil, no sin antes saquear la casa y causar la muerte a uno de los ancianos que se habían refugiado allí, resultando heridos uno de los familiares y otros cinco ancianos. El historiador Jiménez de Gregorio, que sigue las palabras pronunciadas por el diputado Larrazábal (21 de abril de 1814), nos describe el suceso: le arrebatan primero el pectoral que se pasa la soldadesca de a unos a otros haciendo escarnio de la insignia, le arrancan la ropa de cama que le cubría y arrojándolo al suelo desnudo, boca arriba, le disparan un primer balazo en los testículos y después otro en la boca. Fue enterrado sin solemnidad y con apresuramiento en la Parroquia de Hoyos y no conocemos el lugar en que fueron depositados sus restos.
En los años siguientes al asesinato del Obispo, la diócesis de Coria no es una excepción en las manifestaciones de la persecución a que las ideas revolucionarias y liberales someten a la Iglesia Católica, dándose circunstancias semejantes a las que hubo en las restantes circunscripciones eclesiásticas españolas, entre ellas las desamortizaciones, los intentos de intrusismo o los asesinatos y profanaciones (como los llevados a cabo por las tropas del Empecinado en Cáceres). Por otro lado, la aportación doctrinal de obispos como el propio Álvarez de Castro, Ramón Montero y Manuel Anselmo Nafría (en este caso antes de llegar a la sede Cauriense) puede considerarse de cierto relieve a la hora de configurar el pensamiento contrarrevolucionario español. De todos ellos se podría decir que pusieron por obra lo que años más tarde iba a reivindicar Vázquez de Mella:
«Cuando no se puede gobernar desde el Estado, con el deber, se gobierna desdeEso hizo el Obispo Álvarez de Castro: sellar con su sangre la fidelidad a su fe; y por eso, dos siglos después de su muerte le podemos seguir considerando un testigo para unos tiempos como los nuestros: STAT CRUX, DUM VOLVITUR ORBIS - El mundo no deja de girar pero la Cruz permanece.
fuera, desde la sociedad, con el derecho ¿Y cuando no se puede, porque el poder
no lo reconoce? Se apela a la fuerza de mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y
cuando no existe la fuerza? ¿Transigir y ceder? No, no, entonces se va a las
catacumbas y al circo, pero no se cae de rodillas, porqué estén los ídolos en el
capitolio».
Publicado en:
http://www.diarioya.es/content/obispo-álvarez-de-castro-mártir-de-la-independencia
Señores: Feliz y Contrarrevolucionario 2 de Mayo, en su 101 Aniversario.
BENDITO DOS DE MAYO
- A Gabriel Albiac en particular, y a demás descubridores de pólvora, reciclados neocon, cantamañanas sórdidos, embusteros, ignorantes y mentecatos, y demás patulea en general.
Bendito aquel dos de Mayo,
Bendita la revuelta madrileña,
Bendita la Villa y Corte,
Bendita la Castilla que sueña,
Ante mamelucos y falsas águilas,
En Madrid la llama extendióse,
Por escrito recogió la alerta,
El brioso bando de Móstoles,
Un pueblo dispuesto a ser libre,
Propagó la justísima llama,
Y su expansión halló camaradería,
En todos los rincones de España,
Un pueblo entero que plantó cara,
A la tiranía de la Revolución,
Que, tricolor y bonapartista,
De Francia vino en invasión,
Un pueblo que tampoco se embaucó,
Con algunos cantos de sirena locales,
Que igual de revolucionarios eran,
Que las gabachas tropas infames,
Banderas de Religión, Corona y Patria,
Sangre de Mayo floreciente,
Luz para Zaragoza y Gerona,
Bailén victorioso, resplandeciente;
Sangre de Viriato enardecida,
Guerrilla voluntaria radical,
Surgida de la tierra iberocelta,
Como su dura prolongación natural,
Bendito el pueblo heroico,
Que asumió su concreta libertad,
Osos que sus madroños protegieron,
No eludieron su responsabilidad,
Maldito el ruin afrancesado,
Bendita la Fe que mueve montañas,
Maldita la masónica impiedad,
Bendita la Tradición de las Españas,
Bendito el espíritu católico,
Benditas las juntas populares,
Bendito el glorioso dos de Mayo,
Contrarrevolución a raudales,
Después de un primero de Mayo terrible,
Vendrá un dos de Mayo glorioso,
Glorioso, más glorioso todavía,
Que el de mil ochocientos ocho....
BAILÉN
Bailén fue la primera,
En derrotar a Napoleón,
Harta la furia española,
Que hasta en Rusia ánimo dio,
Bailén no se rindió,
No conoció la derrota,
Dupont agachó la cabeza,
Ante la Hispania victoriosa,
Garrochistas de la Sierra Morena,
Qué tino y qué tesón,
Combatientes de Sevilla y Córdoba,
Para el andaluz corazón,
Bravas gentes de secano,
Hijos de olivares y polvaredas,
Bajo el fortísimo sol,
Exponiendo raza guerrillera,
Antigua sangre turdetana,
Ecos legendarios de Reconquista,
Bailén: ¡ Qué bien suena tu nombre !
Bailén: Dorada tu historia altiva,
Benditos los botijos de las mujeres,
Apagando la sed de los soldados,
Bendita su casta y su coraje,
Bendito su combate osado,
Santo Reino de Jaén,
Reserva de España que fuiste,
Religión, Corona y Patria,
Con cuánto ahínco defendiste,
En lo imposible ni pensaste,
Fuiste al campo de batalla,
Ostentando libres pendones,
Conquistando libertad y hazaña,
Fuiste poderoso Quijote,
Que venció a gigantes de verdad,
Bailén, sinónimo de honra,
Bailén, por la Catolicidad,
Sudor, sangre y fatiga,
Cruzada contrarrevolucionaria,
Bailén: Corona de laureles,
Contra la invasora Francia,
Derribóse el mito de Bonaparte,
Una victoria contra su Revolución,
Bailén, eres un vivo ejemplo,
Tu lucha aún no terminó.
En el Bicentenario del Martirio del Obispo de Coria
A diferencia de lo que ocurría con anterioridad a las revoluciones liberales, las ideologías dominantes en el mundo moderno consideran la religión como un asunto meramente privado (a la manera del liberalismo) o como algo que hay que eliminar (por ejemplo la llamada “escuela de la sospecha”: Marx-Nietzsche-Freud y las ideologías inspiradas en estas filosofías).
Es en este contexto histórico en el que se sitúa un episodio ocurrido en la localidad cacereña de Hoyos el 29 de agosto de 1809 y cuyo significado desborda con creces la pura tragedia humana de un prelado de ochenta y cinco años caído bajo las balas de los representantes del Estado más poderoso del momento para convertirse en un ejemplo más de que el intento de provocar la ruptura de la íntima relación religión-sociedad, hondamente radicada en la entraña de cualquier comunidad, será siempre un fenómeno conflictivo en todos los lugares donde la revolución moderna pretenda aplicar sus criterios y necesariamente desestabilizador y traumático en aquellas ocasiones en que logre alcanzar su objetivo. La historia española ha estado atravesada en buena parte de los siglos XIX y XX por esta importante fuente de inestabilidad y desequilibrio que son las políticas laicistas y es de temer que lo siga estando a comienzos del XXI. De ahí la actualidad de un tema como éste en un país controlado por un Gobierno que reivindica a los afrancesados.
Alvarez de Castro, mártir de la Independencia
La intervención tan relevante que el entonces Obispo de Coria don Juan Álvarez de Castro tuvo para alentar y sostener el esfuerzo bélico protagonizado por sus diocesanos únicamente se entiende si se reconoce que en el 2 de mayo y en la guerra a que da paso no estamos únicamente ante un conflicto contra el francés (en el sentido de afirmación propia frente al dominio extranjero) sino que se trata de una guerra contra la etapa imperial o bonapartista de la Revolución Francesa, al igual que la de 1793-1795 lo había sido contra la etapa jacobina de dicha Revolución. Guerra de religión contra las ideas heterodoxas difundidas e implantadas violentamente por las legiones napoleónicas. Como escribía el padre Vélez en 1813:
«La misma religión es la que ha armado ahora nuestro brazo para vengar los insultos que ha sufrido del francés en nuestro suelo. Ella ha reanimado nuestra debilidad al ver que se trataba de privarnos de sus cultos: ella nos puso las armas en la mano, para resistir la agresión francesa, que a un tiempo mismo atacaba el trono y destruía el altar. La religión nos condujo a sus templos, bendijo nuestras armas, publicó solemnemente la guerra, santificó a nuestros soldados y nos hizo jurar al pie de las santas aras, a la presencia de Jesucristo en el Sacramento, y de su Santísima Madre en sus iglesias, no dejar las armas de las manos hasta destruir del todo los planes de la filosofía de la Francia y de Napoleón contra el trono de nuestros reyes y contra la fe de nuestra religión»
La venganza francesa se cruza en el camino de Álvarez de Castro, no por acaso ni de manera trágica pero evitable, sino poniendo fin de manera plenamente consciente a una actividad a favor de la independencia política y religiosa de España que era brillante culminación de una trayectoria coherente iniciada con su llegada al Obispado de Coria en 1790. Poco después estalla la guerra contra los revolucionarios como consecuencia de la ejecución de Luis XVI (21-enero-1793), y escribe una Circular a sus diocesanos para que ayuden a nuestro Ejército. Con ocasión de la guerra contra Inglaterra escribe otra Pastoral (8-agosto-1798) en la que fundamenta doctrinalmente la obligación de contribuir a las necesidades públicas y, para demostrarlo prácticamente, anticipó con su Cabildo quinientos mil reales a la Corona y dos años más tarde trescientos mil más.
En 1804, a los ochenta años de edad, se retiró a Hoyos donde acabó fijando su residencia al agravarse sus padecimientos. Nombró Gobernador Eclesiástico Sede Plena al Arcediano de Alcántara don Sebastián Martín Carrasco (14-abril-1806), resolución tomada con el objeto de que no experimentasen retraso los asuntos relacionados con el obispado pero no por eso dejó de ocuparse del gobierno de la Diócesis, confiriendo las Sagradas Órdenes, oyendo reclamaciones y despachando hasta pocos días antes de su muerte.
Iniciado el alzamiento de mayo de 1808 contra los franceses, invita al Cabildo a contribuir con sus caudales al sostenimiento de las tropas y, atendidas las obligaciones de la Mitra, aplica las restantes rentas a los gastos de la campaña; ordena rogativas por el triunfo de las armas españolas (14-junio-1808); el 23 de junio exhorta al alistamiento que la Junta Suprema de Gobierno de la Provincia estaba emprendiendo. Para ello se habría de verificar un juramento de todos los fieles en sus Parroquias ante el Señor Sacramentado expuesto; en primer lugar debían prestarlo los eclesiásticos quienes explicarían después al pueblo, congregado en un día fijado por mutuo acuerdo entre los curas y las juntas respectivas, las obligaciones contenidas en la fórmula empleada:
«Juramos, prometemos a ese Divino Señor Sacramentado guardar la más perfecta unión y respeto y veneración a la Justicia, olvidar para siempre de todo corazón los sentimientos particulares, defender nuestra Santa Religión, a nuestro amado Soberano y Señor don Fernando VII y las propiedades, hasta derramar las últimas gotas de nuestra sangre».
El Prelado promete, en nombre de Dios, la bienaventuranza eterna a los que mueren por la Patria; da todo cuanto tiene; sus iglesias se empobrecen; entrega las joyas que se funden y sus graneros se abren… La repercusión de estas pastorales y circulares del Obispo en la Diócesis y fuera de ella era grande. Extremadura se levantó en armas y sus sierras se hicieron impenetrables para los ejércitos napoleónicos durante mucho tiempo. Sus Cartas Pastorales serán citadas en las Cortes y recibirán común reconocimiento; en su honor, habló el diputado por la ciudad de Guatemala Larrazábal el 21 de abril de 1814.
Cuando un Ejército francés, con el Mariscal Soult al frente, se apodera de Plasencia y prolongó sus descubiertas hasta el Puerto de Perales, las denuncias habían circulado y se sabía lo mucho que el Obispo había contribuido al esfuerzo de guerra y que estaba refugiado en Hoyos después de haberse movido buscando seguridad por varios pueblos de la comarca. Hasta allí se trasladó un escuadrón el 29 de agosto de 1809: sacaron de la cama al venerable prelado —que, además de su edad, se encontraba muy debilitado y en peligro de muerte— y caído en el suelo le dispararon dos tiros de fusil, no sin antes saquear la casa y causar la muerte a uno de los ancianos que se habían refugiado allí, resultando heridos uno de los familiares y otros cinco ancianos. Jiménez de Gregorio nos describe el suceso: le arrebatan primero el pectoral que se pasa la soldadesca de a unos a otros haciendo escarnio de la insignia, le arrancan la ropa de cama que le cubría y arrojándolo al suelo desnudo, boca arriba, le disparan un primer balazo en los testículos y después otro en la boca. Fue enterrado sin solemnidad y con apresuramiento en la Parroquia de Hoyos y no conocemos el lugar en que fueron depositados sus restos.
Iglesia y Estado liberal
La diócesis de Coria no es una excepción en las manifestaciones del enfrentamiento entre las ideas revolucionarias y liberales con la Iglesia Católica, dándose circunstancias semejantes a las que hubo en las restantes circunscripciones eclesiásticas en Extremadura y en el resto de España (como las desamortizaciones o los intentos de intrusismo) y aspectos específicos como el asesinato del Obispo Álvarez de Castro por los franceses o los asesinatos y profanaciones llevados a cabo por las tropas del Empecinado en el ocaso del Trienio Liberal. Por otro lado, la aportación doctrinal de obispos como el propio Álvarez de Castro, Ramón Montero y Manuel Anselmo Nafría (en este caso antes de llegar a la sede Cauriense) puede considerarse de cierto relieve a la hora de configurar el pensamiento contrarrevolucionario español.
La historiografía ha tratado de explicar estas tensiones siguiendo el modelo francés donde se dice sin ser del todo exacto que, para implantar una realidad opuesta al Ancien Régime, la Revolución ataca igualmente a la Monarquía, la Nobleza y a la Iglesia considerados pilares del orden social anterior a la Revolución. Pero en España la Monarquía se integró en las constituciones liberales y la Nobleza perdió sus obsoletos privilegios jurídicos, conservando sus propiedades y figurando a la par que la burguesía en los cuadros de la jerarquía social mientras que la Iglesia. Como afirma José Luis Comellas:
«Privada por la fuerza de las propiedades y rentas que disfrutaba en régimen de paralelismo con la nobleza, perseguida por razón de opiniones, exclaustrados, suspendidos o desterrados muchos de sus miembros, invadidas sus instituciones y jurisdicción interior por el poder del Estado, censurados sus escritos y asesinados un buen número de religiosos, hubo de sufrir afrentas como no se recordaban en siglos y vivir uno de los momentos más dolorosos de su historia en España».
La injerencia del Estado liberal en los asuntos eclesiásticos tenía una raíz muy propia del Antiguo Régimen: el regalismo que, en esto, no se esforzaron en superar si no en heredarlo y aumentarlo. No faltó un proyecto de ley (el cisma de Alonso) que pretendía la creación de una especie de Iglesia nacional de inspiración protestante. Y esta es la clave de explicación, no se persigue a la Iglesia ni por igualitarismo social —cercenar privilegios— ni por su apoyo —tan matizado— al carlismo y, basta seguir el encadenamiento de los hechos, para comprobar que las medidas antieclesiásticas por parte del Estado son anteriores a las declaraciones de los eclesiásticos: es decir, que la Iglesia protesta porque se sabe atacada, no al revés.
En el lado de las resistencias a la implantación por la fuerza del Estado liberal encontramos una mentalidad común en las diversas instancias. Para Alfonso Bullón de Mendoza:
«Desde nuestro punto de vista, si entre los defensores de don Carlos encontramos miembros de tan diferentes sectores sociales, si durante siete años se logra mantener, y con buen éxito, una guerra que vista la situación de partida en 1833 parecía imposible que durara más de un par de semanas, es porque los legitimistas combatían por uno de los primeros y fundamentales derechos del hombre, el derecho a continuar siendo él mismo, a no tener que cambiar, si no lo desea, su forma de vida y pensamiento. Por ello, la presentación del carlismo como una lucha en defensa de la libertad, es una constante de la propaganda legitimista».
Los liberales sabían que no podían consolidar su dominio sobre una sociedad que en buena medida les rechazaba si no suprimía o encauzaba en una dirección favorable el influjo moral que la Iglesia ejercía sobre esa misma sociedad y en la que promovía una serie de principios y comportamientos incompatibles con el liberalismo. De conseguirlo, habría sido neutralizada la única potestad radicalmente independiente del Estado.
En la segunda parte del período que nos ocupa, cansada de años de persecución, la jerarquía aceptó la mano tendida de los moderados y pareció que se entraba en un periodo de tregua. Los amantes de libertad habían hecho sufrir mucho a la Iglesia pero, probablemente, el daño mayor se produjo cuando el secularismo agresivo y triunfante desde los orígenes del liberalismo consiguió alcanzar un modus vivendi con la Iglesia al lograr un reconocimiento de la Jerarquía, laminando el que debiera haber sido apoyo incondicional al carlismo, en lo que tenía de restauración de la unidad católica, a cambio de unas migajas en el presupuesto y de una nominal declaración de confesionalidad que se hacía compatible con la proliferación de sectas y la libertad de propaganda para el más corrosivo laicismo. Para el radicalismo liberal y el obrerismo revolucionario aquella situación era un clericalismo en el que la Iglesia debería sucumbir entre las ruinas del Estado y la sociedad.
Empobrecida por las incautaciones y expropiaciones, la Iglesia tuvo que reanudar su labor sin poder ejercer muchas de sus anteriores tareas pastorales, asistenciales y educativas. Y hacerlo sobre una sociedad en cambio y sometida a nuevas influencias sin contar apenas con la esperada colaboración de un Estado y de unos gobernantes nominalmente católicos. Porque como denunciaba en el ocaso del siglo XIX Ramón Nocedal:
«No, ni el mundo en general, ni España especialmente se pierden sólo por culpa del liberalismo; se pierden también, y muy principalmente, por culpa de los que abandonan la lucha, y entienden que cumpliendo sus obligaciones particulares ya pueden dejar que azoten a Cristo y crucifiquen a la Patria, y aún ayudar a los sayones, o al menos guardarles la ropa, por un pedazo de pan o por no reñir con nadie».
Algunas consecuencias
A la vista de todo lo expuesto podemos concluir:
1. El arraigo en el pasado del secular conflicto que atraviesa la historia contemporánea española y que no es algo coyuntural o resultado de problemas más o menos intrascendentes (por ejemplo, una simple querella dinástica).
2. La incapacidad del liberalismo español para articular un proceso de modernización económica y participación política se remonta a sus propios orígenes que dan paso a un modelo basado en los propios intereses y no en las reivindicaciones más auténticas de la nación. La tantas veces repetida libertad e igualdad, ausente como en pocos sistemas políticos de la España del siglo XIX y comienzos del XX, apenas hace necesario recurrir a la crítica filosófico-teórica para la demolición polémica del liberalismo español.
3. La estrecha relación entre ortodoxia política y religiosa y la imposibilidad práctica de perseverar en la segunda cuando no se es consecuente con la primera. Entendemos por “heterodoxia política” la de todos aquellos que de hecho han negado la dimensión teológica en el plano político, la de aquellos que practicando políticamente un criterio puramente mecanicista se niegan a reconocer las exigencias éticas del obrar político, consideran la religión como asunto válido para los actos de significación personal e inválido para los de dimensión social.
4. Frente a ejemplos luminosos como el de Álvarez de Castro, la existencia ―aunque todavía minoritaria― de un episcopado y un clero afrancesado y colaboracionista e incluso los torpes intentos de reconciliar al liberalismo con la Iglesia puestos en práctica más tarde, ponen de relieve la licitud y necesidad de una resistencia en el terreno cultural y político fundamentada religiosamente a pesar de la oposición de algunos eclesiásticos, por muy arriba que éstos se sitúen.
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