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Tema: Historia de Asturias

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    03 may, 10
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    Re: Historia de Asturias

    al trasmitirse de generacion en generacion, habiendo sido acogida ademas por historiadores tan respetables como Mariana y Masdeu.
    El reinado de Alfonso no sólo fué notable en los fastos de la monarquía asturiana por sus empresas militares, que reanimaron el espíritu, algun tanto amortiguado, de aquellos montañeses en su lucha con los sarracenos, sino tambien por las mejoras que introdujo en sus Estados, y por los monumentos que hizo erigir, que han trasmitido su nombre á la posteridad rodeado de una aureola de gloria y de piedad cristiana.
    Cuando se elevó al solio de Astúrias, este reino estaba reducido á estrechos límites y amenazado constantemente por las algaradas de los árabes; ni aun contaba con una corte que diese algun esplendor á la monarquía que se asentaba en tan accidentado territorio, puesto que Cangas de Onís y Pravia, que sucesivamente disfrutaron de esta supremacía, jamás pudieron merecer tal nombre. Por lo demas, ambas villas estaban situadas de un modo poco conveniente para corresponder á las nuevas necesidades del reino, que iba ensanchándose paulatinamente hácia el Mediodía, dejándolas demasiado lejanas del centro de aquellos dominios.
    El primer cuidado, pues, de Alfonso fué la traslacion de la corte, y para este objeto ningun pueblo presentaba mejores condiciones por entónces que el que habia debido el ser, ó á lo menos un favor especial, á los cuidados de su padre Fruela. Por otra parte, Alfonso habia nacido en esta ciudad (1), y en el cuidado y desvelo con que se dedicó á hermosearla, demostró que la desgracia y el destierro no le hicieran olvidar su cuna, ni los sitios en donde habia visto la luz primera.
    Si hubiéramos de creer L los cronistas que de estos acontecimientos se ocupan, nos veríamos obligados á afirmar que en los tiempos do Alfonso, Oviedo fué convertida como por encanto en una suntuosa corte que casi podia rivalizar con la de Toledo en la época de su mayor esplendor y poderío. En las historias se nos habla de magníficos palacios, de amenas villas, de suntuosos baños, de soberbios templos, sin que por esto se olvidase la defensa, en aquellos tiempos tan necesaria. En efecto, Alfonso cercó á la naciente corte de robustas murallas, flanqueadas de elevadas torres.
    La ciudad de Oviedo estaba situada en favorables condiciones y ocupaba casi el centro de los Estados de Astúrias, que se desarrollaban ante ella formando un vasto semicírculo. Fruela habia erigido ya en ella una basílica dedicada al Salvador, contigua á la ermita de San Vicente, fuudada por la piedad de los religiosos Fromistan y Máximo; pero ya hemos visto que posteriormente, en el reinado de Mauregato, los mismos auxiliares que habian penetrado en Astúrias para ayudarle á la usurpacion que meditaba, volviéronse contra él, sin duda poco satisfechos de la liberalidad del monarca.
    (1) En uno de los documentos de este principe, leemos la siguiente frase: Qmo »oío na/u» locoquc renatus extiti.
    Entónces vióse Oviedo víctima de un cruel azote. Sus casas fueron saqueadas y destruidas, y ni áun la basílica del Salvador pudo escapar á la codiciosa destruccion de los agarenos. Si Mauregato abandonando la pacífica residencia de Pravia no se hubiera presentado en Oviedo con numerosas tropas; si no hubiese derrotado á los árabes y á algunos apóstatas que habian abjurado hasta la religion de la patria; si no los hubiese perseguido hasta expulsarlos de sus dominios, Oviedo quizá en aquellos desdichados dias hubiese dejado por completo de existir.
    Afortunadamente, aún conservaba cuando Alfonso fijó en ella los ojos para elevarla á la categoría de corte algunos restos de las obras de Fruela, y los venerables vestigios de la basílica del Salvador con sus doce altares dedicados á los doce apóstoles.
    Consagróse Alfonso, tan pronto como las circuns tancias se lo permitieron , á restaurar el templo en el cual colocó la sede destruida de Britonia, que serviria de capital eclesiástica á todos sus dominios.
    Encargó el monarca al artífice Tioda ó Teudis la direccion del n uevo templo, en el cual se desplegó mayor munificencia y solidez que en el primitivo; si bien guardando en lo posible la misma disposicion que se habia observado en la derruida basílica. Treinta años, al parecer, se consumieron en su construccion. Constaban los principales detalles de este suceso en dos grandes lápidas que Alfonso hizo colocar á ambos lados del altar principal, lápidas que fueron destruidas , cuando en tiempos posteriores se emprendió de nuevo la restauracion de este templo, y que sin la diligencia del obispo Pelayo, que las copió en un famoso códice que existe en el cabildo de aquella catedral , nos serian totalmente desconocidas.
    Por los documentos de donacion, firmados por Alfonso y que se refieren á esta iglesia, se deduce la gran importancia que querian asignarle, pues la hace dueña de la mayor parte del territorio de Astúrias hasta los límites del Océano, dotándola adornas, no sólo de ricas alhajas y vestiduras, sino tambien de numerosos siervos.
    Cinco obispos, refugiados en el suelo asturiano huyendo de la persecucion de los musulmanes, consagraron esta iglesia con una pompa y solemnidad inusitadas en aquellas hasta entónces agrestes comarcas, y poco tiempo despues se reunió en aquel templo un Concilio, que tenia por principal objeto el erigir en iglesia metropolitana la basílica del Salvador, recien restaurada por Alfonso.
    Las actas de este Concilio han sido tachadas como apócrifas por graves historiadores; pero el erudito P. Risco las defiende como genuinas y auténticas, con razones bastante sólidas y fundadas. Es natural que en unos tiempos en que las huestes agarenas cubrian casi todo el territorio de la España, la iglesia de Oviedo fuese la principal, como lo era tambien aquel reino, aunque reducido en extension , grande en tradiciones patrióticas.
    En épocas posteriores, cuando á favor de los heróicos esfuerzos de los astures ya no se desesperó de la causa de la patria, no debe extrañar que otras iglesias hubiesen recabado para sí esta supremacía; pero no por eso debe olvidarse, que así como Asturias habia servido de refugio para los derrotados godos, sus iglesias suministraran tambien sedes á todos los obispos que se acogieron á su suelo, mereciendo por esta circunstancia Oviedo el dictado de ciudad de los obispos.
    Diez prelados con el rey firman las actas del Concilio de que nos ocupamos , acordándose en él trasladar el antiguo derecho metropolitano de Braga y Lugo á Oviedo, y aceptando la superioridad de esta iglesia, las de Tuy, Dumio, Braga, Iria, Coimbra, Aguas-Cálidas (Orense), Viseo, Lamego, Celeres, Porto, Benes, Britonia, Astorga, Leon, Palencia, Arica, Sasamon, Segovia, Osma, Avila y Salamanca. La mayor parte de los prelados de estas diócesis residian en el territorio de Astúrias, en donde se les señalaron dotaciones suficientes para su subsistencia.
    Otros dos templos erigió Alfonso al lado del metropolitano , separados solamente de él por la longitud del crucero, y los cuales posteriormente llegaron á formar parte integrante de la catedral. Uno de estos es el de Santa María, á la izquierda del altar mayor, que destinó á panteon de los soberanos de Astúrias, y que en tiempos mucho mas modernos fué restaurado con el nombre de la Capilla del Rey Casto, sin duda para conservar la memoria de su primitivo fundador. Hoy nada se conserva ya de la fábrica de Alfonso, que vió sustituida su primitiva sencillez y su estilo godoromano , por los follajes y relumbrantes atavíos del órden churrigueresco.
    El otro se conoce con el nombre de Cámara Santa, y en su primitiva advocacion fué dedicado á San Miguel. Destinóse este templo á la custodia y conservacion de las reliquias santas que se habian podido preservar de la destruccion agarcna, y más de una vez sirvió para depósito de las que existían en otras iglesias, que por su posicion seveian más amenazadas por la codicia de los enemigos de la fé cristiana.
    Fué construida esta iglesia, que hoy forma tambien una de las dependencias de la catedral, á algunos pies del nivel del suelo; sobre un pavimento sólido, sostenido por una robusta bóveda, coa el fin de preservar sin duda de la humedad los objetos que debia guardar, tan preciosos para la sencilla piedad de aquellos apartados siglos.
    Cuando nos ocupemos de los monumentos arquitectónicos, que dan al suelo asturiano un carácter de sencilla grandeza, que está en armonía con la melancólica sublimidad de sus montañas, tendremos ocasion de examinar detenidamente este santuario, que posteriormente se enriqueció con todas las galas de la arquitectura importada del Oriente , y que se conoce con la denominacion de bizantina.
    Atribúyense asimismo á los solícitos cuidados de este monarca por el explendor de la Religion , otros templos tambien contiguos á la Catedral, y que si es cierto que existen todavía, apenas conservan traza de su primitiva estructura, pues todos ellos fueron en diversas épocas restaurados. Cuéntanse, entre los más notables, la iglesia de San Tirso (1), separada
    (1) Basilicam S. Thyrrt miro edificio cum mullis angulis fundamentaril. Albbldbnse. — Cujus operit pulchritudinem plus prcuent
    tan sólo hoy de la catedral por una calle oscura y angosta, y que si hemos de tomar al pié de la letra las alabanzas de los cronistas antiguos, era obra admirable por su suntuosidad y belleza. Creemos, sin embargo, que en los documentos que se ocupan de estas fundaciones, hay notable exageracion; pues ni los recursos que podia ofrecer el exíguo reino de Oviedo, ni el escaso desarrollo de las artas, permitian llevar á cabo construcciones de verdadera importancia. Por estos motivos, siempre que tengamos presentes las referencias de los cronistas coetáneos, debemos, para reducir las alabanzas á su justo valor, considerar los tiempos en que escribieron y dar á sus relaciones una importancia sólo relativa.
    En efecto, comparadas con las construcciones que en su mayor parte debian formar en aquellos remotas edades la poblacion de Oviedo, aquellos templos, hoy modestos y humildes, podian ser tenidos por grandiosos y magníficos.
    Los únicos vestigios que de su remoto orígen conserva la iglesia de San Tirso, son indudablemente una ventana de tres arcos, abierta en el testero de la iglesia, ó sea en el fondo de la capilla mayor, y acaso tambien su achatada torre, compuesta de arcos de medio punto, que presenta bastante analogía con los restos que nos quedan de la arquitectura romano goda.
    Para concluir con los edificios religiosos debidos á la munificencia de Alfonso, debemos citar en este lugar la iglesia de San Julián de los Prados, situada en uno de los arrabales de la ciudad, que se conoce hoy con el nombre de Santullano. Este templo como todos los que se refieren á estos apartados tiempos, fueron desfigurados posteriormente con frecuentes restauraciones, no inspiradas en su mayor parte por la idea de conservar los antiguos vestigios, para que pudiesen servir en las futuras edades para completar la historia de los monumentos arquitectónicos.
    Dedican grandes elogios los cronistas á los demas edificios con que Alfonso adornó la corte de Oviedo, hablando de suntuosos palacios, de magníficos baños, de elegantes pórticos y pretorios; pero de todo esto no quedan ya más que las descripciones que indudablemente deben ser en extremo exageradas.
    Cercó tambien Alfonso la naciente corte con sólidos muros, circunstancia necesaria en tiempos en que la monarquía asturiana contaba con tantos y tan poderosos enemigos, y de las descripciones que sobre estas fortificaciones han llegado hasta nosotros, así como tambien de algunos vestigios que todavía se notan en la ciudad de Oviedo, se deduce claramente que su recinto era mucho más reducido.
    Por eso no debe extrañarnos que sólo en el corto espacio que hoy ocupa la catedral, se hubiesen construido tantos templos y el palacio del mismo Alfonso, pues era necesario economizar todo lo posible el terreno contenido entre los muros. Por lo demas, tanto estas iglesias como el palacio del soberano, ocupaban
    potest mirarit quam eruditus scriba laudare. Sebastian.—Eectesiam B. Thyrei martyrie in eodem cimenterio pulchro opere fundadt. El Monje De Silos.
    entónces en la ciudad una posicion casi céntrica y formaban su núcleo principal.
    Acabamos de ver el modo con que empleó Alfonso los cincuenta años de su reinado, dedicándose ya á la lucha contra los infieles, ya á dotar á su reino, no sólo de monumentos que con su esplendor le diesen más importancia y consideracion, sino tambien de obras de utilidad y defensa.
    Cuando octogenario ya, tuvo que rendir á la naturaleza el inevitable tributo de su vida, debió ver acercarse sus últimos momentos con la satisfaccion del que consagra su existencia al ejercicio de las virtudes y el servicio de la patria. En los últimos tiempos de su reinado, ya los árabes no osaban violar el territorio de Astúrias con la misma audacia que algunos años ántes, pues la memoria de varios descalabros sangrientos infundian en su ánimo un prudente temor que era la mejor salvaguardia de les astures.
    El pueblo, que con su maravilloso instinto suele pagar con gratitud los servicios que se le prestan en momentos difíciles y arriesgados, llegó en su amor hácia este príncipe hasta rendirle culto como á bienaventurado, convirtiendo su modesta tumba, colocada en el templo de Santa María, de que dejamos hecha mencion, en el altar, en donde se le dirigian fervientes oraciones y piadosas súplicas (1).
    Desde entónces pudo ya darse por asegurada la causa de la restauracion; pues al propio tiempo que el primer ardor de los árabes iba apagándose con el gusto y aficion á la vida ordenada de las ciudades, al mismo tiempo que el pueblo nómada y conquistador se convertia en culto civilizado, los cristianos sentian renacer en su ánimo las esperanzas de un triunfo definitivo contra los sectarios del Islam.
    Todavía en el territorio africano volverá á condensarse de nuevo la tempestad, que ha de estallar con toda su furia sobre el disputado suelo de la España; todavía los Almohades y Almoravides atravesarán el Estrecho blandiendo audazmente sus terribles cimitarras; pero esta vez, en lugar de un ejército de degenerados godos, corroido ademas por la lepra de la traicion, encontrarán organizada !a resistencia nacional y un pueblo aguerrido, educado en los combates y celoso de su independencia, que opondrá una valla insuperable á la invasion.
    Organizó Alfonso en lo posible la pequeña corte de Oviedo á la usanza romana, que era la que habian adoptado los godos al establecer su dominio en España; pues antes de conseguir este fin, su contacto con la civilizacion romana habia destruido la mayor parte de sus costumbres originales. De este modo, en
    (4) El erudito Yepes, que asegura haber encontrado en el archivo del monasterio de San Pelayo el texto de la misa del Rey Casio, toma de él las oraciones siguientes:
    Deus qui preciarte eleetum tuum y regem castum Illdefonsum meri tis adornnsti, concede nobis wterni regni cum ipso feUcitatem, quem filis complacuise niiraculis attestantibus dectarasti. —Suscipe. misericors Deus, pro fidelii famttíi tui regis Hdefonsi veneratione, nostrce sercitutis oblatloncm. qui sacro nomine tuo prceparare meruit mansionem.—FidelLi tuos, obnipotens Deus, electi tuis regis Ihlefonsi memoria sancta lceii/lcet, qui casiitatis atque victorioj gratia pollens cceiestis in terreno regni gloriam adquisirit.
    su palacio se encontraban los diversos funcionarios que rodeaban en otros tiempos á los emperadores romanos, y que con la denominacion de comités (condes), ejercian distintos oficios, ya los que atañian al gobierno interior de la casa real, como los que se referian á la administracion y manejo de la cosa pública.
    De esta primitiva nobleza palatina, fué formándose sucesivamente la hereditaria, que si es cierto que en España jamas llegó á formar una clase separada de las demas, ni á adquirir grande importancia, no lo es ménos que en algunas ocasiones representó un papel de bastante interés, especi límente en las turbulencias que en posteriores tiempos trabajaron aquella provincia, debidas las más de ellas á las inquietas ambiciones de algunos magnates.
    En su lugar correspondiente examinaremos con la detencion que se merece un asunto de tamaña trascendencia— la organizacion social de la monarquía asturiana,—puesto que ella debe servirnos de base para dar á conocer el orígen de las instituciones del pueblo español.
    Debemos entretanto continuar la interrumpida narracion de los acontecimientos, ocupándonos, por lo tanto, del breve reinado de Ramiro I, hijo mayor de Veremundo el Diácono, confiado por este príncipe á la vigilancia de Alfonso.
    Cumpliendo este con los sagrados deberes que impone la gratitud, y no dejando sucesion alguna á la corona, designó á su muerte, por monarca, al hijo de Veremundo, que entónees alcanzaba ya una avanzada edad; pues no debemos olvidar que Alfonso ocupó el sólio de Astúrias por espacio de media centuria.
    (^PÍTULO VIL
    Ramiro I.—Sublevacion del conde Nepocinno.—Jornada de Cornellana.—Derrota del conde Nepociano.—Su castigo.—Rebelion de Aldrioto.—El cande Piniolo.—Es castigado con la ceguera.—Persecucion de los malhechores.—Los normandos .—Su origen.—Su religion y costumbres.—Causas de sus invasiones.—Desembarcan en Gijon. —Son derrotadas por las tropas de Ramiro.—Tra licion de la batalla de Clavijo.—Construcciones arquitectónicas que se atribuyen á Ramiro.—Su muerte.
    A pesar de los derechos con que contaba Ramiro para ocupar el trono de Astúrias, unos procedentes de su padre Veremundo y otros de la voluutad de Alfonso, que por sus heróicos hechos debia ser respetada por sus pueblos, vióse el nuevo soberano obligado para alcanzar la corona á conquistarla por medio de la fuerza de las armas.
    Cuando Alfonso rindió su alma al Criador, encontrábase Ramiro fuera del territorio de Astúrias en el país de los Várdulos, asentado del lado meridional de los montes Erbáceos. Los cronistas afirman que habia abandonado á Astúrias temporalmente, con el designio de contraer segundas nupcias con una dama de aquel país, de elevada alcurnia, llamada Urraca.
    Desde esta época comienza á aparecer este nombre en las historias, y aunque algo corrompido, descubre bastante su orígen romano; pues algunas veces se escribe Auriaca, derivado probablemente de Aurea (1).
    Habia tenido Ramiro por primera esposa á Paterna, y en ella un hijo llamado Ordoño , que debia sucederle en el trono. Durante todo el largo reinado de Alfonso, continuó Ramiro viviendo en la mejor armonía con él, conformándose con la voluntad de su padre, sin aspirar á un trono, para el cual debia creerse con indisputables derechos, en un tiempo en que las leyes no habian cerrado todavía con fuertes cerrojos las puertas del poder á las aspiraciones de la ambicion.
    Aprovecháronse los magnates del reino de la ausencia de Ramiro, y dejándose seducir por las interesadas sugestiones del conde Nepociano, que ocupaba en el palacio de los Reyes un importante puesto, quedaron sin cumplimentar por el pronto los deseos del finado Alfonso, y el conde Nepociano fué aclamado como Rey.
    Reina gran oscuridad en las crónicas acerca de la persona de Nepociano, que solo figura como conde palatino, aunque no falta quien le suponga emparentado con Alfonso por línea materna; pero es lo cierto, que Nepociano consiguió que le apoyasen los principales señores de la corte, y pudo por lo tanto aprestarse á disputar á Ramiro la posesion del trono de Astúrias.
    No debe extrañarnos esta adhesion de los magnates hácia Nepociano, pues se ve en ellos la tendencia de conservar el trono electivo. De esta suerte favorecian tambien sus propios intereses y no se cerraba por completo el camino que conducia al supremo poder.
    Poco tiempo gozó Nepociano el fruto de su usurpacion, por más que reunió para defenderse grandes fuerzas y aguerridas tropas. Ramiro, tan pronto como recibió la noticia de la muerte de Alfonso y tuvo conocimiento de la usurpacion de Nepociano, se dispuso á disputarle la corona. Para este fin, no creyendo oportuno el presentarse en la corte de Oviedo, poco dispuesta como hemos visto á su favor, dirigióse precipitadamente á Galicia, en donde consiguió levantar en poco tiempo un poderoso ejército.
    Encaminóse con él Ramiro hácia Astúrias, resuelto á arriesgar el todo por el todo á la suerte del combate.
    Nepociano, al recibir estas nuevas, reunió tambien sus huestes, y saliendo de Oviedo, avanzó resueltamente al encuentro de su competidor.
    Hay á las cinco leguas, hácia el Occidente de Oviedo, un estrecho y pintoresco valle regado por el rio Narcea, que al poco trecho confunde sus aguas con las del Nalon, valle que desde tiempos antiguos se conoce con el nombre de Cornellana. En este sitio, no de los más á propósito para la maniobra de grandes ejércitos, encontráronse las huestes de Nepociano y Ramiro, trabándose al punto el más récio combate.
    Las tropas de Nepociano opusieron gran resistencia á los gallegos; pero les fué contraria la fortuna y tuvieron que declararse en completa dispersion, des
    (1) Ya se sabe que el diptongo Au se convierte unas veces en O y otras en ü.
    pues de haber dejado el campo cubierto de cadáveres. Apeló en aquel extremo el ambicioso conde á la fuga, reuniendo parte de sus huestes y tomando el camino que conduce á Pravia, en donde sin duda intentaba oponer nurva resistencia.
    ¡Vanos esfuerzos! Los condes Escipion y Sonna, que por órden de Ramiro fueron en persecucion del rebelde Nepociano, le alcanzaron cerca de esta villa, y despues de derrotarle nuevamente, se apoderaron de su persona, presentándole al Rey, no sin haberle sacado ántes los ojos.
    Achácase este cruel castigo á los citados condes, que siguieron, para apaciguar la rebelion, las prescripciones de los tiempos; pues este suplicio se encuentra repetido en aquellos siglos con frecuencia. Los cronistas manifiestan que Ramiro se apiadó del estado del rebelde Nepociano cuando le fué presentado, y que mandó encerrarle en un monasterio, consultándole en mas de una ocasion en los árduos asuntos del Estado (1).
    No pudo gozar Ramiro tranquilamente de las dulzuras del poder despues de este primer castigo, pues el espíritu de rebelion habia tomado incremento durante su ausencia, y Nepociano contaba con gran número de partidarios, no sólo entre los funcionarios de palacio, sino tambien entre los magnates del reino. Poco tiempo despues de la revuelta que acabamos de narrar, verificóse otra, á cuya cabeza figuraba Aldroita, segun todas las conjeturas, conde de palacio. Fué ahogado en su gérmen tambien este movimiento, y su principal autor fué privado dela vista en castigo de su falta. No se sabe si al mismo tiempo ó posteriormente, alzó tambien con resolucion el conde Piniolo el estandarte de la insurreccion, ignorándose si obró por instigacion propia ó por defender los designios de Nepociano. De todas maneras, no habiendo podido hacer triunfar el movimiento, y como hubiese caido en poder del Rey con sus siete hijos que le ayudaron en su empresa, sufrieron tambien, como los que les habian precedido en el camino de la rebelion, la misma suerte, y se vieron privados de la vista.
    Estos ejemplares castigos, y la decision de la mayor parte de los asturianos en favor de Ramiro, tanto por sus dotes personales, como por el cumplimiento de la postrera voluntad de Alfonso el Casto, terminaron por fin tan sensibles revueltas, que ademas de las desgracias que sobre el país acarreaban, sumiéndole en todos los horrores de una guerra encarnizadaé intestina, impedian la prosecucion de la conquista, y por lo tanto el cumplimiento del verdadero destino de la monarquía asturiana.
    Despues de apagar la tea de la rebelion, vióse Ramiro obligado á destruir los gérmenes de desórden y latrocinio que las pasadas revueltas habian desarrollado en el país. Muchos de los insurgentes refugiá
    (1) Esto parece desprenderse de las siguientes palabras del monje de Silos: • Ilum Ramirus misericordia motus, in monastico ordin» dum vixit gobernare censuit.* De la misma crónica se desprende que los condes Escipion y Sonna decretaron el suplicio de Nepociano, sin esperar las órdenes del Rey.
    ronse en la aspereza de las montañas, huyendo de la .dureza del castigo, y á ellos so unieron los foragidos y ladrones que infestaban el país y que habian contado hasta entónees con la impunidad, á causa de que las urgentes necesidades de la guerra con los árabes separaba en más de una ocasion la atencion de los monarcas de los asuntos interiores del reino. Contra todas estas bandas armadas, formadas las unas de los restos de las pasadas discordias intestinas, originadas otras por las dificultades de los tiempos que excitaban el espíritu aventurero, envió Ramiro pequeños escuadrones que consiguieron apoderarse do muchos bandoleros, castigándolos con todo el rigor de las .costumbres de aquellos tiempos.
    Tan eficaces escarmientos apartaron de la reprobnda senda de la rebelion y el latrocinio á muchos, y Ramiro pudo por fin ver restablecida en sus Estados !a tranquilidad interior, tan necesaria para lanzarse á más vastas y trascendentales empresas.
    Sin embargo, poco tiempo despues de estos acontecimientos, un nuevo azote, procedente del Norte de Europa, cayó sobre las costas de Astúrias, amenazando al país en todos los horrores de la rapiña, el incendio y la desolacion. Referímonos á las expediciones de los normandos, que comenzaron en aquel reinado y que habian de continuar todavía por muchos años, manteniendo la zozobra y la alarma en las poblaciones del litoral.
    ¿De dónde procedian estos terribles guerreros que destruian todo cuanto á su paso encontraban, como un impetuoso y desolador torrente?
    Llamabánse normandos, nord-mann, hombres del Norte, y habian habitado la península escandinava desde que los cimbrios, que la llamaron Quersoneso Címbrico, la habian abandonado para arrojarse sobre el imperio romano Profesaban la terrible religion de Odin, á quien designaban con los epítetos de padre de los estragos, salteador é incendiario, contándose entre sus repugnantes prácticas los sacrificios humanos.
    Habitando climas inhospitalarios, cubiertos de espesas selvas y de lagos, más bien que á los ejercicios reposados de la agricultura y de la vida reposada, se dedicaban á la caza y á la pesca, adquiriendo de esta suerte la aficion á las excursiones marítimas, sin que les arredrasen para aventurarse en débiles esquifes las procelosas y bravas ondas de los mares del Norte.
    Como las regiones que habitaban no podian sostener á todos sus moradores, los más resueltos recorrian los mares buscando aventuras, que al mismo tiempo que satisfaciesen su inquieto carácter, les proporcionasen el lucro apetecido. Ni los detenian las tempestades ni los hielos, y si les faltaban naves con que lanzarse á tan arduas empresas, á golpes de hacha convertian en escuadra la primera selva que á su paso se presentaba. Unian á la astucia la intrepidez y el más absoluto desprecio de la vida, y robando unas veces, traficando otras, poniendo su valor al servicio del que más paga les ofrecia, prontos á dirigir las armas contra los mismos á quienes auxiliaban, solian con frecuencia convertirse de auxiliares en .conquistadores.
    ASTURIAS.
    Taleseran los pueblos que amenazaron á la Europa con sus excursiones durante más de dos siglos, y que llegaron á fundar importantes Estados. Esta emigracion presenta diversos caracteres que las que hasta entónces habian afligido á las comarcas más cultas de la Ruropa; pues no eran un pueblo entero que cambia de patria y de asiento, sino un número de guerreros que solian establecerse en el país, entablando relaciones con los primitivos habitantes, y formando al fin con los vencidos una sola nacionalidad.
    De este modo caminando algunos hácia el Oriente, echaron los primeros fundamentos al imperio ruso, al paso que otros llegaron por el Mediodía hasta el último extremo de la Italia, destruyendo I03 postreros restos de la civilizacion helénica.
    Acaso sea exacto el aserto de algunos cronistas, que suponen como la causa de estas emigraciones hácia el Mediodía de la Europa las victorias alcanzadas por Carlo-Magno contra los sajones. Refugiados estos entre los normandos, es fácil qne los excitasen por espíritu de venganza á llevar la guerra contra los francos. De este modo comenzaron á asolar primero la Francia, y desde este punto, siguiendo siempre las costas, llegaron en sus incursiones hasta Sevilla, que redujeron á cenizas, despues de haberse apoderado de un rico botin.
    Estos eran los terribles invasores que en tiempos de Ramiro I aparecieron en la costa de Astúrias, amenazando á sus pacíficos habitantes con todas las calamidades del saqueo, el incendio y la desolacion.
    A la noticia de la aparicion de tan incómodos huéspedes, organizó Ramiro sus fuerzas y marchó en socorro de los habitantes de Gijon, en cuyo punto desembarcaron los normandos. Fueron repelidos con grandes pérdidas de aquellas costas, lo cual, unido á la pobreza del país que no ofrecia bastante alimento á su codicia, les indujo por entónces á abandonar esta empresa; pero antes de alejarse por completo de los Estados de Asturias acometieron á Brigantium (laCoruña"), en donde sufrieron tambien grandes descalabros. Esta decidida actitud que tomaron los pueblos asturianos, les libró por entóness de tan molestos enemigos, enseñándoles al mismo tiempo la necesidad de fortificarlas costas para impedir nuevas incursiones.
    Ademas de estas empresas, que ocuparon la atencion de Ramiro durante su breve y turbulento reinado, dirigió este monarca sus fuerzas en varias ocasiones contra los infieles, derrotándo'os en dos importantes jornadas, acerca de cuyos pormenores guardan los cronistas el más absoluto silencio. Solamente tres siglos más tarde aparece en los historiadores la referencia á la bitalla de Clavijo, atribuida á este monarca. Supone la tradicion que el apóstol Santiago se presentó por primera vez en sueños á Ramiro, reanimando su espíritu abatido por la superioridad de los moros con la promesa de la victoria. Cuéntase tambien que el mismo apóstol Santiago, montado en un caballo blanco, combatió á favor de las huestes de Ramiro, introduciendo la confusion y la derrota en las huestes musulmanas.
    6
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  2. #2
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    Re: Historia de Asturias

    Aunque las circunstancias maravillosas de que rodean esta jornada los cronistas antiguos no infundiesen vehementes sospechas de su falsedad, el silencio de los escritores coetáneos y más aún los intereses que sobre ella se fundaron, la confirmarian. Nos referimos al voto de Santiago, que ya en otras ocasiones hemos considerado como apócrifo; pero que, sin embargo, existió hasta los tiempos modernos, demostrando lo difícil que es luchar contra las preocupaciones cuando se encuentran arraigadas profundamente en los pueblos.
    En todas la empresas que llevó á cabo Ramiro, tuvo por fiel compañero á su hermano García, que aparece con el título de rey en algunos documentos y donaciones, manifestando la fraternal union que entre ambos existió, á pesar de los impulsos de ambicion que suele siempre despertar la posibilidad de alcanzar una corona.
    A los hechos militares de Ramiro hay que añadir tambien otros sugeridos por la piedad, y que son hoy todavía monumentos que recuerdan su memoria y que dan una idea del estado de las artes en su tiempo. Hablamos de los templos que en la cuesta de Naranco erigió, y que por sus bellas proporciones y la perfeccion de algunos detalles, han sido en todos tiempos objeto de justo encomio por parte delos amantes de los restos arquitectónicos (1). De las construcciones profanas con que Ramiro rodeó aquellos templos, apenas quedan ya más que débiles vestigios, que revelan, sin embargo, que aquellos agrestes lugares sirvieron en algun tiempo de morada de recreo a los monarcas asturianos.
    Bajó al sepulcro Ramiro en 850, dejando por sucesor á la corona á su hijo Ordoño, que prosiguió con decision y fortuna la obra emprendida por sus antecesores.
    CAPÍTULO VIII.
    Escasez de los documentos. — Primera expedicion de Ordoño.— Rebelion de los vascos.—Victoria del Ebro.—El renegado Muza. —Su poder.—Ereccion de Albelda.—Atácala Ordoño.—Muza se iipresta á defenderla.—Sangriento encuentro de Laturcio.—Derrota de Muza.—Lobia , hijo .'e Muza. — Conciértase con Ordoño.—Desgracia la jornada del Uuadalete—Expe licion hácia Salamanca.—Nuevas invasiones de los normandos.—Son rechazados por el conde Pedro.—Destruyen las tempestades una armada sarracena en las costas .le Galicia. — Fortifica Ordoño á Tuy , Astorga y Leon.—Donaciones á las iglesias deOvielo.— Muerte de Ordoño.
    Escasos son por demas los documentos que se conservan del breve, pero glorioso reinado de Ordoño I, teniendo que contentarnos, con respecto á este príncipe, en la mayor parte de los hechos, con referencias vagas y conjeturas más ó ménos probables. Convienen no obstante los cronistas en adornar el carácter dp este monarca de recomendables y poco comu
    (1) En el libro que destinamos ú tratar de los principales monumentos asturianos , tendremos ocasion de describir estas iglesias.
    nes prendas, llamándole el Albeldense padre de la» gentes, al mismo tiempo que el monje de Silos elogia su discrecion y entereza, y Sebastian encomia su magnanimidad y su modestia.
    Estas dotes efectivamente debian necesitarse en aquellos críticos tiempos para mantener la paz en el interior del reino, despues de las contínuas revueltas que le habian trabajado durante el reinado de Ramiro I; así como tambien era preciso desplegar gran actividad y energía para extender las fronteras de la monarquía asturiana, rodeada de tan poderosos enemigos.
    Ya desde su primera expedicion se colocó la fortuna al lado de sus pendones, acompañándole despues durante todas sus empresas. Rebeláronse en su tiempo los vascones que ocupaban la parte mas oriental de la monarquía, viéndose obligado Ordoño á apagar por medio de la lucha aquella sensible diferencia, que amenazaba desmembrar el reino, apenas consolidado todavía. Poco trabajo costó á Ordoño el someter á los inquietos vascos; pero apenas habia conseguido sn objeto, cuando tuvo que dirigir sus huestes contra enemigos más terribles y numerosos. Es probable que el ejército musulman que entonces marchaba contra los cristianos, hubiese venido en auxilio de los rebeldes montañeses, y acaso llamado por ellos, que de estas coaliciones, por más que parezcan monstruosas, están llenas las historias de todo3 los tiempos; pero de todos modos, si entraba en el plan de los revoltosos el poder unir sus fuerzas con las musulmanas antes do ser acometidos por Ordoño, destruyó tan inicuos planes la actividad de este príncipe.
    Revolvió Ordoño contra los árabes, haciéndoles sufrir sensibles pérdidas en el país situado en el nacimiento del caudaloso Ebro, y con esta notable victoria pudo regresar el menarca asturiano á su corte y dedicarse por completo á labrar su magnificencia, esplendor y prosperidad.
    De estas importantes tareas vino á sacarle un acontecimiento, que le obligó á reunir apresuradamente sus huestes y á atravesar los montes erbáceos con direccion á los campos góticos.
    Habia conseguido establecerse en estas comarcas, poco tiempo hacia devastadas, por la diligente prudencia de Alfonso II, un ambicioso godo, que olvidando la fé de sus mayores, se habia convertido al mahometismo, tomando el nombre de Muza. Valiéndose de amaños y ardides, empleando gran actividad y desplegando las dotes de un aventurero poco comun, logró extender su dominio de un modo notable, de suerte que llegó á verse dueño de los ricos territorios de Toledo y Zaragoza, habiéndose apoderado tambien de Huesca. No tardó en ser considerado como un vecino peligroso y temible, tanto por la ventajosa posicion que ocupaba, cuanto por la audacia y osadía de que se encontraba dotado.
    Es indudable que el monarca asturiano habia favorecido en un principio los planes del apóstata Muza, pues por este medio lograba introducir la division y el fraccionamiento entre los musulmanes, y por lo tanto contribuir á su decaimiento y debilidad; pero cuando vió el ambicioso renegado erigir á dos leguas de Logroño, junto al Ebro, una plazi (1) que amenazaba por aquel lado sus fronteras, conoció que eran ya peligrosas las contemplaciones con un caudillo que con tan escasos elementos habia conseguido elevarse á semejante altura.
    Presentóse, pues, Ordoño ante la naciente ciudad, con el designio de destruirla; pero encontrándola ya defendida, vióse obligado á asediarla para hacerse dueño de ellr» y realizar despues sus planes. Muza, no obstante, no se encontraba dispuesto á abandonar á Albayda sin disputársela á Ordoño, y por lo tanto, reuniendo todas las fuerzas de que pudo disponer, se presentó á socorrer á la ciudad sitiada.
    Dividió en esta ocasion el príncipe asturiano sus fuerzas, y dejando en el cerco de la plaza una parte considerable de ellas, salió con las restantes al encuentro de Muza, que le esperó tomando posiciones en el monte Laturcio. Fué en extremo reñida la pelea: pero los infieles se vieron derrotados con grandes pérdidas, y Muza, su jefe, sólo pudo salvarse á costa .de grandes trabajos. Esta derrota terminó por completo con todo el influjo de Muza, que pasó el resto de sus dias en la oscuridad.
    Poco tiempo despues cayó en poder de las tropas de Ordoño Albayda, siendo pasados á cuchillo sus defensores, arrasada la ciudad hasta sus cimientos y las mujeres y los niños reducidos á la esclavitud, segun las costumbres de aquellos tiempos y las prácticas de una guerra á muerte sin tregua ni perdon.
    Quedábale á Muza un hijo llamado Lobia, al cual habia encomendado el gobierno de Toledo, y en el que fijó sus ojos, tan pronto como se vió sumido en la desgracia, esperando verle convertido en su restaurador, <5 por lo ménos su vengador. Sin embargo, Lobia era demasiado accesible á los halagos de la ambicion para que siguiese un rumbo tan delicado y que podia conducirle á la perdicion y á la ruina, y prefirió presentarse á Ordoño, ofreciéndole sumision y vasallaje, con tal de conservar el dominio de aquellas comarcas.
    Aceptó Ordoño la sumision de Lobia, pues conoció que en ella encontraria un poderoso concurso para proseguir la guerra contra los sarracenos. Por esta causa llegaron los cristianos hasta los muros de Toledo, con el fin de socorrer á su aliado Lobia, sitiado en esta ciudad por las fuerzas del califa de Córdoba.
    Desgraciada en extremo fué esta empresa, que costó la vida á cerca de veinte mil cristianos, victimas de una emboscada que en el valle de Guadacelete les armaron las huestes musulmanas. Aunque nos parece que en este pasaje hay alguna exageracion de parte de los historiadores arábigos sobre el número de los muertos, se desprende de todas las narraciones relativas al hecho, que el desastre fué sensible, debiendo haber ocurrido poco tiempo despues, segun los más racionales cálculos, de la toma y destruccion de la plaza de Albayda.
    Así que Ordoño hubo repuesto sus fuerzas del desastre que acabamos de consignar, proyectó una
    (1) Llamábase Albayda, es .le.-ir, la Blanca, y hoy se conoce con .el nombre de Albelda.
    vasta expedicion hácia las posesiones musulmanas del Occidente, con el designio de ensanchar los linderos de este reino y librar del poder sarraceno á los cristianos cautivos. Lanzándose resueltamente desde las encrespadas montañas que formaban el natural abrigo del poder asturiano , llegó Ordoño en su primera acometida hasta Salamanca (I), despues de haberse apoderado de Coria y de otros pueblos de ménos importancia. Dirigióse Ordoño desde Salamanca hácia el Occidente, penetrando en el país lusitano, y despues de talar muchos pueblos y cojer rico botin y gran número de esclavos, regresó á sus dominios para colocar en seguridad su presa.
    Repitieron., entretanto, los terribles normandos, que hemos visto aparecer por vez primera en Astúrias en el anterior reinado, sus asoladoras expediciones; pero los habitantes de las costas que en los primeros encuentros se habian acostumbrado á vencerlos, los rechazaron, no sin haberles causado grandes pérdidas. Las crónicas nos han trasmitido el nombre del conde Pedro, que se colocó osadamente al frente de los asturianos, conduciéndolos á la victoria.
    No menos afortunado fué el reino de Astúrias por aquellos tiempos; pues sin esfuerzo alguno de su parte, vió destrozadas en sus costas las numerosas naves de una poderosa armada que el califa de Córdoba enviaba contra los cristianos, desesperado sin duda de reducirlos á la obediencia atacándolos en sus temibles desfiladeros.
    Dejamos relatados, con la mayor claridad que nos ha sido posible, los hechos de armas ocurridos durante el reinado de Ordoño, y en todos ellos, si exceptuamos el desastre de Guadacelete, vemos á los cristianos llevar la mejor parte. Esto contribuia en gran manera á reanimar el espíritu nacional, presentándole la obra de la reonquista, aunque en extremo difícil y lejana, posible y hacedera.
    Despues de haber conseguido Ordoño las notables victorias que dejamos consignadas, dirigió su atencion hácia la seguridad de aquella parte del reino, que por su situacion topográfica estaba más expuesta á las algaradas de los sarracenos. Para este fin, fortificó de nuevo las ciudades de Tuy, Astorga y Leon, atrayendo por medio de donaciones y privilegios numerosos cristianos, que al mismo tiempo que se dedicasen al cultivo de los terrenos adyacentes, sirvieran para defender aquellos puntos avanzados en el caso en que los árabes intentasen atacarlos.
    Multitud de templos y monasterios brotaban como por encanto, no sólo en los terrenos recien adquiridos de los árabes, sino tambien en el corazon de Astúrias, debidos unos á la piedad de Alfonso, y originados otros por el espíritu religioso de los tiempos. Bien pronto estas iglesias sirvieron de centro y núcleo á nacientes poblaciones, con las cuales se enriquecia el patrimonio de la iglesia de Oviedo, Leon y Santiago (2).
    (1) Hay quien supone que en vez de Salamanca debe leerse Talamanr.a; pero el punto que ocupa esta villa hace inverosimil que Ordoño pudiese llegar hasta sus muros.
    (2) Or.loño enriqueció á la cate.lral de Oviedo con cuautiosas do naciones.
    Ocupado Ordoño en estas pacíficas empresas, bajó I al sepulcro en 866, víctima de un ataque de gota, j Estuvo casado Ordoño con Munia, que le dió una numerosa prole, compuesta de cinco varones, y segun añaden algunos cronistas, de una hija llamada Aragoncia.
    En el reinado de Alfonso III, designado por los historiadores con el sobrenombre de Magno, veremos los disturbios que ocasionó la ambicion, tan fácil de despertarse en aquellos tumultuosos tiempos. Generalmente, el prólogo de cada reinado es un tejido de conspiraciones y trastornos, tanto más sensibles, cuanto que todas las fuerzas de la nacion debian emplearse en la gloriosa lucha de la independencia.
    CAPÍTULO IX.
    Alfonso III.—Rebelion de Froila.—Su efimera dominacion. —Su muerte.—Sublevacion de los alaveses.—Prision del conde Eylon. —Tratalo con el reino de Navarra.—Mahamud, califa de Córdoba. —Almondhir. — Sangriento encuentro cerca de Leon.—Batílla de Cea.—Traspasa la linea del Ebro.—Restauraciones.—Nuevas acometidas de Almondhir.—Cautividad de Abud-walid.—Jornada del Orbigo.—Nueva derrota de Almondhir. —Tregua.—Fortifica Alfonso la linea del Duero.—Invade la Lusitania.—Triunfos de Alfonso.—Los hijos de Muza.—Rebelion de Mohamad.—Paz general. —Expedicion hacia Tuledo.—El dia de Zamora.—Sublevacion de los hermanos de Alfonso.—Severo castigo.—Veremundo se alza en Astorga.—Nuevas revueltas.—Desobediencia de Garcia.—Su prision en el castillo de Gauzon.—Abdicacion de Alfonso.
    No se encontraba el jóven Alfonso, hijo primogénito de Ordoño, en la corte, cuando su padre bajó prematuramente al sepulcro, circunstancia que dió lugar á una de las usurpaciones tan frecuentes en aquellas edades, en las cuales todavía se recordaban las tradiciones electivas de la corte de Toledo, sin que las prácticas hereditarias hubiesen adquirido la solidez necesaria para dar fundamento á un derecho incontestable.
    Fué esta vez el usurpador un conde de Galicia, llamado Froila, que ocupó el sólio de Astúrias con el consentimiento de los magnates del reino, sin que puedan designarse los derechos en que habia establecido sus aspiraciones. Poco gozó Froila del fruto de sus ambiciosos manejos; pues ya un año despues de la muerte de Ordoño, es decir, en 867, se ve ocupar á Alfonso el trono de la monarquía asturiana, á la edad de 14 años.
    Habíase refugiado el adolescente príncipe en el país de Alava, que en todas las revueltas de índole semejante se presenta como asilo de los príncipes perseguidos por la usurpacion y el amaño, en donde supo que los magnates de Oviedo, mal avenidos con el gobierno de Froila, habian dado muerte al mismo que poco tiempo antes habian elevado al supremo poder. Esta circunstancia colocó en manos de Alfonso las riendas del gobierno de Astúrias, dando desde un principio muestras de que sería un digno conti
    nuador de la obra tan gloriosamente iniciada y sostenida por algunos de sus predecesores.
    Sin embargo, las armas de Alfonso tuvieron que dedicarse, ántes que á la guerra nacional y de independencia, á apaciguar el espíritu de sedicion, que, como en otras ocasiones, habia brotado en Galicia, aparecia ahora en el país de Alava, que acababa de servir de asilo á Alfonso en sus anteriores tribulaciones y desgracias.
    No tardó en presentarse Alfonso ante los inquietos alaveses, á los cuales redujo fácilmente á la obediencia, apoderándose del conde Eylon, que aparecia como jefe de aquella revuelta, el cual pagó su falta en una prision de Oviedo, en la que permaneció cubierto de cadenas. Conociendo el jóven príncipe que la proximidad del reino de Navarra, ya entónces constituido de un modo independiente, daba alientos á los alaveses para revelarse contra su autoridad, pues esperaba en el auxilio de los navarros, y queriendo destruir por completo todos los motivos de disturbios intestinos que tanto podian distraerle de la causa nacional, estableció un tratado de paz y alianza con el rey de Navarra, y ya tranquilo por este punto, se dedicó á la mejora y ensanche de sus dominios. Casóse á los veinte años con la hija del rey de Navarra, Jimena, enlace que si bien ratificó el tratado de alianza estipulado entre ambos monarcas cristianos, no fué el mas á propósito para labrar la felicidad doméstica del soberano de Astúrias.
    El territorio leones, para cuya seguridad no perdonó Alfonso desvelo alguno, fué el primer teatro de sus glorias guerreras alcanzadas en sus luchas contra los poderosos musulmanes.
    Imperaba á la sazon en Córdoba el califa Mahamud, que dirigió todos sus esfuerzos contra el reino de Astúrias, convencido de que por aquella parte se estaba formando la tempestad que debía estallar algun dia sobre el poder de la media luna. Confió Mahamud á su hijo Almondhir, que en anteriores empresas se habia conquistado merecidamente la fama de esforzado y entendido guerrero, el cuidado de sus tropas, y el jóven musulman, ávido de gloria, y ansioso de medir sus armas con un enemigo digno de su esfuerzo, marchó contra los cristianos lleno de ardor y resolucion.
    Permanecia Alfonso en los alrededores de Leon ocupado en restaurar las ciudades derruidas, conocidas con los nombres de Lancia y Cea, con lo cual pretendia asegurar aquellas comarcas po niéndolas al abrigo de las incursiones frecuentes de los sarracenos. Tan pronto como tuvo conocimiento de los belicosos proyectos de Almondhir, le salió al encuentro el príncipe cristiano, apercibiendo sus fuerzas. Verificóse la batalla cerca de los muros de Leon, que presenciaron aquel dia la derrota de los infieles y la fuga de Almondhir, que sólo se salvó con los restos desbaratados de sus numerosas huestes. La consecuencia inmediata de esta victoria fué la destruccion de otro cuerpo de infieles que habia penetrado en el Vierzo poco tiempo ántes, y que regresaba hácia los dominios musulmanes cargado de botin y de despojos, no sólo de alhajas, sino tambien de numerosos Tebaños y multitud de cautivos (1). La misma presa de que venian cargados los musulmanes les impidió desplegar en la defensa todos sus recursos, teniendo que pronunciarse muy prontoen una completa derrota, abandonando en manos del vencedor la mayor parte del botin reeogido.
    Con estas empresas inició Alfonso su gloriosa lucha con los sarracenos, la cual, continuada con constancia y esfuerzo, habia de extender y asegurar la frontera del reino de Astúrias, que ya á la sazon se desbordaba de las comarcas montañosas hácia los llamados campos góticos.
    Pero Almondhir, el jóven caudillo musulman, léjos de desfallecer por la primera derrota, sólo esperaba la ocasion oportuna de vengar el anterior desastre y rescatar su perdido prestigio. Reorganizó sus desordenadas huestes, reunió nuevos refuerzos, y uniéndose los mejores escuadrones formados por la flor do la caballería de Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo, invadió de nuevo los dominios de Alfonso, yendo á encontrarle á las orillas del Cea. Más bien que una verdadera bu talla, fué esta jornada un reñido duelo, en el cual se peleaba, no sólo por la conquista, sino por la satisfaccion del orgullo y de la vanidad personal, y de este modo se explica la horrible mortandad que en ella hubo.
    La mayor parte de aquellos brillantes escuadrones árabes tiñeron con su sangre los campos del Cea; pero no por eso los cristianos dejaron de pagar un abundante y triste tributo, sin conseguir por eso el que quedase por suyo el campo de batalla. Por el contrario, desangrados ambos ejércicitos, viéronse precisados á suspender la contienda, retirándose al poco tiempo para reanimar sus abatidas fuerzas.
    Sin embargo, aunque Alfonso no podia vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo decisivo, comprendió entóuces lo que podia conseguir reuniendo todos sus recursos, tanto más, cuanto que habia mostrado á las sarracenos en más de una ocasion que sus soldados sabian derramar su sangre en el campo de batalla, pero no volver el rostro á los enemigos. Por eso vemos al esforzado príncipe tomar al poco tiempo la ofensiva contra los sarracenos, y no queriendo ser atacado en sus propios dominios, llevar la guerra á la márgen izquierda del Duero.
    En sus excursiones se apoderó de varios pueblos, entre los cuales recordamos á Atienza, Deza é Ibrillos, situado en la Rioja; y habiendo tenido noticia de
    (1) Esta expedicion, que corresponde al año 868, segun las mas fundadas conjeturas, se encuentra relatada de este modo en los historiadores arabigos.'
    • Por lapartede Galicia penetraron los walhies de la frontera y tomaron muchos cautivos y ganados, y retirándose con estas presas, pastorean.lolas con mu "lia confianza y descuido, sin acordarse de que muchas veces un débil mosquito punzalos ojos al más bravo leon, fueron acometidos de súbito en unos pasos estrechos en donde la caballeria no fué de provecho, y debilita la la hueste por adelantar la presa y cautivos con la delantera, fué atrepellada la zaga y padeció gran matanza, y fueron muchos los heridos y muchos los que quedaron cautivos en poder del enemigo."
    que los árabes habian aprovechado su ausencia para penetrar en los campos de Leon , dirigió contra ellos sus fuerzas, causándoles grandes pérdidas y enseñándoles á respetar el territorio cristiano.
    Emprendió despues de este suceso una expedicion por la parte más occidental de su reino hácia la Lusitania, asolando y destruyendo muchas ciudades importantes que arrancaba al poder de los sarracenos. Estas destrucciones de ciudades reconocian por orígen en su mayor parte la necesidad, pues no pudiendo ser conservadas, se reducian á escombros, para privar de esta suerte al enemigo de sus recursos. Pero lo» intentos de Alfonso no se satisfacian con la asolacioa y el abandono. Tan pronto como pudo reunir moradores bastantes, restauró á Coimbra, que pobló de gallegos, verificando lo propio con las ciudades de Braga, Chaves, Porto, Visco, Lamego y otras varias, en alguna de las que instituyó sillas episcopales.
    Puede decirse que Alfonso tuvo ya por la parte de Castilla, por frontera de sus Estados, al caudaloso Duero, cuyas márgenes fortificó con importantes ciudades , restauradas las unas y de nueva fundacion otras. De este modo surgieron de nuevo de entre sus ruinas Dueñas, Zamora y Simancas, y posteriormente Toro , que fué entregada al cuidado del primogénito del monarca, García.
    Con tales precauciones, quedaron defendidos los feraces campos góticos, que atrajeron por sus favorables condiciones una numerosa poblacion.
    No pudo el califa de Córdoba ver sin cierta inquietud y temor los progresos que el pequeño reino de Astúrias , hasta entónces poco considerado y temido, hacía en la conquista. Era preciso, pues , no drjar consolidarse aquella importante línea de fortificacion del Duero, y para este fin envióMahamud á Almondhir con grandes fuerzas.
    Acometió el caudillo musulman impetuosamente á Zamora, todavía no completamente fortificada"; pero acudió en su socorro Alfonso y derrotó á los musulmanes, librando así de esta suerte la restaurada ciudad. No dejaron por esta primera derrota de repetir sus algaradas los árabes, pues conocian el interes que tenia para ellos el que los cristianos no se estableciesen en tan ricos y extensos territorios; pero la fortuna acompañó por entónces constautemente á las armas de Alfonso, que no sólo logró derrotar á notables caudillos, sino que en una sangrienta jornada se apoderó de Abud Walid, uno de los más célebres, conduciéndole cautivo á Oviedo , de donde pudo salir á favor de un cuantioso rescate.
    Estos contínuos reveses desesperaban al esforzado Almondhir, que habia encontrado, en fin, en Alfonso un rival digno de su valor. Ademas de los intereses de los respectivos pueblos, jugábase en esta reñida contienda el amor propio de ambos príncipes , y por esto no debemos extrañar los desesperados esfuerzos que hizo Almondhir para desbaratar las huestes de Alfinso.
    Reunió el caudillo sarraceno numerosas tropas, que dividió en dos grandes ejércitos, formando el uno casi en su totalidad de guerreros andaluces y cordobeses , que se propuso conducir por sí mismo, y constituido el otro de toledanos, habitantes de Guadalajara y Talamanca, que colocó á las órdenes del experimentado capitan Aben-Gamin. De esta suerte creia Almondhir dividir las fuerzas de Alfonso y vencerle en detall fácilmente.
    No obstante, el príncipe cristiano comprendiólos designios de su enemigo y se propuso conservar la unidad de sus fuerzas, con las cuales podia asegurar la victoria. En vez de dividir sus escuadrone?, empleó en las operaciones militares la actividad y la presteza que podian suplir al número, y dejando á su espalda las huestes de Almondhir , marchó contra las de Aben-Gamin que se habia adelantado hasta las orillas delOrbigo. Tan impetuosa é inesperada fue" la acometida, que innumerable multitud de árabes tiñeron con su sangre aquellos campos (1).
    Verificada esta primera hazaña, era preciso volver contra los escuadrones de Almondhir que á toda prisa se acercaban. Trabóse, en efecto, nueva batalla, en la cual los soldados de Alfonso, llenos de ardor y de entusiasmo por la reciente victoria que acababan de conseguir, combatieron con tal arrojo y osadía, que Almondhir se vió precisado á retirarse en desordenada fuga con los restos de su desbaratado ejército. De este modo, tan glorioso para las armas de Alfonso, terminó tan temible expedicion, que si hubiera sido favorecida por la fortuna, hubiese colocado quizá á dos dedos de su ruina todo el territorio cristiano que se encontraba del lado de acá de las montañas.
    Tan notable derrota mostró á Almondhir que no debia, al ménos por entónces , intentar nuevas acometidas, y con el designio de reparar sus fuerzas, pidió y obtuvo de Alfonso una tregua de tres años por medio de una considerable cantidad.
    Empleó Alfonso estos tres años de deseanso en terminar la fortificacion de la línea del Duero y en apercibirse para nuevas empresas, contando con aprovecharse d<?l favorable espíritu que dominaba en los cristianos , acostumbrados ya á la victoria y ansiosos de medir sus armas contra los enemigos de la religion y de la patria.
    Apenas t"rminó la tregua estipulada entre cristianos y musulmanes, comenzó Alfonso una nueva expedicion, invadiendo la Lusitania. Esta vez atravesó el Tajo y el Guadiana, llegando hasta el extremo occidental de Sierra-Morena, punto que los historia dores antiguos denominan Monte Oxífero. El primer ejército que se atrevió á impedirle el paso, compuesto de veinte mil combatientes , sufrió una completa derrota.
    Nada notable sobre esta expedicion consignan las historias, si esceptuamos lo que dejamos apuntado; pero en cambio dirijen su vista á la region de Oriente, en donde pasaban acontecimientos de bastante importancia. Gobernaban en Zaragoza y en Tudela los hijos del renegado Muza, con los cuales conservó Alfonso la alianza estipulada por su padre Ordoño.
    (1) Los cronistas hacen subir la pérdida de los árabes á trece mil; pero ya sab3nos que en estas cifras hay) gran Jexageracion.
    Estrechas debieron ser en extremo las relaciones q ue mediaron entre el príncipe cristiano y los hijos de Muza, Ismael y Fortun, pues vemos que aquel confió á su cuidado la educacion de su hijo Ordoño. Un hijo de Lope, llamado Mohamad, jio pudo ver sin celosa envidia las buenas relaciones que existian entre sus tios y el monarca asturiano, y dominado por una inquieta ambicion, logró reconciliarse con el emir de Córdoba, que le proporcionó los medios necesarios para atacar á los jeques de Zaragoza y Tudela.
    La suerte de las armas fué contraria en varios encuentros á Ismael y á Fortun, que perdieron en esta contienda sus Estados, quedando ellos mismos en poder de su sobrino. No descuidaron los árabes el aprovecharse de esta favorable circunstancia; pues el caudillo Abu-Walid penetró por los dominios de Alfonso causando grandes estragos. Sin embargo, los califas de Córdoba no sacaron de la alianza con el ambicioso Mohamad todas las ventajas que creyeron en un principio; pues al verse este aventurero en posesion de los ricos y extensos dominios que habia arrebatado á sus tios, se declaró independiente de la corte de Córdoba, con lo cual puso un impedimento á las excursiones de Abu-Walid, solicitando la amistad de Alfonso.
    Todas estas revueltas hicieron conocer á los príncipes la necesidad de una tregua, que pusiese fin á tantos desastres y calamidades como causaba una guerra interminable. Estipulóse, pues, el tratado de paz que fué conservado fielmente por Alfonso, no sólo con Almodhir, sino tambien con el sucesor en el califato de Córdoba, Abdalah.
    No obstante, á pesar de la tregua establecida, no pudo dedicarse Alfonso tranquilamente á los cuidados que ofrecia la obra de la prosperidad interior de sus pueblos; pues si bien el soberano cordobes mantuvo fielmente su palabra, algunos ambiciosos musulmanes, deseosos de aprovecharse de la anarquía que reinaba en el Estado de Córdoba de los tiempos de Abdalah, acometieron en más de una ocasion los dominios asturianos.
    Para castigar Alfonso una algarada que invadió sus Estados por la parte de Oriente, dirigió sus huestes por aquel punto hasta cerca de los muros de Toledo, los cuales no asaltó; pues los musulmanes, temerosos de sus tropas, compraron la paz á costa de ricos y numerosos presentes. Más notable fué todavía otra expedicion de numerosos musulmanes que se vió derrotada bajolos murosdeZamora (1).
    (1) De este mojo refieren io.s historiadores árabes este suceso: «Estaba el rey Abdnlah en paz con el rey cristiano de Malicia y en esta seguridad tenian descuidada la frontera. El cau li lio Alune l-ben-Alkithi, apellidado Abulcania, entro con mucha gente de apié y de acanallo por Zamora, robando los pueblos, asi de cristianos eo:no de muslimes. Los alcaides de aquella frontera avisaron al rey Abdalah y tambien al de Gíalicia, disculpando aquellas algara las que ellos no podian evitar, qne no eran suyas ni le los buenos y honrados muslime», subditos sumisos de su señor. El wali Ahmed, con mucha vanidad y orgullo, escribió al rey de los cristianos amenazándole, que si no se hacia muslim ó su vasallo, que venia á echarle le sus tierras y hacerle morir mala muerte si caia on sus manos. Cuenta que la gente que lie
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    Aunque las circunstancias maravillosas de que rodean esta jornada los cronistas antiguos no infundiesen vehementes sospechas de su falsedad, el silencio de los escritores coetáneos y más aún los intereses que sobre ella se fundaron, la confirmarian. Nos referimos al voto de Santiago, que ya en otras ocasiones hemos considerado como apócrifo; pero que, sin embargo, existió hasta los tiempos modernos, demostrando lo difícil que es luchar contra las preocupaciones cuando se encuentran arraigadas profundamente en los pueblos.
    En todas la empresas que llevó á cabo Ramiro, tuvo por fiel compañero á su hermano García, que aparece con el título de rey en algunos documentos y donaciones, manifestando la fraternal union que entre ambos existió, á pesar de los impulsos de ambicion que suele siempre despertar la posibilidad de alcanzar una corona.
    A los hechos militares de Ramiro hay que añadir tambien otros sugeridos por la piedad, y que son hoy todavía monumentos que recuerdan su memoria y que dan una idea del estado de las artes en su tiempo. Hablamos de los templos que en la cuesta de Naranco erigió, y que por sus bellas proporciones y la perfeccion de algunos detalles, han sido en todos tiempos objeto de justo encomio por parte delos amantes de los restos arquitectónicos (1). De las construcciones profanas con que Ramiro rodeó aquellos templos, apenas quedan ya más que débiles vestigios, que revelan, sin embargo, que aquellos agrestes lugares sirvieron en algun tiempo de morada de recreo a los monarcas asturianos.
    Bajó al sepulcro Ramiro en 850, dejando por sucesor á la corona á su hijo Ordoño, que prosiguió con decision y fortuna la obra emprendida por sus antecesores.
    CAPÍTULO VIII.
    Escasez de los documentos. — Primera expedicion de Ordoño.— Rebelion de los vascos.—Victoria del Ebro.—El renegado Muza. —Su poder.—Ereccion de Albelda.—Atácala Ordoño.—Muza se iipresta á defenderla.—Sangriento encuentro de Laturcio.—Derrota de Muza.—Lobia , hijo .'e Muza. — Conciértase con Ordoño.—Desgracia la jornada del Uuadalete—Expe licion hácia Salamanca.—Nuevas invasiones de los normandos.—Son rechazados por el conde Pedro.—Destruyen las tempestades una armada sarracena en las costas .le Galicia. — Fortifica Ordoño á Tuy , Astorga y Leon.—Donaciones á las iglesias deOvielo.— Muerte de Ordoño.
    Escasos son por demas los documentos que se conservan del breve, pero glorioso reinado de Ordoño I, teniendo que contentarnos, con respecto á este príncipe, en la mayor parte de los hechos, con referencias vagas y conjeturas más ó ménos probables. Convienen no obstante los cronistas en adornar el carácter dp este monarca de recomendables y poco comu
    (1) En el libro que destinamos ú tratar de los principales monumentos asturianos , tendremos ocasion de describir estas iglesias.
    nes prendas, llamándole el Albeldense padre de la» gentes, al mismo tiempo que el monje de Silos elogia su discrecion y entereza, y Sebastian encomia su magnanimidad y su modestia.
    Estas dotes efectivamente debian necesitarse en aquellos críticos tiempos para mantener la paz en el interior del reino, despues de las contínuas revueltas que le habian trabajado durante el reinado de Ramiro I; así como tambien era preciso desplegar gran actividad y energía para extender las fronteras de la monarquía asturiana, rodeada de tan poderosos enemigos.
    Ya desde su primera expedicion se colocó la fortuna al lado de sus pendones, acompañándole despues durante todas sus empresas. Rebeláronse en su tiempo los vascones que ocupaban la parte mas oriental de la monarquía, viéndose obligado Ordoño á apagar por medio de la lucha aquella sensible diferencia, que amenazaba desmembrar el reino, apenas consolidado todavía. Poco trabajo costó á Ordoño el someter á los inquietos vascos; pero apenas habia conseguido sn objeto, cuando tuvo que dirigir sus huestes contra enemigos más terribles y numerosos. Es probable que el ejército musulman que entonces marchaba contra los cristianos, hubiese venido en auxilio de los rebeldes montañeses, y acaso llamado por ellos, que de estas coaliciones, por más que parezcan monstruosas, están llenas las historias de todo3 los tiempos; pero de todos modos, si entraba en el plan de los revoltosos el poder unir sus fuerzas con las musulmanas antes do ser acometidos por Ordoño, destruyó tan inicuos planes la actividad de este príncipe.
    Revolvió Ordoño contra los árabes, haciéndoles sufrir sensibles pérdidas en el país situado en el nacimiento del caudaloso Ebro, y con esta notable victoria pudo regresar el menarca asturiano á su corte y dedicarse por completo á labrar su magnificencia, esplendor y prosperidad.
    De estas importantes tareas vino á sacarle un acontecimiento, que le obligó á reunir apresuradamente sus huestes y á atravesar los montes erbáceos con direccion á los campos góticos.
    Habia conseguido establecerse en estas comarcas, poco tiempo hacia devastadas, por la diligente prudencia de Alfonso II, un ambicioso godo, que olvidando la fé de sus mayores, se habia convertido al mahometismo, tomando el nombre de Muza. Valiéndose de amaños y ardides, empleando gran actividad y desplegando las dotes de un aventurero poco comun, logró extender su dominio de un modo notable, de suerte que llegó á verse dueño de los ricos territorios de Toledo y Zaragoza, habiéndose apoderado tambien de Huesca. No tardó en ser considerado como un vecino peligroso y temible, tanto por la ventajosa posicion que ocupaba, cuanto por la audacia y osadía de que se encontraba dotado.
    Es indudable que el monarca asturiano habia favorecido en un principio los planes del apóstata Muza, pues por este medio lograba introducir la division y el fraccionamiento entre los musulmanes, y por lo tanto contribuir á su decaimiento y debilidad; pero cuando vió el ambicioso renegado erigir á dos leguas de Logroño, junto al Ebro, una plazi (1) que amenazaba por aquel lado sus fronteras, conoció que eran ya peligrosas las contemplaciones con un caudillo que con tan escasos elementos habia conseguido elevarse á semejante altura.
    Presentóse, pues, Ordoño ante la naciente ciudad, con el designio de destruirla; pero encontrándola ya defendida, vióse obligado á asediarla para hacerse dueño de ellr» y realizar despues sus planes. Muza, no obstante, no se encontraba dispuesto á abandonar á Albayda sin disputársela á Ordoño, y por lo tanto, reuniendo todas las fuerzas de que pudo disponer, se presentó á socorrer á la ciudad sitiada.
    Dividió en esta ocasion el príncipe asturiano sus fuerzas, y dejando en el cerco de la plaza una parte considerable de ellas, salió con las restantes al encuentro de Muza, que le esperó tomando posiciones en el monte Laturcio. Fué en extremo reñida la pelea: pero los infieles se vieron derrotados con grandes pérdidas, y Muza, su jefe, sólo pudo salvarse á costa .de grandes trabajos. Esta derrota terminó por completo con todo el influjo de Muza, que pasó el resto de sus dias en la oscuridad.
    Poco tiempo despues cayó en poder de las tropas de Ordoño Albayda, siendo pasados á cuchillo sus defensores, arrasada la ciudad hasta sus cimientos y las mujeres y los niños reducidos á la esclavitud, segun las costumbres de aquellos tiempos y las prácticas de una guerra á muerte sin tregua ni perdon.
    Quedábale á Muza un hijo llamado Lobia, al cual habia encomendado el gobierno de Toledo, y en el que fijó sus ojos, tan pronto como se vió sumido en la desgracia, esperando verle convertido en su restaurador, <5 por lo ménos su vengador. Sin embargo, Lobia era demasiado accesible á los halagos de la ambicion para que siguiese un rumbo tan delicado y que podia conducirle á la perdicion y á la ruina, y prefirió presentarse á Ordoño, ofreciéndole sumision y vasallaje, con tal de conservar el dominio de aquellas comarcas.
    Aceptó Ordoño la sumision de Lobia, pues conoció que en ella encontraria un poderoso concurso para proseguir la guerra contra los sarracenos. Por esta causa llegaron los cristianos hasta los muros de Toledo, con el fin de socorrer á su aliado Lobia, sitiado en esta ciudad por las fuerzas del califa de Córdoba.
    Desgraciada en extremo fué esta empresa, que costó la vida á cerca de veinte mil cristianos, victimas de una emboscada que en el valle de Guadacelete les armaron las huestes musulmanas. Aunque nos parece que en este pasaje hay alguna exageracion de parte de los historiadores arábigos sobre el número de los muertos, se desprende de todas las narraciones relativas al hecho, que el desastre fué sensible, debiendo haber ocurrido poco tiempo despues, segun los más racionales cálculos, de la toma y destruccion de la plaza de Albayda.
    Así que Ordoño hubo repuesto sus fuerzas del desastre que acabamos de consignar, proyectó una
    (1) Llamábase Albayda, es .le.-ir, la Blanca, y hoy se conoce con .el nombre de Albelda.
    vasta expedicion hácia las posesiones musulmanas del Occidente, con el designio de ensanchar los linderos de este reino y librar del poder sarraceno á los cristianos cautivos. Lanzándose resueltamente desde las encrespadas montañas que formaban el natural abrigo del poder asturiano , llegó Ordoño en su primera acometida hasta Salamanca (I), despues de haberse apoderado de Coria y de otros pueblos de ménos importancia. Dirigióse Ordoño desde Salamanca hácia el Occidente, penetrando en el país lusitano, y despues de talar muchos pueblos y cojer rico botin y gran número de esclavos, regresó á sus dominios para colocar en seguridad su presa.
    Repitieron., entretanto, los terribles normandos, que hemos visto aparecer por vez primera en Astúrias en el anterior reinado, sus asoladoras expediciones; pero los habitantes de las costas que en los primeros encuentros se habian acostumbrado á vencerlos, los rechazaron, no sin haberles causado grandes pérdidas. Las crónicas nos han trasmitido el nombre del conde Pedro, que se colocó osadamente al frente de los asturianos, conduciéndolos á la victoria.
    No menos afortunado fué el reino de Astúrias por aquellos tiempos; pues sin esfuerzo alguno de su parte, vió destrozadas en sus costas las numerosas naves de una poderosa armada que el califa de Córdoba enviaba contra los cristianos, desesperado sin duda de reducirlos á la obediencia atacándolos en sus temibles desfiladeros.
    Dejamos relatados, con la mayor claridad que nos ha sido posible, los hechos de armas ocurridos durante el reinado de Ordoño, y en todos ellos, si exceptuamos el desastre de Guadacelete, vemos á los cristianos llevar la mejor parte. Esto contribuia en gran manera á reanimar el espíritu nacional, presentándole la obra de la reonquista, aunque en extremo difícil y lejana, posible y hacedera.
    Despues de haber conseguido Ordoño las notables victorias que dejamos consignadas, dirigió su atencion hácia la seguridad de aquella parte del reino, que por su situacion topográfica estaba más expuesta á las algaradas de los sarracenos. Para este fin, fortificó de nuevo las ciudades de Tuy, Astorga y Leon, atrayendo por medio de donaciones y privilegios numerosos cristianos, que al mismo tiempo que se dedicasen al cultivo de los terrenos adyacentes, sirvieran para defender aquellos puntos avanzados en el caso en que los árabes intentasen atacarlos.
    Multitud de templos y monasterios brotaban como por encanto, no sólo en los terrenos recien adquiridos de los árabes, sino tambien en el corazon de Astúrias, debidos unos á la piedad de Alfonso, y originados otros por el espíritu religioso de los tiempos. Bien pronto estas iglesias sirvieron de centro y núcleo á nacientes poblaciones, con las cuales se enriquecia el patrimonio de la iglesia de Oviedo, Leon y Santiago (2).
    (1) Hay quien supone que en vez de Salamanca debe leerse Talamanr.a; pero el punto que ocupa esta villa hace inverosimil que Ordoño pudiese llegar hasta sus muros.
    (2) Or.loño enriqueció á la cate.lral de Oviedo con cuautiosas do naciones.
    Ocupado Ordoño en estas pacíficas empresas, bajó I al sepulcro en 866, víctima de un ataque de gota, j Estuvo casado Ordoño con Munia, que le dió una numerosa prole, compuesta de cinco varones, y segun añaden algunos cronistas, de una hija llamada Aragoncia.
    En el reinado de Alfonso III, designado por los historiadores con el sobrenombre de Magno, veremos los disturbios que ocasionó la ambicion, tan fácil de despertarse en aquellos tumultuosos tiempos. Generalmente, el prólogo de cada reinado es un tejido de conspiraciones y trastornos, tanto más sensibles, cuanto que todas las fuerzas de la nacion debian emplearse en la gloriosa lucha de la independencia.
    CAPÍTULO IX.
    Alfonso III.—Rebelion de Froila.—Su efimera dominacion. —Su muerte.—Sublevacion de los alaveses.—Prision del conde Eylon. —Tratalo con el reino de Navarra.—Mahamud, califa de Córdoba. —Almondhir. — Sangriento encuentro cerca de Leon.—Batílla de Cea.—Traspasa la linea del Ebro.—Restauraciones.—Nuevas acometidas de Almondhir.—Cautividad de Abud-walid.—Jornada del Orbigo.—Nueva derrota de Almondhir. —Tregua.—Fortifica Alfonso la linea del Duero.—Invade la Lusitania.—Triunfos de Alfonso.—Los hijos de Muza.—Rebelion de Mohamad.—Paz general. —Expedicion hacia Tuledo.—El dia de Zamora.—Sublevacion de los hermanos de Alfonso.—Severo castigo.—Veremundo se alza en Astorga.—Nuevas revueltas.—Desobediencia de Garcia.—Su prision en el castillo de Gauzon.—Abdicacion de Alfonso.
    No se encontraba el jóven Alfonso, hijo primogénito de Ordoño, en la corte, cuando su padre bajó prematuramente al sepulcro, circunstancia que dió lugar á una de las usurpaciones tan frecuentes en aquellas edades, en las cuales todavía se recordaban las tradiciones electivas de la corte de Toledo, sin que las prácticas hereditarias hubiesen adquirido la solidez necesaria para dar fundamento á un derecho incontestable.
    Fué esta vez el usurpador un conde de Galicia, llamado Froila, que ocupó el sólio de Astúrias con el consentimiento de los magnates del reino, sin que puedan designarse los derechos en que habia establecido sus aspiraciones. Poco gozó Froila del fruto de sus ambiciosos manejos; pues ya un año despues de la muerte de Ordoño, es decir, en 867, se ve ocupar á Alfonso el trono de la monarquía asturiana, á la edad de 14 años.
    Habíase refugiado el adolescente príncipe en el país de Alava, que en todas las revueltas de índole semejante se presenta como asilo de los príncipes perseguidos por la usurpacion y el amaño, en donde supo que los magnates de Oviedo, mal avenidos con el gobierno de Froila, habian dado muerte al mismo que poco tiempo antes habian elevado al supremo poder. Esta circunstancia colocó en manos de Alfonso las riendas del gobierno de Astúrias, dando desde un principio muestras de que sería un digno conti
    nuador de la obra tan gloriosamente iniciada y sostenida por algunos de sus predecesores.
    Sin embargo, las armas de Alfonso tuvieron que dedicarse, ántes que á la guerra nacional y de independencia, á apaciguar el espíritu de sedicion, que, como en otras ocasiones, habia brotado en Galicia, aparecia ahora en el país de Alava, que acababa de servir de asilo á Alfonso en sus anteriores tribulaciones y desgracias.
    No tardó en presentarse Alfonso ante los inquietos alaveses, á los cuales redujo fácilmente á la obediencia, apoderándose del conde Eylon, que aparecia como jefe de aquella revuelta, el cual pagó su falta en una prision de Oviedo, en la que permaneció cubierto de cadenas. Conociendo el jóven príncipe que la proximidad del reino de Navarra, ya entónces constituido de un modo independiente, daba alientos á los alaveses para revelarse contra su autoridad, pues esperaba en el auxilio de los navarros, y queriendo destruir por completo todos los motivos de disturbios intestinos que tanto podian distraerle de la causa nacional, estableció un tratado de paz y alianza con el rey de Navarra, y ya tranquilo por este punto, se dedicó á la mejora y ensanche de sus dominios. Casóse á los veinte años con la hija del rey de Navarra, Jimena, enlace que si bien ratificó el tratado de alianza estipulado entre ambos monarcas cristianos, no fué el mas á propósito para labrar la felicidad doméstica del soberano de Astúrias.
    El territorio leones, para cuya seguridad no perdonó Alfonso desvelo alguno, fué el primer teatro de sus glorias guerreras alcanzadas en sus luchas contra los poderosos musulmanes.
    Imperaba á la sazon en Córdoba el califa Mahamud, que dirigió todos sus esfuerzos contra el reino de Astúrias, convencido de que por aquella parte se estaba formando la tempestad que debía estallar algun dia sobre el poder de la media luna. Confió Mahamud á su hijo Almondhir, que en anteriores empresas se habia conquistado merecidamente la fama de esforzado y entendido guerrero, el cuidado de sus tropas, y el jóven musulman, ávido de gloria, y ansioso de medir sus armas con un enemigo digno de su esfuerzo, marchó contra los cristianos lleno de ardor y resolucion.
    Permanecia Alfonso en los alrededores de Leon ocupado en restaurar las ciudades derruidas, conocidas con los nombres de Lancia y Cea, con lo cual pretendia asegurar aquellas comarcas po niéndolas al abrigo de las incursiones frecuentes de los sarracenos. Tan pronto como tuvo conocimiento de los belicosos proyectos de Almondhir, le salió al encuentro el príncipe cristiano, apercibiendo sus fuerzas. Verificóse la batalla cerca de los muros de Leon, que presenciaron aquel dia la derrota de los infieles y la fuga de Almondhir, que sólo se salvó con los restos desbaratados de sus numerosas huestes. La consecuencia inmediata de esta victoria fué la destruccion de otro cuerpo de infieles que habia penetrado en el Vierzo poco tiempo ántes, y que regresaba hácia los dominios musulmanes cargado de botin y de despojos, no sólo de alhajas, sino tambien de numerosos Tebaños y multitud de cautivos (1). La misma presa de que venian cargados los musulmanes les impidió desplegar en la defensa todos sus recursos, teniendo que pronunciarse muy prontoen una completa derrota, abandonando en manos del vencedor la mayor parte del botin reeogido.
    Con estas empresas inició Alfonso su gloriosa lucha con los sarracenos, la cual, continuada con constancia y esfuerzo, habia de extender y asegurar la frontera del reino de Astúrias, que ya á la sazon se desbordaba de las comarcas montañosas hácia los llamados campos góticos.
    Pero Almondhir, el jóven caudillo musulman, léjos de desfallecer por la primera derrota, sólo esperaba la ocasion oportuna de vengar el anterior desastre y rescatar su perdido prestigio. Reorganizó sus desordenadas huestes, reunió nuevos refuerzos, y uniéndose los mejores escuadrones formados por la flor do la caballería de Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo, invadió de nuevo los dominios de Alfonso, yendo á encontrarle á las orillas del Cea. Más bien que una verdadera bu talla, fué esta jornada un reñido duelo, en el cual se peleaba, no sólo por la conquista, sino por la satisfaccion del orgullo y de la vanidad personal, y de este modo se explica la horrible mortandad que en ella hubo.
    La mayor parte de aquellos brillantes escuadrones árabes tiñeron con su sangre los campos del Cea; pero no por eso los cristianos dejaron de pagar un abundante y triste tributo, sin conseguir por eso el que quedase por suyo el campo de batalla. Por el contrario, desangrados ambos ejércicitos, viéronse precisados á suspender la contienda, retirándose al poco tiempo para reanimar sus abatidas fuerzas.
    Sin embargo, aunque Alfonso no podia vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo decisivo, comprendió entóuces lo que podia conseguir reuniendo todos sus recursos, tanto más, cuanto que habia mostrado á las sarracenos en más de una ocasion que sus soldados sabian derramar su sangre en el campo de batalla, pero no volver el rostro á los enemigos. Por eso vemos al esforzado príncipe tomar al poco tiempo la ofensiva contra los sarracenos, y no queriendo ser atacado en sus propios dominios, llevar la guerra á la márgen izquierda del Duero.
    En sus excursiones se apoderó de varios pueblos, entre los cuales recordamos á Atienza, Deza é Ibrillos, situado en la Rioja; y habiendo tenido noticia de
    (1) Esta expedicion, que corresponde al año 868, segun las mas fundadas conjeturas, se encuentra relatada de este modo en los historiadores arabigos.'
    • Por lapartede Galicia penetraron los walhies de la frontera y tomaron muchos cautivos y ganados, y retirándose con estas presas, pastorean.lolas con mu "lia confianza y descuido, sin acordarse de que muchas veces un débil mosquito punzalos ojos al más bravo leon, fueron acometidos de súbito en unos pasos estrechos en donde la caballeria no fué de provecho, y debilita la la hueste por adelantar la presa y cautivos con la delantera, fué atrepellada la zaga y padeció gran matanza, y fueron muchos los heridos y muchos los que quedaron cautivos en poder del enemigo."
    que los árabes habian aprovechado su ausencia para penetrar en los campos de Leon , dirigió contra ellos sus fuerzas, causándoles grandes pérdidas y enseñándoles á respetar el territorio cristiano.
    Emprendió despues de este suceso una expedicion por la parte más occidental de su reino hácia la Lusitania, asolando y destruyendo muchas ciudades importantes que arrancaba al poder de los sarracenos. Estas destrucciones de ciudades reconocian por orígen en su mayor parte la necesidad, pues no pudiendo ser conservadas, se reducian á escombros, para privar de esta suerte al enemigo de sus recursos. Pero lo» intentos de Alfonso no se satisfacian con la asolacioa y el abandono. Tan pronto como pudo reunir moradores bastantes, restauró á Coimbra, que pobló de gallegos, verificando lo propio con las ciudades de Braga, Chaves, Porto, Visco, Lamego y otras varias, en alguna de las que instituyó sillas episcopales.
    Puede decirse que Alfonso tuvo ya por la parte de Castilla, por frontera de sus Estados, al caudaloso Duero, cuyas márgenes fortificó con importantes ciudades , restauradas las unas y de nueva fundacion otras. De este modo surgieron de nuevo de entre sus ruinas Dueñas, Zamora y Simancas, y posteriormente Toro , que fué entregada al cuidado del primogénito del monarca, García.
    Con tales precauciones, quedaron defendidos los feraces campos góticos, que atrajeron por sus favorables condiciones una numerosa poblacion.
    No pudo el califa de Córdoba ver sin cierta inquietud y temor los progresos que el pequeño reino de Astúrias , hasta entónces poco considerado y temido, hacía en la conquista. Era preciso, pues , no drjar consolidarse aquella importante línea de fortificacion del Duero, y para este fin envióMahamud á Almondhir con grandes fuerzas.
    Acometió el caudillo musulman impetuosamente á Zamora, todavía no completamente fortificada"; pero acudió en su socorro Alfonso y derrotó á los musulmanes, librando así de esta suerte la restaurada ciudad. No dejaron por esta primera derrota de repetir sus algaradas los árabes, pues conocian el interes que tenia para ellos el que los cristianos no se estableciesen en tan ricos y extensos territorios; pero la fortuna acompañó por entónces constautemente á las armas de Alfonso, que no sólo logró derrotar á notables caudillos, sino que en una sangrienta jornada se apoderó de Abud Walid, uno de los más célebres, conduciéndole cautivo á Oviedo , de donde pudo salir á favor de un cuantioso rescate.
    Estos contínuos reveses desesperaban al esforzado Almondhir, que habia encontrado, en fin, en Alfonso un rival digno de su valor. Ademas de los intereses de los respectivos pueblos, jugábase en esta reñida contienda el amor propio de ambos príncipes , y por esto no debemos extrañar los desesperados esfuerzos que hizo Almondhir para desbaratar las huestes de Alfinso.
    Reunió el caudillo sarraceno numerosas tropas, que dividió en dos grandes ejércitos, formando el uno casi en su totalidad de guerreros andaluces y cordobeses , que se propuso conducir por sí mismo, y constituido el otro de toledanos, habitantes de Guadalajara y Talamanca, que colocó á las órdenes del experimentado capitan Aben-Gamin. De esta suerte creia Almondhir dividir las fuerzas de Alfonso y vencerle en detall fácilmente.
    No obstante, el príncipe cristiano comprendiólos designios de su enemigo y se propuso conservar la unidad de sus fuerzas, con las cuales podia asegurar la victoria. En vez de dividir sus escuadrone?, empleó en las operaciones militares la actividad y la presteza que podian suplir al número, y dejando á su espalda las huestes de Almondhir , marchó contra las de Aben-Gamin que se habia adelantado hasta las orillas delOrbigo. Tan impetuosa é inesperada fue" la acometida, que innumerable multitud de árabes tiñeron con su sangre aquellos campos (1).
    Verificada esta primera hazaña, era preciso volver contra los escuadrones de Almondhir que á toda prisa se acercaban. Trabóse, en efecto, nueva batalla, en la cual los soldados de Alfonso, llenos de ardor y de entusiasmo por la reciente victoria que acababan de conseguir, combatieron con tal arrojo y osadía, que Almondhir se vió precisado á retirarse en desordenada fuga con los restos de su desbaratado ejército. De este modo, tan glorioso para las armas de Alfonso, terminó tan temible expedicion, que si hubiera sido favorecida por la fortuna, hubiese colocado quizá á dos dedos de su ruina todo el territorio cristiano que se encontraba del lado de acá de las montañas.
    Tan notable derrota mostró á Almondhir que no debia, al ménos por entónces , intentar nuevas acometidas, y con el designio de reparar sus fuerzas, pidió y obtuvo de Alfonso una tregua de tres años por medio de una considerable cantidad.
    Empleó Alfonso estos tres años de deseanso en terminar la fortificacion de la línea del Duero y en apercibirse para nuevas empresas, contando con aprovecharse d<?l favorable espíritu que dominaba en los cristianos , acostumbrados ya á la victoria y ansiosos de medir sus armas contra los enemigos de la religion y de la patria.
    Apenas t"rminó la tregua estipulada entre cristianos y musulmanes, comenzó Alfonso una nueva expedicion, invadiendo la Lusitania. Esta vez atravesó el Tajo y el Guadiana, llegando hasta el extremo occidental de Sierra-Morena, punto que los historia dores antiguos denominan Monte Oxífero. El primer ejército que se atrevió á impedirle el paso, compuesto de veinte mil combatientes , sufrió una completa derrota.
    Nada notable sobre esta expedicion consignan las historias, si esceptuamos lo que dejamos apuntado; pero en cambio dirijen su vista á la region de Oriente, en donde pasaban acontecimientos de bastante importancia. Gobernaban en Zaragoza y en Tudela los hijos del renegado Muza, con los cuales conservó Alfonso la alianza estipulada por su padre Ordoño.
    (1) Los cronistas hacen subir la pérdida de los árabes á trece mil; pero ya sab3nos que en estas cifras hay) gran Jexageracion.
    Estrechas debieron ser en extremo las relaciones q ue mediaron entre el príncipe cristiano y los hijos de Muza, Ismael y Fortun, pues vemos que aquel confió á su cuidado la educacion de su hijo Ordoño. Un hijo de Lope, llamado Mohamad, jio pudo ver sin celosa envidia las buenas relaciones que existian entre sus tios y el monarca asturiano, y dominado por una inquieta ambicion, logró reconciliarse con el emir de Córdoba, que le proporcionó los medios necesarios para atacar á los jeques de Zaragoza y Tudela.
    La suerte de las armas fué contraria en varios encuentros á Ismael y á Fortun, que perdieron en esta contienda sus Estados, quedando ellos mismos en poder de su sobrino. No descuidaron los árabes el aprovecharse de esta favorable circunstancia; pues el caudillo Abu-Walid penetró por los dominios de Alfonso causando grandes estragos. Sin embargo, los califas de Córdoba no sacaron de la alianza con el ambicioso Mohamad todas las ventajas que creyeron en un principio; pues al verse este aventurero en posesion de los ricos y extensos dominios que habia arrebatado á sus tios, se declaró independiente de la corte de Córdoba, con lo cual puso un impedimento á las excursiones de Abu-Walid, solicitando la amistad de Alfonso.
    Todas estas revueltas hicieron conocer á los príncipes la necesidad de una tregua, que pusiese fin á tantos desastres y calamidades como causaba una guerra interminable. Estipulóse, pues, el tratado de paz que fué conservado fielmente por Alfonso, no sólo con Almodhir, sino tambien con el sucesor en el califato de Córdoba, Abdalah.
    No obstante, á pesar de la tregua establecida, no pudo dedicarse Alfonso tranquilamente á los cuidados que ofrecia la obra de la prosperidad interior de sus pueblos; pues si bien el soberano cordobes mantuvo fielmente su palabra, algunos ambiciosos musulmanes, deseosos de aprovecharse de la anarquía que reinaba en el Estado de Córdoba de los tiempos de Abdalah, acometieron en más de una ocasion los dominios asturianos.
    Para castigar Alfonso una algarada que invadió sus Estados por la parte de Oriente, dirigió sus huestes por aquel punto hasta cerca de los muros de Toledo, los cuales no asaltó; pues los musulmanes, temerosos de sus tropas, compraron la paz á costa de ricos y numerosos presentes. Más notable fué todavía otra expedicion de numerosos musulmanes que se vió derrotada bajolos murosdeZamora (1).
    (1) De este mojo refieren io.s historiadores árabes este suceso: «Estaba el rey Abdnlah en paz con el rey cristiano de Malicia y en esta seguridad tenian descuidada la frontera. El cau li lio Alune l-ben-Alkithi, apellidado Abulcania, entro con mucha gente de apié y de acanallo por Zamora, robando los pueblos, asi de cristianos eo:no de muslimes. Los alcaides de aquella frontera avisaron al rey Abdalah y tambien al de Gíalicia, disculpando aquellas algara las que ellos no podian evitar, qne no eran suyas ni le los buenos y honrados muslime», subditos sumisos de su señor. El wali Ahmed, con mucha vanidad y orgullo, escribió al rey de los cristianos amenazándole, que si no se hacia muslim ó su vasallo, que venia á echarle le sus tierras y hacerle morir mala muerte si caia on sus manos. Cuenta que la gente que lie
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    'Acabamos de ver por el relato que hemos hecho de las principales campañas que emprendió Alfonso para aumentar el territorio de sus Estados, que la fortuna acompañó casi siempre sus pendones. Ya el reino de Asturias habia franqueado los límites de las montañas, y tenia por fronteras el caudaloso Duero, fortificado en muchos de sus puntos por importantes castillos y atrincheradas ciudades que servian como de vanguardia y defensa á aquellas tierras, contínuamente amenazadas por los escuadrones sarracenos.
    Sin embargo, el soberano cuyos hechos acabamos de relatar, y que por ellos se habia conquistado el sobrenombre de Grande, estuvo muy lejos de disfrutar en el interior de su reino de la tranquilidad y el reposo que merecia por sus importantes hazañas. El fuego de la rebelion, mal apagado todavía, y que en tantas ocasiones habia brotado durante los anteriores reinados, amagó de contínuo los dias de Alfonso, arrancando de sus sienes la real diadema en los últimos años de su vida.
    hácia la mitad de su reinado (pues con respecto á las fechas discrepan con frecuencia los cronistas de aquella época), vióse envuelto Alfonso en una tenebrosa conspiracion, tanto más sensible y desagradable, cuanto que tenia su principal orígen en el seno de su propia familia, conjurada para causar su ruina. Urdieron esta tenebrosa trama cuatro hermanos del monarca, llamados Ñuño, Odoario, Froila y Veremundo, y aquel se vió en la triste alternativa de castigar con mano severa la sedicion que contra su poder habia estallado, ó abdicar en manos de los revoltosos el poder que con tanta gloria para los destinos de la causa cristiana poseia. Ahogó Alfonso, ante los deberes de soberano, los impulsos del corazon, y habiendo conseguido apoderarse de sus turbulentos hermanos, castigó con el terrible suplicio de la ceguera el crímen de la traicion.
    No deja de oscurecer esta sombra de un modo notable la memoria del esforzado monarca, tanto más, cuanto que este hecho, poco conocido en sus principales detalles, no demuestra hasta qué punto llegó la culpabilidad de los revoltosos.
    Pero no terminó aquí este terrible incidente del reinado de Alfonso, que dejó bastante lastimada la popularidad de que disfrutaba en sus pueblos. Vere
    vaba este caudillo eran sesenta mil hombres, muchos berberies traidos á sueldo, muchos bandidos y gente de Alguf, de Algarbe, de Toledo y sus confines, y de la gente de España oriental. Los cristianos de Galicia juntaron sus gentes y vinieron contra el caudillo Ahmed, y encontrándose estos dos grandes ejércitos en cercanias de Zamora, trabaron sangrienta pelea que mantuvieron con gran furor y encarnizamiento cuatro dias; los arruyaces berberies el último dia, otros di 'en que el primero, abandonaron el campo de batalla, los muslimes de España oriental y tierra de Toledo pelearon con mucha constancia, y el misino caudillo Ahmed que perdió la vida peleando, y con su muerte los muslimes huyeron sin orden, y los cristianos hicieron en ellos gran matanza. En la fuga murió Abderraman-benMohaviah, insigne caudillo de Tortosa. Cortaron los cristianos muchas cabezas y las pusieron en las almenas de Zamora y en sus puertas; y esta derrota fué c lebrc entre los cristianos y fronterizos con el nombre de nía rf<? Zamora, y fué en el año de
    mundo, el mayor de los hermanos, á pesar de su ceguera , consiguió burlar la vigilancia de sus guardianes , dirigiéndose á Astorga, en donde logró formarse un partido numeroso, que alzó por él el pendon de la desobediencia. Considerable debió ser el número de parciales que ayudaron á Veremundo en sus proyectos de usurpacion ; pues segun nos refieren los cronistas, ocho años sostuvo su independencia, llegando á. formar en el territorio de Astorga un pequeño Estado enclavado en los dominios de su hermano.
    Sin embargo, la situacion de Veremundo fué haciéndose cada vez más crítica, hasta que se vió obligado á sostener con sus parciales un choque contra las aguerridas tropas de Alfonso, que esta vez, como todas, alcanzaron un completo triunfo. Veremundo, perdida y& toda esperanza, buscó entre los árabes un asilo , que su patria le negaba ya, castigando de esta suerte sus ambiciosos designios. La severidad de Alfonso en esta ocasion consideróse extrema por sus pueblos , y quizá dió márgen á las posteriores revueltas. Era esto natural; por más que las leyes de los tiempos prescribiesen aquel bárbaro castigo para los delitos de traicion , no debe olvidarse que los sentimientos fraternales pudieron haber tem piado en a¡go el rigor de la justicia, tanto más, cuanto que la más preciosa prerogativa de un monarca es la de perdonar.
    El triste fin de los hermanos de Alfonso, léjos de causar un prudente temor, excitó los ánimos de algunos magnates que lanzaron poco despues el grito de la sedicion. Los cronistas de todas estas revueltas apenas nos han conservado más que los nombres de los jefes, los cuales, habiendo sido derrotados, sufrieron la misma suerte que los desdichados hermanos del monarca. Tan pronto como Alfonso conseguia cortar una de las cabezas á la hidra de la rebelion, renacian otras nuevas de la misma sangre derramada , amargando los últimos dias de su reinado, que tan glorioso fuera para las armas de los cristianos. Vino á dar cima á todos estos tenebrosos trabajos y repetidas sublevaciones la de su propio hijo primogenito García, que estaba casado con la hija del conde Nuño-Fernandez, uno de los mas poderosos señores de Castilla. Es creencia general que el desobediente hijo olvidó sus deberes á instigaciones de su esposa y de su suegro, que creian de esta suerte gozar de mayor influencia en el Estado, tan pronto como empuñase sus riendas el jóren García, que no mientras permanecieran en manos de Alfonso, que tantas muestras habia dado de entereza y resolucion. De todos modos, el mal aconsejado príncipe, que, segun ya hemos visto, gobernaba la ciudad de Zamora, defendiendo por aquella parte las fronteras del reino de Astúrias, dirigió las fuerzas que su padre le habia confiado contra la misma patria, en vez de emplearlas en la causa nacional de la reconquista.
    No tardó el monarca asturiano en presentarse en Zamora y en apoderarse del rebelde infante, que se vió conducido al castillo de Gauzon cargado de cadenas, para purgar en el estrecho recinto de un calabozo su doble falta de desobediencia contra el autor de sus dias, y de traicion contra las leyes y costumbres del reino (1).
    Esta diligencia del monarca por ahogar en su gérmen el fuego de tan censurable sedicion , sólo sirvió para conjurar contra él los ódios más reprimidos de los descontentos, que alzando pendones por el rebelde príncipe, dirigieron sus esfuerzos aunados contra Alfonso. El suegro de García, el poderoso conde Ñuño, no titubeó ya en manifestar sus criminales intentos, dando con su potente iniciativa la señal de una insurreccion , que no tardó en propagarse en todas partes, estrechando cada vez más como en medio de un fuerte círculo de hierro al monarca. El fuego de la rebelion penetró hasta en el alcázar real, y la misma esposa Jimena, que jamás habia manifestado gran adhesion á Alfonso , instigó á sus propios hijos, que de común acuerdo se conjuraron contra su padre , propagando con tan pernicioso ejemplo la conjuracion.
    Al mismo tiempo los castillos de Alba , Arbolio, Gordon y Luna, levantados por Alfouso para la proteccion de los territorios bañados por el rio Esla, se hicieroa eco de este movimiento , proclamando á don García como rey de Astúrias y Galicia y pidiendo la abdicacion de Alfonso. Más que las contrariedades materiales, que no podian abatir el ánimo esforzado de un caudillo acostumbrado á la victoria, la ingratitud de su familia y el verse siempre juguete de la traicion y el crímen, debilitaron el alma del monarca asturiano, que cansado, no de combatir á los sarracenos , sino de lidiar contra sus propios subditos, se despojó de la diadema que con tanta gloria habia ceñido á sus sienes, y el rebelde García pudo al fin romper los hierros de su estrecha prision para trasladarse á la corte y ser proclamado como soberano.
    Alfonso, si no satisfecho , resignado al ménos con su suerte, tanto más cuanto ménos la merecia, retiróse á la vida privada en uno de sus palacios, llamado de Boides, situado cerca de la villa de Gijon, que en aquella época habia adquiridoya bastante importancia.
    Quizá el recuerdo de sus hermanos, sacrificados inflexiblemente ante las prescripciones de una severa justicia, le indujo á marchar en su peregrinacion á Santiago, templo que habia construido de nueva planta, sustituyendo los mezquinos muros que de piedra y lodo habia levautado su antecesor Alfonso el Casto con otros suntuosos y magníficos, en los cuales se habian empleado los mármoles y pórfidos.
    Todavía vemos á Alfonso empuñar de nuevo el acero que tan victoriosamente esgrimió en tantas ocasiones contra los enemigos de la patria, y guiará la victoria á las aguerridas huestes cristianas. Para este fin habia solicitado el permiso de su hijo y rey, que puso á sus órdenes respetables fuerzas, queriendo sin duda con esta condescendencia debilitar de algun modo la falta que habia cometido al levantar pendones contra su propio padre.
    (1) Este castillo, que hoy se llama de Gozon, está situalo á poca distancia de Aviles, en la costa. Todavia se ven algunos restos de sus fuertes muros, que azjtan las encrespadas olas del Océano cantábrico.
    Fué aquella la última llamarada de gloria que habia de circundar la frente del anciano monarca, el cual, de vuelta de su expedicion , en la que recogiera abundantes laureles, entregó su alma á Dios en la ciudad de Zamora, que le dpbia su rescate y restauracion (1).
    Teniendo presente la piedad de aquellos tiempos y el asíduo y constante anhelo con que los soberanos de Astúrias dedicaban la mayor parte de los medios á erigir santuarios y templos, restaurando ademas los que habian perecido más que al fanatismo sarraceno, á impulsos de la codicia y al afan del saqueo que se apodera siempre de la desenfrenada soldadesca, debemos comprender que á la extension de las conquistas de Alfonso correspondian muchas construcciones importantes. En efecto, ya dejamos indicado que el templo del apóstol Santiago, erigido en tierra de Galicia por uno de sus predecesores, fué enriquecido por él, no sólo con más suntuosa y sólida fábrica , sino tambien con toda clase de dones y riquezas.
    Nada ménos que diez y siete prelados asistieron á la consagracion del restaurado templo, contribuyendo á dar mayor esplendor á aquel acto la presencia de todos los poderosos magnates congregados al efecto.
    Enriqueció tambien Alfonso el Magno con preciosos dones la basílica del Salvador de Oviedo, solicitando la vénia del Papa Juan VII para reunir un Concilio en la capital de sus Estados y erigir la silla episcopal en metropolitana de todas las del reino de Astúrias.
    No sólo accedió el Pontífice romano á las pretensiones de Alfonso, sino que por medio de los presbíteros Severo y Siderio que fueron los encargados por el monarca asturiano de la peticion, le envió afectuosas misivas, animándole en las piadosas obras que meditaba.
    Celebróse, en efecto, el Concilio en la iglesia de Oviedo con toda solemnidad y con asistencia de muchos prelados, unos que ocupaban ya sus respectivas diócesis y otros que conservaban el título de las suyas, que permanecian todavía en posesion de los sectarios del Islam. Reconocióse entóneos por el Concilio la primacía de la iglesia de Oviedo, qué fué dotada por Alfonso con ricos y extensos dominios (1).
    (1) Acaeció la muerte de Alfonso el Magno en 20 de diciembre del año 910, segun los mas fundados cálculos. Sin embargo, los cronistas disienten algun tanto acerca del año de la muerte de Alfonso, prolongando algunos su vida hasta 912, y Otros hasta 913. De lns cálculos del monj . de Silos y del cronista Sampiro, se desprende la cronologia que nosotros hemos fijado en el texto, por ser la que mejor se amolda á los cuareuta y cuatro años de reinado que se asigna A ese principe. Fué trasladado á Astnrga el cuerpo de Alfonso, y algun tiempo despues al pnnteon de la catedral de Oviedo, formado en el templo de Santa Maria, erigido por Alfon.10, cuyo templo forma hoy parte de las cátedras y lleva el nombre de la Capilla del Rey Casto. Este templo, que en su primera fundacion perteneció al génerO que podemos llamar romanógodo, y que no era mas que una degeneracion de la arquitectura clásica, ha sido restaurado posteriormente, y hoy ostenta las ridiculas galas lei género churrigueresco.
    (2) Existe un documento que lleva la fecha de 903 y en el cual aparece al lad> de la firma de Alfonso la de su esposa ó

    hijos. He aquí lo que por esto escrito se asignaba á la iglesia de Oviedo:
    El castillo y el palacio de Oviedo; la iglesia de San Vicente, situada en la falda del Naranco, y la de San Miguel de Linio en el mismo monte; el monasterio de San Julian, situado en el arrabal que hoy lleva el nombre de Santullano; el castillo de Gauzon; la villa de Aviles, con todas sus iglesias; la de Gijon, tambien con sus templos. Además de otros dominios que so asignaban en territorio de Asturias á la catedral, en el de Leon se le donaban la mitad de todas las iglesias que existían desde el nacimiento del rio Carrion hasta que se junta con el Pisuerga y hasta Zamora. Asimismo quedaba bajo el dominio do la catedral de Oviedo la ciudad de Palencia, unos baños en Zamora que rentaban veinte sueldos anuales, y Analmente, el arrabal de San Mames de aquella ciudad. Pode
    ASTVRUS.
    de Luna, Arbólio, Alba, Gordon, que con el de Sublancia formaban á espaldas de la ciudad una linea entera de fortificaciones que debia detener á los ára
    mos decir que la donacion de Alfonso se extendia á casi todo cuanto consiguió arrancar con sus victorias del poder de lo* sarracenos.
    (1) Por este Concilio se concedió al obispo de Leon la iglesia de San Julian junto al rio Nalon; al de Astorga la de Santa Eulalia, protegida por el castillo de Tudela; al de Iria la de Santa María de Tiñana; al de Viseo la de Santa María de Noveletojal de Britonia y al de Orense la de San Pedro de Nova; al arzobispo de Braga, al obispo de Dumio y al de Tuy, la de Santa María de Lugo; al de Coimbra la de San Juan de Neva; al de Oporto la de Santa Cruz de Andorga; al de Sala* manca y al de Coria la do San Julian en el arrabal de Oviedo; al de Zaragoza y al de Calahorra la de Santa María de Solis; al de Tarazona y al de Huesca las de Santa Maria y San Miguel de Naranco.
    7
    bes en su acometida, si lograban atravesar la primera que estaba formada, siguiendo las márgenes del Duero.
    Pero como no eran los sarracenos los únicos enemigos del reino de Astúrias, sino que en más de una ocasion hemos visto aparecer ante sus ásperas costas á los terribles normandos, sedientos de pillaje y de botin, edificó Alfonso tambien algunos castillos en los puntos más avanzados de la costa, descollando entre todos el de Gauzon, por haber servido de prision al rebelde D. Garcia, y por haberse fabricado alli la Cruz de la Victoria, obra primorosa para aquellos tiempos y que todavia hoy se conserva piadosamente en el camarin de las reliquias en la catedral de Oviedo (1).
    De las demás obras de Alfonso, á pesar de haber sido numerosas é importantes, apenas queda rastro ni vestigio alguno. En efecto, delfpalacio de Boides, situado en las inmediaciones de Gijon, y que le sirvió de morada, cuando la ingratitud de su hijo le hizo deponer la real diadema, nada nos restajmás que el nombre, lo mismo que del palacio^ edificado en el sitio de Cultrocies, que hoy se conoce con el nombre de Contrueces.
    Igual suerte ha cabido á las'construcciones con que Alfonso el Magno enriqueció la corte de Oviedo, habiendo desaparecido por completo, tanto el palacio que erigió para morada de los reyes, despues de haber abandonado el de su antecesor Alfonso II, como la fortaleza con que intentó poner al abrigo de las incursiones de los normandos la ciudad de Oviedo.
    Con la muerte de Alfonso el Magno comienza para la monarquia de Astúrias un nuevo periodo en el cual pierde la supremacia que hasta entónces habia adquirido, convirtiéndose de centro de los estados cristianos, en una provincia subalterna. La conquista se habia desbordado ya por las llanuras de Castilla; en ella habian brotado nuevas ciudades y renacido otras, arrasadas por las invasiones arábigas. Por lo tanto, Oviedo estaba ya demasiado léjos para la residencia de la corte de un reino, que debía estar continuamente preparado á la defensa y á la custodia, tratándose de enemigos tan formidables como los sectarios del Islam.
    (t) Cuando nos ocupemos de los monumentos y de las cosas notables que encierran, examinaremos esta cruz y la leyenda que se asigna á otra fabricada en tiempo de Alfonso el Casto, y que se conoce con el nombre de Cruz de los Angeles.
    Desde esta época, la historia de Astúrias toma ya otro carácter distinto. Deja de ser la general de toda la grey cristiana en la Peninsula, para constituirse en puramente local y secundaria. Al propio tiempo, los demás estados que á semejanza del de Astúrias habian nacido protegidos tambien por las asperezas de los Pirineos, adquieren cada dia mayor importancia, representando un papel bastante notable en la lucha de nuestra reconquista.
    No obstante, la gloria de destruir en la Peninsula el poder musulman estaba reservada para Castilla, que debia llegar con sus vencedoras armas hasta los dos mares que ciñen el territorio ibérico, encerrando dentro de un circulo infranqueable los estados de Navarra, Aragon y Barcelona.
    Los dos últimos principalmente, viendo cortado el camino por el Mediodia, dirigirán sus miras hacia el Oriente, recorriendo el mar Mediterráneo, y realizando en el caduco y desorganizado imperio griego hazañas dignas de la epopeya.
    A Astúrias le cabe la gloria de la primera época de la conquista, de la más dificil, de la más peligrosa, de la que se presentaba con todos los caractéres de una lucha desesperada y fatal. Posteriormente, luego que Castilla continúa la obra tan gloriosa y heróicamente emprendida en las fragosidades de Covadonga, quedará siempre Astúrias, como un punto de refugio en las circunstancias desesperadas.
    Cuando en los estados musulmanes del Mediodia aparece un guerrero invencible, lleno de génio, osadia é incansable aliento; cuando por medio de continuas campañas proseguidas siempre con constante suerte, destruya en gran parte la obra realizada por los Alfonsos; Astúrias volverá á servir de refugio á los cristianos perseguidos, y en sus enriscadas montañas adquirirán la fortaleza necesaria para oponerse al asolador paso de aquel rayo de la guerra, llamado Almanzor, que destruyó las nacientes ciudades, saqueó los templos, redujo á cautividad á innumerables cristianos, haciendo morder el polvo á multitud de guerreros de la Cruz, bajo el irresistible empuje de las cimitarras de sus esforzadas legiones.
    Cúmplenos despues de esta breve digresion, volver á reanudar nuestra crónica, narrando los principales acontecimientos que ocurrieron en Astúrias, desde que con la muerte de Alfonso, la ambicion de sus sucesores destrozó la unidad nacional, alejando por esta fatal politica el momento del triunfo apetecido.
    FIN DEL LIBRO PRIMERO.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  5. #5
    Ciudadano K está desconectado Miembro novel
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    Re: Historia de Asturias

    Gran novela, si señor.

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