Declaraciones de Reginald McKenna
Fuente: Social Credit, Vol. 7, Nº. 7, 24 de Septiembre de 1937, página 1.
LA EXPLOSIÓN DE ARREBATO DE UN JEFE DE BANCO CONTRA EL CRÉDITO SOCIAL
Culpa de la pobreza de la endeudada Alberta a una “escasez de cosechas”
“NO HAY ESCASEZ DE CRÉDITOS”
No hay tal cosa llamada Crédito Social. Es “un fantasma, una quimera de la mente”, un mito que no comprenden ni siquiera sus propios promotores.
La “autoridad” responsable de esta singular y malhumorada explosión de arrebato, de acuerdo con una entrevista realizada en Calgary, Alberta, y aparecida en el Winnipeg Tribune, no es otra que el Muy Honorable Reginald McKenna, antiguo Ministro de Hacienda y, durante estos últimos dieciocho años, presidente del Midland Bank.
“Como Ministro de Hacienda en los primeros años de la guerra”, señala el Winnipeg Tribune, “se le solicitó, durante un periodo de 18 meses, aumentar el crédito a un ritmo de $ 60.000.000 a la semana a fin de que Inglaterra pudiera mantener sus armas en el frente.”
“Y él no se cree que eso pudiera haberse hecho con sólo una pluma estilográfica.”
Si esto es lo que realmente cree el Sr. McKenna, ciertamente habría que colegir que él se encontraba en una posición bastante curiosa como Ministro de Hacienda; pues lo que realmente estuvo ocurriendo delante de sus narices fue completamente descrito por el Comité Cunliffe en su informe de 1918. (Un extracto literal de este informe aparece impreso en esta misma página; las partes subrayadas en él son nuestras).
El Sr. McKenna es bien conocido por los Creditistas Sociales a lo largo y ancho de todo el mundo por su célebre declaración de que todo préstamo bancario o adquisición de títulos-valores por un banco crea un depósito, y toda devolución de un préstamo bancario o venta de títulos-valores por un banco destruye un depósito.
“Es perfectamente cierta”, admitía él cuando se le preguntaba en Calgary acerca de esta declaración, “precisa y completamente cierta”.
“Pero ni el Mayor Douglas, ni el Sr. Aberhart, ni ningún otro ‘Creditista Social’ que yo conozca, han entendido nunca realmente esto. Permítame que lo ilustre”.
UN ARGUMENTO ENDEBLE
“Supongamos que el Sr. Aberhart, como persona privada, acudiera a mí, un banquero, para depositar $ 1.000, y yo se los recibiera. Supongamos que él entonces, como persona pública en su calidad de Primer Ministro de Alberta, me instara a que yo adelantara un préstamo de $ 1.000 en favor de un digno pero avergonzado ciudadano de la provincia que no pudiera proporcionar ninguna garantía.
“Yo podría decirle a Aberhart, ‘De acuerdo, Sr. Primer Ministro, lo haré siempre que esté usted dispuesto a que yo no haga honor a sus propios cheques mientras dicho préstamo siga pendiente, ya que sus $ 1.000 constituyen todo el dinero que yo tengo en depósito’”.
“‘Pero’, él exclamaría, ‘este préstamo de $ 1.000 creará un depósito adicional de $ 1.000. Usted mismo lo dijo una vez así’.
“‘Cierto’, replicaría yo, ‘pero ese depósito del que usted habla no aparecería como un activo en mis libros contables, sino como un pasivo; un pasivo del que yo debo prepararme para poder satisfacerlo cuando me sea exigido al momento mismo en que se empiecen a girar cheques contra él. Al respecto, sería exactamente la misma situación que la que existe con el depósito de usted; y yo no puedo hacer ese préstamo a menos de estar seguro de que tenga suficiente efectivo o títulos-valores en mi cámara acorazada como para poder satisfacer o atender todos los cheques que usted y el prestatario puedan desear firmar’”.
“Y ésta es toda la cuestión. Es verdad que un préstamo crea un depósito; pero todo depósito es un pasivo para el banquero; dinero que él debe al depositante y que le obliga a estar preparado para pagarlo al instante. Lo que un banquero presta en el momento del préstamo normalmente no es dinero en efectivo, sino su capacidad de poder pagar en efectivo en cualquier momento; en otras palabras, su crédito.”
“El problema que ha tenido Alberta en estos últimos años”, continúa diciendo el Sr. McKenna, “no ha sido la escasez de crédito sino la escasez de cosechas”.
¡“CRÉDITO REAL”!
“La idea de basar el ‘crédito’ artificial en una estimación de la cantidad de carbón sin extraer y de la cantidad de arenas bituminosas sin aprovechar, es algo que no tiene sentido. Pues, por un lado, es imposible hoy adivinar el valor de mercado del carbón que será extraído dentro de cien años a contar desde ahora. Y, por otro lado, una emisión ilimitada de crédito inmediatamente haría perder su valor”.
“Incluso la moneda”, continúa explicando, “debe su valor, en parte, a la ley que hace de ella dinero de curso legal; pero también al mismo hecho de que su emisión es de carácter restringido.”
“Si se emitiera en cantidades ilimitadas, el dinero, igual que cualquier otra cosa, se volvería barato.”
Pero, en todo caso, el Sr. McKenna añade que el “Crédito Social”, tal y como aparece prometido a los albertanos, no es crédito en absoluto, y no tiene conexión ninguna con el crédito, en el sentido real de esta palabra.
“El crédito real”, declara, “debe implicar la existencia de un compromiso o promesa de poder pagar en efectivo en una determinada fecha futura; respaldada por la capacidad para poder hacerlo. El trabajo de un banquero, que comercia con el crédito, es la de juzgar acerca de ese compromiso, así como de la capacidad para poder cumplirlo.
“El Crédito Social”, concluye el Sr. McKenna, “no es crédito. Es una frase sin sentido, y nada más que eso. (…) esa poción mágica, que no tiene ninguna relación con el crédito, y que aparentemente ni siquiera la han entendido sus propios autores.”
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