Triunfos de Umar Ben Hafsun

«Cuando Abd Allah, al subir al trono califal, recibió de las provincias pruebas de su fidelidad y todos reconocieron su autoridad, Umar ben Hafsun no obstante su rebeldía y a pesar de su orgullo y de las devastaciones que venía realizando, creyó que debía volver a la comunidad de los fieles y someterese a las leyes de la debida obediencia al príncipe. Envió a Córdoba a su hijo Hafs y a algunos de sus partidarios, para concluir con el emir un tratado de paz solemne y definitivo, que nada pudiera alterar y que ninguna dificultad pudiese obstaculizar, con la condición de que Umar permanecería en Bobastro en calidad de súbdito fiel y obediente. El emir aceptó sus buenas disposiciones, consintió en dejarle Bobastro, trató con generosidad a su hijo y a sus enviados, les hizo numerosos regalos y envió con ellos a Abd al-Wahhab ben Abd al-Rauf, nombrado gobernador del distrito de Málaga y encargado de participar con Ben Hafsun en la administración del país y en el nombramiento y reemplazo de los funcionarios. Tal comunidad de poderes duró hasta que Ben Hafsun venció y expulsó del cantón a Abd al-Wahhab, despojado de todo. Entonces dio aquél libre curso a sus crímenes, redobló sus hostilidades y sus razzias hasta el extremo de que las poblaciones estuvieron a punto de quedar vacías y el pueblo a punto de emigrar. Todas las aldeas de la campiña de Córdoba estaban infestadas de jinetes de Ben Hafsun y se hallaban sometidas a sus fechorías. Y el maldito se apoderó de Écija y de Archidona, las puso en estado de defensa e instaló en ellas toda clase de máquinas de guerra.»

Cuando el emir Abd Allah vio a Córdoba cercada y devastados sus alrededores por una guerra nefasta, hizo plantar la tienda real en el arrabal de Secunda. Colocados sus pilares y tendidas sus cuerdas y lazos, Ben Hafsun lanzó su caballería contra Secunda con intención de apoderarse de la tienda real y de precipitarse sobre la ciudad y de sitiarla. Pero al punto, jinetes del emir se lanzaron contra los agresores, les alejaron y llegando hasta Ben Hafsun le rechazaron y le impidieron avanzar. El rebelde se refugió entonces en el castillo de Cabra, y el emir, reuniendo alrededor de catorce mil cordobeses, marchó contra él, que disponía de cerca de treinta mil soldados. El ataque de las tropas de Abd Allah les puso en desbandada, cayeron sobre sus espaldas los sables, y corrieron tras ellos hasta que regaron la tierra con su sangre. El emir penetró entonces en los castillos que habían abandonado su obediencia y que volvieron a la sazón a reconocer su autoridad.
Ben Abd Rabbihi compuso entonces estos versos: «Ben Hafsun ha intentado escapar, pero le ha perseguido la espada y no ha tenido éxito. Era una noche oscura que hubiera podido tomarse por la de la ascensión del Profeta. La guerra que siembra cada año le ha dado este triste fruto. Nuestros enemigos han debido huir en un pequeño grupo que sabe por experiencia las consecuencias de la noche y de las marchas nocturnas. Si les preguntas de quién son clientes, os responderán que toda la noche tenebrosa les cuenta entre los suyos.»
Después de su vuelta a Bobastro, Ben Hafsun reunió sus compañeros, hizo redacatar una nueva lista de los mismos y marchando con ellos hacia Elvira, emprendió en tal región una guerra salvaje y con tal éxito que se adueñó de ella y mediante un ardid apresó al gobernador. El emir Abd Allah envió entonces contra él sus tropas mandadas por Ben Abí Abda. Cuando las dos huestes estuvieron frente a frente, la caballería de Ben Abí Abda se precipitó sobre la de Ben Hafsun, la destrozó e hizo desaparecer hasta sus huellas. El rebelde, herido de gravedad, hubo de retirarse, de desandar los lugares abruptos, de soportar la humillación y la ignominia y de regresar vencido, dañado y envilecido al fuerte de Bobastro. Pero volvió en seguida a sus antiguas costumbres, a su rebeldía y a sus devastaciones. Sin embargo, el emir Abd Allah le venció otras veces y los golpes que recibía amedrentaron su corazón, atenuaron sus ardores y sembraron el desánimo en su compañeros y auxiliares.
En 284 [8 febrero 897] Abd Allah envió a su hijo Aban contra Niebla, porque Ben Husayb se había sublevado en la región y ocupaba el castillo de Montemayor. Aban embistió la plaza y la atacó con máquinas de guerra, con tanto éxito que los asaltantes ofrecieron someterse y les fue concedido el amán. Pero entretanto Ben Hafsun había penetrado por segunda vez en Écija y el emir ordenó a los sitiadores de Montemayor que se retiraran, lo que hicieron.
En 285 [28 enero 898] Aban, hijo del emir Abd Allah, hizo una expedición contra Ben Hafsun con Ben Abí Abda como general adjunto.


La España Musulmana. Según los Autores Islamitas y Cristianos Medievales.
Por Claudio Sánchez Albornoz. Ed. Espasa-Calpe S.A., Madrid 1978.
5ª edición. Cáp II, págs. 279-280