¿Existe un Evolucionismo no Darwinista?
Un destacado especialista argentino en el tema, el Dr. Raúl Leguizamón, realiza precisiones acerca de los dichos del padre Rafael Pascual -publicados por la agencia católica Zenit el 7 de diciembre de 2005- de cuyo contexto se interpreta una aparente confirmación de las teorías darwinianas. El científico puntualiza estas confusiones y las aclara.
Escribe el Dr. Raúl O. Leguizamón (*)
"La evolución, en el sentido de ascendencia común, podría ser cierta, pero la evolución en el sentido neodarwinista -es decir, un proceso no guiado ni planificado, de variaciones al azar y selección natural- no lo es. Cualquier sistema de pensamiento que niegue o que busque otras explicaciones distintas de la abrumadora evidencia del diseño en biología, es ideología y no ciencia".
Cardenal Christopher Schönborn,
New York Times, 7 de Julio de 2005.
Lo primero que quiero destacar en relación a los conceptos vertidos por el P. Rafael Pascual en la entrevista de Zenit (7/12/05), es que la mayor parte de ellos son inobjetables, tomados aisladamente. Sin embargo, me veo obligado a disentir acerca del contexto y la forma en que están expresados, pues debido a la equivocidad en el uso de los términos se genera una lamentable confusión, por cuanto a lo largo de la entrevista, el P. Pascual habla, en todos los casos, de una teoría de la evolución que simplemente no existe. De ahí que mencione con frecuencia "la evolución" y la "teoría de la evolución", pero en ningún momento haga la menor referencia al darwinismo o neodarwinismo, siendo que ésta es la única teoría de la evolución que conocemos. O al menos la única aceptada oficialmente.
Sería lo mismo que hablar de la "salud reproductiva" como de un tema perfectamente católico. Y efectivamente, quién podría cuestionar la completa legitimidad de una tarea destinada a brindar a la gente toda la asistencia médica necesaria para poder tener hijos en las mejores condiciones sanitarias. El problema es que la expresión "salud reproductiva", tiene un significado muy concreto, y si no se hacen las debidas aclaraciones, todo el mundo pensará lógicamente que estamos hablando de los protocolos del CEDAW o de Belem do Pará, que significan justamente lo contrario. Y esto es exactamente lo que hace el P. Pascual a lo largo de toda la entrevista. A diferencia de lo que hizo el Cardenal Schönborn -en su artículo del New York Times del 7 de julio de 2005- quien se refirió concretamente al darwinismo o neodarwinismo y como acaba de volver a hacer en otro artículo más extenso sobre el tema, en el número de enero de 2006, de la revista First Things. www.firstthings.com
Lo mismo vale para la diferencia que el autor establece entre evolución (ciencia) y evolucionismo (ideología). Evolución, evolucionismo, darwinismo, neodarwinismo, teoría sintética, son todos sinónimos. Al menos en la forma que usan estos términos la casi totalidad de los científicos que están en el tema.
Pero además, las declaraciones del P. Pascual son erróneas, o al menos equívocas, a nivel epistemológico ya que la evolución no es, ni puede ser, una teoría científica -en el sentido de ciencia experimental o "dura"- por la sencilla razón de que sus postulados no pueden ser observados ni evaluados (contrastados) experimentalmente. La evolución "es una disciplina quintaesencialmente histórica" -como decía Gould- y por ello su método y sus niveles de certeza no pueden ser los mismos.
La misma equivocidad se manifiesta cuando el P. Pascual habla de los "datos empíricos" en que supuestamente se fundaría la teoría de la evolución, por cuanto no existen datos propiamente "evolutivos". Aquí como en todo, los datos sólo adquieren significación en el contexto de una teoría, de manera que lo decisivo no son en sí los datos científicos, sino la interpretación de los mismos. Pero esto pareciera no verlo nuestro autor y por eso considera que la teoría científica de la evolución "parece bastante bien afirmada", pero plantea reservas sobre su mecanismo. Pero el mecanismo ¡es justamente el evolucionismo!, que él rechaza como ideología.
Para dar un ejemplo: decir que hay semejanzas entre los monos y el hombre, es un dato (en el sentido de que es un hecho). Decir que ello se debe a que el hombre se originó del mono mediante mutaciones al azar y selección natural, es la teoría que pretende explicar ese dato. La semejanza sólo es un "dato evolutivo", en la medida que hayamos aceptado previamente la teoría. O que la hayamos podido demostrar. Tan siquiera en la forma "blanda", de proporcionar una explicación mínimamente verosímil. Y esa teoría es el darwinismo, que el P. Pascual insiste en llamar evolución o teoría de la evolución.
Repito. La esencia del darwinismo consiste en afirmar que las especies se transformaron (desde la bacteria al hombre) precisamente mediante el mecanismo de las mutaciones al azar y la selección natural. Sin este mecanismo, no hay darwinismo. O evolución, como dice el P. Pascual.
Ahora bien, sostener que el mecanismo del cambio evolutivo obedeció a mutaciones al azar, equivale justamente a negar el finalismo, negación que sería propia del evolucionismo como ideología, según el P. Pascual, lo cual -nos dice con toda razón- es inadmisible.
Desde luego que una "creación evolutiva" -como sugiere el P. Pascual- es perfectamente compatible con los datos de la Revelación, pero en ese caso, el mecanismo del cambio evolutivo ¡no puede basarse en el azar! Por eso que una evolución dirigida (finalista) es totalmente inaceptable para el darwinismo, porque en este caso estaríamos, una vez más, hablando de creación. Una creación secuenciada en el tiempo.
Y al respecto, vale la pena citar los testimonios de los más destacados líderes del darwinismo contemporáneo.
George Gaylord Simpson, profesor que fue de Paleontología de los Vertebrados en la Universidad de Harvard, y uno de los autores precisamente de la síntesis neodarwinista, dice:
"Quizá un finalista pudiera creer que la evolución tenía un único objetivo, tal como la obtención del hombre y se detuvo una vez llegado al mismo. Pero de hecho, la evolución no es finalista... El hombre es el resultado impensado de un proceso materialista carente de objetivos; no fue planeado. Es un estado de la materia, una forma de vida, un tipo de animal... El hombre no era, evidentemente, el objetivo de la evolución, la que con certeza carece del mismo. No podía estar planeado, en una operación totalmente desprovista de planes". (G. G. Simpson, "El Sentido de la Evolución", EUDEBA, 1977, ps. 275, 297, 233).
Stephen Jay Gould, profesor de Zoología e Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, y posiblemente el más famoso de los evolucionistas actuales (fallecido en el 2002), expresa:
"Muchos paleontólogos, yo incluido, consideramos al Homo Sapiens como un minúsculo e impredecible vástago del copiosamente ramificado árbol de la vida; un feliz accidente del último instante geológico, sumamente improbable de aparecer otra vez, si pudiéramos hacer crecer nuevamente el árbol de la semilla" (Stephen J. Gould, "Natural History", Marzo 1993, p. 20)
Jacques Monod, el famoso biólogo francés, dice por su parte que:
"Sólo el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biosfera... El hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, de donde ha emergido por azar". (Jacques Monod, "El Azar y la Necesidad", Tusquets Editores, ps. 125 y 190)
Ahora, cómo se armonizan los testimonios arriba mencionados, con lo que dice el P. Pascual (citando a Benedicto), de que «No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario».
Y aclaro que no se trata de que estos autores digan lo que dicen porque sean "materialistas" (que lo son, por cierto), sino porque están haciendo una interpretación correcta del darwinismo, el cual no es una teoría científica (aunque fuese errónea), sino una cosmovisión anticreacionista, inmanentista, naturalista y materialista.
Como dice acertadamente Gilson: "la noción de evolución, es una noción filosófica, introducida en la ciencia desde afuera de ella". (Etienne Gilson, "De Aristóteles a Darwin", EUNSA, Pamplona, 1976, p. 206)
La así llamada "teoría de la evolución" es, esencialmente, una filosofía, elaborada específicamente para negar la creación, y adornada luego con ropaje científico. Y una filosofía anticreacionista en el sentido amplio de la palabra. Esto es, que niega, no sólo la creación directa o especial del hombre y de todas las especies, sino también una eventual creación "evolutiva", ya que niega explícitamente el principio de finalidad.
Hay otros conceptos que entiendo son objetables en los contenidos de la entrevista.
El creacionismo no es una ideología -como dice el P. Pascual- sino un modelo científico que sostiene que los sistemas básicos de la naturaleza (materia-energía, leyes, especies), no pueden haberse originado gradualmente por la acción de los procesos naturales que conocemos, sino que deben haber sido creados en forma completa desde el principio, mediante mecanismos no actuantes hoy. Haya ocurrido esto en seis días o en millones de años.
El autor parece confundir creacionismo con fundamentalismo (o literalismo bíblico), lo cual no es el caso.
También es equívoco lo que afirma el P. Pascual en el sentido de "la Biblia no tiene una finalidad científica, sino más bien religiosa". Ciertamente. Lo que por otra parte no quiere decir que sea un relato meramente simbólico. Sin ir más lejos, ¿cómo se podría armonizar el monogenismo **, por ejemplo, con la perspectiva darwinista de poblaciones de monos haciéndose hombres?
Que la Biblia no sea un texto científico, no significa que no tenga nada que decir acerca de ciertas realidades del mundo fenoménico. Sobre todo en los tres primeros capítulos del Génesis, en donde se relatan hechos que constituyen aspectos fundamentales de la religión cristiana, como son la creación de todas las cosas hecha por Dios, la creación especial del hombre y la formación de la primera mujer a partir del primer hombre.
Además, el P. Pascual afirma que "no se puede excluir 'a priori' la causalidad divina". ¡Pero esa es justamente la esencia del darwinismo!
Julián Huxley, uno de los doctores máximos del darwinismo en el siglo que pasó, decía:
"Darwin demostró que no era necesario ningún planificador sobrenatural; desde que la selección natural podía explicar cualquier forma de vida conocida, no había espacio para ninguna acción sobrenatural en su evolución". [Julian Huxley, "Issues in Evolution", (Vol. III of Evolution after Darwin, Sol Tax ed., University of Chicago Press, 1960), p. 41]
Ernst Mayr, el famoso taxonomista de la Universidad de Harvard -ya retirado- y también una autoridad indiscutida en estos temas, expresa:
"Las causas naturales postuladas por los evolucionistas, separaron completamente a Dios de su Creación... El nuevo modelo explicativo reemplazó la teleología planificada, por el proceso fortuito de la selección natural. Esto requirió un nuevo concepto de Dios y una nueva base para la religión". (Ernst Mayr, "Science", Vol. 176, Junio 2, 1972, p. 988)
Como se ve, los testimonios son por demás contundentes y me eximen de todo comentario.
Es totalmente cierto -como afirma el P. Pascual- que no es posible un conflicto entre la ciencia y la fe, pero siempre que sea verdadera ciencia y no una postura ideológica 'a priori', basada en el materialismo filosófico. Y a este respecto resulta muy esclarecedor lo que expresa Richard Lewontin, genetista de la universidad de Harvard y uno de los principales líderes del darwinismo actual, cuando dice:
"El problema fundamental no es el de proveer al público con conocimientos acerca de cuán lejos está una estrella, o de qué está hechos los genes... El problema es conseguir que las personas rechacen las explicaciones irracionales y sobrenaturales del mundo... Nosotros tomamos partido por la ciencia a pesar del patente absurdo de algunas de sus teorías, o de la tolerancia de la comunidad científica para con fábulas sin fundamento, porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo. No se trata de que los métodos y principios de la ciencia nos obliguen a aceptar una explicación materialista del mundo fenoménico, sino que por el contrario, estamos obligados -por nuestra adherencia a priori a las causas materiales- a crear instrumentos de investigación y una serie de conceptos que produzcan explicaciones materiales". (Richard Lewontin, "The New York Review of Books", Vol. 44, 09/01/97, p. 1297)
De manera que si bien es cierto que no puede existir un verdadero conflicto entre ciencia y fe, también es muy cierto que no todo lo que se nos muestra como ciencia, realmente lo es.
En síntesis: hablar de una teoría de la evolución inexistente -confeccionada a nuestro gusto y medida- para luego "bautizarla", no es sino un ilegítimo recurso dialéctico que lo único que hace es favorecer la aceptación de la única teoría evolucionista que realmente existe, esto es el neodarwinismo, el cual, además de ser una forma de pseudociencia, resulta claramente incompatible con los datos de la Revelación Cristiana.
Y hace rato que ya es tiempo cumplido de decir esto con toda claridad.
(*) Dr. Raúl O. Leguizamón
Profesor de Ciencia y Filosofía
Universidad Autónoma de Guadalajara
http://panodigital.com/mundo_moderno..._no_darwinista
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