Bienvenido sea el merecido monumento al héroe Blas de Lezo!
Bienvenido sea el merecido monumento al héroe Blas de Lezo!
Blas de Lezo «aterriza» en la plaza de Colón de Madrid.
Rodeado de agua –no podía ser de otro modo–, en uno de los días más lluviosos del otoño madrileño, la estatua del almirante Blas de Lezo llegó a la plaza de Colón, donde quedó instalada y donde el próximo sábado será inaugurada oficialmente con la presencia del Rey Don Juan Carlos. Será el fin de un largo camino que ha sido posible por el tesón y la voluntad de Íñigo Paredes y todos los miembros de la Asociación Pro-Monumento a Blas de Lezo, la colaboración del Ayuntamiento de Madrid, la implicación de la Armada y la generosidad de tantos donantes que han contribuido a la suscripción popular con la que se ha erigido la estatua.
Comunidad de Pueblos Hispánicos
INAGURACIÓN EL SABADO 15 NOVIEMBRE DE LA ESTATUA DE DON BLAS DE LEZO EN LA PLAZA COLÓN EN MADRID
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El sábado , todos somos Don Blas de Lezo y Olavarrieta.
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LOS LEGÍTIMOS DE GIBRALTAR 1.502
Blas de Lezo, no solo un héroe de bronce
Por Mariela Beltrán y carolina Aguado / comisarias de la exposición «Blas de Lezo, el valor de Mediohombre»
«Blas de Lezo fue silenciado y olvidado desde el mismo momento en que se convierte en un héroe, cuando arriesga su vida en aras del bien común. Es un olvido injusto y mezquino y por eso se está luchando por recuperar su memoria»
Piedra
Blas de Lezo
Con demasiada frecuencia, personajes clave para conocer e interpretar la evolución de un país permanecen en el olvido, sepultados en la memoria colectiva. Pocos ejemplos son tan notorios y lacerantes como el de Blas de Lezo y Olavarrieta(1689-1741). Blas de Lezo es un personaje fascinante, que desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de 40 años de servicio. Su biografía es la historia de España y de los Virreinatos americanos durante la primera mitad del siglo XVIII. Su victoria más importante, la batalla de Cartagena de Indias (1741), fue la mayor derrota naval de Inglaterra y hoy es un hecho desconocido por los españoles y deliberadamente suprimido de la historia inglesa.
Audaz y valiente, fue ante todo un hombre de armas, y como tal recibió numerosas heridas, algunas muy graves, que le dejaron discapacitado. Lejos de ser un obstáculo, sus limitaciones actuaron como revulsivo para sacar el máximo rendimiento de sus cualidades y ganar en eficacia. Resiliente es el adjetivo que mejor lo define, por su capacidad para superar la adversidad y adaptarse a las tragedias.
Parte de sus logros militares se apoyan no solo en su facultad como estratega, sino también en su capacidad para gestionar los recursos económicos y materiales a su alcance. Emprendedor e inteligente inversor, aplicó su habilidad en la gestión de su economía y en la administración de las propiedades familiares. Estos ingresos extraordinarios completaban el sueldo de un oficial de la Armada de la época, que cobraba tarde y mal, y permitieron que sus hijos no quedaran desamparados tras su muerte.
Magnífico profesional, antepuso su servicio al Estado y a su Rey por encima de sus intereses personales. A su prestigio como militar se unen su valor, fortaleza y espíritu de entrega, que lo convierten en un héroe. Pero Blas de Lezo no es un héroe de bronce sino de carne. Es un personaje real, con virtudes y defectos. No necesitamos adornar su vida con hechos tergiversados porque Blas está dotado de destacadas cualidades, capaces de eclipsar sus defectos, cualidades de las que podemos aprender y escribir su verdadera historia, para descubrir una persona con grandes valores que sirven de ejemplo a una sociedad tan necesitada de referentes como la actual.
Un héroe no es un individuo aislado, sino el resultado de su entorno y de su sociedad. Desde aquí reivindicamos a un Blas de Lezo compañero, padre, esposo y amigo. Un hombre con una personalidad arrolladora, de genio fuerte, tenaz, perseverante e impulsivo, de viva inteligencia y sólidas creencias, que amó a sus seres queridos y buscó su bienestar, aunque la convivencia familiar fue siempre intermitente, interrumpida por las campañas militares. Vivió momentos felices, pero también sufrió los golpes de la vida, como la muerte de su tercer hijo.
Se sintió humillado por las decisiones de sus superiores o frustrado al no alcanzar sus objetivos, y a veces se sintió solo, muy solo, como en su último destino. En Cartagena de Indias vive más de cuatro años, separado de su familia. A pesar de que ejerce con coherencia y responsabilidad las obligaciones de su cargo, siente que su lugar está junto a su mujer y sus seis hijos y eso le provoca un ardiente deseo de volver a España. Y, sin embargo, vence sus sentimientos y saca fuerza y carácter para enfrentarse a una situación límite, desatada por la guerra contra Inglaterra. Asume, entonces, la inminencia del conflicto y queda atrapado con pocas posibilidades de retorno. Sabe que debe preparar la defensa de una plaza con escasos medios materiales y humanos, y cuando cae enfermo es consciente de que nunca volverá a su Patria.
Los vínculos afectivos no solo le unen a su familia, sino también a sus subordinados y compañeros, a quienes siempre demostró un apoyo incondicional y defendió cuando la ocasión lo requirió, ganándose su respeto y admiración. Lezo trató con más dureza a sus superiores, a quienes demandaba la misma lealtad que él ofrecía, que a sus enemigos extranjeros, de los que no esperaba ninguna concesión.
Leal con sus amigos y duro e implacable con sus adversarios, era también orgulloso, y le costaba admitir la intromisión de aquellos que ejercían el poder político en su ámbito de competencia. Luchó contra el poder establecido y denunció los abusos y el nepotismo de los virreyes. Sus superiores, al sentirse cuestionados, en unos casos le sancionan y en otros le acusan de tener un comportamiento apartado de lo exigible a un buen marino. Su creciente indignación le llevó a realizar constantes reclamaciones y denunciar las injusticias.
Blas de Lezo fue silenciado y olvidado desde el mismo momento en que se convierte en un héroe, cuando arriesga su vida en aras del bien común. Es un olvido injusto y mezquino y por eso se está luchando por recuperar su memoria y reivindicar su verdadera historia, pero no porque sea un héroe sino por el reconocimiento a un buen servidor público, leal, honesto, eficaz y eficiente que cumplió con su deber hasta las últimas consecuencias, siempre guiado por unos sólidos principios.
Blas de Lezo, no solo un hroe de bronce - ABC de Sevilla
BLAS Y MARGARET
JUAN MANUEL DE PRADA
COMO expresión gráfica del oportunismo hediondo de nuestros politiquillos, que ponen una vela a Dios y un candelabro de siete brazos al demonio, diremos que la estatua erigida en honor de Blas de Lezo se halla a escasos metros de la plaza ignominiosamente dedicada a Margaret Thatcher, promotora entusiasta del homicidio a granel del inocente y atila de la justicia social. Habría que especificar, sin embargo, que la erección de la estatua de Blas de Lezo ha sido iniciativa de un grupo de patriotas, luego vampirizada por los politiquillos, que se han arrimado para pillar cacho y salir en las fotos; mientras que la dedicación ignominiosa de una plaza a la Thatcher en pleno centro de Madrid (¡cuando tantos españoles insignes no son ni siquiera recordados en el callejero, o lo son del modo más indecoroso posible, con calles birriosas en los arrabales!) ha sido iniciativa politiquilla y antipopular, promovida por cuatro cipayos genuflexos capaces de rebajar la dignidad nacional en su esfuerzo (baldío) por halagar patéticamente a la pérfida Albión, que ni siquiera se digna considerarlos, como se probó en el funeral de la mencionada Thatcher, donde fueron hacinados en lugares irrelevantes y mezclados taimadamente en el mismo banco con chupatintas de la colonia de Gibraltar, como si fueran fámulos a los que el señorito desea escarnecer en público.
Cuenta en sus memorias Richard Luce, quien fuera capataz de Gibraltar, que la Thatcher, a la sazón de visita en la colonia, cuando supo que un barco de bandera española había osado adentrarse en las aguas de jurisdicción española que los gibraltareños rellenan con bloques de hormigón, exclamó carcajeándose:
–¡Pues bombardearemos Madrid!
Hay que ser, en efecto, muy cipayos y muy lameculos para dedicar una plaza en el centro de Madrid a quien puso a España la zancadilla siempre que pudo, reforzando la posición de la colonia de Gibraltar, y se desempeñó como una furibunda enemiga de la Hispanidad, como demostró en las Malvinas. Pero esta reverencia cipayesca de nuestros politiquillos a una enemiga de España se explica si consideramos que la escabechina que Blas de Lezo infligió a los hijos de la Gran Bretaña en Cartagena de Indias era ignorada hasta hace cuatro días por todos los españoles, que en cambio se conocen al dedillo las derrotas de la Armada Invencible o de Trafalgar, prueba inequívoca de que España es el único país del mundo que ha asumido la leyenda negra propagada por sus enemigos con el fin de convertirla en una nación corroída por los complejos, incapaz de cualquier acto de afirmación patriótica y presta siempre a ponerse de rodillas, con tal de que la acepten displicentemente en los saraos internacionales.
Aprovechando que unos patriotas españoles han levantado una estatua al insigne almirante Blas de Lezo, habría que promover que la plaza ignominiosamente dedicada a la Thatcher fuese rebautizada con el nombre de aquel gallardo guardacostas Julio León Fandiño, quien tras apresar al contrabandista inglés Robert Jenkins le rebanó una oreja al tiempo que le decía sarcásticamente: «Vuelve a Inglaterra y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Y el rey inglés, a la sazón Jorge II, envió iracundo su flota contra Cartagena de Indias, donde Blas de Lezo le dio jarabe de pata de palo. Fandiño bien se merece esa plaza oprobiosamente entregada a Margaret Thatcher; y hasta que los politiquillos accedan a cambiar su nombre, los patriotas deberían acercarse a la estatua de Blas de Lezo y encomendarse a su espíritu, para acudir después a la plaza de la Thatcher y galardonarla con sus gargajos y zurullos.
Histrico Opinin - ABC.es - lunes 17 de noviembre de 2014
En el ABC de ayer, el columnista conservador Ramón Pérez-Maura escribía la siguiente "contestación" al artículo del tradicional Juan Manuel de Prada.
LA OPINIÓN DE
Ramón Pérez-Maura
El almirante y la baronesa
Después de tantas columnas arremetiendo contra la vigente construcción europea mi admirado Juan Manuel de Prada ha cerrado el círculo ayer en esta página llamando «homicida» y «atila de la justicia social» a las más notoria euroescéptica de nuestros días, la que más ha hecho desde el poder –que es donde de verdad importa– por impedir la construcción de la Europa que Prada detesta y yo deseo. Disparar en todas direcciones tiene cierto mérito, pero también tiene el inconveniente de que acaba uno por no saber de dónde le vienen las balas que tanto parece ansiar.
No me cuento en el número de «todos los españoles» que supuestamente ignoraban la gesta de Blas de Lezo, quizá por tener la ventaja de haber jurado mi nacionalidad colombiana en el fuerte de San Juan de Manzanillo, en Cartagena de Indias, de la que me gusta proclamar que es la ciudad más española del mundo. Pero eso no me impide decir que tan traidora sería la baronesa Thatcher si no defendiese a la Corona británica y todas sus posesiones como lo hubiera sido el almirante Blas de Lezo si hubiera rendido el fuerte de San Felipe de Barajas.
Son ganas de provocar el decir que a Thatcher se le ha dedicado una plaza siendo «enemiga de la Hispanidad, como demostró en las Malvinas». Los matarifes de Galtieri et alii eran sólo unos tiranos populistas y asesinos. Thatcher ayudó a acabar con aquel régimen genocida. Y no se puede ser un enemigo de los hispano si se es un baluarte de Occidente como el que ella fue. Porque hoy, desde el entorno de la legitimidad proscrita, se promueve una visión de la «Santa Rusia» que pretiere lo que supuso el Imperio Soviético, fenecido gracias a tres grandes dirigentes que se atrevieron a plantar cara y a romper el consenso establecido sobre la permanencia del Telón de Acero: San Juan Pablo II, la baronesa Thatcher y Ronald Reagan. Pero ese Imperio del Mal, asentado en las estepas de Rusia, fue la más grave amenaza que tuvo Occidente en el siglo XX. Y para millones de sus víctimas supuso la muerte. Mártires que hubieran vivido si otros hubieran adelantado las políticas que defendía Thatcher.
Tuve el privilegio de mantener dos largas entrevistas con Margaret Thatcher, ambas publicadas en ABC (7-10-1992 y 5-11-1995). Mi admiración por ella venía de esa guerra por liberar las Malvinas (que ciertamente deberían ser argentinas) de los tiranos de la junta militar. Recuerdo como si fuera ayer la emoción que sentí a las 7.30 de la soleada mañana del 15 de junio de 1982: vi ondear la Union Jack sobre el patio de Downside, mi colegio en Inglaterra, y a todos mis compañeros reunirse en oración por los caídos y para entonar el «Dios salve a la Reina» como celebración de la victoria. Yo no siento ningún desprecio por un pueblo que educa así a los suyos. Yo siento una envidia difícilmente contenible.
Fuente: ABC
Allí estuve yo y ... hoy leo esto http://www.abc.es/madrid/20141119/abci-barcelona-madrid-blas-lezo-201411191625.html
Que me perdonen el exabrupto, pero estoy hasta forro de la bolsa escrotal de lo que viene de Cataluña. Lo siento si alguno se siente ofendido pero esto es lo menos que sale de mis labios.
Última edición por D. Fco. de Bobadilla; 19/11/2014 a las 19:29 Razón: link equivocado.
Señor, haz de mi espada luz para los que te buscan, fuerza para los desalentados, esperanza para los oprimidos, misericordia para los arrepentidos y justicia para los excluidos.
Publicado el 17/11/2014
Madrid (nov. 15/14). Su Majestad el Rey Juan Carlos presidió el día de hoy el acto en el que se inauguró el monumento al teniente general de la armada, don Blas de Lezo, en la Plaza de Colón de Madrid. El Rey develó la placa conmemorativa del monumento y dio inicio a la ceremonia, en la que el Embajador
¡Gran discurso!
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Por supuesto, ninguna fiesta sin su tonto. Desde Barcelona ya han pedido la retirada de la estatua. Me quedo sin palabras.
Señor, haz de mi espada luz para los que te buscan, fuerza para los desalentados, esperanza para los oprimidos, misericordia para los arrepentidos y justicia para los excluidos.
BLAS DE LEZO Y UN PAR DE IDIOTAS
CARLOS HERRERA
DESDE esta Sevilla que hoy despide emocionada a Cayetana de Alba y a Francisco Alorda, gran fotógrafo y amigo llevado a la ruina por las denuncias falsas de maltrato a su pareja que le han llevado a la muerte, no puedo por menos que considerar que vivimos en un país en el que el número de gilipollas sobrepasa alarmantemente la media mundial que se considera razonablemente admisible.
La Comisión de Presidencia y Régimen Interior del Ayuntamiento de Barcelona ha exigido al Ayuntamiento de Madrid que retire inmediatamente la estatua dedicada al marino vasco Blas de Lezo por haber sido uno de los protagonistas del bombardeo de la Ciudad Condal durante las fricciones consecuentes a la guerra de Sucesión –que no de Secesión– de aquel tiempo en el que la novelería catalana localiza las incubadoras de su Nación permanentemente reprimida. Sorprende, en primer lugar, que personas supuestamente ilustradas se permitan deslices propios de colegiales sulfurados, pero más allá de la facilidad que tiene cada cual para caer en ridículos escénicos, llama la atención que consistorios enteros estén dispuestos a retratarse como un grupo de imbéciles de baba fácil. Blas de Lezo, reciente y tardíamente homenajeado por el país que le vio nacer, vasco de Pasajes, almirante por excelencia en el combate, es una de esas glorias nacionales que cualquier país en el mundo le habría dedicado estatuas conmemorativas en el seno de sus sedes soberanas. Llamado «Patapalo» por haber sufrido la amputación de su pierna en una de sus muchas batallas, De Lezo anduvo de aquí para allá al servicio de quien consideraba su Señor. Destacó en todas y cada una de las batallas contra los ingleses convirtiéndose en su auténtica pesadilla, derrotándoles mediante métodos de abordaje directo y casi suicida. Valiente hasta el último aliento, se convirtió, con los años, en el gran defensor de Cartagena de Indias –entonces tierra española–, ante el acoso de los asaltantes piratas, dejando testimonio documental de su pericia, arrojo y hombría. Blas de Lezo no tenía en territorio nacional reconocimiento digno a sus muchas gestas: el Ayuntamiento de Madrid, a iniciativa popular, reprodujo recientemente en forma de estatua el cuerpo mutilado a balazos, cañonazos y trancazos de uno de los españoles más valientes y admirables de la historia pendenciera que todos los países guardan en su capítulo de gestas. Blas cambió la historia de España y de lo que después sería Colombia al resistir las embestidas del almirante Edward Vernon, y lo hizo siendo un «Mediohombre», tuerto, cojo y medio manco. España no había reconocido aún su hidalguía, quizá por esa tradición tan española de avergonzarse de sus héroes, de mirar para otro lado y no aplaudir en bronce el nombre de sus hijos más valientes. Felizmente, tiene hoy un pedestal sobre el que reedificar su ejemplo. Y justamente cuando eso ocurre van unos cuantos cretinos del Ayuntamiento de Barcelona y proponen su derribo en función de vaya usted a saber que pendencia histórica relacionada con el acoso a Barcelona en tiempos de la contienda sucesoria entre Austrias y Borbones. Dos perfectos necios de nombre Laporta y Portabella, conocidos por coleccionar estupideces en alud, han conseguido que el consistorio barcelonés eleve a oficial la petición al madrileño de la retirada de la estatua, como si no tuvieran otra cosa que hacer en Madrid que responder a los caprichos de niñatos indocumentados faltos de otras ideas y presos de aburrimiento generalizado. Lógicamente han motivado más la risa que el lamento.
Blas de Lezo falleció a consecuencia de la epidemia de peste que provocaron los propios cadáveres ingleses tras el asedio a la perturbadoramente bella Cartagena de Indias. De haber existido idiotas como los anteriormente mentados, el héroe vasco hubiera muerto de asco por pensar que en su mismo país pudieran existir necios de tal calaña. Qué le vamos a hacer.
Histrico Opinin - ABC.es - viernes 21 de noviembre de 2014
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