Re: Historia de Asturias
Aunque las circunstancias maravillosas de que rodean esta jornada los cronistas antiguos no infundiesen vehementes sospechas de su falsedad, el silencio de los escritores coetáneos y más aún los intereses que sobre ella se fundaron, la confirmarian. Nos referimos al voto de Santiago, que ya en otras ocasiones hemos considerado como apócrifo; pero que, sin embargo, existió hasta los tiempos modernos, demostrando lo difícil que es luchar contra las preocupaciones cuando se encuentran arraigadas profundamente en los pueblos.
En todas la empresas que llevó á cabo Ramiro, tuvo por fiel compañero á su hermano García, que aparece con el título de rey en algunos documentos y donaciones, manifestando la fraternal union que entre ambos existió, á pesar de los impulsos de ambicion que suele siempre despertar la posibilidad de alcanzar una corona.
A los hechos militares de Ramiro hay que añadir tambien otros sugeridos por la piedad, y que son hoy todavía monumentos que recuerdan su memoria y que dan una idea del estado de las artes en su tiempo. Hablamos de los templos que en la cuesta de Naranco erigió, y que por sus bellas proporciones y la perfeccion de algunos detalles, han sido en todos tiempos objeto de justo encomio por parte delos amantes de los restos arquitectónicos (1). De las construcciones profanas con que Ramiro rodeó aquellos templos, apenas quedan ya más que débiles vestigios, que revelan, sin embargo, que aquellos agrestes lugares sirvieron en algun tiempo de morada de recreo a los monarcas asturianos.
Bajó al sepulcro Ramiro en 850, dejando por sucesor á la corona á su hijo Ordoño, que prosiguió con decision y fortuna la obra emprendida por sus antecesores.
CAPÍTULO VIII.
Escasez de los documentos. — Primera expedicion de Ordoño.— Rebelion de los vascos.—Victoria del Ebro.—El renegado Muza. —Su poder.—Ereccion de Albelda.—Atácala Ordoño.—Muza se iipresta á defenderla.—Sangriento encuentro de Laturcio.—Derrota de Muza.—Lobia , hijo .'e Muza. — Conciértase con Ordoño.—Desgracia la jornada del Uuadalete—Expe licion hácia Salamanca.—Nuevas invasiones de los normandos.—Son rechazados por el conde Pedro.—Destruyen las tempestades una armada sarracena en las costas .le Galicia. — Fortifica Ordoño á Tuy , Astorga y Leon.—Donaciones á las iglesias deOvielo.— Muerte de Ordoño.
Escasos son por demas los documentos que se conservan del breve, pero glorioso reinado de Ordoño I, teniendo que contentarnos, con respecto á este príncipe, en la mayor parte de los hechos, con referencias vagas y conjeturas más ó ménos probables. Convienen no obstante los cronistas en adornar el carácter dp este monarca de recomendables y poco comu
(1) En el libro que destinamos ú tratar de los principales monumentos asturianos , tendremos ocasion de describir estas iglesias.
nes prendas, llamándole el Albeldense padre de la» gentes, al mismo tiempo que el monje de Silos elogia su discrecion y entereza, y Sebastian encomia su magnanimidad y su modestia.
Estas dotes efectivamente debian necesitarse en aquellos críticos tiempos para mantener la paz en el interior del reino, despues de las contínuas revueltas que le habian trabajado durante el reinado de Ramiro I; así como tambien era preciso desplegar gran actividad y energía para extender las fronteras de la monarquía asturiana, rodeada de tan poderosos enemigos.
Ya desde su primera expedicion se colocó la fortuna al lado de sus pendones, acompañándole despues durante todas sus empresas. Rebeláronse en su tiempo los vascones que ocupaban la parte mas oriental de la monarquía, viéndose obligado Ordoño á apagar por medio de la lucha aquella sensible diferencia, que amenazaba desmembrar el reino, apenas consolidado todavía. Poco trabajo costó á Ordoño el someter á los inquietos vascos; pero apenas habia conseguido sn objeto, cuando tuvo que dirigir sus huestes contra enemigos más terribles y numerosos. Es probable que el ejército musulman que entonces marchaba contra los cristianos, hubiese venido en auxilio de los rebeldes montañeses, y acaso llamado por ellos, que de estas coaliciones, por más que parezcan monstruosas, están llenas las historias de todo3 los tiempos; pero de todos modos, si entraba en el plan de los revoltosos el poder unir sus fuerzas con las musulmanas antes do ser acometidos por Ordoño, destruyó tan inicuos planes la actividad de este príncipe.
Revolvió Ordoño contra los árabes, haciéndoles sufrir sensibles pérdidas en el país situado en el nacimiento del caudaloso Ebro, y con esta notable victoria pudo regresar el menarca asturiano á su corte y dedicarse por completo á labrar su magnificencia, esplendor y prosperidad.
De estas importantes tareas vino á sacarle un acontecimiento, que le obligó á reunir apresuradamente sus huestes y á atravesar los montes erbáceos con direccion á los campos góticos.
Habia conseguido establecerse en estas comarcas, poco tiempo hacia devastadas, por la diligente prudencia de Alfonso II, un ambicioso godo, que olvidando la fé de sus mayores, se habia convertido al mahometismo, tomando el nombre de Muza. Valiéndose de amaños y ardides, empleando gran actividad y desplegando las dotes de un aventurero poco comun, logró extender su dominio de un modo notable, de suerte que llegó á verse dueño de los ricos territorios de Toledo y Zaragoza, habiéndose apoderado tambien de Huesca. No tardó en ser considerado como un vecino peligroso y temible, tanto por la ventajosa posicion que ocupaba, cuanto por la audacia y osadía de que se encontraba dotado.
Es indudable que el monarca asturiano habia favorecido en un principio los planes del apóstata Muza, pues por este medio lograba introducir la division y el fraccionamiento entre los musulmanes, y por lo tanto contribuir á su decaimiento y debilidad; pero cuando vió el ambicioso renegado erigir á dos leguas de Logroño, junto al Ebro, una plazi (1) que amenazaba por aquel lado sus fronteras, conoció que eran ya peligrosas las contemplaciones con un caudillo que con tan escasos elementos habia conseguido elevarse á semejante altura.
Presentóse, pues, Ordoño ante la naciente ciudad, con el designio de destruirla; pero encontrándola ya defendida, vióse obligado á asediarla para hacerse dueño de ellr» y realizar despues sus planes. Muza, no obstante, no se encontraba dispuesto á abandonar á Albayda sin disputársela á Ordoño, y por lo tanto, reuniendo todas las fuerzas de que pudo disponer, se presentó á socorrer á la ciudad sitiada.
Dividió en esta ocasion el príncipe asturiano sus fuerzas, y dejando en el cerco de la plaza una parte considerable de ellas, salió con las restantes al encuentro de Muza, que le esperó tomando posiciones en el monte Laturcio. Fué en extremo reñida la pelea: pero los infieles se vieron derrotados con grandes pérdidas, y Muza, su jefe, sólo pudo salvarse á costa .de grandes trabajos. Esta derrota terminó por completo con todo el influjo de Muza, que pasó el resto de sus dias en la oscuridad.
Poco tiempo despues cayó en poder de las tropas de Ordoño Albayda, siendo pasados á cuchillo sus defensores, arrasada la ciudad hasta sus cimientos y las mujeres y los niños reducidos á la esclavitud, segun las costumbres de aquellos tiempos y las prácticas de una guerra á muerte sin tregua ni perdon.
Quedábale á Muza un hijo llamado Lobia, al cual habia encomendado el gobierno de Toledo, y en el que fijó sus ojos, tan pronto como se vió sumido en la desgracia, esperando verle convertido en su restaurador, <5 por lo ménos su vengador. Sin embargo, Lobia era demasiado accesible á los halagos de la ambicion para que siguiese un rumbo tan delicado y que podia conducirle á la perdicion y á la ruina, y prefirió presentarse á Ordoño, ofreciéndole sumision y vasallaje, con tal de conservar el dominio de aquellas comarcas.
Aceptó Ordoño la sumision de Lobia, pues conoció que en ella encontraria un poderoso concurso para proseguir la guerra contra los sarracenos. Por esta causa llegaron los cristianos hasta los muros de Toledo, con el fin de socorrer á su aliado Lobia, sitiado en esta ciudad por las fuerzas del califa de Córdoba.
Desgraciada en extremo fué esta empresa, que costó la vida á cerca de veinte mil cristianos, victimas de una emboscada que en el valle de Guadacelete les armaron las huestes musulmanas. Aunque nos parece que en este pasaje hay alguna exageracion de parte de los historiadores arábigos sobre el número de los muertos, se desprende de todas las narraciones relativas al hecho, que el desastre fué sensible, debiendo haber ocurrido poco tiempo despues, segun los más racionales cálculos, de la toma y destruccion de la plaza de Albayda.
Así que Ordoño hubo repuesto sus fuerzas del desastre que acabamos de consignar, proyectó una
(1) Llamábase Albayda, es .le.-ir, la Blanca, y hoy se conoce con .el nombre de Albelda.
vasta expedicion hácia las posesiones musulmanas del Occidente, con el designio de ensanchar los linderos de este reino y librar del poder sarraceno á los cristianos cautivos. Lanzándose resueltamente desde las encrespadas montañas que formaban el natural abrigo del poder asturiano , llegó Ordoño en su primera acometida hasta Salamanca (I), despues de haberse apoderado de Coria y de otros pueblos de ménos importancia. Dirigióse Ordoño desde Salamanca hácia el Occidente, penetrando en el país lusitano, y despues de talar muchos pueblos y cojer rico botin y gran número de esclavos, regresó á sus dominios para colocar en seguridad su presa.
Repitieron., entretanto, los terribles normandos, que hemos visto aparecer por vez primera en Astúrias en el anterior reinado, sus asoladoras expediciones; pero los habitantes de las costas que en los primeros encuentros se habian acostumbrado á vencerlos, los rechazaron, no sin haberles causado grandes pérdidas. Las crónicas nos han trasmitido el nombre del conde Pedro, que se colocó osadamente al frente de los asturianos, conduciéndolos á la victoria.
No menos afortunado fué el reino de Astúrias por aquellos tiempos; pues sin esfuerzo alguno de su parte, vió destrozadas en sus costas las numerosas naves de una poderosa armada que el califa de Córdoba enviaba contra los cristianos, desesperado sin duda de reducirlos á la obediencia atacándolos en sus temibles desfiladeros.
Dejamos relatados, con la mayor claridad que nos ha sido posible, los hechos de armas ocurridos durante el reinado de Ordoño, y en todos ellos, si exceptuamos el desastre de Guadacelete, vemos á los cristianos llevar la mejor parte. Esto contribuia en gran manera á reanimar el espíritu nacional, presentándole la obra de la reonquista, aunque en extremo difícil y lejana, posible y hacedera.
Despues de haber conseguido Ordoño las notables victorias que dejamos consignadas, dirigió su atencion hácia la seguridad de aquella parte del reino, que por su situacion topográfica estaba más expuesta á las algaradas de los sarracenos. Para este fin, fortificó de nuevo las ciudades de Tuy, Astorga y Leon, atrayendo por medio de donaciones y privilegios numerosos cristianos, que al mismo tiempo que se dedicasen al cultivo de los terrenos adyacentes, sirvieran para defender aquellos puntos avanzados en el caso en que los árabes intentasen atacarlos.
Multitud de templos y monasterios brotaban como por encanto, no sólo en los terrenos recien adquiridos de los árabes, sino tambien en el corazon de Astúrias, debidos unos á la piedad de Alfonso, y originados otros por el espíritu religioso de los tiempos. Bien pronto estas iglesias sirvieron de centro y núcleo á nacientes poblaciones, con las cuales se enriquecia el patrimonio de la iglesia de Oviedo, Leon y Santiago (2).
(1) Hay quien supone que en vez de Salamanca debe leerse Talamanr.a; pero el punto que ocupa esta villa hace inverosimil que Ordoño pudiese llegar hasta sus muros.
(2) Or.loño enriqueció á la cate.lral de Oviedo con cuautiosas do naciones.
Ocupado Ordoño en estas pacíficas empresas, bajó I al sepulcro en 866, víctima de un ataque de gota, j Estuvo casado Ordoño con Munia, que le dió una numerosa prole, compuesta de cinco varones, y segun añaden algunos cronistas, de una hija llamada Aragoncia.
En el reinado de Alfonso III, designado por los historiadores con el sobrenombre de Magno, veremos los disturbios que ocasionó la ambicion, tan fácil de despertarse en aquellos tumultuosos tiempos. Generalmente, el prólogo de cada reinado es un tejido de conspiraciones y trastornos, tanto más sensibles, cuanto que todas las fuerzas de la nacion debian emplearse en la gloriosa lucha de la independencia.
CAPÍTULO IX.
Alfonso III.—Rebelion de Froila.—Su efimera dominacion. —Su muerte.—Sublevacion de los alaveses.—Prision del conde Eylon. —Tratalo con el reino de Navarra.—Mahamud, califa de Córdoba. —Almondhir. — Sangriento encuentro cerca de Leon.—Batílla de Cea.—Traspasa la linea del Ebro.—Restauraciones.—Nuevas acometidas de Almondhir.—Cautividad de Abud-walid.—Jornada del Orbigo.—Nueva derrota de Almondhir. —Tregua.—Fortifica Alfonso la linea del Duero.—Invade la Lusitania.—Triunfos de Alfonso.—Los hijos de Muza.—Rebelion de Mohamad.—Paz general. —Expedicion hacia Tuledo.—El dia de Zamora.—Sublevacion de los hermanos de Alfonso.—Severo castigo.—Veremundo se alza en Astorga.—Nuevas revueltas.—Desobediencia de Garcia.—Su prision en el castillo de Gauzon.—Abdicacion de Alfonso.
No se encontraba el jóven Alfonso, hijo primogénito de Ordoño, en la corte, cuando su padre bajó prematuramente al sepulcro, circunstancia que dió lugar á una de las usurpaciones tan frecuentes en aquellas edades, en las cuales todavía se recordaban las tradiciones electivas de la corte de Toledo, sin que las prácticas hereditarias hubiesen adquirido la solidez necesaria para dar fundamento á un derecho incontestable.
Fué esta vez el usurpador un conde de Galicia, llamado Froila, que ocupó el sólio de Astúrias con el consentimiento de los magnates del reino, sin que puedan designarse los derechos en que habia establecido sus aspiraciones. Poco gozó Froila del fruto de sus ambiciosos manejos; pues ya un año despues de la muerte de Ordoño, es decir, en 867, se ve ocupar á Alfonso el trono de la monarquía asturiana, á la edad de 14 años.
Habíase refugiado el adolescente príncipe en el país de Alava, que en todas las revueltas de índole semejante se presenta como asilo de los príncipes perseguidos por la usurpacion y el amaño, en donde supo que los magnates de Oviedo, mal avenidos con el gobierno de Froila, habian dado muerte al mismo que poco tiempo antes habian elevado al supremo poder. Esta circunstancia colocó en manos de Alfonso las riendas del gobierno de Astúrias, dando desde un principio muestras de que sería un digno conti
nuador de la obra tan gloriosamente iniciada y sostenida por algunos de sus predecesores.
Sin embargo, las armas de Alfonso tuvieron que dedicarse, ántes que á la guerra nacional y de independencia, á apaciguar el espíritu de sedicion, que, como en otras ocasiones, habia brotado en Galicia, aparecia ahora en el país de Alava, que acababa de servir de asilo á Alfonso en sus anteriores tribulaciones y desgracias.
No tardó en presentarse Alfonso ante los inquietos alaveses, á los cuales redujo fácilmente á la obediencia, apoderándose del conde Eylon, que aparecia como jefe de aquella revuelta, el cual pagó su falta en una prision de Oviedo, en la que permaneció cubierto de cadenas. Conociendo el jóven príncipe que la proximidad del reino de Navarra, ya entónces constituido de un modo independiente, daba alientos á los alaveses para revelarse contra su autoridad, pues esperaba en el auxilio de los navarros, y queriendo destruir por completo todos los motivos de disturbios intestinos que tanto podian distraerle de la causa nacional, estableció un tratado de paz y alianza con el rey de Navarra, y ya tranquilo por este punto, se dedicó á la mejora y ensanche de sus dominios. Casóse á los veinte años con la hija del rey de Navarra, Jimena, enlace que si bien ratificó el tratado de alianza estipulado entre ambos monarcas cristianos, no fué el mas á propósito para labrar la felicidad doméstica del soberano de Astúrias.
El territorio leones, para cuya seguridad no perdonó Alfonso desvelo alguno, fué el primer teatro de sus glorias guerreras alcanzadas en sus luchas contra los poderosos musulmanes.
Imperaba á la sazon en Córdoba el califa Mahamud, que dirigió todos sus esfuerzos contra el reino de Astúrias, convencido de que por aquella parte se estaba formando la tempestad que debía estallar algun dia sobre el poder de la media luna. Confió Mahamud á su hijo Almondhir, que en anteriores empresas se habia conquistado merecidamente la fama de esforzado y entendido guerrero, el cuidado de sus tropas, y el jóven musulman, ávido de gloria, y ansioso de medir sus armas con un enemigo digno de su esfuerzo, marchó contra los cristianos lleno de ardor y resolucion.
Permanecia Alfonso en los alrededores de Leon ocupado en restaurar las ciudades derruidas, conocidas con los nombres de Lancia y Cea, con lo cual pretendia asegurar aquellas comarcas po niéndolas al abrigo de las incursiones frecuentes de los sarracenos. Tan pronto como tuvo conocimiento de los belicosos proyectos de Almondhir, le salió al encuentro el príncipe cristiano, apercibiendo sus fuerzas. Verificóse la batalla cerca de los muros de Leon, que presenciaron aquel dia la derrota de los infieles y la fuga de Almondhir, que sólo se salvó con los restos desbaratados de sus numerosas huestes. La consecuencia inmediata de esta victoria fué la destruccion de otro cuerpo de infieles que habia penetrado en el Vierzo poco tiempo ántes, y que regresaba hácia los dominios musulmanes cargado de botin y de despojos, no sólo de alhajas, sino tambien de numerosos Tebaños y multitud de cautivos (1). La misma presa de que venian cargados los musulmanes les impidió desplegar en la defensa todos sus recursos, teniendo que pronunciarse muy prontoen una completa derrota, abandonando en manos del vencedor la mayor parte del botin reeogido.
Con estas empresas inició Alfonso su gloriosa lucha con los sarracenos, la cual, continuada con constancia y esfuerzo, habia de extender y asegurar la frontera del reino de Astúrias, que ya á la sazon se desbordaba de las comarcas montañosas hácia los llamados campos góticos.
Pero Almondhir, el jóven caudillo musulman, léjos de desfallecer por la primera derrota, sólo esperaba la ocasion oportuna de vengar el anterior desastre y rescatar su perdido prestigio. Reorganizó sus desordenadas huestes, reunió nuevos refuerzos, y uniéndose los mejores escuadrones formados por la flor do la caballería de Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo, invadió de nuevo los dominios de Alfonso, yendo á encontrarle á las orillas del Cea. Más bien que una verdadera bu talla, fué esta jornada un reñido duelo, en el cual se peleaba, no sólo por la conquista, sino por la satisfaccion del orgullo y de la vanidad personal, y de este modo se explica la horrible mortandad que en ella hubo.
La mayor parte de aquellos brillantes escuadrones árabes tiñeron con su sangre los campos del Cea; pero no por eso los cristianos dejaron de pagar un abundante y triste tributo, sin conseguir por eso el que quedase por suyo el campo de batalla. Por el contrario, desangrados ambos ejércicitos, viéronse precisados á suspender la contienda, retirándose al poco tiempo para reanimar sus abatidas fuerzas.
Sin embargo, aunque Alfonso no podia vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo decisivo, comprendió entóuces lo que podia conseguir reuniendo todos sus recursos, tanto más, cuanto que habia mostrado á las sarracenos en más de una ocasion que sus soldados sabian derramar su sangre en el campo de batalla, pero no volver el rostro á los enemigos. Por eso vemos al esforzado príncipe tomar al poco tiempo la ofensiva contra los sarracenos, y no queriendo ser atacado en sus propios dominios, llevar la guerra á la márgen izquierda del Duero.
En sus excursiones se apoderó de varios pueblos, entre los cuales recordamos á Atienza, Deza é Ibrillos, situado en la Rioja; y habiendo tenido noticia de
(1) Esta expedicion, que corresponde al año 868, segun las mas fundadas conjeturas, se encuentra relatada de este modo en los historiadores arabigos.'
• Por lapartede Galicia penetraron los walhies de la frontera y tomaron muchos cautivos y ganados, y retirándose con estas presas, pastorean.lolas con mu "lia confianza y descuido, sin acordarse de que muchas veces un débil mosquito punzalos ojos al más bravo leon, fueron acometidos de súbito en unos pasos estrechos en donde la caballeria no fué de provecho, y debilita la la hueste por adelantar la presa y cautivos con la delantera, fué atrepellada la zaga y padeció gran matanza, y fueron muchos los heridos y muchos los que quedaron cautivos en poder del enemigo."
que los árabes habian aprovechado su ausencia para penetrar en los campos de Leon , dirigió contra ellos sus fuerzas, causándoles grandes pérdidas y enseñándoles á respetar el territorio cristiano.
Emprendió despues de este suceso una expedicion por la parte más occidental de su reino hácia la Lusitania, asolando y destruyendo muchas ciudades importantes que arrancaba al poder de los sarracenos. Estas destrucciones de ciudades reconocian por orígen en su mayor parte la necesidad, pues no pudiendo ser conservadas, se reducian á escombros, para privar de esta suerte al enemigo de sus recursos. Pero lo» intentos de Alfonso no se satisfacian con la asolacioa y el abandono. Tan pronto como pudo reunir moradores bastantes, restauró á Coimbra, que pobló de gallegos, verificando lo propio con las ciudades de Braga, Chaves, Porto, Visco, Lamego y otras varias, en alguna de las que instituyó sillas episcopales.
Puede decirse que Alfonso tuvo ya por la parte de Castilla, por frontera de sus Estados, al caudaloso Duero, cuyas márgenes fortificó con importantes ciudades , restauradas las unas y de nueva fundacion otras. De este modo surgieron de nuevo de entre sus ruinas Dueñas, Zamora y Simancas, y posteriormente Toro , que fué entregada al cuidado del primogénito del monarca, García.
Con tales precauciones, quedaron defendidos los feraces campos góticos, que atrajeron por sus favorables condiciones una numerosa poblacion.
No pudo el califa de Córdoba ver sin cierta inquietud y temor los progresos que el pequeño reino de Astúrias , hasta entónces poco considerado y temido, hacía en la conquista. Era preciso, pues , no drjar consolidarse aquella importante línea de fortificacion del Duero, y para este fin envióMahamud á Almondhir con grandes fuerzas.
Acometió el caudillo musulman impetuosamente á Zamora, todavía no completamente fortificada"; pero acudió en su socorro Alfonso y derrotó á los musulmanes, librando así de esta suerte la restaurada ciudad. No dejaron por esta primera derrota de repetir sus algaradas los árabes, pues conocian el interes que tenia para ellos el que los cristianos no se estableciesen en tan ricos y extensos territorios; pero la fortuna acompañó por entónces constautemente á las armas de Alfonso, que no sólo logró derrotar á notables caudillos, sino que en una sangrienta jornada se apoderó de Abud Walid, uno de los más célebres, conduciéndole cautivo á Oviedo , de donde pudo salir á favor de un cuantioso rescate.
Estos contínuos reveses desesperaban al esforzado Almondhir, que habia encontrado, en fin, en Alfonso un rival digno de su valor. Ademas de los intereses de los respectivos pueblos, jugábase en esta reñida contienda el amor propio de ambos príncipes , y por esto no debemos extrañar los desesperados esfuerzos que hizo Almondhir para desbaratar las huestes de Alfinso.
Reunió el caudillo sarraceno numerosas tropas, que dividió en dos grandes ejércitos, formando el uno casi en su totalidad de guerreros andaluces y cordobeses , que se propuso conducir por sí mismo, y constituido el otro de toledanos, habitantes de Guadalajara y Talamanca, que colocó á las órdenes del experimentado capitan Aben-Gamin. De esta suerte creia Almondhir dividir las fuerzas de Alfonso y vencerle en detall fácilmente.
No obstante, el príncipe cristiano comprendiólos designios de su enemigo y se propuso conservar la unidad de sus fuerzas, con las cuales podia asegurar la victoria. En vez de dividir sus escuadrone?, empleó en las operaciones militares la actividad y la presteza que podian suplir al número, y dejando á su espalda las huestes de Almondhir , marchó contra las de Aben-Gamin que se habia adelantado hasta las orillas delOrbigo. Tan impetuosa é inesperada fue" la acometida, que innumerable multitud de árabes tiñeron con su sangre aquellos campos (1).
Verificada esta primera hazaña, era preciso volver contra los escuadrones de Almondhir que á toda prisa se acercaban. Trabóse, en efecto, nueva batalla, en la cual los soldados de Alfonso, llenos de ardor y de entusiasmo por la reciente victoria que acababan de conseguir, combatieron con tal arrojo y osadía, que Almondhir se vió precisado á retirarse en desordenada fuga con los restos de su desbaratado ejército. De este modo, tan glorioso para las armas de Alfonso, terminó tan temible expedicion, que si hubiera sido favorecida por la fortuna, hubiese colocado quizá á dos dedos de su ruina todo el territorio cristiano que se encontraba del lado de acá de las montañas.
Tan notable derrota mostró á Almondhir que no debia, al ménos por entónces , intentar nuevas acometidas, y con el designio de reparar sus fuerzas, pidió y obtuvo de Alfonso una tregua de tres años por medio de una considerable cantidad.
Empleó Alfonso estos tres años de deseanso en terminar la fortificacion de la línea del Duero y en apercibirse para nuevas empresas, contando con aprovecharse d<?l favorable espíritu que dominaba en los cristianos , acostumbrados ya á la victoria y ansiosos de medir sus armas contra los enemigos de la religion y de la patria.
Apenas t"rminó la tregua estipulada entre cristianos y musulmanes, comenzó Alfonso una nueva expedicion, invadiendo la Lusitania. Esta vez atravesó el Tajo y el Guadiana, llegando hasta el extremo occidental de Sierra-Morena, punto que los historia dores antiguos denominan Monte Oxífero. El primer ejército que se atrevió á impedirle el paso, compuesto de veinte mil combatientes , sufrió una completa derrota.
Nada notable sobre esta expedicion consignan las historias, si esceptuamos lo que dejamos apuntado; pero en cambio dirijen su vista á la region de Oriente, en donde pasaban acontecimientos de bastante importancia. Gobernaban en Zaragoza y en Tudela los hijos del renegado Muza, con los cuales conservó Alfonso la alianza estipulada por su padre Ordoño.
(1) Los cronistas hacen subir la pérdida de los árabes á trece mil; pero ya sab3nos que en estas cifras hay) gran Jexageracion.
Estrechas debieron ser en extremo las relaciones q ue mediaron entre el príncipe cristiano y los hijos de Muza, Ismael y Fortun, pues vemos que aquel confió á su cuidado la educacion de su hijo Ordoño. Un hijo de Lope, llamado Mohamad, jio pudo ver sin celosa envidia las buenas relaciones que existian entre sus tios y el monarca asturiano, y dominado por una inquieta ambicion, logró reconciliarse con el emir de Córdoba, que le proporcionó los medios necesarios para atacar á los jeques de Zaragoza y Tudela.
La suerte de las armas fué contraria en varios encuentros á Ismael y á Fortun, que perdieron en esta contienda sus Estados, quedando ellos mismos en poder de su sobrino. No descuidaron los árabes el aprovecharse de esta favorable circunstancia; pues el caudillo Abu-Walid penetró por los dominios de Alfonso causando grandes estragos. Sin embargo, los califas de Córdoba no sacaron de la alianza con el ambicioso Mohamad todas las ventajas que creyeron en un principio; pues al verse este aventurero en posesion de los ricos y extensos dominios que habia arrebatado á sus tios, se declaró independiente de la corte de Córdoba, con lo cual puso un impedimento á las excursiones de Abu-Walid, solicitando la amistad de Alfonso.
Todas estas revueltas hicieron conocer á los príncipes la necesidad de una tregua, que pusiese fin á tantos desastres y calamidades como causaba una guerra interminable. Estipulóse, pues, el tratado de paz que fué conservado fielmente por Alfonso, no sólo con Almodhir, sino tambien con el sucesor en el califato de Córdoba, Abdalah.
No obstante, á pesar de la tregua establecida, no pudo dedicarse Alfonso tranquilamente á los cuidados que ofrecia la obra de la prosperidad interior de sus pueblos; pues si bien el soberano cordobes mantuvo fielmente su palabra, algunos ambiciosos musulmanes, deseosos de aprovecharse de la anarquía que reinaba en el Estado de Córdoba de los tiempos de Abdalah, acometieron en más de una ocasion los dominios asturianos.
Para castigar Alfonso una algarada que invadió sus Estados por la parte de Oriente, dirigió sus huestes por aquel punto hasta cerca de los muros de Toledo, los cuales no asaltó; pues los musulmanes, temerosos de sus tropas, compraron la paz á costa de ricos y numerosos presentes. Más notable fué todavía otra expedicion de numerosos musulmanes que se vió derrotada bajolos murosdeZamora (1).
(1) De este mojo refieren io.s historiadores árabes este suceso: «Estaba el rey Abdnlah en paz con el rey cristiano de Malicia y en esta seguridad tenian descuidada la frontera. El cau li lio Alune l-ben-Alkithi, apellidado Abulcania, entro con mucha gente de apié y de acanallo por Zamora, robando los pueblos, asi de cristianos eo:no de muslimes. Los alcaides de aquella frontera avisaron al rey Abdalah y tambien al de Gíalicia, disculpando aquellas algara las que ellos no podian evitar, qne no eran suyas ni le los buenos y honrados muslime», subditos sumisos de su señor. El wali Ahmed, con mucha vanidad y orgullo, escribió al rey de los cristianos amenazándole, que si no se hacia muslim ó su vasallo, que venia á echarle le sus tierras y hacerle morir mala muerte si caia on sus manos. Cuenta que la gente que lie
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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