Algún comentario :
Ah, ¡¡"Francia, Suiza y Alemania: tierras de herejes..."!! Pues es verdad, porque de allí precisamente salieron los obispos y peritos herejes de la llamada 'Alianza del Rhin' (los Lienart, Rahner, Kung, Doepfner, Frings, Bea, Villot, Congar, de Lubac. etc etc ) que mangonearon el Vaticano II a su gusto y conveniencia con la complicidad de Pablo VI. ...EL FRACASO DEL LEFEBVRISMO EN ESPAÑA
El caso Lefebvre atrajo la atención de la opinión pública española. En la prensa se siguió la polémica.67 Sin embargo, meses después de la suspensión a divinis, los medios periodísticos resaltaron la nula repercusión del fenómeno Lefebvre en España: “Este empecinado reverendo ha obtenido una discreta acogida en Francia, en Suiza, en Alemania: en tierras de herejes, por lo general. Y no es lo lógico. Puesto que se trata de un gesto ultra-ortodoxo, debería de haber sido en la católica España —«luz de Trento», recuerdan— donde encontrase los mayores ecos”.68
Entonces ¿por qué el comentarista no se asombra de que los obispos de la "ultra ortodoxa y católica" España de entonces, hubieran debido plantar cara en el Vaticano II y en vez de ello escurrieron el bulto, siendo ese hecho infinitamente más grave que lo que nos ocupa? (Por cierto, lo de "ultra-ortodoxo" debe ser un eufemismo: cuando tratan de denigrar y atacar lo llaman "integrismo").
Bueno, aquí también debería hablarse claro: cuando nuestros obispos volvieron del Concilio, cayeron en la cuenta (y hasta hicieron proverbial el slogan) del "bajo nivel cultural del catolicismo español" frente al intelectualizado catolicismo centro-europeo. Dando eso por cierto, está claro que el tradicionalismo francés tenía (y ya desde antiguo) bastante más nivel que el español y por eso juzgaba por razones teológicas no por obediencias irracionales. ¿Por qué no se valora entonces la superioridad del tradicionalismo francés?Sin embargo, el catolicismo tradicional español no respaldó a monseñor Lefebvre. El catolicismo tradicional, tanto en España como en Italia, se comportó de manera diferente al tradicionalismo francés. Mientras el primero ponía el énfasis en la obediencia incuestionable al Papa y en su infalibilidad, el segundo consideró que cambios significativos de la tradición podían suponer el rechazo del magisterio pontificio o de las normas canónicas.69
Se conoce que cuando se trata de favorecer herejías que favorecen el progresismo hasta la obediencia ciega e irracional es alabada por las jerarquías que normalmente ensalzan la intelectualidad.
Sí, por entonces muchos ya iban cogiéndole el gustillo a cambiar de chaqueta, como los políticos tránsfugas del 18 de julio que se pasaban a AP y a la UCD. Se supone que estos mismos cobardes que, estúpidamente, disentían de Mons Lefebvre y se quedaban con Pablo VI, se quejarían de que sus correligionarios votasen (por la misma lógica) a Adolfo Suarez en vez de a Blas Piñar.Ernesto Milá, dirigente del partido a mediados de los setenta, ha observado cómo muchos militantes abandonaron el partido cuando Blas Piñar manifestó sus simpatías por el arzobispo. Pese a que estaban contra las “innovaciones doctrinales del Vaticano”y compartían las posiciones de Monseñor Lefebvre, estos católicos aceptaron someterse al Papa y no seguir al prelado ensu disidencia.71
¿Qué entiende éste por "tradición"? Juan Pablo II ¿defensor de la tradición? ¿El mismo que prohibió (radicalmente ya) la misa de siempre y excomulgó a los tradicionalistas verdaderos? El papa polaco no tuvo de tradicionalista nada de nada; sí de "conservador", en el doble sentido de conservar e implementar las herejías vaticano-segundistas (sobre todo, el ecumenismo más aberrante) y de limpiar de marxistas y similares las estructuras eclesiales con conservadores vaticano-segundistas acérrimos. (Salvo que se entienda por "tradición", ensalzar el catolicismo histórico de los países y su aparente devoción por las vírgenes de allí donde viajaba).Finalmente, otro elemento que también puede explicar el escaso eco de Monseñor Lefebvre fue la elección de Juan Pablo II. El nuevo Papa polaco significó un giro conservador de la Iglesia, percibido rápidamente por los católicos españoles más descontentos con la situación eclesial posconciliar. La defensa de la tradición no iba a requerir ya las posturas radicales de Monseñor Lefebvre.78
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