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Tema: El latín: una lengua viva

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El latín: una lengua viva

    Latín



    En la entrada anterior, un lector dejó una legítima pregunta: “Están claras las ventajas de celebrar en una lengua sagrada. Ahora, siendo así, ¿no hubiera sido más lógico que los primeros cristianos que introdujeron la Misa en Latín al Imperio Romano de Occidente, la hubieran dejado en griego, o en arameo?. ¿Qué quisieron conseguir poniéndola en una lengua que el ciudadano de Roma podía entender?”. Lo que se esconde en el fondo es la cuestión del latín en la liturgia occidental y de la existencia, o no, de las lenguas litúrgicas. Y varios lectores dieron su opinión. Yo doy ahora la mía.

    1. La liturgia cristiana se celebró en Occidente en lengua griega hasta la segunda mitad del siglo IV cuando la totalidad de los textos fueron traducidos al latín por obra del Papa español San Dámaso. Es verdad, sin embargo, que desde un siglo antes algunas partes, sobre todo las lecturas, se decían en latín. Estas fechas tienen comprobación histórica. Cito un solo caso: Mario Victorino escribe en 360 su Adversus Arium en el que cita párrafos de la plegaria eucarística aún en griego.


    2. Esto implica que, al menos durante un siglo, la liturgia se celebraba en Roma en una lengua -el griego- que era conocida por pocos pues la inmigración de Oriente había disminuido notablemente. Análogamente, es lo que ocurre hoy, por ejemplo, con los descendientes de ucranianos en Argentina que siguen celebrando su liturgia en la lengua de sus abuelos aunque no la entiendan, o entienden muy poco. Más aún, las celebraciones eran en griego porque esa había sido la lengua de las clases bajas de la ciudad, integradas por los emigrados de la zona oriental del Imperio porque eran esclavizados o porque huían por razones económicas, y fue entre ellas que se expandió primeramente el cristianismo. A comienzos del siglo IV, sin embargo, eran parte de la nueva religión también las clases más altas y cultas cuya lengua era el latín y no conocían, al menos la mayoría, el griego. Es decir, los primeros cristianos no tuvieron ningún inconveniente ni objeción pastoral en celebrar los divinos misterios en una lengua que no era conocida por el pueblo. Y cito aquí otro testigo privilegiado: el Ambrosiaster, un presbítero romano que escribió hacia el 380 lo siguiente: “Es obvio que nuestra mente ignora si se habla en una lengua que no conoce, como ocurre con los que hablan latín y están acostumbrados a escuchar los cantos en griego que, aunque se deleitan con el sonido de las palabras, no saben lo que significan” (In epistulas ad Corinthios 1, 14, 14).


    3. Entonces, ¿por qué se dejó el griego y comenzó a usarse el latín? Esta es una pregunta que exige rigor histórico y no puede ser respondida por lo que a mí me gustaría que fuera la respuesta o por lo que mejor conviene para alimentar la leyenda modernista (del siglo XX o del siglo XIX). Dos de las autoridades más respetadas en el tema -Bernard Botte y Charles Pietri- afirman que lo que llevó a San Dámaso en Roma junto a San Ambrosio en Milán a celebrar en latín fue su intención de cristianizar la cultura de su época. En Roma existía todavía una fuerte presencia pagana y especialmente la aristocracia seguía apegada a los ritos paganos aunque nominalmente fueran cristianos. Además, la Urbe seguía siendo el centro cultural del imperio. Por tanto, la formación del latín litúrgico fue parte de este esfuerzo para evangelizar la cultura romana y atraer a las elites influyentes del imperio a la fe cristiana. Aquí no hubo un interés pastoral tal como lo entienden los progresistas, y tampoco bajó un ángel del cielo a enseñar una lengua sagrada según lo entienden los ultramontanos. Hubo una legítima conveniencia política orientada a la expansión y triunfo de nuestra fe.




    4. Alguien podría objetar: “Sea como sea, lo cierto es que la liturgia se terminó celebrando en la lengua del pueblo”. Pero la realidad es que no fue así. El latín al que se tradujeron los textos litúrgicos no era el latín coloquial a punto tal que, quien no era cristiano, no lo entendía. Es lo que se conoce como lenguas especiales. Y pongo un ejemplo: si quienes no somos médicos entráramos a una junta médica en cualquier hospital, lo más probable es que entenderíamos sólo un porcentaje mínimo de lo que hablan los profesionales allí reunidos puesto que hablan un lenguaje especial. Algo similar ocurrió con el latín cristiano, es decir, el latín de la liturgia y el latín de las Escrituras. Es esta la teoría de la Escuela de Nimega cuya principal representante fue Christine Mohrmann y que, con matices, es aceptada por la mayoría de los especialistas. Pero más allá de los eruditos, es muy claro el ejemplo de San Agustín, retor romano e insigne conocedor de la lengua de Tulio, quien, al comenzar a formarse en la fe cristiana luego de su conversión y al enfrentarse con los textos de la Escritura y de la liturgia “verum tamen ego primam hujus lectionem non intelligens...” (no podía entender la primera página de esas lecturas... [se refiere al libro del profeta Isaías] decidí entonces retomarlo cuando hubiese aprendido dominico eloquio, el de hablar del Señor” (Confesiones IX, 5, 13). Dicho y hecho, renunció a su cátedra de retórica en Milán y se retiró a Cassiciacum con un grupo de amigos para aprender el lenguaje y el contenido de su nueva fe. En conclusión, como en todas las lenguas litúrgicas, el latín al que fue traducida la liturgia griega original poseía características estilísticas especiales que la separaban del lenguaje ordinario del pueblo: los romanos no hablaban en el estilo del Canon o de las Colectas de la Misa. Tan pronto como fue reemplazado el griego, se creó un medio lingüístico estilizado exclusivamente para el culto divino.


    5. ¿No es, entonces, el latín una lengua sagrada? Dependerá de qué entendemos por lengua sagrada. Si se sostiene que habría un grupo de tres lenguas (arameo, griego y latín) que son sagradas, algo así como divinamente inspiradas, y la liturgia solamente puede ser celebrada en una de esas tres, ciertamente el latín no es lengua sagrada. Desde los primeros siglos del cristianismo se usaron otras lenguas además de las tres citadas: el siríaco, en el patriarcado de Antioquía, es decir, toda Siria e Iraq, con sus ramificaciones en la India y China; el armenio antiguo en Armenia; el copto en Egipto, el etíope antiguo o ge’ez en Etiopía o el paleoeslavo en los pueblos eslavos.


    Sin embargo, podemos hablar de lengua sagrada en tanto que medio de organización de la experiencia religiosa, como un medio de expresión no solamente de cada individuo sino de una comunidad que vive de acuerdo a ciertas tradiciones. Las formas lingüísticas son transmitidas de generación en generación; frecuentemente son estilizadas y mantenidas a salvo del lenguaje contemporáneo.

    Siguiendo a Mohrmann, tres son las características que distinguen a las lenguas sagradas:


    a. Es una lengua estable. Demuestra tenacidad en mantener las formas lingüísticas arcaicas. En la Roma pagana esto se ve claramente puesto que sus sacerdotes repetían fórmulas que eran incapaces de entender. Y lo mismo ocurrió en la Alta Edad Media cuando buena parte de los sacerdotes del imperio carolingio no sabían latín y cometían gruesos errores al celebrar la liturgia (pero ni a Carlomagno, ni a Alcuino ni al Papa Adriano se les ocurrió celebrar la misa en franco. Lo que hicieron fue organizar sistemáticamente la enseñanza del latín en las escuelas monásticas).


    b. Se introducen elementos tomados de otras lenguas a fin de asociarlos a las antiguas tradiciones. San Agustín, refiriéndose a estos términos (Alleluia, Amén, Hossana, etc.) dice que son preservados propter sanctiorem auctoritatem.


    c. Usa figuras retóricas que son típicas del estilo oral como paralelismos y antítesis, cláusulas rítmicas, ritmos y aliteraciones.

    En este sentido entonces, el latín ciertamente es una lengua sagrada. Y en este sentido, consecuentemente y para volver al origen de la discusión, la traducción actual del misal romano para su uso en Argentina no es, ni por asomo, lengua sagrada o lengua litúrgica.

    The Wanderer
    ReynoDeGranada y Pious dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: El latín: una lengua viva

    Para que no caiga en el olvido este tema, enlazo como excusa mi bitácora dedicada a hacer mis pinitos en latín.
    De momento son muy pocas porque empecé a hacer un curso pero por temás diversos he debido ralentizar el plan que tenía.

    Lingua viva

    Las correcciones son muy bienvenidas.
    Última edición por pozinho; 03/12/2017 a las 16:30

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El latín: una lengua viva

    Nacen las visitas en latín por el Museo de Málaga para redescubrir sus obras

    El círculo Latino, Mane Latinum Malacitanum, se reúne una vez a la semana para hablar en la lengua madre y promover su uso




    Fuente: EUROPA PRESS | Diario SUR
    11 de marzo de 2018

    El latín está vivo
    . Ésta es la reivindicación de un grupo de filólogos clásicos que se resiste a la idea de que su conocimiento se reduzca a la traducción de escritos. Por ello, no sólo se reúnen para leer textos o ver vídeos y comentarlos en la lengua de Cicerón y Virgilio, sino que, incluso, la utilizan para comunicarse entre ellos en situaciones habituales como salir a cenar y ahora también visitar las obras del Museo de Málaga. Su objetivo es que los recorridos didácticos por este espacio cultural puedan realizarse periódicamente.


    Así, este domingo el Mane Latinum Malacitanum, que es el nombre que recibe el círculo latino de Málaga, ha realizado por primera vez un recorrido por los fondos de Arqueología y Bellas Artes del museo que acoge el Palacio de la Aduana. Con esta iniciativa se pretende aunar el arte y la lengua fundacional de la cultura europea, que sirvió de vehículo de comunicación durante siglos.


    Mane Latinum Malacitanum, que tiene una cuenta en Twitter (@MLMalacitanum) y una página en Facebook (@manelatinummalacitanum), fue fundado de forma oficial por Alba Pozuelo y
    Gema Navarro en octubre de 2016, aunque ya venía gestándose desde 2015, motivadas por los integrantes del Vesper Latinus, uno de los círculos de Valencia. Actualmente, está formado por casi una decena de personas, especialmente profesores en institutos de Latín, Griego y Cultura Clásica.


    Para la realización del itinerario en latín por el Museo de Málaga, el círculo malagueño se ha inspirado en el Museo del Prado de Madrid, que el año pasado, de la mano del Collegium Latinitatis, estrenó estos recorridos didácticos para conocer las principales obras mitológicas. El objetivo es seguir llevando a cabo esta iniciativa y que pueda beneficiarse el público en general; especialmente, los universitarios que cursan estudios de Filología Clásica, según ha explicado a Europa Press Alba Pozuelo, encargada, además, de organizar la visita de este domingo.


    El recorrido ha comenzado con la colección arqueológica
    ; concretamente, en la Tumba del Guerrero, y ha continuado con otras piezas como la Cabeza de Baco o el mosaico El
    Nacimiento de Venus. Se ha destacado, además, la importante labor del matrimonio compuesto por Jorge Loring y Amalia Heredia, cuya colección sirvió de germen del Museo Arqueológico Provincial.


    A continuación, en la parte de Bellas Artes se han detenido ante cuadros como ‘Alegoría de la Historia, Industria y Comercio de Málaga’, de Ferrándiz y Muñoz Degrain; ‘Orfeo amansa a las fieras’, de Bernardo Ferrándiz Badenes; ‘Una esclava en venta’, de José Jiménez Aranda, o ‘El juicio de Paris’, de Enrique Simonet Lombardo. Finalmente, también han podido disfrutar de algunos de los restos arqueológicos que se guardan en el almacén.


    Hablar en latín

    El objetivo del Mane Latinum Malacitanum es hablar en latín y abrir esta iniciativa al público en general, se dedique o no a su enseñanza. Pese al auge de las carreras técnicas y el debate entre la formación humanista y científica, este grupo de latinistas se reúne cada domingo por la mañana, durante unas dos horas y media, para disfrutar de esta lengua a través de diferentes actividades.


    En suma, su finalidad es promover y divulgar el uso del latín como lengua vehicular “de la gran herencia legada por la Antigüedad”. Y es que tal y como ha precisado Pozuelo, aparte de que las lenguas clásicas ayuden a pensar o que con su aprendizaje se adquieran ciertas habilidades para ordenar mejor la información y los conocimientos, el hecho de hablarlas contribuye, al menos en su caso, a que “la conexión con estas culturas antiguas sea mayor de la que puedo tener con una simple traducción”.


    https://latunicadeneso.wordpress.com/

  4. #4
    Avatar de Alfonso X El Sabio
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    Re: El latín: una lengua viva

    Ojalá pudiesemos volver a utilizar en la vida cotidiana la lengua de San Agustín, la Sacra Lingua, la lengua de un gran imperio...

  5. #5
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    Re: El latín: una lengua viva

    A favor de latín y griego




    NEREA CASAHUGA CUADRA – Terrassa | LA VANGUARDIA
    23 de abril de 2018


    Parece importante decirle al mundo que el latín y sobre todo el griego clásico están amenazados de muerte. Como muchos otros institutos, el mío, IES Terrassa, ha tenido la idea de quitar del currículo el griego presencialmente el próximo curso.


    Sí, somos muy pocos los que a pesar de todo queremos estudiar griego, pero ¿no merece la pena conservar la materia aunque sea para un solo alumno? Además de que somos pocos los interesados en mantener viva una lengua tan importante, no hacen más que ponernos obstáculos. No ofertando el griego, están impidiendo que otros jóvenes la conozcan y se apasionen por él, como yo.


    Dicen que es una lengua muerta, pero ¿qué hay más vivo que una lengua que nos ha legado miles de palabras que usamos en nuestro día a día? Es la lengua que nos ha dejado La Ilíada,
    La Odisea, la lengua en la que fue escrito el Nuevo Testamento y la que hablaban Sócrates, Platón o Aristófanes. ¿No hablamos, hoy más que nunca, de democracia, palabra de origen griego?


    Quizá el griego está más vivo que nunca y por eso no podemos dejar que lo quiten del bachillerato. ¿Vamos a olvidarlo ahora después de más de 2.500 años?



    https://latunicadeneso.wordpress.com/

  6. #6
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    Re: El latín: una lengua viva

    Para quien esté interesado en material de lectura, una gran colección de textos latinos; clásicos, medievales y modernos:
    The Latin Library

    Y estoy creando un listado de encíclicas en español y latín.
    El espejo que refleja: Listado de cartas encíclicas (en actualización permanente)
    De momento casi completo el listado remontándome hasta Pio IX. Estoy preparando una buena parte de las de Gregorio XVI a partir de ahí, poco a poco creo que serán más salteadas.

  7. #7
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    Re: El latín: una lengua viva

    EL LATÍN, LENGUA SAGRADA Y VÍNCULO DE COMUNIÓN





    Portal de la iglesia de un monasterio. Schlägl, Austria
    Foto: commons.wikimedia.org

    Descubrir la Misa. En la tierra como en el cielo, es el título de un opúsculo que comenta las ceremonias de la misa al compás de los ritos de la liturgia tradicional. Por los servicios que el latín ha prestado a la Iglesia y los especiales deberes de Ella para con dicha lengua, en frase de Juan Pablo II, dejo una traducción del capítulo 6 que versa precisamente sobre el latín como lengua sagrada del culto en la Iglesia Romana. Este ensayo fue publicado en 1996 por Ediciones Sainte Madeleine en la abadía de La Barroux. El texto completo en francés puede encontrarse en el siguiente enlace dentro de la sección liturgia: www.clerus.va

    LA LENGUA SAGRADA

    Observemos, en primer lugar, que prácticamente todas las religiones utilizan, para dirigirse a la divinidad, una lengua sagrada que introduce al hombre en el universo divino, fuera del ámbito de lo profano y de lo cotidiano, y que manifiesta la trascendencia de Dios. En la Iglesia, cada una de las diferentes familias litúrgicas emplea una lengua litúrgica; los griegos utilizan el griego antiguo, los rusos el eslavo, la iglesia romana el latín, etc. Asimismo, la lengua cultual de los judíos, en tiempos de Nuestro Señor, no era el arameo (lengua hablada) sino el hebreo. El latín, dice Juan XXIII, «es un signo manifiesto y espléndido de unidad». (Carta Iucunda laudatio, 8 de diciembre de 1961).

    Unidad en el tiempo, ante todo, porque nuestros labios pronuncian las mismas palabras que emplearon nuestros antepasados, aquellas mismas fórmulas litúrgicas cinceladas con precisión por San León, San Gregorio y tantos otros; esas fórmulas que nos ponen en contacto directo con la Iglesia de los primeros siglos. «Es –dice siempre Juan XXIII– el vínculo ideal gracias al cual la Iglesia de hoy se une a la de ayer y a la de mañana».
    (Constitución Apostólica Veterum sapientia, 22 de febrero de 1962). Unidad en el espacio, también, porque el latín une a los fieles más allá de las naciones y fronteras. Al no ser la lengua propia de ningún pueblo, no favorece ni desfavorece a ninguno de ellos; esto la convierte en una lengua universal.

    Pero el latín es una lengua muerta, dicen algunos. ¿No es esto un inconveniente? Todo lo contrario. Una lengua llamada «muerta» es una lengua que apenas evoluciona, y que, por lo mismo, es capaz de mantener intacto un pensamiento a lo largo de los siglos. El latín presenta así la ventaja de ofrecernos textos litúrgicos en perfecta sintonía con la fe de la Iglesia, y lo que es más, de enseñarnos esta fe por medio de las oraciones que recitamos, de manera que aquí también se verifica el adagio antiguo: «La ley de la oración establece la ley de la fe, Legem credendi statuat lex supplicandi». ¿Cómo podría ser esto posible con una lengua viva, cuyas palabras evolucionan sin cesar y cambian de sentido tan rápidamente? Quizá se nos objete que nuestros contemporáneos ya no conocen el latín. A esto se pueden dar varias respuestas.

    Ante todo, la oración se dirige a Dios. Por tanto, lo esencial es que Él la entienda. No nos preocupemos por esto.

    En segundo lugar, los historiadores de la liturgia nos enseñan que la Iglesia romana tuvo el griego, la lengua internacional de la cuenca mediterránea, como lengua litúrgica hasta el siglo IV, antes de que el latín se impusiera como una lengua susceptible de mayor universalidad. Pero no nos imaginemos que el griego y luego el latín fueran alguna vez la lengua materna, la lengua vernácula de todos los católicos de rito romano. ¡La Santa Iglesia lo sabía bien! Por eso, su preocupación era mucho más hacer rezar juntos a los fieles en una lengua que los uniera (aunque no la comprendieran o la comprendieran poco, como siempre fue el caso de muchos de ellos), a que lo hicieran en la multitud de sus lenguas maternas, que quizá habría contribuido a dividirlos. Así, pues, al mantener el latín como lengua litúrgica de la Iglesia romana, el Concilio de Trento estaba en perfecta continuidad con la Iglesia de los primeros siglos.

    Además, no es necesario comprender al detalle todos los textos para seguir la liturgia y participar en ella. Santa Juana de Arco «no sabía ni A ni B», nos dice, pero ¿acaso esto le impidió vivir intensamente la liturgia? El padre Paul De Clerck, director del Instituto Superior de Liturgia de París, señala con acierto: «Antes, cuando los textos estaban en latín, la gentecomprendía algo, y tal vez lo esencial, a saber, la fe con la que se realizaba la acción». (L’intelligence de la liturgie, Cerf, 1995, p. 59).

    Por último, desde hace mucho tiempo los fieles tienen a su disposición misales que dan íntegramente el texto latino de los oficios, con la traducción correspondiente: el conocimiento del latín no es necesario, por tanto, para comprender las oraciones de la Iglesia. Por otra parte, la experiencia demuestra que con un poco de paciencia se obtienen resultados sorprendentes. El padre Emmanuel, párroco de la pequeña parroquia rural del Mesnil-Saint-Loup, en el siglo pasado, se había propuesto enseñar el latín litúrgico a sus feligreses. Le escribía a un amigo en 1876: «Me gustaría que vieras a los niños traduciéndote los salmos. Es de no creer... Cuando vengas por aquí, seguro, haré que una mujer pobre te traduzca un salmo, ya verás...» (Découvrir la messe. Sur la terre comme au ciel, C. 6).



    EL BUHO ESCRUTADOR: EL LATÍN, LENGUA SAGRADA Y VÍNCULO DE COMUNIÓN

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