Re: Historia de Asturias
al trasmitirse de generacion en generacion, habiendo sido acogida ademas por historiadores tan respetables como Mariana y Masdeu.
El reinado de Alfonso no sólo fué notable en los fastos de la monarquía asturiana por sus empresas militares, que reanimaron el espíritu, algun tanto amortiguado, de aquellos montañeses en su lucha con los sarracenos, sino tambien por las mejoras que introdujo en sus Estados, y por los monumentos que hizo erigir, que han trasmitido su nombre á la posteridad rodeado de una aureola de gloria y de piedad cristiana.
Cuando se elevó al solio de Astúrias, este reino estaba reducido á estrechos límites y amenazado constantemente por las algaradas de los árabes; ni aun contaba con una corte que diese algun esplendor á la monarquía que se asentaba en tan accidentado territorio, puesto que Cangas de Onís y Pravia, que sucesivamente disfrutaron de esta supremacía, jamás pudieron merecer tal nombre. Por lo demas, ambas villas estaban situadas de un modo poco conveniente para corresponder á las nuevas necesidades del reino, que iba ensanchándose paulatinamente hácia el Mediodía, dejándolas demasiado lejanas del centro de aquellos dominios.
El primer cuidado, pues, de Alfonso fué la traslacion de la corte, y para este objeto ningun pueblo presentaba mejores condiciones por entónces que el que habia debido el ser, ó á lo menos un favor especial, á los cuidados de su padre Fruela. Por otra parte, Alfonso habia nacido en esta ciudad (1), y en el cuidado y desvelo con que se dedicó á hermosearla, demostró que la desgracia y el destierro no le hicieran olvidar su cuna, ni los sitios en donde habia visto la luz primera.
Si hubiéramos de creer L los cronistas que de estos acontecimientos se ocupan, nos veríamos obligados á afirmar que en los tiempos do Alfonso, Oviedo fué convertida como por encanto en una suntuosa corte que casi podia rivalizar con la de Toledo en la época de su mayor esplendor y poderío. En las historias se nos habla de magníficos palacios, de amenas villas, de suntuosos baños, de soberbios templos, sin que por esto se olvidase la defensa, en aquellos tiempos tan necesaria. En efecto, Alfonso cercó á la naciente corte de robustas murallas, flanqueadas de elevadas torres.
La ciudad de Oviedo estaba situada en favorables condiciones y ocupaba casi el centro de los Estados de Astúrias, que se desarrollaban ante ella formando un vasto semicírculo. Fruela habia erigido ya en ella una basílica dedicada al Salvador, contigua á la ermita de San Vicente, fuudada por la piedad de los religiosos Fromistan y Máximo; pero ya hemos visto que posteriormente, en el reinado de Mauregato, los mismos auxiliares que habian penetrado en Astúrias para ayudarle á la usurpacion que meditaba, volviéronse contra él, sin duda poco satisfechos de la liberalidad del monarca.
(1) En uno de los documentos de este principe, leemos la siguiente frase: Qmo »oío na/u» locoquc renatus extiti.
Entónces vióse Oviedo víctima de un cruel azote. Sus casas fueron saqueadas y destruidas, y ni áun la basílica del Salvador pudo escapar á la codiciosa destruccion de los agarenos. Si Mauregato abandonando la pacífica residencia de Pravia no se hubiera presentado en Oviedo con numerosas tropas; si no hubiese derrotado á los árabes y á algunos apóstatas que habian abjurado hasta la religion de la patria; si no los hubiese perseguido hasta expulsarlos de sus dominios, Oviedo quizá en aquellos desdichados dias hubiese dejado por completo de existir.
Afortunadamente, aún conservaba cuando Alfonso fijó en ella los ojos para elevarla á la categoría de corte algunos restos de las obras de Fruela, y los venerables vestigios de la basílica del Salvador con sus doce altares dedicados á los doce apóstoles.
Consagróse Alfonso, tan pronto como las circuns tancias se lo permitieron , á restaurar el templo en el cual colocó la sede destruida de Britonia, que serviria de capital eclesiástica á todos sus dominios.
Encargó el monarca al artífice Tioda ó Teudis la direccion del n uevo templo, en el cual se desplegó mayor munificencia y solidez que en el primitivo; si bien guardando en lo posible la misma disposicion que se habia observado en la derruida basílica. Treinta años, al parecer, se consumieron en su construccion. Constaban los principales detalles de este suceso en dos grandes lápidas que Alfonso hizo colocar á ambos lados del altar principal, lápidas que fueron destruidas , cuando en tiempos posteriores se emprendió de nuevo la restauracion de este templo, y que sin la diligencia del obispo Pelayo, que las copió en un famoso códice que existe en el cabildo de aquella catedral , nos serian totalmente desconocidas.
Por los documentos de donacion, firmados por Alfonso y que se refieren á esta iglesia, se deduce la gran importancia que querian asignarle, pues la hace dueña de la mayor parte del territorio de Astúrias hasta los límites del Océano, dotándola adornas, no sólo de ricas alhajas y vestiduras, sino tambien de numerosos siervos.
Cinco obispos, refugiados en el suelo asturiano huyendo de la persecucion de los musulmanes, consagraron esta iglesia con una pompa y solemnidad inusitadas en aquellas hasta entónces agrestes comarcas, y poco tiempo despues se reunió en aquel templo un Concilio, que tenia por principal objeto el erigir en iglesia metropolitana la basílica del Salvador, recien restaurada por Alfonso.
Las actas de este Concilio han sido tachadas como apócrifas por graves historiadores; pero el erudito P. Risco las defiende como genuinas y auténticas, con razones bastante sólidas y fundadas. Es natural que en unos tiempos en que las huestes agarenas cubrian casi todo el territorio de la España, la iglesia de Oviedo fuese la principal, como lo era tambien aquel reino, aunque reducido en extension , grande en tradiciones patrióticas.
En épocas posteriores, cuando á favor de los heróicos esfuerzos de los astures ya no se desesperó de la causa de la patria, no debe extrañar que otras iglesias hubiesen recabado para sí esta supremacía; pero no por eso debe olvidarse, que así como Asturias habia servido de refugio para los derrotados godos, sus iglesias suministraran tambien sedes á todos los obispos que se acogieron á su suelo, mereciendo por esta circunstancia Oviedo el dictado de ciudad de los obispos.
Diez prelados con el rey firman las actas del Concilio de que nos ocupamos , acordándose en él trasladar el antiguo derecho metropolitano de Braga y Lugo á Oviedo, y aceptando la superioridad de esta iglesia, las de Tuy, Dumio, Braga, Iria, Coimbra, Aguas-Cálidas (Orense), Viseo, Lamego, Celeres, Porto, Benes, Britonia, Astorga, Leon, Palencia, Arica, Sasamon, Segovia, Osma, Avila y Salamanca. La mayor parte de los prelados de estas diócesis residian en el territorio de Astúrias, en donde se les señalaron dotaciones suficientes para su subsistencia.
Otros dos templos erigió Alfonso al lado del metropolitano , separados solamente de él por la longitud del crucero, y los cuales posteriormente llegaron á formar parte integrante de la catedral. Uno de estos es el de Santa María, á la izquierda del altar mayor, que destinó á panteon de los soberanos de Astúrias, y que en tiempos mucho mas modernos fué restaurado con el nombre de la Capilla del Rey Casto, sin duda para conservar la memoria de su primitivo fundador. Hoy nada se conserva ya de la fábrica de Alfonso, que vió sustituida su primitiva sencillez y su estilo godoromano , por los follajes y relumbrantes atavíos del órden churrigueresco.
El otro se conoce con el nombre de Cámara Santa, y en su primitiva advocacion fué dedicado á San Miguel. Destinóse este templo á la custodia y conservacion de las reliquias santas que se habian podido preservar de la destruccion agarcna, y más de una vez sirvió para depósito de las que existían en otras iglesias, que por su posicion seveian más amenazadas por la codicia de los enemigos de la fé cristiana.
Fué construida esta iglesia, que hoy forma tambien una de las dependencias de la catedral, á algunos pies del nivel del suelo; sobre un pavimento sólido, sostenido por una robusta bóveda, coa el fin de preservar sin duda de la humedad los objetos que debia guardar, tan preciosos para la sencilla piedad de aquellos apartados siglos.
Cuando nos ocupemos de los monumentos arquitectónicos, que dan al suelo asturiano un carácter de sencilla grandeza, que está en armonía con la melancólica sublimidad de sus montañas, tendremos ocasion de examinar detenidamente este santuario, que posteriormente se enriqueció con todas las galas de la arquitectura importada del Oriente , y que se conoce con la denominacion de bizantina.
Atribúyense asimismo á los solícitos cuidados de este monarca por el explendor de la Religion , otros templos tambien contiguos á la Catedral, y que si es cierto que existen todavía, apenas conservan traza de su primitiva estructura, pues todos ellos fueron en diversas épocas restaurados. Cuéntanse, entre los más notables, la iglesia de San Tirso (1), separada
(1) Basilicam S. Thyrrt miro edificio cum mullis angulis fundamentaril. Albbldbnse. — Cujus operit pulchritudinem plus prcuent
tan sólo hoy de la catedral por una calle oscura y angosta, y que si hemos de tomar al pié de la letra las alabanzas de los cronistas antiguos, era obra admirable por su suntuosidad y belleza. Creemos, sin embargo, que en los documentos que se ocupan de estas fundaciones, hay notable exageracion; pues ni los recursos que podia ofrecer el exíguo reino de Oviedo, ni el escaso desarrollo de las artas, permitian llevar á cabo construcciones de verdadera importancia. Por estos motivos, siempre que tengamos presentes las referencias de los cronistas coetáneos, debemos, para reducir las alabanzas á su justo valor, considerar los tiempos en que escribieron y dar á sus relaciones una importancia sólo relativa.
En efecto, comparadas con las construcciones que en su mayor parte debian formar en aquellos remotas edades la poblacion de Oviedo, aquellos templos, hoy modestos y humildes, podian ser tenidos por grandiosos y magníficos.
Los únicos vestigios que de su remoto orígen conserva la iglesia de San Tirso, son indudablemente una ventana de tres arcos, abierta en el testero de la iglesia, ó sea en el fondo de la capilla mayor, y acaso tambien su achatada torre, compuesta de arcos de medio punto, que presenta bastante analogía con los restos que nos quedan de la arquitectura romano goda.
Para concluir con los edificios religiosos debidos á la munificencia de Alfonso, debemos citar en este lugar la iglesia de San Julián de los Prados, situada en uno de los arrabales de la ciudad, que se conoce hoy con el nombre de Santullano. Este templo como todos los que se refieren á estos apartados tiempos, fueron desfigurados posteriormente con frecuentes restauraciones, no inspiradas en su mayor parte por la idea de conservar los antiguos vestigios, para que pudiesen servir en las futuras edades para completar la historia de los monumentos arquitectónicos.
Dedican grandes elogios los cronistas á los demas edificios con que Alfonso adornó la corte de Oviedo, hablando de suntuosos palacios, de magníficos baños, de elegantes pórticos y pretorios; pero de todo esto no quedan ya más que las descripciones que indudablemente deben ser en extremo exageradas.
Cercó tambien Alfonso la naciente corte con sólidos muros, circunstancia necesaria en tiempos en que la monarquía asturiana contaba con tantos y tan poderosos enemigos, y de las descripciones que sobre estas fortificaciones han llegado hasta nosotros, así como tambien de algunos vestigios que todavía se notan en la ciudad de Oviedo, se deduce claramente que su recinto era mucho más reducido.
Por eso no debe extrañarnos que sólo en el corto espacio que hoy ocupa la catedral, se hubiesen construido tantos templos y el palacio del mismo Alfonso, pues era necesario economizar todo lo posible el terreno contenido entre los muros. Por lo demas, tanto estas iglesias como el palacio del soberano, ocupaban
potest mirarit quam eruditus scriba laudare. Sebastian.—Eectesiam B. Thyrei martyrie in eodem cimenterio pulchro opere fundadt. El Monje De Silos.
entónces en la ciudad una posicion casi céntrica y formaban su núcleo principal.
Acabamos de ver el modo con que empleó Alfonso los cincuenta años de su reinado, dedicándose ya á la lucha contra los infieles, ya á dotar á su reino, no sólo de monumentos que con su esplendor le diesen más importancia y consideracion, sino tambien de obras de utilidad y defensa.
Cuando octogenario ya, tuvo que rendir á la naturaleza el inevitable tributo de su vida, debió ver acercarse sus últimos momentos con la satisfaccion del que consagra su existencia al ejercicio de las virtudes y el servicio de la patria. En los últimos tiempos de su reinado, ya los árabes no osaban violar el territorio de Astúrias con la misma audacia que algunos años ántes, pues la memoria de varios descalabros sangrientos infundian en su ánimo un prudente temor que era la mejor salvaguardia de les astures.
El pueblo, que con su maravilloso instinto suele pagar con gratitud los servicios que se le prestan en momentos difíciles y arriesgados, llegó en su amor hácia este príncipe hasta rendirle culto como á bienaventurado, convirtiendo su modesta tumba, colocada en el templo de Santa María, de que dejamos hecha mencion, en el altar, en donde se le dirigian fervientes oraciones y piadosas súplicas (1).
Desde entónces pudo ya darse por asegurada la causa de la restauracion; pues al propio tiempo que el primer ardor de los árabes iba apagándose con el gusto y aficion á la vida ordenada de las ciudades, al mismo tiempo que el pueblo nómada y conquistador se convertia en culto civilizado, los cristianos sentian renacer en su ánimo las esperanzas de un triunfo definitivo contra los sectarios del Islam.
Todavía en el territorio africano volverá á condensarse de nuevo la tempestad, que ha de estallar con toda su furia sobre el disputado suelo de la España; todavía los Almohades y Almoravides atravesarán el Estrecho blandiendo audazmente sus terribles cimitarras; pero esta vez, en lugar de un ejército de degenerados godos, corroido ademas por la lepra de la traicion, encontrarán organizada !a resistencia nacional y un pueblo aguerrido, educado en los combates y celoso de su independencia, que opondrá una valla insuperable á la invasion.
Organizó Alfonso en lo posible la pequeña corte de Oviedo á la usanza romana, que era la que habian adoptado los godos al establecer su dominio en España; pues antes de conseguir este fin, su contacto con la civilizacion romana habia destruido la mayor parte de sus costumbres originales. De este modo, en
(4) El erudito Yepes, que asegura haber encontrado en el archivo del monasterio de San Pelayo el texto de la misa del Rey Casio, toma de él las oraciones siguientes:
Deus qui preciarte eleetum tuum y regem castum Illdefonsum meri tis adornnsti, concede nobis wterni regni cum ipso feUcitatem, quem filis complacuise niiraculis attestantibus dectarasti. —Suscipe. misericors Deus, pro fidelii famttíi tui regis Hdefonsi veneratione, nostrce sercitutis oblatloncm. qui sacro nomine tuo prceparare meruit mansionem.—FidelLi tuos, obnipotens Deus, electi tuis regis Ihlefonsi memoria sancta lceii/lcet, qui casiitatis atque victorioj gratia pollens cceiestis in terreno regni gloriam adquisirit.
su palacio se encontraban los diversos funcionarios que rodeaban en otros tiempos á los emperadores romanos, y que con la denominacion de comités (condes), ejercian distintos oficios, ya los que atañian al gobierno interior de la casa real, como los que se referian á la administracion y manejo de la cosa pública.
De esta primitiva nobleza palatina, fué formándose sucesivamente la hereditaria, que si es cierto que en España jamas llegó á formar una clase separada de las demas, ni á adquirir grande importancia, no lo es ménos que en algunas ocasiones representó un papel de bastante interés, especi límente en las turbulencias que en posteriores tiempos trabajaron aquella provincia, debidas las más de ellas á las inquietas ambiciones de algunos magnates.
En su lugar correspondiente examinaremos con la detencion que se merece un asunto de tamaña trascendencia— la organizacion social de la monarquía asturiana,—puesto que ella debe servirnos de base para dar á conocer el orígen de las instituciones del pueblo español.
Debemos entretanto continuar la interrumpida narracion de los acontecimientos, ocupándonos, por lo tanto, del breve reinado de Ramiro I, hijo mayor de Veremundo el Diácono, confiado por este príncipe á la vigilancia de Alfonso.
Cumpliendo este con los sagrados deberes que impone la gratitud, y no dejando sucesion alguna á la corona, designó á su muerte, por monarca, al hijo de Veremundo, que entónees alcanzaba ya una avanzada edad; pues no debemos olvidar que Alfonso ocupó el sólio de Astúrias por espacio de media centuria.
(^PÍTULO VIL
Ramiro I.—Sublevacion del conde Nepocinno.—Jornada de Cornellana.—Derrota del conde Nepociano.—Su castigo.—Rebelion de Aldrioto.—El cande Piniolo.—Es castigado con la ceguera.—Persecucion de los malhechores.—Los normandos .—Su origen.—Su religion y costumbres.—Causas de sus invasiones.—Desembarcan en Gijon. —Son derrotadas por las tropas de Ramiro.—Tra licion de la batalla de Clavijo.—Construcciones arquitectónicas que se atribuyen á Ramiro.—Su muerte.
A pesar de los derechos con que contaba Ramiro para ocupar el trono de Astúrias, unos procedentes de su padre Veremundo y otros de la voluutad de Alfonso, que por sus heróicos hechos debia ser respetada por sus pueblos, vióse el nuevo soberano obligado para alcanzar la corona á conquistarla por medio de la fuerza de las armas.
Cuando Alfonso rindió su alma al Criador, encontrábase Ramiro fuera del territorio de Astúrias en el país de los Várdulos, asentado del lado meridional de los montes Erbáceos. Los cronistas afirman que habia abandonado á Astúrias temporalmente, con el designio de contraer segundas nupcias con una dama de aquel país, de elevada alcurnia, llamada Urraca.
Desde esta época comienza á aparecer este nombre en las historias, y aunque algo corrompido, descubre bastante su orígen romano; pues algunas veces se escribe Auriaca, derivado probablemente de Aurea (1).
Habia tenido Ramiro por primera esposa á Paterna, y en ella un hijo llamado Ordoño , que debia sucederle en el trono. Durante todo el largo reinado de Alfonso, continuó Ramiro viviendo en la mejor armonía con él, conformándose con la voluntad de su padre, sin aspirar á un trono, para el cual debia creerse con indisputables derechos, en un tiempo en que las leyes no habian cerrado todavía con fuertes cerrojos las puertas del poder á las aspiraciones de la ambicion.
Aprovecháronse los magnates del reino de la ausencia de Ramiro, y dejándose seducir por las interesadas sugestiones del conde Nepociano, que ocupaba en el palacio de los Reyes un importante puesto, quedaron sin cumplimentar por el pronto los deseos del finado Alfonso, y el conde Nepociano fué aclamado como Rey.
Reina gran oscuridad en las crónicas acerca de la persona de Nepociano, que solo figura como conde palatino, aunque no falta quien le suponga emparentado con Alfonso por línea materna; pero es lo cierto, que Nepociano consiguió que le apoyasen los principales señores de la corte, y pudo por lo tanto aprestarse á disputar á Ramiro la posesion del trono de Astúrias.
No debe extrañarnos esta adhesion de los magnates hácia Nepociano, pues se ve en ellos la tendencia de conservar el trono electivo. De esta suerte favorecian tambien sus propios intereses y no se cerraba por completo el camino que conducia al supremo poder.
Poco tiempo gozó Nepociano el fruto de su usurpacion, por más que reunió para defenderse grandes fuerzas y aguerridas tropas. Ramiro, tan pronto como recibió la noticia de la muerte de Alfonso y tuvo conocimiento de la usurpacion de Nepociano, se dispuso á disputarle la corona. Para este fin, no creyendo oportuno el presentarse en la corte de Oviedo, poco dispuesta como hemos visto á su favor, dirigióse precipitadamente á Galicia, en donde consiguió levantar en poco tiempo un poderoso ejército.
Encaminóse con él Ramiro hácia Astúrias, resuelto á arriesgar el todo por el todo á la suerte del combate.
Nepociano, al recibir estas nuevas, reunió tambien sus huestes, y saliendo de Oviedo, avanzó resueltamente al encuentro de su competidor.
Hay á las cinco leguas, hácia el Occidente de Oviedo, un estrecho y pintoresco valle regado por el rio Narcea, que al poco trecho confunde sus aguas con las del Nalon, valle que desde tiempos antiguos se conoce con el nombre de Cornellana. En este sitio, no de los más á propósito para la maniobra de grandes ejércitos, encontráronse las huestes de Nepociano y Ramiro, trabándose al punto el más récio combate.
Las tropas de Nepociano opusieron gran resistencia á los gallegos; pero les fué contraria la fortuna y tuvieron que declararse en completa dispersion, des
(1) Ya se sabe que el diptongo Au se convierte unas veces en O y otras en ü.
pues de haber dejado el campo cubierto de cadáveres. Apeló en aquel extremo el ambicioso conde á la fuga, reuniendo parte de sus huestes y tomando el camino que conduce á Pravia, en donde sin duda intentaba oponer nurva resistencia.
¡Vanos esfuerzos! Los condes Escipion y Sonna, que por órden de Ramiro fueron en persecucion del rebelde Nepociano, le alcanzaron cerca de esta villa, y despues de derrotarle nuevamente, se apoderaron de su persona, presentándole al Rey, no sin haberle sacado ántes los ojos.
Achácase este cruel castigo á los citados condes, que siguieron, para apaciguar la rebelion, las prescripciones de los tiempos; pues este suplicio se encuentra repetido en aquellos siglos con frecuencia. Los cronistas manifiestan que Ramiro se apiadó del estado del rebelde Nepociano cuando le fué presentado, y que mandó encerrarle en un monasterio, consultándole en mas de una ocasion en los árduos asuntos del Estado (1).
No pudo gozar Ramiro tranquilamente de las dulzuras del poder despues de este primer castigo, pues el espíritu de rebelion habia tomado incremento durante su ausencia, y Nepociano contaba con gran número de partidarios, no sólo entre los funcionarios de palacio, sino tambien entre los magnates del reino. Poco tiempo despues de la revuelta que acabamos de narrar, verificóse otra, á cuya cabeza figuraba Aldroita, segun todas las conjeturas, conde de palacio. Fué ahogado en su gérmen tambien este movimiento, y su principal autor fué privado dela vista en castigo de su falta. No se sabe si al mismo tiempo ó posteriormente, alzó tambien con resolucion el conde Piniolo el estandarte de la insurreccion, ignorándose si obró por instigacion propia ó por defender los designios de Nepociano. De todas maneras, no habiendo podido hacer triunfar el movimiento, y como hubiese caido en poder del Rey con sus siete hijos que le ayudaron en su empresa, sufrieron tambien, como los que les habian precedido en el camino de la rebelion, la misma suerte, y se vieron privados de la vista.
Estos ejemplares castigos, y la decision de la mayor parte de los asturianos en favor de Ramiro, tanto por sus dotes personales, como por el cumplimiento de la postrera voluntad de Alfonso el Casto, terminaron por fin tan sensibles revueltas, que ademas de las desgracias que sobre el país acarreaban, sumiéndole en todos los horrores de una guerra encarnizadaé intestina, impedian la prosecucion de la conquista, y por lo tanto el cumplimiento del verdadero destino de la monarquía asturiana.
Despues de apagar la tea de la rebelion, vióse Ramiro obligado á destruir los gérmenes de desórden y latrocinio que las pasadas revueltas habian desarrollado en el país. Muchos de los insurgentes refugiá
(1) Esto parece desprenderse de las siguientes palabras del monje de Silos: • Ilum Ramirus misericordia motus, in monastico ordin» dum vixit gobernare censuit.* De la misma crónica se desprende que los condes Escipion y Sonna decretaron el suplicio de Nepociano, sin esperar las órdenes del Rey.
ronse en la aspereza de las montañas, huyendo de la .dureza del castigo, y á ellos so unieron los foragidos y ladrones que infestaban el país y que habian contado hasta entónees con la impunidad, á causa de que las urgentes necesidades de la guerra con los árabes separaba en más de una ocasion la atencion de los monarcas de los asuntos interiores del reino. Contra todas estas bandas armadas, formadas las unas de los restos de las pasadas discordias intestinas, originadas otras por las dificultades de los tiempos que excitaban el espíritu aventurero, envió Ramiro pequeños escuadrones que consiguieron apoderarse do muchos bandoleros, castigándolos con todo el rigor de las .costumbres de aquellos tiempos.
Tan eficaces escarmientos apartaron de la reprobnda senda de la rebelion y el latrocinio á muchos, y Ramiro pudo por fin ver restablecida en sus Estados !a tranquilidad interior, tan necesaria para lanzarse á más vastas y trascendentales empresas.
Sin embargo, poco tiempo despues de estos acontecimientos, un nuevo azote, procedente del Norte de Europa, cayó sobre las costas de Astúrias, amenazando al país en todos los horrores de la rapiña, el incendio y la desolacion. Referímonos á las expediciones de los normandos, que comenzaron en aquel reinado y que habian de continuar todavía por muchos años, manteniendo la zozobra y la alarma en las poblaciones del litoral.
¿De dónde procedian estos terribles guerreros que destruian todo cuanto á su paso encontraban, como un impetuoso y desolador torrente?
Llamabánse normandos, nord-mann, hombres del Norte, y habian habitado la península escandinava desde que los cimbrios, que la llamaron Quersoneso Címbrico, la habian abandonado para arrojarse sobre el imperio romano Profesaban la terrible religion de Odin, á quien designaban con los epítetos de padre de los estragos, salteador é incendiario, contándose entre sus repugnantes prácticas los sacrificios humanos.
Habitando climas inhospitalarios, cubiertos de espesas selvas y de lagos, más bien que á los ejercicios reposados de la agricultura y de la vida reposada, se dedicaban á la caza y á la pesca, adquiriendo de esta suerte la aficion á las excursiones marítimas, sin que les arredrasen para aventurarse en débiles esquifes las procelosas y bravas ondas de los mares del Norte.
Como las regiones que habitaban no podian sostener á todos sus moradores, los más resueltos recorrian los mares buscando aventuras, que al mismo tiempo que satisfaciesen su inquieto carácter, les proporcionasen el lucro apetecido. Ni los detenian las tempestades ni los hielos, y si les faltaban naves con que lanzarse á tan arduas empresas, á golpes de hacha convertian en escuadra la primera selva que á su paso se presentaba. Unian á la astucia la intrepidez y el más absoluto desprecio de la vida, y robando unas veces, traficando otras, poniendo su valor al servicio del que más paga les ofrecia, prontos á dirigir las armas contra los mismos á quienes auxiliaban, solian con frecuencia convertirse de auxiliares en .conquistadores.
ASTURIAS.
Taleseran los pueblos que amenazaron á la Europa con sus excursiones durante más de dos siglos, y que llegaron á fundar importantes Estados. Esta emigracion presenta diversos caracteres que las que hasta entónces habian afligido á las comarcas más cultas de la Ruropa; pues no eran un pueblo entero que cambia de patria y de asiento, sino un número de guerreros que solian establecerse en el país, entablando relaciones con los primitivos habitantes, y formando al fin con los vencidos una sola nacionalidad.
De este modo caminando algunos hácia el Oriente, echaron los primeros fundamentos al imperio ruso, al paso que otros llegaron por el Mediodía hasta el último extremo de la Italia, destruyendo I03 postreros restos de la civilizacion helénica.
Acaso sea exacto el aserto de algunos cronistas, que suponen como la causa de estas emigraciones hácia el Mediodía de la Europa las victorias alcanzadas por Carlo-Magno contra los sajones. Refugiados estos entre los normandos, es fácil qne los excitasen por espíritu de venganza á llevar la guerra contra los francos. De este modo comenzaron á asolar primero la Francia, y desde este punto, siguiendo siempre las costas, llegaron en sus incursiones hasta Sevilla, que redujeron á cenizas, despues de haberse apoderado de un rico botin.
Estos eran los terribles invasores que en tiempos de Ramiro I aparecieron en la costa de Astúrias, amenazando á sus pacíficos habitantes con todas las calamidades del saqueo, el incendio y la desolacion.
A la noticia de la aparicion de tan incómodos huéspedes, organizó Ramiro sus fuerzas y marchó en socorro de los habitantes de Gijon, en cuyo punto desembarcaron los normandos. Fueron repelidos con grandes pérdidas de aquellas costas, lo cual, unido á la pobreza del país que no ofrecia bastante alimento á su codicia, les indujo por entónces á abandonar esta empresa; pero antes de alejarse por completo de los Estados de Asturias acometieron á Brigantium (laCoruña"), en donde sufrieron tambien grandes descalabros. Esta decidida actitud que tomaron los pueblos asturianos, les libró por entóness de tan molestos enemigos, enseñándoles al mismo tiempo la necesidad de fortificarlas costas para impedir nuevas incursiones.
Ademas de estas empresas, que ocuparon la atencion de Ramiro durante su breve y turbulento reinado, dirigió este monarca sus fuerzas en varias ocasiones contra los infieles, derrotándo'os en dos importantes jornadas, acerca de cuyos pormenores guardan los cronistas el más absoluto silencio. Solamente tres siglos más tarde aparece en los historiadores la referencia á la bitalla de Clavijo, atribuida á este monarca. Supone la tradicion que el apóstol Santiago se presentó por primera vez en sueños á Ramiro, reanimando su espíritu abatido por la superioridad de los moros con la promesa de la victoria. Cuéntase tambien que el mismo apóstol Santiago, montado en un caballo blanco, combatió á favor de las huestes de Ramiro, introduciendo la confusion y la derrota en las huestes musulmanas.
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La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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