Respuesta: Dificultades que entraña la opinión sedevacantista
La salvación está al alcance de todos (lo que no significa que todos se salven), no mediante los medios propios, sino mediante la infinita Gracia y Misericordia Divina.
¿Puede el indígena americano precolombino salvarse? Si respondemos que no, entonces extralimitamos el alcance de la doctrina eclesial y del Quicumque a tal punto, que negamos toda posibilidad de Libre Albedrío.
Dios no opera contradictoriamente, por tanto, hay posibilidad de que Él salve a los nativos que, por cuestiones de tiempo, no son católicos.
¿Hubo salvación antes de la venida de Cristo? La pregunta se vuelve análoga. Si Dios salvó a un sólo judío precristiano, entonces consta como evidencia de que, en determinadas circunstancias, denominadas ignorancia invencible -que no es cualquier ignorancia, ni es la simplemente cultural, por eso los musulmanes no se salvan. Ellos conocen el catolicismo, por eso lo combaten; y al conocer su existencia, ya no hay ignorancia invencible- Dios salva a no-católicos.
Eso es lo que podríamos llamar "venida subjetiva de Cristo". Cristo se entregó por los pecados de todos, pero para redimirlos efectivamente necesita nuestro asentimiento al respecto -no por incapacidad, sino por respeto al libre albedrío y no contradicción-. Cristo vino al mundo, objetivamente, hace poco más de 2000 años; pero Cristo vino a mi sólo en algún momento durante mi vida. El bautismo.
Los no bautizados, sin culpa por ello, están en una situación análoga a los judíos precristianos. No ha habido intervención directa de Cristo en sus vidas, en materia escatológica -porque, evidentemente, en cuanto creaturas, el Creador ya intervino-.
Si Dios da a todos la oportunidad de salvarse, a través de la Redención, entonces esta posibilidad también la tienen los no católicos. Los que conocen la Verdad, conviritiéndose a ella, los que no la conocen, siguiendo los postulados de la Ley Natural -que, estando inscrita en los corazones de todos los hombres, es conocida, al menos en sus preceptos primarios, por todos-. Todo castigo deviene de una culpa, pero no hay culpa en no desear lo desconocido, pues es imposibilidad metafísica desearlo (Nihil volitum, nissi praecognitum).
Por tanto, si Dios es justo (lo que nos consta como verdad Divina y Católica), para condenar requiere de una culpa no redimida, que no se halla en la ignorancia invencible. Por otro lado, si Dios es un Dios de amor (lo que también consta del mismo modo), no puede predestinar a la condenación, pues sería un acto de odio. Si Dios es el Sumo Bien, impoluto de mal alguno (lo que también consta), no puede ejercer mal alguno, como serían la injusticia, la tiranía, el odio y la prevaricación; pero condenar a un inocente -predestinadamente, pues hablamos de la ignorancia invencible, aquel que no tuvo contacto alguno con la Fe Católica, no de aquel cuyo entorno cultural le dificulta la conversión- es un acto que requiere de todos los vicios mencionados.
Dios, por tanto, y dado que existe (también nos consta), no puede obrar contradicciones metafísicas. Dios no puede condenar a los inocentes, y por tanto, salvo por la posibilidad -in abstractum- de que Dios reencarne* a las almas de quienes vivieron en ignorancia invencible, que no lo analizaré, pero permitiría mantener la no contradicción y universalidad del sentido estricto del contenido del Quicumque, es manifiesto que Dios permite la salvación -y la opera- de los no-católicos que no poseen culpa alguna de ello.
La reencarnación (en sentido oriental) hasta donde comprendo, es rechazada por la Iglesia, por lo que, la posibilidad, mencionada in abstractum, sería aparente, pero falsa y por tanto, se agotarían las vías alternativas a la salvación de los ignorantes invencibles que vivan conforme a la Ley Natural.
Los errores, más que los vicios, son la causa de la decadencia de los pueblos. Éstos, como los pescados, se empiezan a corromper por la cabeza, lo que lleva a que las mentes confundan los vicios con virtudes.
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