En mayor o menor medida nos vamos acostumbrando al esperpento judicial diario. Lo que en otros países sería motivo de escándalo, conductas que motivarían ceses y dimisiones fulminantes, aquí forman parte de la "normalidad" de lo que políticos, jueces, sindicaleros, burrócratas, banqueros, periodisteros y demás recua de parásitos sociales llaman Estado de Derecho, que no es sino una nomocracia desmedida al servicio exclusivo de una oligarquía que, no tardando mucho tiempo, acabará por instaurar definitivamente una tiranía totalitaria en España.

Pero a esto yo lo denomino Estado de Desecho que, basándose en tal abundancia de normas positivas, acaba por convertirse en una caricatura de si mismo. Esta situación ya hemos visto por activa y por pasiva que no es sino el camino de la deconstrucción nacional. Y es que cuando en un país falla casi todo, menos la judicatura, acaba por superar su propia crisis interna, pero si en ese mismo país la judicatura es una coña, se puede afirmar que el camino hacia el final del mismo está sentenciado. Hoy en día en España el esperpento judicial llega a extremos inconcebibles y el cuento de Caperucita Roja encausada a la española es un buen ejemplo de lo que no tardará en pasar.




La sentencia de Caperucita.



Ha salido la sentencia del caso de Caperucita y el Lobo:

"Visto y considerando los acontecimientos ocurridos y por todos
conocidos, fallamos:

1) Que Caperucita no desconocía que podía encontrarse con el Lobo.
2) Que tampoco era ajena al hambre del Lobo, ni a los peligros del
bosque.
3) Que si le hubiera ofrecido la cesta de la merienda para que el
Lobo calmara su hambre, no habrían ocurrido los sucesos referidos.
4) Que el Lobo no ataca a Caperucita de inmediato y hay evidencias
claras que primero conversa con ella.
5) Que es Caperucita quien voluntariamente le da pistas al Lobo y le
señala el camino de la casa de la abuelita, lo cual claramente la
convierte en cómplice.
6) Que la anciana no es imputable ya que confunde a su nieta con el
Lobo.
7) Que cuando Caperucita llega y el Lobo está en la cama con la ropa
de la abuela, Caperucita no se alarma.
8) Que el hecho de que Caperucita confunda al Lobo con la abuelita
demuestra lo poco que iba a visitarla, hecho que se tipificaría como
abandono de persona anciana por parte de la joven Caperucita.
9) Que el Lobo, con respuestas simples y directas, quiere
desesperadamente alertar a Caperucita sobre su posible conducta final.
10) Que cuando el Lobo, que ya no sabe qué más puede hacer para
alertarla y se come a Caperucita, es porque ya no le quedaba otra
solución.
11) Que es altamente posible que antes Caperucita hiciera el amor con
el Lobo e incluso lo disfrutara.
12) Que cobra cada vez más fuerza la versión de que Caperucita,
cuando oye la pregunta del Lobo: «¿Adónde vas?» Realmente respondió: «A
bañarme desnuda en el río...».
13) Que se desprende del punto anterior que es Caperucita la que
provoca los más bajos instintos brutales y depredadores, en la pobre
fiera.
14) Que el Lobo ataca, si, pero tal hecho corresponde a su propia
naturaleza y a su instinto natural y animal, exacerbados por la
conducta de la susodicha Caperucita.
15) Que merece un párrafo aparte la madre de Caperucita, en quien se
aprecia signo de culpabilidad por no acompañar a su hija, conociendo
los peligrosos del bosque.


Por todo lo antes dicho, se absuelve al Señor Lobo y se dispone
además:

1.- Apercibir a la familia de Caperucita, imponiendo a la abuela que
se presente en el hospital que se designe, para su observación
gerontológica.
2.- A la madre, apercibirla para que cumpla correctamente con sus
deberes de madre..
3.- A Caperucita,
1º Trabajo comunitario en el zoológico local para conocer plenamente
la naturaleza y el instinto animal.
2º Indemnizará al Sr. Lobo a razón de 100 € diarios y ha de prepararle
todas las tardes la merienda durante un año.
3º A pagar las costas del proceso.

Aclarar asimismo en el presente fallo que este proceso no afecta el
buen nombre y honor del señor Lobo.

Publíquese, archívese, y téngase por firme el presente fallo.


Firmado y rubricado:
RUIZ GALLARDÓN